Hace tiempo que no entraba a la página, pero últimamente como que me dieron ganas de seguir contando mi historia y como fue mi conversión de Carlos a Carla, así que sigo desde dónde lo dejé. Había tenido sexo por primera vez con el Portero de un edificio que estaba a la vuelta de mi casa, un hombre que debía tener unos cuarenta y pico de años en ese entonces, mayor incluso que mi papá. Pero la diferencia de edad no me importaba, me había sentido tan bien entre sus brazos, tan protegido, que no había nada que pudiera romper esa burbuja en la que me sentía.
Esa primera vez que lo hicimos, dijo algo que habría de marcar mi vida para siempre: "Si fueras una chica...".
Ya me había cogido, me había acabado adentro, lo había disfrutado, mejor incluso que con su mujer, según sus propias palabras, y sin embargo había un pero. Yo no podía ser una chica, pensé en ese momento, pero luego, volviendo a casa, feliz de tener el culo roto, me di cuenta de que tal vez sí podía serlo.
A veces, cuándo estaba solo en casa, me probaba la ropa interior de mi mamá, algún vestido, los zapatos de taco alto, y modelaba frente al espejo. Todavía me faltaba para cumplir los dieciocho, era delgado, con el pelo lacio, largo casi hasta los hombros, por lo que me veía cierta femineidad. Así que aquel día, el primero en que fui "chica", volví a lo del portero, con un bolso, aparte de los útiles del colegio.
Bajamos de nuevo al depósito, con él caminando por detrás mío, tocándome la cola, impaciente por volver a cogerme. Pero esta vez, al llegar, lo hice esperar afuera un momento mientras me preparaba. La hice completa. Me puse bombacha, corpiño, medias de nylon, zapatos de taco alto, me maquillé, y me até el pelo en una cola.
Me paré frente a la puerta y respiré profundo. De su reacción dependía mi futuro, lo que sería de allí en más. Abrí y se quedó boquiabierto al verme.
-¿Te gusta?- le pregunté a punto de ponerme a llorar, porque solo me miraba y no decía nada.
-¡Estás hermosa...!- exclamó finalmente, con un brillo en la mirada que no le había visto antes.
Entra, cierra la puerta, me toma entre sus brazos, y me besa. Y les puedo asegurar que ése fue el primer beso de amor que me dieron.
Cogimos mejor incluso que la primera vez. Solo me saqué el vestido, para no ensuciarlo, ya que era uno que mi mamá cuidaba mucho. En todo momento estuve con la ropa interior, las medias y los zapatos, poniéndome en las distintas posiciones que él me indicaba.
Me la metió desde todos los ángulos ése día, jajaja. Nunca me sentí tan feliz, tan realizado, como si hubiera vuelto a nacer, siendo ahora la persona que creía debía ser.
-¿Y como te vas a llamar ahora?- me preguntó después del primer polvo que nos echamos, tirados sobre los cartones, acalorados por semejante despliegue físico.
-Creo que Carla va a estar bien- le respondo.
Ya lo había pensado y era el nombre que me parecía más adecuado, el que me hubieran puesto mis padres de haber nacido nena.
-Debo decirte Carla que nunca cogí a nadie como te acabo de coger a vos...- se sincera. -No sé, creo que me dejaste seco-
-Dale, seguro que hay algo más por ahí...- le digo, acercándome a él gateando y acariciándole los huevos.
-Ya quisiera, pero no, no hay nada...- repone, divertido con el jueguito que le estoy proponiendo.
-Seguro que si lo intento, puedo sacarte aunque sea unas gotitas...- le insisto.
-Tratá si querés, pero ya te vas a dar cuenta de que va a ser más difícil que encontrar agua en el desierto- insiste también él.
Ni bien le agarro la pija y empiezo a pajearlo, se le pone dura. Me encanta tenerlo así, a mi merced, pendiente de mis movimientos.
Me paso la mano con la que lo pajeo por toda la cara, inhalando ese aroma que hace estragos en mis emociones. Vuelvo a meneársela, mientras que con la otra mano le acaricio los huevos, tocándolos, apretándolos, siempre despacito, con ternura. Cuando ya la tiene al palo, me agacho y se la chupo, sorbiendo toda esa dureza que se prepara para estallar en cualquier momento.
Pese a que me había jurado que nunca en la vida tuvo dos polvos seguidos, lo hice acabar una vez más. Y no solo eso, sino que también me tragué la leche. Me acuerdo que cuando terminó, abrí la boca y le mostré todo lo que había eyaculado, una cantidad tan generosa y cuantiosa como la primera descarga.
Me pasé el semen de un lado a otro del paladar, y me lo tragué todo, hasta la última gota, relamiéndome los labios y sacando la lengua (como en las revistas... jajajaja) para mostrarle que ya no tenía nada.
-¡Sos hermosa...!- me dice y me besa en la boca.
Ninguno lo dijo, pero a partir de entonces fuimos oficialmente amantes.
Esa primera vez que lo hicimos, dijo algo que habría de marcar mi vida para siempre: "Si fueras una chica...".
Ya me había cogido, me había acabado adentro, lo había disfrutado, mejor incluso que con su mujer, según sus propias palabras, y sin embargo había un pero. Yo no podía ser una chica, pensé en ese momento, pero luego, volviendo a casa, feliz de tener el culo roto, me di cuenta de que tal vez sí podía serlo.
A veces, cuándo estaba solo en casa, me probaba la ropa interior de mi mamá, algún vestido, los zapatos de taco alto, y modelaba frente al espejo. Todavía me faltaba para cumplir los dieciocho, era delgado, con el pelo lacio, largo casi hasta los hombros, por lo que me veía cierta femineidad. Así que aquel día, el primero en que fui "chica", volví a lo del portero, con un bolso, aparte de los útiles del colegio.
Bajamos de nuevo al depósito, con él caminando por detrás mío, tocándome la cola, impaciente por volver a cogerme. Pero esta vez, al llegar, lo hice esperar afuera un momento mientras me preparaba. La hice completa. Me puse bombacha, corpiño, medias de nylon, zapatos de taco alto, me maquillé, y me até el pelo en una cola.
Me paré frente a la puerta y respiré profundo. De su reacción dependía mi futuro, lo que sería de allí en más. Abrí y se quedó boquiabierto al verme.
-¿Te gusta?- le pregunté a punto de ponerme a llorar, porque solo me miraba y no decía nada.
-¡Estás hermosa...!- exclamó finalmente, con un brillo en la mirada que no le había visto antes.
Entra, cierra la puerta, me toma entre sus brazos, y me besa. Y les puedo asegurar que ése fue el primer beso de amor que me dieron.
Cogimos mejor incluso que la primera vez. Solo me saqué el vestido, para no ensuciarlo, ya que era uno que mi mamá cuidaba mucho. En todo momento estuve con la ropa interior, las medias y los zapatos, poniéndome en las distintas posiciones que él me indicaba.
Me la metió desde todos los ángulos ése día, jajaja. Nunca me sentí tan feliz, tan realizado, como si hubiera vuelto a nacer, siendo ahora la persona que creía debía ser.
-¿Y como te vas a llamar ahora?- me preguntó después del primer polvo que nos echamos, tirados sobre los cartones, acalorados por semejante despliegue físico.
-Creo que Carla va a estar bien- le respondo.
Ya lo había pensado y era el nombre que me parecía más adecuado, el que me hubieran puesto mis padres de haber nacido nena.
-Debo decirte Carla que nunca cogí a nadie como te acabo de coger a vos...- se sincera. -No sé, creo que me dejaste seco-
-Dale, seguro que hay algo más por ahí...- le digo, acercándome a él gateando y acariciándole los huevos.
-Ya quisiera, pero no, no hay nada...- repone, divertido con el jueguito que le estoy proponiendo.
-Seguro que si lo intento, puedo sacarte aunque sea unas gotitas...- le insisto.
-Tratá si querés, pero ya te vas a dar cuenta de que va a ser más difícil que encontrar agua en el desierto- insiste también él.
Ni bien le agarro la pija y empiezo a pajearlo, se le pone dura. Me encanta tenerlo así, a mi merced, pendiente de mis movimientos.
Me paso la mano con la que lo pajeo por toda la cara, inhalando ese aroma que hace estragos en mis emociones. Vuelvo a meneársela, mientras que con la otra mano le acaricio los huevos, tocándolos, apretándolos, siempre despacito, con ternura. Cuando ya la tiene al palo, me agacho y se la chupo, sorbiendo toda esa dureza que se prepara para estallar en cualquier momento.
Pese a que me había jurado que nunca en la vida tuvo dos polvos seguidos, lo hice acabar una vez más. Y no solo eso, sino que también me tragué la leche. Me acuerdo que cuando terminó, abrí la boca y le mostré todo lo que había eyaculado, una cantidad tan generosa y cuantiosa como la primera descarga.
Me pasé el semen de un lado a otro del paladar, y me lo tragué todo, hasta la última gota, relamiéndome los labios y sacando la lengua (como en las revistas... jajajaja) para mostrarle que ya no tenía nada.
-¡Sos hermosa...!- me dice y me besa en la boca.
Ninguno lo dijo, pero a partir de entonces fuimos oficialmente amantes.
3 comentarios - Cómo me hice chica (relato trans)