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Capítulo 03.
Paulina.
Silvana abrió la puerta al tercer timbrazo. Creyó que se trataría de Malik, quizás para pedir disculpas por llevar más de una semana haciendo ruido de forma casi constante. Habían pasado diez días desde que se mudó al edificio y solo podía recordar dos noches de paz. Estaba intentando ser tolerante; pero la paciencia tiene un límite.
Sin embargo, no se trataba de Malik. Frente a ella había una joven de diecinueve años a la que conocía por los esporádicos cruces que habían tenido en el ascensor.
—Hola, Paulina ¿cómo estás? Disculpá que demoré en atender. Justo me estaba cambiando para salir a correr.
—Ah, te encontré justo entonces.
—¿Necesitás algo?
—Sí, la verdad es que sí. Necesito que me hagas un gran favor. Estoy intentando localizar a tu vecino, pero no responde.
—Ah… quizás está entrenando. ¿Para qué lo necesitás?
—Tengo que hablar con él muy seriamente, de lo contrario lo voy a denunciar.
—Epa… ¿qué pasó? —Silvana analizó detenidamente a Paulina, era una chica sencilla, pero muy bonita. Por lo general llevaba su cabello castaño atado en una cola de caballo y solía usar ropa deportiva. Ahora mismo tenía puesta una remera sin mangas con un sugerente escote. Los pechos de Paulina son más pequeños que los de Silvana, aunque están muy bien definidos, siempre bien levantados. Y para colmo lleva el ombligo a la vista. El pantalón negro es algo holgado, pero aún así le queda muy bien. Le da un toque juvenil—. ¿Acaso Malik se te insinuó de forma inapropiada?
—No, no… a mí no. A mí mamá…
—¿A tu mamá? —Silvana recordó a Norma, la madre de Paulina. Una mujer… bueno, ¿cómo podría describirla? Si Paulina se puede considerar sencilla pero bonita, su madre se queda solo con el sencilla. Es algo rechoncha, bajita, de cara no está tan mal; pero no es la clase de mujer que atrae miradas, mucho menos cuando está junto a su hija—. ¿Qué fue lo que le dijo a tu mamá?
—Bueno, no estoy del todo segura. Solamente los vi hablando en hall, mi mamá se reía mucho de sus comentarios… y ya vi muchos tipos chamuyando en mi vida como para entender qué era lo que estaba intentando hacer Malik. Y hace poco vi que mi mamá ponía excusas para salir a las ocho o nueve de la noche para “comprar algo y vengo”. Tardaba más de una hora. El otro día vi que al salir de casa el ascensor, en lugar de bajar, subió… hasta este piso.
—Quizás vino a charlar con Sonia.
—Mi mamá no se lleva bien con Sonia. No le caen bien las depresivas.
—Sonia no es… —Silvana se quedó a mitad de la frase. Quería defender a su vecina, aunque en el fondo sabía que Paulina tenía razón. Sonia tiene una clara tendencia a deprimirse. La vio llorando en los pasillos más de una vez—. Em… ¿te molesta si vamos bajando mientras me contás el resto?
—Sí, claro. No te quiero robar mucho tiempo.
Entraron en el ascensor, Paulina presionó el piso número siete y Silvana el de la planta baja.
—En fin… debe haber otra explicación para el comportamiento de tu madre.
—No lo creo. Y ella está casada, ¿entendés? Si yo me entero que le está poniendo los cuernos a mi papá con ese tipo, te juro que armo un quilombo inmenso. Lo voy a denunciar.
—Emm… no creo que se pueda denunciar a alguien por tener una aventura. Si Malik no maltrató a tu mamá, no hay muchos motivos para denunciarlo.
—Pero… puede arruinar toda mi familia ¿entendés?
—Sí, sí… eso lo entiendo perfectamente. Por eso contame ¿qué querés que haga?
—Simple: quiero que prestes atención a quiénes lo visitan. Si algún día llegás a ver a mi mamá en el piso diecinueve, avisame. Ella no tiene nada que hacer ahí.
—Mmm… bueno, voy a estar atenta. Te sugiero que no te obsesiones tanto con este tema, porque podrías estar formándote una imagen equivocada de tu mamá.
—Lo sé. Te juro que jamás se pasó por la cabeza que mi mamá pueda ser infiel. Ella ni siquiera hace comentarios sobre el sexo o los hombres. Es feliz con mi papá. Lo sé, porque se le nota. Empecé a sospechar de ella cuando la vi subir esa noche justo al piso en el que vive Malik… y relacioné la vez que los vi charlando. Además… la vi riéndose mientras mandaba mensajitos, estaba en la pieza… y vi que se sacaba una foto sonriendo… y que después la enviaba.
— ¿Y eso qué tiene de malo?
—Que estaba desnuda.
—Ah… ya veo. Em… ¿Y no podría haberle mandado esa foto a tu papá?
—Mi papá ni siquiera usa celular. Es muy chapado a la antigua.
—Ah… em… —Silvana quería darle más motivos a Paulina para que no pensara que su madre estaba teniendo una aventura extramatrimonial; pero la cosa no pintaba bien. Por suerte llegaron al piso siete. Salvada por la campana.
—Bueno, te dejo en paz —dijo Paulina—. Gracias por todo, y por favor no hables de esto con nadie.
—No, claro que no. Ah… em… por cierto ¿no tenés ganas de salir a correr un rato? Estuve entrenando y estoy segura de que te puedo seguir el ritmo.
—Te lo agradezco, Silvana. No me gusta salir a correr sola; pero hoy no. Estoy demasiado enojada. Y necesito ver qué está haciendo mi mamá.
—Está bien. Lo dejamos para otro día. Adiós.
—-------
Cuando le llegó un mensaje de texto de Paulina, se sorprendió. Esa chica le había escrito por última vez hacía tres meses, solo para invitarla a salir a correr. Y ahora le había enviado un simple “Hola, ¿cómo estás?”.
Habían pasado dos días desde que charlaron en el ascensor y Silvana se alegró, quizás estaba más cerca de hacer una nueva amiga en el edificio. Le gustaría ser amiga de Paulina, le cae bien, es simpática y divertida, además le gusta correr. Se dio cuenta de que en realidad no sabía mucho de ella; pero eso se podía solucionar en un par de tardes tomando mates juntas. Pensó en invitarla después de responderle el saludo. Sin embargo, la respuesta que recibió la disuadió de hacerlo.
—Mirá lo que encontré en el celular de mi mamá —decía Paulina en su segundo mensaje.
Y a continuación envió una foto de una mujer desnuda. A Silvana le llevó un par de segundos reconocer a Norma en la imagen. Esa mujer de pelo negro y hasta los hombros, regordeta y simpaticona, estaba sentada en su cama, abierta de piernas y sonreía para su fotógrafo mientras separaba sus labios vaginales con dos dedos.
—Ay… no deberías mandarme eso sin consultarle a tu mamá —respondió Silvana.
—Me da igual. Estoy segura de que esa foto se la sacó Malik.
— ¿Y cómo podés estar tan segura? Quizás se la sacó tu papá.
—No, porque esa no es la cama de mi mamá…
—Ah…
—Además… mirá esto: la prueba definitiva.
Recibió una segunda foto, incluso más impactante que la anterior. Si a Silvana le sorprendió ver a Norma en una actitud tan erótica, esto ya no lo podía dimensionar. Y la evidencia era irrefutable. Nora estaba de rodillas, mirando fijamente hacia arriba, hacia el lente de la cámara, y estaba luchano por tragar un glande negro y bien ancho. Se notaba que estaba haciendo un enorme esfuerzo por tenerlo dentro de la boca, tenía toda la cara roja.
—Ay, Paulina —escribió Silvana—. Yo solo intentaba reducir la tensión; pero ya no hay dudas. Esa es tu mamá y ese tipo solo puede ser Malik. Lo siento mucho.
—Y aún hay más…
La siguiente foto que mandó mostraba a Norma acostada boca arriba en la cama, con las rodillas a la altura de la cabeza, toda abierta, sudada y con la cara roja. Estaba recibiendo una gran verga por la concha. Silvana se quedó boquiabierta. A pesar de que no podía ver ese pene en toda su dimensión, porque una buena parte estaba dentro de Norma, el tamaño era impresionante.
—¡Ay por favor!
—Yo ni siquiera sabía que mi mamá podía abrir las piernas de esa manera —comentó Paulina—, y ahora también me entero de que tiene una concha en el espacio de un hangar.
—Es impresionante que le entre todo eso —escribió Silvana.
—¿Viste? —A continuación envió un mensaje de voz—. A mi mamá se la están cogiendo con un cañón de alto calibre, y yo ni siquiera sé cómo reaccionar a eso. Y disculpá que te joda con todo esto, pero vos sos una de las pocas personas con las que hablé del tema. ¿Entendés cómo me siento? Es mi mamá. La misma mamá que me preparaba el desayuno todos los días y me peinaba para ir a la escuela… esa mamá a la que siempre vi como un ser asexual, ajena a todo morbo… y ahora la tengo que ver toda abierta y reventada por una pija kilométrica. Y mirá, hay más…
Al finalizar el audio, envió un video. Duraba apenas veinte segundos. Se podía ver claramente a Norma en la misma posición de la foto sufriendo (o disfrutando) con esa verga inmensa que parecía un monstruo del espacio profanando su cuerpo.
Pocos segundos después de que el video hubiera finalizado, Silvana recibió una llamada de Paulina.
—¿Te das cuenta? —dijo la chica apenas aceptó la llamada.
—¿De qué? —Preguntó Silvana, que aún estaba un poco aturdida por tanto contenido explícito.
—Del pedazo de chota que le están metiendo a mi vieja.
—Em… bueno, sí… hay que reconocer que es… importante.
—Vi ese video como un millón de veces… no puedo creer que le entre todo eso… y además, hay un detalle que no me puedo sacar de la cabeza.
—¿Cuál?
—Mirá el video otra vez…
—Lo estoy mirando —y era cierto, esas imágenes se estaban reproduciendo en un bucle constante en la pantalla de su celular—. Aunque no sé cuál es el detalle al que te referís…
—Mirá bien la verga…
—Ajá… —la mirada de Silvana estaba puesta en el ancho falo. No podía creer que ese miembro perteneciera a su vecino.
—Está toda mojada…
—Ah sí… ¿Estará usando lubricante?
—No, después de mirar atentamente me di cuenta que todo eso sale de la concha de mi mamá. Y cada vez que se la mete, se moja más. ¿Entendés lo que eso significa? ¡La está haciendo gozar como una puta! ¡A mi mamá! ¡La convirtió en puta!
—Emm… sigue siendo tu mamá.
—Mi mamá no era puta antes de conocer a ese tipo. Te lo puedo asegurar —Silvana hizo silencio, ya no sabía qué responder—. Disculpá por joderte con este tema, sé que me pasé de la raya…
—No, no… está bien, Paulina. Me alegra que me hayas llamado. Podés mandarme mensajes cuando quieras.
—¿De verdad?
—Sí, de verdad. Podés contarme lo que quieras cuando quieras.
—Ay, es muy bueno saberlo. Sinceramente en estos días necesito más de una oreja para que me escuche.
—Y podés contar conmigo.
—Muchas gracias, Silvana. Sos muy buena.
Se despidieron y cortaron la llamada. Silvana se quedó pensando en que no debería molestarse con Paulina por haberle enviado ese material tan explícito sin consultarle, al fin y al cabo ella solo intentaba tratarla como una amiga… y le vendría muy bien tener una. Con el tiempo se distanció de las pocas amistades que tenía. Ahora solo tiene a Renzo… pero Renzo no cuenta. Con él no puede hablar de “cosas de chicas”.
—-------
Los ruidos comenzaron un poco más temprano de lo normal. Silvana estaba acostada leyendo su libro y tuvo que dejarlo en la mesita de luz porque ya no podía concentrarse en esa tarea. Por eso aún no había logrado terminarlo, a pesar de que lo comenzó hace diez días.
La mujer que recibía la verga de Malik la estaba disfrutando a pleno y parecía decidida a hacérselo saber a todo el edificio.
Silvana cerró los ojos y comenzó un pequeño juego que se inventó para no tener que ir a tocar el timbre de Malik a la primera. Consistía en intentar adivinar si la mujer era alguien que ella conocía o si se trataba de una nueva amante. Está casi segura de que una vez pudo identificar a Gladis. Y otra vez le pareció escuchar a Vanina; pero de esa no estaba tan segura.
No conocía a la que gemía ahora mismo. Se preguntó si sería Norma y durante unos segundos casi se convence de esa posiblidad; pero después cayó en la cuenta de que no sonaba como una mujer de más de cuarenta años. Parecía más joven.
Instintivamente Silvana comenzó a acariciar su vagina por encima de la bombacha de algodón blanca que tenía puesta. A veces, cuando jugaba este juego, su mente llegaba a una conclusión: “Hoy me va a costar dormir, quizás debería aplicar mi método para descansar mejor”.
Y así lo hizo.
Se quitó toda la ropa: la bombacha y la remera vieja que cubría sus pechos. Luego volvió a acariciar su vagina, esta vez de forma directa, sintiendo la humedad de sus labios. Aún le daba rabia tener que recurrir a este método tan estúpido. Silvana estaba convencida de que ya había superado, hacía muchos años, su etapa de “pendeja pajera”. Y ahora, a sus veintiséis años, independizada y con novio, debía recurrir a la paja para poder dormir. Por eso sus toqueteos estaban cargados de rabia. Apretaba su clítoris con fuerza, hasta producirse un poco de dolor, y se metía los dedos sin esperar a la dilatación apropiada, algo que a ella le costaba alcanzar. Su estrecha vagina sufría cuando le introducía dos dedos juntos sin previo aviso. Ese dolor le brindaba cierta paz. En algún rincón oscuro de su mente ella sabía que debía “castigarse” por estar recurriendo a la masturbación.
Recordó las imágenes que le había enviado Paulina y se preguntó si serían de alguna ayuda para acelerar el proceso. No le calentaba Norma ni la enorme verga de Malik; pero era mejor nada.
Con su celular en la mano, siguió con el ritual de brindarse placer tan rápido como le fuera posible.
Logró alcanzar un buen ritmo, un estado de clímax en el que su transpirado cuerpo se sacudía en la cama, apoyando las plantas de sus pies ella elevaba su vagina y se mandaba dedo a toda velocidad. Nunca entendió por qué hacía esto, simplemente su cuerpo reaccionaba de esta manera cuando estaba atravesando por un estado de éxtasis.
Estaba muy cerca de llegar al orgasmo cuando un extraño golpeteo resonó en su habitación. Aterrorizada, se detuvo en seco. Miró hacia la puerta ventana que comunica su dormitorio con el balcón y… allí había una persona, saludando y sonriendo.
Silvana dejó salir un agudo alarido y saltó fuera de la cama. Su teléfono cayó sobre la alfombra, lo que lo salvó de destrozarse. Ella estuvo a punto de salir corriendo cuando su cerebro fue capaz de procesar al menos un poco de la información. Reconoció el rostro de la persona que saludaba. Era…
—No puede ser —dijo en voz alta—. ¿Paulin? ¿Qué carajos hacés acá?
Al cerebro de Silvana aún le costaba comprender varios puntos de la situación. ¿Cómo había llegado esa chica a su balcón… en el piso diecinueve? ¿Y por qué carajo estaba completamente desnuda?
—Hola Silvana —saludó la chica desde afuera— ¿Puedo pasar?
La dueña de casa se quedó petrificada durante unos segundos. Después comprendió que Paulina no era ninguna amenaza, y abrió la puerta ventana.
Ella podría cubrir ese vidrio bajando la persiana; pero casi nunca lo hacía porque sabía que nadie podía ver dentro de su pieza, al fin y al cabo estaba en un piso diecinueve y los edificios de alrededor no eran tan altos. Y mucho menos pensó que alguna vez una persona podría aparecer en su balcón.
—Disculpá que te moleste… —dijo Paulina al entrar a la habitación—. Antes de que te vuelvas loca, vengo del departamento de Malik.
La mente de Silvana se relajó un poco. Al menos ahora sabía cómo había llegado a su balcón, al fin y al cabo el balcón de Malik y el suyo son uno solo, separado por una medianera de vidrio que no tiene más de un metro. Ahora que lo pensaba, era realmente muy fácil pasar de un lado al otro ese balcón compartido.
Aunque aún no era capaz de entender una cosa:
—¿Qué hacías en el departamento de Malik… desnuda?
—Em… ¿Y vos qué pensás que hacía? —Preguntó la recién llegada al mismo tiempo que analizaba detenidamente la anatomía de Silvana—. Epa, qué cuerpazo que tenés. No te imaginaba así, tan… fibrosa.
—Gracias… supongo. Es porque hago mucho ejercicio… pero no me cambies el tema, nena. ¿Me vas a decir que después de todo lo que me dijiste sobre Malik, terminaste cogiendo con él?
—Lo sé, suena ridículo. Te juro que me odio a mí misma en este momento.
Silvana escuchó atentamente y se dio cuenta de dos cosas: el sonido rítmico y sexual proveniente del departamento de Malik se detuvo más o menos cuando Paulina apareció en el balcón; pero ahora había vuelto a comenzar.
—¿Hay otra mujer con Malik? —Preguntó.
—Sí, por eso tuve que salir corriendo.
—Ay, nena… estoy bastante segura de que a las amantes de Malik no les molesta compartir.
—Es que… con esta es diferente —los gemidos femeninos llegaron hasta la pieza a gran volúmen, para reducirlos un poco Silvana tuvo que cerrar la puerta ventana—. Esa mujer es mi mamá.
Paulina se sentó en la cama, parecía avergonzada.
—¿Norma? ¿Esa que está gritando como puta es Norma?
—Sí, lo sé… suena ridículo. Yo tampoco me creo que esa sea mi mamá.
—¿Te molesta si me quedo un rato?
—Em… mañana tengo que trabajar. Si te preocupa volver desnuda a tu casa, yo puedo prestarte ropa.
—No, lo que me preocupa es volver a casa con esta calentura. Disculpá que te lo diga de forma tan directa… yo quiero seguir cogiendo con Malik. Él me comentó que mi mamá no puede seguirle el ritmo durante mucho tiempo, así que será solo cuestión de unos minutos. Porfis… haceme ese favor. Sé que no nos conocemos tanto; pero… así empiezan las mejores amistades —Paulina mostró una radiante sonrisa—. Dentro de unos años vamos a reírnos de este momento, te lo puedo asegurar.
Silvana pensó en la posiblidad de tener una amiga con la que pudiera reírse de aventuras absurdas… y la idea la entusiasmó. Además esta situación era absurda e incómoda, la típica situación de las que dos amigas de confianza pueden reírse.
“Así empiezan las mejores amistades”.
—Está bien, podés quedarte.
Silvana se sentó cerca de las almohadas. Estuvo a punto de cubrir su cuerpo con la sábana y después pensó que quizás eso podría ser tomado como un gesto defensivo. No quería estar a la defensiva frente a Paulina, aunque tampoco le agradaba estar desnuda.
—Gracias. ¡Sos la mejor!
—Pero con una condición…
—¿Cuál?
—Quiero que me cuentes cómo terminaste cogiendo con Malik.
—Me parece bien. Creo que te merecés saberlo, al fin y al cabo yo te metí en este tema. ¿Te acordás de mi amiga Belén?
—¿La rubiecita que salía a correr con nosotras? —Silvana la recordaba bien. Una rubia petiza, caderona y de buenas tetas. A ella no le gustaba que se sumara a las tardes de trote en el parque Rivadavia, porque no hacía más que charlar y caminar… de correr, poco y nada. De pronto recordó por qué había dejado de invitar a Paulina—. Sí, me acuerdo de ella.
—Bueno, porque es importante para esta historia. Belén es mi mejor amiga, nos tenemos una confianza infinita. Por eso ella fue la primera a la que le conté lo de mi mamá —Silvana sintió una punzada en el costado ¿Serán celos?—. La fui manteniendo al tanto con mensajitos de texto, hasta que un día le pedí que viniera a casa. Necesitaba mostrarle las fotos… y el video. Lo mismo que te pasé a vos.
—¿Esto fue antes de o después de que me hayas pasado todo?
—Después, al otro día —Silvana sonrió. Paulina no lo notó y siguió hablando como si nada—. En fin, le mostré todo a Belén y… acá es donde la cosa se va a poner un poquito fuerte. No sé si querés seguir escuchando.
—Sí, sí quiero… —una vez más esa maldita curiosidad arrastrándola.
—Muy bien… veamos. ¿Sabés lo que es el fisting?
—Em… —Silvana iba a decir que no; pero luego prefirió ser sincera—. Tengo entendido que es introducir una mano dentro de una vagina. Una locura…
—¿Y alguna vez lo viste?
—Este… em… solo por curiosidad, en algún video. No pienses que a mí me gusta mirar pornografía…
—Ay, no te preocupes por eso. Todas miramos un poco de porno de vez en cuando… y todas nos hacemos la paja —le guiñó un ojo.
—Yo no acostumbro a hacer esas cosas.
—Qué curioso, porque cuando estaba en el balcón te vi haciendo las dos cosas.
—Es… complicado de explicar. Solo lo hago para poder conciliar el sueño.
—Está bien, Silvana, no tenés que avergonzarte de eso. A mí me encantó verte haciéndolo, porque siento que eso rompió el hielo, de lo contrario no me animaría a contarte todo esto. Es muy… personal.
—Entiendo. Muchas gracias por la confianza.
—Como decía… le mostré a Belén el video en el que Malik se coge a mi mamá y ella comentó: “Dios, esa pija es grande como mi antebrazo”. Y ahí empezamos a hablar del fisting, precisamente. Comenzamos a comparar la experiencia con coger con un hombre tan bien dotado como Malik. Estoy intentando resumir un poco la historia. Cuestión que nos pusimos a buscar videos de fisting en internet. Vimos varios y en todos la práctica era muy similar: una mujer metiéndole la mano a otra en la concha. Y en un momento Belén dijo: “Eso es ser amigas, ayudarse una a la otra a probar el fisting”. Y yo le dije, totalmente en broma: “¿Querés que te meta la mano en la concha?” Y por la forma en que ella me miró, comprendí que no se lo estaba tomando en broma. Me dejó boquiabierta cuando respondió: “Si vos me ayudás a mí, yo te ayudo a vos. O lo hacemos las dos juntas, o ninguna”.
—A la mierda —Silvana también quedó con la boca abierta—. No sabía que se tenían… esa clase de confianza.
—Hey, esperá. Aclaremos algo, porque ya me imagino lo que estás pensando —Paulina subió una pierna a la cama, y esto permitió que su concha quedara abierta y expuesta. Silvana no le dijo nada porque notó que en el transcurso de la charla ella también había abierto de más sus piernas—. Belén y yo no tenemos “esa” clase de confianza. Es decir: no somos lesbianas. Nunca pasó nada entre nosotras. Ni siquiera un beso. Lo más sexual que hicimos fue vernos coger la una a la otra, en un auto, con dos pibes que ni siquiera conocíamos. A ella se la cogieron en la parte de atrás y a mí adelante. Y después de eso, un día nos hicimos la paja juntas, mirando algunos videos porno. Te cuento esto para que entiendas… ¿Acaso esto te parece algo lésbico?
—No, claro que no. En especial si al masturbarse no se tocaron entre ustedes.
—No nos tocamos entre nosotras. Ella hizo lo suyo y yo hice lo mío, solo que lo hicimos estando juntas en la misma cama. Fue una linda experiencia. Una paja a dúo es un gran método para afianzar una amistad —Silvana volvió a sonreír.
—Ya lo creo. Después de eso la confianza debe ser absoluta.
—Así es. Por eso entendí que Belén hablaba en serio cuando se propuso a ayudarme con el fisting.
—¿Y lo hicieron?
—A ver… puedo separarlo todo en dos niveles. El primer nivel fue nosotras tomándonos el asunto a la ligera. Empezamos metiéndonos los dedos la una a la otra, primero yo a ella, y después ella a mí. Nos dimos cuenta de que, a nivel de dilatación, estábamos muy lejos de poder meter toda la mano. Ahí nos dimos cuenta de que el temita del fisting era… bueno, una locura, como bien dijiste vos.
—Y me imagino que ahí quedó la cosa.
—Se ve que no nos conocés —Paulina mostró una sonrisa demoníaca—. Cuando Belén fue capaz de meterme un tercer dedo, nos entusiasmamos más. Entonces a mí se me ocurrió usar un lubricante que compré hace tiempo… y mi consolador, que es bastante ancho, o al menos eso pensaba, hasta que le vi lo que es la pija de Malik. Es un consolador que imita la verga de un tipo bien dotado; pero normal. No una anaconda, como la de Malik. Entonces yo me abrí bien de piernas, me acosté boca arriba y le dije a Belén: “Mandalo sin asco”. Y eso fue lo que hizo. Me lo metió hasta el fondo, usando bastante lubricante, y estuvo dándome durante un buen rato. Después intercambiamos posiciones y yo hice lo mismo con ella. Me resultó fascinante ver cómo la concha se le dilataba cada vez más. Luego de hacer esto tres o cuatro veces cada una, Belén volvió a probar con los dedos y esta vez pudo meter cuatro. Yo sentía cómo la concha se me estiraba hasta el límite (o lo que yo creía que era el límite). Te sorprendería lo mucho que se puede abrir una concha.
—Me da un poco de impresión solo pensarlo, porque siempre fui estrecha.
—Quizás sea por falta de práctica. En fin, como sea. Cuando Belén estaba ahí, haciendo un gran esfuerzo por meterme toda la mano, la miré a los ojos y le dije: “Amiga, estoy re caliente”. Acá es donde empieza lo que yo llamo “el nivel dos”. Porque dejamos de hacerlo por pura curiosidad a pasar a hacerlo por calentura. “Quiero sentir todo, metela sin miedo”, le supliqué. Y siguió intentando. Presionó y presionó; pero la última parte de la mano, donde está el huesito del pulgar, era la más ancha. Yo sufría, gritaba, gemía, respoblaba. Sentía que me iba a morir; pero al mismo tiempo quería más. Y lo mismo le pasó a Belén cuando yo intenté con ella. Después charlamos al respecto y llegamos a la conclusión de que uno de los momentos más excitantes fue ese, cuando nuestras conchas estaban dilatándose más allá del límite conocido. Es una sensación increíble. No sabría cómo describirla, es algo que tenés que vivir.
—No, definitivamente no. Te juro que yo no podría hacer una cosa así. Soy estrecha. En serio.
—O sos miedosa…
—No, te lo juro. Siempre tuve ese problema. Mirá, fijate si no me creés…
Silvana no supo por qué abrió las piernas para Paulina. Quizás solo quería afianzar la amistad con ella, o tal vez no le gustaba que la trataran de mentirosa. La cuestión es que Paulina aceptó el desafío. Se acercó a Silvana gateando sobre la cama y acarició suavemente sus labios vaginales.
—¿Lista? —Preguntó.
—Sí, estoy lista. Intentá meter dos dedos y vas a ver que lo que digo es cierto.
Silvana recibió los dedos con el corazón acelerado. Sintió (además de un poco de dolor) que su amistad con Paulina estaba escalando muy rápido, y culpó a la circunstancias por eso.
Su vagina fue explorada con mucha suavidad y delicadeza; pero aún así le costó recibir esos dos dedos al mismo tiempo.
—Es cierto —dijo Paulina—. La tenés re apretadita. Además de mi concha, solo le metí los dedos a Belén, y puedo notar la diferencia. A Belén le pude meter cuatro dedos con relativa facilidad. Creo que a vos ni siquiera te entrarían cuatro dedos.
—¿Ves? Yo no podría hacer fisting, ni aunque quisiera. Y me quedé intrigada. ¿Al final pudieron hacerlo?
Paulina volvió a mostrar su sonrisa picaresca.
—Así es. Belén se llenó la mano y el antebrazo con abundante lubricante, yo me abrí como mi mamá en la foto que te mandé…
—Con las rodillas a la altura de la cabeza —comentó Silvana, mientras su concha seguía siendo explorada.
—Exacto. Le pedí a mi amiga que hiciera fuerza, y yo aguanté el dolor… y aguanté… hasta que de pronto… Zaz! Se fue la mano entera para adentro, junto con buena parte del antebrazo. No te das una idea del grito que pegué. Sentí que me habían reventado la concha. Pero… el dolor solo duró unos segundos. Belén se entusiasmó al ver que entró toda la mano y empezó a darme. Y a ver, te repito que no lo hicimos en un sentido lésbico. A ella no le calientan las mujeres, ni a mi tampoco. Sin embargo, esto no lo podíamos hacer solas. Necesitábamos que otra nos de una mano… literalmente.
—Claro, entiendo perfectamente —lo que Silvana no entendía era por qué esta chica seguía hurgando su concha—. ¡Auch!
—Ay, perdón. Intenté meter otro dedo… pero ya veo que no entra.
—Te digo que más de dos no van a entrar, lo sé por experiencia. Alguna vez probé meter algo más… y fue imposible. Por eso me cuesta creer que te haya entrado toda la mano y el antebrazo de tu amiga.
—¿Me estás tratando de mentirosa?
—No, no… para nada. Sé que dijiste la verdad, solo que me cuesta dimensionar el hecho.
—Después te voy a mandar fotos, para que veas que es real. Aunque ahora no puedo, dejé el celular en la pieza de Malik, escondido bajo la cama, junto con toda mi ropa.
—No hace falta que me mandes fotos íntimas…
—No importa. Igual te las voy a pasar. Fue una experiencia maravillosa. Belén no me tuvo piedad. Me castigó de lo lindo… pero después yo hice lo mismo con ella. Se puso en cuatro y no paré hasta que entró toda la mano y buena parte del antebrazo. Las dos llegamos al orgasmo.
—Me imagino que fue muy intenso.
—Súper intenso. De las experiencias más intensas de mi vida… aunque lo que pasó con Malik la supera.
—Todavía no sé cómo fue que terminaron cogiendo.
—Bueno, es que después de probar el fisting con Belén, me puse a pensar: “¿Coger con este tipo será igual de bueno?”. Y hoy no pude aguantar más la curiosidad. Vine a verlo y le dije de forma muy directa: “Sé que te cogés a mi mamá, a pesar de que es casada. Pero estoy dispuesta a perdonarte si hacés lo mismo conmigo”.
—Ay, qué directa.
—Mal… por eso me odio a mí misma, vine prácticamente arrastrándome a suplicarle por esa pija. Es que… vos la viste. ¿cómo no te vas a calentar al ver una verga de ese tamaño?
—Ya te dije, a mí no me calientan las vergas grandes, porque soy estrecha. Solo puedo pensar en lo mucho que me va a doler.
—Y… no te voy a mentir. Duele… y si no me creés… escuchá cómo grita mi mamá.
Silvana había olvidado por completo los gemidos de Norma, se habían convertido en ruido de fondo; pero era cierto. La mujer parecía estar disfrutando y sufriendo por partes iguales.
—Uy… parece que está gritando más que antes —dijo Paulina—. Eso es bueno.
—¿Por qué?
—Porque significa que ya está acabando. Sé que mi mamá se va enseguida cuando acaba. Intenta demorar lo menos posible. Así que en un ratito voy a poder volver… para que Malik me siga dando. Y sí, ya sé… debés estar pensando que soy una puta. Pero te juro que yo no soy así. Hago locuras de vez en cuando, sin llegar a ser tan… arrastrada. En cambio con este tipo… no sé qué me pasó. Se me instaló en la cabeza la idea de probar esa pija y me bastó con pedírselo para que me la diera. Me desnudó al toque, me tiró a la cama y sin decir nada, me clavó. Dios… qué placer… pensé que me iban a saltar las bolitas de los ojos. Te juro que sentí la verga contra el útero. Es demencial. Ahí está… terminaron los gemidos… —Hicieron silencio para escuchar atentamente. Paulina siguió masturbando a Silvana… porque sí, eso era exactamente lo que estaba haciendo. La estaba masturbando. Aguardaron unos segundos hasta que una cabeza se asomó por el balcón, era Malik, con su blanca sonrisa. Silvana se cubrió las tetas instintivamente.
— ¿Paulina? —Preguntó el senegalés—. Si querés ya podés volver. Perdón, Silvana, no sabía que esto iba a ocurrir.
—No te preocupes —dijo Paulina—, yo ya arreglé todo con Silvana —luego se acercó al oído de ella y susurró—. Vas a tener que aguantar ruidos durante un ratito más… después te juro que te dejo descansar.
—Muy bien… te tomo la palabra. Pasala bien. Em… después llamame, así nos ponemos de acuerdo para hacer algo juntas.
—Por supuesto, amiga. Obvio que te voy a llamar.
Le gustó eso de “amiga”.
Paulina desapareció en el balcón, junto con Malik, y apenas unos segundos más tarde comenzó el traqueteo… los gemidos. Al parecer ese hombre no necesitaba un descanso entre una amante y la otra. Paulina ni siquiera se midió, gritó y chilló…
—Salió puta, como la madre —dijo Silvana, entre risas.
Y acto seguido comenzó a masturbarse al ritmo de la cogida que Malik le estaba dando a Paulina. Esta vez Silvana se permitió disfrutar un poco más. No se dio con tanta bronca, simplemente dejó que su calentura fluya… y esos fluidos terminaron sobre su cama.
Antes de poder dormir tuvo que darse otra ducha y se vio obligada a cambiar las sábanas. Sin embargo, al acostarse estaba tan cansada que se quedó dormida, aunque los gemidos de Paulina aún seguían resonando en toda la habitación.
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Capítulo 03.
Paulina.
Silvana abrió la puerta al tercer timbrazo. Creyó que se trataría de Malik, quizás para pedir disculpas por llevar más de una semana haciendo ruido de forma casi constante. Habían pasado diez días desde que se mudó al edificio y solo podía recordar dos noches de paz. Estaba intentando ser tolerante; pero la paciencia tiene un límite.
Sin embargo, no se trataba de Malik. Frente a ella había una joven de diecinueve años a la que conocía por los esporádicos cruces que habían tenido en el ascensor.
—Hola, Paulina ¿cómo estás? Disculpá que demoré en atender. Justo me estaba cambiando para salir a correr.
—Ah, te encontré justo entonces.
—¿Necesitás algo?
—Sí, la verdad es que sí. Necesito que me hagas un gran favor. Estoy intentando localizar a tu vecino, pero no responde.
—Ah… quizás está entrenando. ¿Para qué lo necesitás?
—Tengo que hablar con él muy seriamente, de lo contrario lo voy a denunciar.
—Epa… ¿qué pasó? —Silvana analizó detenidamente a Paulina, era una chica sencilla, pero muy bonita. Por lo general llevaba su cabello castaño atado en una cola de caballo y solía usar ropa deportiva. Ahora mismo tenía puesta una remera sin mangas con un sugerente escote. Los pechos de Paulina son más pequeños que los de Silvana, aunque están muy bien definidos, siempre bien levantados. Y para colmo lleva el ombligo a la vista. El pantalón negro es algo holgado, pero aún así le queda muy bien. Le da un toque juvenil—. ¿Acaso Malik se te insinuó de forma inapropiada?
—No, no… a mí no. A mí mamá…
—¿A tu mamá? —Silvana recordó a Norma, la madre de Paulina. Una mujer… bueno, ¿cómo podría describirla? Si Paulina se puede considerar sencilla pero bonita, su madre se queda solo con el sencilla. Es algo rechoncha, bajita, de cara no está tan mal; pero no es la clase de mujer que atrae miradas, mucho menos cuando está junto a su hija—. ¿Qué fue lo que le dijo a tu mamá?
—Bueno, no estoy del todo segura. Solamente los vi hablando en hall, mi mamá se reía mucho de sus comentarios… y ya vi muchos tipos chamuyando en mi vida como para entender qué era lo que estaba intentando hacer Malik. Y hace poco vi que mi mamá ponía excusas para salir a las ocho o nueve de la noche para “comprar algo y vengo”. Tardaba más de una hora. El otro día vi que al salir de casa el ascensor, en lugar de bajar, subió… hasta este piso.
—Quizás vino a charlar con Sonia.
—Mi mamá no se lleva bien con Sonia. No le caen bien las depresivas.
—Sonia no es… —Silvana se quedó a mitad de la frase. Quería defender a su vecina, aunque en el fondo sabía que Paulina tenía razón. Sonia tiene una clara tendencia a deprimirse. La vio llorando en los pasillos más de una vez—. Em… ¿te molesta si vamos bajando mientras me contás el resto?
—Sí, claro. No te quiero robar mucho tiempo.
Entraron en el ascensor, Paulina presionó el piso número siete y Silvana el de la planta baja.
—En fin… debe haber otra explicación para el comportamiento de tu madre.
—No lo creo. Y ella está casada, ¿entendés? Si yo me entero que le está poniendo los cuernos a mi papá con ese tipo, te juro que armo un quilombo inmenso. Lo voy a denunciar.
—Emm… no creo que se pueda denunciar a alguien por tener una aventura. Si Malik no maltrató a tu mamá, no hay muchos motivos para denunciarlo.
—Pero… puede arruinar toda mi familia ¿entendés?
—Sí, sí… eso lo entiendo perfectamente. Por eso contame ¿qué querés que haga?
—Simple: quiero que prestes atención a quiénes lo visitan. Si algún día llegás a ver a mi mamá en el piso diecinueve, avisame. Ella no tiene nada que hacer ahí.
—Mmm… bueno, voy a estar atenta. Te sugiero que no te obsesiones tanto con este tema, porque podrías estar formándote una imagen equivocada de tu mamá.
—Lo sé. Te juro que jamás se pasó por la cabeza que mi mamá pueda ser infiel. Ella ni siquiera hace comentarios sobre el sexo o los hombres. Es feliz con mi papá. Lo sé, porque se le nota. Empecé a sospechar de ella cuando la vi subir esa noche justo al piso en el que vive Malik… y relacioné la vez que los vi charlando. Además… la vi riéndose mientras mandaba mensajitos, estaba en la pieza… y vi que se sacaba una foto sonriendo… y que después la enviaba.
— ¿Y eso qué tiene de malo?
—Que estaba desnuda.
—Ah… ya veo. Em… ¿Y no podría haberle mandado esa foto a tu papá?
—Mi papá ni siquiera usa celular. Es muy chapado a la antigua.
—Ah… em… —Silvana quería darle más motivos a Paulina para que no pensara que su madre estaba teniendo una aventura extramatrimonial; pero la cosa no pintaba bien. Por suerte llegaron al piso siete. Salvada por la campana.
—Bueno, te dejo en paz —dijo Paulina—. Gracias por todo, y por favor no hables de esto con nadie.
—No, claro que no. Ah… em… por cierto ¿no tenés ganas de salir a correr un rato? Estuve entrenando y estoy segura de que te puedo seguir el ritmo.
—Te lo agradezco, Silvana. No me gusta salir a correr sola; pero hoy no. Estoy demasiado enojada. Y necesito ver qué está haciendo mi mamá.
—Está bien. Lo dejamos para otro día. Adiós.
—-------
Cuando le llegó un mensaje de texto de Paulina, se sorprendió. Esa chica le había escrito por última vez hacía tres meses, solo para invitarla a salir a correr. Y ahora le había enviado un simple “Hola, ¿cómo estás?”.
Habían pasado dos días desde que charlaron en el ascensor y Silvana se alegró, quizás estaba más cerca de hacer una nueva amiga en el edificio. Le gustaría ser amiga de Paulina, le cae bien, es simpática y divertida, además le gusta correr. Se dio cuenta de que en realidad no sabía mucho de ella; pero eso se podía solucionar en un par de tardes tomando mates juntas. Pensó en invitarla después de responderle el saludo. Sin embargo, la respuesta que recibió la disuadió de hacerlo.
—Mirá lo que encontré en el celular de mi mamá —decía Paulina en su segundo mensaje.
Y a continuación envió una foto de una mujer desnuda. A Silvana le llevó un par de segundos reconocer a Norma en la imagen. Esa mujer de pelo negro y hasta los hombros, regordeta y simpaticona, estaba sentada en su cama, abierta de piernas y sonreía para su fotógrafo mientras separaba sus labios vaginales con dos dedos.
—Ay… no deberías mandarme eso sin consultarle a tu mamá —respondió Silvana.
—Me da igual. Estoy segura de que esa foto se la sacó Malik.
— ¿Y cómo podés estar tan segura? Quizás se la sacó tu papá.
—No, porque esa no es la cama de mi mamá…
—Ah…
—Además… mirá esto: la prueba definitiva.
Recibió una segunda foto, incluso más impactante que la anterior. Si a Silvana le sorprendió ver a Norma en una actitud tan erótica, esto ya no lo podía dimensionar. Y la evidencia era irrefutable. Nora estaba de rodillas, mirando fijamente hacia arriba, hacia el lente de la cámara, y estaba luchano por tragar un glande negro y bien ancho. Se notaba que estaba haciendo un enorme esfuerzo por tenerlo dentro de la boca, tenía toda la cara roja.
—Ay, Paulina —escribió Silvana—. Yo solo intentaba reducir la tensión; pero ya no hay dudas. Esa es tu mamá y ese tipo solo puede ser Malik. Lo siento mucho.
—Y aún hay más…
La siguiente foto que mandó mostraba a Norma acostada boca arriba en la cama, con las rodillas a la altura de la cabeza, toda abierta, sudada y con la cara roja. Estaba recibiendo una gran verga por la concha. Silvana se quedó boquiabierta. A pesar de que no podía ver ese pene en toda su dimensión, porque una buena parte estaba dentro de Norma, el tamaño era impresionante.
—¡Ay por favor!
—Yo ni siquiera sabía que mi mamá podía abrir las piernas de esa manera —comentó Paulina—, y ahora también me entero de que tiene una concha en el espacio de un hangar.
—Es impresionante que le entre todo eso —escribió Silvana.
—¿Viste? —A continuación envió un mensaje de voz—. A mi mamá se la están cogiendo con un cañón de alto calibre, y yo ni siquiera sé cómo reaccionar a eso. Y disculpá que te joda con todo esto, pero vos sos una de las pocas personas con las que hablé del tema. ¿Entendés cómo me siento? Es mi mamá. La misma mamá que me preparaba el desayuno todos los días y me peinaba para ir a la escuela… esa mamá a la que siempre vi como un ser asexual, ajena a todo morbo… y ahora la tengo que ver toda abierta y reventada por una pija kilométrica. Y mirá, hay más…
Al finalizar el audio, envió un video. Duraba apenas veinte segundos. Se podía ver claramente a Norma en la misma posición de la foto sufriendo (o disfrutando) con esa verga inmensa que parecía un monstruo del espacio profanando su cuerpo.
Pocos segundos después de que el video hubiera finalizado, Silvana recibió una llamada de Paulina.
—¿Te das cuenta? —dijo la chica apenas aceptó la llamada.
—¿De qué? —Preguntó Silvana, que aún estaba un poco aturdida por tanto contenido explícito.
—Del pedazo de chota que le están metiendo a mi vieja.
—Em… bueno, sí… hay que reconocer que es… importante.
—Vi ese video como un millón de veces… no puedo creer que le entre todo eso… y además, hay un detalle que no me puedo sacar de la cabeza.
—¿Cuál?
—Mirá el video otra vez…
—Lo estoy mirando —y era cierto, esas imágenes se estaban reproduciendo en un bucle constante en la pantalla de su celular—. Aunque no sé cuál es el detalle al que te referís…
—Mirá bien la verga…
—Ajá… —la mirada de Silvana estaba puesta en el ancho falo. No podía creer que ese miembro perteneciera a su vecino.
—Está toda mojada…
—Ah sí… ¿Estará usando lubricante?
—No, después de mirar atentamente me di cuenta que todo eso sale de la concha de mi mamá. Y cada vez que se la mete, se moja más. ¿Entendés lo que eso significa? ¡La está haciendo gozar como una puta! ¡A mi mamá! ¡La convirtió en puta!
—Emm… sigue siendo tu mamá.
—Mi mamá no era puta antes de conocer a ese tipo. Te lo puedo asegurar —Silvana hizo silencio, ya no sabía qué responder—. Disculpá por joderte con este tema, sé que me pasé de la raya…
—No, no… está bien, Paulina. Me alegra que me hayas llamado. Podés mandarme mensajes cuando quieras.
—¿De verdad?
—Sí, de verdad. Podés contarme lo que quieras cuando quieras.
—Ay, es muy bueno saberlo. Sinceramente en estos días necesito más de una oreja para que me escuche.
—Y podés contar conmigo.
—Muchas gracias, Silvana. Sos muy buena.
Se despidieron y cortaron la llamada. Silvana se quedó pensando en que no debería molestarse con Paulina por haberle enviado ese material tan explícito sin consultarle, al fin y al cabo ella solo intentaba tratarla como una amiga… y le vendría muy bien tener una. Con el tiempo se distanció de las pocas amistades que tenía. Ahora solo tiene a Renzo… pero Renzo no cuenta. Con él no puede hablar de “cosas de chicas”.
—-------
Los ruidos comenzaron un poco más temprano de lo normal. Silvana estaba acostada leyendo su libro y tuvo que dejarlo en la mesita de luz porque ya no podía concentrarse en esa tarea. Por eso aún no había logrado terminarlo, a pesar de que lo comenzó hace diez días.
La mujer que recibía la verga de Malik la estaba disfrutando a pleno y parecía decidida a hacérselo saber a todo el edificio.
Silvana cerró los ojos y comenzó un pequeño juego que se inventó para no tener que ir a tocar el timbre de Malik a la primera. Consistía en intentar adivinar si la mujer era alguien que ella conocía o si se trataba de una nueva amante. Está casi segura de que una vez pudo identificar a Gladis. Y otra vez le pareció escuchar a Vanina; pero de esa no estaba tan segura.
No conocía a la que gemía ahora mismo. Se preguntó si sería Norma y durante unos segundos casi se convence de esa posiblidad; pero después cayó en la cuenta de que no sonaba como una mujer de más de cuarenta años. Parecía más joven.
Instintivamente Silvana comenzó a acariciar su vagina por encima de la bombacha de algodón blanca que tenía puesta. A veces, cuando jugaba este juego, su mente llegaba a una conclusión: “Hoy me va a costar dormir, quizás debería aplicar mi método para descansar mejor”.
Y así lo hizo.
Se quitó toda la ropa: la bombacha y la remera vieja que cubría sus pechos. Luego volvió a acariciar su vagina, esta vez de forma directa, sintiendo la humedad de sus labios. Aún le daba rabia tener que recurrir a este método tan estúpido. Silvana estaba convencida de que ya había superado, hacía muchos años, su etapa de “pendeja pajera”. Y ahora, a sus veintiséis años, independizada y con novio, debía recurrir a la paja para poder dormir. Por eso sus toqueteos estaban cargados de rabia. Apretaba su clítoris con fuerza, hasta producirse un poco de dolor, y se metía los dedos sin esperar a la dilatación apropiada, algo que a ella le costaba alcanzar. Su estrecha vagina sufría cuando le introducía dos dedos juntos sin previo aviso. Ese dolor le brindaba cierta paz. En algún rincón oscuro de su mente ella sabía que debía “castigarse” por estar recurriendo a la masturbación.
Recordó las imágenes que le había enviado Paulina y se preguntó si serían de alguna ayuda para acelerar el proceso. No le calentaba Norma ni la enorme verga de Malik; pero era mejor nada.
Con su celular en la mano, siguió con el ritual de brindarse placer tan rápido como le fuera posible.
Logró alcanzar un buen ritmo, un estado de clímax en el que su transpirado cuerpo se sacudía en la cama, apoyando las plantas de sus pies ella elevaba su vagina y se mandaba dedo a toda velocidad. Nunca entendió por qué hacía esto, simplemente su cuerpo reaccionaba de esta manera cuando estaba atravesando por un estado de éxtasis.
Estaba muy cerca de llegar al orgasmo cuando un extraño golpeteo resonó en su habitación. Aterrorizada, se detuvo en seco. Miró hacia la puerta ventana que comunica su dormitorio con el balcón y… allí había una persona, saludando y sonriendo.
Silvana dejó salir un agudo alarido y saltó fuera de la cama. Su teléfono cayó sobre la alfombra, lo que lo salvó de destrozarse. Ella estuvo a punto de salir corriendo cuando su cerebro fue capaz de procesar al menos un poco de la información. Reconoció el rostro de la persona que saludaba. Era…
—No puede ser —dijo en voz alta—. ¿Paulin? ¿Qué carajos hacés acá?
Al cerebro de Silvana aún le costaba comprender varios puntos de la situación. ¿Cómo había llegado esa chica a su balcón… en el piso diecinueve? ¿Y por qué carajo estaba completamente desnuda?
—Hola Silvana —saludó la chica desde afuera— ¿Puedo pasar?
La dueña de casa se quedó petrificada durante unos segundos. Después comprendió que Paulina no era ninguna amenaza, y abrió la puerta ventana.
Ella podría cubrir ese vidrio bajando la persiana; pero casi nunca lo hacía porque sabía que nadie podía ver dentro de su pieza, al fin y al cabo estaba en un piso diecinueve y los edificios de alrededor no eran tan altos. Y mucho menos pensó que alguna vez una persona podría aparecer en su balcón.
—Disculpá que te moleste… —dijo Paulina al entrar a la habitación—. Antes de que te vuelvas loca, vengo del departamento de Malik.
La mente de Silvana se relajó un poco. Al menos ahora sabía cómo había llegado a su balcón, al fin y al cabo el balcón de Malik y el suyo son uno solo, separado por una medianera de vidrio que no tiene más de un metro. Ahora que lo pensaba, era realmente muy fácil pasar de un lado al otro ese balcón compartido.
Aunque aún no era capaz de entender una cosa:
—¿Qué hacías en el departamento de Malik… desnuda?
—Em… ¿Y vos qué pensás que hacía? —Preguntó la recién llegada al mismo tiempo que analizaba detenidamente la anatomía de Silvana—. Epa, qué cuerpazo que tenés. No te imaginaba así, tan… fibrosa.
—Gracias… supongo. Es porque hago mucho ejercicio… pero no me cambies el tema, nena. ¿Me vas a decir que después de todo lo que me dijiste sobre Malik, terminaste cogiendo con él?
—Lo sé, suena ridículo. Te juro que me odio a mí misma en este momento.
Silvana escuchó atentamente y se dio cuenta de dos cosas: el sonido rítmico y sexual proveniente del departamento de Malik se detuvo más o menos cuando Paulina apareció en el balcón; pero ahora había vuelto a comenzar.
—¿Hay otra mujer con Malik? —Preguntó.
—Sí, por eso tuve que salir corriendo.
—Ay, nena… estoy bastante segura de que a las amantes de Malik no les molesta compartir.
—Es que… con esta es diferente —los gemidos femeninos llegaron hasta la pieza a gran volúmen, para reducirlos un poco Silvana tuvo que cerrar la puerta ventana—. Esa mujer es mi mamá.
Paulina se sentó en la cama, parecía avergonzada.
—¿Norma? ¿Esa que está gritando como puta es Norma?
—Sí, lo sé… suena ridículo. Yo tampoco me creo que esa sea mi mamá.
—¿Te molesta si me quedo un rato?
—Em… mañana tengo que trabajar. Si te preocupa volver desnuda a tu casa, yo puedo prestarte ropa.
—No, lo que me preocupa es volver a casa con esta calentura. Disculpá que te lo diga de forma tan directa… yo quiero seguir cogiendo con Malik. Él me comentó que mi mamá no puede seguirle el ritmo durante mucho tiempo, así que será solo cuestión de unos minutos. Porfis… haceme ese favor. Sé que no nos conocemos tanto; pero… así empiezan las mejores amistades —Paulina mostró una radiante sonrisa—. Dentro de unos años vamos a reírnos de este momento, te lo puedo asegurar.
Silvana pensó en la posiblidad de tener una amiga con la que pudiera reírse de aventuras absurdas… y la idea la entusiasmó. Además esta situación era absurda e incómoda, la típica situación de las que dos amigas de confianza pueden reírse.
“Así empiezan las mejores amistades”.
—Está bien, podés quedarte.
Silvana se sentó cerca de las almohadas. Estuvo a punto de cubrir su cuerpo con la sábana y después pensó que quizás eso podría ser tomado como un gesto defensivo. No quería estar a la defensiva frente a Paulina, aunque tampoco le agradaba estar desnuda.
—Gracias. ¡Sos la mejor!
—Pero con una condición…
—¿Cuál?
—Quiero que me cuentes cómo terminaste cogiendo con Malik.
—Me parece bien. Creo que te merecés saberlo, al fin y al cabo yo te metí en este tema. ¿Te acordás de mi amiga Belén?
—¿La rubiecita que salía a correr con nosotras? —Silvana la recordaba bien. Una rubia petiza, caderona y de buenas tetas. A ella no le gustaba que se sumara a las tardes de trote en el parque Rivadavia, porque no hacía más que charlar y caminar… de correr, poco y nada. De pronto recordó por qué había dejado de invitar a Paulina—. Sí, me acuerdo de ella.
—Bueno, porque es importante para esta historia. Belén es mi mejor amiga, nos tenemos una confianza infinita. Por eso ella fue la primera a la que le conté lo de mi mamá —Silvana sintió una punzada en el costado ¿Serán celos?—. La fui manteniendo al tanto con mensajitos de texto, hasta que un día le pedí que viniera a casa. Necesitaba mostrarle las fotos… y el video. Lo mismo que te pasé a vos.
—¿Esto fue antes de o después de que me hayas pasado todo?
—Después, al otro día —Silvana sonrió. Paulina no lo notó y siguió hablando como si nada—. En fin, le mostré todo a Belén y… acá es donde la cosa se va a poner un poquito fuerte. No sé si querés seguir escuchando.
—Sí, sí quiero… —una vez más esa maldita curiosidad arrastrándola.
—Muy bien… veamos. ¿Sabés lo que es el fisting?
—Em… —Silvana iba a decir que no; pero luego prefirió ser sincera—. Tengo entendido que es introducir una mano dentro de una vagina. Una locura…
—¿Y alguna vez lo viste?
—Este… em… solo por curiosidad, en algún video. No pienses que a mí me gusta mirar pornografía…
—Ay, no te preocupes por eso. Todas miramos un poco de porno de vez en cuando… y todas nos hacemos la paja —le guiñó un ojo.
—Yo no acostumbro a hacer esas cosas.
—Qué curioso, porque cuando estaba en el balcón te vi haciendo las dos cosas.
—Es… complicado de explicar. Solo lo hago para poder conciliar el sueño.
—Está bien, Silvana, no tenés que avergonzarte de eso. A mí me encantó verte haciéndolo, porque siento que eso rompió el hielo, de lo contrario no me animaría a contarte todo esto. Es muy… personal.
—Entiendo. Muchas gracias por la confianza.
—Como decía… le mostré a Belén el video en el que Malik se coge a mi mamá y ella comentó: “Dios, esa pija es grande como mi antebrazo”. Y ahí empezamos a hablar del fisting, precisamente. Comenzamos a comparar la experiencia con coger con un hombre tan bien dotado como Malik. Estoy intentando resumir un poco la historia. Cuestión que nos pusimos a buscar videos de fisting en internet. Vimos varios y en todos la práctica era muy similar: una mujer metiéndole la mano a otra en la concha. Y en un momento Belén dijo: “Eso es ser amigas, ayudarse una a la otra a probar el fisting”. Y yo le dije, totalmente en broma: “¿Querés que te meta la mano en la concha?” Y por la forma en que ella me miró, comprendí que no se lo estaba tomando en broma. Me dejó boquiabierta cuando respondió: “Si vos me ayudás a mí, yo te ayudo a vos. O lo hacemos las dos juntas, o ninguna”.
—A la mierda —Silvana también quedó con la boca abierta—. No sabía que se tenían… esa clase de confianza.
—Hey, esperá. Aclaremos algo, porque ya me imagino lo que estás pensando —Paulina subió una pierna a la cama, y esto permitió que su concha quedara abierta y expuesta. Silvana no le dijo nada porque notó que en el transcurso de la charla ella también había abierto de más sus piernas—. Belén y yo no tenemos “esa” clase de confianza. Es decir: no somos lesbianas. Nunca pasó nada entre nosotras. Ni siquiera un beso. Lo más sexual que hicimos fue vernos coger la una a la otra, en un auto, con dos pibes que ni siquiera conocíamos. A ella se la cogieron en la parte de atrás y a mí adelante. Y después de eso, un día nos hicimos la paja juntas, mirando algunos videos porno. Te cuento esto para que entiendas… ¿Acaso esto te parece algo lésbico?
—No, claro que no. En especial si al masturbarse no se tocaron entre ustedes.
—No nos tocamos entre nosotras. Ella hizo lo suyo y yo hice lo mío, solo que lo hicimos estando juntas en la misma cama. Fue una linda experiencia. Una paja a dúo es un gran método para afianzar una amistad —Silvana volvió a sonreír.
—Ya lo creo. Después de eso la confianza debe ser absoluta.
—Así es. Por eso entendí que Belén hablaba en serio cuando se propuso a ayudarme con el fisting.
—¿Y lo hicieron?
—A ver… puedo separarlo todo en dos niveles. El primer nivel fue nosotras tomándonos el asunto a la ligera. Empezamos metiéndonos los dedos la una a la otra, primero yo a ella, y después ella a mí. Nos dimos cuenta de que, a nivel de dilatación, estábamos muy lejos de poder meter toda la mano. Ahí nos dimos cuenta de que el temita del fisting era… bueno, una locura, como bien dijiste vos.
—Y me imagino que ahí quedó la cosa.
—Se ve que no nos conocés —Paulina mostró una sonrisa demoníaca—. Cuando Belén fue capaz de meterme un tercer dedo, nos entusiasmamos más. Entonces a mí se me ocurrió usar un lubricante que compré hace tiempo… y mi consolador, que es bastante ancho, o al menos eso pensaba, hasta que le vi lo que es la pija de Malik. Es un consolador que imita la verga de un tipo bien dotado; pero normal. No una anaconda, como la de Malik. Entonces yo me abrí bien de piernas, me acosté boca arriba y le dije a Belén: “Mandalo sin asco”. Y eso fue lo que hizo. Me lo metió hasta el fondo, usando bastante lubricante, y estuvo dándome durante un buen rato. Después intercambiamos posiciones y yo hice lo mismo con ella. Me resultó fascinante ver cómo la concha se le dilataba cada vez más. Luego de hacer esto tres o cuatro veces cada una, Belén volvió a probar con los dedos y esta vez pudo meter cuatro. Yo sentía cómo la concha se me estiraba hasta el límite (o lo que yo creía que era el límite). Te sorprendería lo mucho que se puede abrir una concha.
—Me da un poco de impresión solo pensarlo, porque siempre fui estrecha.
—Quizás sea por falta de práctica. En fin, como sea. Cuando Belén estaba ahí, haciendo un gran esfuerzo por meterme toda la mano, la miré a los ojos y le dije: “Amiga, estoy re caliente”. Acá es donde empieza lo que yo llamo “el nivel dos”. Porque dejamos de hacerlo por pura curiosidad a pasar a hacerlo por calentura. “Quiero sentir todo, metela sin miedo”, le supliqué. Y siguió intentando. Presionó y presionó; pero la última parte de la mano, donde está el huesito del pulgar, era la más ancha. Yo sufría, gritaba, gemía, respoblaba. Sentía que me iba a morir; pero al mismo tiempo quería más. Y lo mismo le pasó a Belén cuando yo intenté con ella. Después charlamos al respecto y llegamos a la conclusión de que uno de los momentos más excitantes fue ese, cuando nuestras conchas estaban dilatándose más allá del límite conocido. Es una sensación increíble. No sabría cómo describirla, es algo que tenés que vivir.
—No, definitivamente no. Te juro que yo no podría hacer una cosa así. Soy estrecha. En serio.
—O sos miedosa…
—No, te lo juro. Siempre tuve ese problema. Mirá, fijate si no me creés…
Silvana no supo por qué abrió las piernas para Paulina. Quizás solo quería afianzar la amistad con ella, o tal vez no le gustaba que la trataran de mentirosa. La cuestión es que Paulina aceptó el desafío. Se acercó a Silvana gateando sobre la cama y acarició suavemente sus labios vaginales.
—¿Lista? —Preguntó.
—Sí, estoy lista. Intentá meter dos dedos y vas a ver que lo que digo es cierto.
Silvana recibió los dedos con el corazón acelerado. Sintió (además de un poco de dolor) que su amistad con Paulina estaba escalando muy rápido, y culpó a la circunstancias por eso.
Su vagina fue explorada con mucha suavidad y delicadeza; pero aún así le costó recibir esos dos dedos al mismo tiempo.
—Es cierto —dijo Paulina—. La tenés re apretadita. Además de mi concha, solo le metí los dedos a Belén, y puedo notar la diferencia. A Belén le pude meter cuatro dedos con relativa facilidad. Creo que a vos ni siquiera te entrarían cuatro dedos.
—¿Ves? Yo no podría hacer fisting, ni aunque quisiera. Y me quedé intrigada. ¿Al final pudieron hacerlo?
Paulina volvió a mostrar su sonrisa picaresca.
—Así es. Belén se llenó la mano y el antebrazo con abundante lubricante, yo me abrí como mi mamá en la foto que te mandé…
—Con las rodillas a la altura de la cabeza —comentó Silvana, mientras su concha seguía siendo explorada.
—Exacto. Le pedí a mi amiga que hiciera fuerza, y yo aguanté el dolor… y aguanté… hasta que de pronto… Zaz! Se fue la mano entera para adentro, junto con buena parte del antebrazo. No te das una idea del grito que pegué. Sentí que me habían reventado la concha. Pero… el dolor solo duró unos segundos. Belén se entusiasmó al ver que entró toda la mano y empezó a darme. Y a ver, te repito que no lo hicimos en un sentido lésbico. A ella no le calientan las mujeres, ni a mi tampoco. Sin embargo, esto no lo podíamos hacer solas. Necesitábamos que otra nos de una mano… literalmente.
—Claro, entiendo perfectamente —lo que Silvana no entendía era por qué esta chica seguía hurgando su concha—. ¡Auch!
—Ay, perdón. Intenté meter otro dedo… pero ya veo que no entra.
—Te digo que más de dos no van a entrar, lo sé por experiencia. Alguna vez probé meter algo más… y fue imposible. Por eso me cuesta creer que te haya entrado toda la mano y el antebrazo de tu amiga.
—¿Me estás tratando de mentirosa?
—No, no… para nada. Sé que dijiste la verdad, solo que me cuesta dimensionar el hecho.
—Después te voy a mandar fotos, para que veas que es real. Aunque ahora no puedo, dejé el celular en la pieza de Malik, escondido bajo la cama, junto con toda mi ropa.
—No hace falta que me mandes fotos íntimas…
—No importa. Igual te las voy a pasar. Fue una experiencia maravillosa. Belén no me tuvo piedad. Me castigó de lo lindo… pero después yo hice lo mismo con ella. Se puso en cuatro y no paré hasta que entró toda la mano y buena parte del antebrazo. Las dos llegamos al orgasmo.
—Me imagino que fue muy intenso.
—Súper intenso. De las experiencias más intensas de mi vida… aunque lo que pasó con Malik la supera.
—Todavía no sé cómo fue que terminaron cogiendo.
—Bueno, es que después de probar el fisting con Belén, me puse a pensar: “¿Coger con este tipo será igual de bueno?”. Y hoy no pude aguantar más la curiosidad. Vine a verlo y le dije de forma muy directa: “Sé que te cogés a mi mamá, a pesar de que es casada. Pero estoy dispuesta a perdonarte si hacés lo mismo conmigo”.
—Ay, qué directa.
—Mal… por eso me odio a mí misma, vine prácticamente arrastrándome a suplicarle por esa pija. Es que… vos la viste. ¿cómo no te vas a calentar al ver una verga de ese tamaño?
—Ya te dije, a mí no me calientan las vergas grandes, porque soy estrecha. Solo puedo pensar en lo mucho que me va a doler.
—Y… no te voy a mentir. Duele… y si no me creés… escuchá cómo grita mi mamá.
Silvana había olvidado por completo los gemidos de Norma, se habían convertido en ruido de fondo; pero era cierto. La mujer parecía estar disfrutando y sufriendo por partes iguales.
—Uy… parece que está gritando más que antes —dijo Paulina—. Eso es bueno.
—¿Por qué?
—Porque significa que ya está acabando. Sé que mi mamá se va enseguida cuando acaba. Intenta demorar lo menos posible. Así que en un ratito voy a poder volver… para que Malik me siga dando. Y sí, ya sé… debés estar pensando que soy una puta. Pero te juro que yo no soy así. Hago locuras de vez en cuando, sin llegar a ser tan… arrastrada. En cambio con este tipo… no sé qué me pasó. Se me instaló en la cabeza la idea de probar esa pija y me bastó con pedírselo para que me la diera. Me desnudó al toque, me tiró a la cama y sin decir nada, me clavó. Dios… qué placer… pensé que me iban a saltar las bolitas de los ojos. Te juro que sentí la verga contra el útero. Es demencial. Ahí está… terminaron los gemidos… —Hicieron silencio para escuchar atentamente. Paulina siguió masturbando a Silvana… porque sí, eso era exactamente lo que estaba haciendo. La estaba masturbando. Aguardaron unos segundos hasta que una cabeza se asomó por el balcón, era Malik, con su blanca sonrisa. Silvana se cubrió las tetas instintivamente.
— ¿Paulina? —Preguntó el senegalés—. Si querés ya podés volver. Perdón, Silvana, no sabía que esto iba a ocurrir.
—No te preocupes —dijo Paulina—, yo ya arreglé todo con Silvana —luego se acercó al oído de ella y susurró—. Vas a tener que aguantar ruidos durante un ratito más… después te juro que te dejo descansar.
—Muy bien… te tomo la palabra. Pasala bien. Em… después llamame, así nos ponemos de acuerdo para hacer algo juntas.
—Por supuesto, amiga. Obvio que te voy a llamar.
Le gustó eso de “amiga”.
Paulina desapareció en el balcón, junto con Malik, y apenas unos segundos más tarde comenzó el traqueteo… los gemidos. Al parecer ese hombre no necesitaba un descanso entre una amante y la otra. Paulina ni siquiera se midió, gritó y chilló…
—Salió puta, como la madre —dijo Silvana, entre risas.
Y acto seguido comenzó a masturbarse al ritmo de la cogida que Malik le estaba dando a Paulina. Esta vez Silvana se permitió disfrutar un poco más. No se dio con tanta bronca, simplemente dejó que su calentura fluya… y esos fluidos terminaron sobre su cama.
Antes de poder dormir tuvo que darse otra ducha y se vio obligada a cambiar las sábanas. Sin embargo, al acostarse estaba tan cansada que se quedó dormida, aunque los gemidos de Paulina aún seguían resonando en toda la habitación.
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1 comentarios - Mi Vecino Superdotado [03].