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TE OLVIDASTE DE MI?
20-03-1996
Tengo esa fecha tatuada en mi pecho, cerca del corazón, cada mañana puedo verla frente al espejo, cada mañana me recuerda a ella, su nacimiento, aunque ella no lo sepa, y de saberlo, dudo que le importe.
Nos conocimos de pequeños, muy pequeños, compartimos barrio, complejo habitacional, y el patio común, con verde césped y altas rejas al frente, el lugar es testigo de nuestro inocente andar de la mano.
Creo que siempre fuimos los mejores amigos, sin importar que ella fuera niña y yo niño, congeniábamos de maravillas y fue en principio la hermana que la vida no me dio.
No tengo recuerdos precisos acerca de cuando empezó mi relación con ella, Noemi Elizabeth, la chica de los mil nombres, en su casa era mimi, para otros, formalmente Noemí, para el grupo de amigos, Eli, o lizzy, o liza, no se, creo que cada uno la llamaba a su antojo y ella respondía a cada llamado.
Yo la llamaba diferente a todos, solamente yo la llamaba así...
En esos días de niñez adolescencia, mi padre era una adicto a todo lo referido a la música de rock, tocaba la batería como hobby y las canciones estridentes eran moneda corriente en mi hogar, solía escuchar mucho a Kiss, y entre guitarras endemoniadas y gritos del infierno había un tema diferente, característico, una balada nostálgica solo acompañada por pianos y violines, un clásico, escucharla era un antes y un después, se llamaba 'Beth'
Era una canción tan triste que de solo escucharla me daban ganas de llorar, y la relación con Noemi Elizabeth fue instantánea, un hilo mágico en invisible ataría de por vida en mi cabeza, la melodía de Beth, con mi amiga, Beth, como siempre la llamaría.
Ella era un tanto regordita en esos años, le gustaban mucho los chocolates y las mentas, y cada vez que podía le robaba unas monedas a mis papás para comprarle algo en el kiosco de doña Julia, la señora obesa de la esquina. Beth se mal acostumbró a mis sorpresas, siempre estaba esperando a que la sorprendiera y hoy lo recuerdo con una pizca de gracia.
Y todo fue perfecto mientras fuimos inocentes palomitas.
Compartimos los primeros años de estudios, era muy inteligente, muy aplicada y cada tanto venía a casa a ayudarme con las tareas, la admiraba, envidiaba y odiaba un poco, todo al mismo tiempo, era sorprendente la facilidad con la que ella captaba los conocimientos.
Crecimos, como los árboles crecen al viento, sin prisa, sin pausa...
Yo me estilicé, flaco, alto, la dejé enana, como ella misma solía llamarse, incluso su hermana menor la había superado en altura.
Sin darme cuenta, en esos años de adolescencia empecé a suspirar por ella, cuando mis ojos empezaron a notar sus incipientes formas de mujer, Beth definitivamente nunca llegaría a la media de la chicas en estatura, pero poco me importaba, seguramente nunca tendría la mejor la mejor cola, tampoco me importaba, lo mejor estaba arriba, los pechos que había desarrollado mi hermosa amiga fueron sencillamente increíbles, enormes, perfectos, siempre le dije que tenía las mejores tetas del barrio, ella solo reía y sabiendo que no mentía decía que era un exagerado. La mirada de sus ojos negros era sospechosa, su brillo escondía muchos secretos, ojos de diabla, y las sonrisas de sus labios solo invitaban a pecar. Pero había algo que realmente me quitaba el sueño y era la imagen en mis secretas masturbaciones nocturnas, sus cabellos, Beth tenía una amplia y abultada cabellera negra, preciosa, que le llegaba al nacimiento de sus glúteos, naturalmente se le hacían enormes bucles y yo no podía dejar de mirárselos, como hombre me rendía a sus pies.
Cada tanto, ella venía con sus cabellos cortos, lo hacía para donarlos a los chicos enfermos de cáncer, era puro corazón, pero me amargaba en el alma cuando la veía con ese look tan cambiado.
Ella había calado profundo en mi, tan profundo que hacía cualquier cosa por verla feliz, a tal punto que empezó a llamarme 'payaso', su payaso, solo no podía verla triste y hacía cualquier por ella.
Y así las cosas solo se fueron dando, me fui enamorando y nunca me animé a decírselo, es que ella siempre me vio como su amigo, como su payaso, y cada vez que alguien decía cosas como 'ustedes están todo el día juntos...' ella solo se reía y negaba cualquier posibilidad, si éramos solo amigos, que locura...
Yo reía por fuera, lloraba por dentro...
Cuando cumplimos diecisiete yo estaba saliendo con una chica, era mi primera noviecita, con quien tendría mi primer encuentro íntimo, sabía que ella era un pasatiempo, porque mi corazón no correspondido estaba en otro lado.
Beth y yo nos quedábamos charlando hasta altas horas de la noche, sentados en unos de los bancos del complejo, lado a lado, en ese césped, cerca de las rejas del complejo, ese lugar que había sido testigo de cada día de nuestras vidas.
Recuerdo que ella me preguntaba con los ojos enormes todos los detalles de mis encuentros con Angie, mi novia, con la curiosidad de alguien que necesita saber de que se trata, sin pelos en la lengua, que sentía, que hacíamos, sobre la eyaculación, sexo oral, vaginal, lo que imaginen, hablábamos de todo y aun con mi inexperiencia yo era un maestro para ella. Teníamos la suficiente confianza para hablar de sexo sin ningún tapujo.
En ocasiones, solo nos quedábamos mirando el cielo, esas noches limpias, claras, Beth estaba enamorada de las estrellas, en esos mundos desconocidos y distantes, en sus secretos, en su brillo, por mi lado iba a algo mas cercano, me conformaba con bajarle la luna y se la hubiera regalado de haber podido hacerlo.
Poco tiempo después llegaría su primer amor, un chico de cerca, un muchacho de nuestra edad, quien no me caía nada bien, claro, ninguno me caería bien, pero este en especial no me caía en gracia.
El tiempo me daría la razón, cada vez que me cruzaba con Beth ella venía a mi llorando, por las desventuras que tenía día a día, en una relación enferma condenada al fracaso, donde el quería tener sexo, y ella no, algo en lo que no se ponían de acuerdo.
Horas y horas pasábamos hablando siempre sobre lo mismo, un día, y al siguiente y al siguiente.
Yo trataba de ser honesto y no dejarme influenciar por mis sentimientos, y que ella no cediera ante las presiones de su novio era un alivio para mi, no quería que ese bastardo se la cogiera, solo no quería
En esos días llegaría su cumpleaños, pero entre sus problemas con ese chico y mis problemas con Angie que empezaba a ser parte de mi pasado, no recordé saludarla, Beth se puso muy molesta conmigo, esas cosas lastiman especialmente a las mujeres y de nada valieron mis suplicas de perdones. Tampoco valieron las mentitas con chocolate que tanto le gustaban, sentí su desprecio y en tantos años de armonía atravesábamos nuestra primera crisis.
Juré que eso no volvería a sucederme, tomé robados unos pesos de la billetera de mi padre y fui a un tatuador de poca monta, le dije lo que quería, y en un par de horas lucía cerca de mi corazón la fecha de su nacimiento. Nunca se lo dije, es mas, se enterará si por casualidad leyera estas líneas.
El mundo siguió girando, las cosas se acomodaron y ese primer novio nunca pudo llevársela a la cama, solo había algo que no cambiaba, mi oculto amor por ella, y que para ella, fuera su payaso, inseparable, su amigo, solo su amigo.
Llegaría Marcela y con ella días muy calientes, era una de las tantas amigas que teníamos en común, ella tenia un culo terrible, por que negarlo, y un detalle no menor, era lesbiana.
Ese punto no suponía problemas, de no ser porque Beth, me contó que ella estaba tras sus pasos.
Y una vez mas fui su confidente, ella me contaba cada intento de su amiga y como hacía para evitarla en una situación que se le hacía cuesta arriba.
De mi parte, el tema era tan cómico como erótico, la idea de dos chicas haciendo el amor me enloquecía, ademas Marcela era mujer y no suponía una competencia real para mi, y no me molestaba verla con otra chica, por el contrario, me encantaba.
Beth una y otra vez me repetía que lo suyo eran los hombres, que no le gustaban las mujeres, pero Marcela era muy bonita, y se dejaba arrastrar por los juegos se seducción.
Una tarde Beth me contó que le había aclarado todo a su amiga, que nunca la amaría, ella le dijo que lo sabía, que no le importaba y que solo jugaran, y que durara lo que tenía que durar. También me contó que se habían besado a escondidas y que Marcela besaba muy bien. Recuerdo que esas palabras me llevaban a una erección incontenible.
No tardaría mucho en escuchar lo que desaseaba escuchar, al final Beth había cedido, entre una cosa y otra Marcela se la había llevado a a cama, le había hecho el amor, y mi amiga como de costumbre, abundó en detalles, iluminó mi imaginación, lencería erótica, besos profundos, pezones rozándose, caricias pecaminosas, vaginas depiladas, amor entre mujeres.
Era todo tan erótico y ella lo hacía tan vívido que se excitaba en mis narices de solo narrarlo, se mordía los labios y me confesaba que estaba inundada en jugos. Tal vez, debí haberle hecho el amor ahí mismo, a la fuerza, pero siempre fui un cobarde
En esos tiempos llegue a pensar que realmente Beth era lesbiana, la negación constante a tener sexo con su ex, y lo que parecía disfrutar con Marcela me tenían seguro de mis pensamientos, y con eso me justificaba no tener una oportunidad con ella.
Cada vez que las veía juntas, con chismes por lo bajo, con risas cómplices, las palabras calientes de Beth venían a mi memoria, hubiera pagado solo para verlas como hacían el amor.
Las cosas cambiaron de un día para el otro, el padre de Marcela consiguió un empleo en el otro extremo del país, y su familia debió trasladarse, fue todo muy rápido, y otra vez volver a empezar, el juego se había terminado.
Habíamos empezado nuestros estudios terciarios, yo andaba con una y con otra, en cada mujer buscaba a Beth, pero Beth había una sola, única, irreemplazable, irrepetible.
Ella por su parte también andaba en esos años de probar un poco de cada uno, en otras palabras, como a mi me gustaba la concha a ella le gustaba la verga, había despejado mis dudas sobre su sexualidad y un poco me había resignado que que tuviera sexo con quien quisiera tenerlo.
Solo algo me molestaba en todo esto, en el fondo, Beth, a través del sexo buscaba amor, busca alguien que la quisiera por lo que era y no por o que tenía entre las piernas, pero ella no podía entender que los chicos solo querían divertirse y no atarse a compromisos serios.
Y tenía que soportar cada dos por tres la misma historia, que viniera llorando a mi hombro, por sentirse engañada, defraudada, por tener que asumir que lo que ella pensaba no era lo que sucedía. Una y otra vez le decía que ya llegaría un hombre bueno, diferente, que no todos eran iguales, que no todos solamente querían llevarla a la cama, que alguien sería merecedor de su amor, pero nunca me animé a decirle que ese alguien era yo, porque yo solo era su payaso, quien la hacia reir, con quien hablaba de la luna y de las estrellas, su amigo, solo su amigo...
Y nos hicimos personas grandes, con responsabilidades y mis tiempos se acortaron, ya no tenía toda las disponibilidad para ella y ella parecía no entenderlo, de alguna forma la descuidé, sabía que lo hacía y me odie por ello, pero juro que hacía lo imposible para estar a sus pies, como siempre.
Llegaron nuestros peores tiempos, ella había conocido a Axel, un bastardo, tenía treinta años, dos matrimonios, nos divorcios, dos hijos, se lo hice saber, que futuro podría tener junto a un tipo tan joven que ya había hechos un desastre con su entorno? que te espera Beth? le dije una y otra vez, un pronto embarazo? madre soltera? un pronto adiós.
Pero yo sabía el motivo por que que Beth no podía dejarlo, ella misma me lo decía una y otra vez, Axel tenía una verga enorme y en la cama era perfecto, nadie le hacía sentir lo que el le hacía sentir, nadie la hacia gritar como el la hacía gritar, nadie le daba el placer que el le daba, era un imán imposible de dejar.
Beth me pasaba alguna que otra foto íntima que se tomaban, muy cuidada, jamas veía sus rostros, lo que debía ser sexi para mi terminaba resultando un fiasco. No soportaba a Axel por su tipo de vida, además se llevaba a la cama a la mujer que amaba, y por si fuera poco tenía una verga enorme a la cual Beth claudicaba una y otra vez.
Lo odiaba, íntimamente imaginaba que si alguna tendría la suerte de acostarme con Beth, jamas le podría hacer sentir lo que ese bastardo le hacía sentir, yo no tenía lo que el tenía y sentía humillada mi hombría, no hubiera soportado que me dijera algo como 'estuvo bien, pero no tanto como Axel' o 'de veras mi amor, no seas tonto, no me importa el tamaño', como fuera, mis pensamientos estaban en un laberinto, y todas las salidas tenían un mal final para mi ego.
Y por si todo no alcanzara, la gota que rebalsó el vaso, una noche, con un dejo de vergüenza y después de muchos rodeos, como si hubiera cometido el peor de los pecados, Beth me confesó mirando al piso que Axel le había hecho la cola, que era la primera vez y que tanto había insistido que no pudo decirle que no, que honestamente, no quería que empezara, pero después no quería que terminara, que había sido lindo, un dolor placentero, y demás detalles que prefiero no mencionar.
Creo que la odié esa noche...
Nuevamente el tiempo cambiaría las cosas, como yo le había advertido, una vez que Axel se cansó de hacerle lo que quería hacerle, solo se aburrió de ella, y ella, otra vez, a llorar en mi hombro, la historia repetida por años.
Lo cómico es que cada tanto ella me preguntaba extrañada el motivo por el cual andaba solo por la vida, sin chicas, sin novias, y yo solo sonreía en respuesta, que decirle, como decirle, estaba ciegamente enamorado de Beth, mi amiga, esa mujer que nunca me vería como a un hombre, si aun se reía a carcajadas cuando alguien lanzaba esa pregunta al aire, Daniel y yo de novios? que locura...
Hace mas de un año el destino jugaría su última carta, ese hombre que siempre le aseguré que aparecería en su vida, ese hombre que imaginé ser yo, terminó apareciendo realmente, como una daga se clavó en mi corazón, una macabra mueca de la vida, Daniel, el mismo nombre que el mío, podría ser peor?
En un abrir y cerrar de ojos encontró lo que buscaba, y noté como lentamente se escapaba de mi lado, se mudó con el, bajo el mismo techo, perdí a mi compañera de largas charlas, de tantas vivencias.
Solo quedaron nuestros escritos, nuestros correos, nuestros whatsapp, pero no soy estúpido, poco a poco ella se fue apagando en mi día a día, y las conversaciones fluídas se fueron haciendo frías y distantes, respuestas por compromiso y supe que ella ya no me necesitaba, de pronto Beth se había hecho mujer y yo había quedado fuera de su mundo
Nos transformamos en extraños, y se hizo evidente que solo contestaba si yo escribía, solo respuestas a mis preguntas hasta que hice lo que no quería hacer, por temor a que sucediera lo que realmente sucedió.
Solo dejé de escribirle, no mas mails, no mas WhatsApp, no mas audios, no mas llamadas, y las puertas que yo cerré ella jamás volvió a abrirlas, ya no me escribió, ya no me llamó...
Hoy deambulo solo por el patio del complejo, sin ella me parece demasiado grande, a veces me maldigo por no haberme animado a decir lo que sentía, a decirle que siempre la había amado en silencio, solo me queda el consuelo de saber que para ella siempre fui su mejor amigo, su payaso, su hombro donde apoyarse para descargar sus lágrimas, sus desamores.
Mi hermosa Beth, si tan solo supieras...
En esas noches tranquilas, donde el viento fresco sopla desde el sur, cuando hay paz en el ambiente, suelo caminar solo por el patio del complejo, me gusta sentarme en la banca que compartíamos, levanto la vista al cielo y me quedo mirando las estrellas, su brillo, infinito, su distancia, tan hermosas, y por ellas te recuerdo, cuanto te gustaban, todas eran tuyas, recuerdas? cuantas veces hablamos sobre ese tema, sería nuestro puente, sería nuestra forma de entendernos...
También miro la luna, la majestuosidad cuanto está llena y cubierta de brillo, es mi luna, y es donde tengo remota esperanza que alguna noche mires al cielo, y si eso sucediera, si la vieras, tan solo quisiera preguntarte
Te olvidaste de mi?
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Nos conocimos de pequeños, muy pequeños, compartimos barrio, complejo habitacional, y el patio común, con verde césped y altas rejas al frente, el lugar es testigo de nuestro inocente andar de la mano.
Creo que siempre fuimos los mejores amigos, sin importar que ella fuera niña y yo niño, congeniábamos de maravillas y fue en principio la hermana que la vida no me dio.
No tengo recuerdos precisos acerca de cuando empezó mi relación con ella, Noemi Elizabeth, la chica de los mil nombres, en su casa era mimi, para otros, formalmente Noemí, para el grupo de amigos, Eli, o lizzy, o liza, no se, creo que cada uno la llamaba a su antojo y ella respondía a cada llamado.
Yo la llamaba diferente a todos, solamente yo la llamaba así...
En esos días de niñez adolescencia, mi padre era una adicto a todo lo referido a la música de rock, tocaba la batería como hobby y las canciones estridentes eran moneda corriente en mi hogar, solía escuchar mucho a Kiss, y entre guitarras endemoniadas y gritos del infierno había un tema diferente, característico, una balada nostálgica solo acompañada por pianos y violines, un clásico, escucharla era un antes y un después, se llamaba 'Beth'
Era una canción tan triste que de solo escucharla me daban ganas de llorar, y la relación con Noemi Elizabeth fue instantánea, un hilo mágico en invisible ataría de por vida en mi cabeza, la melodía de Beth, con mi amiga, Beth, como siempre la llamaría.
Ella era un tanto regordita en esos años, le gustaban mucho los chocolates y las mentas, y cada vez que podía le robaba unas monedas a mis papás para comprarle algo en el kiosco de doña Julia, la señora obesa de la esquina. Beth se mal acostumbró a mis sorpresas, siempre estaba esperando a que la sorprendiera y hoy lo recuerdo con una pizca de gracia.
Y todo fue perfecto mientras fuimos inocentes palomitas.
Compartimos los primeros años de estudios, era muy inteligente, muy aplicada y cada tanto venía a casa a ayudarme con las tareas, la admiraba, envidiaba y odiaba un poco, todo al mismo tiempo, era sorprendente la facilidad con la que ella captaba los conocimientos.
Crecimos, como los árboles crecen al viento, sin prisa, sin pausa...
Yo me estilicé, flaco, alto, la dejé enana, como ella misma solía llamarse, incluso su hermana menor la había superado en altura.
Sin darme cuenta, en esos años de adolescencia empecé a suspirar por ella, cuando mis ojos empezaron a notar sus incipientes formas de mujer, Beth definitivamente nunca llegaría a la media de la chicas en estatura, pero poco me importaba, seguramente nunca tendría la mejor la mejor cola, tampoco me importaba, lo mejor estaba arriba, los pechos que había desarrollado mi hermosa amiga fueron sencillamente increíbles, enormes, perfectos, siempre le dije que tenía las mejores tetas del barrio, ella solo reía y sabiendo que no mentía decía que era un exagerado. La mirada de sus ojos negros era sospechosa, su brillo escondía muchos secretos, ojos de diabla, y las sonrisas de sus labios solo invitaban a pecar. Pero había algo que realmente me quitaba el sueño y era la imagen en mis secretas masturbaciones nocturnas, sus cabellos, Beth tenía una amplia y abultada cabellera negra, preciosa, que le llegaba al nacimiento de sus glúteos, naturalmente se le hacían enormes bucles y yo no podía dejar de mirárselos, como hombre me rendía a sus pies.
Cada tanto, ella venía con sus cabellos cortos, lo hacía para donarlos a los chicos enfermos de cáncer, era puro corazón, pero me amargaba en el alma cuando la veía con ese look tan cambiado.
Ella había calado profundo en mi, tan profundo que hacía cualquier cosa por verla feliz, a tal punto que empezó a llamarme 'payaso', su payaso, solo no podía verla triste y hacía cualquier por ella.
Y así las cosas solo se fueron dando, me fui enamorando y nunca me animé a decírselo, es que ella siempre me vio como su amigo, como su payaso, y cada vez que alguien decía cosas como 'ustedes están todo el día juntos...' ella solo se reía y negaba cualquier posibilidad, si éramos solo amigos, que locura...
Yo reía por fuera, lloraba por dentro...
Cuando cumplimos diecisiete yo estaba saliendo con una chica, era mi primera noviecita, con quien tendría mi primer encuentro íntimo, sabía que ella era un pasatiempo, porque mi corazón no correspondido estaba en otro lado.
Beth y yo nos quedábamos charlando hasta altas horas de la noche, sentados en unos de los bancos del complejo, lado a lado, en ese césped, cerca de las rejas del complejo, ese lugar que había sido testigo de cada día de nuestras vidas.
Recuerdo que ella me preguntaba con los ojos enormes todos los detalles de mis encuentros con Angie, mi novia, con la curiosidad de alguien que necesita saber de que se trata, sin pelos en la lengua, que sentía, que hacíamos, sobre la eyaculación, sexo oral, vaginal, lo que imaginen, hablábamos de todo y aun con mi inexperiencia yo era un maestro para ella. Teníamos la suficiente confianza para hablar de sexo sin ningún tapujo.
En ocasiones, solo nos quedábamos mirando el cielo, esas noches limpias, claras, Beth estaba enamorada de las estrellas, en esos mundos desconocidos y distantes, en sus secretos, en su brillo, por mi lado iba a algo mas cercano, me conformaba con bajarle la luna y se la hubiera regalado de haber podido hacerlo.
Poco tiempo después llegaría su primer amor, un chico de cerca, un muchacho de nuestra edad, quien no me caía nada bien, claro, ninguno me caería bien, pero este en especial no me caía en gracia.
El tiempo me daría la razón, cada vez que me cruzaba con Beth ella venía a mi llorando, por las desventuras que tenía día a día, en una relación enferma condenada al fracaso, donde el quería tener sexo, y ella no, algo en lo que no se ponían de acuerdo.
Horas y horas pasábamos hablando siempre sobre lo mismo, un día, y al siguiente y al siguiente.
Yo trataba de ser honesto y no dejarme influenciar por mis sentimientos, y que ella no cediera ante las presiones de su novio era un alivio para mi, no quería que ese bastardo se la cogiera, solo no quería
En esos días llegaría su cumpleaños, pero entre sus problemas con ese chico y mis problemas con Angie que empezaba a ser parte de mi pasado, no recordé saludarla, Beth se puso muy molesta conmigo, esas cosas lastiman especialmente a las mujeres y de nada valieron mis suplicas de perdones. Tampoco valieron las mentitas con chocolate que tanto le gustaban, sentí su desprecio y en tantos años de armonía atravesábamos nuestra primera crisis.
Juré que eso no volvería a sucederme, tomé robados unos pesos de la billetera de mi padre y fui a un tatuador de poca monta, le dije lo que quería, y en un par de horas lucía cerca de mi corazón la fecha de su nacimiento. Nunca se lo dije, es mas, se enterará si por casualidad leyera estas líneas.
El mundo siguió girando, las cosas se acomodaron y ese primer novio nunca pudo llevársela a la cama, solo había algo que no cambiaba, mi oculto amor por ella, y que para ella, fuera su payaso, inseparable, su amigo, solo su amigo.
Llegaría Marcela y con ella días muy calientes, era una de las tantas amigas que teníamos en común, ella tenia un culo terrible, por que negarlo, y un detalle no menor, era lesbiana.
Ese punto no suponía problemas, de no ser porque Beth, me contó que ella estaba tras sus pasos.
Y una vez mas fui su confidente, ella me contaba cada intento de su amiga y como hacía para evitarla en una situación que se le hacía cuesta arriba.
De mi parte, el tema era tan cómico como erótico, la idea de dos chicas haciendo el amor me enloquecía, ademas Marcela era mujer y no suponía una competencia real para mi, y no me molestaba verla con otra chica, por el contrario, me encantaba.
Beth una y otra vez me repetía que lo suyo eran los hombres, que no le gustaban las mujeres, pero Marcela era muy bonita, y se dejaba arrastrar por los juegos se seducción.
Una tarde Beth me contó que le había aclarado todo a su amiga, que nunca la amaría, ella le dijo que lo sabía, que no le importaba y que solo jugaran, y que durara lo que tenía que durar. También me contó que se habían besado a escondidas y que Marcela besaba muy bien. Recuerdo que esas palabras me llevaban a una erección incontenible.
No tardaría mucho en escuchar lo que desaseaba escuchar, al final Beth había cedido, entre una cosa y otra Marcela se la había llevado a a cama, le había hecho el amor, y mi amiga como de costumbre, abundó en detalles, iluminó mi imaginación, lencería erótica, besos profundos, pezones rozándose, caricias pecaminosas, vaginas depiladas, amor entre mujeres.
Era todo tan erótico y ella lo hacía tan vívido que se excitaba en mis narices de solo narrarlo, se mordía los labios y me confesaba que estaba inundada en jugos. Tal vez, debí haberle hecho el amor ahí mismo, a la fuerza, pero siempre fui un cobarde
En esos tiempos llegue a pensar que realmente Beth era lesbiana, la negación constante a tener sexo con su ex, y lo que parecía disfrutar con Marcela me tenían seguro de mis pensamientos, y con eso me justificaba no tener una oportunidad con ella.
Cada vez que las veía juntas, con chismes por lo bajo, con risas cómplices, las palabras calientes de Beth venían a mi memoria, hubiera pagado solo para verlas como hacían el amor.
Las cosas cambiaron de un día para el otro, el padre de Marcela consiguió un empleo en el otro extremo del país, y su familia debió trasladarse, fue todo muy rápido, y otra vez volver a empezar, el juego se había terminado.
Habíamos empezado nuestros estudios terciarios, yo andaba con una y con otra, en cada mujer buscaba a Beth, pero Beth había una sola, única, irreemplazable, irrepetible.
Ella por su parte también andaba en esos años de probar un poco de cada uno, en otras palabras, como a mi me gustaba la concha a ella le gustaba la verga, había despejado mis dudas sobre su sexualidad y un poco me había resignado que que tuviera sexo con quien quisiera tenerlo.
Solo algo me molestaba en todo esto, en el fondo, Beth, a través del sexo buscaba amor, busca alguien que la quisiera por lo que era y no por o que tenía entre las piernas, pero ella no podía entender que los chicos solo querían divertirse y no atarse a compromisos serios.
Y tenía que soportar cada dos por tres la misma historia, que viniera llorando a mi hombro, por sentirse engañada, defraudada, por tener que asumir que lo que ella pensaba no era lo que sucedía. Una y otra vez le decía que ya llegaría un hombre bueno, diferente, que no todos eran iguales, que no todos solamente querían llevarla a la cama, que alguien sería merecedor de su amor, pero nunca me animé a decirle que ese alguien era yo, porque yo solo era su payaso, quien la hacia reir, con quien hablaba de la luna y de las estrellas, su amigo, solo su amigo...
Y nos hicimos personas grandes, con responsabilidades y mis tiempos se acortaron, ya no tenía toda las disponibilidad para ella y ella parecía no entenderlo, de alguna forma la descuidé, sabía que lo hacía y me odie por ello, pero juro que hacía lo imposible para estar a sus pies, como siempre.
Llegaron nuestros peores tiempos, ella había conocido a Axel, un bastardo, tenía treinta años, dos matrimonios, nos divorcios, dos hijos, se lo hice saber, que futuro podría tener junto a un tipo tan joven que ya había hechos un desastre con su entorno? que te espera Beth? le dije una y otra vez, un pronto embarazo? madre soltera? un pronto adiós.
Pero yo sabía el motivo por que que Beth no podía dejarlo, ella misma me lo decía una y otra vez, Axel tenía una verga enorme y en la cama era perfecto, nadie le hacía sentir lo que el le hacía sentir, nadie la hacia gritar como el la hacía gritar, nadie le daba el placer que el le daba, era un imán imposible de dejar.
Beth me pasaba alguna que otra foto íntima que se tomaban, muy cuidada, jamas veía sus rostros, lo que debía ser sexi para mi terminaba resultando un fiasco. No soportaba a Axel por su tipo de vida, además se llevaba a la cama a la mujer que amaba, y por si fuera poco tenía una verga enorme a la cual Beth claudicaba una y otra vez.
Lo odiaba, íntimamente imaginaba que si alguna tendría la suerte de acostarme con Beth, jamas le podría hacer sentir lo que ese bastardo le hacía sentir, yo no tenía lo que el tenía y sentía humillada mi hombría, no hubiera soportado que me dijera algo como 'estuvo bien, pero no tanto como Axel' o 'de veras mi amor, no seas tonto, no me importa el tamaño', como fuera, mis pensamientos estaban en un laberinto, y todas las salidas tenían un mal final para mi ego.
Y por si todo no alcanzara, la gota que rebalsó el vaso, una noche, con un dejo de vergüenza y después de muchos rodeos, como si hubiera cometido el peor de los pecados, Beth me confesó mirando al piso que Axel le había hecho la cola, que era la primera vez y que tanto había insistido que no pudo decirle que no, que honestamente, no quería que empezara, pero después no quería que terminara, que había sido lindo, un dolor placentero, y demás detalles que prefiero no mencionar.
Creo que la odié esa noche...
Nuevamente el tiempo cambiaría las cosas, como yo le había advertido, una vez que Axel se cansó de hacerle lo que quería hacerle, solo se aburrió de ella, y ella, otra vez, a llorar en mi hombro, la historia repetida por años.
Lo cómico es que cada tanto ella me preguntaba extrañada el motivo por el cual andaba solo por la vida, sin chicas, sin novias, y yo solo sonreía en respuesta, que decirle, como decirle, estaba ciegamente enamorado de Beth, mi amiga, esa mujer que nunca me vería como a un hombre, si aun se reía a carcajadas cuando alguien lanzaba esa pregunta al aire, Daniel y yo de novios? que locura...
Hace mas de un año el destino jugaría su última carta, ese hombre que siempre le aseguré que aparecería en su vida, ese hombre que imaginé ser yo, terminó apareciendo realmente, como una daga se clavó en mi corazón, una macabra mueca de la vida, Daniel, el mismo nombre que el mío, podría ser peor?
En un abrir y cerrar de ojos encontró lo que buscaba, y noté como lentamente se escapaba de mi lado, se mudó con el, bajo el mismo techo, perdí a mi compañera de largas charlas, de tantas vivencias.
Solo quedaron nuestros escritos, nuestros correos, nuestros whatsapp, pero no soy estúpido, poco a poco ella se fue apagando en mi día a día, y las conversaciones fluídas se fueron haciendo frías y distantes, respuestas por compromiso y supe que ella ya no me necesitaba, de pronto Beth se había hecho mujer y yo había quedado fuera de su mundo
Nos transformamos en extraños, y se hizo evidente que solo contestaba si yo escribía, solo respuestas a mis preguntas hasta que hice lo que no quería hacer, por temor a que sucediera lo que realmente sucedió.
Solo dejé de escribirle, no mas mails, no mas WhatsApp, no mas audios, no mas llamadas, y las puertas que yo cerré ella jamás volvió a abrirlas, ya no me escribió, ya no me llamó...
Hoy deambulo solo por el patio del complejo, sin ella me parece demasiado grande, a veces me maldigo por no haberme animado a decir lo que sentía, a decirle que siempre la había amado en silencio, solo me queda el consuelo de saber que para ella siempre fui su mejor amigo, su payaso, su hombro donde apoyarse para descargar sus lágrimas, sus desamores.
Mi hermosa Beth, si tan solo supieras...
En esas noches tranquilas, donde el viento fresco sopla desde el sur, cuando hay paz en el ambiente, suelo caminar solo por el patio del complejo, me gusta sentarme en la banca que compartíamos, levanto la vista al cielo y me quedo mirando las estrellas, su brillo, infinito, su distancia, tan hermosas, y por ellas te recuerdo, cuanto te gustaban, todas eran tuyas, recuerdas? cuantas veces hablamos sobre ese tema, sería nuestro puente, sería nuestra forma de entendernos...
También miro la luna, la majestuosidad cuanto está llena y cubierta de brillo, es mi luna, y es donde tengo remota esperanza que alguna noche mires al cielo, y si eso sucediera, si la vieras, tan solo quisiera preguntarte
Te olvidaste de mi?
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1 comentarios - Te olvidaste de mi?
cerrando los ojos, la dejé pasar!
☝ "Cobardia" de Amado Nervo