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EL PERRO DE LA SEÑORA BRAISLOSKY
Todo empezó varios años atrás, tenía apenas dieciseis, como cada atardecer volvía del gimnasio a mi domicilio, a casa de mis padres. Aparentaba algunos años mas, estaba bastante musculado por mis rutinas diarias de ejercicios, era el momento justo en el cual el sol se apagaba y la oscuridad lo empezaba a ganar todo.
Sería una tarde más, como todas, de no ser porque en camino algo llamó mi atención, un coche importado, de esos sumamente costosos estaba estacionado pegado a la acera, una llamativa mujer vociferaba por su celular reclamando algo, a viva voz, se la notaba molesta. Pude notar que no era una mujer común, por su altura, por sus llamativas curvas, por sus finas y delicadas prendas, por su embriagante perfume, además por la forma de expresarse, intuí que era alguien importante, supuse que tendría la edad de mi madre, pero parecía demasiado conservada.
Al pasar a su lado, noté una de las cubiertas desinfladas, y por lo crudos de sus reclamos, supe que no conseguía quien la auxiliara. Entonces me ofrecí gentilmente a ayudarla, nunca lo había hechos pero había visto a mi papá cambiar cubiertas muchas veces, la teoría la tenía escrita en la mente de memoria.
Renegué un poco, mientras la mujer me compartía conmigo un repertorio de reclamos, sobre la compañía de seguros, sobre sus tontos asistentes, y sobre cualquiera que pudiera, a pesar de notarle un aire conocido, sus amplios anteojos de sol no me dejaban adivinar quien era en verdad. Cuando terminé mi ayuda, me agradeció sobremanera, me dijo que estaba sumamente apurada y retrasada, así que solo me dio una tarjeta personal y me dijo que no dudara en llamarla cuando necesitara algo, que estaba en deuda conmigo.
Mientras ella partió a toda velocidad, me quedé observando la tarjeta en la vereda, era blanca con letras doradas, y prontamente mis huellas digitales quedaron impregnadas, mis manos estaban todas sucias por culpa del caucho que terminaba de cambiar. Stella Maris Braislosky, podía leerse, y fue cuando me di cuenta, era una famosísima vedette de los años de mis padres, había visto algunas de sus películas de los ochenta, películas apenas subidas de tono que es esos años eran solo para adultos.
Para pasarlo en limpio, esa mujer hoy gozaba una reputación de señora con mayúsculas, pero todo el mundo sabía, que en su juventud se había hecho famosa por sus curvas privilegiadas y por acostarse con quien le diera una oportunidad para trepar, una puta fina como siempre decía mi madre. Solo lamenté en ese momento no haberle pedido un autógrafo, mi padre seguramente lo hubiera conservado como una joya preciosa.
Después de comentar lo sucedido entre parientes y amigos e imaginar muchas cosas, prontamente todo quedó como una anécdota y la tarjeta perdida en algún rincón de mi mesa de luz.
Dos años mas tarde, Guillermina, mi novia de quince años me dijo que estaba embarazada, yo aun no tenía ni veinte años y fue todo un desafío, ambos estábamos disfrutado nuestra juventud y un embarazo no buscado cambió todos nuestros planes, tuve que ser hombre, ella mujer, formamos nuestra humilde familia y empezamos a caminar cuesta arriba, todo se hizo pesado, conseguí un empleo mal remunerado y ella tejía para afuera, alquilábamos una humilde casa con techo de chapa, y la pelébamos gracias a la ayudas de nuestros padres.
Y las cosas fueron de mal en peor, a los veintitrés años ya teníamos tres hijos, irresponsabilidad? si, ya se, no lo digan, pero estaba desesperado con la soga al cuello, había llegado a comer solo alguna infusión con pan duro por día, estaba al borde del abismo.
Una noche llegué cerca de las diez de la noche, después de trabajar duramente todo el día, el viejo televisor dejaba ver un programa descolorido de panelistas discutiendo no se que cosa, ahí estaba ella, espléndida como de costumbre y vino a mi memoria la tarjeta que en algún lado había quedado escondida. Ella podía se la solución a is problemas, la busqué con desesperación, llamé una y otra vez, pero era un número que ya no estaba en servicio.
No me dí por vencido, averigüé donde vivía y fui hasta su domicilio. No fue fácil, vivía en una mansión custodiada como un bunker y ya en la puerta me topé con los tipos de vigilancia, les narré toda mi historia pero noté que era lo mismo que hablarle a la pared, tomé la tarjeta, se las mostré, y escribí del reverso, SOY JONY, EL JOVEN QUE CAMBIO LA CUBIERTA DE SU COCHE, RECUERDA?, solo se la dí a uno de los custodios y le rogué que solo se la hiciera llegar.
Los tipos solo miraron de reojo y tomaron la tarjeta, y solo me senté al borde del cordón de la acera a esperar.
Media hora después empezaron a caer unas gotas, que dieron lugar a un chubasco, y yo me quedé ahí sentado, no tenía nada mejor que hacer.
Supongo que los tipos de vigilancia que me veían bajo la lluvia se compadecieron y cuatro horas después me llamaron, me hicieron pasar y me dijeron que la señora iba a recibirme. Fue cómico, me palparon de armas como a un delincuente y tuve que dejar con ellos todas mis pertenencias.
Me llevaron a una sala donde me indicaron que me sentara a esperar que ella me atendiera. La señora Stella lucía magnífica, con un conjunto apretado por sonde sobresalían sus pechos siliconados, su rostro lleno de operaciones y botox se mostraba impecable a pesar de los sesenta años que estimé que tenía, un pantalón negro demasiado pegado a su piel y unas botas de altísimos tacos.
Se sentó a prudente distancia, con uno de sus guardaespaldas que la seguía a todas partes, yo estaba todo mojado y me sentí como un perro sarnoso que espera una sobra del amo.
Le resumí todos mis pesares, necesitaba de su ayuda, lo que fuera, y ella fue complaciente conmigo.
En quince días me había transformado en uno de sus varios ayudantes de jardinería, tenía un parquizado enorme y fui muy aplicado en todo, no podía desperdiciar la oportunidad, siendo que la paga era el doble de lo que venía ganando.
Así me fui haciendo habitual a su entorno, siempre era amable conmigo y noté que a veces se quedaba observando como trabajaba, entendí cuan diferente era su mundo al de mis padres, quienes solo vivían para sus nietos. La señora Brailosky era presa de su fama y de su fortuna, siempre debía lucir perfecta, siempre tenía su agenda completa, por trabajo, o por amores, que por cierto hombres le sobraban.
En poco tiempo pasé a ser jefe de jardinería, estaba feliz hasta que un día me llamó para hablar a solas, me dijo si le interesaba ser su chofer, el viejo Antonio estaba demasiado grande había llegado la hora de retirarlo, la paga sería espectacular, solo me advirtió que no tendría horarios, que sería un remise personal disponible las veinticuatro horas del día y lo mas importante, ante el resto del mundo sería una tumba, yo solo conduciría, no preguntaba, no veía, no oía, no hablaba, solo conducía.
Mi vida junto a mi amada esposa al fin se encaminaba, empezaba a progresar, tenía dinero de sobra y nada le faltaba a mis queridos hijos. Y mi vida transcurría sentado en un lujoso coche importado, donde era testigo de la vida que llevaba esa mujer, era agotadora y realmente tenía una energía especial, entrevistas, canales de televisión, set de filmación, a toda hora, cualquier día, y cenas por las noches, de gala, de empresarios, de amantes... porque a pesar de su edad, era evidente cuanto le gustaban los hombres y cuanto le gustaba coger, por algo se había hecho famosa y era especialmente en este punto donde debía ser ciego, sordo y mudo. Pero a la señora Stella Maris Braislosky le gustaba mas la pija que el dulce de leche, como solemos decir en mis pagos.
Todo cambió una noche entre nosotros, Stella tenía una reunión de etiqueta, estaba radiante, con un finísimo y delicado vestido negro, con transparencias delicadas en el frente que solo resaltaban sus grandes tetas hasta dejando notar demasiado sus oscuros pezones, ella siempre llamaba la atención, trasgrediendo límites, apretado a su escueta cintura, abriéndose desde sus grandes caderas llegado al piso en amplios pliegues, no parecía una mujer de unos sesenta y cinco, estaba peinada majestuosa, sus rubios brillantes llegaban a sus hombros, con un maquillaje perfecto que disimulaba cualquier arruga y unos evidentes tacos que las hacían inexpugnable.
La conduje como de costumbre y me quedé esperando como de costumbre.
Volvió mas rápido de lo previsto para mi sorpresa, noté que estaba molesta puesto que no habló durante el regreso, y yo hablaba solo si ella quería hablar.
Al llegar, la señora Stella me pidió que la acompañara a su cuarto, me dijo que estaba un poco mareada, como que le había bajado la presión, le pregunté si quería que llamara un médico o hablara con alguien de la custodia, pero me dijo que no, que solo la ayudara unos minutos.
Subimos por las escaleras y por primera vez entre a su recámara, me llamó la atención observar que era casi tan grande como toda mi casa, me pidió unos minutos, fue al baño y al volver me dijo directamente
Hoy estoy muy molesta, y he decidido que quiero que me satisfagas como mujer.
Señora, no entiendo bien que quiere decirme... - respondí haciéndome el desentendido -
Joni, voy a ser directa, quiero verga y hoy no me iré a la cama sin conseguirlo
Como imaginarán Stella era una persona sumamente atractiva, acostumbrada a escándalos públicos, a trasgredir las reglas y no aceptar un 'no' por respuesta. Y al sentir sus palabras no pude evitar sentir una erección pero yo no era así, solo tenía ojos para mi mujer, para mi esposa, para mi familia, siempre había sido fiel y amaba a Guillermina con locura, le respondí en tono bajo mirando al piso
Lo siento señora, usted es una mujer maravillosa y le estoy muy agradecido, pero entienda que yo soy un hombre casado y...
Ella avanzó a mi posición, tomó una de mis manos y pasándola a traves de un tajo del vestido la llevó a su concha, para que la fregara, estaba sin ropa interior, completamente depilada y mientras me hacía acariciar los dedos en ella sentenció en tono amenazante
Me importa un bledo tus palabras, supongo que quieres conservar tu empleo, no te olvides quien paga cada peso en tu miserable vida, vamos, manos a la obra...
La señora Brailosky giró sobre su eje dándome y dándome la espalda caminó hacia un pequeño escritorio, se apoyó sobre el con su pecho, dejando sus piernas erguidas, para correr a un lado su largo vestido, ante mis incrédulos ojos quedaron sus trasero desnudo, sus piernas cubiertas por unas medias ne nailon negras, muy eróticas, que llegaban a sus muslos, sobre unos zapatos negros de finísimos tacos, entonces sentenció al tiempo que ella misma se daba una fuerte nalgada
Vamos Joni, cogeme toda, no me defraudes...
Me sentí entre la espada y la pared en ese momento, saqué mi pija dura de entre mis ropas, fui hasta ella y se la metí toda hasta el fondo, arrancándole un grito de placer, solo empecé a cogerla a lo animal, así, con fuerza, sin amor, ella gritaba en cada embate y me animaba con sus palabras
Así, dale animal, cogeme toda, dale puto, dale!
Y solo seguí y seguí hasta que no aguanté mas y la llené toda de leche.
Fueron solo minutos en los que descargué en ella parte de furia contenida mas que placer en si, esa mujer era una perversa puta que hacía girar el mundo en derredor de su dedo índice, empezaba a calmarme cuando ella me dijo
Donde piensas que vas? esto recién comienza...
Aunque no lo crean esa mujer parecía enferma por la verga, me hizo volver a cogerla una vez, y otra vez y otra mas, parecía un robot programarlo para satisfacerla, esa mujer era sin dudas la dueña de mil batallas, sus glúteos estaban firmes, su esfínter tan dilatado que mi pija hubiera entrado sin dificultad, imaginé metérsela por atrás, pero no haría nada que ella no me pidiera.
Era una ninfómana que me arrancó siete acabadas seguidas, si, siete, hasta que al final no pude mas y le pedía clemencia, ya no podía mantener una erección. Su concha estaba toda rebalsada por mi semen, mi leche había chorreado por sus piernas, por sus impecables y costosas medias, por todas partes.
La señora Brailosky en verdad era una puta fina, y no entendía como una mujer de su edad conservaba tantas energías.
Cuando ya no pude cogerla, lejos de conformarse, ella se sentó sobre la cama, abrió bien sus piernas y me ordenó que le diera sexo oral, hizo que le chupara la concha hasta que se me acalambrara la lengua, solo así tuvo contemplación...
Me retiré dejándola sola en su habitación mientras limpiaba con mi pañuelo mi rostro embadurnado con mi propia leche.
Conduje con la mente en blanco hasta mi casa, reinaba una paz terrible, todos dormían, traté de hacer el menor ruido posible, pero necesitaba darme una corta ducha, no quería lavar mi cuerpo, psicológicamente quería lavar mi alma.
Fui a la cama con el cuerpo aun húmedo y me escabullí lentamente, Guillermina vino a mi lado entre dormida, me preguntó que hora era, le dije que era tarde, que durmiera, que no se preocupara, pero ella se subió sobre mi para cabalgarme y empezó a besarme para que le hiciera el amor, tuve que apartarla con disimulo, excusándome en el cansancio, la abracé fuerte hasta sentirla dormida en mi pecho.
Era una mierda, que podía decirle? que me ardía la pija de tanto coger a esa vieja puta? si me había exprimido los testículos y me había sacado hasta la última gota de leche. Me quedé meditando en la mas absoluta oscuridad del cuarto, la cantidad de hombres que hubieran dado un brazo con tal de cogerse a la veterana modelo, hasta mi propio padre, si se hubiera enterado...
Lo loco de la historia es que yo lo terminaba de hacer y no sentía placer ninguno, por el contrario, la odiaba a ella y me odiaba ami mismo, yo solo quería amar a mi mujer y no sabría como mirarla a los ojos al día siguiente, me sentí como el perro de la señora Brailosky.
Y en adelante, toda mi vida sería jugar a dos puntas. Fui temprano a buscarla, ese día tenía un entrevista en una radio, ella estaba publicitando su nueva obra teatral y era una forma de hacerlo público.
Abrí la puerta trasera del coche como de costumbre y como de costumbre ella lucía despampanante, nunca pasaba desapercibida, la salude con el respeto habitual, y fui a mi asiento de conductor.
Partimos en silencio y solo cuando nos alejamos de su domicilio y toda su vigilancia privada, y nos sentimos a solas dentro del coche me dijo
Joni, con respecto a lo de anoche... cómprale juguetes a tus hijos...
Solo dejó caer en el asiento de mi derecha un sobre marrón en que adiviné que habría dinero.
Llegamos, bajó entre los curiosos que piden autógrafos y roban selfies y a perdí de vista, fui a estacionar como de costumbre y solo esperar, como siempre hacia.
Tomé el sobre, había demasiados billetes, me sentí acorralado.
Creo que tomé la mejor desición que podía tomar, me transformé en su perro fiel, su mascota, el que la satisface cuando tiene ganas, cuando ella quiere, el que le mueve la cola cuando me llama y el que ni la mira cuando ella no lo desea. Hoy tengo mas sexo con ella que con mi mujer, pudo decir que le hice a la señora Brailosky todas las locuras que imaginan, le comi las tetas, se la di por el culo, y tantas cosas locas que jamás imaginé hacer. No se cuanto más durará esto, siempre tengo mi recompensa, sobres con billetes, y no hay mucho mas por contar en esta historia...
Si te gustó puedes escribirme con título EL PERRO DE LA SEÑORA BRAISLOSKY a dulces.placeres@live.com
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Todo empezó varios años atrás, tenía apenas dieciseis, como cada atardecer volvía del gimnasio a mi domicilio, a casa de mis padres. Aparentaba algunos años mas, estaba bastante musculado por mis rutinas diarias de ejercicios, era el momento justo en el cual el sol se apagaba y la oscuridad lo empezaba a ganar todo.
Sería una tarde más, como todas, de no ser porque en camino algo llamó mi atención, un coche importado, de esos sumamente costosos estaba estacionado pegado a la acera, una llamativa mujer vociferaba por su celular reclamando algo, a viva voz, se la notaba molesta. Pude notar que no era una mujer común, por su altura, por sus llamativas curvas, por sus finas y delicadas prendas, por su embriagante perfume, además por la forma de expresarse, intuí que era alguien importante, supuse que tendría la edad de mi madre, pero parecía demasiado conservada.
Al pasar a su lado, noté una de las cubiertas desinfladas, y por lo crudos de sus reclamos, supe que no conseguía quien la auxiliara. Entonces me ofrecí gentilmente a ayudarla, nunca lo había hechos pero había visto a mi papá cambiar cubiertas muchas veces, la teoría la tenía escrita en la mente de memoria.
Renegué un poco, mientras la mujer me compartía conmigo un repertorio de reclamos, sobre la compañía de seguros, sobre sus tontos asistentes, y sobre cualquiera que pudiera, a pesar de notarle un aire conocido, sus amplios anteojos de sol no me dejaban adivinar quien era en verdad. Cuando terminé mi ayuda, me agradeció sobremanera, me dijo que estaba sumamente apurada y retrasada, así que solo me dio una tarjeta personal y me dijo que no dudara en llamarla cuando necesitara algo, que estaba en deuda conmigo.
Mientras ella partió a toda velocidad, me quedé observando la tarjeta en la vereda, era blanca con letras doradas, y prontamente mis huellas digitales quedaron impregnadas, mis manos estaban todas sucias por culpa del caucho que terminaba de cambiar. Stella Maris Braislosky, podía leerse, y fue cuando me di cuenta, era una famosísima vedette de los años de mis padres, había visto algunas de sus películas de los ochenta, películas apenas subidas de tono que es esos años eran solo para adultos.
Para pasarlo en limpio, esa mujer hoy gozaba una reputación de señora con mayúsculas, pero todo el mundo sabía, que en su juventud se había hecho famosa por sus curvas privilegiadas y por acostarse con quien le diera una oportunidad para trepar, una puta fina como siempre decía mi madre. Solo lamenté en ese momento no haberle pedido un autógrafo, mi padre seguramente lo hubiera conservado como una joya preciosa.
Después de comentar lo sucedido entre parientes y amigos e imaginar muchas cosas, prontamente todo quedó como una anécdota y la tarjeta perdida en algún rincón de mi mesa de luz.
Dos años mas tarde, Guillermina, mi novia de quince años me dijo que estaba embarazada, yo aun no tenía ni veinte años y fue todo un desafío, ambos estábamos disfrutado nuestra juventud y un embarazo no buscado cambió todos nuestros planes, tuve que ser hombre, ella mujer, formamos nuestra humilde familia y empezamos a caminar cuesta arriba, todo se hizo pesado, conseguí un empleo mal remunerado y ella tejía para afuera, alquilábamos una humilde casa con techo de chapa, y la pelébamos gracias a la ayudas de nuestros padres.
Y las cosas fueron de mal en peor, a los veintitrés años ya teníamos tres hijos, irresponsabilidad? si, ya se, no lo digan, pero estaba desesperado con la soga al cuello, había llegado a comer solo alguna infusión con pan duro por día, estaba al borde del abismo.
Una noche llegué cerca de las diez de la noche, después de trabajar duramente todo el día, el viejo televisor dejaba ver un programa descolorido de panelistas discutiendo no se que cosa, ahí estaba ella, espléndida como de costumbre y vino a mi memoria la tarjeta que en algún lado había quedado escondida. Ella podía se la solución a is problemas, la busqué con desesperación, llamé una y otra vez, pero era un número que ya no estaba en servicio.
No me dí por vencido, averigüé donde vivía y fui hasta su domicilio. No fue fácil, vivía en una mansión custodiada como un bunker y ya en la puerta me topé con los tipos de vigilancia, les narré toda mi historia pero noté que era lo mismo que hablarle a la pared, tomé la tarjeta, se las mostré, y escribí del reverso, SOY JONY, EL JOVEN QUE CAMBIO LA CUBIERTA DE SU COCHE, RECUERDA?, solo se la dí a uno de los custodios y le rogué que solo se la hiciera llegar.
Los tipos solo miraron de reojo y tomaron la tarjeta, y solo me senté al borde del cordón de la acera a esperar.
Media hora después empezaron a caer unas gotas, que dieron lugar a un chubasco, y yo me quedé ahí sentado, no tenía nada mejor que hacer.
Supongo que los tipos de vigilancia que me veían bajo la lluvia se compadecieron y cuatro horas después me llamaron, me hicieron pasar y me dijeron que la señora iba a recibirme. Fue cómico, me palparon de armas como a un delincuente y tuve que dejar con ellos todas mis pertenencias.
Me llevaron a una sala donde me indicaron que me sentara a esperar que ella me atendiera. La señora Stella lucía magnífica, con un conjunto apretado por sonde sobresalían sus pechos siliconados, su rostro lleno de operaciones y botox se mostraba impecable a pesar de los sesenta años que estimé que tenía, un pantalón negro demasiado pegado a su piel y unas botas de altísimos tacos.
Se sentó a prudente distancia, con uno de sus guardaespaldas que la seguía a todas partes, yo estaba todo mojado y me sentí como un perro sarnoso que espera una sobra del amo.
Le resumí todos mis pesares, necesitaba de su ayuda, lo que fuera, y ella fue complaciente conmigo.
En quince días me había transformado en uno de sus varios ayudantes de jardinería, tenía un parquizado enorme y fui muy aplicado en todo, no podía desperdiciar la oportunidad, siendo que la paga era el doble de lo que venía ganando.
Así me fui haciendo habitual a su entorno, siempre era amable conmigo y noté que a veces se quedaba observando como trabajaba, entendí cuan diferente era su mundo al de mis padres, quienes solo vivían para sus nietos. La señora Brailosky era presa de su fama y de su fortuna, siempre debía lucir perfecta, siempre tenía su agenda completa, por trabajo, o por amores, que por cierto hombres le sobraban.
En poco tiempo pasé a ser jefe de jardinería, estaba feliz hasta que un día me llamó para hablar a solas, me dijo si le interesaba ser su chofer, el viejo Antonio estaba demasiado grande había llegado la hora de retirarlo, la paga sería espectacular, solo me advirtió que no tendría horarios, que sería un remise personal disponible las veinticuatro horas del día y lo mas importante, ante el resto del mundo sería una tumba, yo solo conduciría, no preguntaba, no veía, no oía, no hablaba, solo conducía.
Mi vida junto a mi amada esposa al fin se encaminaba, empezaba a progresar, tenía dinero de sobra y nada le faltaba a mis queridos hijos. Y mi vida transcurría sentado en un lujoso coche importado, donde era testigo de la vida que llevaba esa mujer, era agotadora y realmente tenía una energía especial, entrevistas, canales de televisión, set de filmación, a toda hora, cualquier día, y cenas por las noches, de gala, de empresarios, de amantes... porque a pesar de su edad, era evidente cuanto le gustaban los hombres y cuanto le gustaba coger, por algo se había hecho famosa y era especialmente en este punto donde debía ser ciego, sordo y mudo. Pero a la señora Stella Maris Braislosky le gustaba mas la pija que el dulce de leche, como solemos decir en mis pagos.
Todo cambió una noche entre nosotros, Stella tenía una reunión de etiqueta, estaba radiante, con un finísimo y delicado vestido negro, con transparencias delicadas en el frente que solo resaltaban sus grandes tetas hasta dejando notar demasiado sus oscuros pezones, ella siempre llamaba la atención, trasgrediendo límites, apretado a su escueta cintura, abriéndose desde sus grandes caderas llegado al piso en amplios pliegues, no parecía una mujer de unos sesenta y cinco, estaba peinada majestuosa, sus rubios brillantes llegaban a sus hombros, con un maquillaje perfecto que disimulaba cualquier arruga y unos evidentes tacos que las hacían inexpugnable.
La conduje como de costumbre y me quedé esperando como de costumbre.
Volvió mas rápido de lo previsto para mi sorpresa, noté que estaba molesta puesto que no habló durante el regreso, y yo hablaba solo si ella quería hablar.
Al llegar, la señora Stella me pidió que la acompañara a su cuarto, me dijo que estaba un poco mareada, como que le había bajado la presión, le pregunté si quería que llamara un médico o hablara con alguien de la custodia, pero me dijo que no, que solo la ayudara unos minutos.
Subimos por las escaleras y por primera vez entre a su recámara, me llamó la atención observar que era casi tan grande como toda mi casa, me pidió unos minutos, fue al baño y al volver me dijo directamente
Hoy estoy muy molesta, y he decidido que quiero que me satisfagas como mujer.
Señora, no entiendo bien que quiere decirme... - respondí haciéndome el desentendido -
Joni, voy a ser directa, quiero verga y hoy no me iré a la cama sin conseguirlo
Como imaginarán Stella era una persona sumamente atractiva, acostumbrada a escándalos públicos, a trasgredir las reglas y no aceptar un 'no' por respuesta. Y al sentir sus palabras no pude evitar sentir una erección pero yo no era así, solo tenía ojos para mi mujer, para mi esposa, para mi familia, siempre había sido fiel y amaba a Guillermina con locura, le respondí en tono bajo mirando al piso
Lo siento señora, usted es una mujer maravillosa y le estoy muy agradecido, pero entienda que yo soy un hombre casado y...
Ella avanzó a mi posición, tomó una de mis manos y pasándola a traves de un tajo del vestido la llevó a su concha, para que la fregara, estaba sin ropa interior, completamente depilada y mientras me hacía acariciar los dedos en ella sentenció en tono amenazante
Me importa un bledo tus palabras, supongo que quieres conservar tu empleo, no te olvides quien paga cada peso en tu miserable vida, vamos, manos a la obra...
La señora Brailosky giró sobre su eje dándome y dándome la espalda caminó hacia un pequeño escritorio, se apoyó sobre el con su pecho, dejando sus piernas erguidas, para correr a un lado su largo vestido, ante mis incrédulos ojos quedaron sus trasero desnudo, sus piernas cubiertas por unas medias ne nailon negras, muy eróticas, que llegaban a sus muslos, sobre unos zapatos negros de finísimos tacos, entonces sentenció al tiempo que ella misma se daba una fuerte nalgada
Vamos Joni, cogeme toda, no me defraudes...
Me sentí entre la espada y la pared en ese momento, saqué mi pija dura de entre mis ropas, fui hasta ella y se la metí toda hasta el fondo, arrancándole un grito de placer, solo empecé a cogerla a lo animal, así, con fuerza, sin amor, ella gritaba en cada embate y me animaba con sus palabras
Así, dale animal, cogeme toda, dale puto, dale!
Y solo seguí y seguí hasta que no aguanté mas y la llené toda de leche.
Fueron solo minutos en los que descargué en ella parte de furia contenida mas que placer en si, esa mujer era una perversa puta que hacía girar el mundo en derredor de su dedo índice, empezaba a calmarme cuando ella me dijo
Donde piensas que vas? esto recién comienza...
Aunque no lo crean esa mujer parecía enferma por la verga, me hizo volver a cogerla una vez, y otra vez y otra mas, parecía un robot programarlo para satisfacerla, esa mujer era sin dudas la dueña de mil batallas, sus glúteos estaban firmes, su esfínter tan dilatado que mi pija hubiera entrado sin dificultad, imaginé metérsela por atrás, pero no haría nada que ella no me pidiera.
Era una ninfómana que me arrancó siete acabadas seguidas, si, siete, hasta que al final no pude mas y le pedía clemencia, ya no podía mantener una erección. Su concha estaba toda rebalsada por mi semen, mi leche había chorreado por sus piernas, por sus impecables y costosas medias, por todas partes.
La señora Brailosky en verdad era una puta fina, y no entendía como una mujer de su edad conservaba tantas energías.
Cuando ya no pude cogerla, lejos de conformarse, ella se sentó sobre la cama, abrió bien sus piernas y me ordenó que le diera sexo oral, hizo que le chupara la concha hasta que se me acalambrara la lengua, solo así tuvo contemplación...
Me retiré dejándola sola en su habitación mientras limpiaba con mi pañuelo mi rostro embadurnado con mi propia leche.
Conduje con la mente en blanco hasta mi casa, reinaba una paz terrible, todos dormían, traté de hacer el menor ruido posible, pero necesitaba darme una corta ducha, no quería lavar mi cuerpo, psicológicamente quería lavar mi alma.
Fui a la cama con el cuerpo aun húmedo y me escabullí lentamente, Guillermina vino a mi lado entre dormida, me preguntó que hora era, le dije que era tarde, que durmiera, que no se preocupara, pero ella se subió sobre mi para cabalgarme y empezó a besarme para que le hiciera el amor, tuve que apartarla con disimulo, excusándome en el cansancio, la abracé fuerte hasta sentirla dormida en mi pecho.
Era una mierda, que podía decirle? que me ardía la pija de tanto coger a esa vieja puta? si me había exprimido los testículos y me había sacado hasta la última gota de leche. Me quedé meditando en la mas absoluta oscuridad del cuarto, la cantidad de hombres que hubieran dado un brazo con tal de cogerse a la veterana modelo, hasta mi propio padre, si se hubiera enterado...
Lo loco de la historia es que yo lo terminaba de hacer y no sentía placer ninguno, por el contrario, la odiaba a ella y me odiaba ami mismo, yo solo quería amar a mi mujer y no sabría como mirarla a los ojos al día siguiente, me sentí como el perro de la señora Brailosky.
Y en adelante, toda mi vida sería jugar a dos puntas. Fui temprano a buscarla, ese día tenía un entrevista en una radio, ella estaba publicitando su nueva obra teatral y era una forma de hacerlo público.
Abrí la puerta trasera del coche como de costumbre y como de costumbre ella lucía despampanante, nunca pasaba desapercibida, la salude con el respeto habitual, y fui a mi asiento de conductor.
Partimos en silencio y solo cuando nos alejamos de su domicilio y toda su vigilancia privada, y nos sentimos a solas dentro del coche me dijo
Joni, con respecto a lo de anoche... cómprale juguetes a tus hijos...
Solo dejó caer en el asiento de mi derecha un sobre marrón en que adiviné que habría dinero.
Llegamos, bajó entre los curiosos que piden autógrafos y roban selfies y a perdí de vista, fui a estacionar como de costumbre y solo esperar, como siempre hacia.
Tomé el sobre, había demasiados billetes, me sentí acorralado.
Creo que tomé la mejor desición que podía tomar, me transformé en su perro fiel, su mascota, el que la satisface cuando tiene ganas, cuando ella quiere, el que le mueve la cola cuando me llama y el que ni la mira cuando ella no lo desea. Hoy tengo mas sexo con ella que con mi mujer, pudo decir que le hice a la señora Brailosky todas las locuras que imaginan, le comi las tetas, se la di por el culo, y tantas cosas locas que jamás imaginé hacer. No se cuanto más durará esto, siempre tengo mi recompensa, sobres con billetes, y no hay mucho mas por contar en esta historia...
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1 comentarios - El perro de la señora Brailosky