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UN HOMBRE AFORTUNADO
PARTE 1 DE 2
Hola! me presento, mi nombre es Nery, treinta años, y les narraré el motivo por el cual me considero un hombre afortunado.
Actualmente estoy en pareja, felizmente enamorado, Azucena, mi bella esposa cursa el sexto mes de embarazo, en su vientre lleva la semilla de amor que yo le dejé, mi pequeña niña que espero con toda la alegría de mi corazón.
Ella es una mujer increíble, no tenemos problemas, somo tal para cual, todo hacemos de común acuerdo, ella sabe todos mis secretos, yo sé todos los suyos. Azucena es una mujer hermosa, alta, morena de largos y sexis cabellos, ojos oscuros como la noche, de bonito rostro, labios de fuego, una boca grande y llamativas que fue lo que siempre me atrajo de ella, tiene unos labios especiales, que invitan a pecar, de curvas delicadas, pechos pequeños y trasero llamativo, nos habíamos conocido en una entrevista de trabajo, ella se postulaba por una vacante y yo era el que seleccionaba las postulantes, cosas del destino, ella no dio el target para lo que buscábamos, pero si para llenar mi corazón.
Y hablando de mi trabajo, tampoco me puedo quejar, hago lo que me gusta y me pagan muy bien por ello, me desempeño en una cadena hotelera nacional y soy el responsable por los servicios de gastronomía, digamos que soy como un inspector, viajo de uno a otro y estoy pendiente de los alimentos, del servicio, del personal, todo ese ambiente, si eso estaba bien, mis superiores estaban bien, y si ellos estaban bien, yo estaba bien.
Imaginen que viajar de hotel en hotel me llevó a conocer mucha gente, contactos de administración, cocineros, personal de servicio de mesa, y un sinnúmero de casuales personalidades que me sería imposible enumerar.
Hyde era una de tantas esas personas, una chica especial que se me hacía especial, yo mismo la había seleccionado, y cada noche atendía un grupo de mesas en uno de los hoteles, y claro, ella era una más de mis empleadas, no una empleada directa, porque todos éramos empleados del directorio del complejo, pero ella estaba bajo mío en la cadena de mando y yo respondía por ella.
Ella es una chica joven, con un cutis exquisito, muy femenina, de cabellos lacios que corta a la altura de sus hombros, castaña por naturaleza, rubia por elección, ojos celestes, de estatura normal tirando a baja, donde sin duda sus pechos de generoso tamaño llamaban la atención. Una joven que sin duda me atraía y eso me llevaba a jugar con ella un peligroso juego de palabras, frases indirectas de seducción donde ella no solo era receptiva, sino que muchas veces me devolvía esas indirectas que hasta sonaban directas, con propuestas veladas y tenía ese trato que de haberlo deseado la hubiera llevado a la cama en un abrir y cerrar de ojos, Hyde sabía de mi relación con Azucena, cuanto la amaba y mi fidelidad hacia ella, pero poco le importaba, me miraba con hambre de loba y muchas veces prefería pasar por tonto solo por respeto a mi mujer.
Lo curioso, es que Azucena estaba al tanto de todo esto, mi relación con ella era tan firme que podía contarle cada detalle de mis coqueteos verbales con una de las empleadas sin que ella se molestase, por el contrario, hasta se sentía excitada y reía diciendo que tarde o temprano le metería los cuernos.
Bien, por qué cuento todo esto, que tendrá que ver mi perfecta historia de amor con mi esposa y una bella chica con la que vivía un juego dialéctico perverso, donde cada una era consciente de la existencia de la otra y donde cada una sabía qué lugar ocupaba en mi vida, el tema es que esas dos mujeres, se conocerían…
Dos años atrás Azucena y yo empezamos a buscar el embarazo, la situación nos tenía en una complicidad permanente, en especial ella, como futura madre vivía una plenitud sexual sin precedentes, además cumplíamos cinco años de matrimonio y decidimos tomarnos una velada íntima, ya saben, cena, arrumacos y cama.
En el complejo de hotelería siempre me obsequian algún que otro baucher, como atención, para disponer alguna noche de las mejores habitaciones, esas reservadas para millonarios, así que de común acuerdo decidimos que era el momento de utilizar uno.
Honestamente, mitad casualidad, ya que justo estaba disponible el hotel donde trabajaba Hyde, y mitad buscado, ya que me aseguré que ella estuviera de turno esa noche, además de tomar una de las mesas que ella atendía, apostando unas fichas a una situación que se me hacía excitante, imaginar que mi esposa, y la chica con quien yo jugaba se conocieran, no le dije nada a mi mujer, pero si la puse al tanto a Hyde, y le dije que especialmente esa noche ella estuviera a nuestra disposición.
Y partimos a esa cena especial, yo estaba informal, pero elegante, mi esposa se había recogido el cabello dejando su cuello desnudo, algo que me excitaba, un top suelto que le llegaba al ombligo y le disimulaba sus pechos pequeños, y un pantalón ancho color negro, con unos sensuales bolados a lo largo de sus piernas, que se ajustaba en su cola marcándola provocativamente, eso para ella era inevitable.
Llegamos en forma puntual, y como muchas veces, Hyde estaba expectante, con su uniforme reglamentario, solo que esta vez, esta vez me pareció más bonita que nunca, aunque todas vestían igual, ella lucía diferente al resto, discretamente maquillada, con su camisa blanca que marcaban sus grandes pechos, la acostumbrada chaqueta negra con pollera ajustada a media pierna, medias y zapatos al tono y el infaltable pañuelo rojo anudado al cuello en forma muy ‘de alto nivel’
Buenas noches Nery, todo está en orden – dijo ella al recibirme
Hola Hyde, Hyde, te presento a mi esposa, Azucena, mi amor, ella es Hyde, la chica de la que tanto te hablé – dije yo haciendo las presentaciones del caso
Hola Hyde, si, mi marido habla muy bien de vos, sabías? – retrucó mi mujer mientras se besaban las mejillas
La joven bajó la mirada y se hizo evidente su nerviosismo, estaba incómoda por nuestras palabras, ella no sabía que esperar de Azucena, así que tan pronto pudo nos condujo a la mesa para deshacerse de la situación. Nos sentamos frente a frente y minutos después mi empleada nos traía la carta, fue cortes, nos preguntó si todo estaba bien, nos hizo las recomendaciones de la casa, nos sugirió un par de vinos, parecía como su yo estuviera evaluando su trabajo, pero ese no era mi plan, en verdad yo solo evaluaba a mi mujer, quien no le sacaba los ojos de encima, escuchándola con atención mientras se acariciaba el lóbulo de una de sus orejas.
Pedimos un vino, Hyde se retiró y Azucena y yo quedamos a solas, no perdió el tiempo y empezó a jugar con la situación
Mi amor, muy linda tu empleada, nunca me dijiste que era tan bonita…
Ja! Ja! – reí por su comentario – acaso estás celosita? – pregunté
Celosa yo? Ja! debería estarlo?
Ahh!!! No seas tonta queres…
Hyde nos interrumpió trayendo la botella de vino, la destapó y me sirvió para que catara, le dije que no era necesario, en el fondo era un tipo simple y esas cosas me daban risa, así que nos sirvió a ambos y tomó los pedidos
Se retiró con las cartas y nuevamente quedamos solos, mi mujer tomó la copa y dio un sorbo, me miró y volvió a la carga
Qué tetas que tiene! lo notaste?, seguro lo notaste, ja! cómo no hacerlo?
Solo reí, no pensaba seguirle el juego y llevé la conversación hacia otro lado, cumplíamos cinco años de convivencia, estábamos proyectando un embarazo, y esa era sin dudas una noche diferente, la enredé con palabras y ella empezó a recordar cosas de nuestro pasado, cuando nos conocimos, en ese momento le había parecido un pedante, y yo le recordé riendo que jamás le hubiera dado el puesto, pero que al retirarse no pude evitar enamorarme del culo que tenía y me juré que tarde o temprano sería mío. A ella le gusta mucho, aun hoy le gusta que me caliente con su trasero.
Empezamos a tirar nombres al azar, como suelen hacer los futuros padres, si fuera niño, si fuera niña, estábamos muy acaramelados cuando Hyde llegó a la mesa con los platos principales, y tontamente le miré las tetas, fue una pavada de mi parte, fue solo un acto reflejo por lo que mi mujer había dicho antes y honestamente no fue con ojos de hombre desesperado, pero la situación no pasó inadvertida para mi esposa, a ella nunca se le escapan esos detalles.
Cuando mi empleada dejó la mesa deseándonos buen apetito, noté que Azucena había vuelto la conversación al punto anterior
Te gustan… cierto? Te encanta las tetas que tiene… - dijo ella con un disparo certero –
Vas a empezar nuevamente? – respondí secamente puesto que ya empezaba a molestarme la situación
De pronto sentí entre mis piernas uno de los pies de mi mujer, bajo la mesa, como en tantas escenas de películas, disimuladamente comenzó a apretarme la verga con su zapato, mientras comía delicadamente sin siquiera mirarme, la situación era sexi para mí, entonces dijo por lo bajo, no en tono de pregunta, sino como una reflexión tirada al aire
Sería lindo ver cómo le chupas las tetas, si hasta yo tengo ganas…
La observé fijamente a los ojos, pero ella me evadía intencionalmente, y poco a poco nos metimos en una atmósfera de excitación sexual, pero ella jugaba con las palabras de un supuesto trío algo que no sucedería porque sabía muy bien que Azucena era una mujer terriblemente celosa y posesiva.
Y así continuó la velada, ella hablaba, yo solo escuchaba y había logrado envolverme con sus palabras, me tenía con la pija dura bajo la mesa y cada vez que la joven se acercaba a la mesa, mi esposa la quemaba con la mirada, al punto de sonrojarla, y yo me divertía en ese inocente juego que ella proponía.
También sabía algo de mi esposa, es de esas chicas que con solo mojarse los labios con alcohol les suelta la lengua, de esas que empiezan a reír sin motivo, que se desinhiben y se vuelven peligrosas al punto de dejarte en ridículo, y a la una de la madrugada ya habíamos tomado dos botellas medianas de vino tinto y terminábamos de brindar con champagne, y como era de esperar, había perdido el eje de cordura, la situación había dejado de ser graciosa para ser incómodamente burlesca, así que decidí que era el momento de subir a nuestra recámara.
Nos paramos y Azucena trastabilló tontamente hasta caer desparramada en mis brazos, de no haber estado yo en su camino hubiera terminado en el piso, Hyde observaba el ridículo cuadro sin decir palabra, mi esposa no podía enhebrar un paso tras otro y sabía que en su accionar había mezcla de alcohol y actuación teatral. La veintena de pisos que separaban la planta baja donde estaba el comedor, hasta la azotea donde estaba nuestra habitación, era un trayecto demasiado largo para cargar con ella a cuestas, así que le pedí gentilmente a mi empleada que me diera una mano para salir de esa incómoda situación.
Un poco a la rastra llevé a Azucena al ascensor, recuerdo que estaba molesto con ella en ese momento porque sabía que solo trataba de llamar la atención sin importarle o sin recodar que, si bien era una cena íntima, esa cena transcurría en el corazón mismo de mi empleo, donde yo tenía una imagen y reputación que cuidar.
Hayde fue la primera en ingresar al habitáculo vidriado, y nosotros por detrás, pulsó el piso al que iríamos y se quedó a un costado, en silencio, visiblemente incómoda, mi mujer se abalanzó sobre mis hombros y me besó profundamente y me dijo
Papi... que lindo sos… tengo la concha hirviendo por tu culpa…
Basta Azucena! – la increpé nervioso y molesto –
Luego miré a mi empleada y le dije
Disculpanos por favor, no hagas caso…
Mi esposa fue entonces la que al mirar a mi empleada dijo
Y vos putita… ya te tiraste a mi marido? seguro que cuando yo no estoy le andas calentando la verga…
No sabía cómo zafar de la situación, un dicho por estos pagos dice ‘que los niños y los ebrios siempre dicen la verdad’ y estaba comprobando ese dicho en carne propia, ella volvió a hablar
Pero mirá que tetas que tenes hija de puta! si hasta a mí me calentas y te las quisiera chupar todas…
CONTINUARA
Si eres mayor de edad puedes escribirme con título UN HOMBRE CON SUERTE a dulces.placeres@live.com
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Hola! me presento, mi nombre es Nery, treinta años, y les narraré el motivo por el cual me considero un hombre afortunado.
Actualmente estoy en pareja, felizmente enamorado, Azucena, mi bella esposa cursa el sexto mes de embarazo, en su vientre lleva la semilla de amor que yo le dejé, mi pequeña niña que espero con toda la alegría de mi corazón.
Ella es una mujer increíble, no tenemos problemas, somo tal para cual, todo hacemos de común acuerdo, ella sabe todos mis secretos, yo sé todos los suyos. Azucena es una mujer hermosa, alta, morena de largos y sexis cabellos, ojos oscuros como la noche, de bonito rostro, labios de fuego, una boca grande y llamativas que fue lo que siempre me atrajo de ella, tiene unos labios especiales, que invitan a pecar, de curvas delicadas, pechos pequeños y trasero llamativo, nos habíamos conocido en una entrevista de trabajo, ella se postulaba por una vacante y yo era el que seleccionaba las postulantes, cosas del destino, ella no dio el target para lo que buscábamos, pero si para llenar mi corazón.
Y hablando de mi trabajo, tampoco me puedo quejar, hago lo que me gusta y me pagan muy bien por ello, me desempeño en una cadena hotelera nacional y soy el responsable por los servicios de gastronomía, digamos que soy como un inspector, viajo de uno a otro y estoy pendiente de los alimentos, del servicio, del personal, todo ese ambiente, si eso estaba bien, mis superiores estaban bien, y si ellos estaban bien, yo estaba bien.
Imaginen que viajar de hotel en hotel me llevó a conocer mucha gente, contactos de administración, cocineros, personal de servicio de mesa, y un sinnúmero de casuales personalidades que me sería imposible enumerar.
Hyde era una de tantas esas personas, una chica especial que se me hacía especial, yo mismo la había seleccionado, y cada noche atendía un grupo de mesas en uno de los hoteles, y claro, ella era una más de mis empleadas, no una empleada directa, porque todos éramos empleados del directorio del complejo, pero ella estaba bajo mío en la cadena de mando y yo respondía por ella.
Ella es una chica joven, con un cutis exquisito, muy femenina, de cabellos lacios que corta a la altura de sus hombros, castaña por naturaleza, rubia por elección, ojos celestes, de estatura normal tirando a baja, donde sin duda sus pechos de generoso tamaño llamaban la atención. Una joven que sin duda me atraía y eso me llevaba a jugar con ella un peligroso juego de palabras, frases indirectas de seducción donde ella no solo era receptiva, sino que muchas veces me devolvía esas indirectas que hasta sonaban directas, con propuestas veladas y tenía ese trato que de haberlo deseado la hubiera llevado a la cama en un abrir y cerrar de ojos, Hyde sabía de mi relación con Azucena, cuanto la amaba y mi fidelidad hacia ella, pero poco le importaba, me miraba con hambre de loba y muchas veces prefería pasar por tonto solo por respeto a mi mujer.
Lo curioso, es que Azucena estaba al tanto de todo esto, mi relación con ella era tan firme que podía contarle cada detalle de mis coqueteos verbales con una de las empleadas sin que ella se molestase, por el contrario, hasta se sentía excitada y reía diciendo que tarde o temprano le metería los cuernos.
Bien, por qué cuento todo esto, que tendrá que ver mi perfecta historia de amor con mi esposa y una bella chica con la que vivía un juego dialéctico perverso, donde cada una era consciente de la existencia de la otra y donde cada una sabía qué lugar ocupaba en mi vida, el tema es que esas dos mujeres, se conocerían…
Dos años atrás Azucena y yo empezamos a buscar el embarazo, la situación nos tenía en una complicidad permanente, en especial ella, como futura madre vivía una plenitud sexual sin precedentes, además cumplíamos cinco años de matrimonio y decidimos tomarnos una velada íntima, ya saben, cena, arrumacos y cama.
En el complejo de hotelería siempre me obsequian algún que otro baucher, como atención, para disponer alguna noche de las mejores habitaciones, esas reservadas para millonarios, así que de común acuerdo decidimos que era el momento de utilizar uno.
Honestamente, mitad casualidad, ya que justo estaba disponible el hotel donde trabajaba Hyde, y mitad buscado, ya que me aseguré que ella estuviera de turno esa noche, además de tomar una de las mesas que ella atendía, apostando unas fichas a una situación que se me hacía excitante, imaginar que mi esposa, y la chica con quien yo jugaba se conocieran, no le dije nada a mi mujer, pero si la puse al tanto a Hyde, y le dije que especialmente esa noche ella estuviera a nuestra disposición.
Y partimos a esa cena especial, yo estaba informal, pero elegante, mi esposa se había recogido el cabello dejando su cuello desnudo, algo que me excitaba, un top suelto que le llegaba al ombligo y le disimulaba sus pechos pequeños, y un pantalón ancho color negro, con unos sensuales bolados a lo largo de sus piernas, que se ajustaba en su cola marcándola provocativamente, eso para ella era inevitable.
Llegamos en forma puntual, y como muchas veces, Hyde estaba expectante, con su uniforme reglamentario, solo que esta vez, esta vez me pareció más bonita que nunca, aunque todas vestían igual, ella lucía diferente al resto, discretamente maquillada, con su camisa blanca que marcaban sus grandes pechos, la acostumbrada chaqueta negra con pollera ajustada a media pierna, medias y zapatos al tono y el infaltable pañuelo rojo anudado al cuello en forma muy ‘de alto nivel’
Buenas noches Nery, todo está en orden – dijo ella al recibirme
Hola Hyde, Hyde, te presento a mi esposa, Azucena, mi amor, ella es Hyde, la chica de la que tanto te hablé – dije yo haciendo las presentaciones del caso
Hola Hyde, si, mi marido habla muy bien de vos, sabías? – retrucó mi mujer mientras se besaban las mejillas
La joven bajó la mirada y se hizo evidente su nerviosismo, estaba incómoda por nuestras palabras, ella no sabía que esperar de Azucena, así que tan pronto pudo nos condujo a la mesa para deshacerse de la situación. Nos sentamos frente a frente y minutos después mi empleada nos traía la carta, fue cortes, nos preguntó si todo estaba bien, nos hizo las recomendaciones de la casa, nos sugirió un par de vinos, parecía como su yo estuviera evaluando su trabajo, pero ese no era mi plan, en verdad yo solo evaluaba a mi mujer, quien no le sacaba los ojos de encima, escuchándola con atención mientras se acariciaba el lóbulo de una de sus orejas.
Pedimos un vino, Hyde se retiró y Azucena y yo quedamos a solas, no perdió el tiempo y empezó a jugar con la situación
Mi amor, muy linda tu empleada, nunca me dijiste que era tan bonita…
Ja! Ja! – reí por su comentario – acaso estás celosita? – pregunté
Celosa yo? Ja! debería estarlo?
Ahh!!! No seas tonta queres…
Hyde nos interrumpió trayendo la botella de vino, la destapó y me sirvió para que catara, le dije que no era necesario, en el fondo era un tipo simple y esas cosas me daban risa, así que nos sirvió a ambos y tomó los pedidos
Se retiró con las cartas y nuevamente quedamos solos, mi mujer tomó la copa y dio un sorbo, me miró y volvió a la carga
Qué tetas que tiene! lo notaste?, seguro lo notaste, ja! cómo no hacerlo?
Solo reí, no pensaba seguirle el juego y llevé la conversación hacia otro lado, cumplíamos cinco años de convivencia, estábamos proyectando un embarazo, y esa era sin dudas una noche diferente, la enredé con palabras y ella empezó a recordar cosas de nuestro pasado, cuando nos conocimos, en ese momento le había parecido un pedante, y yo le recordé riendo que jamás le hubiera dado el puesto, pero que al retirarse no pude evitar enamorarme del culo que tenía y me juré que tarde o temprano sería mío. A ella le gusta mucho, aun hoy le gusta que me caliente con su trasero.
Empezamos a tirar nombres al azar, como suelen hacer los futuros padres, si fuera niño, si fuera niña, estábamos muy acaramelados cuando Hyde llegó a la mesa con los platos principales, y tontamente le miré las tetas, fue una pavada de mi parte, fue solo un acto reflejo por lo que mi mujer había dicho antes y honestamente no fue con ojos de hombre desesperado, pero la situación no pasó inadvertida para mi esposa, a ella nunca se le escapan esos detalles.
Cuando mi empleada dejó la mesa deseándonos buen apetito, noté que Azucena había vuelto la conversación al punto anterior
Te gustan… cierto? Te encanta las tetas que tiene… - dijo ella con un disparo certero –
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De pronto sentí entre mis piernas uno de los pies de mi mujer, bajo la mesa, como en tantas escenas de películas, disimuladamente comenzó a apretarme la verga con su zapato, mientras comía delicadamente sin siquiera mirarme, la situación era sexi para mí, entonces dijo por lo bajo, no en tono de pregunta, sino como una reflexión tirada al aire
Sería lindo ver cómo le chupas las tetas, si hasta yo tengo ganas…
La observé fijamente a los ojos, pero ella me evadía intencionalmente, y poco a poco nos metimos en una atmósfera de excitación sexual, pero ella jugaba con las palabras de un supuesto trío algo que no sucedería porque sabía muy bien que Azucena era una mujer terriblemente celosa y posesiva.
Y así continuó la velada, ella hablaba, yo solo escuchaba y había logrado envolverme con sus palabras, me tenía con la pija dura bajo la mesa y cada vez que la joven se acercaba a la mesa, mi esposa la quemaba con la mirada, al punto de sonrojarla, y yo me divertía en ese inocente juego que ella proponía.
También sabía algo de mi esposa, es de esas chicas que con solo mojarse los labios con alcohol les suelta la lengua, de esas que empiezan a reír sin motivo, que se desinhiben y se vuelven peligrosas al punto de dejarte en ridículo, y a la una de la madrugada ya habíamos tomado dos botellas medianas de vino tinto y terminábamos de brindar con champagne, y como era de esperar, había perdido el eje de cordura, la situación había dejado de ser graciosa para ser incómodamente burlesca, así que decidí que era el momento de subir a nuestra recámara.
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Un poco a la rastra llevé a Azucena al ascensor, recuerdo que estaba molesto con ella en ese momento porque sabía que solo trataba de llamar la atención sin importarle o sin recodar que, si bien era una cena íntima, esa cena transcurría en el corazón mismo de mi empleo, donde yo tenía una imagen y reputación que cuidar.
Hayde fue la primera en ingresar al habitáculo vidriado, y nosotros por detrás, pulsó el piso al que iríamos y se quedó a un costado, en silencio, visiblemente incómoda, mi mujer se abalanzó sobre mis hombros y me besó profundamente y me dijo
Papi... que lindo sos… tengo la concha hirviendo por tu culpa…
Basta Azucena! – la increpé nervioso y molesto –
Luego miré a mi empleada y le dije
Disculpanos por favor, no hagas caso…
Mi esposa fue entonces la que al mirar a mi empleada dijo
Y vos putita… ya te tiraste a mi marido? seguro que cuando yo no estoy le andas calentando la verga…
No sabía cómo zafar de la situación, un dicho por estos pagos dice ‘que los niños y los ebrios siempre dicen la verdad’ y estaba comprobando ese dicho en carne propia, ella volvió a hablar
Pero mirá que tetas que tenes hija de puta! si hasta a mí me calentas y te las quisiera chupar todas…
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