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LA CHINA
CAPITULO 3
EL SOBRE
Esa misma noche empezarían los problemas, mi cuello se puso morado, una marca que pude ocultar en el trabajo, con un coqueto pañuelo que poco tenía que ver con el clima primaveral de esos días, pero nada pude hacer ante mi esposo, Jorge tenía muchos defectos, pero no era tonto, discutimos, pidió explicaciones que yo no podía darle, una cosa llevó a otra y afloró toda la mierda de años insípidos de matrimonio, le dije que necesitaba tiempo, que era mejor estar a solas, si francamente no funcionábamos como pareja…
Y Claudio se transformaría en eje de mi vida, y para él, poco a poco me fui convirtiendo en su juguete, en su fetiche, y a mí me encantó jugar su juego…
Una semana después de esa cogida, me llamó a la oficina para aclarar algunas cosas, en verdad estaba apenado y quería disculparse por las marcas que me había dejado y no solo eso, también se sentía culpable del repentino distanciamiento de mi esposo, por lo que le aclaré varias cosas, por ejemplo que me había encantado todo lo que me había hecho, como lo había hecho y que yo quería seguir jugando si el estaba de acuerdo, además, mi historia con Jorge estaba en un camino sin retorno, un laberinto tedioso al que no le encontraba salida y ya empezaba a asfixiarme.
Solo le pedí que fuera el, que no cambiara por mí, yo sabría jugar mi juego.
Luego de escuchar mis palabras, noté que el se sacaba un peso de encima, un alivio, solo me molestaba esa manía de jugar con su alianza de matrimonio, algo que lo hacía en forma inconsciente, pero a mi me recordaba a su esposa, y no me gustaba sentirme al medio de su relación…
Ya lejos de las preguntas de mi esposo, sin tener que dar explicaciones de mi vida a nadie, y visto que tan bien me había ido con esa falda corta con mi jefe, empecé a usarla mas seguido, dejé un poco de lado los pantalones y además, estaba sola, me veía bonita, me sentía bonita, y mi vida floreció como una primavera, Claudio tenía pleno conocimiento de todo lo que pasaba por mi cuerpo, cada tanto teníamos charlas tontas, café de por medio, esas cosas de oficina, como está tu vida? cómo está mi vida? ya saben, el hablaba de su mujer, yo hablaba de mis padres, porque había vuelto a mi casa paterna, Jorge pronto se transformó en recuerdo, apenas si nos cruzábamos en tribunales cada tanto para separar lo poco material que teníamos en común.
Una mañana Claudio me llamó a su oficina, eran cosas de trabajo, el me preguntó algo, pero luego de mirarme exhaustivamente me pidió que cerrara la puerta con llave, y luego las cortinas, como días atrás, imagine una nueva y exquisita jornada como la que había vivido, pero volvería a sorprenderme…
Estaba sentado como de costumbre, en su silla de oficina, en su escritorio, trabajando en su notebook, se quedó mirándome, como pensando los pasos que daría, me hizo ir a su lado, cerró su equipo y lo dejó a un lado, me hizo sentar ahí, poner las nalgas donde estaba su notebook, fue muy sexi, levantó un poco mis piernas que caían hasta el piso y apoyó mis pies su silla, uno a cada lado de sus piernas, mi sexo quedó a la altura de su rostro, era todo muy sugerente y la situación me inundaba en jugos, empezó a jugar con sus manos lentamente en mis muslos desnudos, de esa forma que parece detener el tiempo, yo trataba de cerrar mis piernas, pero sus caricias pausadas eran cada vez mas profundad, cada vez mas sensuales, cada vez se mas cerca de mi conchita, pero solo cerca, casi podía sentir rozar sus dedos en mi clítoris, pero eran solo juegos, porque Claudio era excelente jugador…
Con un poco de trabajo de su parte, y un poco de ayuda de la mía levantó la corta minifalda y enganchando los elásticos de mi tanga solo denudó mi intimidad, me dio un poco de pudor, estaba tan caliente que pude olfatear mi profundo olor a conchita, hubiera jurado que mi jefe me daría sexo oral, me preparé a disfrutarlo, pero él era imprevisible…
Se inclinó hacia un lado, abrió uno de los cajones y sacó crema y máquina de afeitar y una vasija con agua, evidentemente esto no era improvisación, el calculaba todo, paso a paso. Aplicó la crema, sentí que era mentolada y me produjo un frescor excitante en mi clítoris, me sentía hervir, luego pacientemente y me rasuró por completo, me enjuago y me dejó como una beba, entonces me dijo
- Me gustan bien depiladas, quiero que mi gatita empiece a depilarse para mi… si?
Yo sonreí, si mi jefe quería eso, pues yo le daría eso…
Solo estaba toda abierta como una flor, esperando excitada que el pasara su lengua por ahí, pero no, abrió otro cajón y sacó un sobre cerrado me miró fijamente y me dijo
- Toma, se lo llevas a Julio, es algo personal que él me había pedido, dile que lo revise, y si tiene algún comentario, vienes y me dices…
- Qué? – dije con cara de ‘que le pasa a este hombre’
- Lo que oíste, quiero que vayas, le entregues el sobre a Julio, esperes su respuesta y vuelvas a mi, es tan difícil? te lo repito?
Estaba totalmente desconcertada, no sabía si era una orden, si era parte del juego, si yo lo había arruinado o que diablos pasaba, de la ebullición que afloraba en mi sexo pasé a un hielo absoluto, me aparté molesta intenté alcanzar mi tanga, pero el me ganó y dijo negando con su dedo índice
- No, no… sin ropa interior, vas así, como estás…
- Estás loco de remate Claudio, no pienso ir así…
- Vas a ir así porque sos mi puta, y mi puta va a hacer lo que yo quiera cuando yo quiera…
Era todo una mierda, imaginen la situación, bajé las escaleras con tacos altos, pollera a media pierna y sin ropa interior, entre mugres de autos abollados, ruido, golpes y olores pestilentes, me sentía como una princesa perdida en un lodazal, Julio era uno de los trabajadores del taller, un chico veinteañero que hacía poco había ingresado, aún estaba poniendo en orden todos sus papeleos legales, así que supuse que en el sobre habría algo de eso, empecé a buscarlo pero no podía hallarlo, en eso Carlos, el encargado se cruzó en mi camino y le pregunté si sabía donde estaba, me miró extrañado, me dijo
- Es raro, hoy temprano lo agarró el jefe y lo mandó a arreglar aquel coche, nadie quería tomarlo, debe estar encadenado a la fosa…
Estiré el cuello tratando de ver, para Carlos era fácil, con dos metros para el todo era fácil, pero yo… pobre de mí…
Me dirigí donde me había indicado, efectivamente pude ver los rulos de Julio en la fosa abajo el coche, al llegar le dije
- Julio, puedes salir un momento? Traigo un sobre para vos… directo del jefe.
- Lo siento Ana – respondió en tono angustiado – pero el señor Jorge me dijo hoy temprano que no saliera de acá abajo hasta tener el coche terminado, y que, si el me veía afuera del hoyo, pues, podría empezar a buscar otro empleo…
Pero qué diablos, el chico parecía un animal asustado, acorralado, y Claudio podía ser cualquier cosa, menos un déspota…
- No te preocupes – dije – yo te lo alcanzo…
Situación embarazosa si las había, tuve que casi arrodillarme para pasarle el sobre entre el espacio del piso del coche y el suelo, haciendo equilibrio en mis tacos, tratando que mi corta falda no se subiera mas aun y para colmo, no tenía ropa interior…
Julio tomó el sobre, lo abrió, sacó una nota y empezó a reír de una forma muy discreta, como esos niños que no pueden ocultar una travesura a sus padres
- Cual es la gracia? – pregunté –
Pero el mocoso no respondía, me puse nerviosa, volví a preguntar, pero no había respuesta, estiré la mano y le arranqué el papel, fue cuando leí lo escrito a mano por Claudio
‘Hoy es tu día de suerte, si te fijas, Ana no tiene ropa interior’
Ahhh!!!! me morí de vergüenza, sentí incendiarme, maldije, todo era solo un estúpido juego, acaso le parecía divertido?
Me levanté enfurecida, como pocas veces, miré al ventanal del primer piso y la imagen de mi jefe se dibujaba a la perfección, parado contra el mismo, seguramente riéndose de la situación por la que estaba pasando, como leona herida fui directo a increparlo, subí corriendo la escalera, me metí en la oficina dando un portazo tras mis pasos, Claudio estaba con una estúpida sonrisa que se dibujaba en su rostro, disfrutando su estúpido plan que había salido a la perfección, seguro en su mente al imaginaba a su joven empleado espiando mi sexo desnudo y como yo trataba infructuosamente de impedirlo.
Me dirigí a su encuentro, solo quería romperle la cara, le tiré una cachetada al aire, pero la fuerza masculina de su mano detuvo el avance de mi brazo
- No te excita ser mi puta? creí que las reglas estaban claras… - preguntó en un tono seductor, clavándome esos ojazos verdes.
- Soltame, soltame Claudio, sos un estú…
No me dejó terminar, sabía a la perfección que con solo forzarme un poco vencería toda resistencia de mi parte, me besó profundo, tan profundo como para sentir detener el mundo en ese instante, trataba en vano de resistirme, pero como hacerlo, mis ojos se llenaban con ese traje gris que lucía, me cegaba con su mirada, me embriagaba con su perfume, cada segundo, cada segundo que pasaba era un segundo que el ganaba, el solo ganaba tiempo para tomar el control de la situación, para aplacar mi furia, para hacerme estremecer.
Dobló mi brazo con fuerza por detrás de mi espalda, ese mismo brazo que había intentado golpearlo, me hizo recular paso a paso, otra vez contra su escritorio, besándome, soltando uno a uno los botones de mi camisa, entrometiendo indiscretamente sus dedos pecaminosos bajo ella, incluso jugando en mis pechos al borde del sostén, como esa línea del contorno separara el cielo del infierno, y mis pezones hervían ocultos en ese infierno, esperando que el avanzara, pero el maldito no lo hacía…
Cómo resistirme a ese hombre? era un tornado que arrasaba con todo a su paso, no podía resistirme, solo dejaba que me arrastrara, solo quería morir en sus brazos…
Otra vez estaba sentada sobre su escritorio, con la pollera a la altura de mi cintura, con mi camisa abierta y mis pechos fuera del corpiño, con sus labios en mi cuello y sus manos en mis cabellos, depilada por sus manos, mojada por su culpa.
Solo cerré mis ojos y me dejé poseer, como una daga caliente su hombría doblegó mi sexo, hermosa, completa, toda dentro de mi ser, llevé mis dedos a mi clítoris y empecé a refregarlo con violencia, mientras un placer indescriptible brotaba desde lo más profundo de mi ser.
Y lo sentí llegar, y me sentí llegar, aceleró el ritmo, se contrajo, incliné mi cabeza hacia atrás, me aferré a su espalda, mi clítoris explotó en un mar de placer, mientras mi cueva era bañada por su blanco mar...
Él se retiró un poco de mi lado, recuperando su postura guardó su pene en su sitio, pero yo me quedé sentada, una lágrima loca rodó por mi mejilla, fue inconsciente, nunca había llegado al mismo tiempo que un hombre, ambos haciendo el amor, siempre pensé que eso esas eran cosas de películas…
Recobré la cordura, Claudio me ayudó a salir del escritorio, sentí su semen caliente chorrear entre mis piernas, fue sexi, era como sentir a mi hombre aun en mi interior, y fue cuando todo cambió, como viento en tormenta, mi jefe de casualidad se asomó por el ventanal para confirmar que todo estuviera en orden, y se espantó al ver a su esposa ingresando por el portón principal…
Él se desesperó, si yo estaba semidesnuda, desprolija, impresentable, acomodé mis pechos, torpemente traté de ajustar los botones de mi camisa, mientras Claudio casi a empujones me sacaba de su oficina, casi sin hablar, tirando desodorante de ambiente para limpiar sus pecados.
Me senté en el escritorio, recogiendo nuevamente mis cabellos en el acostumbrado rodete, acomodando las cosas sobre mi escritorio y poniéndome perfume como de costumbre, solo había un detalle, mi tanga, mi tanga había quedado del otro lado de la frontera…
Pero no había tiempo para más, Valeria, su esposa había llegado a mi lado, secundada por Carlos el encargado. Ella apenas me saludó, era obvio que no le simpatizaba en absoluto y pasó de una a la oficina de Claudio meneando de lado a lado su envidiable culo, pasando por alto todos los protocolos, se suponía que yo debía anunciarla, pero ella claramente hacía valer su lugar…
CONTINUARA
Si eres mayor de edad puedes escribirme con título ‘LA CHINA’ a dulces.placeres@live.com
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Esa misma noche empezarían los problemas, mi cuello se puso morado, una marca que pude ocultar en el trabajo, con un coqueto pañuelo que poco tenía que ver con el clima primaveral de esos días, pero nada pude hacer ante mi esposo, Jorge tenía muchos defectos, pero no era tonto, discutimos, pidió explicaciones que yo no podía darle, una cosa llevó a otra y afloró toda la mierda de años insípidos de matrimonio, le dije que necesitaba tiempo, que era mejor estar a solas, si francamente no funcionábamos como pareja…
Y Claudio se transformaría en eje de mi vida, y para él, poco a poco me fui convirtiendo en su juguete, en su fetiche, y a mí me encantó jugar su juego…
Una semana después de esa cogida, me llamó a la oficina para aclarar algunas cosas, en verdad estaba apenado y quería disculparse por las marcas que me había dejado y no solo eso, también se sentía culpable del repentino distanciamiento de mi esposo, por lo que le aclaré varias cosas, por ejemplo que me había encantado todo lo que me había hecho, como lo había hecho y que yo quería seguir jugando si el estaba de acuerdo, además, mi historia con Jorge estaba en un camino sin retorno, un laberinto tedioso al que no le encontraba salida y ya empezaba a asfixiarme.
Solo le pedí que fuera el, que no cambiara por mí, yo sabría jugar mi juego.
Luego de escuchar mis palabras, noté que el se sacaba un peso de encima, un alivio, solo me molestaba esa manía de jugar con su alianza de matrimonio, algo que lo hacía en forma inconsciente, pero a mi me recordaba a su esposa, y no me gustaba sentirme al medio de su relación…
Ya lejos de las preguntas de mi esposo, sin tener que dar explicaciones de mi vida a nadie, y visto que tan bien me había ido con esa falda corta con mi jefe, empecé a usarla mas seguido, dejé un poco de lado los pantalones y además, estaba sola, me veía bonita, me sentía bonita, y mi vida floreció como una primavera, Claudio tenía pleno conocimiento de todo lo que pasaba por mi cuerpo, cada tanto teníamos charlas tontas, café de por medio, esas cosas de oficina, como está tu vida? cómo está mi vida? ya saben, el hablaba de su mujer, yo hablaba de mis padres, porque había vuelto a mi casa paterna, Jorge pronto se transformó en recuerdo, apenas si nos cruzábamos en tribunales cada tanto para separar lo poco material que teníamos en común.
Una mañana Claudio me llamó a su oficina, eran cosas de trabajo, el me preguntó algo, pero luego de mirarme exhaustivamente me pidió que cerrara la puerta con llave, y luego las cortinas, como días atrás, imagine una nueva y exquisita jornada como la que había vivido, pero volvería a sorprenderme…
Estaba sentado como de costumbre, en su silla de oficina, en su escritorio, trabajando en su notebook, se quedó mirándome, como pensando los pasos que daría, me hizo ir a su lado, cerró su equipo y lo dejó a un lado, me hizo sentar ahí, poner las nalgas donde estaba su notebook, fue muy sexi, levantó un poco mis piernas que caían hasta el piso y apoyó mis pies su silla, uno a cada lado de sus piernas, mi sexo quedó a la altura de su rostro, era todo muy sugerente y la situación me inundaba en jugos, empezó a jugar con sus manos lentamente en mis muslos desnudos, de esa forma que parece detener el tiempo, yo trataba de cerrar mis piernas, pero sus caricias pausadas eran cada vez mas profundad, cada vez mas sensuales, cada vez se mas cerca de mi conchita, pero solo cerca, casi podía sentir rozar sus dedos en mi clítoris, pero eran solo juegos, porque Claudio era excelente jugador…
Con un poco de trabajo de su parte, y un poco de ayuda de la mía levantó la corta minifalda y enganchando los elásticos de mi tanga solo denudó mi intimidad, me dio un poco de pudor, estaba tan caliente que pude olfatear mi profundo olor a conchita, hubiera jurado que mi jefe me daría sexo oral, me preparé a disfrutarlo, pero él era imprevisible…
Se inclinó hacia un lado, abrió uno de los cajones y sacó crema y máquina de afeitar y una vasija con agua, evidentemente esto no era improvisación, el calculaba todo, paso a paso. Aplicó la crema, sentí que era mentolada y me produjo un frescor excitante en mi clítoris, me sentía hervir, luego pacientemente y me rasuró por completo, me enjuago y me dejó como una beba, entonces me dijo
- Me gustan bien depiladas, quiero que mi gatita empiece a depilarse para mi… si?
Yo sonreí, si mi jefe quería eso, pues yo le daría eso…
Solo estaba toda abierta como una flor, esperando excitada que el pasara su lengua por ahí, pero no, abrió otro cajón y sacó un sobre cerrado me miró fijamente y me dijo
- Toma, se lo llevas a Julio, es algo personal que él me había pedido, dile que lo revise, y si tiene algún comentario, vienes y me dices…
- Qué? – dije con cara de ‘que le pasa a este hombre’
- Lo que oíste, quiero que vayas, le entregues el sobre a Julio, esperes su respuesta y vuelvas a mi, es tan difícil? te lo repito?
Estaba totalmente desconcertada, no sabía si era una orden, si era parte del juego, si yo lo había arruinado o que diablos pasaba, de la ebullición que afloraba en mi sexo pasé a un hielo absoluto, me aparté molesta intenté alcanzar mi tanga, pero el me ganó y dijo negando con su dedo índice
- No, no… sin ropa interior, vas así, como estás…
- Estás loco de remate Claudio, no pienso ir así…
- Vas a ir así porque sos mi puta, y mi puta va a hacer lo que yo quiera cuando yo quiera…
Era todo una mierda, imaginen la situación, bajé las escaleras con tacos altos, pollera a media pierna y sin ropa interior, entre mugres de autos abollados, ruido, golpes y olores pestilentes, me sentía como una princesa perdida en un lodazal, Julio era uno de los trabajadores del taller, un chico veinteañero que hacía poco había ingresado, aún estaba poniendo en orden todos sus papeleos legales, así que supuse que en el sobre habría algo de eso, empecé a buscarlo pero no podía hallarlo, en eso Carlos, el encargado se cruzó en mi camino y le pregunté si sabía donde estaba, me miró extrañado, me dijo
- Es raro, hoy temprano lo agarró el jefe y lo mandó a arreglar aquel coche, nadie quería tomarlo, debe estar encadenado a la fosa…
Estiré el cuello tratando de ver, para Carlos era fácil, con dos metros para el todo era fácil, pero yo… pobre de mí…
Me dirigí donde me había indicado, efectivamente pude ver los rulos de Julio en la fosa abajo el coche, al llegar le dije
- Julio, puedes salir un momento? Traigo un sobre para vos… directo del jefe.
- Lo siento Ana – respondió en tono angustiado – pero el señor Jorge me dijo hoy temprano que no saliera de acá abajo hasta tener el coche terminado, y que, si el me veía afuera del hoyo, pues, podría empezar a buscar otro empleo…
Pero qué diablos, el chico parecía un animal asustado, acorralado, y Claudio podía ser cualquier cosa, menos un déspota…
- No te preocupes – dije – yo te lo alcanzo…
Situación embarazosa si las había, tuve que casi arrodillarme para pasarle el sobre entre el espacio del piso del coche y el suelo, haciendo equilibrio en mis tacos, tratando que mi corta falda no se subiera mas aun y para colmo, no tenía ropa interior…
Julio tomó el sobre, lo abrió, sacó una nota y empezó a reír de una forma muy discreta, como esos niños que no pueden ocultar una travesura a sus padres
- Cual es la gracia? – pregunté –
Pero el mocoso no respondía, me puse nerviosa, volví a preguntar, pero no había respuesta, estiré la mano y le arranqué el papel, fue cuando leí lo escrito a mano por Claudio
‘Hoy es tu día de suerte, si te fijas, Ana no tiene ropa interior’
Ahhh!!!! me morí de vergüenza, sentí incendiarme, maldije, todo era solo un estúpido juego, acaso le parecía divertido?
Me levanté enfurecida, como pocas veces, miré al ventanal del primer piso y la imagen de mi jefe se dibujaba a la perfección, parado contra el mismo, seguramente riéndose de la situación por la que estaba pasando, como leona herida fui directo a increparlo, subí corriendo la escalera, me metí en la oficina dando un portazo tras mis pasos, Claudio estaba con una estúpida sonrisa que se dibujaba en su rostro, disfrutando su estúpido plan que había salido a la perfección, seguro en su mente al imaginaba a su joven empleado espiando mi sexo desnudo y como yo trataba infructuosamente de impedirlo.
Me dirigí a su encuentro, solo quería romperle la cara, le tiré una cachetada al aire, pero la fuerza masculina de su mano detuvo el avance de mi brazo
- No te excita ser mi puta? creí que las reglas estaban claras… - preguntó en un tono seductor, clavándome esos ojazos verdes.
- Soltame, soltame Claudio, sos un estú…
No me dejó terminar, sabía a la perfección que con solo forzarme un poco vencería toda resistencia de mi parte, me besó profundo, tan profundo como para sentir detener el mundo en ese instante, trataba en vano de resistirme, pero como hacerlo, mis ojos se llenaban con ese traje gris que lucía, me cegaba con su mirada, me embriagaba con su perfume, cada segundo, cada segundo que pasaba era un segundo que el ganaba, el solo ganaba tiempo para tomar el control de la situación, para aplacar mi furia, para hacerme estremecer.
Dobló mi brazo con fuerza por detrás de mi espalda, ese mismo brazo que había intentado golpearlo, me hizo recular paso a paso, otra vez contra su escritorio, besándome, soltando uno a uno los botones de mi camisa, entrometiendo indiscretamente sus dedos pecaminosos bajo ella, incluso jugando en mis pechos al borde del sostén, como esa línea del contorno separara el cielo del infierno, y mis pezones hervían ocultos en ese infierno, esperando que el avanzara, pero el maldito no lo hacía…
Cómo resistirme a ese hombre? era un tornado que arrasaba con todo a su paso, no podía resistirme, solo dejaba que me arrastrara, solo quería morir en sus brazos…
Otra vez estaba sentada sobre su escritorio, con la pollera a la altura de mi cintura, con mi camisa abierta y mis pechos fuera del corpiño, con sus labios en mi cuello y sus manos en mis cabellos, depilada por sus manos, mojada por su culpa.
Solo cerré mis ojos y me dejé poseer, como una daga caliente su hombría doblegó mi sexo, hermosa, completa, toda dentro de mi ser, llevé mis dedos a mi clítoris y empecé a refregarlo con violencia, mientras un placer indescriptible brotaba desde lo más profundo de mi ser.
Y lo sentí llegar, y me sentí llegar, aceleró el ritmo, se contrajo, incliné mi cabeza hacia atrás, me aferré a su espalda, mi clítoris explotó en un mar de placer, mientras mi cueva era bañada por su blanco mar...
Él se retiró un poco de mi lado, recuperando su postura guardó su pene en su sitio, pero yo me quedé sentada, una lágrima loca rodó por mi mejilla, fue inconsciente, nunca había llegado al mismo tiempo que un hombre, ambos haciendo el amor, siempre pensé que eso esas eran cosas de películas…
Recobré la cordura, Claudio me ayudó a salir del escritorio, sentí su semen caliente chorrear entre mis piernas, fue sexi, era como sentir a mi hombre aun en mi interior, y fue cuando todo cambió, como viento en tormenta, mi jefe de casualidad se asomó por el ventanal para confirmar que todo estuviera en orden, y se espantó al ver a su esposa ingresando por el portón principal…
Él se desesperó, si yo estaba semidesnuda, desprolija, impresentable, acomodé mis pechos, torpemente traté de ajustar los botones de mi camisa, mientras Claudio casi a empujones me sacaba de su oficina, casi sin hablar, tirando desodorante de ambiente para limpiar sus pecados.
Me senté en el escritorio, recogiendo nuevamente mis cabellos en el acostumbrado rodete, acomodando las cosas sobre mi escritorio y poniéndome perfume como de costumbre, solo había un detalle, mi tanga, mi tanga había quedado del otro lado de la frontera…
Pero no había tiempo para más, Valeria, su esposa había llegado a mi lado, secundada por Carlos el encargado. Ella apenas me saludó, era obvio que no le simpatizaba en absoluto y pasó de una a la oficina de Claudio meneando de lado a lado su envidiable culo, pasando por alto todos los protocolos, se suponía que yo debía anunciarla, pero ella claramente hacía valer su lugar…
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