Desde que comencé la secundaria estudié violoncelo en el Conservatorio Felix Garzón, luego de cinco años había logrado destacarme por lo que mi profe del conser le recomendó a mis padres que tomara clases particulares con un profesor, cosa que nos pareció bien a mí y a ellos.
El primer encuentro con el profesor, al que concurrí acompañada de mis padres, fue algo desconcertante... era ruso y hablaba mal el español con un acento muy duro y cortante, su gesto era adusto, con unos ojos grises que parecían fríos, era flaco y alto con unas mano desproporcionadas por su tamaño. Hizo una pequeña demostración y su ejecución era excelente, luego me pidió que tocara el cello he hice lo mejor que pude. Coordinamos una clase semanal, comenzaría la semana siguiente.
Al llegar el día, llegué puntual y estaba algo ansiosa. Me pidió que me sentara frente al atril, que tenía unas partituras con escalas, y tocara. Me dejó tocar algunas escalas mientras caminaba a mi alrededor observándome, cosa que hacía que me pusiera más tensa y nerviosa, me detuvo.
-Mala posición- dijo mientras subía un poco el puntal del cello para levantarlo un poco -vos alta, cello más arriba- yo quité las manos del cello y este se ladeó un poco hacia la izquierda. -más error. Cello se sostiene con las piernas, no manos- dijo con su acento cortante mientras puso sus enormes manos por encima de mis rodillas y acomodó el cello entre mis piernas. Yo no esperaba ese acercamiento y me puse roja como tomate, bajé la cabeza dejando que mi pelo caiga sobre mi rostro para ocultarme un poco. Él estaba en cuclillas frente a mí aun con sus manos en mis piernas, no sé si sonrió o me lo imaginé solo escuché -relax... mal postura se corrige desde el principio sino crea vicio, toca las escalas de nuevo- Yo obedecí con la vista clavada en las partituras, pero podía sentir aún el calor de la vergüenza en mi cara.
La clase continuó hasta que a mi teléfono llegó un mensaje, era mi padre avisando que ya me esperaba afuera. Comencé a guardar mi cello. - Niet. ¿Qué haces?- preguntó con su tono duro de siempre -clase termina cuando yo digo. Entendido?- No sabía que decir otra vez estaba entre nerviosa y confundida, apenas respondí -Sí profesor, no volverá a pasar- La mirada gris de Priot (así se llama el profesor) estaba clavada en mí -Mi clase, mis reglas. Música es 20 por ciento talento y 80 por ciento disciplina... y disciplina es lo que te falta. Trabajaremos en eso, ya?- Yo asentí y terminé de acomodar mis cosas. Al salir, en mi cabeza todo era confusión, no sabía si llorar o sonreír. Respiré profundo intentando calmarme, no quería que mi padre mi viera de esa manera, ya que no me dejaría seguir con las clases así que puse mi mejor cara de "todo está bien", como tantas veces en mi vida y volví a casa.
Luego todo fue normal hasta que una noche tuve un sueño por demás vívido, de esos que se recuerdan al despertar. En el sueño estaba en un bosque nevado, hacía un frío cortante y sólo vestía un camisolín negro, sin mangas y que apenas me cubría hasta la parte superior de mis muslos, corría por entre los árboles nevados del bosque pidiendo ayuda, mis huellas en la nieve desaparecían apenas quitaba mi pie del suelo. Entre el follaje diviso a un gran lobo observándome con una mirada gris y helada como la nieve, mostró sus dientes, gruñó y comenzó a avanzar hacia mí. Yo grité y desperté en mi cama empapada en sudor.
CONTINUARÁ...
El primer encuentro con el profesor, al que concurrí acompañada de mis padres, fue algo desconcertante... era ruso y hablaba mal el español con un acento muy duro y cortante, su gesto era adusto, con unos ojos grises que parecían fríos, era flaco y alto con unas mano desproporcionadas por su tamaño. Hizo una pequeña demostración y su ejecución era excelente, luego me pidió que tocara el cello he hice lo mejor que pude. Coordinamos una clase semanal, comenzaría la semana siguiente.
Al llegar el día, llegué puntual y estaba algo ansiosa. Me pidió que me sentara frente al atril, que tenía unas partituras con escalas, y tocara. Me dejó tocar algunas escalas mientras caminaba a mi alrededor observándome, cosa que hacía que me pusiera más tensa y nerviosa, me detuvo.
-Mala posición- dijo mientras subía un poco el puntal del cello para levantarlo un poco -vos alta, cello más arriba- yo quité las manos del cello y este se ladeó un poco hacia la izquierda. -más error. Cello se sostiene con las piernas, no manos- dijo con su acento cortante mientras puso sus enormes manos por encima de mis rodillas y acomodó el cello entre mis piernas. Yo no esperaba ese acercamiento y me puse roja como tomate, bajé la cabeza dejando que mi pelo caiga sobre mi rostro para ocultarme un poco. Él estaba en cuclillas frente a mí aun con sus manos en mis piernas, no sé si sonrió o me lo imaginé solo escuché -relax... mal postura se corrige desde el principio sino crea vicio, toca las escalas de nuevo- Yo obedecí con la vista clavada en las partituras, pero podía sentir aún el calor de la vergüenza en mi cara.
La clase continuó hasta que a mi teléfono llegó un mensaje, era mi padre avisando que ya me esperaba afuera. Comencé a guardar mi cello. - Niet. ¿Qué haces?- preguntó con su tono duro de siempre -clase termina cuando yo digo. Entendido?- No sabía que decir otra vez estaba entre nerviosa y confundida, apenas respondí -Sí profesor, no volverá a pasar- La mirada gris de Priot (así se llama el profesor) estaba clavada en mí -Mi clase, mis reglas. Música es 20 por ciento talento y 80 por ciento disciplina... y disciplina es lo que te falta. Trabajaremos en eso, ya?- Yo asentí y terminé de acomodar mis cosas. Al salir, en mi cabeza todo era confusión, no sabía si llorar o sonreír. Respiré profundo intentando calmarme, no quería que mi padre mi viera de esa manera, ya que no me dejaría seguir con las clases así que puse mi mejor cara de "todo está bien", como tantas veces en mi vida y volví a casa.
Luego todo fue normal hasta que una noche tuve un sueño por demás vívido, de esos que se recuerdan al despertar. En el sueño estaba en un bosque nevado, hacía un frío cortante y sólo vestía un camisolín negro, sin mangas y que apenas me cubría hasta la parte superior de mis muslos, corría por entre los árboles nevados del bosque pidiendo ayuda, mis huellas en la nieve desaparecían apenas quitaba mi pie del suelo. Entre el follaje diviso a un gran lobo observándome con una mirada gris y helada como la nieve, mostró sus dientes, gruñó y comenzó a avanzar hacia mí. Yo grité y desperté en mi cama empapada en sudor.
CONTINUARÁ...
4 comentarios - Música y disciplina I