Me sentía sucia, después de casi dos horas de sexo salvaje.
Entré a la ducha y, enseguida, el agua tibia me relajó bastante.
Mi piel se enfrió y todo mi cuerpo dejó de temblar.
Mi mente seguía en esa cama, en esas manos fuertes que sostenían mis caderas mientras esa verga rígida me embestía sin piedad; en el sonido de nuestros cuerpos chocando al ritmo desenfrenado de la locura; en su sudor cayendo sobre mi espalda, mientras las sábanas se manchaban con mis fluidos de calentura y él empujaba mientras se reía a carcajadas.
Ahora estaba relajada, con los ojos cerrados, sintiendo el agua tibia deslizándose sobre mi piel.
Otra vez esas manos atenazaron mi cintura desde atrás.
Pude sentir esa rigidez urgente entre mis glúteos.
Su mano empujó mi cabeza hacia abajo con suavidad, mientras la otra acariciaba mi poderosa raja.
Entonces lo sentí. Otra vez, potente, bien tieso, casi con furia
Entré a la ducha y, enseguida, el agua tibia me relajó bastante.
Mi piel se enfrió y todo mi cuerpo dejó de temblar.
Mi mente seguía en esa cama, en esas manos fuertes que sostenían mis caderas mientras esa verga rígida me embestía sin piedad; en el sonido de nuestros cuerpos chocando al ritmo desenfrenado de la locura; en su sudor cayendo sobre mi espalda, mientras las sábanas se manchaban con mis fluidos de calentura y él empujaba mientras se reía a carcajadas.
Ahora estaba relajada, con los ojos cerrados, sintiendo el agua tibia deslizándose sobre mi piel.
Otra vez esas manos atenazaron mi cintura desde atrás.
Pude sentir esa rigidez urgente entre mis glúteos.
Su mano empujó mi cabeza hacia abajo con suavidad, mientras la otra acariciaba mi poderosa raja.
Entonces lo sentí. Otra vez, potente, bien tieso, casi con furia
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