80. Pecados incestuosos
Mi nombre es Sofía, tengo 48 años, soy psicóloga; estoy casada y tengo 2 hermosos hijos. Hace unos días, mientras realizaba un informe de un paciente, me llegó un correo un poco increíble para mí, con un asunto un poco inusual que decía: “No me juzgues”. Abrí él correo al instante, y para mí sorpresa contenía la foto de mi vecina, con la cuál mantenía poca interacción, por no decir nula. Seguido de su foto había un texto, en dónde me felicitaba por mis relatos, y confesaba, lo mucho que le excitaban. En realidad sí escribo sobre erotismo pero lo hago con un pseudónimo. ¿Cómo supo que era yo? Tal vez nunca lo sepa o simplemente escribió para saludar y hacer una referencia a lo que le gustaba; pero mi mayor sorpresa llegó cuando me dijo que me quería relatar su historia. Me pedía discreción. Rápidamente cerré la puerta de mi oficina con llave, traté de ponerme cómoda mientras mi respiración se agitaba, con mucho calor invadiendo mi cuerpo. Me senté con las piernas abiertas y un mano jugando en mis senos y comencé a leer.
Jueves 21 de Mayo de 2020, 02:17 PM Maribel S. Escribió: <mabel020579@gmail.com>
Mi nombre es Maribel, tengo 43 años, soy bajita, como 1, 64 cm. Tengo cabello rubio oscuro y rizado, soy delgada, tetas medianas, un gran y hermoso culo, según me han dicho; soy directora de una escuela. Estoy divorciada desde hace 10 años, y tengo un hijo muy bien educado y guapetón de 21 años; su nombre es Diego. Después de mi divorcio, comencé a salir con otras personas, qué siempre terminaron siendo unos cretinos, incluso en algún momento consideré ser lesbiana, pero luego me di cuenta de lo mucho que me gustaba la verga, así que jugar con otras chicas no se volvió un "deporte profesional" para mí. Así fue cómo empecé a ver pornografía para sacarme la tensión de mis días malos, hasta que un día cambié el rumbo sin darme cuenta; comencé a leer relatos eróticos, especialmente de incesto. Lo que sirvió como un detonante para comenzar a ver a Diego como un macho fértil, pero siempre se quedó en algo controlable. Debido a mi trabajo, el gimnasio, la universidad y la natación de mi hijo, era raro coincidir en casa, así que yo comencé a aprovechar el tiempo que tenía para mí sola; comencé a comprar plátanos y pepinos en el supermercado, y cuando lo necesitaba, fantaseaba con mi hijo; esa fue la rutina durante varios meses.
Cómo saben toda está situación mundial se agravó, en nuestro país cerraron universidades, gimnasios, escuelas y demás por la llegada del virus. Por primera vez en mucho tiempo, Diego y yo volvimos a coincidir muchas horas en casa, lo cuál me agradaba, pero a la vez me incomodaba algunas veces, debido a mis pulsiones que reprimía durante todo el día. Una mañana, recuerdo que yo estaba semidesnuda, con una tanga, un diminuto brasier y una bata entre abierta, en una pose expuesta, cambiando el agua del perro y mi hijo entró a la cocina, dónde no dudó en saludarme con una palmada en mi culo; situación que me excitó de inmediato y me sorprendió de sobremanera, tanto fue así, que dejé caer el agua al piso y pegué un brincó de forma automática. El pobre de Diego se disculpó medio segundo después, mientras cambiaba de color, pues era la primera vez que me manoseaba en toda la vida. Mi hijo trató de explicar la situación, de inmediato, lo ví a los ojos, y traté de tranquilizarlo, al mismo tiempo que notaba su enorme erección debajo de su pijama, así que sin decir nada lo calme dándole un pequeño beso en los labios como en agradecimiento, a lo que él le sorprendió. Cómo mujer entendía que el confinamiento estaba haciendo estragos en todos nosotros y necesitábamos aplacar muestra energía sexual como fuera posible, pero a la vez me sentía insegura de querer hacerlo.
Acto seguido, subí a darme una ducha un poco confundida; comencé a acariciar mi clítoris, mientras sentía caer el agua sobre mi desnudo cuerpo. Pronto saqué fuerza de algún lado y me detuve por completo, algo en mí decía que debía guardar energía. Cuando salí, me coloqué un pantalón blanco ajustado dónde sobresalían mi grandes nalgas, y una tanga negra de encajé que se dejaba ver por debajo de mi pantalón. Me coloqué un sostén muy ajustado y una blusa escotada dónde se notaban gran parte de mis senos pecosos. No tardé en hacer el desayuno, mientras que Diego observaba cómo mi tanga se traslucía entre el pantalón; nos sentamos para desayunar y charlar, traté de buscar un tema de conversación como lo hacíamos antes; trataba de actuar normal, aunque por dentro me devoraba el pensamiento de sentir sus manos tocar mi cuerpo. Cuando terminamos de desayunar, Diego recogió todo lo que habíamos utilizado, lo llevo al lavaplatos; me quedé lejos de él contemplando su cuerpo atlético; mi libido se despertó y comencé a sentir mi humedad, y sin dudar me acerqué a mi hijo y lo abracé por detrás de forma tierna, aunque mi vagina ya palpitaba con gran tensión. Diego colocó sus manos sobre las mías, y estiró su cuello cómo queriendo darme un beso, yo aflojé mis brazos para permitir que volteara, Diego me abrazó de frente y de inmediato sentí su pene erecto arriba de mi ombligo (porque es más alto que yo). Sabía que era la más sucias de mis fantasías pero ya estaba a punto de suceder. Lo ví a los ojos, su respiración se agudizó y mi piel se erizó, Nuestras bocas temblaron y nuestros labios se juntaron, mis ojos se cerraron y disfruté del aliento de mi hijo, mientras olvidaba que era el niño que había procreado, ahora era un hombre en toda la extensión de la palabra y yo una mujer deseosa. Su lengua se entrelazaba con la mía, mientras sus manos apretaban mis nalgas y desabrochaba mi pantalón.
Rápidamente, me empujó hacía el fregadero, en ese momento su instinto de macho estaba aflorando, respiraba agitado y se notaba que la lujuria había tocado un sensible botón en su virilidad. Me dió vueltas haciendo que mis manos queden prendadas en el fregadero. Se colocó tras de mí y bajó mi pantalón y mis bragas muy rápido, mi culo estaba a su disposición, me dio varias nalgadas que me dejaron ardiendo, eso me excitó muchísimo. Me tomó del cuello dejándome sentir como su miembro se ponía duro en mi culo, al mismo tiempo con una de sus manos juega en mi vagina y con la otra desabrochó mi sostén. Mis fluidos eran evidentes; mi sexo estaba dispuesto a ser invadido por aquel delicioso bulto que se restregaba en mis nalgas; no sabía si pedirle que me la metiera de una vez o seguir disfrutando de ese juego previo. Estaba un poco incómoda por la posición. Quería mirarlo de frente para recordar la expresión en sus ojos de cogerse a su madre por primera vez, también quería tenerlo de frente para desnudarlo. Con gran esfuerzo me logré separar y con descaro le desabroché el pantalón y bajé el bóxer; volví a tener frente a mis ojos esa verga, que por años dejé de ver y que ahora desconocía, por su tamaño y grosor. Me arrodillé frente a ella, tomándola de la base y apretando con fuerza, pasé mi lengua por el meato y después por su glande. Diego se estremecía de placer, pequeños gemidos salían de sus labios. Después con unas locas ganas la llevé a mi boca, recorriendo todos los rincones de mi garganta con su rica verga; de reojo veía a mi hijo disfrutar de su madre, mientras Diego me jalaba el cabello. Me detuve, solo por el placer de pedirme más y que siguiera con mi faena de una profesional chupa vergas. Lo llevé al sofá de la sala. El no tardó en terminar de quitarse la ropa, se recostó en el sofá, literalmente me tumbé sobre él con las piernas abiertas, colocando mi vagina mojada en su cara y dejando que disfrutará los fluidos de la caliente de su madre.
Su lengua recorría todo mi sexo de forma muy amplia, y mi clítoris estaba muy hinchado por el placer, mi cuerpo se tensaba, mis manos comenzaron a apretar el borde del sofá pero no sacaba la verga de mi boca, al mismo tiempo restregaba mi vagina en su cara. ¿Hace cuánto tiempo no expremientaba esto? ¡Qué delicioso orgasmo! Mis fluidos se derramaron y toda la tensión deliciosa se apoderó de mi cuerpo quedando tembloroso y desplomado. Era consiente de que tal vez estaba cometiendo la locura más grande de mi vida, pero también la más hermosa y satisfactoria que existe. Pronto nos levantamos, y de inmediato nos entendimos, Diego se sentó en el sofá y yo me puse de cuclillas sobre él, con mis manos conduje su miembro a la entrada de mi vagina, lentamente me deslicé varias veces. Sentir como se abría paso en mi interior era un maldito deleite, se apoderaba de cada espacio hasta sentir que ya estaba toda adentro. Me meneaba despacio sobre su miembro, luego con mucho ímpetu dejé caer mi cuerpo entero; mis ojos se entreabrieron al momento que me iba sentando sobre su verga, y mis gemidos se tomaban cada vez más intensos, terminé pegada al rostro de mi hijo, mientras su verga se deslizaba hasta lo más profundo de mi ser. Sin permitirle a mi cuerpo relajación comencé a moverme de arriba a abajo sobre la verga de Diego, mientras se regocijaba en el sucio placer de hacerme su mujer. Nuestros cuerpos sudados se pegaban y Diego comenzó a saborear mis tetas con su lengua a lo que no tardé en acercar con mis manos, cómo si lo estuviera amamantado de nuevo. ¡Oh mierda! ¡Qué rico se sentía! Él sabía cómo darme placer y yo sabía corresponder a ese exquisito macho.
Después de unos minutos, me levanté, mientras Diego se levantaba para cambiar de posición, hizo el típico movimiento con su mano para masturbarse, como para no perder erección. Yo me coloqué en el sofá a cuatro patas con mi culo levantado y muy mojada; dejé a su elección mis orificios, pero creo que aún es muy joven y sin pensarlo, muy tiernamente se inclinó por mi vagina, separé un poco más mis piernas y dejé todo mi cuerpo hacía adelante, Diego no tardó en nalguearme, acción que me puso como cerda nuevamente. Metió la verga en mi vagina y cuando menos lo esperé entro completa pero con mucha ternura, sus embestidas se fueron acelerando el ritmo haciendo que mis tetas se movieran rozando el sofá. Mi vagina cada vez derramaba más fluidos y los testículos de mi hijo chocaban en mis nalgas, lo que provocaba en mi el sentimiento de una verdadera perra cogiendo con un verdadero macho sediento de lujuria. Pronto el sonido era hueco por mis fluidos, Diego tiraba mi pelo, mi cuerpo se comenzó a inundar de éxtasis, la tensión en mi vagina me hacía lubricar y poco a poco mis gemidos se fueron acrecentando, la electricidad más placentera se apoderó de mi cuerpo y mis ojos se perdieron en la realidad, al sentir la descarga de esperma de mi hijo llenando mi vagina y prolongando mi orgasmo, al sentir los borbotones de semen caliente de mi exquisito hijo.
El cuerpo de Diego cayó sobre mi espalda; aún podía sentir la verga de mi hijo palpitar dentro de mí; segundos después me desplomé sobre el sofá y nos volvimos a besar. El incesto estaba consumado y juramos que sería nuestro secreto. Desde ese día no he parado de coger con mi hijo. Dicen que el amor de una madre es el verdadero, y yo lo he comprobado al entregárselo a mi hijo, aunque pará muchos sea una aberración para mí es una relación de pureza.
Dicho esto, Maribel me confesó que sabía muy bien quien era yo, por eso tuvo la confianza de escribir para contarme lo que ha vivido con su hijo y me pidió que guardará muy bien su secreto. No les voy negar que me masturbé leyendo cada línea, tampoco negaré que es una excitante experiencia y que el orgasmo que tuve fue demasiado intenso. Después de recuperar el aliento, con mis dedos húmedos por el placer vivido decidí responder su mensaje y pedirle autorización para publicarlo, obviamente cambiando los detalles de su privacidad y la de su hijo, así como el correo electrónico. No hubo objeción de su parte y me agradeció por guardar su privacidad, así como ella guardaría la identidad de quién está detrás de estas líneas.
Pasada la calentura de la lectura me dediqué a terminar el informe para mi trabajo pero no podía evitar imaginar los detalles de la lectura. Estaba tan caliente que dejé el informe a medio terminar y me fuí a casa. Necesitaba que mi marido me cogiera para desahogarme y quedar más tranquila para concentrarme en mi trabajo. Había olvidado que tenía un viaje a un congreso y que no estaría por lo menos dos días fuera. ¿Como quitarme las ganas? Me di una ducha y me quedé tendida sobre la cama desnuda, aún deseosa. Mis hijos tampoco estaban porque andaban uno con su novia y el otro en una salida con compañeros de la universidad, tenía al menos unas horas para portarme como una putita y quitarme las ganas. Aprovechando la soledad comencé a recorrer mi cuerpo despacio, sentía como si mis manos me quemarán, me estremecía por completo en cada roce. Casi de manera instantánea mi vagina se mojó y destilaban mis fluidos. Separé mis labios vaginales y busqué mi clítoris para darme placer, estaba hinchado, palpitante, deseoso de sentir la lengua de mi hombre pero debía conformarse con mis dedos. Ya estaba gimiendo como loca perdida en el éxtasis, mis dedos se deslizaban al interior de mi vagina. Me penetraba rápido ahogada entre gemidos, el orgasmo no tardó en llegar y mi vagina palpitaba con fuerza, el ritmo de mi corazón estaba acelerado por el placer mientras mi mente daba vueltas en la escena descrita por la zorra de mi vecina. Cerré mis ojos y sin darme cuenta me dormí por un largo tiempo.
Al cabo de unas horas, me desperté porque sentí que la puerta se abrió, era uno de mis hijos que había llegado. Jonathan había vuelto de dejar a su novia. "¡Mamá, ya estoy de vuelta! Me voy a dar una ducha para luego dormír" –me gritó desde el pasillo. "Está bien hijo. Descansa" –le respondí. Mi respiración se agitó y mi sexo se mojó una vez más. ¿Qué mierda? Nunca me había pasado eso al escuchar la voz de mis hijos. Otra vez mi mente me llevó al momento en que mi vecina era cogida por su hijo y pensé por un instante en entrar al baño y verlo en la ducha pero la cordura pudo más y me quedé en la cama. Mis pezones estaban erectos y mi entrepierna mojada. ¿Qué podía hacer? Esperé a sentir como el agua de la ducha caía y comencé a masturbarme de manera endemoniada, pero está vez imaginando la verga de mi hijo y que me cogía como la buena puta que podría ser para su deleite. No entendía por qué la calentura me llevaba a fantasear on la verga de mi hijo pero si sabía que estaba disfrutando la idea perversa que Maribel había dejado en mi mente con su relato.
Fueron minutos de intenso placer, hasta que fuí visitada por otro orgasmo, está vez provocado por la perversa fantasía que en mi mente daba vueltas de manera recurrente. Estaba exhausta pero aún con ganas de más. No niego que cuando escribo algún relato me caliento y me masturbo pero esta vez era distinto, no estaba escribiendo nada, solo me dejaba por las imágenes de mi mente. Seguía tan caliente como al principio, hace tiempo que no me sucedía y estas ansias por ser cogida se hacían más intensas, que sentía que enloquecería; pero debía mantenerme fuerte y no dejarme perturbar ni mucho menos intentar caer en ese sendero peligroso.
Él terminó de ducharse y yo seguía sin apagar esa lujuria que consumía mi interior. Pensaba si cruzar esa delgada línea del deseo y la cordura, estaba sentada en mi cama desnuda luchando con mis demonios. Ya no podía resistir más así que tomé la decisión de actuar y estaba dispuesta a afrontar lo que viniera, ya fuera el repudio de mi hijo o simplemente esperar a que aceptara el placer que estaba dispuesta a darle. Salí de mi cuarto hacía el de él solo envuelta en una diminuta bata que apenas tapaba mis muslos, entré sin golpear; Jonathan estaba con el torso desnudo y boxer puestos sentado frente al computador realizando un trabajo que tenía pendiente. "Mamá, pensé que dormías" –me dijo. "Intenté hacerlo pero no pude" –respondí. "Perdona si te desperté cuando entré pero quería que supieras que ya estaba en casa" –dijo un tanto compungido. "No te preocupes, está bien" –le dije mientras ponía mis manos en sus fuertes hombros. "No sabes mamá como necesito un masaje, estoy tan tenso por las cosas del trabajo" –me dijo entre un suspiro. "Estoy para cuidarte hijo siempre que lo necesites" –le dije con mi corazón queriendo salir del pecho, ya que la excitación que sentía me hacía humedecer más.
Deslicé mis manos con suavidad, apretando el ancho de sus hombros, sentir su piel y el olor del jabón de ducha hacía que mi mente viajara para perderse en ese escabroso dilema de lo correcto e incorrecto. No sabía que hacer, seguir o detenerme. La psicología y la sociedad dicta que ese comportamiento no es normal pero mi lujuria dice que "el fin justifica los medios". Mi fin era tener placer y Jonathan era el medio para alcanzarlo. Seguí deslizando mis manos por su espalda, los nudos se iban deshaciendo mientras él daba pequeños gemidos al sentir en recorrido que mis manos hacían. Subí despacio hasta llegar a su cuello el que masajié con suavidad y firmeza. "¡Oh, qué rico mamá!" –decía dando otro profundo suspiro. Seguía el recorrido de mis manos moviendo su cuello, ya no daba más de la calentura pero quería que se calentara tanto como yo para así tener una oportunidad real de que me cogiera. "¿Por qué no te recuestas? Así estarás más cómodo hijo" –le sugerí. Él obediente a la voz de su madre se recostó boca abajo sobre la cama. Fui tras de él y me senté sobre sus piernas para tener acceso total a su espalda, olvidé que solo me cubría mi diminuta bata. Jonathan sintió la humedad de mi sexo en sus muslos, no dijo nada, solo dejó que siguiera masajeando su espalda. Cada vez más húmeda y caliente desabroché mi bata para que sintiera el roce de mis pezones en su espalda y recorrerla con ellos. Jonathan no puso objeción, solo se dejó llevar por el momento. "¡Ay hijo!" –dije en un ahogado suspiro.
Ahí estaba, deslizando mis senos por la espalda de mi hijo y con la lujuria al límite. Me recosté sobre él y comencé a besar su cuello, él disfrutaba de ese perverso momento. El umbral de lo prohibido había sido cruzado y ya no había marcha atrás, fue cuando decidí recorrer su espalda con mis manos y quitarle el bóxer. Me deleitaba sintiendo su piel bajo mis manos, hasta que llegué a la tela que cubría su espalda baja. Me levanté un poco para despojarlo por completo de su ropa interior, en ese momento se giró y puede ver su verga erecta, grande y gruesa como la había imaginado; en ese momento me tomó y me puso encima de él dejándome a solo un par de centímetros de ese delioso miembro digo delicioso porque ya lo había probado en mi sucia imaginación esa noche y ahora estaba a punto de sentirlo dentro de mí. Hice un movimiento y entró por completo, por mi humedad se deslizó y se abrió paso, mi vagina se amoldó al instante a su verga; hice movimientos suaves y mirando sus ojos para ver en él la lujuria. Me tomó de las caderas con fuerza, sentía que sus manos me quemaban, notaba en Jonathan cierta satisfacción. ¿Será que fantaseaba con este momento? No lo sabré jamás pero sé que disfrutaba de mis movimientos. Yo gemía con placer, estaba delirando con la escena. Poco a poco fuí aumentando el ritmo de mis movimientos al punto de sentir espasmos en mi vagina. ¡Por Zeus! ¿Tan pronto ya estaba llegando al orgasmo? La verdad, importaba mucho, lo importante era el placer que estaba sintiendo. Apretaba mis tetas y mis pezones para calentarme aún más, y así regalarle a mi hijo un intenso orgasmo que se acercaba a pasos agigantados. Chupaba mis dedos y los empapaba con saliva para luego pasarlos por mis tetas. "¡Así, hijo! ¡Dame duro! ¡Cógeme cómo lo haces con tu novia!" –le decía. Él sonreía con perversión, eso me calentó aún más y me dejé abrazar por ese orgasmo que caí me hizo desplomarme por completo.
Caí sobre su pecho y él me abrazó con fuerza. "Esto aún no ha terminado putita" –me dijo. Me hizo a un lado, quedando de costado y levantó mi pierna, sin decir nada me la metió de una en mi aún palpitante vagina. Está vez el control lo tenía él, con movimientos rápidos y violentos comenzó a darme como si no hubiera un mañana; estaba fuertemente tomado de mis tetas y yo gemía por la intensidad de sus embestidas. Ya no eran gemidos los que daba, eran alaridos de agónico placer, porque su vitalidad me tenía casi al borde del colapso. "¡Eso hijito! ¡Dame más duro!" –le decía. Él obediente se movía más rápido, sentía como si mi vagina se partiría pero disfrutaba esa manera violenta de poseerme.
Se detuvo y me puso en cuatro, pareció tomarse el tiempo para decidir por dónde meter su verga. El orificio elegido fue mi culo. Sin ninguna contemplación se acomodó en la entrada y empujó con fuerza. ¡Oh Dios! "Me vas a partir el culo" –le dije después de dar un grito. A Jonathan pareció no importarle porque cada vez me la metía con más fuerza. No podía creer lo bien que mi hijo sabía cómo satisfacer a una hembra en celo y por cierto que su novia debe ser una privilegiada de ser cogida por este toro en celo. No sé cuántos minutos estuvo con esa intensidad, solo sé que ya no resistía más sus embestidas; estaba perdida en ese infierno de placer y me desplomé sobre la cama. Jonathan dió un alarido y descargó su semen en mi culo, llenándolo por completo. Sentía como el espesor de su semen quemaba mi culo, es algo que no puedo explicar pero me sentía satisfecha por lo que había sucedido. Se recostó a mi lado y apoyé mi cabeza en su pecho; al cabo de unos minutos en que pude recuperar la conciencia, besé sus labios y le agradecí por el placer brindado. Me puse la bata y me fuí a mi cuarto, me tiré sobre la cama follada y aún con semen entre mis nalgas, me sentía como una niña traviesa y dormí plácidamente al calmar los demonios de lujuria y perversión que me atormentaban.
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