Los juegos no se detenían. Cada vez fueron más y más extremos.
Llegué al lugar de la cita, pero no la encontré a ella, sino a dos chicas hermosas, que me llevaron de la mano por un corredor oscuro. Solo me dijeron que confiara, y que me dejara llevar.
Subimos una escalera caracol. Una iba delante mío, contoneando su culo firme, y la otra, apoyó mis manos en mis hombros.
Al acceder al piso superior, me metieron en un cuarto, me sentaron en sillón, no sin antes tocarme descaradamente y se fueron, cerrando tras ellas la puerta.
Yo estaba en algo que parecía ser un palco.
Prendieron las luces. Dos focos que, en definitiva, provocaban que todo estuviera super oscuro, excepto la cama de madera y allí estaba ella. La que salía conmigo, la señora que me estaba enseñando todo, vestida solo con tremendas lencerías. Estaqueada en la cama. Mientras dos señores la perforaban con dildos por todos lados.
Yo miraba, silenciosamente, como se arqueaba de placer. Cada orgasmo de su cuerpo atravesaba el mío. Pero debo confesarlo: no me molestó. Lo estafa disfrutando cuando sentí los susurros detrás mí.
Las chicas, las que me condujeron al palco, jóvenes, muy bellas. Una era morocha y la otra rubia. Las dos con muchas curvas, y culos firmes. Las dos vestidas igual: minifalda muy corta, camisa blanca con tres botones desprendidos, sin ropa interior.
-¿Te gustó lo que viste?
-Debo ser sincero. Me gustó mucho
-Te dije que era un perverso.. le brillaban los ojos
-Tenías razón, yo creí que iba a saltar de los celos, pero se la bancó bien…
-Lástima que no se acuerda de nosotras…
-Perdonenmé, chicas. Me parece que las conozco pero no se de donde. Si hubiéramos hablado alguna vez, me acordaría. Tengo muy buena memoria, y ustedes dos no son fáciles de olvidar…
-No te hagas el canchero con nosotras, que le decimos a Valeria que venga a ver lo que te vamos a hacer…
-Nosotras fuimos las que te atendimos en el restaurant, la noche que te garchaste a la Señora en el cuartito…
-¡Pero claro! ¡Cómo no me di cuenta antes! Ese lugar estaba muy oscuro
-Sentate ahí y quedate quieto. Tenemos que darte el premio por haberte portado como un verdadero hombre
-¿Como se llaman?
-No tenemos nombre.
Me sentaron en una silla y mientras la rubia me besó en la boca, profundamente, con su lengua húmeda, la morocha desabrochaba mi pantalón, y me lo dejaba hasta las rodillas. Cuando liberó mi pija del calzoncillo, las dos se rieron, burlonas. Estaba erecto, y la punta estaba mojada, de esa lechita que le sale a la punta cuando uno está muy caliente. La morocha se la metió en la boca como si fuera una golosina, mientras la rubia me acariciaba el pecho, y le reprochaba a su socia que era egoísta que ella también quería. Entonces recibió una invitación con la mirada, y las dos asistentes estaban arrodilladas, lamiendo alternadamente, haciéndome volar con las caricias de sus lenguas. Se besaban entre ellas, y también se masturbaban.
-¡Qué rica la tiene!
-¡Qué suerte tiene la Señora Valeria!
-Si. No es grande. Pero tiene rico gusto
-Y es gorda
-Se debe sentir bien en el culo
-Lástima que no podemos
Quise tocarlas. Tocar un pecho, meterles un dedo en algún lado. No me dejaron. Mientras me la chupaban, una frotaba el clítoris de la otra, y la otra hacía lo propio con su amiga. Estábamos enlazados, y yo, prisionero de sus bocas. Cuando se prodigaron un orgasmo, en el que mágicamente llegaron juntas, se besaron profundamente, con mi pija en medio de su beso. Las lenguas se frotaban, entre sí y con mi miembro. En la calentura de lo que me estaba pasando, y por lo que había visto hacía unos minutos, me dejé ir. Me vine, como dirían los cubanos. Me corro, a lo gallego. Acabé como una bestia, en la cara de las chicas, que me la siguieron chupando hasta que recuperé el ritmo habitual de la respiración. Ellas se siguieron besando, compartiendo mi leche.
-Ahora vestite, que te vamos a acompañar hasta la puerta. Tu chofer te está esperando para llevarte hasta tu casa, que mañana tenés que ir temprano a tribunales.
-Ojalá nos veamos pronto.
Llegué al lugar de la cita, pero no la encontré a ella, sino a dos chicas hermosas, que me llevaron de la mano por un corredor oscuro. Solo me dijeron que confiara, y que me dejara llevar.
Subimos una escalera caracol. Una iba delante mío, contoneando su culo firme, y la otra, apoyó mis manos en mis hombros.
Al acceder al piso superior, me metieron en un cuarto, me sentaron en sillón, no sin antes tocarme descaradamente y se fueron, cerrando tras ellas la puerta.
Yo estaba en algo que parecía ser un palco.
Prendieron las luces. Dos focos que, en definitiva, provocaban que todo estuviera super oscuro, excepto la cama de madera y allí estaba ella. La que salía conmigo, la señora que me estaba enseñando todo, vestida solo con tremendas lencerías. Estaqueada en la cama. Mientras dos señores la perforaban con dildos por todos lados.
Yo miraba, silenciosamente, como se arqueaba de placer. Cada orgasmo de su cuerpo atravesaba el mío. Pero debo confesarlo: no me molestó. Lo estafa disfrutando cuando sentí los susurros detrás mí.
Las chicas, las que me condujeron al palco, jóvenes, muy bellas. Una era morocha y la otra rubia. Las dos con muchas curvas, y culos firmes. Las dos vestidas igual: minifalda muy corta, camisa blanca con tres botones desprendidos, sin ropa interior.
-¿Te gustó lo que viste?
-Debo ser sincero. Me gustó mucho
-Te dije que era un perverso.. le brillaban los ojos
-Tenías razón, yo creí que iba a saltar de los celos, pero se la bancó bien…
-Lástima que no se acuerda de nosotras…
-Perdonenmé, chicas. Me parece que las conozco pero no se de donde. Si hubiéramos hablado alguna vez, me acordaría. Tengo muy buena memoria, y ustedes dos no son fáciles de olvidar…
-No te hagas el canchero con nosotras, que le decimos a Valeria que venga a ver lo que te vamos a hacer…
-Nosotras fuimos las que te atendimos en el restaurant, la noche que te garchaste a la Señora en el cuartito…
-¡Pero claro! ¡Cómo no me di cuenta antes! Ese lugar estaba muy oscuro
-Sentate ahí y quedate quieto. Tenemos que darte el premio por haberte portado como un verdadero hombre
-¿Como se llaman?
-No tenemos nombre.
Me sentaron en una silla y mientras la rubia me besó en la boca, profundamente, con su lengua húmeda, la morocha desabrochaba mi pantalón, y me lo dejaba hasta las rodillas. Cuando liberó mi pija del calzoncillo, las dos se rieron, burlonas. Estaba erecto, y la punta estaba mojada, de esa lechita que le sale a la punta cuando uno está muy caliente. La morocha se la metió en la boca como si fuera una golosina, mientras la rubia me acariciaba el pecho, y le reprochaba a su socia que era egoísta que ella también quería. Entonces recibió una invitación con la mirada, y las dos asistentes estaban arrodilladas, lamiendo alternadamente, haciéndome volar con las caricias de sus lenguas. Se besaban entre ellas, y también se masturbaban.
-¡Qué rica la tiene!
-¡Qué suerte tiene la Señora Valeria!
-Si. No es grande. Pero tiene rico gusto
-Y es gorda
-Se debe sentir bien en el culo
-Lástima que no podemos
Quise tocarlas. Tocar un pecho, meterles un dedo en algún lado. No me dejaron. Mientras me la chupaban, una frotaba el clítoris de la otra, y la otra hacía lo propio con su amiga. Estábamos enlazados, y yo, prisionero de sus bocas. Cuando se prodigaron un orgasmo, en el que mágicamente llegaron juntas, se besaron profundamente, con mi pija en medio de su beso. Las lenguas se frotaban, entre sí y con mi miembro. En la calentura de lo que me estaba pasando, y por lo que había visto hacía unos minutos, me dejé ir. Me vine, como dirían los cubanos. Me corro, a lo gallego. Acabé como una bestia, en la cara de las chicas, que me la siguieron chupando hasta que recuperé el ritmo habitual de la respiración. Ellas se siguieron besando, compartiendo mi leche.
-Ahora vestite, que te vamos a acompañar hasta la puerta. Tu chofer te está esperando para llevarte hasta tu casa, que mañana tenés que ir temprano a tribunales.
-Ojalá nos veamos pronto.
1 comentarios - Al final... hay recompensa!