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Capítulo 56.
Esto es Guerra.
Esto es guerra.
Sí, tengo la pija dura y estoy muy excitado. Estoy disfrutando este momento en muchos niveles. Sin embargo, no debo olvidar el verdadero motivo por el cual estoy haciendo esto: demoler las barreras de defensa de mi abuela Fernanda.
El recuerdo de mi madre llorando es lo que me mantiene enfocado. No importa lo caliente que sea la situación, ni lo linda que esté mi abuela toda desnuda y en cuatro frente a mí mientras le come el culo a Pilar. Debo mantener mi mente en el objetivo principal.
—¿Y Nahuel? ¿Te vas a quedar ahí quieto sin hacer nada? —Preguntó Fernanda.
—Eh, no… no… es solo que… te vi tan entusiasmada con Pilar que no quise interrumpirte.
—Me parece que a la abuela le gustó mucho mi culo —sé que mi hermana dijo esto más para alimentar su propia autoestima que para comprometer a la abuela, sin embargo funcionó en los dos sentidos.
—Bueno, es que… chuparle el culo a una mujer me trae algunos recuerdos que quizás debería dejar guardados.
—Pero me imagino que no solo será por los recuerdos —dije—. O sea, mirá el culazo que tiene Pilar…
—Oh, sí… sí… eso no se puede discutir —Fernanda volvió a meter la lengua en el agujero anal de Pilar—. Sé que es mi nieta y no debería decir estas cosas, pero… si la situación fuera la indicada, podría pasarme todo el día chupando un culo tan lindo como este… y esta, concha… dios… qué linda la tenés.
—Gracias, abuela… ¿le das una chupadita?
—Claro… con mucho gusto.
Fernanda se prendió a los gajos vaginales de Pilar, comenzó a chupar con fuerza. Aproveché ese momento para acercar mi verga. La dejé entre las nalgas de mi hermana y empecé a presionar su entrada trasera. No hice mucha fuerza porque era importante que la abuela colaborase en este acto. Luego de darle jugosas lamidas a la concha, dirigió su lengua a mi glande y comenzó a llenarlo de saliva. Lo tenía tan cerca del culo de Pilar que, obviamente, ella también recibió unas cuantas lamidas. Y así fue, que con la ayuda de la hábil lengua de mi abuela, fui metiendo de a poquito la verga en el culo de mi hermana. Sabía que Pilar podía tolerar un buen castigo por detrás; pero el plan… debíamos atenernos al plan.
Pude meter más o menos la mitad de mi verga en el culo de mi hermana e incluso le di unas cuantas embestidas cortitas, como para ir poniéndola a tono.
—Ay… es muy pero muy rico —dijo Pilar…
—Me imagino, esta verga en el culo debe ser una completa delicia —aseguró mi abuela—. Está mal que lo diga; pero es la verdad.
—Sí, una delicia total, aunque… uf… me está doliendo mucho… ah…
— ¿Querés que la saque? —Pregunté, con tono de preocupación.
Todo esto no era más que una escena actuada. Sabía que a Pilar no le dolía nada. Este era un punto clave en el plan, porque nos mostraría en qué punto estaban las defensas de la abuela.
—Sí, sacala… disculpá, hermanito. De verdad creí que podíamos pasarla bien un rato, pero… no se va a poder. Me duele mucho. Tenés la pija muy grande.
La saqué, mostrando lo dilatada que había quedado Pilar, y al instante Fernanda dijo:
—Nena, no te pierdas esta oportunidad por culpa de un poquito de dolor. Sí, es cierto… a veces puede doler un poco, lo digo por experiencia, a mí también me rompieron el culo. Te aseguro que el tipo que más me la metió por ahí no fue tan considerado conmigo. Él me ponía en cuatro, o contra la pared y… “Gritá puta, que sé que te gusta”. Y yo gritaba… él me daba con todo, con esa pija ancha que me volvía loca. Me dolía, y al mismo tiempo me gustaba. Yo le pedía más. Necesitaba más. Se me hacía agua la concha de una forma que no te puedo explicar. El muy desgraciado me volvió adicta al placer anal. Me da mucha vergüenza admitirlo, porque sí que considero que disfrutar por el culo es de puta. Y con mucho dolor en alma este tipo me hizo dar cuenta de que… soy muy puta, porque lo disfruté a pleno cada segundo. Por él terminé haciendo cosas que nunca me imaginé. Lo admito: dejé que sus amigos me rompieran el culo. Bah, en realidad… no es que lo haya dejado, es que yo les supliqué que, por favor, me dieran una buena cogida por el orto. Los hacía entrar en casa cuando mi marido no estaba, y me convertía en una puta que chillaba de placer cuando le llenaban el orto de pija… es una sensación maravillosa. Deberías experimentarla, Pilar. Te repito: no pierdas esta oportunidad.
—Pero… me duele…
—Y está bien que duela un poquito, es parte del disfrute. Vamos a hacer una cosa… dilatemos bien este culo y después probamos otra vez. ¿Te parece?
—Mmm… no sé… no quiero que me duela.
—Confiá en mí, nena, vas a terminar gozando como una puta. Consejo de la abuela.
—Está bien, confío en vos…
Otra pequeña batalla ganada. Fernanda estaba cayendo cada vez más adentro de nuestra trampa, y cuando se diera cuenta de nuestras intenciones, ya sería demasiado tarde.
Fernanda empezó a lamer otra vez el culo de Pilar, ahora bastante dilatado, y colaboró metiendo sus dedos llenos de lubricante.
—¿Y yo qué hago para que no se me baje? —Pregunté.
—Mmm… no sé… ¿no se te ocurre algo con lo que divertirte mientras tanto? —Meneó su culo como una perrita feliz—. Y te recuerdo que yo tuve más entrenamiento que Pilar. Podés ser un poquito más brusco…
—Ok, está bien.
Me posicioné detrás de ella, puse abundante lubricante en mi verga y comencé a frotarla por la entrada de su culo.
—Uf… al fin voy a probar esta verga como corresponde —dijo Fernanda.
Sin embargo, justo antes de iniciar la penetración, apunté hacia el agujero de su concha y allí fue donde la metí. Entró casi hasta la mitad, sin dificultades.
—Oh… yo creí que ibas a…
—Dale, abuela, que me enfrío… —reclamó Pilar.
—Está bien… está bien…
Muy a su pesar, tuvo que volver a lamer la concha de Pilar sin poder hacer más reclamos. El plan consistía en no darle exactamente lo que ella quería. Mientras respetara esta regla, podía hacer lo que quiera con ella, por eso me puse especialmente intenso con su concha. Empecé a darle duro, para que la sintiera de verdad.
—Uf… Nahuel… mi dios… qué pija más rica que tenés. Me vuelvo loca. Ahora entiendo por qué tus hermanas la quieren probar por todos los agujeros.
Me mantuve así, dándole una buena cogida durante unos largos minutos. Ella siguió con la tarea de dilatar el culo de Pilar a base de dedos y lengua, no sé si la lengua servirá mucho en estos casos; pero ella parecía muy dispuesta a lamer cada rincón de su nieta. Esta es otra de las tantas cosas que me llevan a sospechar que Fernanda también tiene fuertes fantasías lésbicas ocultas y que, por prejuicios, no se anima a disfrutarlas a pleno. A esta altura de su vida debería ser capaz de decir abiertamente: “Sí, también me gustan las mujeres y de vez en cuando me acuesto con alguna”. Pero, al igual que mi mamá, no lo hace.
Mientras le metía la pija a mi abuela comencé a elaborar la teoría de que Alicia tiene tantos prejuicios sobre el sexo lésbico porque los heredó de su madre. Probablemente Fernanda sorprendió a su hija teniendo sexo con otra mujer y le hizo un escándalo sobre eso. Y por esto es que, años después, Gisela tuvo que padecer lo mismo de su propia madre. Pero ahora le vamos a poner fin a esa herencia de prejuicios. Vamos a hacer que la abuela confiese todo, absolutamente todo.
Y para eso debemos doblegarla…
Cuando el culo de Pilar estuvo apropiadamente dilatado (según Fernanda), procedí a meterla por ahí una vez más. Como era de esperar, logramos una penetración mucho más profunda.
—Uy, sí… ahora sí se puede disfrutar… pero no lo hagas muy fuerte, hermanito.
—Dale más fuerte.
—Ay, no abuela… me va a doler.
—Confiá en mí, nena. Vas a ver que un poquito de dolor en el culo a veces viene muy bien, para disfrutar más.
—Mmm…
—Solo lo voy a hacer si vos estás de acuerdo —le dije a Pilar.
—Está bien, vamos a probar lo que dice la abuela. Dame duro.
Acá ya no había tanta actuación. Porque sabía que si le empezaba a dar duro, le dolería de verdad. Pilar no tiene tanta experiencia con el sexo anal. Me pregunté si ella estaba accediendo a hacerlo porque estaba comprometida con la causa, o porque realmente quería poner a prueba los consejos de la abuela. Quizás fuera una suma de ambas cosas.
Se posicionó mejor, levantando la cola y abriéndose la nalga con las manos. Su cabeza quedó apoyada de lado sobre el colchón, estaba toda despeinada y transpirada. Una de las mujeres más sexys que vi en mi vida, no debería acomplejarse tanto por tener un poco de sobrepeso. Incluso creo que eso le da un toque distintivo muy erótico.
Me sujeté de su cadera y empecé a aumentar el ritmo.
—Más rápido —decía mi abuela—. Dale más rápido. Y más profundo.
—Sí, dale… sin miedo —me pidió mi hermana.
—Ok… ahí voy…
Le di un par de embestidas bien duras y profundas. Pilar chilló, sé que le dolió, pero aún así me pidió que siga. Le di otras dos embestidas, estas fueron un poco más intensas que las anteriores. Los gemidos de mi hermana (que parecían gritos) llenaron la habitación.
—Seguí, seguí… —insistió.
Si ella pedía más, era porque podía tolerarlo. Esta vez adopté ese ritmo de penetraciones duras y profundas y empecé a darle una detrás de la otra, sin detenerme. Pilar tuvo que agarrar su almohada y morderla, para poder contener sus gritos.
—¿Te gusta, chiquita? ¿Te gusta? —Preguntó mi abuela—. ¿Viste qué lindo es que te rompan el orto?
Fernanda decidió que no quería quedarse mirando y nada más, por eso le pidió a su nieta que le hiciera un lugarcito, y se colocó debajo de ella.
—Espero que no tengas problemas en chupar un poco de concha —le dijo.
—No abuela, ningún problema…
—Uf… lo sabía, en esta casa son todas tortilleras.
No entiendo la necesidad de hacer ese tipo de comentarios. Estuve a punto de decirle: Vieja de mierda, a vos también te gusta comer concha!
Pero no lo hice. No quería arruinar el momento y que Fernanda estuviera tan dispuesta a participar en un trío con su nieto y una de sus nietas era clara evidencia de que ya le estábamos llevando al límite.
Así fue que Pilar y Fernanda quedaron posicionadas justo para un buen 69. Se empezaron a comer las conchas la una a la otra, mientras yo seguía taladrando el culo de mi hermana. Ocasionalmente sacaba la verga para que mi abuela pudiera darle una buena chupada.
En un momento Fernanda dijo:
—¿Por qué no cambiás un ratito de agujero? Mi culo también se merece un poco de cariño…
—No, no… quiero que siga conmigo —dijo Pilar—. Por favor, abuela… a vos te metieron un montón de pijas por el orto. Dejame disfrutar de este momento.
—Uf… está bien. Lo entiendo. Aunque… te aclaro que llevo mucho tiempo sin que alguien me dé duro por el culo… y medio que ya lo estoy extrañando.
—Yo siempre supe que eras re puta —dijo Pilar, mientras aguantaba como una campeona las duras embestidas contra su culo.
—¡Ey! ¿por qué me decís eso? ¿Cuándo tuve actitudes de puta? Em… además de ahora…
—Siempre, abuela. Te encanta vestirte de forma provocativa. Usás blusas super escotadas, pantalones muy ajustados. No salís a la calle sin ponerte cuatro toneladas de maquillaje, y te encanta que te miren. Estoy segura de que tuviste un montón de amantes a lo largo de tu vida, hombres y mujeres.
—Em… eso puede ser, aunque… últimamente me siento muy sola.
—Eso debe ser porque tenés un carácter de mierda —dijo Pilar. Me quedé anonadado. Que la más tímida de mis hermanas le estuviera haciendo frente de esa manera me llevó a entender el gran malestar que había causado la abuela en todos nosotros—. Si te quedaste sola es porque nadie te soporta.
Y antes de que Fernanda pudiera responder, le estampó la concha en toda la cara, prácticamente obligándola a que se la chupe.
Mientras tanto yo… emmm, se podría decir que colaboré para incentivar a Pilar. ¿Y de qué forma? Dándole duro por el culo, obvio.
Puse todas mis energías en esa tarea y mi hermana me demostró que, si le dolía, era perfectamente capaz de tolerarlo. Aunque con tantos vergazos, creo que ya le entra toda sin problemas. Espero que lo esté disfrutando tanto como yo. Su culo está apretado y se siente delicioso. Es mejor que hacerlo con mi mamá, porque Alicia… bueno, es obvio que ella tiene años de experiencia en el sexo anal y estoy seguro de que de vez en cuando se debe meter alguno de sus juguetitos por el culo… aunque a veces pretenda negarlo.
La que también le debe estar dando duro a los juguetes de Alicia es Fernanda… y posiblemente Ayelén también. Las dos comparten dormitorio, y si bien no creo que se masturben al mismo tiempo, noté que entre ellas hay cierto código en el que cuando una quiere estar en la pieza, la otra no molesta. Esos son los momentos que deben aprovechar para meterse todos los consoladores que encuentren. Hace poco vi un dildo parado en la mesita de luz del cuarto de mi mamá. Ni Fernanda ni Ayelén estaban ahí y encima la puerta quedó abierta, como si ya no les importara (en especial a mi abuela) que todo el mundo sepa de qué forma se divierten cuando están solas.
De por sí Fernanda se volvió mucho más descuidada… y nosotros también. En estos días fue bastante común ver a alguna de mis hermanas saliendo en tetas y en tanga de la pieza, en especial a Macarena, a quien le fascina hacer eso. La que más me sorprendió fue Gisela, salió usando solo una diminuta tanga de hilo, con todo el cuerpo sudado (dando claras señales de que había participado en un acto sexual) y luego volvió a su cuarto con una botella de agua fresca. Definitivamente estaba en modo “Celeste”, porque ni siquiera se molestó en pedirle disculpas a su abuela por estar prácticamente desnuda.
Creo que estas actitudes fueron las que llevaron a Fernanda a no ponerse tantos pantalones. A veces sale del cuarto con una remera, claramente sin corpiño (por cómo se marcan sus pezones) y una bombacha. Nada más. Ya me quedó clarísimo que no le molesta que yo la vea desnuda y probablemente debe pensar lo mismo de sus nietas o sus hijas, porque son todas mujeres.
Hasta Brenda tuvo algún pequeño paseo en tetas por la casa, y lo hizo de forma totalmente despreocupada. Algo que alteró un poco los nervios de mi abuela; sin embargo Fernanda no le dijo ni una sola palabra… no tiene moral para decir nada después de lo que presenció en el cuarto de Tefi.
De tanto darle por el culo a Pilar, ocurrió lo inevitable… llegó la hora de acabar, y en ese preciso momento le di dos golpecitos en una de sus nalgas. Esta era una señal para que se apartara lo más rápido posible. Se movió y toda la leche saltó de mi verga y fue a parar directamente a la cara de Fernanda. ¿Y qué hizo mi abuela? Me agarró la pija y la apuntó a su boca, empezó a tomar de ella como quien toma agua de una manguera. Tragó todo el semen que pudo sin ningún problema y luego usó la misma verga para esparcir todo el resto del semen en su cara. Lo hizo mientras se masturbaba frenéticamente.
Hubiera sido un momento especial para penetrarla otra vez y darle duro un buen rato, sin embargo… el plan. Esta vez la que me hizo señas fue Pilar. Ella se puso una blusa y nada más. Estaba re linda, con su concha asomando por debajo. Yo tomé mi bóxer, me lo puse con la verga aún erecta y nos encaminamos hacia la puerta.
—Hey… ¿ya se van? —Preguntó mi abuela, sin dejar de tocarse.
—Y sí —le dije—. ¿No te parece que ya hicimos demasiado?
—Ay, Nahuel… qué mal te estás portando conmigo. Mirá cómo me dejás… —señaló hacia su vagina.
—Abuela ¿acaso le estás pidiendo a tu nieto que te coja hasta dejarte satisfecha? —Preguntó Pilar—. ¿Dónde quedó eso de que está mal tener sexo entre parientes? ¿O acaso aplica solo cuando te conviene?
Fernanda se quedó muda. No supo qué decir. Salimos del dormitorio dejándola con una calentura tremenda y una confusión enorme.
Pilar estaba tan contenta con lo que habíamos logrado que se puso a dar pequeños saltitos de felicidad, haciendo rebotar mucho sus tetas.
—Uy, nena… qué linda estás… —Cristela, que justo pasaba por ahí, se quedó mirando la concha de su sobrina que asomaba por debajo de la remera—. ¿A qué se debe tanta felicidad?
—Es largo de explicar… si querés que te lo cuente todo, em… vas a tener que chuparme la concha.
—Uf… como si eso fuera una molestia. Así de mojadita como la tenés ahora, te la como todo el día.
—Nahuel ¿nos prestás tu pieza? —Preguntó Pilar.
—Sí, vayan. Creo que Brenda está en la pieza de Tefi.
— ¿Por qué no podemos usar la tuya? —Quiso saber Cristela.
—Porque ahí está tu mamá…
—¿Y qué hace mi mamá en tu cuarto? No entiendo nada.
—Te dije que era una larga historia. Vamos… te cuento todo mientras ponés esa lengua a trabajar.
Se alejaron de mí. Decidí no unirme a ellas porque estaba cansado, ya me doy por satisfecho después de lo que hice con el culo de Pilar. Además, estoy seguro que cuando se me dé la gana, voy a encontrar a alguien con quién coger. En esta casa todas parecen dispuestas a hacerlo y cada vez les importa menos que la abuela Fernanda esté deambulando por ahí.
—--------
Podrá sonar absurdo, pero estoy cansado del sexo. Bueno, quizás “cansado” no sea la palabra adecuada. Digamos que estos últimos días fueron muy intensos, en cuanto a actividad sexual se refiere, y si a eso le sumamos lo preocupado que me tiene mi mamá, entonces tenemos una mente estresada.
—Por primera vez desde que comenzó la cuarentena siento la necesidad de hacer algo que me permita despejarme de mis preocupaciones… y del sexo —le comenté a Macarena en su cuarto. Estábamos teniendo una pequeña sesión de terapia.
—Lo entiendo perfectamente, hermanito.
— ¿Vos también estás cansada del sexo?
—No, para nada. Ni un poquito —y se le notaba, ni siquiera había tenido la decencia de vestirse. Estaba completamente desnuda, aunque no noté ningún gesto provocativo—. Lo que te pasa tiene que ver con la forma en la que te tomás el sexo.
—No entiendo.
—Sos un buen chico, Nahuel, y cuando estás con una mujer (que probablemente sea de tu familia), lo tomás como un compromiso. Como si tuvieras que cumplir con la otra persona.
—Al principio no era tan así… ustedes me enseñaron a tratar bien a una mujer.
—Sí, lo sé… y me parece perfecto que seas tan considerado. Sin embargo… vos prácticamente sentís la obligación de complacernos a todas… y en ese preciso momento.
—Puede ser…
—Dejame decirte dos cosas: la primera es que no dependemos de vos para pasar un buen momento sexual. También nos tenemos las unas a las otras… incluso Tefi se deja chupar la concha de vez en cuando. Y segundo: estamos todo el puto día encerradas sin ir a ninguna parte. Si se nos da la gana, podemos coger durante todo el día… aunque la abuela esté en casa. ¿Por qué sentís esa urgencia de complacernos en el preciso momento del acto sexual? Podrías decir: “Lo seguimos más tarde” y listo… no hace falta acabar cada vez que enchufás la pija en un agujero.
—Lo sé, lo sé… estoy aprendiendo eso de retrasar el placer. Lo puse en práctica con la abuela.
—Con la abuela lo hiciste para bajarle las defensas. ¿Lo hubieras hecho si no tuvieras esas intenciones?
—Em… probablemente no.
— ¿Ves? A eso me refiero. Y esto ya no se trata de “retrasar el placer”, sino de entender que nadie te apura, sonso. Tenemos todo el día, todos los días. No hace falta llegar al clímax durante cada acto sexual, se puede seguir después, con más calma… y si no seguís vos, seguirá otra. ¿Acaso creés que nos vamos a quedar con la calentura teniendo tantas posibilidades en casa?
—No, imagino que no.
—Puedes que tengas la única pija de la casa; pero no sos el que mejor coge.
—¿Ah no? ¿Y esa quién sería? —Pregunté, intrigado.
—Yo, obviamente —me mostró una gran sonrisa.
—Ah, qué modesta.
—Y bueno, aparte de mí… la que mejor lo hace es la tía Cristela. Mamá también tiene mucho talento cuando le pone ganas. Todavía no probé con la abuela, pero algo me dice que esa puta coge muy bien.
—Es bastante sumisa, básicamente se deja hacer de todo. Aunque cuando tiene la motivación adecuada, le pone ganas. En eso se parece un poco a mamá.
—Hablando de mamá… si tenés ganas de hacer algo que te despeje un poco la cabeza, podrías ver una película con ella. Le va a hacer bien estar cerca tuyo… sin que haya intenciones sexuales de por medio.
—Me parece buena idea. Una noche de películas, sin preocupaciones.
—Y de paso te digo que la próxima vez que tengas sexo con alguien de esta casa, no te lo tomes tan a pecho. Relajate. Disfrutá y mientras lo hagas bien, la otra persona también va a disfrutar. Dejá la acabada para después. No te obligues a llegar siempre hasta el final. Nadie te lo está exigiendo.
—Bueno, Tefi sí… ella es… insaciable.
—¿Qué onda entre vos y Tefi?
—¿A qué te referís?
—Dale, Nahuel, no te hagas el pelotudo. Sabés muy bien a qué me refiero.
—No, no tengo idea…
—A ver, sé que cogés con todas… incluso con Brenda, en especial ahora que comparten cuarto. Pero con Tefi… con ella hacés más que coger.
—Em… a veces jugamos con la Playstation…
—No, boludo. No me refiero a eso. ¿Acaso creés que no noté la forma en que se miran? La forma en la que se besan… y cómo cogen. Dios, si parecen dos conejos.
—Ya te lo dije, es insaciable. Quizás Tefi me busca más a mí que a ustedes porque no le gustan las mujeres. Así que si tiene ganas de sacarse la calentura, el mejor candidato soy yo.
—No creo que sea solo por eso —aseguró Macarena—. Entre ustedes hay algo más… y voy a averiguar qué es. Aunque te hagas el boludo. Si no te lo saco a vos, se lo voy a sacar a ella.
—Emm… quizás deberías dejar las cosas como están, Maca. No tengo ganas de meterme en más quilombos… con nadie, y mucho menos con Tefi, que después de tanto tiempo, por fin empezamos a llevarnos bien.
—Demasiado bien, diría yo…
— ¿Qué estás insinuando?
—Sabés perfectamente qué estoy insinuando.
—Bueno, veo que decidiste ponerte pesada. Mejor me voy a mirar esa peli con mamá. Hasta mañana…
—No, Nahuel… no te vayas ahora, no me dejes con la duda…
—Chau, Maca… que descanses.
Salí de su cuarto y cerré la puerta lo más rápido posible. No quería darle la oportunidad de decir algo más.
—-----------
Mirar una película con mi mamá fue una gran idea. Me ayudó a pasar tiempo de calidad con ella sin necesidad de estar pensando en el sexo. Simplemente nos acostamos uno al lado del otro y entre los dos elegimos algo para ver. El proceso de selección activó a Alicia, que estaba silenciosa, taciturna, como si su mente estuviera en otro lado. Y por primera vez en varios días la sentí presente. Sonrió, me tomó de las manos y me preguntó:
—¿Qué tenés ganas de mirar?
—Cualquier cosa, siempre y cuando sea algo divertido, que no me queme la cabeza.
—Muy bien dicho. Ya sé, podríamos mirar “La decisión de Sofía”.
—Puede ser… no la vi…
—No, Nahuel, era un chiste. Se nota que no tenés ni idea de cine —soltó una risita, me alegró el alma verla reír—. Es una de las películas más devastadoras que vi en mi vida.
—Ah, bueno… es que lo mío son los libros, y los comics. ¿Y si miramos una de superhéroes?
—Ay, no… —hizo cara de asco—. Ya me hiciste ver esa de los Avengers, dios que bodrio…
—Es una de las mejores películas de superhéroes que hay…
—Definitivamente no me gusta ese género.
Después de discutir durante un buen rato (que de hecho fue la parte más divertida), nos decidimos a mirar Murder Mystery, una comedia con Adam Sandler y Jennifer Aniston. No fue muy buena, para mi gusto, pero al menos cumplió con el objetivo de entretenernos un rato, nos ayudó a apagar el cerebro cuando lo necesitábamos.
Esa noche dormimos juntos, en el cuarto de Gisela. Mi hermana se fue a dormir a mi pieza, porque quería “ponerse al día con Brenda”. Les pedí que después cambiaran las sábanas… y que le prendieran fuego al colchón. Estas dos llevan varios días sin coger entre ellas y van a hacer un desastre.
Me alegró ver que mi mamá puede tener pequeños momentos de paz, lamentablemente no le duran mucho. Al otro día volvió a su estado casi catatónico, respondió a todo lo que le pregunté con monosílabos y en un momento me dijo que solo quería seguir durmiendo. Decidí que lo mejor era dejarla sola, no la quería presionar. Antes de salir de la habitación le prometí que en unos días se encontraría mejor. Sin embargo no le expliqué por qué.
Fui directamente a buscar a Macarena y le dije que teníamos que analizar los últimos detalles para nuestro plan. Y ella me dijo:
—Muy bien, dame unos minutos y preparo todo. Nos vemos en mi cuarto.
Un poco más tarde y ya estábamos reunidos en su dormitorio y nos acompañaban Gisela y Brenda, vestidas con lencería erótica, Maca también estaba así. Eran conjuntos similares: portaligas, medias largas, y todo de encaje. Solo se diferenciaban en el color. El conjunto de Macarena era azul, el de Brenda era blanco y Gisela estaba vestida de negro. Sabía que Gise formaría parte del plan; pero no entendía por qué Brenda estaba allí. Al principio pensé que ella había insistido en formar parte de la reunión, solo por curiosa. Hasta que Gisela preguntó:
—¿Por qué le pediste a Brenda que viniera?
—Porque ella es una pieza fundamental para este ensayo. Espero que estés dispuesta a colaborar.
—Hago lo que me digan. Estoy dispuesta a todo —dijo con una gran sonrisa. Parecía excitada.
—Muy bien, así me gusta. —Maca estaba sentada en su cama, adoptando una pose muy sensual. Los demás estábamos de pie, observándola, esperando instrucciones. Yo aún estaba completamente vestido y ya me sentía un poco fuera de lugar—. Una pregunta, Gise… cuando querés hacer uso de tu alter ego, Celeste… ¿podés hacerlo cuando se te dé la gana?
—Em… o sea… ¿vos decís si ahora mismo pudiera comportarme como Celeste? No, no creo que sea capaz de hacerlo.
—Me lo imaginé. Che, Brenda… vos seguramente sos la persona que más veces vio el cambio de Gise a Celeste. ¿Sabés qué puede impulsarla a tener esa… transformación?
—Este… em… con el tiempo me di cuenta que Gisela empieza a ser cada vez más como Celeste a medida que se excita.
—Muy cierto —acoté—. Yo noté esos cambios de actitud cuando ella estaba muy excitada.
—Ese es un problema —dijo Gise—. No puedo controlarme cuando me caliento…
—Sos como una versión puta de Hulk —le dije—. Él se transforma en un monstruo verde cuando se enoja, y vos te ponés muy puta si te excitás.
—Me gusta esa comparación —dijo Brenda.
—A mí no me gusta tanto —aseguró Gisela—. No quiero que vean a Celeste como un monstruo. Sigo siendo yo, solo que…
—Solo que más puta —Macarena completó la frase—. Y además de puta, te ponés dominante.
—Uf, sí… extremadamente dominante —dijo Brenda, con una sonrisa—. Dios, cómo me calienta cuando se pone en modo dominatrix. Se me derrite la concha.
Me encanta ver a Brenda ya habiendo entrado en confianza conmigo y con mis hermanas. Ahora habla con total soltura y no tiene ningún pudor a la hora de reconocer cuáles son las cosas que más la calientan.
—Eso es exactamente lo que necesitamos, Gise. Queremos verte en modo dominatrix —dijo Maca.
—Entonces tendrían que haberme visto anoche, con Brenda, en la pieza de Nahuel…
— ¿Ya quemaron el colchón y tiraron desinfectante en todo el piso? —Pregunté.
—Che, como si nunca hubieras cogido con nosotras —protestó Gisela—. bien que ahí no te molestan los flujos de concha.
—Lo sé, lo sé… pero después yo tengo que dormir ahí.
—No te preocupes, Nahuel —dijo Brenda—. Dejamos todo bien limpito. Y eso que las cosas se pusieron muy intensas… teníamos un montón de juguetes, y esta yegua me hizo usar todos, no me quedó agujero sin tapar.
—Para llevar a cabo el plan que tengo en mente, necesitamos que te pongas en modo Celeste cuando la situación lo requiera —comentó Macarena—. Porque la última fase no la podemos controlar nosotros, va a depender de la abuela. Cuando ella ponga el pie en la trampa, ahí tenemos que pasar a la acción.
—Muy cierto —dije, asintiendo con la cabeza.
—Va a ser difícil que yo esté en “modo Celeste” justo en ese momento.
—Por eso tenemos que encontrar la forma de activarlo lo más rápido posible. Y tengo una idea. Por todo lo que hablamos y por esas lindas fotos porno que me pasaste, ya sé qué es lo que más rápido te calienta.
—¿Qué cosa? —Preguntó Gise.
—La pija de Nahuel —señaló mi bulto—. Podrás ser muy lesbiana, pero el morbo que te produce comerle la verga a tu hermano, no lo supera nada.
—Mmm… puede ser…
— ¿Y qué esperás? Empezá a chuparle la pija…
— ¿Ahora mismo? Pero… ahora no tengo ganas de coger…
—Vení, Gise… yo te ayudo —dijo Brenda, mientras se acercaba a mí. Se puso de rodillas, me bajó el pantalón y empezó a acariciar mi verga—. Vamos a comerla juntas… sé que te calienta verme comiendo pija… en especial si es la de tu hermano.
—Mmm… eso puede servir —esta vez la que sonrió fue Gisela.
En pocos segundos ya tenía a estas dos mujeres increíblemente hermosas, de rodillas ante mí, chupándome la pija entre las dos. Mientras tanto Macarena, sentada en su cama con las piernas abiertas, había empezado a acariciar su concha.
Este ensayo se puede poner muy interesante.
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Capítulo 56.
Esto es Guerra.
Esto es guerra.
Sí, tengo la pija dura y estoy muy excitado. Estoy disfrutando este momento en muchos niveles. Sin embargo, no debo olvidar el verdadero motivo por el cual estoy haciendo esto: demoler las barreras de defensa de mi abuela Fernanda.
El recuerdo de mi madre llorando es lo que me mantiene enfocado. No importa lo caliente que sea la situación, ni lo linda que esté mi abuela toda desnuda y en cuatro frente a mí mientras le come el culo a Pilar. Debo mantener mi mente en el objetivo principal.
—¿Y Nahuel? ¿Te vas a quedar ahí quieto sin hacer nada? —Preguntó Fernanda.
—Eh, no… no… es solo que… te vi tan entusiasmada con Pilar que no quise interrumpirte.
—Me parece que a la abuela le gustó mucho mi culo —sé que mi hermana dijo esto más para alimentar su propia autoestima que para comprometer a la abuela, sin embargo funcionó en los dos sentidos.
—Bueno, es que… chuparle el culo a una mujer me trae algunos recuerdos que quizás debería dejar guardados.
—Pero me imagino que no solo será por los recuerdos —dije—. O sea, mirá el culazo que tiene Pilar…
—Oh, sí… sí… eso no se puede discutir —Fernanda volvió a meter la lengua en el agujero anal de Pilar—. Sé que es mi nieta y no debería decir estas cosas, pero… si la situación fuera la indicada, podría pasarme todo el día chupando un culo tan lindo como este… y esta, concha… dios… qué linda la tenés.
—Gracias, abuela… ¿le das una chupadita?
—Claro… con mucho gusto.
Fernanda se prendió a los gajos vaginales de Pilar, comenzó a chupar con fuerza. Aproveché ese momento para acercar mi verga. La dejé entre las nalgas de mi hermana y empecé a presionar su entrada trasera. No hice mucha fuerza porque era importante que la abuela colaborase en este acto. Luego de darle jugosas lamidas a la concha, dirigió su lengua a mi glande y comenzó a llenarlo de saliva. Lo tenía tan cerca del culo de Pilar que, obviamente, ella también recibió unas cuantas lamidas. Y así fue, que con la ayuda de la hábil lengua de mi abuela, fui metiendo de a poquito la verga en el culo de mi hermana. Sabía que Pilar podía tolerar un buen castigo por detrás; pero el plan… debíamos atenernos al plan.
Pude meter más o menos la mitad de mi verga en el culo de mi hermana e incluso le di unas cuantas embestidas cortitas, como para ir poniéndola a tono.
—Ay… es muy pero muy rico —dijo Pilar…
—Me imagino, esta verga en el culo debe ser una completa delicia —aseguró mi abuela—. Está mal que lo diga; pero es la verdad.
—Sí, una delicia total, aunque… uf… me está doliendo mucho… ah…
— ¿Querés que la saque? —Pregunté, con tono de preocupación.
Todo esto no era más que una escena actuada. Sabía que a Pilar no le dolía nada. Este era un punto clave en el plan, porque nos mostraría en qué punto estaban las defensas de la abuela.
—Sí, sacala… disculpá, hermanito. De verdad creí que podíamos pasarla bien un rato, pero… no se va a poder. Me duele mucho. Tenés la pija muy grande.
La saqué, mostrando lo dilatada que había quedado Pilar, y al instante Fernanda dijo:
—Nena, no te pierdas esta oportunidad por culpa de un poquito de dolor. Sí, es cierto… a veces puede doler un poco, lo digo por experiencia, a mí también me rompieron el culo. Te aseguro que el tipo que más me la metió por ahí no fue tan considerado conmigo. Él me ponía en cuatro, o contra la pared y… “Gritá puta, que sé que te gusta”. Y yo gritaba… él me daba con todo, con esa pija ancha que me volvía loca. Me dolía, y al mismo tiempo me gustaba. Yo le pedía más. Necesitaba más. Se me hacía agua la concha de una forma que no te puedo explicar. El muy desgraciado me volvió adicta al placer anal. Me da mucha vergüenza admitirlo, porque sí que considero que disfrutar por el culo es de puta. Y con mucho dolor en alma este tipo me hizo dar cuenta de que… soy muy puta, porque lo disfruté a pleno cada segundo. Por él terminé haciendo cosas que nunca me imaginé. Lo admito: dejé que sus amigos me rompieran el culo. Bah, en realidad… no es que lo haya dejado, es que yo les supliqué que, por favor, me dieran una buena cogida por el orto. Los hacía entrar en casa cuando mi marido no estaba, y me convertía en una puta que chillaba de placer cuando le llenaban el orto de pija… es una sensación maravillosa. Deberías experimentarla, Pilar. Te repito: no pierdas esta oportunidad.
—Pero… me duele…
—Y está bien que duela un poquito, es parte del disfrute. Vamos a hacer una cosa… dilatemos bien este culo y después probamos otra vez. ¿Te parece?
—Mmm… no sé… no quiero que me duela.
—Confiá en mí, nena, vas a terminar gozando como una puta. Consejo de la abuela.
—Está bien, confío en vos…
Otra pequeña batalla ganada. Fernanda estaba cayendo cada vez más adentro de nuestra trampa, y cuando se diera cuenta de nuestras intenciones, ya sería demasiado tarde.
Fernanda empezó a lamer otra vez el culo de Pilar, ahora bastante dilatado, y colaboró metiendo sus dedos llenos de lubricante.
—¿Y yo qué hago para que no se me baje? —Pregunté.
—Mmm… no sé… ¿no se te ocurre algo con lo que divertirte mientras tanto? —Meneó su culo como una perrita feliz—. Y te recuerdo que yo tuve más entrenamiento que Pilar. Podés ser un poquito más brusco…
—Ok, está bien.
Me posicioné detrás de ella, puse abundante lubricante en mi verga y comencé a frotarla por la entrada de su culo.
—Uf… al fin voy a probar esta verga como corresponde —dijo Fernanda.
Sin embargo, justo antes de iniciar la penetración, apunté hacia el agujero de su concha y allí fue donde la metí. Entró casi hasta la mitad, sin dificultades.
—Oh… yo creí que ibas a…
—Dale, abuela, que me enfrío… —reclamó Pilar.
—Está bien… está bien…
Muy a su pesar, tuvo que volver a lamer la concha de Pilar sin poder hacer más reclamos. El plan consistía en no darle exactamente lo que ella quería. Mientras respetara esta regla, podía hacer lo que quiera con ella, por eso me puse especialmente intenso con su concha. Empecé a darle duro, para que la sintiera de verdad.
—Uf… Nahuel… mi dios… qué pija más rica que tenés. Me vuelvo loca. Ahora entiendo por qué tus hermanas la quieren probar por todos los agujeros.
Me mantuve así, dándole una buena cogida durante unos largos minutos. Ella siguió con la tarea de dilatar el culo de Pilar a base de dedos y lengua, no sé si la lengua servirá mucho en estos casos; pero ella parecía muy dispuesta a lamer cada rincón de su nieta. Esta es otra de las tantas cosas que me llevan a sospechar que Fernanda también tiene fuertes fantasías lésbicas ocultas y que, por prejuicios, no se anima a disfrutarlas a pleno. A esta altura de su vida debería ser capaz de decir abiertamente: “Sí, también me gustan las mujeres y de vez en cuando me acuesto con alguna”. Pero, al igual que mi mamá, no lo hace.
Mientras le metía la pija a mi abuela comencé a elaborar la teoría de que Alicia tiene tantos prejuicios sobre el sexo lésbico porque los heredó de su madre. Probablemente Fernanda sorprendió a su hija teniendo sexo con otra mujer y le hizo un escándalo sobre eso. Y por esto es que, años después, Gisela tuvo que padecer lo mismo de su propia madre. Pero ahora le vamos a poner fin a esa herencia de prejuicios. Vamos a hacer que la abuela confiese todo, absolutamente todo.
Y para eso debemos doblegarla…
Cuando el culo de Pilar estuvo apropiadamente dilatado (según Fernanda), procedí a meterla por ahí una vez más. Como era de esperar, logramos una penetración mucho más profunda.
—Uy, sí… ahora sí se puede disfrutar… pero no lo hagas muy fuerte, hermanito.
—Dale más fuerte.
—Ay, no abuela… me va a doler.
—Confiá en mí, nena. Vas a ver que un poquito de dolor en el culo a veces viene muy bien, para disfrutar más.
—Mmm…
—Solo lo voy a hacer si vos estás de acuerdo —le dije a Pilar.
—Está bien, vamos a probar lo que dice la abuela. Dame duro.
Acá ya no había tanta actuación. Porque sabía que si le empezaba a dar duro, le dolería de verdad. Pilar no tiene tanta experiencia con el sexo anal. Me pregunté si ella estaba accediendo a hacerlo porque estaba comprometida con la causa, o porque realmente quería poner a prueba los consejos de la abuela. Quizás fuera una suma de ambas cosas.
Se posicionó mejor, levantando la cola y abriéndose la nalga con las manos. Su cabeza quedó apoyada de lado sobre el colchón, estaba toda despeinada y transpirada. Una de las mujeres más sexys que vi en mi vida, no debería acomplejarse tanto por tener un poco de sobrepeso. Incluso creo que eso le da un toque distintivo muy erótico.
Me sujeté de su cadera y empecé a aumentar el ritmo.
—Más rápido —decía mi abuela—. Dale más rápido. Y más profundo.
—Sí, dale… sin miedo —me pidió mi hermana.
—Ok… ahí voy…
Le di un par de embestidas bien duras y profundas. Pilar chilló, sé que le dolió, pero aún así me pidió que siga. Le di otras dos embestidas, estas fueron un poco más intensas que las anteriores. Los gemidos de mi hermana (que parecían gritos) llenaron la habitación.
—Seguí, seguí… —insistió.
Si ella pedía más, era porque podía tolerarlo. Esta vez adopté ese ritmo de penetraciones duras y profundas y empecé a darle una detrás de la otra, sin detenerme. Pilar tuvo que agarrar su almohada y morderla, para poder contener sus gritos.
—¿Te gusta, chiquita? ¿Te gusta? —Preguntó mi abuela—. ¿Viste qué lindo es que te rompan el orto?
Fernanda decidió que no quería quedarse mirando y nada más, por eso le pidió a su nieta que le hiciera un lugarcito, y se colocó debajo de ella.
—Espero que no tengas problemas en chupar un poco de concha —le dijo.
—No abuela, ningún problema…
—Uf… lo sabía, en esta casa son todas tortilleras.
No entiendo la necesidad de hacer ese tipo de comentarios. Estuve a punto de decirle: Vieja de mierda, a vos también te gusta comer concha!
Pero no lo hice. No quería arruinar el momento y que Fernanda estuviera tan dispuesta a participar en un trío con su nieto y una de sus nietas era clara evidencia de que ya le estábamos llevando al límite.
Así fue que Pilar y Fernanda quedaron posicionadas justo para un buen 69. Se empezaron a comer las conchas la una a la otra, mientras yo seguía taladrando el culo de mi hermana. Ocasionalmente sacaba la verga para que mi abuela pudiera darle una buena chupada.
En un momento Fernanda dijo:
—¿Por qué no cambiás un ratito de agujero? Mi culo también se merece un poco de cariño…
—No, no… quiero que siga conmigo —dijo Pilar—. Por favor, abuela… a vos te metieron un montón de pijas por el orto. Dejame disfrutar de este momento.
—Uf… está bien. Lo entiendo. Aunque… te aclaro que llevo mucho tiempo sin que alguien me dé duro por el culo… y medio que ya lo estoy extrañando.
—Yo siempre supe que eras re puta —dijo Pilar, mientras aguantaba como una campeona las duras embestidas contra su culo.
—¡Ey! ¿por qué me decís eso? ¿Cuándo tuve actitudes de puta? Em… además de ahora…
—Siempre, abuela. Te encanta vestirte de forma provocativa. Usás blusas super escotadas, pantalones muy ajustados. No salís a la calle sin ponerte cuatro toneladas de maquillaje, y te encanta que te miren. Estoy segura de que tuviste un montón de amantes a lo largo de tu vida, hombres y mujeres.
—Em… eso puede ser, aunque… últimamente me siento muy sola.
—Eso debe ser porque tenés un carácter de mierda —dijo Pilar. Me quedé anonadado. Que la más tímida de mis hermanas le estuviera haciendo frente de esa manera me llevó a entender el gran malestar que había causado la abuela en todos nosotros—. Si te quedaste sola es porque nadie te soporta.
Y antes de que Fernanda pudiera responder, le estampó la concha en toda la cara, prácticamente obligándola a que se la chupe.
Mientras tanto yo… emmm, se podría decir que colaboré para incentivar a Pilar. ¿Y de qué forma? Dándole duro por el culo, obvio.
Puse todas mis energías en esa tarea y mi hermana me demostró que, si le dolía, era perfectamente capaz de tolerarlo. Aunque con tantos vergazos, creo que ya le entra toda sin problemas. Espero que lo esté disfrutando tanto como yo. Su culo está apretado y se siente delicioso. Es mejor que hacerlo con mi mamá, porque Alicia… bueno, es obvio que ella tiene años de experiencia en el sexo anal y estoy seguro de que de vez en cuando se debe meter alguno de sus juguetitos por el culo… aunque a veces pretenda negarlo.
La que también le debe estar dando duro a los juguetes de Alicia es Fernanda… y posiblemente Ayelén también. Las dos comparten dormitorio, y si bien no creo que se masturben al mismo tiempo, noté que entre ellas hay cierto código en el que cuando una quiere estar en la pieza, la otra no molesta. Esos son los momentos que deben aprovechar para meterse todos los consoladores que encuentren. Hace poco vi un dildo parado en la mesita de luz del cuarto de mi mamá. Ni Fernanda ni Ayelén estaban ahí y encima la puerta quedó abierta, como si ya no les importara (en especial a mi abuela) que todo el mundo sepa de qué forma se divierten cuando están solas.
De por sí Fernanda se volvió mucho más descuidada… y nosotros también. En estos días fue bastante común ver a alguna de mis hermanas saliendo en tetas y en tanga de la pieza, en especial a Macarena, a quien le fascina hacer eso. La que más me sorprendió fue Gisela, salió usando solo una diminuta tanga de hilo, con todo el cuerpo sudado (dando claras señales de que había participado en un acto sexual) y luego volvió a su cuarto con una botella de agua fresca. Definitivamente estaba en modo “Celeste”, porque ni siquiera se molestó en pedirle disculpas a su abuela por estar prácticamente desnuda.
Creo que estas actitudes fueron las que llevaron a Fernanda a no ponerse tantos pantalones. A veces sale del cuarto con una remera, claramente sin corpiño (por cómo se marcan sus pezones) y una bombacha. Nada más. Ya me quedó clarísimo que no le molesta que yo la vea desnuda y probablemente debe pensar lo mismo de sus nietas o sus hijas, porque son todas mujeres.
Hasta Brenda tuvo algún pequeño paseo en tetas por la casa, y lo hizo de forma totalmente despreocupada. Algo que alteró un poco los nervios de mi abuela; sin embargo Fernanda no le dijo ni una sola palabra… no tiene moral para decir nada después de lo que presenció en el cuarto de Tefi.
De tanto darle por el culo a Pilar, ocurrió lo inevitable… llegó la hora de acabar, y en ese preciso momento le di dos golpecitos en una de sus nalgas. Esta era una señal para que se apartara lo más rápido posible. Se movió y toda la leche saltó de mi verga y fue a parar directamente a la cara de Fernanda. ¿Y qué hizo mi abuela? Me agarró la pija y la apuntó a su boca, empezó a tomar de ella como quien toma agua de una manguera. Tragó todo el semen que pudo sin ningún problema y luego usó la misma verga para esparcir todo el resto del semen en su cara. Lo hizo mientras se masturbaba frenéticamente.
Hubiera sido un momento especial para penetrarla otra vez y darle duro un buen rato, sin embargo… el plan. Esta vez la que me hizo señas fue Pilar. Ella se puso una blusa y nada más. Estaba re linda, con su concha asomando por debajo. Yo tomé mi bóxer, me lo puse con la verga aún erecta y nos encaminamos hacia la puerta.
—Hey… ¿ya se van? —Preguntó mi abuela, sin dejar de tocarse.
—Y sí —le dije—. ¿No te parece que ya hicimos demasiado?
—Ay, Nahuel… qué mal te estás portando conmigo. Mirá cómo me dejás… —señaló hacia su vagina.
—Abuela ¿acaso le estás pidiendo a tu nieto que te coja hasta dejarte satisfecha? —Preguntó Pilar—. ¿Dónde quedó eso de que está mal tener sexo entre parientes? ¿O acaso aplica solo cuando te conviene?
Fernanda se quedó muda. No supo qué decir. Salimos del dormitorio dejándola con una calentura tremenda y una confusión enorme.
Pilar estaba tan contenta con lo que habíamos logrado que se puso a dar pequeños saltitos de felicidad, haciendo rebotar mucho sus tetas.
—Uy, nena… qué linda estás… —Cristela, que justo pasaba por ahí, se quedó mirando la concha de su sobrina que asomaba por debajo de la remera—. ¿A qué se debe tanta felicidad?
—Es largo de explicar… si querés que te lo cuente todo, em… vas a tener que chuparme la concha.
—Uf… como si eso fuera una molestia. Así de mojadita como la tenés ahora, te la como todo el día.
—Nahuel ¿nos prestás tu pieza? —Preguntó Pilar.
—Sí, vayan. Creo que Brenda está en la pieza de Tefi.
— ¿Por qué no podemos usar la tuya? —Quiso saber Cristela.
—Porque ahí está tu mamá…
—¿Y qué hace mi mamá en tu cuarto? No entiendo nada.
—Te dije que era una larga historia. Vamos… te cuento todo mientras ponés esa lengua a trabajar.
Se alejaron de mí. Decidí no unirme a ellas porque estaba cansado, ya me doy por satisfecho después de lo que hice con el culo de Pilar. Además, estoy seguro que cuando se me dé la gana, voy a encontrar a alguien con quién coger. En esta casa todas parecen dispuestas a hacerlo y cada vez les importa menos que la abuela Fernanda esté deambulando por ahí.
—--------
Podrá sonar absurdo, pero estoy cansado del sexo. Bueno, quizás “cansado” no sea la palabra adecuada. Digamos que estos últimos días fueron muy intensos, en cuanto a actividad sexual se refiere, y si a eso le sumamos lo preocupado que me tiene mi mamá, entonces tenemos una mente estresada.
—Por primera vez desde que comenzó la cuarentena siento la necesidad de hacer algo que me permita despejarme de mis preocupaciones… y del sexo —le comenté a Macarena en su cuarto. Estábamos teniendo una pequeña sesión de terapia.
—Lo entiendo perfectamente, hermanito.
— ¿Vos también estás cansada del sexo?
—No, para nada. Ni un poquito —y se le notaba, ni siquiera había tenido la decencia de vestirse. Estaba completamente desnuda, aunque no noté ningún gesto provocativo—. Lo que te pasa tiene que ver con la forma en la que te tomás el sexo.
—No entiendo.
—Sos un buen chico, Nahuel, y cuando estás con una mujer (que probablemente sea de tu familia), lo tomás como un compromiso. Como si tuvieras que cumplir con la otra persona.
—Al principio no era tan así… ustedes me enseñaron a tratar bien a una mujer.
—Sí, lo sé… y me parece perfecto que seas tan considerado. Sin embargo… vos prácticamente sentís la obligación de complacernos a todas… y en ese preciso momento.
—Puede ser…
—Dejame decirte dos cosas: la primera es que no dependemos de vos para pasar un buen momento sexual. También nos tenemos las unas a las otras… incluso Tefi se deja chupar la concha de vez en cuando. Y segundo: estamos todo el puto día encerradas sin ir a ninguna parte. Si se nos da la gana, podemos coger durante todo el día… aunque la abuela esté en casa. ¿Por qué sentís esa urgencia de complacernos en el preciso momento del acto sexual? Podrías decir: “Lo seguimos más tarde” y listo… no hace falta acabar cada vez que enchufás la pija en un agujero.
—Lo sé, lo sé… estoy aprendiendo eso de retrasar el placer. Lo puse en práctica con la abuela.
—Con la abuela lo hiciste para bajarle las defensas. ¿Lo hubieras hecho si no tuvieras esas intenciones?
—Em… probablemente no.
— ¿Ves? A eso me refiero. Y esto ya no se trata de “retrasar el placer”, sino de entender que nadie te apura, sonso. Tenemos todo el día, todos los días. No hace falta llegar al clímax durante cada acto sexual, se puede seguir después, con más calma… y si no seguís vos, seguirá otra. ¿Acaso creés que nos vamos a quedar con la calentura teniendo tantas posibilidades en casa?
—No, imagino que no.
—Puedes que tengas la única pija de la casa; pero no sos el que mejor coge.
—¿Ah no? ¿Y esa quién sería? —Pregunté, intrigado.
—Yo, obviamente —me mostró una gran sonrisa.
—Ah, qué modesta.
—Y bueno, aparte de mí… la que mejor lo hace es la tía Cristela. Mamá también tiene mucho talento cuando le pone ganas. Todavía no probé con la abuela, pero algo me dice que esa puta coge muy bien.
—Es bastante sumisa, básicamente se deja hacer de todo. Aunque cuando tiene la motivación adecuada, le pone ganas. En eso se parece un poco a mamá.
—Hablando de mamá… si tenés ganas de hacer algo que te despeje un poco la cabeza, podrías ver una película con ella. Le va a hacer bien estar cerca tuyo… sin que haya intenciones sexuales de por medio.
—Me parece buena idea. Una noche de películas, sin preocupaciones.
—Y de paso te digo que la próxima vez que tengas sexo con alguien de esta casa, no te lo tomes tan a pecho. Relajate. Disfrutá y mientras lo hagas bien, la otra persona también va a disfrutar. Dejá la acabada para después. No te obligues a llegar siempre hasta el final. Nadie te lo está exigiendo.
—Bueno, Tefi sí… ella es… insaciable.
—¿Qué onda entre vos y Tefi?
—¿A qué te referís?
—Dale, Nahuel, no te hagas el pelotudo. Sabés muy bien a qué me refiero.
—No, no tengo idea…
—A ver, sé que cogés con todas… incluso con Brenda, en especial ahora que comparten cuarto. Pero con Tefi… con ella hacés más que coger.
—Em… a veces jugamos con la Playstation…
—No, boludo. No me refiero a eso. ¿Acaso creés que no noté la forma en que se miran? La forma en la que se besan… y cómo cogen. Dios, si parecen dos conejos.
—Ya te lo dije, es insaciable. Quizás Tefi me busca más a mí que a ustedes porque no le gustan las mujeres. Así que si tiene ganas de sacarse la calentura, el mejor candidato soy yo.
—No creo que sea solo por eso —aseguró Macarena—. Entre ustedes hay algo más… y voy a averiguar qué es. Aunque te hagas el boludo. Si no te lo saco a vos, se lo voy a sacar a ella.
—Emm… quizás deberías dejar las cosas como están, Maca. No tengo ganas de meterme en más quilombos… con nadie, y mucho menos con Tefi, que después de tanto tiempo, por fin empezamos a llevarnos bien.
—Demasiado bien, diría yo…
— ¿Qué estás insinuando?
—Sabés perfectamente qué estoy insinuando.
—Bueno, veo que decidiste ponerte pesada. Mejor me voy a mirar esa peli con mamá. Hasta mañana…
—No, Nahuel… no te vayas ahora, no me dejes con la duda…
—Chau, Maca… que descanses.
Salí de su cuarto y cerré la puerta lo más rápido posible. No quería darle la oportunidad de decir algo más.
—-----------
Mirar una película con mi mamá fue una gran idea. Me ayudó a pasar tiempo de calidad con ella sin necesidad de estar pensando en el sexo. Simplemente nos acostamos uno al lado del otro y entre los dos elegimos algo para ver. El proceso de selección activó a Alicia, que estaba silenciosa, taciturna, como si su mente estuviera en otro lado. Y por primera vez en varios días la sentí presente. Sonrió, me tomó de las manos y me preguntó:
—¿Qué tenés ganas de mirar?
—Cualquier cosa, siempre y cuando sea algo divertido, que no me queme la cabeza.
—Muy bien dicho. Ya sé, podríamos mirar “La decisión de Sofía”.
—Puede ser… no la vi…
—No, Nahuel, era un chiste. Se nota que no tenés ni idea de cine —soltó una risita, me alegró el alma verla reír—. Es una de las películas más devastadoras que vi en mi vida.
—Ah, bueno… es que lo mío son los libros, y los comics. ¿Y si miramos una de superhéroes?
—Ay, no… —hizo cara de asco—. Ya me hiciste ver esa de los Avengers, dios que bodrio…
—Es una de las mejores películas de superhéroes que hay…
—Definitivamente no me gusta ese género.
Después de discutir durante un buen rato (que de hecho fue la parte más divertida), nos decidimos a mirar Murder Mystery, una comedia con Adam Sandler y Jennifer Aniston. No fue muy buena, para mi gusto, pero al menos cumplió con el objetivo de entretenernos un rato, nos ayudó a apagar el cerebro cuando lo necesitábamos.
Esa noche dormimos juntos, en el cuarto de Gisela. Mi hermana se fue a dormir a mi pieza, porque quería “ponerse al día con Brenda”. Les pedí que después cambiaran las sábanas… y que le prendieran fuego al colchón. Estas dos llevan varios días sin coger entre ellas y van a hacer un desastre.
Me alegró ver que mi mamá puede tener pequeños momentos de paz, lamentablemente no le duran mucho. Al otro día volvió a su estado casi catatónico, respondió a todo lo que le pregunté con monosílabos y en un momento me dijo que solo quería seguir durmiendo. Decidí que lo mejor era dejarla sola, no la quería presionar. Antes de salir de la habitación le prometí que en unos días se encontraría mejor. Sin embargo no le expliqué por qué.
Fui directamente a buscar a Macarena y le dije que teníamos que analizar los últimos detalles para nuestro plan. Y ella me dijo:
—Muy bien, dame unos minutos y preparo todo. Nos vemos en mi cuarto.
Un poco más tarde y ya estábamos reunidos en su dormitorio y nos acompañaban Gisela y Brenda, vestidas con lencería erótica, Maca también estaba así. Eran conjuntos similares: portaligas, medias largas, y todo de encaje. Solo se diferenciaban en el color. El conjunto de Macarena era azul, el de Brenda era blanco y Gisela estaba vestida de negro. Sabía que Gise formaría parte del plan; pero no entendía por qué Brenda estaba allí. Al principio pensé que ella había insistido en formar parte de la reunión, solo por curiosa. Hasta que Gisela preguntó:
—¿Por qué le pediste a Brenda que viniera?
—Porque ella es una pieza fundamental para este ensayo. Espero que estés dispuesta a colaborar.
—Hago lo que me digan. Estoy dispuesta a todo —dijo con una gran sonrisa. Parecía excitada.
—Muy bien, así me gusta. —Maca estaba sentada en su cama, adoptando una pose muy sensual. Los demás estábamos de pie, observándola, esperando instrucciones. Yo aún estaba completamente vestido y ya me sentía un poco fuera de lugar—. Una pregunta, Gise… cuando querés hacer uso de tu alter ego, Celeste… ¿podés hacerlo cuando se te dé la gana?
—Em… o sea… ¿vos decís si ahora mismo pudiera comportarme como Celeste? No, no creo que sea capaz de hacerlo.
—Me lo imaginé. Che, Brenda… vos seguramente sos la persona que más veces vio el cambio de Gise a Celeste. ¿Sabés qué puede impulsarla a tener esa… transformación?
—Este… em… con el tiempo me di cuenta que Gisela empieza a ser cada vez más como Celeste a medida que se excita.
—Muy cierto —acoté—. Yo noté esos cambios de actitud cuando ella estaba muy excitada.
—Ese es un problema —dijo Gise—. No puedo controlarme cuando me caliento…
—Sos como una versión puta de Hulk —le dije—. Él se transforma en un monstruo verde cuando se enoja, y vos te ponés muy puta si te excitás.
—Me gusta esa comparación —dijo Brenda.
—A mí no me gusta tanto —aseguró Gisela—. No quiero que vean a Celeste como un monstruo. Sigo siendo yo, solo que…
—Solo que más puta —Macarena completó la frase—. Y además de puta, te ponés dominante.
—Uf, sí… extremadamente dominante —dijo Brenda, con una sonrisa—. Dios, cómo me calienta cuando se pone en modo dominatrix. Se me derrite la concha.
Me encanta ver a Brenda ya habiendo entrado en confianza conmigo y con mis hermanas. Ahora habla con total soltura y no tiene ningún pudor a la hora de reconocer cuáles son las cosas que más la calientan.
—Eso es exactamente lo que necesitamos, Gise. Queremos verte en modo dominatrix —dijo Maca.
—Entonces tendrían que haberme visto anoche, con Brenda, en la pieza de Nahuel…
— ¿Ya quemaron el colchón y tiraron desinfectante en todo el piso? —Pregunté.
—Che, como si nunca hubieras cogido con nosotras —protestó Gisela—. bien que ahí no te molestan los flujos de concha.
—Lo sé, lo sé… pero después yo tengo que dormir ahí.
—No te preocupes, Nahuel —dijo Brenda—. Dejamos todo bien limpito. Y eso que las cosas se pusieron muy intensas… teníamos un montón de juguetes, y esta yegua me hizo usar todos, no me quedó agujero sin tapar.
—Para llevar a cabo el plan que tengo en mente, necesitamos que te pongas en modo Celeste cuando la situación lo requiera —comentó Macarena—. Porque la última fase no la podemos controlar nosotros, va a depender de la abuela. Cuando ella ponga el pie en la trampa, ahí tenemos que pasar a la acción.
—Muy cierto —dije, asintiendo con la cabeza.
—Va a ser difícil que yo esté en “modo Celeste” justo en ese momento.
—Por eso tenemos que encontrar la forma de activarlo lo más rápido posible. Y tengo una idea. Por todo lo que hablamos y por esas lindas fotos porno que me pasaste, ya sé qué es lo que más rápido te calienta.
—¿Qué cosa? —Preguntó Gise.
—La pija de Nahuel —señaló mi bulto—. Podrás ser muy lesbiana, pero el morbo que te produce comerle la verga a tu hermano, no lo supera nada.
—Mmm… puede ser…
— ¿Y qué esperás? Empezá a chuparle la pija…
— ¿Ahora mismo? Pero… ahora no tengo ganas de coger…
—Vení, Gise… yo te ayudo —dijo Brenda, mientras se acercaba a mí. Se puso de rodillas, me bajó el pantalón y empezó a acariciar mi verga—. Vamos a comerla juntas… sé que te calienta verme comiendo pija… en especial si es la de tu hermano.
—Mmm… eso puede servir —esta vez la que sonrió fue Gisela.
En pocos segundos ya tenía a estas dos mujeres increíblemente hermosas, de rodillas ante mí, chupándome la pija entre las dos. Mientras tanto Macarena, sentada en su cama con las piernas abiertas, había empezado a acariciar su concha.
Este ensayo se puede poner muy interesante.
Todos mis links, para que puedan seguir y apoyar mis relatos:
https://magic.ly/Nokomi
3 comentarios - Aislado Entre Mujeres [56].
Grosa Nokomi, una genia de los relatos. +10