No leíste la primera parte o la segunda de "Departamento de soltero"? En total son 20 capítulos super calientes y te van a encantar! Acá te dejo el link para que entres y te deleites:
PRIMER AÑO. CAPITULO 1
SEGUNDO AÑO. CAPITULO 1
La historia de Lautaro sigue avanzando y enredándose, entre encuentros con amigas, vecinas y amantes que se ponen cada vez más calientes a medida que él descubre nuevos horizontes de placer. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…
CAPITULO 1
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Capítulo 8: Festejo doble
María Paula se tiró encima de mí ni bien me acosté en la cama y me comió la boca de un beso. Nuestros cuerpos, desnudos aún transpirados del primer round salvaje y feroz que tuvimos, se rozaban constantemente y se calentaban entre sí. Ella estaba prendida fuego, tocándome y besándome como loca por todo el cuerpo. Habían pasado apenas unos pocos minutos desde que habíamos acabado los dos en un orgasmo hermoso, pero mi vecinita ya estaba ardiendo de pasión y con ganas de más. Yo le tocaba la cola, le mordía los labios y le besaba las tetas desesperado, siguiéndole el juego y calentándome junto a ella. Mi pija revivió en cuestión de segundos y cuando ella metió su mano entre nuestros cuerpos para buscarla, ya la tenía bien dura.
- Chupámela un ratito pendeja.- Le dije al oído teniendo en cuenta que antes de esto no lo había hecho.
Ella me miró con una sonrisa y bajó por mi cuerpo hasta colocarse entre mis piernas. Me fue pajeando hasta dejarme totalmente al palo y entonces empezó a besarme la cabecita. Sus labios fueron recorriendo todo el tronco de arriba a abajo y luego de abajo a arriba, besándola por todos lados sin dejar de pajearme. Cuando volvió a la cabecita, le pasó la lengua varias veces como si fuera un helado y yo le regalé unos gemidos de placer para motivarle. “¡Sí pendejita! ¡Así!” le dije y ella siguió lamiéndomela toda, mojándola con su lengua y haciéndome temblar de placer. Como vi que no se la metía en la boca, decidí agarrarla del pelo y con firmeza hundir su cabeza hacia abajo provocando que toda mi pija quedara atrapada entre sus labios.
Mi vecinita dejó que yo la guiara en los movimientos, chupándomela una y otra vez, comiéndomela toda, sintiéndola bien dura en su boca. Yo movía su cabeza hacia arriba y hacia abajo a poca velocidad, pero sentía el placer de sus labios bien carnosos sobre mi cuerpo. Notaba como ella se había rendido ante mi mano que tiraba de su pelo para poder complacerme, mientras que me pajeaba a la misma velocidad. Me encantaba esa actitud sumisa que había tomado. Se notaba que no era tan experimentada a la hora de chupar como Florencia, su hermana, pero me encantaba. Su boquita divina me ponía como loco y sus ojitos que me miraban todo el tiempo, me atrapaban.
- ¡Vení pendejita! ¡Acostate que te voy a coger bien duro de nuevo!- Le dije tirándole del pelo para levantarla y colocarla nuevamente encima de mí.
Se acostó sobre la cama y yo me lancé encima de ella luego de ponerme el preservativo a las apuradas. La abrí de piernas y mojándome tres dedos, jugué con estos por encima de su conchita, la cual todavía seguía mojada del encuentro que acabábamos de tener. Empecé a tocarla con ganas, moviendo los dedos en forma de círculos, rozando sus labios y buscando su clítoris para hacerla temblar de placer. Ella me miraba a los ojos acostada, con la boca entreabierta, respirando de forma acelerada y los pies elevados y bien abiertos. Con sus manos se aferraba a las sábanas con fuerza y descargaba la satisfacción que le provocaban mis dedos entrando y saliendo de su conchita una y otra vez. Cuando estuvo toda mojada y yo no me aguantaba más la calentura, me lancé sobre ella y empezamos a coger.
En esa oportunidad no hubo movimientos suaves y tranquilos, no hubo período de adaptación o tanteo para ver cómo actuar. Acabábamos de coger con ganas y ese segundo encuentro iba a ser más salvaje que el anterior. Tras metérsela bien a fondo y recibir de parte de ella un hermoso gritito agudo que salió de sus labios, comencé a moverme hacia adelante y hacia atrás, cogiéndomela con fuerza. María Paula me abrazó con sus manos y empezó a tocarme los hombros y los brazos mientras yo me movía encima de su cuerpo. De su boca salían unos hermosos suspiros que me encantaban y me volvía loco. Pero al igual que su hermana, ella parecía rehusarse a gritar, como si no quería que nadie se enterara que estaba cogiendo conmigo a esas horas de la noche. Yo quería escucharla, me volvía loco pensar en sus gemidos y lo divinos que estos debían ser.
- ¡Dale pendeja! ¡Te quiero escuchar gritar! ¡Dale pendejita puta! ¡Gemí!- Le dije agarrándola del pelo y tirando de este hacia atrás.
Había conseguido cumplir el sueño de seguramente muchos chicos que conocían tanto a Florencia como a María Paula, me las había cogido a las dos. Por mi mente pasaba la idea de hacer un trío con ellas, pero sabía que era algo que nunca iba a poder concretar. Es que ninguna de las dos tenía idea que yo me estaba viendo con la otra. Florencia, quien supuestamente estaba en algo con uno de los chicos de su pueblo, le ocultaba nuestro romance a todos a pesar de que habíamos quedado grabados en la cámara de seguridad del edificio. María Paula, por su parte, no quería que su hermana se enterase de que ella se estaba acostando con alguien 10 años mayor que él, por lo que no decía nada. Sabía que eso podía terminar mal en cualquier momento, pero no quería terminarlo.
Me volví a ver con Florencia a los pocos días de tener mi primera noche con su hermana y tan solo un día después, María Paula me vino a buscar para volver a vernos. Era un morbo hermoso que me comía la cabeza, pues los encuentros se daban muy espontáneamente y yo no sabía que podía llegar a pasar. A principios de Septiembre ocurrió que las dos me escribieron para verme un mismo día y tuve que elegir a Florencia, posponiendo el encuentro con María Paula para el día siguiente. Estaba jugando con fuego y lo sabía, pero no podía dejarlas ir a ninguna de las dos en ese momento. No quería salir de ese círculo vicioso.
- ¡¿Te cogiste a la hermana?!- Me preguntó Juliana, mi compañera de trabajo, luego de contarle lo que había sucedido.
La chica se había vuelto mi confidente y a quien le contaba todas y cada una de mis aventuras y ella se emocionaba analizándolas y sacando conclusiones como si de una historiadora de mi vida sexual se tratase. “Se van a enterar tarde o temprano” me dijo y yo lo negué a pesar de que por dentro sabía que era verdad. Para esas alturas se había sumado a nuestro equipo un chico llamado Ignacio, uno año más joven que yo y quien ni bien entró me preguntó la situación sentimental de Juliana. Es que la chica era hermosa y atraía a todos en la oficina a pesar de estar de novia con un chico hacía ya bastante tiempo y que no mostraba ningún interés en otros hombres. A pesar de eso, Ignacio parecía chamuyársela de forma muy sutil, algo que me divertía mucho y que me provocaba varias risas al ver como ella apenas se daba cuenta de ello.
Ese mes llegó mi cumpleaños número 29, lo que significó varios festejos con diferentes grupos de amigos. Ese año caía viernes, por lo que el jueves a la noche decidí invitar a Javier, Franco, Lucas y Facundo a mi casa. Ese último aprovechó para contarnos que había cortado con Andrea y que había decidido renunciar a la empresa donde trabajaba teniendo en cuenta que ella era su superior. Al parecer Andrea le había dicho que no era necesario, pero a él le dolía demasiado seguir trabajando allí, especialmente luego de que ella lo dejara. Por otra parte, Javier seguía muy bien con Magalí, Franco con Julia y Lucas con Anastasia, por lo que ahora no era el único soltero del grupo. A las 00hs recibimos mis 29 años, sin saber que las cosas iban a ser muy movidas.
El viernes 16 celebramos en la oficina, junto a Juliana, Ignacio y varios compañeros de trabajo. Pero uno de los festejos que más estaba esperando era el que iba a tener esa misma tarde, con Florencia. Ella me había escrito un WhatsApp a la mañana para hacerme saber que quería darme un regalito especial ese día. Deseoso por saber qué era lo que había preparado, le propuse vernos ni bien salía de trabajar, algo que ella aceptó. Cuando llegué a mi casa le mandé un mensaje para avisarle que estaba listo y unos minutos más tarde sonó el timbre de mi casa. “Feliz cumpleaños vecinito” me dijo entrando a mi departamento y saludándome con un beso en la boca.
Rápidamente nos recostamos sobre el sillón y empezamos a calentarnos, a quitarnos la ropa y a tocarnos con ganas. Mi vecina bajó por mi cuerpo con sus labios una vez que estuve totalmente desnudo y se arrodilló en frente mío para regalarme un hermoso pete de esos que ella bien sabía hacer. La pija se me puso tan dura en cuestión de segundos, que Flor se ahogaba con ella cada vez que se la metía toda en la boca y dejaba caer un hermoso hilito de baba cuando salía. Me encantaba como me la chupaba, como me la lamía por completo y como jugaba con mis huevitos sin descuidarlos. “¡Sí pendeja! ¡Me encanta!” le decía mirándola a los ojos y gozando de esa mamada divina.
Después de eso cogimos con muchas ganas, pasando por varias posiciones y disfrutando de un encuentro bastante acelerado y alocado. Sin embargo, mi vecinita todavía tenía una sorpresa para mí y cuando me la estaba cogiendo en cuatro me pidió que jugara con un dedo adentro de su culito. “¿Querés meterme un dedito?” me preguntó y eso me voló la cabeza, teniendo en cuenta que Flor era muy calladita a la hora del sexo. Claramente no dudé ni un segundo y empecé a colarle un dedo por atrás mientras me la cogía muy fuerte en cuatro. Ahí, tal cual lo hacía siempre que probábamos por la colita, se puso a gemir como loca, haciéndome saber lo mucho que disfrutaba de ello. Pero yo sabía que no iba a quedar ahí y que la cosa se iba a poner mucho más caliente.
Le saqué la pija de la conchita y empecé a metérsela por el culito, haciendo un poquito de fuerza al principio para que entrara. Dejé caer un poquito de saliva que actuó como lubricante y se la metí hasta el fondo, logrando sacarle un gemido bien agudo y delicioso. “¿Te gusta, putita? ¿Te gusta que te rompa el culito?” le pregunté agarrándola de la cintura y empezando a moverme hacia atrás y hacia adelante a toda velocidad. Ella no me contestó pero me regaló varios gemidos preciosos que me volvieron loco y me llevaron a cogérmela más fuerte. Me encantaba lo puta que se ponía cada vez que le hacía el culo y se veía que a ella también. No tardé en pegarle varios chirlos y en dejarle la cola totalmente roja, con la marca de mis dedos sobre ella.
- ¡Sí pendeja puta! ¡Cómo te gusta mi pija! ¡Qué puta que sos!- Le gritaba yo cada vez más sacado y moviéndome cada vez más rápido.
Entonces ella empezó a gemir con más fuerza y mi cabeza estalló por completo. Lo hacía de una forma en la que nunca antes lo había hecho, lo que me agarró totalmente de sorpresa pero me encantó. Sus gemidos salían de su boca y resonaban por todo el comedor una y otra vez. “¡Sí pendeja! ¡Así te quería tener!” le decía yo que me la cogía cada vez más fuerte. Movía mi cuerpo hacia adelante y hacia atrás como una bestia, metiendo y sacando mi pija bien dura de su culito que se abría cada vez más frente a mi cuerpo. Los chirlos seguían y no se detenían y también aproveché para tirarle el pelo haciendo que su cabeza se levantara y sus gemidos sonaran de forma más clara.
“¡Que pendeja puta que sos! ¡Me encantás!” le dije encajándole una cachetada en las nalgas que dejó todo su cuerpo temblando y le sacó un quejido a Florencia. Estaba completamente caliente. El pete que me había hecho al principio, todas las posiciones que habíamos hecho sobre mi sillón y como me había ofrecido su colita de regalo, me habían llevado a lo máximo del placer. “¿Querés la leche, putita?” le pregunté estrellando mi cuerpo contra el suyo y clavándole la verga bien a fondo del orto. Ella asintió con la cabeza y entonces le dije que si la quería iba a tener que pedírmela, que rogara por ella.
- ¡Dame la lechita, Lauti! ¡Por favor! ¡Dámela toda!- Gimió entonces mi vecinita y yo no me pude resistir.
Saqué la verga de su culo a toda velocidad y empecé a pajearme encima de este mientras le seguía pegando chirlos con mi otra mano. Los gemidos de Florencia aún resonaban con fuerza y estos me terminaron de volver loco, provocándome que estalle sobre sus nalgas. Una cantidad inmensa de semen salió de mi cuerpo y terminé llenándole la cola de leche a mi vecina, pero también la espalda y las piernas. Ella no dejó de gemir en ningún momento y cuando el semen caía sobre su cuerpo, se movía para que este le manchara toda la piel. “¡Tomá putita! ¡Tomá toda la leche!” le gritaba yo acabando y acabando encima de su cuerpo envuelto en una inmensa ola de placer.
Ese viernes a la noche aproveché para festejarlo con mi familia, en una cena bastante tranquila y agradable que terminó rápido. A la noche fuimos a bailar con mis amigos y aprovechando la excusa de mi cumpleaños terminé a los besos con una chica muy linda. Le propuse de hacer algo después, inclusive conseguí sacarle el celular, pero todo iba a quedar en la nada con ella, por lo que ni vale la pena mencionarlo. Quien tuvo mejor suerte que yo fue Facundo, quien ahora soltero no perdió el tiempo en encararse a más de una chica y terminó concretando con una de ellas y llevándosela a su casa. Era evidente que lo hacía por despecho, pues hacía nada que Andrea lo había dejado, pero a nosotros nos alegró que nuestra amigo pudiera empezar a superarla.
Al día siguiente nos juntamos con mis amigos de la facultad. Lucía fue la primera en llegar a mi casa, por lo que pasamos algunos minutos los dos solos. No sé si lo hizo para provocarme o si simplemente no se dio cuenta, pero ni bien llegó salió al balcón y se quedó allí parada mientras yo terminaba de acomodar la mesa. Después de ella llegaron Facundo, Juan Pablo, Luciano, Estefanía y Macarena, con quienes tuvimos una cena, tomamos varias cervezas y nos pusimos al día. Terminada la cena llegó Dante, el novio de Juan Pablo, quien empezó a confesar algunos secretos de la relación de ellos dos a pesar que nuestro amigo trataba de callarlo.
Nos quedamos hasta altas horas de la noche hablando, cuando de golpe me llegó un mensaje de María Paula diciéndome que estaba por volver, si quería que fuera a mi departamento. Le conté que estaba con unos amigos pero ella, de forma muy provocadora, me dijo que tenía muchas ganas de darme un regalito de cumpleaños. Enseguida empecé a bostezar de forma exagerada y hacerme el que me estaba quedando dormido, pero mis amigos no parecían tener ganas de irse. Macarena inclusive, propuso hacer café y fue hasta la cocina a prepararlo sin siquiera consultarme. “Estoy yendo” me escribió mi vecinita y me resigné a que nada iba a pasar entre los dos.
Pero de golpe, con algo de suerte de mi lado, Estefanía le propuso a Luciano irse y me pidieron que bajara a abrirles. El resto se iban a quedar en el departamento ya que todavía había varios temas de conversación y Dante tenía ganas de hablar, pero yo esperé a que los recién casados se fueran y me quedé hasta que María Paula llegó. “A mi casa no podemos ir, están mis amigos” le dije tratando de ver si existía la posibilidad de ir a su departamento por más que quería evitar cruzarme con Florencia. Ella me confirmó que su hermana estaba allí, pero me propuso hacerlo en el ascensor, algo que me generó mucho morbo pero que sabía que no se iba a dar. “Ya sé” me dijo ella y se subió al mismo y me invitó a pasar.
Dejándome llevar por ella, me subí al ascensor y vi como apretaba el botón del último piso, el de la terraza del edificio. Nos bajamos y salimos a un pequeño hall que ni bien abrías la puerta, llevaba a un balcón abierto no muy grande, pero con suficiente espacio para los dos. María Paula me agarró de prepo y me besó con ganas, juntando su cuerpo con el mío para resistir el viento que llegaba de esa noche fría. “No tenemos mucho tiempo. Mis amigos están abajo” le dije cuando ella se alejó y se empezó a reír mirando hacia la calle. Rápidamente se acercó nuevamente a mí y se arrodilló en frente mío haciéndome saber que no íbamos a perder el tiempo. Mirándome a los ojos, me desabrochó el cierre del pantalón y me lo bajó hasta las rodillas para después meter su mano en el bóxer y sacar mi pija, la cual ya estaba bastante dura.
Sin dar vueltas se la metió en la boca y empezó a mover su cabeza hacia adelante y hacia atrás con ganas. Yo apoyé mi mano sobre su cabeza y sujetándola del pelo fui acompañando sus movimientos, los cuales eran cada vez más rápidos. Me encantaba como lo hacía, como me chupaba la pija, pero lo que más me gustaba era su actitud y como me había llevado hasta ahí para regalarme un buen pete. Mis rodillas se quebraron cuando María Paula sumó su lengua a la mamada y mis ojos se perdieron en el horizonte de la ciudad, sin poder creer que nunca había aprovechado esa terraza para coger con alguna chica.
- ¡Sí pendeja! ¡Me encanta!- Le dije sintiendo como su mano se apoyaba sobre mi verga y me empezaba a pajear al mismo tiempo que me la chupaba.
Bajé la mirada y me encontré con los ojos oscuros de mi vecinita que me observaban mientras tenía la boca llena. La agarré con fuerza del pelo y empecé a mover su cabeza a mayor velocidad, guiándola en los movimientos que a mí más me gustaban. “¡Así pendejita! ¡Muy bien!” le dije viendo como ella se dejaba llevar por mi mano. La tenía a mi merced y me encantaba. El morbo de estar haciendo algo parecido a lo que había hecho con su hermana me volvía loco y saber que mis amigos me esperaban dos pisos más abajo aumentaba el placer. María Paula se esforzaba por chupármela con ganas, por pasarle la lengua por todos lados y por lamerla cada vez que llegaba a la cabecita.
Tiré e su cabeza para atrás haciendo que la pija se le saliera de la boca y pude ver varios hilitos de baba ir desde sus labios hasta mi poronga. Me la agarré con la mano y empecé a pegarle con ella en la cara como si fuera un látigo. La escena me volvía loco y me encantaba. María Paula había cerrado los ojos y sacado la lengua, por lo que recibía constantes azotes de mi pija en su cara y parecía encantarle. Luego volví a metérsela en la boca y fui moviendo su cabeza una vez más hacia adelante y hacia atrás con ganas, obligándola a comerse toda mi pija. “¡Dale pendeja puta! ¡Dale que vas a sacarme toda la leche así!” le dije y ella siguió chupándomela con mi mano como guía de sus movimientos.
El tiempo pasaba y el morbo se hacía cada vez más grande. “¿Se preguntarán mis amigos por qué tardo tanto en volver?” me decía en mi cabeza mientras observaba a mi vecinita llenarse la boca con mi verga. La situación era sumamente placentera pero sabía que no podía estirarla mucho más, por lo que volví a sacarla de su boca y tras pegarle dos veces en los labios con la pija, me empecé a pajear. “¡Pedime la leche pendeja! ¡Pedímela y te acabo todo!” le dije con voz firme y masturbándome a toda velocidad por encima de su cara. Ella tragó saliva, abrió la boca y me hizo recordar a la noche en la que me pajeé pensando en su cuerpo y como me cogía.
- ¡Dame la lechita, Lauti! ¡Dámela toda! ¡Llename de leche!- Me dijo con esa voz de putita morbosa que tenía y yo no me pude aguantar.
Sus palabras sonaron tal cual lo habían hecho en mi mente la noche que me toqué pensando en ella y eso fue demasiado para mí. Aceleré el movimiento de mi mano mientras que apreté con fuerza su pelo con la otra y terminé acabándole toda la cara. Una enorme cantidad de leche salió disparada de mi pija y fue a parar al rostro de María Paula, que tuvo que cerrar los ojos para que no cayera sobre ellos. Mi semen la manchó completamente de blanco y este empezó a caer por su cuello, sus hombros y llegó hasta su remera. Yo no la solté y no dejé de pajearme hasta que sentí que todo había salido de adentro mío y después de eso, volví a metérsela en la boca para que me la siguiera chupando un rato más.
Cuando ya no podía estirar más el momento, nos vestimos, ella se limpió con su propia remera y entramos al palier para volver a tomarnos el ascensor. Yo me bajé en el 9no y entré a mi casa para explicarle a mis amigos que me quedé conversando con Luciano y Estefanía a pesar de que ellos se habían marchado enseguida. María Paula bajó hasta su departamento, entró a su casa y me mandó una fotito suya acostada en la cama en la que aún se la veía con restos de semen en el rostro, algo que me calentó aún más. La noche culminaba de una manera increíble y yo seguía disfrutando al máximo de cogerme a mis dos vecinitas. Lo que no sabía era que mi suerte estaba por terminar, pues en la terraza había una segunda cámara de seguridad que había captado todo tal cual lo había hecho la noche que estuve con Florencia en el palier.
SIGUIENTE
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