El humo no permitía distinguir un cuerpo, sin embargo sabía dónde encontrarla, obstruye la vista pero puedo sentirla. El sonido de la lluvia golpeando la chapa nos era indiferente, simplemente estaba perdido en sus piernas que lentamente se apoderaba de mi cintura, sus vellos acariciaban lo que todos piensan, mientras en la radio se oía una hermosa melodía. Al ingresar pude sentir su cuerpo temblar y me ganó el temor, podía ir al límite, llevarla de la mano al placer absoluto pero jamás regresaría. Entonces decidí que si este es el fin, sería como yo quisiera. Ya sobre mis piernas ingresé por detras suyo, mirándola a los ojos mis dedos encontraron refugio, al mismo tiempo podía sentir como el placer se apoderaba de mí. El misterio duró sólo una mirada sobre mi pantalón, que dentro luchaba por escapar. Con leves movimientos me liberé del cierre que aprisionado dejaba mi deseo, y con un amor inexplicable ingrese en ella. Todo se tiñó de blanco a mi ingreso, suspiros que se traducirán en presión, gritos y brusco movimientos. ¡Te amo, te amo! se repetía en aquella bella boca, hasta que usé la propia para callarla. Como un caballo salvaje movía mi cuerpo, intentando que esta mujer cayera en mis brazos, mientras sus pechos lograban un efecto pendular. ¡Hijo, Hijo! Empieza a resonar dentro del auto mientras aumenta la velocidad, golpeando las paredes apenas lograba sujetarse del asiento.
0 comentarios - El coche gris.