Pido disculpas pero el español no es el lenguaje que suelo usar para escribir...
Un día como cualquiera estaba en el autobús para ir a mi escuela. El trayecto era bastante largo ya que vivo lejos pero lograba entretenerme observando la gente que estaba conmigo en el autobús. Esto fue unos años atrás, en la época en la cual los chicos de mi edad no siempre tenían un teléfono para jugar o ver videos, especialmente uno proveniente de una familia pobre como la mía. En mi joven edad conocía a muchas personas pero solo de vista, conocía a la viejita a la cual di el nombre de Marta que cada mañana esperaba el autobús puntual a la parada siguiente a la mia. Marta siempre estaba muy bien vestida y llevaba unos suéteres de varios colores aunque sí hacía mucha calor. También conocía a Filiberto otro señor distinto que salía en el autobús justo cuando Marta bajaba. Filiberto por su parte estaba siempre vestido elegante, siempre con su traje negro o azul oscuro; el llevaba anteojos de botella y un viejo reloj muy barato al pulso derecho, que sea un regalo de su difunto padre? No obstante se vistiera con ropa tan elegante y seguramente costosa el siempre, desde Lunes a Jueves, agarra mi autobús para ir a trabajar. Talvez gasta todo su dinero en ropa y no para comprar un carro. Filiberto tenía siempre un aspecto severo y austero, era muy alto como 190cm, y con un expresión de tristeza en sus ojos que creo que yo soy el único en haber notado. Todo lo contrario eran Carla y Federico, una copia de casados que cada día subían al autobús junto a su pequeño hijito Felipe. Carla y Federico siempre estaban alegres y de buen humor, siempre jugando con el pequeño Felipe. Los veía desde la parte más al fondo del autobus mientras charlaban entre ellos y mientras se besaban como jóvenes enamorados. Que bellísima familia feliz yo pensé. En esos momentos envidiaba a ellos, esperando que algún día talvez también yo sería así de feliz. La familia de tres eran mis favoritos por el simple motivo que los podía ver por más tiempo. Felipe era un infante y justo sus padres lo llevaban a escuela cerca a la mia. Bajamos junto del autobus y caminábamos por 5 minutos en la calle mientras los veía ser esa pareja perfecta que se veía en la tele. Algunas veces lograba estar bastante cerca de ellos asta lograr escuchar unas cuantas conversaciones. Sabía que algunas veces hablaban, no discutían, hablaban de el dinero de la renta que tenían que pagar, hablaban de que había un niños que molestaba al pequeño Felipe y que los dos trataban de organizar los trabajos para hablar con los profesores. La última vez les escuché hablar de cómo estaban tan contentos de vivir en esta zona, porque estaba lleno de buena gente tan amable con ellos. Bueno, era Carla que lo decía sobretodo.
El día de escuela fue aburrido como siempre y al regreso como siempre vi a Carla que recogía a Felipe y juntos los dos iban a la parada del autobús. Yo estaba detrás de ellos y caminaba a una cierta distancia. Ese día, para la salida de escuela estaba lloviendo un poco y Carla no traía paraguas. La vi con el pequeño Felipe caminar rápido para evitar mojarse mientras el chiquito agarrado a la mano de la mamá corría como podía para lograr estar a su paso. Faltaba poco para la parada del autobús pero de repente Carla gira hacia la izquierda y se entra en un pequeño negocio alimentar. Fue una buena idea pensé. Si no tenía paraguas era el único modo para esperar el autobús sin mojarse. Me quede parado en la parada del autobús y continuaba a llover mas fuerte y aunque tenía paraguas mi pantalón se mojaba por las gotas de lluvia que salpicaban del piso. Me estaba aburriendo y aunque sí había más gente esperando el autobús conmigo, no era nada de interesante. Pasaron unos 30 minutos y todavía el autobús no llegaba. Seguramente la lluvia había causado algún problema. Pasaron otros 15 minutos y la gente estaba ya molesta y comenzaba a protestar como suelen hacer los viejitos. Yo estaba que me moría de aburrimiento. Al final mi autobús llegó y pude subir pero en el momento en que encontré asiento me di cuenta que Carla y Felipe no estaban en el autobús, de echo no estaban ni en la parada a esperar conmigo. No los vi salir del negocio desde que entraron. Al llegar a la casa mi madre me reclamó de lo mojado que estaba y se enojó sobretodo por que mi mochila estaba echa sopa. No me había dado cuenta que mi paraguas no cubria mi mochila llena de libros que estuvo en mis espaldas todo el tiempo. Espero almenos que Carla y Felipe no se hayan mojado.
Pasó el fin de semana y después un par de días más. Todo parecía normal con Marta, Filiberto y la familia de Felipe. Un miércoles por la mañana paso lo mismo de siempre solo que al salir de la escuela me olvide un libro en mi clase y me regresé a agarrarlo. No quería perder el autobús así que me fui corriendo a la parada y con suerte el chófer me vio correr y me espero para que suba.
-Muchas gracias señor-
El chófer me miró y me hizo un ok con la cabeza.
En el autobús me senté en uno de los asientos de adelante. Ya que no legré estar en mi normal puesto atrás del autobus, tuve que cambiar. Que raro era ver mi autobús por la parte de adelante. Carla y Felipe también estaban en el autobús pero no les podía ver bien porque había mucha gente que cubria mi visual. Al final los vi, Felipe, sentado en uno de los puestos de atrás, mordiendo una paleta que estaba cerrada. A su lado Carla sonreía y reía feliz hablando con alguien a su lado que no lograba ver quien era. Pude notar que la gente algunas veces se giraba en dirección de la parte de atrás como si estuviera pasando algo pero estando yo adelante no tenía idea de que fuese. El autobús se paró y pude ver Carla que estaba queriendo bajar del autobús con un poco de apuro y sonriendo mientras jalaba de la mano a Felipe que la seguía por detrás. Yo seguía con los ojos a Carla y observaba lo contenta que estaba ese momento y de repente alguien por detrás de ellos que no había notado primero le da una palmada en el trasero a Carla y después le apretó la nalga derecha justo primero que bajen. Que había apenas ocurrido? Lo que pasó en ese momento me confundió pero lo que pasó el segundo después me dejó atónito. Después de recibir esa nalgada Carla se giró y con una sonrisa traviesa sonrió al hombre que se la dio. Ahora que estaban en la calle los pude ver mejor desde la ventana. Ese hombre que la acompañaba no era Federico, su esposo y no se parecía para nada ni a Carla o Felipe para decir que era un pariente. Ese sujeto era un viejo muy alto y grueso de constitucion, piel muy morena, de lo que vi era seguramente indiano, una cabeza medio pelada al centro y cabellos largos y grises por los lados, una barba no afeitada blanca y vestido con una polera celeste demasiado estrecha para el. No logré ver más si no su barrigon como el de mi abuelo cuando se toma muchas cervezas y unos brazos peludos de los cuales uno se apoyó sobre la espalda de Carla. Era todavía joven en ese tiempo pero sabía que lo que pasó en ese momento no tenía nada de bueno.
El autobús me llevó a mi casa y yo estuve por todo el trayecto pensando en lo que había pasado. Pensaba que talvez había visto mal, talvez lo que vi no era tan malo, talvez como todos los adultos dicen habían cosas que se entienden solo cuando eres más grade. Talvez era así. Primero de dormir pensé en Federico, el papá y en Carla, la mamá. Todos los día que iban a la escuela, los veía tan felices y enamorados, los dos que se tenían de la mano y en el autobús mimando al pequeño Felipe, el único del cual estoy seguro del nombre porque los escuché que lo llamaban así. Por el resto ellos se decían Amor, Dulzura, Tesoro. Todos apodos que me indicaban cuanto se amarán los dos. Yo era todavía pequeño de altura así que veía a la gente más alta que yo confrontandolos con personas o objetos de la altura que yo conocía. Federico era más o menos alto como mi padre 170cm, cabellos negros, piel blanca y ojos oscuros. Me parecía un tipo normal, talvez un poco flaco y se vestía con jeans y camisa, talvez unos 24 años. El pequeño Felipe era casi lo mismo de su padre cabellos negros, piel blanca pero sus ojos eran verdes como los de su madre. El creo que tenía 3 o 4 años. Carla era toda otra cosa. Cabellos castaños, piel blanca talvez ligeramente más bronceada de Federico, 160cm, ojos verdes como jemas y un rostro angelical. También ella tenía que tener la misma edad de su marido. Me dormí pensando en esos detalles y en la manota morena de ese viejo en las grandes nalgas de Carla.
El dia siguiente salí en mi autobús ansioso de lo que iba a ver. No me entretenía viendo lo que hacían los otros, solo esperaba que Carla subiera al autobús para ver que pasaba. Estaba ansioso como al esperar el último episodio de una serie televisiva que presentía que no iba a tener un buen final, pero cuando Carla subió al autobús la ví feliz y sonriente como todos los días, acompañada por Felipe y Federico. Como si nada hubiera pasado. Hacían las cosas que hacían cada día. Charlaban y reían entre ellos jugando al mismo tiempo con un feliz y sonriente Felipe. En mi mente trataba de encontrar una explicación a ese comportamiento. Pero nada. Se que yo no los conocía pero estaba seguro que eran marido y esposa, los anillo que tenían los dos lo demostraban, los besos que se daban y como los dos juntos trataban al hijo. Estaba interesado en Carla en especial. En su comportamiento, en su sonrisa. Era una sonrisa luminosa y genuina, de una mujer feliz y enamorada o eso creía. Una cosa solamente me parecía extraña: Su sonrisa. La sonrisa de ella era de alguna forma diferente a la del día antes. No sabía explicarme en qué manera pero era diferente. No más feliz o menos, solo diferente. Por el resto la misma rutina. A la salida de escuela me dirigía a esperar el autobús pero sin ver a Carla. Talvez ese día recogió a su hijo primero. Yo caminaba y pasando por el negocio alimentar pude ver que adentro estaba ese hombre. Me sorprendió ver que ese mismo hombre que metió la mano a la bella Carla ahora estaba cerca a mi tomando una cerveza de una botella, las mismas que mi abuelo le gustaban. El tomaba rápido sin darse cuenta de mi presencia. Nunca tuve la oportunidad de entrar a ese negocio y menos de ver a quien trabajaba ahí adentro. Mi vida era escuela y casa sin tapas en el medio. Solo los fines de semana me divertia cuando iba a la casa de mis abuelos. Y ese hombre era viejo casi como mi abuelo. Tenía entre los 50 y los 60. Ahora me parecía más alto de ayer. Estaba detrás de un mesón donde se atendía a los clientes con alrededor chocolates, dulces, paletas y chicles de masticar. Nada de anormal en la tienda de un alimentar. Estaba demasiado distraído en la análisis de ese personaje que no noté que ese hombre me había notado.
-Quieres algo niño?
Yo no sabia que decir, la voz de ese viejo era gruesa y resposa. Me daba1 miedo.
-Que te pasa quieres comprar algo o no?
-Amm..si. Quiero algo.
No sabía que otra cosa decir. Entre en su pequeño negocio y vi lo que había de comprar. Pensé en comprar una paleta pero talvez no tenía suficiente dinero.
-Entonces?
El viejo interrumpió mis pensamientos para meterme apuro. Así que lo pensé mejor y compré un cartón de leche para mi mamá. Pagué con el poco que tenía. Ahora que me acerco al hombre pude ver que era muy alto y grueso, más de lo que pensaba. Alto talvez como Filiberto o más, como un 195cm, con una panza imponente y algunos anillo en la mano, una cadena de oro al cuello y un lunar al lado de su boca. Su cara era aún más fea de cerca. Tenía cara de delincuente con un nariz un poco a punta. El hombre tenía el rostro sudado y también la polera. No daba la impresión de ser uno con mucha cura de su apariencia. Salí del negocio sin voltearme atrás. Estuve solo en el regreso a casa, sin ver a Carla o Felipe, entonces me intratení viendo a la otra gente en el autobús. Quien sabe si ellos se dieran cuenta que había alguien que observaba como se comportaban, y Carla? Alguna vez ella o su marido se dieron cuenta de que los observaba? Seguramente ese viejo se dio cuenta.
En la casa dije a mi madre que compré leche porque no compré nada con mi dinero para el almuerzo para la escuela. Ella estaba contenta de mi. Yo estaba un poco incómodo en mentirle a ella. Ese dinero me lo guardé con los restos de cada día.
Los días siguientes nada había cambiado. Me parecía que lo que había visto ese día no había pasado o así quería creer. En esos momentos tuve el pensamiento más maduro que tuve en muchos años después. Olvidar lo que ví y no meterme en la vida de otros. Hubiera sido mejor que siguiera ese pensamiento. No lo hice. Otra vez las clases terminaron pero el profesor nos hizo quedar más en la clase por castigo. Un idiota de mis compañeros se le ocurrió lanzar un cochito al profesor que en ese momento había abierto la boca para hablar y trago el cochito. Se ha atragantado por un segundo suficiente a hacer reír a toda la clase. El profesor estaba muy enojado por la humillación así mandó al idiota ante el director y nosotros nos quedamos 30 minutos más después de la hora de salir. Por mi camino me dirigía al negocio del viejo, mi mamá me había encargado de comprar leche dándome el dinero. Adentro no había nadie agarré la leche y espere por el viejo, pero escuché ruidos detrás de la meza donde se pagaba. Me acerque y pude ver al pequeño Felipe jugando con una carro juguete. Yo le miré y el me miró. Felipe regresó a jugar. Porque el pequeño estaba solo? Porque estaba en el negocio alimentar?
Sabía que dejar a un niño solo en un negocio donde cualquiera podía entrar era algo desconsiderado. Salí afuera para ver si alguien llegaba. No había nadie. Traté de pedirle al niño donde estaba su mamá pero el no me respondió. Nomas ponía el dedo frente a su boca y decía -Shhhh. Porque tenía que estar en silencio? No entendía. Talvez si no encontraba la mamá de Felipe talvez el viejo sabia donde había ido pero donde encontrarlo. Había una puerta cerrada detrás del niño. Talvez el viejo estaba ocupando el baño. Abrí la puerta y en ese momento Felipe me miró preocupado y dijo Shhhh. Porque quería que este callado? Detrás de la puerta me esperaba de encontrar el baño per al frente mio estaba solo un largo pasillo algo oscuro. No sabía dónde llevaba pero probablemente encontraría al dueño. Después de algunos pasos comenzó a escuchar ruidos, ruidos que no podía distinguir pero más me acercaba más eran claros.
-Ah ah ah ah ah ah ah.
Los gemidos rítmicos de una mujer eran ahora claros, parecía que alguien la estuviera martillando. Delante de mí, había ahora una puerta abierta que llevaba a un pequeño depósito donde estaban almacenadas las cosas del negocio. Fruta, leche, paletas, caramelos estaban cerrados en cajas y envueltos en plástico. Los ruidos que ahora eran claramente gemidos se escuchaban fuertes y distintos, los de la mujer y los de un hombre que parecían más gruñidos. Mi corazón quería salirme del pecho por el miedo que tenia. Que tenía que hacer en esa situación? No había elección. Tenía que ayudar al pequeño. Me acerqué más para llamar al viejo de una cierta distancia pero al ver a la mujer que estaba con él no me salió la voz.
La señora Carla estaba doblada a 90 grados sobre unos cajones de fruta cubiertos de plástico; desnuda con solo unos tacos a los pies.
Por detrás estaba el viejo indiano que la taladraba con una tal fuerza que los cajones debajo de ella se movían a cada clavado. Me frote los ojos para asegurarme de estar viendo bien. Era Carla, la mujer casada tan cariñosa y enamorada de su marido que se dejaba hacer semejantes obscenidades por un viejo gordo y feo mientras este último con una mano le tiraba el pelo y con la otra le acariciaba las nalgas. El cuerpo del los dos era todo mojado por el sudor, especialmente el del viejo que con una expresión de esfuerzo continuaba llendo adelante y atrás con sus caderas que cuando golpeaban el culo de Carla hacia un ruido de manos que aplaudían. La cara de ella era un espectáculo aunque sí en ese momento no era lo que pensaba: Los ojos medio cerrados como si estuviera de sueño, su maquillaje todo desechó como si hubiera llorado y sus dientes que mordían sus labios inferiores. Nunca había visto una expresión símil en Carla, en nadie en absoluto. Era suficientemente grande para entender lo que pasaba, así que me quedé en la sombra para no ser visto.
-Mmm mm mm- Decía Carla mientras se mordía el labio.
-Perra…toma…perra!- Decía el viejo.
-Dame, si dame eee eee!
El viejo continuaba a darle duro sin descansar. Las uñas de Carla ahora estaban hundidas en el plástico como las de un gato que arañan los muebles. Las martilladas se detuvieron por un momento y el viejo sin soltar los cabellos de ella la jaló asta cerca de un espejo. Ahora pude ver lo que no quería. El viejo me daba las espaldas y desde mi posición veía todo su cuerpo desnudo que otra vez penetraba a la pobre Carla que parecía estar agotada. Ahora el ya no le tiraba el pelo y con una mano la daba nalgadas al culo de ella mientras continuaba a gemir como una poseída.
La otra mano del viejo estaba libre pero no hacía nada y Carla estaba con las manos apolladas al espejo con la cabeza inclinada abajo y los cabellos que cubrian su vista. De repente el viejo comienza a alargar el brazo y agarra una videocámara que estaba cerca de un mueble y sin que la bella casada se diera cuenta el comienza a filmar en dirección del espejo. Seguramente no se podía ver la cara de ella pero su cuerpo y el de él eran completamente visibles, su identidad estaba a salvo si no hubiera alzado la mirada. Continuaron así por no se cuantos minutos asta que el viejo otra vez se detuvo, cerró la videocámara y la acomodó sobre el mueble.
-Ahora perra, clavate tu sólita sobre mi verga.
-Si, si papi. Aj ah ah
Los gemidos continuaban mientras el viejo se relajaba viendo como su hembra se movía atrás y adelante complaciendo a su macho. Todavía no podía creer lo que pasaba, no podía creer que yo estuviera todavía ahí. Sabía que talvez era mejor largarme pero el miedo de ser descubierto, el acto de adulterio al cual asistía hicieron que mis piernas se congelaran. Carla continuó a implarse sobre la verga del viejo por un poco más asta que ella dijo:
-Don…Don Hari…basta! Tenemos que parar…esto…esto está mal…no tengo…no tendría que hacer esto. Aajj!
-Mm? De que hablas perra, si eres tu que te estas clavando sobre mi verga.
-No…si, lo sé…pero…pero…mmm…Aj…tenemos que parar…por favor…tenemos que parar…esto esta mal…yo, Aajj!
El viejo le tira una nalgada bien fuerte a Carla
-Parar? Jajajaja…Estas loca perra, si eres tu que siempre buscas mi verga. No te me hagas a la santita ahora.
-No, no es así…es que…por favor…basta. Aaaajj.
Carla continuaba a ir adelante y atrás esta ves mas lentamente. Las piernas de ella temblaban pero su cuerpo no dejaba de moverse.
-Jajajaja…Ya veo perra, ya veo…ahora te ayudo a “terminar” esto
Don Hari le dio una afonde fuerte y profundo que hizo que la mujer casada golpeara el espejo con la cabeza y después que se apoyara con su cachete a este último. En ese momento el viejo comenzó a taladrarle más rápido y con más fuerza que los sonidos de aplausos llenaron el depósito.
-MMMMMMM…Siii..iii.iii
Clara comenzó a gritar esta vez como si lo que hubiera dicho primero ya no contase. El cuerpo de ella temblaba todo y después de unos segundos dobló las rodillas y se sentó en el suelo con sus manos apolladas a la pared mientras tenía un gigantesco orgasmo. El viejo la veía de arriba complacido de su trabajo. Después de un minuto Clara dejó de moverse y comenzó a respirar profundamente sin decir nada. Don Hari ahora se alejó de ella y sacó una cerveza de un pequeño refrigerador en el depósito y comenzó a tomárselo como cuando lo vi el otro día. Lo que pude notar cuando caminaba fue que su pija estaba aún parada y para mi sorpresa era enorme. Era eso que la señora Carla tenía dentro de ella asta ese momento? No podía creerlo. Estaba lejos y la iluminación no era de lo mejor pero lograba ver que lo que el viejo tenía entre las piernas no era para nada normal. Después el le ayudó a pararse y le ofreció la cerveza de la misma botella y ella la tomó sin pensarlo. Carla tosió.
-Jajaja…No estas acostumbrada a tomar no es verdad nena?
-Ajamm…No, nunca me gustó… Don Hari tengo que ir…
Carla se dio cuenta que el viejo todavía estaba con la verga parada.
-Usted, usted no se…
-No nena, todavía no pero ahora podrás remediar.
-Ahi, Don Hari, no se. Esta tiene que ser la última vez…Yo no puedo…
El viejo con la verga parada apuntando a Carla se le acercó y la empujó asta su estómago de la bella casada que instintivamente se calló. La verga ahora estaba apoyada completamente por el estómago de ella.
-Ya me escuchaste perra. Te quiero de rodillas ahora.
Carla tragó saliva y se arrodilló frente a su macho que ahora tenía la verga sobre toda su cara y más. Ella comenzó a chupar primero lentamente y después aceleró como si se hubiera olvidado lo que había dicho antes.
-Glac, glac, glac, glac
Esos ruidos nunca se me quitaron de la cabeza
-Muy bien perra, chupa tu hueso, jajaja.
Carla continuaba mamando verga. Después de unos minutos el viejo le agarró de los cabellos y le empujó su miembro más al fondo que pudo y se corrió dentro la boca de su hembra. Y la dejó ir
-Aaahjjj
La boca de ella ahora era libre pero desde sus labios se estaban chorreando grandes cantidades de semen que caían también sobre sus pechos. Ella hacía todo lo que podía para tratar todo pero el líquido era demasiado.
-No desperdicies mi leche perra, si no tendrás que lamerla del piso.
Leche. Tenía que comprar la leche. De repente alguien me tiró de la polera por atrás. Era le pequeño Felipe. Casi me dio un ataque de corazón. El niño me hizo Shhh otra vez y me hizo departe mientras se dirigía ande su mamá. Yo no sabía que decir haci que corrí afuera, agarré la leche y fuy a la parada del autobús. Estaba sudado, mi corazón no paraba de latir en mis orejas y caminaba adelante y atrás esperando solo que el autobús llegara. El niño no hiba a decir nada, verdad? El no sabía mi nombre. No me conocía. El autobús llegó y yo me fui a mi casa. Había pasado 2 horas desde que se acabó la escuela y yo no me había dado cuenta. En mi casa obviamente mi mamá se enojó conmigo y me castigo por llegar tarde.
No paraba de pensar en lo que ví en el depósito. No podía creerlo o talvez no quería. Carla, la mujer que cada día veía feliz con su hijo y su marido era una de esas mujeres baratas, como decía mi mamá, traicionaba a su familia con ese viejo verde, Don Hari. Que sensación horrible, me sentía enojado, triste y incómodo por lo que hizo esa mujer y sobretodo de la manera en que la hizo. Dejó a su niño pequeño sin nadie a cuidarlo mientras ella hacía lo indecible con su amante. Que asco! Pobre Federico, que la amaba tanto, pobre Felipe con una madre tan puta y pobre yo que como idiota asistí a esa traición.
Giraba en mi cuarto sin dejar de pensar a lo que vi, no lo lograba. Tenía que despejar la mente. Por suerte llegó mi padre de su trabajo y se sentó a mirar la tele. Yo aproveché para verla con el ya que estaba castigado. El veía el informativo, todo lo de siempre: política, desastres naturales, criminales recién presos. Nada que podía interesarme pero al menos ya me había distraído. Ya era noche y primero de que vaya a dormir escuché que se hablaba de un suicida que se mató en yéndose a chocar contra un edificio. Que deprimente la vida.
Un día como cualquiera estaba en el autobús para ir a mi escuela. El trayecto era bastante largo ya que vivo lejos pero lograba entretenerme observando la gente que estaba conmigo en el autobús. Esto fue unos años atrás, en la época en la cual los chicos de mi edad no siempre tenían un teléfono para jugar o ver videos, especialmente uno proveniente de una familia pobre como la mía. En mi joven edad conocía a muchas personas pero solo de vista, conocía a la viejita a la cual di el nombre de Marta que cada mañana esperaba el autobús puntual a la parada siguiente a la mia. Marta siempre estaba muy bien vestida y llevaba unos suéteres de varios colores aunque sí hacía mucha calor. También conocía a Filiberto otro señor distinto que salía en el autobús justo cuando Marta bajaba. Filiberto por su parte estaba siempre vestido elegante, siempre con su traje negro o azul oscuro; el llevaba anteojos de botella y un viejo reloj muy barato al pulso derecho, que sea un regalo de su difunto padre? No obstante se vistiera con ropa tan elegante y seguramente costosa el siempre, desde Lunes a Jueves, agarra mi autobús para ir a trabajar. Talvez gasta todo su dinero en ropa y no para comprar un carro. Filiberto tenía siempre un aspecto severo y austero, era muy alto como 190cm, y con un expresión de tristeza en sus ojos que creo que yo soy el único en haber notado. Todo lo contrario eran Carla y Federico, una copia de casados que cada día subían al autobús junto a su pequeño hijito Felipe. Carla y Federico siempre estaban alegres y de buen humor, siempre jugando con el pequeño Felipe. Los veía desde la parte más al fondo del autobus mientras charlaban entre ellos y mientras se besaban como jóvenes enamorados. Que bellísima familia feliz yo pensé. En esos momentos envidiaba a ellos, esperando que algún día talvez también yo sería así de feliz. La familia de tres eran mis favoritos por el simple motivo que los podía ver por más tiempo. Felipe era un infante y justo sus padres lo llevaban a escuela cerca a la mia. Bajamos junto del autobus y caminábamos por 5 minutos en la calle mientras los veía ser esa pareja perfecta que se veía en la tele. Algunas veces lograba estar bastante cerca de ellos asta lograr escuchar unas cuantas conversaciones. Sabía que algunas veces hablaban, no discutían, hablaban de el dinero de la renta que tenían que pagar, hablaban de que había un niños que molestaba al pequeño Felipe y que los dos trataban de organizar los trabajos para hablar con los profesores. La última vez les escuché hablar de cómo estaban tan contentos de vivir en esta zona, porque estaba lleno de buena gente tan amable con ellos. Bueno, era Carla que lo decía sobretodo.
El día de escuela fue aburrido como siempre y al regreso como siempre vi a Carla que recogía a Felipe y juntos los dos iban a la parada del autobús. Yo estaba detrás de ellos y caminaba a una cierta distancia. Ese día, para la salida de escuela estaba lloviendo un poco y Carla no traía paraguas. La vi con el pequeño Felipe caminar rápido para evitar mojarse mientras el chiquito agarrado a la mano de la mamá corría como podía para lograr estar a su paso. Faltaba poco para la parada del autobús pero de repente Carla gira hacia la izquierda y se entra en un pequeño negocio alimentar. Fue una buena idea pensé. Si no tenía paraguas era el único modo para esperar el autobús sin mojarse. Me quede parado en la parada del autobús y continuaba a llover mas fuerte y aunque tenía paraguas mi pantalón se mojaba por las gotas de lluvia que salpicaban del piso. Me estaba aburriendo y aunque sí había más gente esperando el autobús conmigo, no era nada de interesante. Pasaron unos 30 minutos y todavía el autobús no llegaba. Seguramente la lluvia había causado algún problema. Pasaron otros 15 minutos y la gente estaba ya molesta y comenzaba a protestar como suelen hacer los viejitos. Yo estaba que me moría de aburrimiento. Al final mi autobús llegó y pude subir pero en el momento en que encontré asiento me di cuenta que Carla y Felipe no estaban en el autobús, de echo no estaban ni en la parada a esperar conmigo. No los vi salir del negocio desde que entraron. Al llegar a la casa mi madre me reclamó de lo mojado que estaba y se enojó sobretodo por que mi mochila estaba echa sopa. No me había dado cuenta que mi paraguas no cubria mi mochila llena de libros que estuvo en mis espaldas todo el tiempo. Espero almenos que Carla y Felipe no se hayan mojado.
Pasó el fin de semana y después un par de días más. Todo parecía normal con Marta, Filiberto y la familia de Felipe. Un miércoles por la mañana paso lo mismo de siempre solo que al salir de la escuela me olvide un libro en mi clase y me regresé a agarrarlo. No quería perder el autobús así que me fui corriendo a la parada y con suerte el chófer me vio correr y me espero para que suba.
-Muchas gracias señor-
El chófer me miró y me hizo un ok con la cabeza.
En el autobús me senté en uno de los asientos de adelante. Ya que no legré estar en mi normal puesto atrás del autobus, tuve que cambiar. Que raro era ver mi autobús por la parte de adelante. Carla y Felipe también estaban en el autobús pero no les podía ver bien porque había mucha gente que cubria mi visual. Al final los vi, Felipe, sentado en uno de los puestos de atrás, mordiendo una paleta que estaba cerrada. A su lado Carla sonreía y reía feliz hablando con alguien a su lado que no lograba ver quien era. Pude notar que la gente algunas veces se giraba en dirección de la parte de atrás como si estuviera pasando algo pero estando yo adelante no tenía idea de que fuese. El autobús se paró y pude ver Carla que estaba queriendo bajar del autobús con un poco de apuro y sonriendo mientras jalaba de la mano a Felipe que la seguía por detrás. Yo seguía con los ojos a Carla y observaba lo contenta que estaba ese momento y de repente alguien por detrás de ellos que no había notado primero le da una palmada en el trasero a Carla y después le apretó la nalga derecha justo primero que bajen. Que había apenas ocurrido? Lo que pasó en ese momento me confundió pero lo que pasó el segundo después me dejó atónito. Después de recibir esa nalgada Carla se giró y con una sonrisa traviesa sonrió al hombre que se la dio. Ahora que estaban en la calle los pude ver mejor desde la ventana. Ese hombre que la acompañaba no era Federico, su esposo y no se parecía para nada ni a Carla o Felipe para decir que era un pariente. Ese sujeto era un viejo muy alto y grueso de constitucion, piel muy morena, de lo que vi era seguramente indiano, una cabeza medio pelada al centro y cabellos largos y grises por los lados, una barba no afeitada blanca y vestido con una polera celeste demasiado estrecha para el. No logré ver más si no su barrigon como el de mi abuelo cuando se toma muchas cervezas y unos brazos peludos de los cuales uno se apoyó sobre la espalda de Carla. Era todavía joven en ese tiempo pero sabía que lo que pasó en ese momento no tenía nada de bueno.
El autobús me llevó a mi casa y yo estuve por todo el trayecto pensando en lo que había pasado. Pensaba que talvez había visto mal, talvez lo que vi no era tan malo, talvez como todos los adultos dicen habían cosas que se entienden solo cuando eres más grade. Talvez era así. Primero de dormir pensé en Federico, el papá y en Carla, la mamá. Todos los día que iban a la escuela, los veía tan felices y enamorados, los dos que se tenían de la mano y en el autobús mimando al pequeño Felipe, el único del cual estoy seguro del nombre porque los escuché que lo llamaban así. Por el resto ellos se decían Amor, Dulzura, Tesoro. Todos apodos que me indicaban cuanto se amarán los dos. Yo era todavía pequeño de altura así que veía a la gente más alta que yo confrontandolos con personas o objetos de la altura que yo conocía. Federico era más o menos alto como mi padre 170cm, cabellos negros, piel blanca y ojos oscuros. Me parecía un tipo normal, talvez un poco flaco y se vestía con jeans y camisa, talvez unos 24 años. El pequeño Felipe era casi lo mismo de su padre cabellos negros, piel blanca pero sus ojos eran verdes como los de su madre. El creo que tenía 3 o 4 años. Carla era toda otra cosa. Cabellos castaños, piel blanca talvez ligeramente más bronceada de Federico, 160cm, ojos verdes como jemas y un rostro angelical. También ella tenía que tener la misma edad de su marido. Me dormí pensando en esos detalles y en la manota morena de ese viejo en las grandes nalgas de Carla.
El dia siguiente salí en mi autobús ansioso de lo que iba a ver. No me entretenía viendo lo que hacían los otros, solo esperaba que Carla subiera al autobús para ver que pasaba. Estaba ansioso como al esperar el último episodio de una serie televisiva que presentía que no iba a tener un buen final, pero cuando Carla subió al autobús la ví feliz y sonriente como todos los días, acompañada por Felipe y Federico. Como si nada hubiera pasado. Hacían las cosas que hacían cada día. Charlaban y reían entre ellos jugando al mismo tiempo con un feliz y sonriente Felipe. En mi mente trataba de encontrar una explicación a ese comportamiento. Pero nada. Se que yo no los conocía pero estaba seguro que eran marido y esposa, los anillo que tenían los dos lo demostraban, los besos que se daban y como los dos juntos trataban al hijo. Estaba interesado en Carla en especial. En su comportamiento, en su sonrisa. Era una sonrisa luminosa y genuina, de una mujer feliz y enamorada o eso creía. Una cosa solamente me parecía extraña: Su sonrisa. La sonrisa de ella era de alguna forma diferente a la del día antes. No sabía explicarme en qué manera pero era diferente. No más feliz o menos, solo diferente. Por el resto la misma rutina. A la salida de escuela me dirigía a esperar el autobús pero sin ver a Carla. Talvez ese día recogió a su hijo primero. Yo caminaba y pasando por el negocio alimentar pude ver que adentro estaba ese hombre. Me sorprendió ver que ese mismo hombre que metió la mano a la bella Carla ahora estaba cerca a mi tomando una cerveza de una botella, las mismas que mi abuelo le gustaban. El tomaba rápido sin darse cuenta de mi presencia. Nunca tuve la oportunidad de entrar a ese negocio y menos de ver a quien trabajaba ahí adentro. Mi vida era escuela y casa sin tapas en el medio. Solo los fines de semana me divertia cuando iba a la casa de mis abuelos. Y ese hombre era viejo casi como mi abuelo. Tenía entre los 50 y los 60. Ahora me parecía más alto de ayer. Estaba detrás de un mesón donde se atendía a los clientes con alrededor chocolates, dulces, paletas y chicles de masticar. Nada de anormal en la tienda de un alimentar. Estaba demasiado distraído en la análisis de ese personaje que no noté que ese hombre me había notado.
-Quieres algo niño?
Yo no sabia que decir, la voz de ese viejo era gruesa y resposa. Me daba1 miedo.
-Que te pasa quieres comprar algo o no?
-Amm..si. Quiero algo.
No sabía que otra cosa decir. Entre en su pequeño negocio y vi lo que había de comprar. Pensé en comprar una paleta pero talvez no tenía suficiente dinero.
-Entonces?
El viejo interrumpió mis pensamientos para meterme apuro. Así que lo pensé mejor y compré un cartón de leche para mi mamá. Pagué con el poco que tenía. Ahora que me acerco al hombre pude ver que era muy alto y grueso, más de lo que pensaba. Alto talvez como Filiberto o más, como un 195cm, con una panza imponente y algunos anillo en la mano, una cadena de oro al cuello y un lunar al lado de su boca. Su cara era aún más fea de cerca. Tenía cara de delincuente con un nariz un poco a punta. El hombre tenía el rostro sudado y también la polera. No daba la impresión de ser uno con mucha cura de su apariencia. Salí del negocio sin voltearme atrás. Estuve solo en el regreso a casa, sin ver a Carla o Felipe, entonces me intratení viendo a la otra gente en el autobús. Quien sabe si ellos se dieran cuenta que había alguien que observaba como se comportaban, y Carla? Alguna vez ella o su marido se dieron cuenta de que los observaba? Seguramente ese viejo se dio cuenta.
En la casa dije a mi madre que compré leche porque no compré nada con mi dinero para el almuerzo para la escuela. Ella estaba contenta de mi. Yo estaba un poco incómodo en mentirle a ella. Ese dinero me lo guardé con los restos de cada día.
Los días siguientes nada había cambiado. Me parecía que lo que había visto ese día no había pasado o así quería creer. En esos momentos tuve el pensamiento más maduro que tuve en muchos años después. Olvidar lo que ví y no meterme en la vida de otros. Hubiera sido mejor que siguiera ese pensamiento. No lo hice. Otra vez las clases terminaron pero el profesor nos hizo quedar más en la clase por castigo. Un idiota de mis compañeros se le ocurrió lanzar un cochito al profesor que en ese momento había abierto la boca para hablar y trago el cochito. Se ha atragantado por un segundo suficiente a hacer reír a toda la clase. El profesor estaba muy enojado por la humillación así mandó al idiota ante el director y nosotros nos quedamos 30 minutos más después de la hora de salir. Por mi camino me dirigía al negocio del viejo, mi mamá me había encargado de comprar leche dándome el dinero. Adentro no había nadie agarré la leche y espere por el viejo, pero escuché ruidos detrás de la meza donde se pagaba. Me acerque y pude ver al pequeño Felipe jugando con una carro juguete. Yo le miré y el me miró. Felipe regresó a jugar. Porque el pequeño estaba solo? Porque estaba en el negocio alimentar?
Sabía que dejar a un niño solo en un negocio donde cualquiera podía entrar era algo desconsiderado. Salí afuera para ver si alguien llegaba. No había nadie. Traté de pedirle al niño donde estaba su mamá pero el no me respondió. Nomas ponía el dedo frente a su boca y decía -Shhhh. Porque tenía que estar en silencio? No entendía. Talvez si no encontraba la mamá de Felipe talvez el viejo sabia donde había ido pero donde encontrarlo. Había una puerta cerrada detrás del niño. Talvez el viejo estaba ocupando el baño. Abrí la puerta y en ese momento Felipe me miró preocupado y dijo Shhhh. Porque quería que este callado? Detrás de la puerta me esperaba de encontrar el baño per al frente mio estaba solo un largo pasillo algo oscuro. No sabía dónde llevaba pero probablemente encontraría al dueño. Después de algunos pasos comenzó a escuchar ruidos, ruidos que no podía distinguir pero más me acercaba más eran claros.
-Ah ah ah ah ah ah ah.
Los gemidos rítmicos de una mujer eran ahora claros, parecía que alguien la estuviera martillando. Delante de mí, había ahora una puerta abierta que llevaba a un pequeño depósito donde estaban almacenadas las cosas del negocio. Fruta, leche, paletas, caramelos estaban cerrados en cajas y envueltos en plástico. Los ruidos que ahora eran claramente gemidos se escuchaban fuertes y distintos, los de la mujer y los de un hombre que parecían más gruñidos. Mi corazón quería salirme del pecho por el miedo que tenia. Que tenía que hacer en esa situación? No había elección. Tenía que ayudar al pequeño. Me acerqué más para llamar al viejo de una cierta distancia pero al ver a la mujer que estaba con él no me salió la voz.
La señora Carla estaba doblada a 90 grados sobre unos cajones de fruta cubiertos de plástico; desnuda con solo unos tacos a los pies.
Por detrás estaba el viejo indiano que la taladraba con una tal fuerza que los cajones debajo de ella se movían a cada clavado. Me frote los ojos para asegurarme de estar viendo bien. Era Carla, la mujer casada tan cariñosa y enamorada de su marido que se dejaba hacer semejantes obscenidades por un viejo gordo y feo mientras este último con una mano le tiraba el pelo y con la otra le acariciaba las nalgas. El cuerpo del los dos era todo mojado por el sudor, especialmente el del viejo que con una expresión de esfuerzo continuaba llendo adelante y atrás con sus caderas que cuando golpeaban el culo de Carla hacia un ruido de manos que aplaudían. La cara de ella era un espectáculo aunque sí en ese momento no era lo que pensaba: Los ojos medio cerrados como si estuviera de sueño, su maquillaje todo desechó como si hubiera llorado y sus dientes que mordían sus labios inferiores. Nunca había visto una expresión símil en Carla, en nadie en absoluto. Era suficientemente grande para entender lo que pasaba, así que me quedé en la sombra para no ser visto.
-Mmm mm mm- Decía Carla mientras se mordía el labio.
-Perra…toma…perra!- Decía el viejo.
-Dame, si dame eee eee!
El viejo continuaba a darle duro sin descansar. Las uñas de Carla ahora estaban hundidas en el plástico como las de un gato que arañan los muebles. Las martilladas se detuvieron por un momento y el viejo sin soltar los cabellos de ella la jaló asta cerca de un espejo. Ahora pude ver lo que no quería. El viejo me daba las espaldas y desde mi posición veía todo su cuerpo desnudo que otra vez penetraba a la pobre Carla que parecía estar agotada. Ahora el ya no le tiraba el pelo y con una mano la daba nalgadas al culo de ella mientras continuaba a gemir como una poseída.
La otra mano del viejo estaba libre pero no hacía nada y Carla estaba con las manos apolladas al espejo con la cabeza inclinada abajo y los cabellos que cubrian su vista. De repente el viejo comienza a alargar el brazo y agarra una videocámara que estaba cerca de un mueble y sin que la bella casada se diera cuenta el comienza a filmar en dirección del espejo. Seguramente no se podía ver la cara de ella pero su cuerpo y el de él eran completamente visibles, su identidad estaba a salvo si no hubiera alzado la mirada. Continuaron así por no se cuantos minutos asta que el viejo otra vez se detuvo, cerró la videocámara y la acomodó sobre el mueble.
-Ahora perra, clavate tu sólita sobre mi verga.
-Si, si papi. Aj ah ah
Los gemidos continuaban mientras el viejo se relajaba viendo como su hembra se movía atrás y adelante complaciendo a su macho. Todavía no podía creer lo que pasaba, no podía creer que yo estuviera todavía ahí. Sabía que talvez era mejor largarme pero el miedo de ser descubierto, el acto de adulterio al cual asistía hicieron que mis piernas se congelaran. Carla continuó a implarse sobre la verga del viejo por un poco más asta que ella dijo:
-Don…Don Hari…basta! Tenemos que parar…esto…esto está mal…no tengo…no tendría que hacer esto. Aajj!
-Mm? De que hablas perra, si eres tu que te estas clavando sobre mi verga.
-No…si, lo sé…pero…pero…mmm…Aj…tenemos que parar…por favor…tenemos que parar…esto esta mal…yo, Aajj!
El viejo le tira una nalgada bien fuerte a Carla
-Parar? Jajajaja…Estas loca perra, si eres tu que siempre buscas mi verga. No te me hagas a la santita ahora.
-No, no es así…es que…por favor…basta. Aaaajj.
Carla continuaba a ir adelante y atrás esta ves mas lentamente. Las piernas de ella temblaban pero su cuerpo no dejaba de moverse.
-Jajajaja…Ya veo perra, ya veo…ahora te ayudo a “terminar” esto
Don Hari le dio una afonde fuerte y profundo que hizo que la mujer casada golpeara el espejo con la cabeza y después que se apoyara con su cachete a este último. En ese momento el viejo comenzó a taladrarle más rápido y con más fuerza que los sonidos de aplausos llenaron el depósito.
-MMMMMMM…Siii..iii.iii
Clara comenzó a gritar esta vez como si lo que hubiera dicho primero ya no contase. El cuerpo de ella temblaba todo y después de unos segundos dobló las rodillas y se sentó en el suelo con sus manos apolladas a la pared mientras tenía un gigantesco orgasmo. El viejo la veía de arriba complacido de su trabajo. Después de un minuto Clara dejó de moverse y comenzó a respirar profundamente sin decir nada. Don Hari ahora se alejó de ella y sacó una cerveza de un pequeño refrigerador en el depósito y comenzó a tomárselo como cuando lo vi el otro día. Lo que pude notar cuando caminaba fue que su pija estaba aún parada y para mi sorpresa era enorme. Era eso que la señora Carla tenía dentro de ella asta ese momento? No podía creerlo. Estaba lejos y la iluminación no era de lo mejor pero lograba ver que lo que el viejo tenía entre las piernas no era para nada normal. Después el le ayudó a pararse y le ofreció la cerveza de la misma botella y ella la tomó sin pensarlo. Carla tosió.
-Jajaja…No estas acostumbrada a tomar no es verdad nena?
-Ajamm…No, nunca me gustó… Don Hari tengo que ir…
Carla se dio cuenta que el viejo todavía estaba con la verga parada.
-Usted, usted no se…
-No nena, todavía no pero ahora podrás remediar.
-Ahi, Don Hari, no se. Esta tiene que ser la última vez…Yo no puedo…
El viejo con la verga parada apuntando a Carla se le acercó y la empujó asta su estómago de la bella casada que instintivamente se calló. La verga ahora estaba apoyada completamente por el estómago de ella.
-Ya me escuchaste perra. Te quiero de rodillas ahora.
Carla tragó saliva y se arrodilló frente a su macho que ahora tenía la verga sobre toda su cara y más. Ella comenzó a chupar primero lentamente y después aceleró como si se hubiera olvidado lo que había dicho antes.
-Glac, glac, glac, glac
Esos ruidos nunca se me quitaron de la cabeza
-Muy bien perra, chupa tu hueso, jajaja.
Carla continuaba mamando verga. Después de unos minutos el viejo le agarró de los cabellos y le empujó su miembro más al fondo que pudo y se corrió dentro la boca de su hembra. Y la dejó ir
-Aaahjjj
La boca de ella ahora era libre pero desde sus labios se estaban chorreando grandes cantidades de semen que caían también sobre sus pechos. Ella hacía todo lo que podía para tratar todo pero el líquido era demasiado.
-No desperdicies mi leche perra, si no tendrás que lamerla del piso.
Leche. Tenía que comprar la leche. De repente alguien me tiró de la polera por atrás. Era le pequeño Felipe. Casi me dio un ataque de corazón. El niño me hizo Shhh otra vez y me hizo departe mientras se dirigía ande su mamá. Yo no sabía que decir haci que corrí afuera, agarré la leche y fuy a la parada del autobús. Estaba sudado, mi corazón no paraba de latir en mis orejas y caminaba adelante y atrás esperando solo que el autobús llegara. El niño no hiba a decir nada, verdad? El no sabía mi nombre. No me conocía. El autobús llegó y yo me fui a mi casa. Había pasado 2 horas desde que se acabó la escuela y yo no me había dado cuenta. En mi casa obviamente mi mamá se enojó conmigo y me castigo por llegar tarde.
No paraba de pensar en lo que ví en el depósito. No podía creerlo o talvez no quería. Carla, la mujer que cada día veía feliz con su hijo y su marido era una de esas mujeres baratas, como decía mi mamá, traicionaba a su familia con ese viejo verde, Don Hari. Que sensación horrible, me sentía enojado, triste y incómodo por lo que hizo esa mujer y sobretodo de la manera en que la hizo. Dejó a su niño pequeño sin nadie a cuidarlo mientras ella hacía lo indecible con su amante. Que asco! Pobre Federico, que la amaba tanto, pobre Felipe con una madre tan puta y pobre yo que como idiota asistí a esa traición.
Giraba en mi cuarto sin dejar de pensar a lo que vi, no lo lograba. Tenía que despejar la mente. Por suerte llegó mi padre de su trabajo y se sentó a mirar la tele. Yo aproveché para verla con el ya que estaba castigado. El veía el informativo, todo lo de siempre: política, desastres naturales, criminales recién presos. Nada que podía interesarme pero al menos ya me había distraído. Ya era noche y primero de que vaya a dormir escuché que se hablaba de un suicida que se mató en yéndose a chocar contra un edificio. Que deprimente la vida.
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