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Mi camino bisex

Por alguna extraña y feliz coincidencia del destino se incorpora una compañera nueva al curso. Nicole era su nombre, extranjera, hija de un diplomático, no era muy linda pero sí tenía un encanto extremadamente femenino y delicado que a mi me resultó hipnotizante. Yo era el único que hablaba su idioma por lo que acercarme para ofrecerle ayuda para estudiar fue muy natural y enseguida nos hicimos amigos inseparables. Comenzamos a pasar días enteros juntos hasta que en una tarde de pelis en el sillón luego de preparar un examen ella se abalanzó sobre mí y me besó. Ese primer beso fue escalando, siempre bajo la iniciativa de ella ya que yo era muy tímido e inexperiente, hasta que terminamos siendo novios y ella quedándose finalmente con mi virginidad de hombre. Fue una experiencia única y doblemente excitante para mi porque debajo de ese manto de delicada feminidad se escondía una femme fatal con un infinito guardarropa de lencería de altísima calidad. Teníamos sexo todos los días y yo disfrutaba casi tanto del acto de penetrarla como de verla desnudarse y modelar para mi su colección de encajes, sedas, lycras y tules. Cada vez que llegaba a casa luego de pasar el día juntos me iba directo a ponerme una de mis tanguitas y masturbarme analmente con cualquier objeto fálico mientras repasaba la sesión de sexo en mi mente. De tanguita y con la cola invadida por el mango de algún cepillo o escoba imaginaba cómo me quedaría a mi el atuendo que había usado ella y cómo me sentiría siendo penetrado como yo se lo hacía a ella. Esos mismos pensamientos también corrían por mi mente mientras teníamos sexo, cerraba los ojos y me imaginaba siendo ella mientras acariciaba la lencería sobre su piel. Cuanto más sexo teníamos más crecía mi líbido anal y mis ganas de vestirme y ser penetrado. Estaba desesperado por tener un rato a solas con su ropero pero la oportunidad nunca se daba hasta que un viaje facilitó todo. Su familia me invita a Buenos Aires por unos días a visitar unos diplomáticos amigos en una quinta en las afueras de la ciudad con piscina, parque, etc. Los detalles son secundarios, lo importante es que la quinta era cuidada por una familia que vivía en el predio, gente muy amable y educada con quienes me llevé bien enseguida, ellos y yo éramos los únicos rioplatenses. El cuidador era un tipo de unos 40 años, flaco fibroso por el trabajo manual y muy educado, la mujer rellenita y excelente cocinera estaba embarazada y tenían una nena preciosa que jugaba con Nicole y conmigo todo el tiempo. Siempre he tenido la piel muy delicada y luego de una tarde de piscina demasiado larga me insolé, no demasiado quemado pero si con dolor de cabeza y esas cosas. A la mañana siguiente estaba planeado salir de paseo por el campo de un conocido de los dueños de casa, andar a caballo y otras cosas más, dado mi estado yo preferí quedarme durmiendo en la quinta para evitar el sol. Nicole trató de hacerme ir pero su padre le hizo razonar que era por mi salud y partieron avisando que volverían luego del medio día, la madre de Nicole me dijo también que si me daba hambre podía pedirle a la esposa del cuidador que me cocine algo y me recomendó permanecer a la sombra descansando. Debo confesar que la tarde anterior no me había sentido tan mal realmente, sabía lo del día de campo y me dí cuenta que era mi oportunidad de quedar solo con la valija de Nicole por unas horas. Mi cuerpo me pedía a gritos una sesión de lencería y placer anal, me había estado colando los dedos antes de dormir en mi dormitorio (los padres de ella no nos dejaban dormir juntos) todas las noches pero necesitaba más. Fue así que en cuanto partieron me levanté de la cama como resorte, me dí una ducha, tranqué las puertas y fui directo al dormitorio de Nicole donde me desnudé completamente al llegar. Dentro de su valija, tal como lo esperaba, encontré una serie de conjuntos sensuales bastante mayor que la cantidad de días de nuestra estadía, la lencería era un fetiche que compartíamos obviamente. Elegí uno que me encantaba y que ella ya había usado alguna vez frente a mi, se trataba de un body de tul y encaje negro con cavado alto, voladitos en las caderas y ligas incorporadas. Si bien ella era un poquito más baja que yo, sus pechos no eran muy prominentes y tal como lo suponía nuestras cinturas y caderas eran muy similares, el body me calzó perfecto. Rápidamente encontré las medias que ella seguro había llevado para vincular a las ligas y enfundé mis piernas en ellas enganchando las ligas como correspondía. Así vestido llevé mi corta melena para atrás con una vincha y me dirigí al espejo de cuerpo completo que había en el living de la casa de invitados para modelar el atuendo. Frente a mí en el reflejo había una sensual joven, tal vez no muy bonita de cara y casi sin lolas, pero con una fina cintura, caderas amplias y una cola que el body hacía parecer perfecta mientras que sus piernas eran demasiado sensuales enfundadas en esas medias con tope de encaje. Tras las clásicas vueltitas en puntas de pie y caminatas contorneando la cadera comencé la búsqueda de mi amante. Me terminé decidiendo por un cepillo de la madre de Nicole cuyo mango redondeado, largo y de buen diámetro me pareció perfecto, además del morbo de saber que la próxima vez que se peinara mi elegante suegra, lo haría tomando un mango que había recorrido mis entrañas hasta darme un orgasmo. Me encontraba absorto en el goce, arrodillado en el sillón del living de espaldas al espejo introduciendo el cepillo en mi ano y contemplando la imagen que me devolvía el espejo cuando de pronto escucho la puerta abrirse y la voz del casero diciendo “señor, manda decir mi esposa que qué le gustaría que le cocine para el alm…” Sus palabras se esfumaron al descubrirme enfundado en lencería, arrodillado en el sillón con el culo en pompa y un cepillo asomando de entre mis nalgas. Ni que hablar de las mías, quedé petrificado mirándolo a los ojos por algo que se sintió como una eternidad, los dos en silencio mirándonos el uno al otro hasta que el ruido del cepillo cayendo al piso desde mi ano nos despabiló a ambos. Yo me paré tan rápido como pude instintivamente cubriendo mi pecho y genitales con las manos mientras que él se acercó desde atrás y mientras me apretaba una nalga me dijo: “No me gustan los putos pero qué buena cola que tenés, mejor que la de tu noviecita y yo hace un par de meses que no cojo porque a mi mujer no le gusta cuando esta embarazada.” Una segunda mano se apoderó de mi otra nalga mientras yo seguía petrificado. “Escúchame bien putita, yo no le digo a los patrones lo que vi, ni a tu pobre noviecita, pero vos me vas a obedecer. Hoy a la noche, cuando todos se duerman, quiero que vayas para el cuartito que está al lado de la piscina y me esperes vestidita así”. Soltó mis nalgas, me dio un buen chirlo en la derecha que dejó su mano marcada en mi piel y se fue por donde vino. Aterrado yo salí corriendo a desnudarme, lavar el cepillo y guardar todo de vuelta en su lugar. Mientras me volvía a vestir de hombre no paraba de pensar “tengo alternativa? iré esta noche? me penetrará? cómo puedo hacer para tomar la lencería sin que Nicole lo note?” Finalmente me di cuenta que estaba aterrado pero también muy excitado, mi pene estaba como una roca y mi corazón latía a mil. Esa noche finalmente probaría uno de verdad

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