Hacía ya algún tiempo que aprovechaba cada momento de soledad en casa para probarme cualquier pieza de lencería que estuviera a mi alcance, a veces de mi madre, otras de mis tías e incluso llegué a robarme bombachitas de las madres y hermanas de algunos amigos cuando visitaba sus casas. Al principio solo me vestía, modelaba frente al espejo y terminaba siempre en una sesión de masturbación intensa pero tradicional con una mano en mi pene y la otra acariciando mi cuerpo por sobre la lencería. Todo eso fue hasta que a través de una revista porno que me mostró un amigo descubrí el sexo anal. En la revista aparecían algunas muy sensuales mujeres, vestidas con hermosa lencería, siendo penetradas primero vaginalmente, hasta ahí nada nuevo, y luego unas páginas más adelante, analmente mientras denotaban en sus rostros claros signos de placer y pasión. WOW El hecho de descubrir que el ano podía ser una fuente de placer y que podía ser penetrado como las vaginas fue algo que me transformó. Mientras mirábamos las páginas de las revistas yo no paraba de pensar en que yo también tenía un ano como el de ellas y que a mi también me quedaba muy bien la lencería sexy. A partir de eso pasó lo obvio, en mi siguiente sesión de placer y lencería, además de vestirme y modelar, cuando llegó la hora del placer mientras una mano acariciaba mi pene la otra fue a buscar tímidamente mi ano. Primero fue solo un dedo con saliva, algunas falanges nomás. Al poco tiempo ya era capaz de meterme hasta tres dedos y había descubierto que las sesiones de masturbación se volvían mucho más excitantes de esa manera. El juego con mis propios dedos me gustaba pero me dejaba la sensación de que podía obtener más placer si me penetraba con algún otro objeto que se pareciera más a un pene ajeno. Fue así que mangos de cepillos y destornilladores, zanahorias y toda una serie de pequeños objetos fálicos fueron encontrando su camino hasta mi interior mientras me masturbaba siempre vestido en fina y sexy lencería. La situación me excitaba mucho y era claro que me daba placer, pero mis orgasmos seguían viniendo por la vía de mi mano directamente masturbando mi pene lo cual me parecía súper natural y disfrutaba absolutamente. Eso fue así hasta una tarde en particular que me quedé soló en casa, como siempre fui directo a vestirme luego de trancar la puerta. Elegí un conjuntito rojo de encaje, me puse unas medias 7/8 negras y empecé el clásico modelado frente al espejo en puntas de pie. Al subir la excitación comencé a buscar por la casa a quien sería mi amante para esa tarde, cuál sería el objeto que llenaría mi interior. Me sentía particularmente excitado así que decidí probar algo nuevo y más grande, con ese pensamiento en mente el largo mango de una escoba de punta redondeada llamó mi atención. Con nervios y anticipación lo cubrí con un preservativo que tenía guardado para que no me lastime y lo llené de abundante saliva, corrí mi tanguita a un costado e hice lo mismo con mi ano. Luego calcé la escoba en el borde entre el piso y la pared con el mango apuntando hacia arriba y algo inclinado hacia mi. Temblando de nervios le dí la espalda y con una mano dirigí la punta hacía mi ano que la recibió ansioso. Con las rodillas flexionadas y apoyando las manos en el borde de la cama comencé a retroceder mis caderas sintiendo como la barra de madera se metía lentamente dentro de mi. Cuando sentí que ya era suficiente frené, respiré hondo y disfruté de esa sensación única de estar lleno. Unos segundo más tarde mis caderas retomaron el control comenzando un rítmico vaivén de atrás hacia adelante simulando la penetración que imaginaba de mi amante. Mis manos seguían apoyadas en la cama, mi pene ya no estaba erecto como al principio, se había vuelto completamente flácido y colgaba entre mis piernas, pero yo me sentía cada vez más excitado y con una extraña sensación dentro de mi interior que hasta entonces no conocía pero que parecía ir en aumento. Mis caderas se movían cada vez más rápido, mis manos apretaban cada vez más firme el borde de la cama y mi pene revoloteaba flácido cada vez más violentamente entre mis piernas hasta que de golpe, sin aviso y para mi absoluta sorpresa, exploté en un intenso orgasmo que me dejó inmovil y empalado en la escoba mientras de mi pene chorreaban hilos de semen hasta el piso y mis rodillas temblaban. La sorpresa fue gigante, no me lo esperaba y me costó entender lo que estaba pasando, al principio me asusté, no me daba cuenta, hasta que al recuperar la compostura mis ojos brillaron de ilusión. Mi ano me podía dar el mismo placer que mi pene tal como a las chicas de la revista. Podía, y desde entonces descubrí que puedo y adoro, tener orgasmos anales!
0 comentarios - Mi primer orgasmo