No leíste la primera parte o la segunda de "Departamento de soltero"? En total son 20 capítulos super calientes y te van a encantar! Acá te dejo el link para que entres y te deleites:
PRIMER AÑO. CAPITULO 1
SEGUNDO AÑO. CAPITULO 1
La historia de Lautaro sigue avanzando y enredándose, entre encuentros con amigas, vecinas y amantes que se ponen cada vez más calientes a medida que él descubre nuevos horizontes de placer. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…
CAPITULO 1
Capítulo 2: Imágenes retro
Claramente faltaba mucho para llegar a Flavia y a esa noche de pasión que tuvimos por primera vez en el departamento nuevo y a estrenar. Sin embargo el puntapié inicial de lo que me iba a llevar a todo eso fue la noche en la que Florencia y yo tuvimos sexo anal por primera vez. Ni bien Flor se fue de mi departamento, me llegó un mensaje de Victoria, mi otra vecina y con quien veníamos teniendo algo diferente desde hacía un poco más de un mes. Ella acababa de salir de una relación complicada, por lo que decidimos no ponerle títulos a lo nuestro y nos dedicamos a disfrutar de pasar tiempo juntos y tener sexo. Pero Victoria ahora estaba en su pueblo, pasándola con su familia y yo aproveché para sacarme las ganas con Flor, quien me encantaba y me calentaba muchísimo.
Al día siguiente de nuestra noche súper ardiente, Flor me escribió para decirme que tenía ganas de volver a verme y que se había quedado con ganas de más. El problema era que ese mismo día llegaba Victoria, por lo que tuve que decirle que hablábamos más adelante y que organizábamos para otro día. Ella me respondió de manera cortante, pero poco me importaba ya que al mismo tiempo yo estaba hablando con mi otra vecina, quien estaba llegando a la ciudad. “Tengo un hambre terrible” me dijo teniendo en cuenta que eran casi las dos de la tarde y yo le propuse esperarla con el almuerzo para que no tuviera que cocinarse o comer cualquier cosa. “Que caro me va a salir eso!” me escribió ella y por mi cabeza pasaron muchísimas cosas.
Ni bien llegó nos dimos un abrazo muy fuerte y sentido, de esos que uno le da a un amigo luego de no verlo por mucho tiempo. Nos sentamos a almorzar juntos algo que había preparado y ella me contó algunas cuestiones personales de su familia y como había pasado esos días en su pueblo. Yo la escuchaba atento, pero me distraía con su rostro y lo hermoso que este era. Victoria era demasiado perfecta y no podía creer lo feliz que me hacía volver a estar con ella allí. Ni bien terminamos de comer, nos quedamos hablando unos minutos y ella me manifestó que estaba algo cansada, pues el viaje en micro la había agotado. “¿Querés que vayamos a acostarnos?” le pregunté y ella sonriendo me dijo que sí.
Los besos y las caricias no tardaron en aparecer. Por el contrario, la ropa se fue corriendo de lugar y haciéndose a un lado con el pasar de los segundos. Cuando estuvimos los dos completamente desnudos, Victoria se colocó encima de mí y empezó a besarme todo el cuerpo, dejándome un calor único en cada lugar que besaba. Se acomodó entre mis piernas, me sacó el bóxer y tomó mi pija con sus dos manos para empezar a pajearme lentamente mientras me miraba a los ojos y me sonreía. Me encantaba, era perfecta. La deseaba con todo mi ser y todavía me costaba creer que la tenía allí para mí. Se inclinó hacia adelante, abrió la boca y me la empezó a chupar.
Era sorprendente, sumamente placentero. Gozaba cada lamida que Victoria daba sobre mi pija y disfrutaba al máximo la manera en la que sus labios la recorrían desde la base hasta la punta. Sentía un cosquilleo recorrer toda mi espalda y la satisfacción se intensificaba cuando bajaba una de sus manos hasta mis huevos para acariciarlos suavemente. Su lengua sin dudas era la protagonista. La usaba para lamerme toda la pija, para dibujar diferentes formas sobre la cabeza y para llenarla de saliva una y otra vez. Me volvía loco y lo sabía. Sus mirada me buscaba todo el tiempo y esos ojos color miel me cautivaban y me enloquecían.
Volvió a colocarse encima de mí luego de haberme dejado la verga al palo y lentamente se fue sentando sobre esta. Noté la calidez de su conchita y la humedad que hacía que mi cuerpo resbalara adentro del suyo. Cuando su cola tocó mi cintura, apoyó sus manos sobre mis hombros inclinándose un poco hacia adelante y empezó a bambolear la cintura hacia arriba y hacia a abajo. Cada movimiento era más perfecto que el otro y yo no podía con semejante mujer. Mis manos se apoyaron sobre su cintura, pero enseguida empezaron a recorrer todo su cuerpo, llevándolas por su cola, su espalda, sus brazos y hasta su rostro. Victoria me miraba fijo a los ojos, gemía por lo bajo y se movía como una diosa encima de mi cuerpo.
Pero la alegría dura poco y mi vida sentimental parecía estar condenada al fracaso. Tan solo tres días después de que Victoria volviera al edificio y nosotros tuviéramos nuestro encuentro, apareció en el ascensor una foto que lo cambió todo. Tamara y Darío, quienes administraban el consorcio pusieron una foto de la cámara de seguridad en la que se podía ver claramente como Flor me estaba chupando la pija en el ascensor. Nos habían tapado la cara, pero quedaba claro que era yo y ella, por lo que no había forma de escapar. Debajo de la foto había una leyenda que decía: “Esto pasó en este mismo ascensor. Estos son los vecinos que tenemos”. Molesto por esa exposición directa, arranqué la imagen y le toqué el timbre para preguntarle por qué había hecho eso, pero ella alegó que no lo había hecho por más que eran los únicos que solían ver las cámaras de seguridad.
Mi mayor preocupación era que Victoria haya visto dicha imagen, pues eso delataría el hecho de que Florencia y yo lo estábamos haciendo. Le avisé a mi vecina del 4to piso lo que había pasado e indignada, dijo que le iba a decir de todo a Tamara. Le pedí que por favor tratara de ser lo más discreta posible ya que no quería que nadie se enterara. “Igual a mí me da lo mismo. Son todos unos hijos de puta en este edificio” me respondió ella y yo evité decirle cual era la verdadera razón por la que quería que disimulara. No quería que Victoria se enterara. Lo nuestro era una amistad con sexo y por más que nunca habíamos definido exclusividad, sentía que ella no iba a ver bien que tuviera sexo con alguien más, menos si era del edificio y menos si lo hacía en el ascensor.
El problema fue que, cuando volví de trabajar Tamara había pegado de nuevo la foto en el ascensor, por lo que esta había estado durante horas allí. Llegué al 9no piso, estaba a punto de entrar a mi departamento y de golpe se abre la puerta de en frente. Victoria me miraba con los ojos llorosos y en su cara se notaba la bronca y el dolor que sentía. “Vicky, dejame que te cuente como fue” le dije y traté de explicarle que había pasado antes de lo nuestro, pero ella no quería escucharme. Estaba demasiado dolida para prestarme atención. “¡Sos igual que todos!” me dijo y me cerró la puerta en la cara. Tocarle el timbre y pedirle que me abriera no sirvió de nada, pues Victoria no quería hablar conmigo.
Entré al departamento y dejé mis cosas tiradas en el sillón. Estaba demasiado molesto y enojado y la verdad que no tenía idea por qué. Victoria y yo no éramos nada. No éramos novios, no éramos pareja y no teníamos exclusividad de ningún tipo, solo éramos amigos que cogían cuando tenían ganas. No podía molestarse porque yo estuviera con otras chicas. Estaba tan caliente y molesto que automáticamente me bajé una app de citas y empecé a buscar a alguien para verme en ese mismo momento. Le di like a varias chicas que me gustaban y algunas empezaron a responder tan solo unos minutos más tarde. El problema es que yo era muy directo y les decía que no quería dar vueltas, que quería coger y nada más. La gran mayoría me decían que preferían algo más tranquilo para conocernos. Pero de golpe apareció ella.
Antonella, una pendeja de 25 años que se después del típico inicio de conversación, aceptó juntarnos para tener sexo sin dar tantas vueltas. Le dije que viniera después de cenar y ella asintió y me preguntó si tenía algún morbo especial. Como si fuera obra del destino, me confesó que le gustaba que la traten mal, que la insulten y que le peguen a la hora del sexo, algo que me calentó automáticamente. “Ya fue. Venite ahora” le dije sintiendo como la pija se me ponía durísima luego de esa declaración de su parte. La piba estaba muy buena, tenía una carita divina y un cuerpo que seguramente sería mejor cuando estuviese desnudo en mi cama.
Llegó al cabo de madia hora y cuando bajé para abrirle la puerta, me ocupé de sacar nuevamente la imagen del ascensor de aquella noche de Diciembre con Florencia. Tenía puesta una pollerita bien cortita tipo colegiala y una remerita que dejaba ver más piel de la que esperaba. “Hola” la saludé con un beso en la mejilla y ella me respondió sonriente. Entramos al ascensor, subimos al piso y entramos al departamento. Ella miró un poco alrededor y dudando le pregunté si quería tomar algo. Antonella se dio vuelta y me dijo que no, que quería pasar al baño. Le indiqué donde estaba y la esperé parado en el comedor mientras revisaba en mi celular unas fotos que Lucas había mandado desde su viaje al norte.
- Ya estoy lista.- Me dijo una voz seductora llamándome desde el pasillo y cuando levanté la mirada casi me muero.
Antonella se había dejado la pollerita de colegiala que le quedaba divina, pero se había sacado la remera y tenía puesto un corpiño de encaje hermoso. También se había descalzado y había hecho aparecer unas medias de red que le llegaban hasta los muslos. La pendeja estaba demasiado fuerte y sin dudarlo, tiré el celular al sillón y caminé hasta pararme frente a ella. Apoyé mis manos en su cintura y le comí la boca con un beso que en cuestión de segundos se puso muy caliente. La apoyé contra la pared y ella me sacó la remera de un tirón, dejándome semi desnudo al igual que ella.
Parados en el pasillo que conduce a la habitación y al baño, nos seguimos besando y calentando cada vez más. Pasé mis manos hacia su espalda y le desabroché el corpiño, el cual cayó al piso automáticamente. Enseguida bajé a lamerle las tetas y a chupárselas con ganas, sintiendo como sus pezones se iban poniendo duritos en mis labios. “¡Mmm sí!” gimió ella y escuchar su voz de provocadora me calentó un montón. Antonella era muy caliente y mientras yo me volvía loco con sus tetas, ella recorría mi espalda y mi cuerpo con sus manos. Seguí bajando hasta quedar arrodillado frente a ella y le levanté la pollera para encontrarme con que no tenía nada debajo. Estaba vestida con un aoutfit muy provocador y lo sabía, por lo que me regaló una mirada de niña buena cuando levanté la vista para verla a los ojos.
- ¡No! Dejatela.- Le dije cuando vi que tenía intenciones de sacarse la pollera.
Me metí debajo de ella y abriéndole las piernas desde los muslos, empecé a chuparle la conchita. Era preciosa, súper delicada y estaba totalmente depilada. Pasé mi lengua varias veces desde abajo y ella abrió más las piernas para darme lugar. Mi cabeza apuntaba hacia arriba y entre la oscuridad del pasillo y el hecho de estar debajo de su pollera, no veía nada de lo que ocurría. Sin embargo sentía muy bien el gusto de su cuerpo y notaba sus piernas rozando mi cabeza una y otra vez. Sus gemidos eran mi guía, ya que a pesar de que estos sonaban por lo bajo, podía escucharlos claramente cuando mi lengua llegaba a su clítoris y se lo lamía todo.
Salí de debajo de su cuerpo y me paré nuevamente en frente de ella para acorralarla contra la pared. Antonella me miró sonriendo y me comió la boca mientras me desabrochaba el pantalón con sus manos. Me lo fue desprendiendo y yo la ayudé a sacármelo y así quedar desnudo en frente suyo. Nos seguimos besando, yo manoseaba sus tetas preciosas y apreciaba su piel blanca y suave. Ella se acercó a mi oído y luego de lamerlo me dijo en voz bien baja: “Maltratame. Haceme lo que quieras”. En tan solo un segundo, metí mi mano por detrás de su espalda, agarré su pelo y tiré de este hacia abajo, provocando que Antonella apuntara su cabeza hacia el techo. Teniéndola a mi merced y acorralada, me acerqué yo a su oído y le dije:
- ¡Ahora vas a chuparme la pija, pendeja puta! ¡Y lo vas a hacer hasta que yo te diga!
Cuando le solté el pelo la miré a los ojos y una sonrisa tremendamente morbosa se había dibujado en su rostro. Era evidente que mis palabras la habían calentado muchísimo y que ese juego la volvía loca, pues inmediatamente se arrodillé entre mi cuerpo y la pared, tomó mi pija y me la empezó a chupar. Se la metió de lleno en la boca y apretándola con sus labios comenzó a mover la cabeza hacia adelante y hacia atrás para chuparla toda. Lo hacía bien, le ponía muchas ganas, aunque me hubiese gustado que usara un poco más su lengua. Entonces recordé el juego que estábamos haciendo y le exigí que lo hiciera, que me la lamiera entera y después volviera a chuparla. Antonella obedeció y sacando su lengua la empezó a recorrer desde arriba hacia abajo y desde un lado al otro, llenándome de placer.
Entonces recordé como le había cogido la boca a Florencia cuando estuvimos encerrados en el ascensor y decidí hacer lo mismo con ella. Apoyé mis manos sobre su cabeza y sujetándola bien firme empecé a mover mi cintura hacia adelante y hacia atrás. “¿Te gusta, putita? ¿Así querés que te trate?” le pregunté a Antonella mientras aceleraba el ritmo de mis movimientos. Sabía que no podía responderme, tenía la boca llena de mi verga, pero intentó y la respuesta quedó ahogada entre sus labios. “¡No te entiendo, putita! ¿Qué me dijiste?” le insistí moviéndome más y más rápido mientras observaba como la saliva empezaba a caerle por el costado de los labios. Ella trató de responderme nuevamente, pero mi pija le llenaba tanto la boca que no se le entendía lo que decía y eso a mi me ponía más loco.
Soltándole la cabeza y agarrándola del pelo la obligué a que se parase nuevamente. Un hilo de baba se le caía del labio y yo lo recogí con mi lengua y se lo escupí adentro de la boca para después ver como ella se lo tragaba. “¡Que puta hermosa que sos!” le dije sonriendo y comiéndole la boca una vez más sin soltarla del pelo. La obligué a darse vuelta, le dije que parara la colita y metí mi mano entre los cachetes de su cola para llegar a su conchita. Empecé a jugar con un dedo adentro de esta mientras la seguía arrinconando contra la pared y estampaba su cara en ella. Me fascinaba el juego y a Antonella también, pues no paraba de gemir y de chillar como loca, haciéndome saber lo mucho que disfrutaba de ello.
Agarré mi pija bien dura y se la fui metiendo despacio, sin soltarle la cabeza con la otra mano. La tenía a mi merced y eso le daba un morbo especial a la escena que tanto me calentaba. Cuando tuvo toda la pija adentro, Antonella pegó un gritito bien agudo el cual se alargó ni bien me empecé a mover hacia atrás y hacia adelante. Fui cogiéndomela poco a poco, penetrándola lentamente en esa posición, con parte de su cuerpo apoyado contra la pared. La pollerita de colegiala le daba un toque divino, por más que esta estuviera toda amontonada sobre su cintura para no molestarme. Las medias de red que tenía puesta también eran divinas y la colita que se le formaba con mi mano sujetándola del pelo, la hacía ser perfecta para ese morbo.
- ¿Te gusta, putita? ¿Te gusta cómo te estoy cogiendo?- Le pregunté acelerando un poco mis movimientos.
- ¡Sí! ¡Me encanta! ¡No pares!- Me respondió ella con su boca a medio apoyar contra la pared.
Entonces seguí subiéndole el ritmo al vaivén de mi cintura. Esta avanzaba hasta chocar con su cola y volvía para atrás casi logrando que mi pija saliera de su cuerpo. Después volvía a metérsela bien a fondo y así una y otra vez, cogiéndomela con ganas y logrando sacarle esos gemidos divinos que Antonella emitía. Yo no le soltaba el pelo, al mismo tiempo que con mi otra mano recorría su cuerpo, acariciando parte de sus tetas, sintiendo el calor de su cintura y apretándole la cola. Era la primera vez que la calentura me había podido de esa manera y cogerme a una desconocida en medio del pasillo era mucho más estimulante de lo que podía creer.
“¡Ponete en cuatro, putita de mierda!” le dije al oído y di un paso para atrás para que ella pudiera acomodarse allí mismo. Me agaché detrás de ella y volví a hundir mi verga bien dura en su conchita mojada hasta que esta estuvo toda adentro de su cuerpo. Apoyé mis manos sobre la cintura de Antonella y comencé a moverme hacia adelante y hacia atrás, haciendo que mi pija entrara y saliera de su cuerpo una y otra vez. Mis movimientos llegaron a la velocidad máxima en cuestión de segundos y los gemidos de ella se volvieron gritos de placer que se oían en toda la casa. Antonella tiró la cabeza hacia atrás y su pelo quedó apoyado sobre su espalda, por lo que liberé mi mano derecha y volví a sujetarle la cabellera para tirar de esta mientras me la cogía.
- ¡Que putita hermosa que sos! ¡Cómo te gusta la pija!- Le dije clavándosela hasta el fondo y sacando un grito precioso de su boca.
Me la cogía tan fuerte que nuestros cuerpos avanzaban lentamente por el pasillo. Cada golpe que daba de mi cintura contra su cola, mi pija se hundía bien a fondo de su conchita, la cual estaba toda mojada. Antonella gritaba como loca. “¡Ay sí! ¡Me encanta! ¡Sí! ¡No pares!” me decía la muy trola y yo le respondía tratándola de puta, insultándola y tirándole del pelo. Le encantaba ese juego y a mí también. Me estaba volviendo loco. Tenía la pija completamente al palo y sentía que estaba a punto de estallar en cualquier momento. “¿Te vas a tragar mi peche, putita? ¿Te la vas a tragar toda?” le pregunté tirándole aún más del cabello.
- ¡Sí! ¡Quiero que me la des toda!- Me respondió ella entre gemidos.
Entonces me volví a parar frente a mi amante y agarrándola de la cabeza me empecé a pajear sobre su cara. “¡Pedime la leche putita!” le ordené y enseguida le metí la verga en la boca para que la chupara unos segundos y después se la saqué. “¡Dame la lechita! ¡Dámela toda! ¡Quiero tu lechita!” me dijo Antonella rogándome mientras se manoseaba las tetas y seguía gimiendo. Fue demasiado para mí y acabé una cantidad impresionante de semen que terminó yendo a parar sobre su cara y su boca. La descarga siguió y siguió hasta que no me quedó nada adentro y entonces volví a meterle la pija en la boca para que me la chupara un ratito más.
Ella fue al baño a limpiarse y a cambiarse y yo me vestí con la misma ropa que estaba allí en el piso. Cuando salió la invité a retirarse, pues lo nuestro era solo juntarnos a coger y sacarnos la calentura. Ella me despidió con un beso en la mejilla y me propuso volver a vernos más adelante a lo que yo le dije que sí, por más que sabía que no iba a volver a verla. Cuando subí hasta el 9no piso, salí del ascensor y miré la puerta del departamento de Victoria rogando que hubiese escuchado todos los gritos y gemidos de Antonella. Por alguna razón estaba molesto con ella, molesto por haberse enojado sin razón, molesto por haberme hecho responsable de cosas que no eran como yo decía. Ahora me iba a coger a quien yo quisiera y lo iba a hacer con muchas ganas.
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