Me llamo mica tengo y estoy casada Desde novios noté que Juanma se calentaba mucho al verme observada por otras personas, le encantaba que fuera el centro de atención, y después teníamos unas relaciones de maravilla.
Yo también disfrutaba sobremanera esas situaciones, porque desde pequeña supe que era una exhibicionista frustrada.
La historia que voy a narrar tiene lugar cuando estábamos a punto de casarnos, y cambiaría nuestras vidas para siempre.
Resulta que estábamos planeando nuestra despedida de solteros junto a nuestros amigos, y decidimos hacerla por partida doble: una separados, cada uno con sus respectivos amigos, y otra con todos juntos. Esto era para que cada cual pudiera estar con su gente, y divertirse más.
Primero hicimos la individual, que sería un día viernes. Juanma la hizo con sus amigos, que de seguro irían a un cabaret o lugares así.
En cambio, mis amigas decidieron llevarme a cenar, y eso era lo único que yo podría saber de antemano. A eso de las 9 de la noche empezaron a llegar a mi casa, que era el punto de partida. Estaban: mis 4 amigas de toda la vida (Ana, Vale, Carla y Nadia), mis compañeras de trabajo (soy diseñadora de stands en una empresa de cosméticos, así que son todas mujeres a excepción de Robert, un chico gay que también vino) y mi hermano Darío junto a tres amigos (Nico, Mauro y Ariel), que llevarían la combi de este último para transportarnos en caso de que me ensucien y esas cosas que suelen hacerte en estos eventos. Los chicos recién habían acabado el secundario, y sólo Ariel tenía licencia de conducir, tenían todos 17 años.
Fuimos a un pub donde sirven comida Tex-Mex, todo muy picante, acompañado de mucha pero mucha cerveza. O sea que a la hora de llegar, ya todos estábamos muy contentos.
Para la ocasión me había puesto un vestido negro mas bien corto y amplio, para estar cómoda. Enseguida nos pusimos todos a bailar, con música alegre, y hacíamos rondas, vueltas, trencitos, de todo. Lo más cómico fue que llamábamos tanto la atención, que en poco tiempo el resto de la gente empezó a unirse a mi fiesta. Yo notaba que la idea de todos era emborracharme por completo. En un momento, Nico me tomó de la mano y, sentándome encima de él, empezó a darme de probar todo tipo de tragos, que rápidamente surtieron efecto.
Mientras, mis amigas iban buscando algunos chicos, generalmente muy jóvenes, para presentarme a ellos y contarles que como me casaba, y era mi última fiesta como soltera, podrían tener algún premio conmigo. Así fue que me besé con tres o cuatro, pero no pasó de allí, aunque me estaba divirtiendo como loca.
Eso fue todo en ese lugar, ya que decidieron seguir la noche en otro sitio. Fuimos para los autos, tocándome a mí la combi, acompañada por Nadia, que era una de las organizadoras y debía indicarles el camino a los chicos. Ni bien arrancamos, Nadia sacó un bolso con ropa, y me dijo que iba a disfrazarme de puta para divertirnos un rato. La idea me encantó, ya que vestirme de puta y salir a la calle era una vieja fantasía que nunca me había atrevido a cumplir. Ariel, que manejaba, y mi hermano iban adelante, y los demás en la caja.
Sólo unos minutos más tarde, estaba en bombacha y corpiño siendo observada por los amiguitos de mi hermano, que jamás se hubieran esperado encontrarse con tal sorpresa.
Bueno, el asunto es que me hicieron poner una mini negra que me tapaba lo justo, pero la cual dejaba ver la bombacha con solo caminar. Llevaba un conjuntito blanco, de raso, tipo tanga la bombacha, y me dejaron en corpiño. No me pusieron medias, y me dieron unos zapatos de tacón negros.
Me hicieron bajar en una calle medio desolada, y ellos se quedaron enfrente (dentro de los autos) filmando todo. Debo decirles que habían filmado todo lo ocurrido hasta ese momento, incluyendo los intermedios en la combi.
Primero pasó un chico morocho (albañil, seguramente) y me preguntó cuanto cobraba. Le dije $100000, para que no aceptara y así fue. Pero antes me abrazó colocando sus manos en mi culito, e intentó darme un beso que esquivé justo.
Pero lo más bizarro vino luego. Paró un auto espectacular, un BMW, con dos chicos, que estaban muy bien. Me invitaron a subir, y así lo hice. Me hicieron sentar entre ellos, y aprovecharon para tocarme las tetas y subirme la falda. Me magrearon las tetas y la concha por arriba de la ropa interior, mientras yo les hacía una paja a dos manos. Cuando acabaron, les pedí que me dejaran donde me habían levantado, y no les cobré nada, como atención de la casa. Antes, ambos me besaron en la boca.
Cuando bajé, vinieron mi amiga Nadia y mi hermano para ver como estaba. Les dije que bien, y fuimos a terminar la velada al depto. de Nadia, que vive sola.
Me senté en el piso de la combi con Mauro y Nico, quienes aprovechando mi "alegría" comenzaron a acariciar mis piernas. A esa altura tenía mi bombachita empapada, y las caricias de los chicos no hacían más que calentarme. Nico, que siempre me había tenido ganas, me tocaba la cara y jugaba con sus dedos en mis labios, hecho que hizo que me descontrolara y lo besara apasionadamente en la boca. Estuvimos un buen rato besándonos arrodillados, mientras Mauro, que me había subido la pollerita hasta la cintura, me manoseaba el culo sin parar.
Justo en ese momento llegamos a lo de Nadia. Bajé así como estaba, en bombacha y corpiño, y todos me aplaudieron.
Ya en el depto., el alcohol nos seguía poniendo loquísimos. Tanto es así que en un momento vi a mi amiga Vale (que estaba casada y tenía un hijito) sentada sobre mi hermano y besándolo.
También Nadia estaba sacada, porque se sacó los pantalones y se quedó con una tanga negra y una camiseta musculosa blanca, que la hacía lucir muy bella. Mi hermano y sus amigos no perdieron oportunidad y la abrazaron entre todos, aprovechando para manosearla. Luego Ariel la subió a sus hombros, Nico hizo lo mismo conmigo y jugamos a una guerra de caballos.
Ya sobre el final de la noche, Nico me llevó a la habitación y me empujó sobre la cama. Mi calentura no tenía fin, entonces abrí mis piernas deseando que me penetrara allí mismo. Me quité el corpiño y él me sacó la bombacha, se bajó el pantalón y me mostró un palo respetable. Me la metió de golpe, y me bombeó sin parar. Tuve como tres orgasmos, y quedé de cama. Antes de irse, Nico me pidió si le regalaba mi bombachita como recuerdo, y le dije que por supuesto.
Al despertarme al otro día, me di cuenta que no sólo yo la había pasado bien. Nadia estaba en la alfombra completamente desnuda abrazada a Ariel, y al rato llamó el marido de Vale porque no había vuelto, justo cuando entraba mi hermano que me dijo que recién se había ido. Obviamente, habían estado "jugando" en la combi.
El miércoles siguiente fue la despedida conjunta. La hicimos en un salón, y contratamos a unos animadores para cantar y hacer juegos.
Estaban los mismos que en mi fiesta anterior, los amigos de Juanma (personales, del trabajo, etc.), nuestros primos/as, y algunos más.
Estaba vestida con un vestidito tipo solero, para estar más cómoda para moverme.
Al principio cantamos, bailamos y nos divertimos mucho.
Luego vinieron algunos juegos. Uno de ellos consistía en que todos los hombres se sentaban en unas sillas haciendo una ronda y yo debía descubrir que cinco de ellos tenían en el pecho unas pistas para llegar a un objetivo que se me develaría al reunir las cinco. Para ello, tendría que ir sentándome sobre las piernas de cada uno de ellos, y despojarlos de sus prendas superiores.
Al final lo logré, pero debo admitir que el hecho de sentarme sobre tantos hombres me puso a mil, y a ellos también parecía gustarles, ya que movían sus piernas como haciéndome caballito, o las separaban como para que me caiga. Pero quien más gozaba era Juanma, que aplaudía sin parar.
Pero el más osado de los juegos, y que a mi futuro marido calentó como a nadie, fue el siguiente: yo debía dejar que Juanma me despojara de mi bombachita delante de los invitados. Luego él sortearía la prenda entre los hombres, y el ganador sería quien la vuelva a poner en su sitio.
Juanma no podía esperar, quería que fuera ya. Metió sus manos bajo mi vestido, y tiró de las tiras de la bombacha, bajándola y quitándomela. Con la blanca y pequeña prenda en sus manos, la fue pasando como una sortija ante la cara de los hombres de la reunión, algunos de los cuales la tocaban, otros la olían y algunos mas desatados la besaban. Yo, sabiendo que todos estaban al tanto que estaba sin ropa interior bajo mi vestido, me estaba excitando a más no poder.
Se efectuó el sorteo, y el ganador resultó ser César, el hermano menor de Juanma, que tenía entonces 16 años.
El pendejo agarró mi bombachita, se la puso en la cara, y empezó a gritar que estaba un tanto húmeda, a lo que todos aplaudieron.
Me acerqué donde él, separando mis piernas, y levantando ligeramente una de ellas para que me pusiera la tanguita. A medida que iba subiendo, corrió sus manos de la tira de la bombacha hacia la tela, con lo que al llegar al final, rozó fuertemente mi culito y la pelambre de mi conchita. En eso se acercó Juanma y junto a su hermano, me levantaron uno de cada lado el vestido hasta taparme la cabeza. Todo el mundo me vio en bombacha, y encima Juanma incitó a César diciéndole que estaba mal acomodada, por lo que a la vista de todos el pendejo me la bajó hasta las rodillas, mientras escuchaba un "uuuuuuuuuhhhhhhhh" impresionante dedicado a mi negro y espeso monte, para luego subirla y acomodarla definitivamente.
Cuando me bajaron el vestido, besé a mi futuro cuñadito en los labios, cosa que su hermano festejó a los gritos.
Cuando la fiesta tocó a su fin, César y su primo Favio (tenia la misma edad que Juanma, eran muy compinches) se ofrecieron a llevarnos en el auto de éste. En el estado alcohólico que estábamos, no pudimos negarnos.
Primero dejaron a Juanma en el que sería nuestro departamento (ya estaba instalado allí), y de ahí iríamos a mi casa.
En el camino nos cruzamos con dos amigos de mi cuñadito del colegio, a los que ofreció alcanzarlos a algún sitio. Yo estaba casi dormida en el asiento trasero, y ellos se sentaron junto a mí. Alcanzaba a oír que se burlaban de mi estado, ya que había puesto mi cabeza sobre las piernas de uno de ellos, y apoyado las mías sobre el otro.
¿A que no adivinan quién la ayudó a ponerse la bombachita...?, alcancé a escuchar que alardeaba César.
No nos digas..., y... ¿podemos echar un vistazo...?
Tras decir esto, el que tenía mis pies me subió el vestido, lo necesario para ver mi prenda. El otro no quiso perderse nada, e hizo lo mismo, dejando mi tanga a la vista.
En ese momento llegamos a mi casa, y como César vivía a la vuelta, se ofreció a llevarme hasta dentro, mientras los demás seguían viaje.
Mi cuñadito me llevó hasta mi habitación, me desvistió, y llenó la bañera con agua. Me metió dentro para que tome un baño de inmersión, mientras aprovechaba para frotarme por todo el cuerpo, especialmente las tetas y la concha. Cada pasada de sus manos enjabonadas por ahí abajo, me excitaba a más no poder. Incluso llegó a meter un par de dedos dentro mío, lo cual gocé como una putita.
Luego, me hizo poner una bombachita negra y una camiseta, y me levantó en sus brazos hasta mi cama. Allí, se sentó, quedando yo sobre él. Me dio algunos besitos en la boca, besó dulcemente mis tetas, y me dejó durmiendo y se marchó.
Al despertar al otro día, César me había dejado una cartita en la que decía que tenía una cuñada excelente y que siempre me ayudaría en lo que necesitara, y felicitaba a su hermano por mi elección. Además, me puso que se había llevado de recuerdo la bombachita de la fiesta, lo que me llenó de emoción.
Yo también disfrutaba sobremanera esas situaciones, porque desde pequeña supe que era una exhibicionista frustrada.
La historia que voy a narrar tiene lugar cuando estábamos a punto de casarnos, y cambiaría nuestras vidas para siempre.
Resulta que estábamos planeando nuestra despedida de solteros junto a nuestros amigos, y decidimos hacerla por partida doble: una separados, cada uno con sus respectivos amigos, y otra con todos juntos. Esto era para que cada cual pudiera estar con su gente, y divertirse más.
Primero hicimos la individual, que sería un día viernes. Juanma la hizo con sus amigos, que de seguro irían a un cabaret o lugares así.
En cambio, mis amigas decidieron llevarme a cenar, y eso era lo único que yo podría saber de antemano. A eso de las 9 de la noche empezaron a llegar a mi casa, que era el punto de partida. Estaban: mis 4 amigas de toda la vida (Ana, Vale, Carla y Nadia), mis compañeras de trabajo (soy diseñadora de stands en una empresa de cosméticos, así que son todas mujeres a excepción de Robert, un chico gay que también vino) y mi hermano Darío junto a tres amigos (Nico, Mauro y Ariel), que llevarían la combi de este último para transportarnos en caso de que me ensucien y esas cosas que suelen hacerte en estos eventos. Los chicos recién habían acabado el secundario, y sólo Ariel tenía licencia de conducir, tenían todos 17 años.
Fuimos a un pub donde sirven comida Tex-Mex, todo muy picante, acompañado de mucha pero mucha cerveza. O sea que a la hora de llegar, ya todos estábamos muy contentos.
Para la ocasión me había puesto un vestido negro mas bien corto y amplio, para estar cómoda. Enseguida nos pusimos todos a bailar, con música alegre, y hacíamos rondas, vueltas, trencitos, de todo. Lo más cómico fue que llamábamos tanto la atención, que en poco tiempo el resto de la gente empezó a unirse a mi fiesta. Yo notaba que la idea de todos era emborracharme por completo. En un momento, Nico me tomó de la mano y, sentándome encima de él, empezó a darme de probar todo tipo de tragos, que rápidamente surtieron efecto.
Mientras, mis amigas iban buscando algunos chicos, generalmente muy jóvenes, para presentarme a ellos y contarles que como me casaba, y era mi última fiesta como soltera, podrían tener algún premio conmigo. Así fue que me besé con tres o cuatro, pero no pasó de allí, aunque me estaba divirtiendo como loca.
Eso fue todo en ese lugar, ya que decidieron seguir la noche en otro sitio. Fuimos para los autos, tocándome a mí la combi, acompañada por Nadia, que era una de las organizadoras y debía indicarles el camino a los chicos. Ni bien arrancamos, Nadia sacó un bolso con ropa, y me dijo que iba a disfrazarme de puta para divertirnos un rato. La idea me encantó, ya que vestirme de puta y salir a la calle era una vieja fantasía que nunca me había atrevido a cumplir. Ariel, que manejaba, y mi hermano iban adelante, y los demás en la caja.
Sólo unos minutos más tarde, estaba en bombacha y corpiño siendo observada por los amiguitos de mi hermano, que jamás se hubieran esperado encontrarse con tal sorpresa.
Bueno, el asunto es que me hicieron poner una mini negra que me tapaba lo justo, pero la cual dejaba ver la bombacha con solo caminar. Llevaba un conjuntito blanco, de raso, tipo tanga la bombacha, y me dejaron en corpiño. No me pusieron medias, y me dieron unos zapatos de tacón negros.
Me hicieron bajar en una calle medio desolada, y ellos se quedaron enfrente (dentro de los autos) filmando todo. Debo decirles que habían filmado todo lo ocurrido hasta ese momento, incluyendo los intermedios en la combi.
Primero pasó un chico morocho (albañil, seguramente) y me preguntó cuanto cobraba. Le dije $100000, para que no aceptara y así fue. Pero antes me abrazó colocando sus manos en mi culito, e intentó darme un beso que esquivé justo.
Pero lo más bizarro vino luego. Paró un auto espectacular, un BMW, con dos chicos, que estaban muy bien. Me invitaron a subir, y así lo hice. Me hicieron sentar entre ellos, y aprovecharon para tocarme las tetas y subirme la falda. Me magrearon las tetas y la concha por arriba de la ropa interior, mientras yo les hacía una paja a dos manos. Cuando acabaron, les pedí que me dejaran donde me habían levantado, y no les cobré nada, como atención de la casa. Antes, ambos me besaron en la boca.
Cuando bajé, vinieron mi amiga Nadia y mi hermano para ver como estaba. Les dije que bien, y fuimos a terminar la velada al depto. de Nadia, que vive sola.
Me senté en el piso de la combi con Mauro y Nico, quienes aprovechando mi "alegría" comenzaron a acariciar mis piernas. A esa altura tenía mi bombachita empapada, y las caricias de los chicos no hacían más que calentarme. Nico, que siempre me había tenido ganas, me tocaba la cara y jugaba con sus dedos en mis labios, hecho que hizo que me descontrolara y lo besara apasionadamente en la boca. Estuvimos un buen rato besándonos arrodillados, mientras Mauro, que me había subido la pollerita hasta la cintura, me manoseaba el culo sin parar.
Justo en ese momento llegamos a lo de Nadia. Bajé así como estaba, en bombacha y corpiño, y todos me aplaudieron.
Ya en el depto., el alcohol nos seguía poniendo loquísimos. Tanto es así que en un momento vi a mi amiga Vale (que estaba casada y tenía un hijito) sentada sobre mi hermano y besándolo.
También Nadia estaba sacada, porque se sacó los pantalones y se quedó con una tanga negra y una camiseta musculosa blanca, que la hacía lucir muy bella. Mi hermano y sus amigos no perdieron oportunidad y la abrazaron entre todos, aprovechando para manosearla. Luego Ariel la subió a sus hombros, Nico hizo lo mismo conmigo y jugamos a una guerra de caballos.
Ya sobre el final de la noche, Nico me llevó a la habitación y me empujó sobre la cama. Mi calentura no tenía fin, entonces abrí mis piernas deseando que me penetrara allí mismo. Me quité el corpiño y él me sacó la bombacha, se bajó el pantalón y me mostró un palo respetable. Me la metió de golpe, y me bombeó sin parar. Tuve como tres orgasmos, y quedé de cama. Antes de irse, Nico me pidió si le regalaba mi bombachita como recuerdo, y le dije que por supuesto.
Al despertarme al otro día, me di cuenta que no sólo yo la había pasado bien. Nadia estaba en la alfombra completamente desnuda abrazada a Ariel, y al rato llamó el marido de Vale porque no había vuelto, justo cuando entraba mi hermano que me dijo que recién se había ido. Obviamente, habían estado "jugando" en la combi.
El miércoles siguiente fue la despedida conjunta. La hicimos en un salón, y contratamos a unos animadores para cantar y hacer juegos.
Estaban los mismos que en mi fiesta anterior, los amigos de Juanma (personales, del trabajo, etc.), nuestros primos/as, y algunos más.
Estaba vestida con un vestidito tipo solero, para estar más cómoda para moverme.
Al principio cantamos, bailamos y nos divertimos mucho.
Luego vinieron algunos juegos. Uno de ellos consistía en que todos los hombres se sentaban en unas sillas haciendo una ronda y yo debía descubrir que cinco de ellos tenían en el pecho unas pistas para llegar a un objetivo que se me develaría al reunir las cinco. Para ello, tendría que ir sentándome sobre las piernas de cada uno de ellos, y despojarlos de sus prendas superiores.
Al final lo logré, pero debo admitir que el hecho de sentarme sobre tantos hombres me puso a mil, y a ellos también parecía gustarles, ya que movían sus piernas como haciéndome caballito, o las separaban como para que me caiga. Pero quien más gozaba era Juanma, que aplaudía sin parar.
Pero el más osado de los juegos, y que a mi futuro marido calentó como a nadie, fue el siguiente: yo debía dejar que Juanma me despojara de mi bombachita delante de los invitados. Luego él sortearía la prenda entre los hombres, y el ganador sería quien la vuelva a poner en su sitio.
Juanma no podía esperar, quería que fuera ya. Metió sus manos bajo mi vestido, y tiró de las tiras de la bombacha, bajándola y quitándomela. Con la blanca y pequeña prenda en sus manos, la fue pasando como una sortija ante la cara de los hombres de la reunión, algunos de los cuales la tocaban, otros la olían y algunos mas desatados la besaban. Yo, sabiendo que todos estaban al tanto que estaba sin ropa interior bajo mi vestido, me estaba excitando a más no poder.
Se efectuó el sorteo, y el ganador resultó ser César, el hermano menor de Juanma, que tenía entonces 16 años.
El pendejo agarró mi bombachita, se la puso en la cara, y empezó a gritar que estaba un tanto húmeda, a lo que todos aplaudieron.
Me acerqué donde él, separando mis piernas, y levantando ligeramente una de ellas para que me pusiera la tanguita. A medida que iba subiendo, corrió sus manos de la tira de la bombacha hacia la tela, con lo que al llegar al final, rozó fuertemente mi culito y la pelambre de mi conchita. En eso se acercó Juanma y junto a su hermano, me levantaron uno de cada lado el vestido hasta taparme la cabeza. Todo el mundo me vio en bombacha, y encima Juanma incitó a César diciéndole que estaba mal acomodada, por lo que a la vista de todos el pendejo me la bajó hasta las rodillas, mientras escuchaba un "uuuuuuuuuhhhhhhhh" impresionante dedicado a mi negro y espeso monte, para luego subirla y acomodarla definitivamente.
Cuando me bajaron el vestido, besé a mi futuro cuñadito en los labios, cosa que su hermano festejó a los gritos.
Cuando la fiesta tocó a su fin, César y su primo Favio (tenia la misma edad que Juanma, eran muy compinches) se ofrecieron a llevarnos en el auto de éste. En el estado alcohólico que estábamos, no pudimos negarnos.
Primero dejaron a Juanma en el que sería nuestro departamento (ya estaba instalado allí), y de ahí iríamos a mi casa.
En el camino nos cruzamos con dos amigos de mi cuñadito del colegio, a los que ofreció alcanzarlos a algún sitio. Yo estaba casi dormida en el asiento trasero, y ellos se sentaron junto a mí. Alcanzaba a oír que se burlaban de mi estado, ya que había puesto mi cabeza sobre las piernas de uno de ellos, y apoyado las mías sobre el otro.
¿A que no adivinan quién la ayudó a ponerse la bombachita...?, alcancé a escuchar que alardeaba César.
No nos digas..., y... ¿podemos echar un vistazo...?
Tras decir esto, el que tenía mis pies me subió el vestido, lo necesario para ver mi prenda. El otro no quiso perderse nada, e hizo lo mismo, dejando mi tanga a la vista.
En ese momento llegamos a mi casa, y como César vivía a la vuelta, se ofreció a llevarme hasta dentro, mientras los demás seguían viaje.
Mi cuñadito me llevó hasta mi habitación, me desvistió, y llenó la bañera con agua. Me metió dentro para que tome un baño de inmersión, mientras aprovechaba para frotarme por todo el cuerpo, especialmente las tetas y la concha. Cada pasada de sus manos enjabonadas por ahí abajo, me excitaba a más no poder. Incluso llegó a meter un par de dedos dentro mío, lo cual gocé como una putita.
Luego, me hizo poner una bombachita negra y una camiseta, y me levantó en sus brazos hasta mi cama. Allí, se sentó, quedando yo sobre él. Me dio algunos besitos en la boca, besó dulcemente mis tetas, y me dejó durmiendo y se marchó.
Al despertar al otro día, César me había dejado una cartita en la que decía que tenía una cuñada excelente y que siempre me ayudaría en lo que necesitara, y felicitaba a su hermano por mi elección. Además, me puso que se había llevado de recuerdo la bombachita de la fiesta, lo que me llenó de emoción.
3 comentarios - una despedida muy caliente