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viaje de trabajo o placer

La empresa donde trabajo cumplió 40 años de existencia, con tal motivo el Directorio decidió tener una atención con los empleados organizando un viaje a Punta del Este. Ya había pasado la temporada ideal (diciembre-enero-febrero) para visitar ese balneario pero un paseo gratis por Punta del Este en toda época del año es bienvenido. , salimos un viernes después del horario de trabajo y regresamos el domingo de noche.
“Tú vas en el auto, pagas tu estadía en el hotel y así pasamos juntos en Punta del Este. Rebeca y Ema ya acordaron con sus maridos para hacer eso.” le propuse a mi esposo.
“La idea me encanta, pero vos sabés que nos agarra justo con muchos gastos  me dice mi marido
Era razonable: habíamos tenido muchos gastos. El pago del colegio de  los chicos y demas .
“Entre el combustible de ida y vuelta Montevideo-Punta del Este, más el hotel se nos va mucho dinero. Andá vos, disfrutá, me dice mi marido 
Totalmente comprensible. El camino no fue aburrido, bebimos, charlamos, comimos tartas y empanadas que habíamos preparado. Dado que habíamos trabajado todo el día, y el ómnibus salió desde la empresa, estábamos un poco cansados y algunos se durmieron. Nos habían reservado un hotel donde comienza Gorlero. Quedaba más o menos equidistante de la Playa Mansa y de la Brava. Nos asignaron habitaciones con dos camas separadas (dos mujeres en unas, dos hombres en otras). Una vez que pusimos nuestros equipajes en las habitaciones correspondientes la mayoría propuso irnos al llamado Muelle de Mailhos, donde empieza la Mansa. Aunque a mí no me entusiasmaba mucho la idea accedí y nos fuimos a la playa.
Pasamos bien, se formaron pequeños grupos, charlamos, algunos caminaron hacia un lado otros en sentido contrario. Yo me uní a un grupito junto a unas rocas. En el grupo estaba el conductor del autobús, quien con el paso de los minutos se acercaba más a mí. Este es un chico joven, Manuel, me contó que no hace mucho que trabaja en la compañía de ómnibus.
“¿Les molesta que esté con ustedes?” preguntó.
“De ninguna manera. No somos elitistas. Tranquilo. Haz de cuenta que eres compañeros de trabajo, como nosotros.” le respondimos.
Teníamos una conservadora con hielo y por supuesto: con latas cerveza. Alguien también había traído dos botellas de mojito. Y charlando, bebiendo, algunos, como Manuel se pusieron un poco borrachos y en el caso de este chico a prestarme atención. Cuando yo estaba por irme al hotel, él se ofreció a dar un paseo por la costa.
“Ya es muy tarde y está bastante oscuro.” fue mi respuesta.
“Acá no está oscuro, los focos de la rambla iluminan incluso parte del agua, por otra parte en Punta del Este nunca es tarde.” dijo. “En dos días volveremos a casa, hay que aprovechar, mojarse los pies en la orilla, caminar de noche junto al mar.”
Yo agarre mis cosas con la intención de ir al hotel.
“Mira, puedes ver que hay mucha gente caminando por allí, escuchando el sonido de las olas y respirando el aire del mar. Es un milagro que en esta época del año la noche esté tan disfrutable.” Insistió Manuel.
Después de pensarlo, acepté. Realmente había mucha gente junto al mar, algunos caminando entre las rocas, otros se sacaron el calzado para que el agua les moje los pies. Nosotros también nos quitamos los zapatos y caminamos por la orilla playa hasta una roca que parecía un enorme erizo.
Estábamos un poco lejos de los demás. Me parece, no estoy segura, que estábamos a la altura de la calle 28 – Los meros. Las olas rodaban apaciblemente hacia la orilla, y al golpear la pierna mojaba el borde del vestido, el cual para evitar que se mojara demasiado cuando venía una ola lo levantaba por encima de las rodillas. Pasamos detrás de una roca, se me acercó y me preguntó
“¿No tienes frío?” Y me abrazó.
Me sorprendió mucho, pasó su mano por mi hombro e incluso me atrajo hacia él. Giré la cabeza para mirarlo en silencio, pero él miró hacia el mar. Pensé: Cuando yo me casé, este chico probablemente aún no había nacido; y aquí, ahora: «¿tienes frío?» y abrazándome. Decidida a ver el desarrollo de los acontecimientos, no apliqué ninguna acción para apartarme de él. Dimos algunos pasos, me tomaba por el hombro, luego bajaba la mano hasta mi cintura, apretándome también contra él, y a veces incluso, como por «accidente», su mano caía sobre mis nalgas, como sondeando mis reacciones. Seguimos así, en determinado momento quitó su mano de mi cintura y la corrió por la espalda, examinando la presencia de mi sostén. Tal vez después de beber un poco de alcohol, tal vez el aire del mar hizo efecto en mí, ya que no lo tomaba en serio a él y sus acciones, y quería ver lo que hacía, me divertía tanto que simplemente quería reírme en su cara. Entendí lo que el chico buscaba y me preguntaba qué más haría para cumplir sus deseos.
Lo dejé actuar, y cuando rebasé cierto límite lo detendré interrumpiendo sus intentos posteriores, pensé. Caminábamos sobre unos guijarros que fueron lavados por las olas, rodando con un ruido bajo mis pies. Por momento pesaba que yo podría estar equivocada sobre sus intenciones. Lo que más me sorprendió de todo fue que estaba confundida sobre qué hacer con esto, sin prestar atención al hecho de que yo era bastante mayor que él. Después de caminar un poco más, llegamos a una roca junto al mar. 


Se acercó tanto a mí que a través de sus pantalones sentí su pene ya tenso. «Guau» -pasó por mi cabeza. Veo que realmente me quiere coger. Pensé en dos razones, o está «hambriento» en materia de sexo, o está completamente loco: tenemos una enorme diferencia de edad. Pero no me parece en absoluto que esté loco... Me quedé en silencio con las manos hacia abajo, me presionó contra él, no actué.
Al cabo de un rato, me levantó el vestido hasta la cintura, puso sus manos detrás de mi espalda, me acarició, luego las deslizó bajo el elástico de mi tanga y me acarició las nalgas. Eso me excitó  tanto que volví en sí cuando la tanga ya estaban debajo de mis rodillas. Ya estaba acariciando mi concha  Comenzó a jugar en mi estómago, agarré su mano y la apreté con fuerza entre mis piernas. Movió sus dedos a lo largo de la hendidura, apartando mis labios vaginales y acariciando mi clítoris. A través de sus pantalones tomé en la palma de mi mano su pene. El miembro estaba tenso y sobresalía tratando de salir de debajo de los pantalones.  mi mano se continuó debajo de sus pantalones por el deseo de sentirlo todo directamente. Ayudó a bajar el slip y su miembro viril con todo lo demás salió a lucir. Acaricié su pene, él empujó  el dedo en mi vagina de donde empezaron a salir los sonidos de mis secreciones. Mi concha pedía un pene. Me resistía. Bueno, un poco más, y ya está, ya he jugado demasiado... ¡Basta! -me dije, sin dejar de acariciar su verga, ¡a disfrutar!
. No pude resistirme, me volví hacia él. Se aferró a mí. Sentí su pene presionando contra mis nalgas. Me incliné un poco hacia adelante, con una mano me apoyé contra una roca, con la otra tomé su pene y lo dirigí hacia mi vagina donde inmediatamente entró, fuerte, cortante y hasta el fondo. Dejé escapar un fuerte gemido pero no fue audible por el ruido del agua. Las olas golpeaban al compás de sus movimientos. Su pene se movía dentro de mí, acercándome a un orgasmo, que en un minuto capturó todo mi cuerpo, mis piernas me sostuvieron en esta posición y mi cuerpo se contrajo envuelto en el calor de placenteras sacudidas. Gemí, apretando los dientes, por el placer recibido. Después de que regresé a mi estado anterior, él continuó moviéndose dentro de mí sosteniendo mis caderas. Acariciaba de vez en cuando mis pechos que se balanceaban por sus movimientos.  Después de hacer un par de empujes más, se apretó contra mí, entrando hasta el final, se detuvo, no lo escuché gemir ni gritar, solo sentí que acariciaba mi vagina desde el interior. Percibí la liberación de su esperma. Después de estar así por un rato, se retiró. Se puso los pantalones, me abrazó y dijo:

“Ahora podemos volver.”
Cuando volvimos a la playa donde nos habíamos reunido al principio, casi no había gente, excepto una o dos parejas. Salimos a la vereda y nos dirigimos al hotel.
“Quiero conversar contigo. Estoy en la habitación 306. ¿Puedes venir?”
“¿Qué es lo que quieres?” pregunté.
“Solo quiero charlar contigo.”
No respondí. Me sentía desorientada. Nunca había sido infiel. No sabía como manejar la situación. Me dirigí a mi habitación, entré, me acosté unos minutos. Mi mente era una mescolanza de ideas. Me levanté, me arreglé y me dirigí a la pieza que me dio Manuel. Habiéndome calmado, llamé a su puerta. Abrió y me dijo:
“Entra, por favor.” Me encogí de hombros y entré.
Tan pronto como cerró la puerta, me abrazó, pero lo empujé.
“¿Quién más está contigo en esta habitación?” pregunté.
“Nadie, conozco al conserje. Venimos seguido con excursiones. Me cedió esta habitación por la mitad del precio.”


Y todo comenzó como la noche anterior, me acarició, yo a él , me acarició mis lugares íntimos, no pude resistirme y nos derrumbamos en la cama y lo hicimos de nuevo.
Cuando salí de su habitación tomé precauciones para que nadie me viera. Al día siguiente, él vivió su vida, yo la mía, y cuando oscureció, nos encontramos en la misma playa donde nos conocimos. Allí nos cubrió la lluvia y corrimos al hotel mojándonos. Subimos cautelosamente a su habitación. Nos desvestimos, tendimos la ropa para que se secara, nos metimos en la cama e hicimos el amor. Por la mañana nos revolcamos nuevamente mientras cogíamos, dándonos placer antes de que todos salieran a recorrer Punta del Este.

viaje de trabajo o placer

1 comentarios - viaje de trabajo o placer

Pervberto
Trabajo Y placer. Muy caliente y atrapante.