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Capítulo 52.
Destructora de Hogares.
El momento de Ayelén para intentar jodernos la vida llegó antes de lo que esperábamos. Sospecho que la obligamos a apurarse al demostrarle que no jugaríamos
a la defensiva. Cuando mi abuela Fernanda me vio cogiendo con Brenda, seguro se lo comentó a su nieta favorita… y eso hizo que las alarmas de Ayelén se encendieran.
Estábamos desayunando en familia, tuvimos que traer una mesa auxiliar para anexarla a la del comedor así podíamos entrar todos. Mi abuela hizo lo posible para llevar el tema de conversación hacia la mala imágen que estábamos dando al permitir que Brenda y yo tuviéramos relaciones sexuales en la casa; pero habílmente Cristela dirigió la conversación hacia temas más mundanos como “¿Recomiendan algo para ver en Netflix? Ya no sé qué mirar”. Pilar y Macarena empezaron a recomendar series y películas y con eso mantuvimos a nuestra abuela en silencio. Sin embargo… llegó Ayelén, y lo hizo acompañada del televisor de mi mamá. Nos quedamos mirando sorprendidos mientras empujaba la mesita con ruedas y nos mostraba una sonrisa maliciosa.
―¿Para qué trajiste la tele? ―Preguntó mi abuela.
―Hay algo que tenés que ver.
Ahora las alarmas sonaron para nosotros. Nos pusimos tensos. Miré a mi mamá y ella estaba pálida, petrificada… como si hubiera entendido perfectamente el plan de Ayelén.
Yo tampoco supe cómo reaccionar. Tendría que haber interrumpido a mi prima, pero tuve miedo de que, al sentirse amenazada, ella iniciara una batalla campal. Además tenía cierta curiosidad por ver lo que ella iba a mostrar, como quien ve la explosión de una bomba atómica con cierta fascinación sin ser consciente de que eso solo trae destrucción.
La tele se encendió y noté que Ayelén había conectado su teléfono por cable USB. Comenzó a reproducirse un video que parecía haber sido grabado con un celular. En pantalla apareció Alicia, muy sonriente, con un dildo color turquesa en la mano. Frente a ella estaba sentada una mujer de cabello corto, rubio, medio regordeta y con tetas voluminosas. La reconocí enseguida, se trataba de Clara, una vieja amiga de mi mamá.
―Tu hija ―dijo Ayelén― se dedica a vender consoladores.
―¿Qué? ¿Eso es cierto? ―Preguntó mi abuela, consternada.
―No tiene nada de malo ―comentó Macarena―. Es un negocio como cualquier otro.
Y sí, yo también comparto la perspectiva de Maca; pero sé que a mi mamá le avergüenza muchísimo tener que ganarse la vida vendiendo dildos. Ella agachó la cabeza. Vi que estaba por comenzar a llorar, Ayelén le había pegado fuerte en una zona muy sensible.
―Pero eso no es todo ―continuó mi prima―. Miren la forma en que los vende.
La Alica del televisor se acercó a su amiga y dijo:
―Clarita, te aseguro que vas a amar este juguetito.
―Ay, pero a mí me dan un poquito de vergüenza estas cosas ―dijo Clara, soltando una risita nerviosa―. Aunque admito que el que me mostraste la vez pasada me gustó mucho.
―Y este te va a gustar todavía más, porque además vibra. Mirá, te doy una demostración, sin obligación de compra.
Todos nos quedamos mudos al ver cómo Alicia se ponía de rodillas frente a su amiga. Clara, que al parecer ya sabía lo que iba a ocurrir, levantó su vestido y separó las piernas, dejándolas en los apoyabrazos del sillón. No tenía ropa interior. La cámara hizo una toma en primer plano de una concha carnosa, cubierta de vellos rubios. Era una linda concha, no lo voy a negar.
Alicia acercó el dildo a esa vagina y el aparato comenzó a vibrar. Fue tanteando el orificio de entrada y…
―Ahora van a ver que lo de la venta de dildos no es más que una fachada ―dijo Ayelén―. Este es el verdadero “trabajo” por el que le pagan ―con los dedos remarcó las comillas en la palabra trabajo.
Vi en la pantalla cómo mi madre acercaba la cara a la entrepierna de su amiga y ocurrió algo que nunca me esperé que pudiera ocurrir con Clara: empezó a lamerle el clítoris. Y sí, ya vi a mi madre comiendo concha, sé que le gustan, solo que nunca me imaginé que a su amiga también le gustaran estas cosas. Vimos cómo el dildo se fue hundiendo más y más, al mismo tiempo que las lamidas de Alicia se volvían más intensas y abarcaban más que el clítoris. Los gemidos de Clara se hicieron evidentes, y cuando creímos que íbamos a ver largos minutos de mi mamá comiéndosela a Clara, la imagen cambió.
―No te preocupes, Sonia ―dijo mi madre en la pantalla―. Esto queda entre nosotras, a vos te va a venir bien relajarte un poco, después me lo vas a agradecer.
No sabía quién era esta tal Sonia, simplemente vi a una mujer de pelo negro, delgada, con pechos interesantes, sin ser muy grandes… completamente desnuda en una cama. Mi mamá también estaba desnuda. Se acostaron juntas y vimos cómo Alicia comenzaba a acariciarle la concha al mismo tiempo que le chupaba un pezón.
―Vos relajate y disfrutá.
La escena dio un salto hacia adelante. Vimos a Alicia chupándole la concha a Sonia de manera brutal, con una ferocidad lésbica casi pornográfica, los gemidos de la mujer llenaron el comedor. Mi abuela se tapó la boca con una mano, parecía escandalizada. Mi mamá ya estaba lagrimeando.
Y así la escena fue pasando de una concha a otra, todas mujeres de entre cuarenta y cincuenta años que recibían intensas chupadas en la concha por mi madre. A veces se incluían dildos que entraban en vaginas o culos… (incluso penetrando a mi mamá) y otras veces era Alicia la que recibía una chupada de concha por parte de alguna de estas mujeres. Las escenas fueron tantas que perdí la cuenta. Lo que más me sorprendió fue ver a Ayelén participando en algunos tríos lésbicos, o acompañada de una mujer a la que no conocíamos… también vimos pasar otra vez a Clara, quien ahora le estaba comiendo la concha a Ayelén.
―Yo ayudé a la tía con la venta de dildos, pero rápidamente todo se fue a la mierda ―comentó mi prima―. Me arrastró a hacer esto, a pesar de que yo no quería. Tu hija es una prostituta ―dijo mirando fijamente a mi abuela―. Una prostituta que solo se acuesta con mujeres… incluso lo hizo conmigo, para complacer a sus “amiguitas”.
En pantalla vimos a mi mamá comíendole la concha Ayelén en compañía de una de estas mujeres.
Alicia no pudo soportarlo más. Se puso de pie y salió corriendo. Escuchamos el portazo que dio al entrar en su habitación. Acto seguido Macarena se levantó y desenchufó el televisor de un tirón. Luego hizo un amague de querer pegarle a mi prima, y ella se atajó. Si Maca le hubiera lanzado un golpe, hubiera podido pararlo; sin embargo hubo alguien más que se puso de pie, y Ayelén no la vio hasta que fue demasiado tarde. Tefi le lanzó un feroz puñetazo directo a la cara. Ayelén emitió un quejido que no llegó a ser un grito y cayó de culo al piso con toda la boca ensangrentada.
―La próxima vez que te metas con mi mamá, te mato a trompadas, hija de puta!
Ayelén saltó con intención de devolver el golpe, pero Macarena logró frenarla.
Todos tuvimos que ponernos de pie para intervenir. Yo agarré a Tefi por la cintura, la levanté mientras ella pataleaba, y la llevé hasta su cuarto. Sé que las demás hicieron lo propio para calmar a Ayelén… o quizás para calmar a Macarena, porque antes de entrar al cuarto de Tefi pude ver cómo Maca le daba un fuerte puñetazo en la boca del estómago, haciéndola doblar en dos.
Cerré la puerta de la pieza del dormitorio y puse la tranca… como si una tranca desde adentro pudiera impedir que Tefi salga. Bueno, cuando estamos nerviosos hacemos cosas que no tiene sentido. De todas maneras no quería que nadie nos interrumpiera.
Tefi se echó a su cama y empezó a llorar, abrazando una almohada, gritando “Hija de puta, hija de puta, pendeja de mierda, puta de mierda” y cosas aún peores.
Yo me quedé junto a ella y la abracé. No podía hacer más. Ni siquiera hablar. Cualquier cosa que dijera en ese momento no serviría para nada.
Me pregunté si mi mamá tendría a alguien que la abrace en este momento. Probablemente sí, quizás la misma Cristela se encargaría de eso… o incluso Macarena.
En cuanto a Ayelén. Solo quería que esa pendeja de mierda desapareciera de nuestras vidas de una vez y para siempre. No entiendo cómo alguien puede ser tan mierda, tan basura, tan hija de puta… con su propia familia.
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Me quedé dormido abrazado a Tefi y sé que a ella le pasó lo mismo. Me desperté cuando ella giró en la cama. Tenía los ojos hinchados por tanto llorar y le costaba abrirlos.
―Esto de levantarse temprano para “desayunar en familia” es una mierda ―dijo Tefi―. Anoche me quedé jugando God of War hasta las cuatro de la mañana.
―Yo también me acosté tarde…
―¿Ah si? ¿Y qué te quedaste haciendo?
―Em… estuve cogiendo con Brenda.
Tefi se sentó en la cama y me miró fijamente.
―¿Qué onda entre vos y Brenda? ¿Acaso ella no es la novia de Gisela? Gise se va a enojar con vos.
―No, no, nada que ver. Brenda y Gise son solo amigas. De hecho Gisela me dijo que su intención era presentarme a Brenda, para que sea mi novia… y ahora entiendo por qué. La verdad es que nos llevamos muy bien.
―Mmm… ya veo. Brenda es una buena chica… y es muy linda. Además, a pesar de su cara de angelito, parece ser muy puta. Debe coger bien.
―Bastante bien.
―¿Mejor que yo?
Me quedé mudo. No sabía qué responderle. ¿Qué se supone que debo decir en este momento? ¿Está bien admitir que me gusta cómo coge mi hermana? Además es algo que no me puse a evaluar en ningún momento. Simplemente la pasé bien con las dos.
―Al parecer sí ―dijo Tefi―, porque te quedaste mudo.
―No, me quedé mudo porque no esperaba esa pregunta. Además ahora estoy preocupado por mamá. ¿En algún momento sospechaste que ella podría ser… prostituta?
―No, ni por un segundo… y mucho menos con mujeres. O sea, ahora tiene sentido que prefiera acostarse con mujeres, es obvio que le gustan más que los hombres. Pero… pobre mamá. Se sacrificó mucho por nosotros. Para ella la prostitución debe ser muy humillante… y si lo hizo fue porque nuestra situación económica estaba muy mal. Ahora entiendo por qué me apoyó cuando se enteró que yo vendía fotos eróticas… de cierta forma ella hizo algo parecido: vendió su propio cuerpo para que nosotros pudiéramos comer.
―Ahora me siento muy mal ―aseguré―. Nunca busqué un trabajo porque no creí que lo necesitáramos. Voy a tener que buscar un laburo urgente…
―Con que me ayudes a mí con las fotos, es suficiente. Con eso podemos ganar muy bien. Pero quizás, cuando se levante el confinamiento, debas buscar un trabajo… o un lugar para vivir. Creo que yo debería hacer lo mismo, así no cargamos a mamá con tantos gastos.
―Es cierto…
¿Esto es lo que se llama madurar? Ese punto en tu vida en el que te das cuenta de que tus padres ya no pueden mantenerte y que, quizás, tengas que trabajar para ayudarlos a ellos. Estoy dispuesto a trabajar de lo que sea con tal de ayudar a mi mamá. Lo único que me deja tranquilo es que el negocio de Tefi con las fotos está yendo muy bien, y al menos puedo ayudarla con eso.
―¿Por qué hizo una cosa así? ―Preguntó mi hermana.
―¿Quién? ¿Mamá?
―No, Ayelén. ¿Por qué es tan hija de puta?
―No lo sé, pero te juro que se lo voy a hacer pagar ―dije, poniéndome de pie.
―¿Adónde vas?
―A hablar con Gisela. Vos seguí durmiendo, no te preocupes.
―Ok… pero solo si me prometés que esta noche dormís conmigo.
Giré la cabeza para mirar a Tefi, creí que ella estaría riéndose, que se trataba de una simple broma, pero ella ya había cerrado los ojos y parecía estar muy calmada. Al darme cuenta que lo había dicho en serio, el corazón se me subió a la boca.
―Eh… está bien, esta noche duermo con vos ―ella mostró una tenue sonrisa, sin abrir los ojos.
Salí de la habitación y la dejé durmiendo.
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Entré al cuarto de mi hermana mayor y me encontré con una escena que me dejó completamente confundido. Había tres mujeres completamente desnudas. Gisela sentada en la cama, con las piernas bien abiertas, y Alicia tenía la cara hundida en su concha. Mi madre estaba acostada boca abajo y detrás de ella se encontraba Cristela, lamiéndole la concha a su hermana.
Supuse que encontraría a mi madre en plena crisis de nervios, y al ver esto me pregunté cuánto tiempo había dormido. Al parecer fue el suficiente como para que pudieran calmarla y al mismo tiempo convencerla de practicar sexo lésbico con una de sus hijas y su propia hermana.
―Ah, hola Nahuel ¿cómo estás? ―Me saludó Gisela.
―Ahora que veo que mamá está más tranquila, me siento mejor. ¿Cómo hicieron para calmarla?
―No fue fácil ―aseguró mi hermana―. Tuvimos que darle de tomar un calmante. Y después de eso le recordé el trato que teníamos… ella está obligada a obedecerme en todo lo que yo le pida… y le pedí que me chupara la concha. La tía se sumó por puro gusto.
Ninguna de las dos aludidas levantó la cabeza, siguieron muy concentradas en la práctica de comer concha. Debo admitir que esto me resultó muy estimulante, mi verga se preguntó si podía asomarse a espiar un ratito.
―¿Dónde está Ayelén? ―Pregunté.
―En la pieza de mamá, con la abuela… ―respondió Gisela―. y es mejor que se quede ahí, porque si sale, le rompo la cara. Lo que le hizo a mamá es imperdonable.
―Sabía que Ayelén era rencorosa, pero no me imaginé que fuera capaz de llegar tan lejos ―dije―. Mamá, para que lo sepas… a mí no me importa lo que hayas hecho para conseguir dinero, yo te lo valoro un montón.
―Mejor no hablemos de ese tema ahora mismo ―dijo Gisela―, costó mucho tranquilizarla y creo que todavía lo está procesando.
Mi mamá parecía ausente. Se mantuvo lamiendo la concha de su hija y en ningún momento levantó la cabeza, como si no hubiera escuchado ni una palabra de lo que yo dije… y quizás fuera lo mejor. Gisela tenía razón, no era un buen momento para hablar de ese tema.
―Lo importante es que ya esté tranquila―dije.
―Y vos la vas a ayudar a sentirse todavía mejor ―aseguró Gisela―. Sacate la ropa. ―Hice lo que me pidió sin dudarlo―. Ahora vení… vamos a poner eso duro ―me hizo señas con su mano.
Me acerqué a ella, tuve que poner una rodilla sobre el colchón y ella debió inclinarse hacia mí. Con su mano derecha agarró mi verga y se la metió en la boca sin meditarlo. Con la mano izquierda apretó la cabeza de mi mamá, como pidiéndole que le chupe la concha con más ganas… y Alicia lo hizo. Puso más énfasis en sus lamidas.
Gisela me la chupó como si me estuviera haciendo un pete y consiguió el objetivo de dejarla erecta en pocos segundos. Vale aclarar que yo ya estaba bastante caliente, así que le facilité mucho el trabajo.
―Ya está dura ―anunció Gisela―. Alicia, preparate porque esta pija va a terminar dentro de tu concha ¿sabés?
Mi madre no respondió, siguió chupando la vagina de su hija y supuse que eso era lo mejor. Al parecer Alicia había alcanzado un estado de automatización, similar al que adopta cuando lava los platos compulsivamente. Cuando está así no escucha a nadie ni tampoco detiene su acción.
Me puse de rodillas detrás de mi madre y noté que ella tenía puesto un plug anal. Cristela había hecho un gran trabajo lubricando su concha, por lo que fue muy fácil penetrarla. Mi tía se quedó a mi lado acariciando las nalgas de su hermana y mirando muy de cerca cómo le entraba la verga, al mismo tiempo se estaba masturbando. Yo me moví a un ritmo constante pero no muy rápido. Debo admitir que, a pesar de estar penetrando a mi propia madre, no estaba ardiendo de morbo y deseo sexual como otras veces. Su estado mental aún me tenía preocupado, había sido traicionada de la forma más vil por Ayelén justo frente a la abuela Fernanda… y sé que su madre es su punto débil. Entendí que tenía que meterle la verga para ayudarla a distraerse, pero al mismo tiempo no dejaba de preguntarme qué pasaría con ella cuando este acto sexual terminara.
―Dale más fuerte ―me pidió Gisela―. Que la sienta bien adentro.
Alicia levantó la cola. Entendió lo que se venía y verla reaccionar por primera vez me animó un poco. La sujeté con fuerza de su cintura y empecé a darle más duro, procurando que mi verga entrara completa… bien hasta el fondo.
Me estoy acostumbrando a esta versión de Gisela, más fogosa y directa. Me alegra saber que ella puede mostrar esta otra cara de su personalidad sin avergonzarse… y sin tener que recurrir al nombre de Celeste.
Estuve dándole a mi mamá durante un buen rato hasta que Cristela le sacó el plug anal. Lo hizo rápido, de un tirón. Me dio mucho morbo ver cómo el culo de mi mamá se dilató para dejar salir el plug metálico.
―Ahora dale por acá ―pidió mi tía.
Ahí me quedó claro que la intención, desde el principio, era darle por el culo a Alicia. Sé lo mucho que se acompleja mi mamá con el sexo anal, pero también sé cuánto lo disfruta. Cristela se encargó de apuntar mi glande a la entrada y mientras yo lo iba metiendo de a poco, ella dejó caer unas gotas de aceite lubricante. El pomo debió estar en la cama todo el tiempo, o lo hizo aparecer por arte de magia, con esta mujer todo puede pasar. Pero agradecí que no tardara nada en hacer uso de ese líquido transparente y mágico. Mi verga se deslizó dentro del culo de Alicia como si fuera una mano entrando en un guante… suave como la seda.
Alicia gimió con la boca apretada en la concha de Gise.
―Podés darle fuerte ―dijo Cristela―. Esta puta sabe aguantar… y le gusta el sexo anal duro.
Eso también lo sé muy bien. Haciendo uso de todo mi estado físico (el cual se mantiene tan bien gracias a las horas que pasé en cuarentena teniendo sexo) le metí casi toda la verga de una sola vez. Esta vez mi madre chilló, fue un sonido que mezclaba igual cantidad de dolor con placer.
Mi tía me incentivó a que le diera sin parar, y así lo hice, hasta que toda mi verga consiguió entrar.
Cuando mi madre giró la cabeza hacia atrás, para ver cómo yo le estaba dando duro, me permitió ver la concha de Gise bien abierta y me percaté de un detalle muy importante.
―Vos también tenés un plug anal ―le dije.
―Las tres tenemos uno ―respondió Cristela, con una risita picarona―. Y fue una suerte que hayas venido sin que te llamemos, te estábamos esperando.
―¿Para qué? ―Me imaginaba la respuesta, pero quería escucharla de sus labios.
―Queríamos cumplir una de las fantasías sexuales de Alicia. Consiste en una sesión de sexo anal con su querida hermana… o sea yo, y una de sus hijas. Quiere que le den por el culo a ella mientras a nosotras nos hacen lo mismo. No tenemos tres pijas, así que tendremos que improvisar con una sola. ¿Creés que vas a poder?
―¡Por supuesto! ―Dije, sin dudarlo.
Claro que quiero meterle la pija por el culo a las tres, no soy idiota. Ni siquiera pensé en el esfuerzo físico que eso podría requerir… ese es el problema de pensar con la cabeza de la verga.
―Muy bien, vamos a hacerlo ―dijo Gisela.
Las tres tomaron posiciones, los dildos anales salieron de esos orificios y cada una ayudó a la otra a lubricar la zona. Me gustó ver a mi madre sonriendo, aunque no habló… como si siguiera en una especie de transe… o quizás pensaba que cualquier palabra estaría de más. Es raro en ella, no suele pasar tanto tiempo callada, se nota que el asunto de la abuela le afectó mucho. Quizás su psiquis está pendiendo de un hilo ahora mismo. ¿Y si ya llegó a su límite? Espero que no… por el bien de Ayelén espero que no. Si realmente rompió a mi mamá, alguna de mis hermanas (o quizás yo mismo) va a hacer lo mismo con ella.
Gisela, Cristela y Alicia se colocaron en cuatro patas frente a mí, en el borde de la cama. Eso me gustó, porque así puedo permanecer de pie, lo cual es mucho más cómodo si necesito esforzarme… y sí que lo necesito.
Tenía a esas tres increíbles mujeres para mí… esos impresionantes culos abiertos esperando por mi verga. Con la sangre palpitando en mis venas… y en todo mi falo, me acerqué a Gisela. El lubricante se encargó de que la penetración fuera suave. La fui metiendo de a poquito mientras miraba como ella se masturbaba. Cristela y mi mamá comenzaron a hacer lo mismo. Sabía que no podría entretenerme mucho tiempo con una sola, por eso di unas rápidas embestidas al culo de Gise y luego pasé a mi tía Cristela…
―Uff… sí… dale sin miedo, Nahuel… hasta el fondo.
Sabía que mi tía podía soportar una buena dosis de sexo anal duro, al igual que mi mamá, así que le di sin miedo.
No me entretuve demasiado con ella, porque estaba ansioso pasar a otro… volví al culo de mi mamá, ella se masturbó con más ganas y mi verga entró y salió a buen ritmo.
Los minutos fueron pasando y yo mantuve las enérgicas embestidas en un culo y luego en otro… ellas parecían estar disfrutándolo mucho y me arengaban constantemente para que no me detuviera. Me impresionó la forma en que sus culos recibían mi verga sin ninguna dificultad.
Después de… no sé… ¿quince minutos? tal vez veinte, comencé a sentir mi cuerpo pesado. Al menos pude aguantar el estímulo de estas tres mujeres durante todo ese tiempo, algo que hubiera sido imposible meses atrás. Al sentir mi cansancio, ellas colaboraron moviendo más las nalgas… y fue mientras se la metía a mi mamá cuando mi verga dijo “Basta, ya tuve suficiente”, y potentes chorros de semen fueron a parar dentro de ese culo.
―Ay, sí… así… así… llename el culo de leche ―me alegró tanto escucharla hablar, que le di tan duro como me fue posible. Ella chilló, gimió y se sacudió. Luego, cayó boca abajo en la cama, rendida.
Las otras dos se sumaron a ella y empezaron a intercambiar besos, toqueteos y algún que otro chupón en las tetas.
Comencé a vestirme y luego las dejé solas, porque creí que lo necesitaban. Mi trabajo aquí ya estaba hecho.
Diario de Cuarentena:
<Felicitaciones, soldado. Se mostró firme e implacable. Cumplió con su misión tal y como le fue ordenada. Vaya a descansar, se lo merece. Estamos orgullosos de usted>.
—----------
Al salir del cuarto de Gisela escuché la voz de Macarena que decía:
―Lo mejor que puede hacer es quedarse dentro de esa pieza, escondida como una rata.
―No puedo creer que sea tan cruel ―dijo Brenda, parecía consternada.
Llegué al living y me encontré con que también estaban Tefi y Pilar, al parecer debatían por la situación de Ayelén.
―Tengo ganas de arrancarle los pelos a tirones ―dijo Tefi.
―No tiene sentido ―le dije―. Mamá ya está mejor.
―¿Acaso no vamos a hacer nada? ―Preguntó Pilar.
―No dije eso. Solo digo que no tiene sentido recurrir a la violencia. Con eso solo lograríamos que Ayelén se posicione aún más como la víctima. Hay que ser más inteligentes que ella.
―Nahuel tiene razón ―aseguró Macarena―. Esa yegua se metió con mi mamá. Y creo que ya sé lo que podemos hacer. Pero vamos a necesitar a Gisela.
―Podemos contar con ella ―dije―. Tiene tantas ganas de romperle la cara a Ayelén como nosotros. Va a colaborar en todo lo que sea necesario.
―Muy bien, después voy a hablar con ella… y vos, Nahuel… como sos el hombre de la familia, sos el único que puede cumplir con una tarea muy importante.
―¿Cuál?
―Tenés que hacer que la abuela Fernanda baje la guardia. Ella no es ninguna santa. Bien que le gustó ver cómo le dabas por el culo a Brenda. Y le gusta mucho hacerse la linda…
―¿Qué tengo que hacer exactamente?
―No sé, vas a tener que usar tu ingenio. Necesitamos que la pongas nerviosa, que no se sienta tan segura de sí misma… y que empiece a desear lo que te cuelga entre las piernas.
En otra situación no me hubiera metido con mi abuela de esa manera; pero confío ciegamente en Macarena, si ella tiene un plan, entonces debo poner de mi parte para que funcione.
―Muy bien, cuenten conmigo. Algo se me va a ocurrir.
―Perfecto. Después te cuento la siguiente parte del plan.
Dejé a mis hermanas conversando en el living y fui a la pieza de Tefi a dormir un poco más. El haber madrugado para el puto “desayuno en familia” me arruinó y coger con tres mujeres me dejó destruído. Necesitaba una almohada como un náufrago necesita tocar tierra firme. Me desnudé y quedé dormido apenas apoyé la cabeza.
En algún momento de la noche comencé a tener un sueño húmedo en el que una de mis hermanas me chupaba la pija. Era Tefi y lo estaba haciendo muy bien… tanto que parecía real.
Al abrir los ojos descubrí que, efectivamente, Estefanía estaba allí, tragándose mi verga como si estuviera compitiendo en un concurso de petes. Sonrió al ver mis ojos abiertos y dijo:
―Ups… ¿te desperté?
―Mmmpseee… ¿qué hora es?
―Es tarde. Ya se fueron a dormir todos… y yo estoy aburrida. Lo bueno es que ya se te puso dura.
Antes de darme tiempo a reaccionar, se montó sobre mí. Por la facilidad con la que la verga entró en su concha, supuse que había estado masturbándose.
―¿Te gusta? ―Me preguntó, a medida que el meneo de su cadera se iba haciendo más intenso.
―Sí… ―le dije, aún medio dormido―. Me gusta mucho.
―¿Tu amiguita Brenda coge así?
Esa pregunta me ayudó a despertarme. ¿Qué tiene que ver Brenda con esto?, me pregunté… y lo entendí apenas un segundo más tarde.
―¿Acaso estás celosa de ella? ―Le respondí con otra pregunta.
―¿Y qué pasa si lo estoy? Vos te ponés celoso cuando tus amiguitos de fútbol me miran el orto.
―Es cierto…
―Yo soy tu hermana, tengo derecho a ponerme celosa si una chica se fija en vos, en especial si es una tan… putita como Brenda.
―No sé si a Brenda le gustará que le digas “putita”.
―Lo digo en el buen sentido. Ella me cae bien ―Tefi estaba dando saltos cada vez más intensos, yo me desperté del todo y la tomé por la cintura. Ella subía y bajaba y comencé a colaborar dando unas cortas embestidas―. Pero si quiere quedarse con mi hermano, va a tener que esforzarse mucho. Tiene que saber que vos ya tenés varias conchas dónde meter la pija… incluída la mía.
―Mmm… más o menos. A vos no te la puedo meter cada vez que se me dé la gana.
―¿Quién dijo que no?
―Nadie… solo supuse que…
―A mí me podés coger cuando quieras. Ya superamos ese punto de “Ay, somos hermanos y esto está mal”. Mamá se pasó años cogiendo con la hermana. ¿Por qué nosotros no podemos hacer lo mismo?
―Buen punto ―respondí con una gran sonrisa en los labios.
Me hizo muy feliz saber que Tefi estaría disponible para coger cada vez que quisiera, y más al sentir cómo su concha estaba succionando mi pija.
No fue necesario decir más nada. Me abalancé sobre ella, la hice caer boca arriba en la cama, levanté sus piernas y empecé a darle duro mientras la miraba fijamente a los ojos. Dios… qué linda es cuando está excitada, me encanta ver cómo abre la boquita y cómo se sonrojan sus mejillas… y ni hablar de sus gemidos… y de cómo sube y baja su pecho con la respiración.
No pude resistirlo más, la tomé por la nuca con fuerza y la besé en la boca. Ella se aferró a mí, envolviéndome con sus brazos y piernas… la verga se le fue hasta el fondo de la concha y dejó salir un gemido ahogado.
Estuvimos cogiendo un largo rato, probando diferentes posiciones. Ella arriba, abajo… de perrito, contra la pared, de cucharita (casi me da un calambre haciendo eso, el agotamiento se empieza a sentir). Ella montándome como una jinete experta (sí, otra vez), le cogí la boca, recordando las veces que lo practiqué con Macarena y con mamá, Tefi pudo soportarlo perfectamente. Creí que algo tan rudo no sería de su agrado, pero a la muy puta le encantó y me pidió más, con la boca chorreando saliva.
Luego volví a darle en cuatro patas… a todo esto acabé como tres veces. Los músculos de mi cuerpo ya estaban rogando clemencia.
Diario de Cuarentena:
<Soldado, estamos agotados… ya no podemos mantenernos en el frente. Nuestro rival es más duro de lo previsto. Necesitamos replegar las tropas y reabastecernos… por favor. Piedad>.
La pendeja estaba insaciable, pero yo necesitaba un descanso, aunque sea cortito.
Diario de Cuarentena:
<Muestre la bandera blanca soldado, la situación ya es insostenible. No hay vergüenza en una derrota digna. Se hizo todo lo que se pudo>.
Pero mi orgullo me impidió rendirme. Si lo hubiera hecho, Tefi lo tomaría como un rechazo. No quería que pensara que yo prefería pasar más tiempo con Brenda que con ella, es solo que antes de dormir tuve sexo con tres mujeres insaciables y… uf… hasta un semental de dieciocho años se agota con eso.
Para buscar ese pequeño descanso le propuse que nos ducháramos juntos, el agua fresca me ayudaría a reponer fuerzas. A Tefi le encantó la idea y nos escabullimos en la noche, completamente desnudos, hasta el baño principal de la casa.
El agua me relajó mucho, tal y como había previsto. En cambio con Tefi tuvo el efecto contrario, por alguna razón se puso más mimosa y juguetona de lo habitual. Empezó a pellizcarme los huevos (la muy desgraciada) y a hacerme cosquillas… yo tuve que esforzarme mucho por no chillar en mitad de la noche y despertar a todos.
Busqué devolverle el favor, yo también ataqué su abdomen por los lados, con la intención de generarle cosquillas. Ella giró, dándome la espalda, como si eso fuera a salvarla. Por el contrario, yo la envolví con mis brazos y le hice cosquillas en la panza, ella sí chilló un poco y luego se tapó la boca con una mano, para no hacer mucho ruido.
Entre tanto juego, la pija se me puso dura otra vez y las nalgas de Tefi estaban muy cerca de mí, agarré mi miembro y lo dirigí hacia su concha. Ella se quedó quieta por un segundo, para permitir que la penetrara, y luego volvió a sacudirse otra vez.
Mi siguiente ataque fue dirigido hacia sus pezones. Los pellizqué y ella intentó zafarse, entre risas. Yo la penetré aún más profundo y di un par de duras embestidas. Con el agua cayendo en mi espalda, comencé a cogerla otra vez, me sentía revigorizado, mi pija palpitaba pidiéndome más de esa concha que parecía no tener fondo. En ese momento la puerta del baño se abrió.
Al principio no me asusté, porque ya estoy acostumbrado a este tipo de interrupciones, sin embargo al ver a mi abuela Fernanda de pie en la entrada del baño, me quedé petrificado. Tefi se pegó más a mí, quedando ella adelante, creo que lo hizo para que nuestra abuela no pudiera ver dónde estaba mi verga.
―¿Pero qué es esto? ―Preguntó Fernanda.
―Nada… nos estamos bañando ―respondió Tefi con tranquilidad.
―¿Los dos juntos?
―Sí, ¿por qué? ¿qué tiene de malo?
―Son hermanos… ¿por qué tienen que estar desnudos los dos en la ducha? Es inapropiado.
―En esta casa somos muchos ―dije―, y tenemos que compartir solo dos baños… bah, en realidad ahora tenemos un solo baño, ya que te apoderaste de la pieza de mi mamá. Por cierto ¿qué hacés acá? Si vos tenés baño propio…
―Emm… este… es que… escuché ruidos…
―Lo que la abuela quiere decir ―comenté―, es que le gusta meterse donde nadie la llama.
―En eso se parece a mamá… y en lo de no compartir el baño también.
―Yo no tengo problemas en compartir el baño. Si alguien quiere ducharse ahí, no lo voy a impedir. No hay necesidad de hacer esto.
Era muy obvio que la abuela intentaba localizar mi verga, como Tefi estaba un poco inclinada hacia adelante, estoy seguro de que su concha no se veía… y tampoco se veía lo que tenía adentro. Aún así Fernanda movía sus ojos rapaces para intentar captar algo inapropiado, fuera de lugar.
―Bueno, tomamos nota para la próxima vez ―dijo Tefi.
Mi abuela nos quedó mirando durante unos segundos, luego dijo:
―En esta casa están pasando cosas que no me gustan nada. Cosas muy serias. No sé qué clase de crianza les dio Alicia, pero esto es inaceptable.
Cerró la puerta y se marchó.
―Vieja de mierda ―susurró Tefi.
―Pensé que querías a la abuela.
―Eso era antes de saber que es tan maldita con su propia hija. No voy a permitir que nadie se meta con mi mamá.
―Yo tampoco… y quedate tranquila, se me ocurrió una idea para joderla un poquito.
―¿Qué vas a hacer?
―No te preocupes por eso ahora, tendrá que esperar hasta mañana. Mejor sigamos con lo que estábamos haciendo.
Volví a mover mi pelvis y en pocos segundos Tefi se puso en clima otra vez. Apoyó las manos contra la pared, separó las nalgas y me arengó para que yo le diera más fuerte.
Diario de Cuarentena:
<Vamos, tropas… a la carga… de pie, vamos… marchemos con las pocas energías que nos quedan, hacia una muerte segura… y que dios se apiade de nuestras almas>.
Todos mis links, para que puedan seguir y apoyar mis relatos:
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Capítulo 52.
Destructora de Hogares.
El momento de Ayelén para intentar jodernos la vida llegó antes de lo que esperábamos. Sospecho que la obligamos a apurarse al demostrarle que no jugaríamos
a la defensiva. Cuando mi abuela Fernanda me vio cogiendo con Brenda, seguro se lo comentó a su nieta favorita… y eso hizo que las alarmas de Ayelén se encendieran.
Estábamos desayunando en familia, tuvimos que traer una mesa auxiliar para anexarla a la del comedor así podíamos entrar todos. Mi abuela hizo lo posible para llevar el tema de conversación hacia la mala imágen que estábamos dando al permitir que Brenda y yo tuviéramos relaciones sexuales en la casa; pero habílmente Cristela dirigió la conversación hacia temas más mundanos como “¿Recomiendan algo para ver en Netflix? Ya no sé qué mirar”. Pilar y Macarena empezaron a recomendar series y películas y con eso mantuvimos a nuestra abuela en silencio. Sin embargo… llegó Ayelén, y lo hizo acompañada del televisor de mi mamá. Nos quedamos mirando sorprendidos mientras empujaba la mesita con ruedas y nos mostraba una sonrisa maliciosa.
―¿Para qué trajiste la tele? ―Preguntó mi abuela.
―Hay algo que tenés que ver.
Ahora las alarmas sonaron para nosotros. Nos pusimos tensos. Miré a mi mamá y ella estaba pálida, petrificada… como si hubiera entendido perfectamente el plan de Ayelén.
Yo tampoco supe cómo reaccionar. Tendría que haber interrumpido a mi prima, pero tuve miedo de que, al sentirse amenazada, ella iniciara una batalla campal. Además tenía cierta curiosidad por ver lo que ella iba a mostrar, como quien ve la explosión de una bomba atómica con cierta fascinación sin ser consciente de que eso solo trae destrucción.
La tele se encendió y noté que Ayelén había conectado su teléfono por cable USB. Comenzó a reproducirse un video que parecía haber sido grabado con un celular. En pantalla apareció Alicia, muy sonriente, con un dildo color turquesa en la mano. Frente a ella estaba sentada una mujer de cabello corto, rubio, medio regordeta y con tetas voluminosas. La reconocí enseguida, se trataba de Clara, una vieja amiga de mi mamá.
―Tu hija ―dijo Ayelén― se dedica a vender consoladores.
―¿Qué? ¿Eso es cierto? ―Preguntó mi abuela, consternada.
―No tiene nada de malo ―comentó Macarena―. Es un negocio como cualquier otro.
Y sí, yo también comparto la perspectiva de Maca; pero sé que a mi mamá le avergüenza muchísimo tener que ganarse la vida vendiendo dildos. Ella agachó la cabeza. Vi que estaba por comenzar a llorar, Ayelén le había pegado fuerte en una zona muy sensible.
―Pero eso no es todo ―continuó mi prima―. Miren la forma en que los vende.
La Alica del televisor se acercó a su amiga y dijo:
―Clarita, te aseguro que vas a amar este juguetito.
―Ay, pero a mí me dan un poquito de vergüenza estas cosas ―dijo Clara, soltando una risita nerviosa―. Aunque admito que el que me mostraste la vez pasada me gustó mucho.
―Y este te va a gustar todavía más, porque además vibra. Mirá, te doy una demostración, sin obligación de compra.
Todos nos quedamos mudos al ver cómo Alicia se ponía de rodillas frente a su amiga. Clara, que al parecer ya sabía lo que iba a ocurrir, levantó su vestido y separó las piernas, dejándolas en los apoyabrazos del sillón. No tenía ropa interior. La cámara hizo una toma en primer plano de una concha carnosa, cubierta de vellos rubios. Era una linda concha, no lo voy a negar.
Alicia acercó el dildo a esa vagina y el aparato comenzó a vibrar. Fue tanteando el orificio de entrada y…
―Ahora van a ver que lo de la venta de dildos no es más que una fachada ―dijo Ayelén―. Este es el verdadero “trabajo” por el que le pagan ―con los dedos remarcó las comillas en la palabra trabajo.
Vi en la pantalla cómo mi madre acercaba la cara a la entrepierna de su amiga y ocurrió algo que nunca me esperé que pudiera ocurrir con Clara: empezó a lamerle el clítoris. Y sí, ya vi a mi madre comiendo concha, sé que le gustan, solo que nunca me imaginé que a su amiga también le gustaran estas cosas. Vimos cómo el dildo se fue hundiendo más y más, al mismo tiempo que las lamidas de Alicia se volvían más intensas y abarcaban más que el clítoris. Los gemidos de Clara se hicieron evidentes, y cuando creímos que íbamos a ver largos minutos de mi mamá comiéndosela a Clara, la imagen cambió.
―No te preocupes, Sonia ―dijo mi madre en la pantalla―. Esto queda entre nosotras, a vos te va a venir bien relajarte un poco, después me lo vas a agradecer.
No sabía quién era esta tal Sonia, simplemente vi a una mujer de pelo negro, delgada, con pechos interesantes, sin ser muy grandes… completamente desnuda en una cama. Mi mamá también estaba desnuda. Se acostaron juntas y vimos cómo Alicia comenzaba a acariciarle la concha al mismo tiempo que le chupaba un pezón.
―Vos relajate y disfrutá.
La escena dio un salto hacia adelante. Vimos a Alicia chupándole la concha a Sonia de manera brutal, con una ferocidad lésbica casi pornográfica, los gemidos de la mujer llenaron el comedor. Mi abuela se tapó la boca con una mano, parecía escandalizada. Mi mamá ya estaba lagrimeando.
Y así la escena fue pasando de una concha a otra, todas mujeres de entre cuarenta y cincuenta años que recibían intensas chupadas en la concha por mi madre. A veces se incluían dildos que entraban en vaginas o culos… (incluso penetrando a mi mamá) y otras veces era Alicia la que recibía una chupada de concha por parte de alguna de estas mujeres. Las escenas fueron tantas que perdí la cuenta. Lo que más me sorprendió fue ver a Ayelén participando en algunos tríos lésbicos, o acompañada de una mujer a la que no conocíamos… también vimos pasar otra vez a Clara, quien ahora le estaba comiendo la concha a Ayelén.
―Yo ayudé a la tía con la venta de dildos, pero rápidamente todo se fue a la mierda ―comentó mi prima―. Me arrastró a hacer esto, a pesar de que yo no quería. Tu hija es una prostituta ―dijo mirando fijamente a mi abuela―. Una prostituta que solo se acuesta con mujeres… incluso lo hizo conmigo, para complacer a sus “amiguitas”.
En pantalla vimos a mi mamá comíendole la concha Ayelén en compañía de una de estas mujeres.
Alicia no pudo soportarlo más. Se puso de pie y salió corriendo. Escuchamos el portazo que dio al entrar en su habitación. Acto seguido Macarena se levantó y desenchufó el televisor de un tirón. Luego hizo un amague de querer pegarle a mi prima, y ella se atajó. Si Maca le hubiera lanzado un golpe, hubiera podido pararlo; sin embargo hubo alguien más que se puso de pie, y Ayelén no la vio hasta que fue demasiado tarde. Tefi le lanzó un feroz puñetazo directo a la cara. Ayelén emitió un quejido que no llegó a ser un grito y cayó de culo al piso con toda la boca ensangrentada.
―La próxima vez que te metas con mi mamá, te mato a trompadas, hija de puta!
Ayelén saltó con intención de devolver el golpe, pero Macarena logró frenarla.
Todos tuvimos que ponernos de pie para intervenir. Yo agarré a Tefi por la cintura, la levanté mientras ella pataleaba, y la llevé hasta su cuarto. Sé que las demás hicieron lo propio para calmar a Ayelén… o quizás para calmar a Macarena, porque antes de entrar al cuarto de Tefi pude ver cómo Maca le daba un fuerte puñetazo en la boca del estómago, haciéndola doblar en dos.
Cerré la puerta de la pieza del dormitorio y puse la tranca… como si una tranca desde adentro pudiera impedir que Tefi salga. Bueno, cuando estamos nerviosos hacemos cosas que no tiene sentido. De todas maneras no quería que nadie nos interrumpiera.
Tefi se echó a su cama y empezó a llorar, abrazando una almohada, gritando “Hija de puta, hija de puta, pendeja de mierda, puta de mierda” y cosas aún peores.
Yo me quedé junto a ella y la abracé. No podía hacer más. Ni siquiera hablar. Cualquier cosa que dijera en ese momento no serviría para nada.
Me pregunté si mi mamá tendría a alguien que la abrace en este momento. Probablemente sí, quizás la misma Cristela se encargaría de eso… o incluso Macarena.
En cuanto a Ayelén. Solo quería que esa pendeja de mierda desapareciera de nuestras vidas de una vez y para siempre. No entiendo cómo alguien puede ser tan mierda, tan basura, tan hija de puta… con su propia familia.
—----------
Me quedé dormido abrazado a Tefi y sé que a ella le pasó lo mismo. Me desperté cuando ella giró en la cama. Tenía los ojos hinchados por tanto llorar y le costaba abrirlos.
―Esto de levantarse temprano para “desayunar en familia” es una mierda ―dijo Tefi―. Anoche me quedé jugando God of War hasta las cuatro de la mañana.
―Yo también me acosté tarde…
―¿Ah si? ¿Y qué te quedaste haciendo?
―Em… estuve cogiendo con Brenda.
Tefi se sentó en la cama y me miró fijamente.
―¿Qué onda entre vos y Brenda? ¿Acaso ella no es la novia de Gisela? Gise se va a enojar con vos.
―No, no, nada que ver. Brenda y Gise son solo amigas. De hecho Gisela me dijo que su intención era presentarme a Brenda, para que sea mi novia… y ahora entiendo por qué. La verdad es que nos llevamos muy bien.
―Mmm… ya veo. Brenda es una buena chica… y es muy linda. Además, a pesar de su cara de angelito, parece ser muy puta. Debe coger bien.
―Bastante bien.
―¿Mejor que yo?
Me quedé mudo. No sabía qué responderle. ¿Qué se supone que debo decir en este momento? ¿Está bien admitir que me gusta cómo coge mi hermana? Además es algo que no me puse a evaluar en ningún momento. Simplemente la pasé bien con las dos.
―Al parecer sí ―dijo Tefi―, porque te quedaste mudo.
―No, me quedé mudo porque no esperaba esa pregunta. Además ahora estoy preocupado por mamá. ¿En algún momento sospechaste que ella podría ser… prostituta?
―No, ni por un segundo… y mucho menos con mujeres. O sea, ahora tiene sentido que prefiera acostarse con mujeres, es obvio que le gustan más que los hombres. Pero… pobre mamá. Se sacrificó mucho por nosotros. Para ella la prostitución debe ser muy humillante… y si lo hizo fue porque nuestra situación económica estaba muy mal. Ahora entiendo por qué me apoyó cuando se enteró que yo vendía fotos eróticas… de cierta forma ella hizo algo parecido: vendió su propio cuerpo para que nosotros pudiéramos comer.
―Ahora me siento muy mal ―aseguré―. Nunca busqué un trabajo porque no creí que lo necesitáramos. Voy a tener que buscar un laburo urgente…
―Con que me ayudes a mí con las fotos, es suficiente. Con eso podemos ganar muy bien. Pero quizás, cuando se levante el confinamiento, debas buscar un trabajo… o un lugar para vivir. Creo que yo debería hacer lo mismo, así no cargamos a mamá con tantos gastos.
―Es cierto…
¿Esto es lo que se llama madurar? Ese punto en tu vida en el que te das cuenta de que tus padres ya no pueden mantenerte y que, quizás, tengas que trabajar para ayudarlos a ellos. Estoy dispuesto a trabajar de lo que sea con tal de ayudar a mi mamá. Lo único que me deja tranquilo es que el negocio de Tefi con las fotos está yendo muy bien, y al menos puedo ayudarla con eso.
―¿Por qué hizo una cosa así? ―Preguntó mi hermana.
―¿Quién? ¿Mamá?
―No, Ayelén. ¿Por qué es tan hija de puta?
―No lo sé, pero te juro que se lo voy a hacer pagar ―dije, poniéndome de pie.
―¿Adónde vas?
―A hablar con Gisela. Vos seguí durmiendo, no te preocupes.
―Ok… pero solo si me prometés que esta noche dormís conmigo.
Giré la cabeza para mirar a Tefi, creí que ella estaría riéndose, que se trataba de una simple broma, pero ella ya había cerrado los ojos y parecía estar muy calmada. Al darme cuenta que lo había dicho en serio, el corazón se me subió a la boca.
―Eh… está bien, esta noche duermo con vos ―ella mostró una tenue sonrisa, sin abrir los ojos.
Salí de la habitación y la dejé durmiendo.
—----------
Entré al cuarto de mi hermana mayor y me encontré con una escena que me dejó completamente confundido. Había tres mujeres completamente desnudas. Gisela sentada en la cama, con las piernas bien abiertas, y Alicia tenía la cara hundida en su concha. Mi madre estaba acostada boca abajo y detrás de ella se encontraba Cristela, lamiéndole la concha a su hermana.
Supuse que encontraría a mi madre en plena crisis de nervios, y al ver esto me pregunté cuánto tiempo había dormido. Al parecer fue el suficiente como para que pudieran calmarla y al mismo tiempo convencerla de practicar sexo lésbico con una de sus hijas y su propia hermana.
―Ah, hola Nahuel ¿cómo estás? ―Me saludó Gisela.
―Ahora que veo que mamá está más tranquila, me siento mejor. ¿Cómo hicieron para calmarla?
―No fue fácil ―aseguró mi hermana―. Tuvimos que darle de tomar un calmante. Y después de eso le recordé el trato que teníamos… ella está obligada a obedecerme en todo lo que yo le pida… y le pedí que me chupara la concha. La tía se sumó por puro gusto.
Ninguna de las dos aludidas levantó la cabeza, siguieron muy concentradas en la práctica de comer concha. Debo admitir que esto me resultó muy estimulante, mi verga se preguntó si podía asomarse a espiar un ratito.
―¿Dónde está Ayelén? ―Pregunté.
―En la pieza de mamá, con la abuela… ―respondió Gisela―. y es mejor que se quede ahí, porque si sale, le rompo la cara. Lo que le hizo a mamá es imperdonable.
―Sabía que Ayelén era rencorosa, pero no me imaginé que fuera capaz de llegar tan lejos ―dije―. Mamá, para que lo sepas… a mí no me importa lo que hayas hecho para conseguir dinero, yo te lo valoro un montón.
―Mejor no hablemos de ese tema ahora mismo ―dijo Gisela―, costó mucho tranquilizarla y creo que todavía lo está procesando.
Mi mamá parecía ausente. Se mantuvo lamiendo la concha de su hija y en ningún momento levantó la cabeza, como si no hubiera escuchado ni una palabra de lo que yo dije… y quizás fuera lo mejor. Gisela tenía razón, no era un buen momento para hablar de ese tema.
―Lo importante es que ya esté tranquila―dije.
―Y vos la vas a ayudar a sentirse todavía mejor ―aseguró Gisela―. Sacate la ropa. ―Hice lo que me pidió sin dudarlo―. Ahora vení… vamos a poner eso duro ―me hizo señas con su mano.
Me acerqué a ella, tuve que poner una rodilla sobre el colchón y ella debió inclinarse hacia mí. Con su mano derecha agarró mi verga y se la metió en la boca sin meditarlo. Con la mano izquierda apretó la cabeza de mi mamá, como pidiéndole que le chupe la concha con más ganas… y Alicia lo hizo. Puso más énfasis en sus lamidas.
Gisela me la chupó como si me estuviera haciendo un pete y consiguió el objetivo de dejarla erecta en pocos segundos. Vale aclarar que yo ya estaba bastante caliente, así que le facilité mucho el trabajo.
―Ya está dura ―anunció Gisela―. Alicia, preparate porque esta pija va a terminar dentro de tu concha ¿sabés?
Mi madre no respondió, siguió chupando la vagina de su hija y supuse que eso era lo mejor. Al parecer Alicia había alcanzado un estado de automatización, similar al que adopta cuando lava los platos compulsivamente. Cuando está así no escucha a nadie ni tampoco detiene su acción.
Me puse de rodillas detrás de mi madre y noté que ella tenía puesto un plug anal. Cristela había hecho un gran trabajo lubricando su concha, por lo que fue muy fácil penetrarla. Mi tía se quedó a mi lado acariciando las nalgas de su hermana y mirando muy de cerca cómo le entraba la verga, al mismo tiempo se estaba masturbando. Yo me moví a un ritmo constante pero no muy rápido. Debo admitir que, a pesar de estar penetrando a mi propia madre, no estaba ardiendo de morbo y deseo sexual como otras veces. Su estado mental aún me tenía preocupado, había sido traicionada de la forma más vil por Ayelén justo frente a la abuela Fernanda… y sé que su madre es su punto débil. Entendí que tenía que meterle la verga para ayudarla a distraerse, pero al mismo tiempo no dejaba de preguntarme qué pasaría con ella cuando este acto sexual terminara.
―Dale más fuerte ―me pidió Gisela―. Que la sienta bien adentro.
Alicia levantó la cola. Entendió lo que se venía y verla reaccionar por primera vez me animó un poco. La sujeté con fuerza de su cintura y empecé a darle más duro, procurando que mi verga entrara completa… bien hasta el fondo.
Me estoy acostumbrando a esta versión de Gisela, más fogosa y directa. Me alegra saber que ella puede mostrar esta otra cara de su personalidad sin avergonzarse… y sin tener que recurrir al nombre de Celeste.
Estuve dándole a mi mamá durante un buen rato hasta que Cristela le sacó el plug anal. Lo hizo rápido, de un tirón. Me dio mucho morbo ver cómo el culo de mi mamá se dilató para dejar salir el plug metálico.
―Ahora dale por acá ―pidió mi tía.
Ahí me quedó claro que la intención, desde el principio, era darle por el culo a Alicia. Sé lo mucho que se acompleja mi mamá con el sexo anal, pero también sé cuánto lo disfruta. Cristela se encargó de apuntar mi glande a la entrada y mientras yo lo iba metiendo de a poco, ella dejó caer unas gotas de aceite lubricante. El pomo debió estar en la cama todo el tiempo, o lo hizo aparecer por arte de magia, con esta mujer todo puede pasar. Pero agradecí que no tardara nada en hacer uso de ese líquido transparente y mágico. Mi verga se deslizó dentro del culo de Alicia como si fuera una mano entrando en un guante… suave como la seda.
Alicia gimió con la boca apretada en la concha de Gise.
―Podés darle fuerte ―dijo Cristela―. Esta puta sabe aguantar… y le gusta el sexo anal duro.
Eso también lo sé muy bien. Haciendo uso de todo mi estado físico (el cual se mantiene tan bien gracias a las horas que pasé en cuarentena teniendo sexo) le metí casi toda la verga de una sola vez. Esta vez mi madre chilló, fue un sonido que mezclaba igual cantidad de dolor con placer.
Mi tía me incentivó a que le diera sin parar, y así lo hice, hasta que toda mi verga consiguió entrar.
Cuando mi madre giró la cabeza hacia atrás, para ver cómo yo le estaba dando duro, me permitió ver la concha de Gise bien abierta y me percaté de un detalle muy importante.
―Vos también tenés un plug anal ―le dije.
―Las tres tenemos uno ―respondió Cristela, con una risita picarona―. Y fue una suerte que hayas venido sin que te llamemos, te estábamos esperando.
―¿Para qué? ―Me imaginaba la respuesta, pero quería escucharla de sus labios.
―Queríamos cumplir una de las fantasías sexuales de Alicia. Consiste en una sesión de sexo anal con su querida hermana… o sea yo, y una de sus hijas. Quiere que le den por el culo a ella mientras a nosotras nos hacen lo mismo. No tenemos tres pijas, así que tendremos que improvisar con una sola. ¿Creés que vas a poder?
―¡Por supuesto! ―Dije, sin dudarlo.
Claro que quiero meterle la pija por el culo a las tres, no soy idiota. Ni siquiera pensé en el esfuerzo físico que eso podría requerir… ese es el problema de pensar con la cabeza de la verga.
―Muy bien, vamos a hacerlo ―dijo Gisela.
Las tres tomaron posiciones, los dildos anales salieron de esos orificios y cada una ayudó a la otra a lubricar la zona. Me gustó ver a mi madre sonriendo, aunque no habló… como si siguiera en una especie de transe… o quizás pensaba que cualquier palabra estaría de más. Es raro en ella, no suele pasar tanto tiempo callada, se nota que el asunto de la abuela le afectó mucho. Quizás su psiquis está pendiendo de un hilo ahora mismo. ¿Y si ya llegó a su límite? Espero que no… por el bien de Ayelén espero que no. Si realmente rompió a mi mamá, alguna de mis hermanas (o quizás yo mismo) va a hacer lo mismo con ella.
Gisela, Cristela y Alicia se colocaron en cuatro patas frente a mí, en el borde de la cama. Eso me gustó, porque así puedo permanecer de pie, lo cual es mucho más cómodo si necesito esforzarme… y sí que lo necesito.
Tenía a esas tres increíbles mujeres para mí… esos impresionantes culos abiertos esperando por mi verga. Con la sangre palpitando en mis venas… y en todo mi falo, me acerqué a Gisela. El lubricante se encargó de que la penetración fuera suave. La fui metiendo de a poquito mientras miraba como ella se masturbaba. Cristela y mi mamá comenzaron a hacer lo mismo. Sabía que no podría entretenerme mucho tiempo con una sola, por eso di unas rápidas embestidas al culo de Gise y luego pasé a mi tía Cristela…
―Uff… sí… dale sin miedo, Nahuel… hasta el fondo.
Sabía que mi tía podía soportar una buena dosis de sexo anal duro, al igual que mi mamá, así que le di sin miedo.
No me entretuve demasiado con ella, porque estaba ansioso pasar a otro… volví al culo de mi mamá, ella se masturbó con más ganas y mi verga entró y salió a buen ritmo.
Los minutos fueron pasando y yo mantuve las enérgicas embestidas en un culo y luego en otro… ellas parecían estar disfrutándolo mucho y me arengaban constantemente para que no me detuviera. Me impresionó la forma en que sus culos recibían mi verga sin ninguna dificultad.
Después de… no sé… ¿quince minutos? tal vez veinte, comencé a sentir mi cuerpo pesado. Al menos pude aguantar el estímulo de estas tres mujeres durante todo ese tiempo, algo que hubiera sido imposible meses atrás. Al sentir mi cansancio, ellas colaboraron moviendo más las nalgas… y fue mientras se la metía a mi mamá cuando mi verga dijo “Basta, ya tuve suficiente”, y potentes chorros de semen fueron a parar dentro de ese culo.
―Ay, sí… así… así… llename el culo de leche ―me alegró tanto escucharla hablar, que le di tan duro como me fue posible. Ella chilló, gimió y se sacudió. Luego, cayó boca abajo en la cama, rendida.
Las otras dos se sumaron a ella y empezaron a intercambiar besos, toqueteos y algún que otro chupón en las tetas.
Comencé a vestirme y luego las dejé solas, porque creí que lo necesitaban. Mi trabajo aquí ya estaba hecho.
Diario de Cuarentena:
<Felicitaciones, soldado. Se mostró firme e implacable. Cumplió con su misión tal y como le fue ordenada. Vaya a descansar, se lo merece. Estamos orgullosos de usted>.
—----------
Al salir del cuarto de Gisela escuché la voz de Macarena que decía:
―Lo mejor que puede hacer es quedarse dentro de esa pieza, escondida como una rata.
―No puedo creer que sea tan cruel ―dijo Brenda, parecía consternada.
Llegué al living y me encontré con que también estaban Tefi y Pilar, al parecer debatían por la situación de Ayelén.
―Tengo ganas de arrancarle los pelos a tirones ―dijo Tefi.
―No tiene sentido ―le dije―. Mamá ya está mejor.
―¿Acaso no vamos a hacer nada? ―Preguntó Pilar.
―No dije eso. Solo digo que no tiene sentido recurrir a la violencia. Con eso solo lograríamos que Ayelén se posicione aún más como la víctima. Hay que ser más inteligentes que ella.
―Nahuel tiene razón ―aseguró Macarena―. Esa yegua se metió con mi mamá. Y creo que ya sé lo que podemos hacer. Pero vamos a necesitar a Gisela.
―Podemos contar con ella ―dije―. Tiene tantas ganas de romperle la cara a Ayelén como nosotros. Va a colaborar en todo lo que sea necesario.
―Muy bien, después voy a hablar con ella… y vos, Nahuel… como sos el hombre de la familia, sos el único que puede cumplir con una tarea muy importante.
―¿Cuál?
―Tenés que hacer que la abuela Fernanda baje la guardia. Ella no es ninguna santa. Bien que le gustó ver cómo le dabas por el culo a Brenda. Y le gusta mucho hacerse la linda…
―¿Qué tengo que hacer exactamente?
―No sé, vas a tener que usar tu ingenio. Necesitamos que la pongas nerviosa, que no se sienta tan segura de sí misma… y que empiece a desear lo que te cuelga entre las piernas.
En otra situación no me hubiera metido con mi abuela de esa manera; pero confío ciegamente en Macarena, si ella tiene un plan, entonces debo poner de mi parte para que funcione.
―Muy bien, cuenten conmigo. Algo se me va a ocurrir.
―Perfecto. Después te cuento la siguiente parte del plan.
Dejé a mis hermanas conversando en el living y fui a la pieza de Tefi a dormir un poco más. El haber madrugado para el puto “desayuno en familia” me arruinó y coger con tres mujeres me dejó destruído. Necesitaba una almohada como un náufrago necesita tocar tierra firme. Me desnudé y quedé dormido apenas apoyé la cabeza.
En algún momento de la noche comencé a tener un sueño húmedo en el que una de mis hermanas me chupaba la pija. Era Tefi y lo estaba haciendo muy bien… tanto que parecía real.
Al abrir los ojos descubrí que, efectivamente, Estefanía estaba allí, tragándose mi verga como si estuviera compitiendo en un concurso de petes. Sonrió al ver mis ojos abiertos y dijo:
―Ups… ¿te desperté?
―Mmmpseee… ¿qué hora es?
―Es tarde. Ya se fueron a dormir todos… y yo estoy aburrida. Lo bueno es que ya se te puso dura.
Antes de darme tiempo a reaccionar, se montó sobre mí. Por la facilidad con la que la verga entró en su concha, supuse que había estado masturbándose.
―¿Te gusta? ―Me preguntó, a medida que el meneo de su cadera se iba haciendo más intenso.
―Sí… ―le dije, aún medio dormido―. Me gusta mucho.
―¿Tu amiguita Brenda coge así?
Esa pregunta me ayudó a despertarme. ¿Qué tiene que ver Brenda con esto?, me pregunté… y lo entendí apenas un segundo más tarde.
―¿Acaso estás celosa de ella? ―Le respondí con otra pregunta.
―¿Y qué pasa si lo estoy? Vos te ponés celoso cuando tus amiguitos de fútbol me miran el orto.
―Es cierto…
―Yo soy tu hermana, tengo derecho a ponerme celosa si una chica se fija en vos, en especial si es una tan… putita como Brenda.
―No sé si a Brenda le gustará que le digas “putita”.
―Lo digo en el buen sentido. Ella me cae bien ―Tefi estaba dando saltos cada vez más intensos, yo me desperté del todo y la tomé por la cintura. Ella subía y bajaba y comencé a colaborar dando unas cortas embestidas―. Pero si quiere quedarse con mi hermano, va a tener que esforzarse mucho. Tiene que saber que vos ya tenés varias conchas dónde meter la pija… incluída la mía.
―Mmm… más o menos. A vos no te la puedo meter cada vez que se me dé la gana.
―¿Quién dijo que no?
―Nadie… solo supuse que…
―A mí me podés coger cuando quieras. Ya superamos ese punto de “Ay, somos hermanos y esto está mal”. Mamá se pasó años cogiendo con la hermana. ¿Por qué nosotros no podemos hacer lo mismo?
―Buen punto ―respondí con una gran sonrisa en los labios.
Me hizo muy feliz saber que Tefi estaría disponible para coger cada vez que quisiera, y más al sentir cómo su concha estaba succionando mi pija.
No fue necesario decir más nada. Me abalancé sobre ella, la hice caer boca arriba en la cama, levanté sus piernas y empecé a darle duro mientras la miraba fijamente a los ojos. Dios… qué linda es cuando está excitada, me encanta ver cómo abre la boquita y cómo se sonrojan sus mejillas… y ni hablar de sus gemidos… y de cómo sube y baja su pecho con la respiración.
No pude resistirlo más, la tomé por la nuca con fuerza y la besé en la boca. Ella se aferró a mí, envolviéndome con sus brazos y piernas… la verga se le fue hasta el fondo de la concha y dejó salir un gemido ahogado.
Estuvimos cogiendo un largo rato, probando diferentes posiciones. Ella arriba, abajo… de perrito, contra la pared, de cucharita (casi me da un calambre haciendo eso, el agotamiento se empieza a sentir). Ella montándome como una jinete experta (sí, otra vez), le cogí la boca, recordando las veces que lo practiqué con Macarena y con mamá, Tefi pudo soportarlo perfectamente. Creí que algo tan rudo no sería de su agrado, pero a la muy puta le encantó y me pidió más, con la boca chorreando saliva.
Luego volví a darle en cuatro patas… a todo esto acabé como tres veces. Los músculos de mi cuerpo ya estaban rogando clemencia.
Diario de Cuarentena:
<Soldado, estamos agotados… ya no podemos mantenernos en el frente. Nuestro rival es más duro de lo previsto. Necesitamos replegar las tropas y reabastecernos… por favor. Piedad>.
La pendeja estaba insaciable, pero yo necesitaba un descanso, aunque sea cortito.
Diario de Cuarentena:
<Muestre la bandera blanca soldado, la situación ya es insostenible. No hay vergüenza en una derrota digna. Se hizo todo lo que se pudo>.
Pero mi orgullo me impidió rendirme. Si lo hubiera hecho, Tefi lo tomaría como un rechazo. No quería que pensara que yo prefería pasar más tiempo con Brenda que con ella, es solo que antes de dormir tuve sexo con tres mujeres insaciables y… uf… hasta un semental de dieciocho años se agota con eso.
Para buscar ese pequeño descanso le propuse que nos ducháramos juntos, el agua fresca me ayudaría a reponer fuerzas. A Tefi le encantó la idea y nos escabullimos en la noche, completamente desnudos, hasta el baño principal de la casa.
El agua me relajó mucho, tal y como había previsto. En cambio con Tefi tuvo el efecto contrario, por alguna razón se puso más mimosa y juguetona de lo habitual. Empezó a pellizcarme los huevos (la muy desgraciada) y a hacerme cosquillas… yo tuve que esforzarme mucho por no chillar en mitad de la noche y despertar a todos.
Busqué devolverle el favor, yo también ataqué su abdomen por los lados, con la intención de generarle cosquillas. Ella giró, dándome la espalda, como si eso fuera a salvarla. Por el contrario, yo la envolví con mis brazos y le hice cosquillas en la panza, ella sí chilló un poco y luego se tapó la boca con una mano, para no hacer mucho ruido.
Entre tanto juego, la pija se me puso dura otra vez y las nalgas de Tefi estaban muy cerca de mí, agarré mi miembro y lo dirigí hacia su concha. Ella se quedó quieta por un segundo, para permitir que la penetrara, y luego volvió a sacudirse otra vez.
Mi siguiente ataque fue dirigido hacia sus pezones. Los pellizqué y ella intentó zafarse, entre risas. Yo la penetré aún más profundo y di un par de duras embestidas. Con el agua cayendo en mi espalda, comencé a cogerla otra vez, me sentía revigorizado, mi pija palpitaba pidiéndome más de esa concha que parecía no tener fondo. En ese momento la puerta del baño se abrió.
Al principio no me asusté, porque ya estoy acostumbrado a este tipo de interrupciones, sin embargo al ver a mi abuela Fernanda de pie en la entrada del baño, me quedé petrificado. Tefi se pegó más a mí, quedando ella adelante, creo que lo hizo para que nuestra abuela no pudiera ver dónde estaba mi verga.
―¿Pero qué es esto? ―Preguntó Fernanda.
―Nada… nos estamos bañando ―respondió Tefi con tranquilidad.
―¿Los dos juntos?
―Sí, ¿por qué? ¿qué tiene de malo?
―Son hermanos… ¿por qué tienen que estar desnudos los dos en la ducha? Es inapropiado.
―En esta casa somos muchos ―dije―, y tenemos que compartir solo dos baños… bah, en realidad ahora tenemos un solo baño, ya que te apoderaste de la pieza de mi mamá. Por cierto ¿qué hacés acá? Si vos tenés baño propio…
―Emm… este… es que… escuché ruidos…
―Lo que la abuela quiere decir ―comenté―, es que le gusta meterse donde nadie la llama.
―En eso se parece a mamá… y en lo de no compartir el baño también.
―Yo no tengo problemas en compartir el baño. Si alguien quiere ducharse ahí, no lo voy a impedir. No hay necesidad de hacer esto.
Era muy obvio que la abuela intentaba localizar mi verga, como Tefi estaba un poco inclinada hacia adelante, estoy seguro de que su concha no se veía… y tampoco se veía lo que tenía adentro. Aún así Fernanda movía sus ojos rapaces para intentar captar algo inapropiado, fuera de lugar.
―Bueno, tomamos nota para la próxima vez ―dijo Tefi.
Mi abuela nos quedó mirando durante unos segundos, luego dijo:
―En esta casa están pasando cosas que no me gustan nada. Cosas muy serias. No sé qué clase de crianza les dio Alicia, pero esto es inaceptable.
Cerró la puerta y se marchó.
―Vieja de mierda ―susurró Tefi.
―Pensé que querías a la abuela.
―Eso era antes de saber que es tan maldita con su propia hija. No voy a permitir que nadie se meta con mi mamá.
―Yo tampoco… y quedate tranquila, se me ocurrió una idea para joderla un poquito.
―¿Qué vas a hacer?
―No te preocupes por eso ahora, tendrá que esperar hasta mañana. Mejor sigamos con lo que estábamos haciendo.
Volví a mover mi pelvis y en pocos segundos Tefi se puso en clima otra vez. Apoyó las manos contra la pared, separó las nalgas y me arengó para que yo le diera más fuerte.
Diario de Cuarentena:
<Vamos, tropas… a la carga… de pie, vamos… marchemos con las pocas energías que nos quedan, hacia una muerte segura… y que dios se apiade de nuestras almas>.
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