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Intriga Lasciva - El Instituto [23]

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Intriga Lasciva - El Instituto [23]

Capítulo 23.


Ensayo Lésbico.

El clima en la plaza era perfecto, la temperatura justa, una leve brisa y un banco debajo de un buen árbol para brindar sombra. Allí estaba sentada Oriana con la mirada perdida. Veía a la gente pasando de acá para allá como si se tratase de una película reproduciéndose ante sus ojos. Lo único que la sacó de su ensoñación fue una chica, de unos veinte años, que venía trotando a buen ritmo. Tenía el pelo atado en una cola de caballo, una calza corta bien ajustada y un top aferrado a sus pechos que dejaba un buen escote. Las tetas rebotaban con cada paso que la chica daba. Oriana se quedó hipnotizada mirando el bamboleo de esos pechos y cuando la corredora se fijó en ella, se sobresaltó. 
“Qué boluda ―se reprochó―. Va a pensar que soy una degenerada”.
Y en ese instante la corredora le sonrió y le guiñó un ojo. A Oriana se le subieron los ovarios a la garganta. ¿Acaso esa chica estaba coqueteando con ella? 
―Hola mi amor ―dijo una voz masculina a su espalda.
Una vez más Oriana se sobresaltó como si alguien le hubiera tirado un baldazo de agua fría. Su novio, Fernando, la miraba con una cálida sonrisa. El chico se había cortado el pelo recientemente, tenía los lados rapados y algunos pequeños rulos negros poblaban la parte superior de su cabeza. 
―Ay, Fer… me asustaste.
―Te avisé que venía…
―Em… sí, ya sé ―Oriana se avergonzó al recordar que estaba en aquella plaza porque su novio la había invitado a una cita. Por un momento se había olvidado completamente de él―. Lo que pasa es que… apareciste ahí atrás, y me hablaste de golpe. 
―Perdón, es que no quería que me vieras llegar con esto ―Fernando se sentó junto a ella y le tendió un tupido ramo de rosas. 
―Ay… ¡Qué lindas! ―Oriana no pudo evitar sonrojarse, había algo en el gesto de recibir un ramo de rosas que le evocaba, no solo romance, sino también nostalgia por una vieja costumbre que se estaba perdiendo―. Pero… ¿A qué se deben?
―¿Me lo preguntás en serio? ―dijo Fernando. Parecía desilusionado. 
―Em… sí…
―Hoy es nuestro aniversario de novios, Ori. 
―¿Qué? ¿De verdad? ¿Es hoy? Ay… no me di cuenta. Perdón, Fer. Vas a pensar que soy una mala novia… pero estos días tuve muchas cosas en la cabeza. No me di cuenta…
―Está bien, no pasa nada ―Fernando volvió a sonreír, a Oriana le parecía verdaderamente encantador cuando sonreía―. Lo importante es que estamos acá, no planifiqué nada demasiado especial. Sé que las veladas muy ostentosas no te gustan. Por eso pensaba llevarte a tomar un helado a esa heladería que te gusta tanto, donde sirven esos banana split tan ricos, y después…
El teléfono de Oriana comenzó a sonar. Era una llamada de Xamira. Instintivamente ella contestó.
―Hola, Xami ¿qué pasa? 
―Hola Ori. ¿Estás ocupada? Porque se me ocurrió que podríamos vernos para ensayar.
―¿Ensayar qué?
―Bueno, nos pusimos de acuerdo para grabar algo de material… picante, las dos juntas. Y la verdad es que no tenemos mucha experiencia en el asunto. Me parece que lo mejor sería hacer un ensayo, las dos solas… en mi casa. Sin cámaras. Sé que suena loco, porque básicamente te estoy invitando a coger ―a Oriana se le erizaron los vellos de los brazos―. Es una locura, lo sé; pero las dos tenemos un poquito de experiencia en esto del sexo lésbico y quizás sería lo mejor fijar entre las dos las pautas para lo que vayamos a grabar. Solas, sin interrupciones, y charlando del asunto sin filtros ni tapujos. Como buenas amigas. ¿Qué decís? 
―Em… ―Oriana miró a su novio que tenía una evidente expresión de confusión―. Ahora mismo?
―Es el mejor momento. Mis viejos no están. Y siento que cuanto más postergo esto, más nerviosa me pongo.
―Sí, me pasa lo mismo. Este… em… bueno, ya voy para allá. No te prometo que vayamos a co… em… ―volvió a mirar a su novio cuya expresión de incredulidad seguía aumentando―. No te prometo que vayamos a cocinar juntas, no se me da muy bien eso. Pero al menos podemos charlar sobre el asunto… fijar las pautas.
―¿De qué estás hablando, Ori? ¿Quién habló de cocinar? Yo dije coger. 
―Sí, lo sé… y entiendo perfectamente lo que me querés decir. En un ratito voy para allá.
―Em… muy bien, te espero. Ah, y si estás nerviosa, vení igual. No te olvides que yo estoy tan nerviosa como vos… y me va a doler mucho que me dejes plantada.
―Te prometo que voy a estar ahí. Nos vemos en un rato. Chau.
Cortó la llamada.
―¿Qué fue todo eso? ―Preguntó Fernando.
―Una amiga, se llama Xamira. ―Oriana estaba sumamente nerviosa, no era común en ella mentirle a su novio. De hecho no recordaba si alguna vez le había mentido por algún motivo.
―¿Y qué es eso de ensayar y cocinar?
―Ah… em… este… es que Xamira se anotó en un concurso de cocina, y me pidió que la ayude. Quiere preparar un plato japonés. ―De pronto se dio cuenta de que las mentiras fluían de su boca con total naturalidad―. Yo conozco la receta, y mi mamá lo preparó miles de veces, así que sé cuando se hizo bien o no.
―¿Y tiene que ser hoy?
―Sí, lo siento mucho Fer. El concurso es mañana. Xami no tiene más tiempo, y me comprometí a ayudarla.
―Pero hoy es nuestro aniversario…
―Lo sé, y te pido perdón. No me acordé que era hoy. Sé que planificaste todo para hoy, me siento re mal por dejarte plantado; pero te prometo que mañana podemos hacer todo lo que planeaste y más. ¿Qué decís?
―Mmm… bueno, está bien. No voy a insistir con que te quedes, porque vas a estar distraída todo el tiempo. Ya sé cómo sos. Cuando querés ayudar a alguien con algo, no vas a parar por ningún motivo. Andá a ayudar a tu amiga, dejamos la celebración para mañana.
―Perfecto ―Oriana le dio un rápido beso en los labios―. Sos el mejor novio del mundo. Y muchas gracias por las flores, me encantan.

—-----------

―¿A qué vino todo ese asunto de cocinar juntas? ―Preguntó Xamira al abrir la puerta.
Oriana se quedó pasmada al ver el cuerpo sudado de su amiga, el brillo que había adquirido su piel ayudaba a resaltar más los abdominales. Sus pechos, aunque pequeños, llamaban mucho la atención, porque estaban bien apretados en un pequeño top y los pezones se marcaban como timbres. Y como si esto fuera poco, Xamira había decidido ejercitarse usando una tanga deportiva con una marcada forma de “V”, era tan corta que se asomaba un poco la línea recta de vello en su pubis.
―Perdón ―dijo la japonesa―, es que estaba al lado de mi novio. Tuve que improvisar. 
―Ah… me había olvidado de que tenés novio. Eso complica las cosas. Vení, pasá. 
―No complica nada ―dijo Oriana, entrando a la casa.
―No seas mentirosa. Se nota que estás preocupada. No voy a hacer nada con vos hasta saber que estás absolutamente decidida. Y no quiero tener problemas con tu novio.
―No vas a tener problemas con Fernando, porque no se va a enterar nunca.
―Ah, ¿ya decidiste que le vas a poner los cuernos y no le vas a contar?
―Ay, no… si lo ponés de esa manera me hacés quedar como una pésima novia. Esto no sería ponerle los cuernos. No te ofendas, Xami… sos una chica muy linda, pero esto no lo hago porque tenga ganas de acostarme con vos. De hecho no tengo ganas de acostarme con ninguna mujer. A mí esas cosas no me atraen. Si hago esto es porque, de verdad, quiero contribuir con el club. Ustedes tres están poniendo un montón de dinero, y yo… bueno, esto es lo único que tengo para ofrecer.
―Ya te dijimos que…
―Que no estoy obligada a hacerlo. Lo sé. Lo hago porque quiero. Esa parte ya la tengo aceptada. Lo que todavía no acepto es lo de irme a la cama con vos. 
―Justamente por eso quería que vinieras, para que fijemos las pautas, si es que vamos a hacer algo juntas. Hoy es día de ensayo, Ori. No te preocupes, no tenés que hacer nada que no quieras. 
―Decime la verdad, Xami. ¿De verdad estás dispuesta a tener sexo conmigo y a dejar que nos graben? 
―Sí. Hay un video porno mío en Uvisex, es ultraexplícito y humillante… y nunca me pidieron permiso para subirlo. Si la mejor forma de voltearlos es grabando más porno, entonces lo voy a hacer.
―Aja… ¿aunque sea con una mujer? ―Oriana se fijó en una gota de sudor que nació en las costillas de Xamira y bajó marcando el contorno externo de sus abdominales. Su corazón comenzó a latir con fuerza y se obligó a apartar la mirada.
―Em… bueno, sí. Nunca me imaginé que yo pudiera terminar en la cama con una mujer, es algo en lo que simplemente nunca pensé. Y cuando pasó… em… descubrí que no está tan mal. Hay un atractivo inherente en la anatomía femenina. 
―Eso es cierto. Y yo intento ver ese atractivo en mi propio cuerpo. 
―No entiendo cómo es que no lo ves. O sea, ¿te miraste al espejo alguna vez? Tenés un cuerpazo. Prácticamente cualquier mujer del mundo sueña con tener unas tetas como las tuyas, y además tenés una cintura y un culazo monumental.  
―Me criaron en un ambiente muy conservador, Xami. Para mi mamá siempre fue una vergüenza que yo fuera tan voluptuosa. Desde que tengo las tetas grandes me pasé la vida avergonzada. Sé que esto no es sano, Mariela, mi profesora particular y amiga, me enseñó a ver mi anatomía con otros ojos, y es un proceso del cual aún estoy aprendiendo. De todas maneras… prefiero hacer esto con una mujer antes que con un hombre. Si fuera con un hombre realmente me sentiría muy mal por mi novio. 
―¿Si lo hacés con una mujer no lo considerás infidelidad? 
―Em… depende del motivo por el cual lo haga. Si lo hiciera por puro gusto, sí sería infidelidad. Pero a esto lo hago para alcanzar un objetivo que no tiene nada que ver con mi placer sexual. 
―Entiendo. ―Xamira miró para todos lados, se sentía algo incómoda. Actuó por impulso (como suele hacer casi siempre) y no pensó cómo seguiría adelante con este asunto―. Querés que nos saquemos unas fotos? Nada demasiado picante… solo como amigas, para romper un poquito el hielo.
Oriana sonrió, de pronto pareció mucho más calmada.
―Esa idea me gusta. 
―Genial. Vení, acompañame.
Juntas entraron al gimnasio casero, Oriana se quedó boquiabierta, el espacio dedicado a los ejercicios era el doble de grande que su dormitorio, tenía espejos gigantes y aparatos que debían costar más que los muebles de su cocina.
―Wow, cuando me contaste que tenías un gimnasio en tu casa no me imaginé que fuera tan grande. Hasta podrías cobrarle a la gente para que venga.
―Esto fue idea de mi mamá, y se lo agradezco un montón. Las dos amamos el fitness, es lo que nos ayuda a mantenernos cuerdas. Ella prefiere los gimnasios normales, donde pueda conocer gente y charlar. Pero hay veces en que le agarran ganas de hacer ejercicio a la noche, o un día en el que el gimnasio está cerrado… y bueno, a mí me viene bien que haya armado todo esto. Sinceramente prefiero hacer ejercicio sola, sin que nadie me moleste. Aunque… vos estás invitada a usarlo cuando quieras. Me encantaría que hicieramos ejercicio juntas.
―Y no me vendría nada mal. Siento que me haría bien perder algunos kilos… y necesito tonificar un poco los músculos. 
―Necesitar, no lo necesitás. Estás perfecta, Ori. Pero si querés tonificar cualquier parte del cuerpo, yo te puedo ayudar a hacerlo. 
―Mil gracias. 
Xamira preparó el celular y las dos chicas se pusieron de pie frente a una de las paredes espejadas. 
―¿Empezamos? ―Preguntó Xami.
―No, así no. Me da cosa que vos estés tan sexy con ese top y esa ¿tanga? y yo toda vestida. Como que no da. Me voy a sacar algo de ropa.
―Muy bien. Te lo iba a sugerir, pero no quería incomodarte.
―No tengas miedo, Xami. De verdad, no soy tan frágil. Estoy intentando tener más confianza en mí misma y en vos, y para eso necesito que me hables sin miedo.  
―Perfecto. Podemos empezar con unas fotos en ropa interior… y después probamos sacarnos algo.
―Dale, total… ya me viste desnuda mientras me tocaba la concha. 
―Ese sí que fue un momento difícil, para las cuatro; pero creo que era necesario, para que entremos en confianza. Si vamos a meternos en el mundo del porno, aunque sea para destruir a Uvisex, no podemos avergonzarnos al vernos desnudas entre nosotras.
―Sí, eso sería ridículo.
Xamira y Oriana comenzaron con las fotos. La japonesa se quedó en ropa interior, era un conjunto blanco muy sencillo que no transparentaba nada; pero que en un cuerpo tan voluptuoso era impactante. Sus grandes pechos parecían a punto de romper el corpiño. 
Posaron de varias maneras, de frente y de espaldas al espejo, intentaron adoptar poses sensuales y se rieron de sus absurdas ocurrencias y muecas.
―Chau corpiños ―dijo Xamira.
Se quitó el suyo sin ningún tipo de dudas. Expuso sus pequeñas, pero bien definidas tetas y sonrió. Oriana dudó un poco; pero al final se lo quitó, recordando que no era la primera vez que estaba desnuda frente a Xami. 
Siguieron sacándose fotos, esta vez dándole más énfasis a los pechos, posaron una junto a la otra como si fueran amigas de toda la vida.
―Me da mucha envidia esto ―dijo Oriana, acariciando los abdominales de Xamira―. Ahora los tenés más marcados que antes, te quedan muy bien.
―Están más marcados porque acabo de hacer ejercicio, sino no se notarían tanto… y mejor así, no me gusta que se marquen demasiado. Mi mamá los tiene un poco más definidos; pero a ella le queda bien.
―Qué loco debe ser tener una madre con los abdominales marcados… no es lo que yo imagino como una figura materna. ¿Tu mamá usa ropa como esta frente a vos mientras está en el gimnasio?
―Nena, yo a mi mamá la vi desnuda un montón de veces. Verla con ropa como esta es lo más normal del mundo.
―Wow. Yo a mi mamá ni siquiera le conozco las tetas. Sé que las tiene grandes, como yo; pero se esfuerza demasiado para que no se noten. Siempre usa ropa holgada. Si yo me pongo algo medianamente escotado, me hace un escándalo. 
―Eso es una pena. Tenés unas tetazas impresionantes. ―Xamira se colocó detrás de su amiga, apoyó sus pechos en la espalda, y con ambas manos le agarró las tetas. Oriana estuvo sacando las últimas fotos, por eso tenía el celular en la mano. Aprovechó el momento para capturarlo en imagen. Sintió un escalofrío recorriendo toda su espalda cuando los pezones de Xamira se movieron un poco―. Si a vos te dan envidia mis abdominales, yo tengo envidia de tus tetas. Ahora acepto lo que me tocó, no me operaría; pero no te voy a mentir, me encantaría tener estas tetazas. ―Acercó sus labios al oído de Oriana y susurró―. Me las chuparía cada vez que me hago la paja. 
―Y yo lo hago… ―dijo Oriana, con las mejillas rojas―. Antes no lo hacía. No me animaba. Lo veía como algo raro; pero últimamente lo estoy disfrutando un montón.
―Y no te culpo. ¿Quién no disfrutaría al chupar unas tetas como estas? ―Xamira las apretó con fuerza―. Es divertido tocarlas, espero que no te moleste.
―No, al contrario. Me ayuda un montón a quitarme los nervios. 
Oriana cerró los ojos y suspiró cuando Xamira le dio un tibio beso en el cuello. Fue completamente inesperado y la hizo vibrar. Su novio nunca la había besado así. 
La mano derecha de Xami comenzó a bajar lentamente por el vientre de Oriana, mientras que con sus labios recorría su cuello. Ori gimió. Fue un gemido auténtico, que nació en lo más hondo de su ser, y se dio cuenta de que no le disgustaba para nada el recorrido de las caricias de Xamira. 
―Me voy a poner picante, Ori… ―le susurró al oído―. Si te molesta, solo basta con que me lo digas.
Oriana guardó silenció. El beso en el cuello se volvió más intenso y vino acompañado de una intensa succión, seguida de una lamida. La lengua de Xamira recorrió el cuello justo al mismo momento en que sus dedos comenzaron a bajar por el pubis lampiño de Oriana. 
Un fuerte sentimiento de culpa la invadió. Estaba haciendo algo indebido justo el día de su aniversario… y después de haber dejado plantado a su novio. ¿En qué clase de persona se había convertido? Sin embargo, era incapaz de detener a Xamira.
Los dedos llegaron a destino. El clítoris de Oriana vibró ante el contacto, a ella se le erizaron todos los vellos del cuerpo y un potente escalofrío le cruzó la espalda. Nunca nadie la había tocado de esa manera, ni siquiera María Fernanda, que directamente le había chupado la concha.
―Ay, mamita querida… sos muy buena con esto, Xami.
―No lo creo, solo hago lo que el instinto me dice… y es muy fácil seguir mi instinto con una chica tan linda como vos.
―Si me decís cosas así todo el tiempo, me voy a plantear dejar a mi novio por vos…
―Mmm… eso lo podemos charlar algún día.
Oriana se puso pálida. Su comentario pretendía ser solo una broma, pero al parecer Xamira se lo tomó en serio. Quiso aclarar la confusión. No pudo hacerlo. Los dedos de Xami iniciaron el ataque. Acariciaron la raya de su vagina una, dos, tres veces. Oriana sintió la humedad de su sexo. Un dedo comenzó a entrar por el agujero. “Ahora es cuando debería detenerla y explicarle que no quiero serle infiel a mi novio”, pensó la japonesa. 
Otro dedo entró en su concha y le arrebató un erótico gemido.
―Mmm… veo que te está gustando ―dijo Xamira, que seguía dándole besos esporádicos en el cuello―. Y a mi también. Espero que no te tomes a mal lo que te voy a decir: me calienta verte desnuda. Últimamente me caliento mucho cuando veo mujeres sin ropa. No sé qué me está pasando… y con vos… uff… me pasa un montón. Estás muy buena, Ori.
―¿Si? ¿De verdad te caliento tanto? 
Esa inyección a su ego se sintió bien. Realmente bien. Fue como una descarga adictiva en su psiquis. Quería más. Aunque supiera que se estaba comportando como una pésima novia, quería escuchar más cosas como esa. Necesitaba sentir más los dedos de Xamira. Ella también se estaba calentando.

—-------------

Erika entró al dormitorio de Siara y no se sorprendió al verla desnuda en la cama. Le alegró que su amiga ya estuviera aceptando este nuevo nivel de confianza que había entre ellas. Erika decidió “ponerse cómoda” y también se sacó la ropa. Lo hizo sin sensualidad ni prisas, se desnudó de la misma forma en que lo hubiera hecho en su propio cuarto. Siara sonrió al verla sin nada puesto, y no hizo ningún comentario. 
Erika, ya desnuda, se unió a su amiga en la cama. Frente a ellas estaba la gran pantalla de un televisor que mostraba a una mujer de unos cuarenta años, con anteojos, chupando una gruesa verga. 
―Qué raro vos mirando porno ―comentó Erika.
―No es cualquier porno. Es Uvisex. Esta mujer es una doctora chupándole la verga a uno de sus pacientes.
―¿Qué? ¿De verdad? 
―Sí. En Uvisex te dan el nombre de la doctora, lo busqué en internet y es cierto que trabaja de eso, incluso tiene una clínica en esta misma ciudad. Al parecer su mayor afición es hacerle “regalitos sexuales” a muchos de sus pacientes masculinos.
―Debe tener muchos pacientes.
―Le va muy bien, eso te lo puedo asegurar.
―Esto sí que me parece un material más interesante para Uvisex ―aseguró Erika, empezó a acariciar una de las tetas de Siara y a jugar con el pezón.
―Es que ya subimos al nivel dos. Por eso estoy mirando porno. Mientras más mirás, más subís de nivel… y más cosas se desbloquean. Tendríamos que turnarnos para mirar un rato cada una.
―A Oriana le va a encantar este trabajo, digo… con lo curiosa y lo pajera que es…
―Sí, estoy segura de que le va a gustar ―las dos soltaron una risita.
―¿Y vos, nena? ―Preguntó Erika, pellizcando con fuerza uno de los pezones de su amiga―. ¿Estuviste haciéndote la paja mientras mirabas esto?
―Nah…
―Mmm… no me mientas. Sabés que soy una detective de primera categoría. A mí no podés mentirme.
―¿Ah sí? ¿Y cómo harías para demostrar si estuve masturbándome o no?   
En la pantalla la doctora estaba recibiendo una potente descarga de semen en toda la cara, parecía feliz con los resultados y se tomó el trabajo de lamer toda esa leche y tragarla.
―Desafío aceptado! ―Exclamó Erika, con excesiva teatralidad―. Lo primero que haría sería comprobar la dureza de los pezones ―esta vez pellizco los dos a la vez y luego comenzó a chupar uno, mirando a Siara a los ojos. Lo succionó durante unos segundos, con una expresión muy divertida en la cara―. Están ricos… y duritos. Eso es señal de que estás excitada.
―Ajá… ¿y qué más?
―Mmm los dedos… tus dedos me dan una clara señal de que estuviste masturbándote. Están arrugados.
―Eso pudo ser mientras me daba una ducha, quizás pasé mucho tiempo en el agua.
―No es cierto. Porque solo tenés arrugados los dedos de la mano derecha, los de la otra están intactos. ―Erika se llevó a la nariz los dedos de Siara y los olfateó como si fuera un sabueso―. Además tienen un olor a concha tremendo. ¿Cuánto tiempo estuviste pajeándote para que se te pongan los dedos así? ¿Eh? Habrás estado como una hora colándotelos en la concha.  
―Mmmm… está bien, lo admito. Estuve pajeándome. Es que… el material de Uvisex es realmente bueno, y muy variado. Además, cuando subí de nivel desbloquee algunas cosas interesantes para ver, como lo de esta doctora.
―¡Lo sabía! Sos tremenda pajera, Siara. Y no te lo digo como algo malo, últimamente yo también ando re pajera. Lo que me molesta es que pretendas negarlo. Justo a mí, que soy tu mejor amiga del universo mundial. Eso duele.
―No pretendía negarlo. Solo… estaba jugando un poquito con vos. No me molesta contarte que me hice una paja… y sé que vos también te hiciste una antes de venir.
―¿Ah sí? ¿Y cómo estás tan segura? O sea, no lo niego, me hice tremenda paja… solo quiero saber cómo te diste cuenta.
―Porque tenés la concha toda mojada. Te sacaste la tanga y vi la mancha de humedad… y ahora… ―Siara metió dos dedos en la concha de Erika, sin pedirle permiso―. Estás muy mojada. 
―Pero que esté mojada no significa que me haya hecho la paja. Y me lavé bien las manos, mis deditos no huelen como los tuyos. 
―Pero tu concha sí tiene un olor particular… ―Siara lamió los dedos que habían estado dentro de la vagina de su amiga―. Quizás sea idea mía; pero cuando te pajeás, tenés un olorcito particular.
―Mmm… puede ser… y vos también. ―Esta vez Erika metió los dedos dentro de la concha de Siara y luego los lamió―. Y no solo el olor, el sabor también es muy particular. Bueno, muy lindo el video de la doctora petera; pero… ¿hay algo más para ver? Ahora tengo tremendas ganas de pajearme.  
―Hay un montón ―aseguró Siara―. Elegí lo que más te llame la atención.
Erika seleccionó un video que tenía a María Fernanda, la hija del decano, como protagonista.
―Me da un morbo especial si conozco a la chica del video porno ―aseguró Erika.
―Sí, a mí también. Aunque este es un poquito fuerte, se la cogen entre dos y se la meten muy duro. No sé cómo aguantó tanto castigo por el culo.
―Será que le gusta…
―Definitivamente le gusta, y se le nota en la cara. 
Erika y Siara dedicaron el resto de la tarde a mirar videos porno en Uvisex con la intención de aumentar su nivel. Se masturbaron, como suelen hacer en estas circunstancias, pero esta vez sus dedos estuvieron dentro de la concha de la otra. Juntas aprendieron cuáles son sus puntos más sensibles y disfrutaron de varios orgasmo. Las dos sintieron cómo la relación de amistad entre ellas se fortalecía a cada minuto. 

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Si alguien le preguntase a Oriana cómo terminó en la cama con Xamira, no sabría explicarlo. Actuó por inercia. En un momento estaban en el gimnasio, con poca ropa, y al siguiente ya estaban las dos completamente desnudas en el dormitorio de Xamira. 
Oriana estaba boca arriba, con sus tetas subiendo y bajando al ritmo de su respiración, sus gemidos llenaban el cuarto. Entre sus piernas estaba la cabeza de Xamira, quien realmente se estaba esforzando para brindarle a su amiga una experiencia de sexo oral digna de ser recordada. Ya sin el miedo de sus primeras experiencias lésbicas, Xamira lamió y succionó el clítoris con convicción, firmeza, seguridad… y sobre todo, sensualidad. Sorbió esos jugos sexuales que manaban a montones del orificio sexual de Oriana y se deleitó con sus gemidos.
Una vez más Oriana se sintió invadida por la culpa, esta vez porque estaba disfrutando demasiado. Su novio nunca se la chupó de esa manera. La experiencia lésbica con María Fernanda, la hija del decano, fue esporádica, rápida. Ni siquiera tuvo tiempo de asimilar el placer que la rubia le había proporcionado. Pero Xamira llevaba ya unos cuantos minutos comiéndole la concha sin darle respiro. 
―Dios… esto es un millón de veces mejor que hacerse la paja ―dijo Oriana. 
―Lo sé… y si te soy sincera, me calentaría mucho ver cómo te hacés la paja.
―De verdad? 
―Sí, hay algo en la masturbación femenina que me atrae mucho ―aseguró Xamira―. Quizás porque yo misma, durante mucho tiempo, me negué a aceptar lo mucho que disfruto al hacerme una buena paja. No sé, lo veía como algo…
―De pendeja pajera.
―Sí, quizás sí. Como si admitir que me gusta masturbarme me convirtiera en una estúpida o algo así. 
―Me pasó igual.
―Ahora no pienso lo mismo ―dijo Xamira, dándole una nueva lamida a la concha―. Me gusta pajearme y me gusta saber que otra chica también lo hace… y me gusta verlo. 
―A mí me da vergüenza que me vean masturbándome, o que sepan que lo hago. Sin embargo, cuando las conocí a ustedes sentí un impulso muy grande de decirlo. La primera vez que dije: “Me hice la paja mirando esos videos”, me sentí muy mal. Llegué a mi casa sintiéndome una imbécil; pero al mismo tiempo… me calentó que lo supieran. Es difícil de explicar.
―Estabas buscando cómplices en el crimen ―dijo Xamira, soltando una risita―. Y bueno, acá encontraste una. Me encantaría ver cómo te hacés la paja. 
―Lo haría con todo gusto, pero… ay… la estoy pasando tan bien con las lamidas que…
―Por eso no te preocupes, voy a seguir chupando. 
―¿No te van a molestar mis dedos en la concha?
―¿Y quién dijo que te voy a chupar la concha? 
Xamira separó más las piernas de Oriana y metió su cabeza más abajo, la lengua se perdió entre las nalgas y llegó al orificio anal. Oriana soltó un gemido agudo.
―Ay… mmm…. uff… ay, no lo puedo creer.
―¿Te molesta? ―Preguntó Xamira.
―No, no… al contrario…. mmm…. seguí. Nadie me explicó que se sentiría tan bien que alguien te pase la lengua por el culo. Y si a vos no te molesta, a mí tampoco…
―Muy bien, disfrutalo… y mostrame cómo se mueven esos deditos.
Y así lo hizo. Oriana comenzó a masturbarse de la misma forma en que lo hubiera hecho si estaba sola. Cerró los ojos y disfrutó de las caricias de sus propios dedos y de las intrépidas lamidas que Xamira le daba en el culo. Poco a poco su calentura fue aumentando. Estaba disfrutando de una de las mejores experiencias sexuales de su vida… quizás la mejor. 
Las dos chicas se mantuvieron varios minutos con esa secuencia, Oriana se estremeció de puro gusto, jadeó y gimió sin reprimirse. 
Después de un rato Xamira se colocó sobre ella y la besó en la boca. Oriana aceptó ese beso y sus lenguas se entrelazaron. 
―Querés hacer algo más? ―Preguntó Xamira―. O el ensayo ya fue suficiente?
―Ay, me encantaría hacer más; pero… sinceramente no me siento preparada para chupar una concha. Es algo que lo tengo que meditar con más tiempo. Sería un salto muy grande en mi sexualidad. 
―Está perfecto, y yo no te voy a presionar, lo podemos dejar acá…
―No, no… no me estás escuchando. Quiero hacer más ―dijo mirándola a los ojos―. Quiero que esta sea mi primera experiencia genuina de sexo lésbico, quiero que sea con vos, acá y ahora. 
―Ay, me siento muy halagada…
―Pero… de verdad, no puedo con lo de chupar conchas. Te lo juro.
―Está bien, no te preocupes, se me ocurre algo que podemos hacer para ponerle un broche de oro a esta experiencia lésbica sin que tengas que chuparme la concha. 
Xamira entrelazó sus piernas con las de Oriana. Quedaron formando la famosa “tijereta lésbica”. Sus conchas comenzaron a rozarse en cuanto Xamira inició con el meneo de caderas.
―Ay… esto me re gusta ―aseguró Oriana.
―Esto es lo más lésbico que se me ocurre, después de la chupada de conchas ―dijo Xamira―. Con esto vas a poder decir que ya tuviste tu primera experiencia lésbica.
―Qué lindo… me siento rara y entusiasmada a la vez. Y me encanta ver cómo te meneas… qué cuerpazo tenés, Xami. Nunca creí que me excitaría tanto al ver una mujer desnuda. Tus abdominales son fascinantes ―dijo, acariciándolos―, y me encanta ver cómo te brilla la piel cuando transpirás. Tomás mucho sol?
―No tanto, siempre tuve la piel morena. Con broncearme un poquito ya me alcanza para tener un color muy lindo. Y gracias por lo que decís ―dijo, sin dejar de moverse―, me alegra que alguien valore con sinceridad todo el trabajo que me costó tener este cuerpo. Y si algún día querés quedar bien con mi mamá, podés decirle las mismas cosas. A las dos nos encanta que nos halaguen el cuerpo… sí, somos un poquito superficiales; ya lo sé.
―Mmm… dios, qué rico… ―la concha de Xamira se frotaba cada vez más rápido contra la suya―. Si tu mamá tiene un cuerpo como el tuyo, entonces entiendo que les gusten esos halagos. Ya quisiera yo poder disfrutarlos de la misma manera, sin tantas inseguridades. 
Oriana bajó la mano y acarició la concha de Xamira. Todo su cuerpo vibró ante el contacto con el sexo femenino. La sensación le gustó mucho más de lo que imaginaba. Le encantó sentir la humedad de esa vagina entre sus dedos y Xami le agradeció el gesto con un dulce gemido. 
Lo estaba disfrutando mucho, pero no quería ser tan pasiva. Por eso Oriana hizo girar a Xamira, provocando que ahora fuera ella la que quedara boca arriba en la cama y Oriana comenzó a menear las caderas con fuerza.
―Así, nena, así ―la alentó Xami―. Mostrame cómo se sacuden esas tetazas.
A Oriana le resultó muy estimulante la imagen de sus tetas rebotando para todos lados y quiso deleitar a Xamira con eso. Se sacudió un poco más de la cuenta para provocar que sus senos rebotaran de forma más intensa.
―Mmm… así… así… seguí.
Xamira estaba al borde del orgasmo y Oriana lo sabía, por eso continuó moviéndose sin parar. Además su propio cuerpo ya le estaba mandando claras señales anunciándole que pronto llegaría al clímax.
Los gemidos de las dos chicas se mezclaron hasta parecer uno solo y juntas disfrutaron de una secuencia de orgásmica muy húmeda y llena de espasmos cargados de placer. Fue tan intenso que las dos cayeron, una al lado de la otra, abatidas.
Mientras intentaban recuperar el aire, se miraron a los ojos y comenzaron a reírse. Las risas se detuvieron en seco cuando sus bocas se juntaron. Esta vez fue Oriana la que buscó el beso. Abrazó a Xamira, dejó que el sudor de sus cuerpos se mezclara, y le metió la lengua tan adentro como pudo. Algo que nunca había hecho al besar a su novio.
―Eso fue intenso ―aseguró Xamira, cuando el beso terminó―. Gracias por coger conmigo. La pasé realmente bien.
―Yo debería darte las gracias a vos, por invitarme, por tenerme paciencia y por permitirme disfrutar de una experiencia tan linda. 
Volvieron a darse un beso, esta vez más corto, y se quedaron abrazadas la una a la otra. Solo se escuchaba el ruido de sus respiraciones agitadas.
De pronto en el teléfono de Oriana sonó, ni siquiera recordaba haberlo dejado sobre la mesita de luz de Xamira. Miró la pantalla y volvió a dejarlo donde estaba.
―¿Quién era? ―Preguntó Xami.
―Mi novio.
―¿Y qué quería?
―Desearme un feliz aniversario.  


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