Gracias al cielo, la pandemia esun recuerdo pero muchas de las cosas que durante ella sucedieron parecenquedarse.
Luego de varios meses, volvieronlas clases y con ellas los viajes a las distintas provincias, las jornadas ylos congresos.
Con mi compañera, por así decirleya que en efecto soy su jefe, tuvimos otros encuentros, pero nos quedabapendiente compartir más.
Con la excusa de incorporarla alplantel docente, la invite a acompañarme a una jornada en el interior del país.
Ambos sabíamos lo que iba asuceder pero mantuvimos las apariencias tomando habitaciones separadas yprocurando mostrarnos en publico con la mayor seriedad posible.
Lo cierto es que al llegar aldestino, nos ubicamos en nuestros lugares y luego de saludar a los colegas fuemi turno de exponer. Al concluir, se acercaron a saludar – como es costumbre –muchos de los amigos, colegas del lugar y también algunas alumnas del postgradoque en su oportunidad había dado. Entre ellas estaba Clara, típica “colega” delrubro. Una colorada de 30 y pocos años que había cursado conmigo apenasrecibida y con quien mantenía buena relación a través de las redes.
Hablando de todo un poco me invitóa tomar algo por la noche, a lo que le respondí que ya estaba invitado a lacena de fin de jornada y que aparte estaba acompañado por una docente nueva delgrupo. Luego de lamentarnos ambos de no poder compartir ese momento, me dijoque seguramente no iba a faltar oportunidad. Y así fue.
Párrafo aparte, no puedo dejar dedar crédito a aquellos que señalan que ciertos cargos, situaciones o roles quese ejercen resultan particularmente excitante para algunas personas. Lo señalopues a través de los años pude comprobarlo.
Dicho lo anterior, la jornadacontinuó y con Clara nos volvimos a cruzar por la tarde, mientras otros colegasexponían. Después de charlas unos minutos parados en la puerta de ingreso del salónde exposiciones, me dijo que ir a la terraza del lugar, donde había una confiteríay una buena vista de la ciudad.
Ya en el lugar y alejados un pocode las vistas y saludos de los conocidos, la charla la fuimos llevando adondeambos en definitiva queríamos. En un momento Clara se disculpo para pasar al bañoy a los pocos segundos volvió alegando que el mismo estaba ocupado. Vi la oportunidad– que obviamente ella facilitó - y la invité a que sin compromiso usara el bañode la habitación que estaba a un piso (por gentileza de la organización medieron una de las habitaciones principales del hotel) y le di una de las tarjetas de ingreso, quedándomecon la otra en mi poder.
A los minutos vi que no volvía porlo que fui a buscarla. Ingresé y ella estaba aún en el baño. Por caballerosidad,le avisé que había ingresado… y era lo que en definitiva ella esperaba. Me tireal sillón de la antesala y escuche que salía del baño preguntándome dondeestaba. La vi y terminé de excitarme.
Se había quedado solo con su blusay una bombacha. Si bien Clara es de estatura promedio (1.60) sobre los tacos sucuerpo lucia mucho mas esbelto y el pelo colorado cayendo sobre sus dos importanteslolas eran el marco perfecto.
La deje llegar al sillón y se mevino encima. Besos, caricias, lamidas. Estaba tan caliente que antes que ella empezaraa chuparme, logré dejarla con las piernas abiertas y comencé a lamerle todo elsexo. Tenía el clítoris todo hinchado y rojo, muestras de que ya había estado tocándose,aguardando mi llegada. Era tal la excitación que tenía, que a los pocos minutosme empujo la cabeza contra su concha y acabó, fuerte, volcando parte de suplacer en mi boca. Aproveche el momento y de a uno le fui introduciendo hastatres dedos y comencé a masajearla. Enloqueció y acabo nuevamente mojándome todo.Volví a lamerla y al sentirla acabar, retome los masajes y ahí si logre que acabarade una manera salvaje, no pudiendo contener un fuerte chorro que se disparosobre mi y parte del lugar. Verle la carita, apenas con pecas pero toda roja defuria, sus ojos miel claros desencajados y su boca babeando, es una imagen que jamásvoy a olvidar. Casi de prepo bajo a chuparme la verga. La devoraba de talmanera que hasta le pedí que dejara algo para volver a garchar alguna vez masen la vida. Cuando sentí que me iba, la corte y la puse en cuatro, siempre sobreel sillón. De a poco comencé a introducirme dentro de ella, que disfrutaba cadacentímetro que la iba penetrando. Acabó nuevamente cuando estuve por completoadentro y movía la cadera hacia atrás queriéndose meter todo mi cuerpo dentrode ella. Clara había resultado ser una hermosa ninfómana y multiorgásmica,cuestiones que luego me confesaría. Entre un momento y otro, fue tanteando suasterisco, que se dilataba con mucha facilidad. Fue ella que en un momento sacómi pene de s vagina y directamente lo llevo a la entrada de su cola, comenzadoa penetrarse. Confieso que tuve que hacer mucha fuerza para no acaba en esemomento. Pasados esos segundos, vino una orteada que pocas veces había vivido.No solo por lo hermoso de la figura de Clara sino por su intensidad, calenturay disfrute que ella, que ambos estábamos teniendo.
Mientras la penetraba, la acariciabael clítoris y ellas seguía acabando, mientras apoyaba su cabeza sobre elrespaldo para acallar sus gemidos. Sentía como me chorreaban sus jugos por mispiernas. La tenia tomada del pelo y ella solo pedía más. La situación no me dejómucho mas margen para seguir así que la saque y se la dí para que la chupe yacabar sobre su cara. Ella decidió que no fuera así, tomándose hasta la ultimagota de leche que pudo exprimir, apretando mis bolas hasta asegurarse que ya nohabía más. Fui al baño y cuando volví ella seguía tocándose. No lo podía creer.Me acerque y la ayude, haciendo que nuevamente acabara en mi boca.
Nos bañamos y ya recompuestosalcanzamos a bajar ya casi para el cierre de la jornada, cada uno por su lado,guardando todas las apariencias.
Pese a ello, mi acompañante deviaje notó que algo había pasado. Las mujeres tienen ese sexto sentido que es casi imposible de evitar.
- ¿La pasaste bien con la coloradita? – me dijo entre complicidad pero con algo de celos en su tono.
- Es una alumna, nos pusimos al día
- Se nota… yo lo noto – me dijo – Espero me haya dejado algo para esta noche porque sino voy a tener que salir a buscar. Yo acasa no vuelvo sin una buena cogida.
Mientras me decía eso me sonreía,de una manera perversa y amenazante.
- Algo quedó, pero acordate que las coloradas son puro fuego…. Y al final era verdad. – le respondí, tratando de retrucar algo.
- No te olvides que yo también tengo algo de peliroja y te traje unos regalitos que te van a gustar.
Automáticamente me volví aexcitar. Por otro lado pensaba que después de la cena y algo de baile, iba aestar difícil aguantar otro round más.
Pero eso paso mas tarde, es otrahistoria y ya habrá tiempo para compartirla.
Luego de varios meses, volvieronlas clases y con ellas los viajes a las distintas provincias, las jornadas ylos congresos.
Con mi compañera, por así decirleya que en efecto soy su jefe, tuvimos otros encuentros, pero nos quedabapendiente compartir más.
Con la excusa de incorporarla alplantel docente, la invite a acompañarme a una jornada en el interior del país.
Ambos sabíamos lo que iba asuceder pero mantuvimos las apariencias tomando habitaciones separadas yprocurando mostrarnos en publico con la mayor seriedad posible.
Lo cierto es que al llegar aldestino, nos ubicamos en nuestros lugares y luego de saludar a los colegas fuemi turno de exponer. Al concluir, se acercaron a saludar – como es costumbre –muchos de los amigos, colegas del lugar y también algunas alumnas del postgradoque en su oportunidad había dado. Entre ellas estaba Clara, típica “colega” delrubro. Una colorada de 30 y pocos años que había cursado conmigo apenasrecibida y con quien mantenía buena relación a través de las redes.
Hablando de todo un poco me invitóa tomar algo por la noche, a lo que le respondí que ya estaba invitado a lacena de fin de jornada y que aparte estaba acompañado por una docente nueva delgrupo. Luego de lamentarnos ambos de no poder compartir ese momento, me dijoque seguramente no iba a faltar oportunidad. Y así fue.
Párrafo aparte, no puedo dejar dedar crédito a aquellos que señalan que ciertos cargos, situaciones o roles quese ejercen resultan particularmente excitante para algunas personas. Lo señalopues a través de los años pude comprobarlo.
Dicho lo anterior, la jornadacontinuó y con Clara nos volvimos a cruzar por la tarde, mientras otros colegasexponían. Después de charlas unos minutos parados en la puerta de ingreso del salónde exposiciones, me dijo que ir a la terraza del lugar, donde había una confiteríay una buena vista de la ciudad.
Ya en el lugar y alejados un pocode las vistas y saludos de los conocidos, la charla la fuimos llevando adondeambos en definitiva queríamos. En un momento Clara se disculpo para pasar al bañoy a los pocos segundos volvió alegando que el mismo estaba ocupado. Vi la oportunidad– que obviamente ella facilitó - y la invité a que sin compromiso usara el bañode la habitación que estaba a un piso (por gentileza de la organización medieron una de las habitaciones principales del hotel) y le di una de las tarjetas de ingreso, quedándomecon la otra en mi poder.
A los minutos vi que no volvía porlo que fui a buscarla. Ingresé y ella estaba aún en el baño. Por caballerosidad,le avisé que había ingresado… y era lo que en definitiva ella esperaba. Me tireal sillón de la antesala y escuche que salía del baño preguntándome dondeestaba. La vi y terminé de excitarme.
Se había quedado solo con su blusay una bombacha. Si bien Clara es de estatura promedio (1.60) sobre los tacos sucuerpo lucia mucho mas esbelto y el pelo colorado cayendo sobre sus dos importanteslolas eran el marco perfecto.
La deje llegar al sillón y se mevino encima. Besos, caricias, lamidas. Estaba tan caliente que antes que ella empezaraa chuparme, logré dejarla con las piernas abiertas y comencé a lamerle todo elsexo. Tenía el clítoris todo hinchado y rojo, muestras de que ya había estado tocándose,aguardando mi llegada. Era tal la excitación que tenía, que a los pocos minutosme empujo la cabeza contra su concha y acabó, fuerte, volcando parte de suplacer en mi boca. Aproveche el momento y de a uno le fui introduciendo hastatres dedos y comencé a masajearla. Enloqueció y acabo nuevamente mojándome todo.Volví a lamerla y al sentirla acabar, retome los masajes y ahí si logre que acabarade una manera salvaje, no pudiendo contener un fuerte chorro que se disparosobre mi y parte del lugar. Verle la carita, apenas con pecas pero toda roja defuria, sus ojos miel claros desencajados y su boca babeando, es una imagen que jamásvoy a olvidar. Casi de prepo bajo a chuparme la verga. La devoraba de talmanera que hasta le pedí que dejara algo para volver a garchar alguna vez masen la vida. Cuando sentí que me iba, la corte y la puse en cuatro, siempre sobreel sillón. De a poco comencé a introducirme dentro de ella, que disfrutaba cadacentímetro que la iba penetrando. Acabó nuevamente cuando estuve por completoadentro y movía la cadera hacia atrás queriéndose meter todo mi cuerpo dentrode ella. Clara había resultado ser una hermosa ninfómana y multiorgásmica,cuestiones que luego me confesaría. Entre un momento y otro, fue tanteando suasterisco, que se dilataba con mucha facilidad. Fue ella que en un momento sacómi pene de s vagina y directamente lo llevo a la entrada de su cola, comenzadoa penetrarse. Confieso que tuve que hacer mucha fuerza para no acaba en esemomento. Pasados esos segundos, vino una orteada que pocas veces había vivido.No solo por lo hermoso de la figura de Clara sino por su intensidad, calenturay disfrute que ella, que ambos estábamos teniendo.
Mientras la penetraba, la acariciabael clítoris y ellas seguía acabando, mientras apoyaba su cabeza sobre elrespaldo para acallar sus gemidos. Sentía como me chorreaban sus jugos por mispiernas. La tenia tomada del pelo y ella solo pedía más. La situación no me dejómucho mas margen para seguir así que la saque y se la dí para que la chupe yacabar sobre su cara. Ella decidió que no fuera así, tomándose hasta la ultimagota de leche que pudo exprimir, apretando mis bolas hasta asegurarse que ya nohabía más. Fui al baño y cuando volví ella seguía tocándose. No lo podía creer.Me acerque y la ayude, haciendo que nuevamente acabara en mi boca.
Nos bañamos y ya recompuestosalcanzamos a bajar ya casi para el cierre de la jornada, cada uno por su lado,guardando todas las apariencias.
Pese a ello, mi acompañante deviaje notó que algo había pasado. Las mujeres tienen ese sexto sentido que es casi imposible de evitar.
- ¿La pasaste bien con la coloradita? – me dijo entre complicidad pero con algo de celos en su tono.
- Es una alumna, nos pusimos al día
- Se nota… yo lo noto – me dijo – Espero me haya dejado algo para esta noche porque sino voy a tener que salir a buscar. Yo acasa no vuelvo sin una buena cogida.
Mientras me decía eso me sonreía,de una manera perversa y amenazante.
- Algo quedó, pero acordate que las coloradas son puro fuego…. Y al final era verdad. – le respondí, tratando de retrucar algo.
- No te olvides que yo también tengo algo de peliroja y te traje unos regalitos que te van a gustar.
Automáticamente me volví aexcitar. Por otro lado pensaba que después de la cena y algo de baile, iba aestar difícil aguantar otro round más.
Pero eso paso mas tarde, es otrahistoria y ya habrá tiempo para compartirla.
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