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Capítulo 51.
La Arpía Contraataca.
Existen momentos en la vida para los que nunca vamos a estar listos. A veces pueden ser agradables, como muchos de los que viví con mi familia en estos meses de cuarentena; pero otras veces parecen pesadillas.
Y sí, sé que nada podría prepararnos para este momento, si alguien nos hubiera dicho que Ayelén venía a casa acompañada de la abuela Fernanda, igual hubiera sido un momento incómodo; sin embargo, hubiera agradecido algún previo aviso, al menos para que tengamos tiempo de vestirnos.
Sin duda esto es parte del plan de Ayelén. Ella sabía que si caía sin previo aviso nos encontraría a todos como vinimos al mundo.
Las miradas de pánico se hicieron latentes en el living, nos quedamos paralizados. No sabíamos qué hacer. La primera que recobró la compostura fue Cristela.
―Tefi, tenés que entretenerlas todo lo que puedas.
―Pero… ¿qué les digo? La abuela va a querer entrar ya…
―Hablales del covid ―sugirió Macarena―. Recordales que acá estamos haciendo un aislamiento muy estricto, porque mamá odia los gérmenes…
―Está bien… está bien. Pero no demoren mucho, no sé cuánto lograré mantenerlas afuera con esa excusa.
Estefanía volvió al porche de entrada y a lo lejos escuchamos que ya estaba hablando con las recién llegadas.
―Vamos, rápido… todas a cambiarse ―dijo Cristela―. Y vos, Nahuel… avisale a Gisela y a Alicia. Van a tener que salir de esa pieza quieran o no.
Asentí con la cabeza y actué al instante, no necesitaba que me repitiera la orden. Entré al cuarto de mi hermana mayor sin golpear y me encontré una escena que en otro momento me hubiera parado la pija al instante. Alicia estaba acostada con las piernas bien abiertas y un dildo de buen tamaño entraba y salía de su culo. La que se encargaba de moverlo era Gisela, que al mismo tiempo le chupaba el clítoris a mamá. Alicia parecía estar sufriendo un poco con el tamaño del consolador; pero creo que esa era la intención de Gisela.
―Tienen que vestirse ya mismo ―les dije―. No hay tiempo de explicar mucho. Ayelén volvió… y trajo a la abuela Fernanda.
―¿Qué? ¡No puede ser!
―Es verdad, mamá. Esa pendeja hija de puta, con el perdón de la tía, solo quiere cagarnos la vida.
Pensé que mi madre se pondría de pie hecha una furia y saldría para agarrar de los pelos a Ayelén, pero en lugar de eso se quedó inmóvil y dijo:
―¿Y ahora qué vamos a hacer?
Parecía realmente asustada. Como si a su puerta hubiera llegado un problema que no era capaz de manejar… y técnicamente así fue.
―Tranquila, mamá ―dijo Gisela―. Nos vestimos, hablamos con la abuela un ratito, ella se va a su casa y ya está. No nos vamos a morir por hacer vida normal por unas horas.
Estuve de acuerdo con mi hermana mayor, hasta que unos minutos más tarde, ya con toda la familia reunida en el living (vestidos, como gente civilizada), escuché a mi abuela diciendo:
―Vine a pasar unos días con ustedes.
―¿Qué? ¿Te volviste loca, mamá? ―Dijo Cristela.
Estefanía no fue capaz de distraer mucho tiempo a la abuela y estuvo cerca de verme regresar desnudo a mi cuarto para vestirme. De milagro no me vio. Ahora Fernanda estaba allí, tan pulcra y maquillada como siempre, con una sonrisa de labios rojos carmesí y pelo platinado que en lugar de hacerla parecer vieja, le restaba años. No sé qué pensarán los demás, pero en mi opinión mi abuela no aparenta la edad que tiene, parece una hermana mayor de Cristela y Alicia, con un cuerpo tan voluptuoso como el de ellas. Creo que es la primera vez que le miro el escote a mi abuela y tengo pensamientos perversos. Dios, las tetazas que tiene esa mujer. Ya sé de dónde las heredaron Gisela y Pilar.
―Esta cuarentena me está volviendo loca ―dijo Fernanda, mientras aceptaba un vaso de limonada fresca servido por Pilar―. Gracias, mi vida, sos muy amable. Siempre fuiste la más dulce ―esto hizo que Pilar mostrara una sonrisa incómoda, me dio la sensación de que ella no quería ser “la más dulce”. Estaba tan confundida como nosotros―. Me pasé todo el tiempo sola en casa. Ustedes ni siquiera se acordaron de llamarme por teléfono.
―Yo te llamé varias veces ―dijo Alicia.
―No me refiero a vos, querida… hablo de mis nietas… y de mi nieto. Mi único nieto, quien ni siquiera recuerda que tiene una abuela.
Ok, entendí la directa.
―La única que se acordó de mí fue Ayelén. Después no se quejen si digo que es mi nieta favorita.
Vi una sonrisa burlona y triunfal en los ojos de mi prima. También me miró con bronca, como si me estuviera diciendo “Esta es mi venganza, pendejo”.
―Pero mamá ―dijo Cristela―. Acá somos un montón. No tenemos más lugar. ¿Dónde vas a dormir?
―Bueno, para hacer lugar podríamos pedirle a la gente que no es de la familia que vuelva a su casa. No sé quién es esta chica ―señaló a Brenda y la pobre se puso tan roja como el Chapulín Colorado.
―Brenda no se va a ninguna parte ―intervino Gisela.
― ¿Se puede saber quién es? ―Preguntó la abuela.
―Es mi… emm… es nuestra amiga ―respondió Gisela. Creo que se dio cuenta que esa excusa no sería suficiente―. Y también es la novia de Nahuel. Así que es casi como de la familia.
―Ah… ya veo! Ay, cómo tenés de abandonada a tu abuela, Nahuelito. Ni siquiera me contaste que tenías novia.
―Es que… pasó todo muy rápido.
―Sí, me imagino. Los jóvenes de hoy en día no tienen tiempo para reflexionar. Viven en la inmediatez. Solo espero que eso no les afecte a la relación. Si la chica está viviendo acá, me imagino que la cosa va en serio.
―Sí, va en serio ―respondió Brenda, con una sonrisa. Al parecer la excusa le vino como anillo al dedo y le dio coraje para hablar―. Nahuel es un chico excepcional. Nos llevamos muy bien.
―Qué bueno. Y decime, Alicia… ¿estos chicos tienen algún tipo de control? Porque si duermen juntos… me imagino que ya le habrás marcado las reglas de la casa.
―No, mamá ―Alicia mostró su carácter fuerte, el cual había estado escondido hasta ese momento―. Esta es mi casa. Son mis reglas. Y si ellos quieren coger todo el día, pueden hacerlo. No tienen que pedirme permiso.
Fernanda se atragantó con limonada. Creí que la abuela se nos moría en ese mismo momento. Mientras tosía miró a su hija como si no la reconociera, y es que no me imagino a Alicia respondiéndole de esa manera a su madre. Seguramente Fernanda creyó que su hija seguía siendo la misma mujer con rechazo al sexo de siempre. No tiene idea de todo lo que pasó en casa durante todos estos meses.
―¿Pero… cómo les permitís hacer una cosa así… en una casa de familia?
―¿Y dónde querés que vayan a coger, abuela? ―Preguntó Macarena―. Si por la pandemia no se puede salir ni a la vereda.
―Pero… son tan jóvenes…
―Mirá mamá ―dijo Cristela―. A vos te criaron padres muy conservadores, extremadamente conservadores, incluso para la época que les tocó vivir. Quisiste criarnos a nosotras de la misma manera; pero no pudiste. Crecimos y nos dimos cuenta de que el mundo es muy diferente a como vos lo pintabas. Hoy en día estos “jóvenes”, como vos decís, se la pasan cogiendo… y no necesariamente con sus parejas.
―¿Con esa filosofía criaste a tu hija?
―Así es…
―Abuela, ¿acaso vos pensás que Ayelén es virgen? ―La que hizo la pregunta fue Tefi, y creo que fue una pequeña venganza contra su prima―. Te puedo asegurar que ella debe tener más cogidas que todas nosotras juntas.
―No hables así de tu prima… ―protestó Fernanda―. Yo crié a mis hijas con otra filosofía, y de las dos, creí que vos, Alicia, eras la que mejor lo entendió.
―No, mamá. Nunca entendí nada. Nada de nada ―estaba furiosa, de sus ojos saltaban chispas―. Si querés quedarte unos días, hacelo. Nadie te lo va a impedir; pero vas a tener que adaptarte a nuestra filosofía de vida, esta es nuestra casa y durante el aislamiento aprendimos a convivir en armonía, a nuestra manera. Y hablando de eso, me indigna mucho que hayas venido sin avisar. Pusiste en riesgo toda mi familia. Ahora vamos a tener que testearlos por covid.
―No van a tener que testear a nadie ―se defendió la abuela―. Yo estuve sola todo el tiempo, tomé todas los recaudos y las precauciones. La única persona que tuve cerca en estos meses fue Ayelén… y ella me juró que solo estuvo acá, con ustedes.
―Bueno, eso es cierto ―dijo Cristela. Creo que ella quería calmar un poco las aguas―. Ayelén no salió de esta casa más que para visitarte a vos. Y si vos también estuviste sola, entonces no hay chances de que nos contagies.
―Claro, la que se arriesga soy yo. No sé cuánta gente dejaron entrar a esta casa.
―Brenda fue la única ―dijo Pilar, con acentuada amabilidad―. Y ya lleva con nosotros varias semanas. Si hubiera tenido covid, hace rato que nos hubiéramos contagiado. Ya lo sabríamos.
―Muy bien, ya que sabemos que no corremos riesgo de contagio, ahora solo falta una cosa por decidir: ¿dónde voy a dormir?
―Mamá va a dormir conmigo ―dijo Gisela―. Vos podrías quedarte en la pieza de ella.
―No, en mi pieza no ―dijo Alicia.
Con su cara de miedo todos entendimos el por qué de la negativa. Su baño aún está lleno de consoladores y ropa interior erótica. Si mi abuela pasara una sola noche allí, encontraría todo de inmediato.
―En la pieza de Alicia voy a dormir yo ―dijo Cristela, como si se estuviera apoderando de ese privilegio―. Ayelén podría dormir conmigo, nos va a venir bien ponernos al día.
A Ayelén no le hizo demasiada gracia, pero como la abuela dijo “Me parece bien” tuvo que limitarse a sonreír. Esta chica es tan falsa que me da rabia.
―Podés quedarte en mi cuarto ―propuso Macarena―. Si a Pilar no le molesta, puedo dormir con ella.
―Me encanta la idea ―dijo Pilar, sabiendo que si Maca estaba con ella no le iba a faltar el sexo.
―Perfecto. Ya está todo arreglado ―dijo Cristela, con una gran sonrisa―. Alicia y yo vamos a preparar la cena, si alguna nos quiere dar una mano, lo agradecería mucho. Hoy tenemos muchas bocas que alimentar.
Y así fue como pasamos a tener la casa más llena que nunca. Diez personas conviviendo en un mismo lugar… y ya no podíamos disfrutar del libertinaje al que nos habíamos acostumbrado. Todo por culpa de Ayelén. Durante la cena ella se la pasó con una sonrisa triunfal en los labios mientras todos los demás la queríamos matar con la mirada. No nos hizo ni puto caso. Lo estaba disfrutando.
Después de comer fui a mi pieza, porque ya no aguantaba la tensión. Estaba buscando algún cómic para distraerme cuando la puerta se abrió. Entró Brenda con una tímida sonrisa en los labios.
―Hola, Nahuel ―dijo, mientras cerraba la puerta detrás de ella―. Perdón que no haya golpeado, Macarena me sugirió que no lo hiciera, porque levantaría sospechas. Si se supone que vos y yo somos novios…
―Sí, está bien, lo entiendo. Además… ¿qué podrías ver que ya no hayas visto? Como mucho me podrías haber sorprendido mirando porno mientras me hacía la paja.
―Emm… ¿mirás mucho porno? ―la pregunta fue inesperada y su sonrisa tímida se acentuó, sentí un movimiento extraño en la boca del estómago porque me di cuenta de que lo estaba preguntando con genuino interés.
―No mucho, o sea… antes miraba más ―me senté en la cama y la invité a hacer lo mismo. Ella optó por sentarse del lado de las almohadas―. Desde que empezó todo este asunto con mis hermanas… bueno, lo que ya sabés..
―El sexo en familia.
―Sí, eso. Desde entonces no miro tanto porno, ya no me genera lo mismo.
―Claro, entiendo. Si querés ver tetas y conchas, basta con salir de la pieza. Hasta podés encontrar a alguien con quién coger. El porno ya no es necesario.
―Así es. ¿Y vos? No te imagino mirando porno.
Volvió a sonreír. Tiene una bonita sonrisa, lo admito.
―Mucho. De hecho cuando empecé terapia una de las primeras cosas que le dije a Sabrina fue: “Creo que soy adicta al porno”.
―¡Wow! No te lo puedo creer. ¿No me estarás tomando el pelo?
―No, no… ¿Por qué te mentiría? Es vergonzoso admitirlo, pero ustedes me hicieron sentir parte de la familia y ahora no tengo necesidad de ocultar nada. Siento que puedo hablar de cualquier tema sexual con cualquiera de ustedes.
―¿Incluso conmigo?
―Especialmente con vos ―esa sonrisa me está matando…
―¿Y cómo es eso de la adicción al porno? Contame más. Nunca conocí a una chica que fuera adicta al porno. De hecho durante mucho tiempo pensé que las mujeres no miraban porno.
―Sí que miramos, solo que lo escondemos más que los hombres. A veces lo hablamos entre nosotras; pero es raro que se lo contemos a un varón. Y bueno, en mi caso particular… tenés que entender que yo me crié bajo las reglas súper estrictas de mi mamá, donde ni siquiera me podía hacer una paja sin que ella montara un escándalo. No te das una idea de cómo se puso las veces que me descubrió tocándome.
―Debieron ser momentos muy incómodos.
―Lo fueron. Pero en parte eso fue lo que me llevó a mirar mucho porno. Mi mamá no me dejaba tener novio. Mi hermana y yo no podíamos salir a bailar como las chicas de nuestra edad, nos teníamos que quedar en casa porque a mi mamá siempre le pasaba algo. “Me duele la cabeza”, “Me duele una muela”, “Hay que hacer muchas cosas en la casa y yo sola no puedo”. Siempre tenía una excusa. Así que teníamos que quedarnos en casa todo el fin de semana.
―Qué bajón.
―Lo único que podía hacer para sacarme la calentura era mirar porno, cosa que al menos podía hacer con mi celular, dentro de mi pieza, sin que nadie me molestara. Así que ese empezó a ser mi refugio. Así me lo explicó Sabrina. Ella me hizo entender que en realidad no soy adicta al porno, sino que me gusta mirarlo porque es mi forma de evadirme de los problemas; pero cuando estoy bien, no necesito mirarlo. Y eso es lo que me pasa desde que estoy en esta casa, ya no siento esa necesidad de refugiarme.
―Bueno, quizás tengas que hacerlo otra vez ―le dije―, porque ahora, con mi abuela en la casa, ya no vamos a poder hacer las cosas que hacíamos antes.
―¿Tan estricta es?
―Sí, es mucho peor que mi mamá en sus épocas más estrictas. Con Alicia costó mucho; pero pudimos sacarle esa represión sexual. Con mi abuela es imposible. Sinceramente no entiendo cómo esa mujer tuvo dos hijas, no debe coger nunca.
―Qué triste. Porque es muy bonita, estoy segura de que no le deben faltar pretendientes.
―Y a todos los debe echar a patadas, creyendo que van detrás de su dinero, porque es súper desconfiada. Antes yo me llevaba bien con ella; pero creo que ahora me tiene entre ceja y ceja. Estoy seguro de que Ayelén le habrá hablado muy mal de mí.
―Tu prima me cae cada día peor. Perdón que lo diga, pero es la verdad.
―No te preocupes, lo mismo nos pasa a todos. Ayelén simplemente es una arpía. Nadie se va a ofender si decís que te cae mal.
Mi primera noche con Brenda en mi habitación no resultó nada mal. Ella durmió en su lado de la cama, yo en el mío, y no hubo altercados. Además no me sentí incómodo, y ella no tuvo problemas en quedarse solo con la tanga puesta, al fin y al cabo ya habíamos tenido sexo. Me di cuenta de que esta fue mi primera noche junto a una mujer que no fuera de mi familia, se sintió bien, y estoy seguro de que no hubiera podido mantener la calma de no ser por todo lo que aprendí de mis hermanas.
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Los problemas continuaron con el desayuno. Cristela le preguntó a su madre qué tal había dormido, ella dijo:
―Dormí bien, pero hoy a la mañana me llevé una sorpresa muy desagradable ―todos la miramos fijamente con la taza de café con leche a centímetros de nuestras bocas.
―¿Qué sorpresa? ―Preguntó mi mamá―. Macarena es muy pulcra, así que no creo que su pieza haya estado desordenada.
―No, no… después hablaré con ella sobre este asunto.
―No hace falta que lo dejes para después, abuela. Si tenés algo que decir, podés hacerlo frente a todos. Yo no tengo nada que esconder.
― ¿Estás segura, chiquita? Porque no quiero avergonzarte frente a mi familia.
―Se ve que no me conocés mucho, abuela. No tengo motivos para avergonzarme a mi familia. Podés decirle a todos lo que encontraste.
―Em… este…
―Sí, mamá… decilo de una vez ―insistió Alicia.
―Encontré juguetes sexuales. Ya está, lo dije. No sé cómo una de mis nietas pudo acceder a esos artículos…
―Se los di yo ―respondió mi madre, desafiante―. Todas mis hijas tienen algún juguete sexual.
―¿Qué? Pero esto es un escándalo ―para ella todo es un escándalo―. ¿Esa es la clase de crianza que le estás dando a mis nietas?
―Es la crianza que le estoy dando a MIS hijas. Y es algo que ya hablé con cada una de ellas.
―Pero… pero… van a salir todas degeneradas.
―Conmigo llegaste tarde, abuela ―dijo Macarena con una sonrisa.
Me gustó ver a Alicia contraatacar de esa manera. Esto me daba un poco de esperanza. La intención de Ayelén es que la abuela nos arruine la vida con sus estrictos métodos de crianza y convivencia; pero no lo va a tener tan fácil. Nadie está dispuesto a dar el brazo a torcer… aunque a su vez esto me da miedo. Porque no sé cuánto le contará Ayelén sobre nuestra familia si ve que su plan no está funcionando.
Fernanda pasó al menos diez minutos protestando y vociferando cosas sobre la decencia. De a poco se fue callando cuando se dio cuenta que nadie le estaba prestando atención.
Este no fue el único conflicto del día. Macarena parecía dispuesta a provocar a la abuela y unas horas más tarde nos sorprendió a todos cuando salió de la pieza de Pilar en tetas, vistiendo solamente una diminuta tanga blanca. Tan pequeña que incluso se le veía una buena parte del pubis completamente depilado.
―¿Alguien vio mi blusa negra? La que tiene escote en “V” ―Preguntó con total naturalidad.
―Ay, nena… ¡por dios! ¡Tapate un poco! ―Gritó Fernanda.
―¿Por qué me tengo que tapar, si estoy en mi casa? Además la mayoría somos mujeres. ¿Acaso nunca viste un par de tetas que no fueran las tuyas?
―Pero… pero… está tu hermano.
―¿Y eso qué tiene que ver, abuela? Nahuel tiene que convivir con un montón de mujeres. Para él ya es algo común vernos las tetas.
―Así es ―dije mientras agarraba el mate que me pasó Gisela, mi hermana mayor sonreía, parecía divertirle la escena―. Eso también lo hablamos. Yo no quiero que ellas tengan que vivir tapándose las tetas como si fuera pecado mostrarlas. Entiendo que el que se tiene que adaptar a la situación soy yo. Hasta mi mamá a veces sale en tetas de la pieza, y no pasa nada.
Fernanda fulminó con la mirada a su hija.
―No sé qué estás haciendo con tus hijos, pero no me gusta nada.
―Estoy haciendo algo mejor que lo que vos hiciste con nosotras, mamá.
―No empiecen a discutir otra vez ―intervino Cristela―. Que haya paz.
―Es que… es que… esto es un escándalo.
―¿Otra vez con lo del escándalo, mamá? ―Dijo Cristela―. Ya parecés Raphael.
No entendí la referencia.
―Tanto lío por un par de tetas ―dijo Macarena, poniendo los ojos en blanco.
―¡No son solo las tetas! Mirá cómo estás vestida ―Fernanda señaló la entrepierna de Maca―. Se te ve todo, nena. Todo. Es casi como si estuvieras desnuda… y frente a toda tu familia.
―No sería la primera vez que me ven desnuda. ¿Te diste cuenta de toda la gente que vive en esta casa, abuela? Tenemos solo dos baños para un ejército. Estas cosas pasan… y andá acostumbrándote.
Una vez más la dejamos protestar durante largos minutos, nadie le dio mucha importancia a sus palabras. Había un acuerdo tácito en la familia y era: “No ceder ante la presión de la abuela Fernanda”.
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Regresé a mi cuarto, porque no tenía ganas de aguantar la furia de mi abuela, y me encontré con Brenda, desnuda en mi cama, haciéndose tremenda paja. Tenía el celular en la mano y miraba fijamente la pantalla mientras se colaba los dedos en la concha. Al verme sonrió y me agradó mucho que no intentara cubrirse. Es más, ni siquiera detuvo su masturbación.
―¿Estás mirando porno? ―Le pregunté mientras me acercaba a la cama.
―Sí, porque la abstinencia sexual me está matando.
―Y eso que cogiste un montón en estos días.
―Justamente por eso. Me acostumbré a coger todos los días… y ahora no puedo estar ni tres horas sin hacerme la paja.
―¿Y qué mirás? ―Me senté junto a ella, me enseñó la pantalla del celular.
Vi a una chica joven y muy bonita recibiendo una gruesa verga por el orto, ella estaba bocarriba, con las piernas levantadas y se notaba que estaba gozando mucho.
―Ando con ganas de que me la metan por el culo.
Antes de la pandemia me hubiera acobardado totalmente ante esa indirecta. No hubiera sabido qué hacer ni qué responder. Pero este Nahuel aprendió y no se va a dejar intimidar por una chica hermosa.
―Eso se puede arreglar ―dije, sacando mi verga del pantalón. La sacudí un par de veces frente a sus ojos.
―Pensé que no me lo ibas a decir nunca…
Brenda acercó la cara a mi verga y comenzó a chuparla con desesperación. Dejó el celular de lado y en cuestión de pocos segundos me la puso dura como un hierro.
No pasaron ni dos minutos que yo ya estaba de rodillas en la cama sosteniendo las piernas de Brenda y con la pija entrando en su concha. Sí, no quise ir directamente por el culo, antes quería llevarla a otro nivel de calentura… y realmente funcionó. Cuando empecé a bombear contra su concha, ella inició su rutina de gemidos. Intentaba contenerse, para que no nos escucharan desde afuera, pero se notaba que le costaba.
―Ay, sí… cogeme toda… dame duro.
Al escucharla suplicar de esa manera sentí un fuerte arrebato y la besé en la boca. Mantuvimos el beso durante largos segundos en el que yo no dejé de clavarle la pija. Ella me envolvió con sus piernas e hizo que mi cuerpo se pegara más al suyo.
Estuvimos dándole duro por unos minutos en esta pose, sin dejar de besarnos, hasta que Brenda dijo:
―Ahora sí… dame por el orto…
Tomé lubricante, el cual siempre dejo guardado en el cajón de mi mesita de luz, para situaciones como ésta, y preparé todo para el gran momento.
El culo de Brenda opuso bastante resistencia al principio, la verga no quería entrar… y me dio la impresión de que le dolía un poco. Sin embargo ella insistió:
―Dale, dale… metela toda… sin miedo… quiero que me rompas el culo… uf… qué linda pija que tenés.
Seguí porque ella lo pidió… y por fin conseguí meter una buena fracción de mi verga. Esto me permitió “trabajar” su culo de otra manera. Ahora tenía más espacio para moverme y era cuestión de tiempo llevarla al nivel de dilatación ideal. El lubricante estaba cumpliendo muy bien con su función y me facilitó mucho las cosas.
La pija entró en el culo de Brenda y ella ya no pudo reprimir sus gemidos, comenzaron a resonar en toda la casa, sabía que mi abuela los escucharía tarde o temprano… y no me importó. Brenda quería más, y yo le di más.
Y mientras más duro le daba, más gritaba. También se sacudía mucho y se masajeaba las tetas. Una vez más fui consciente de su adorable belleza. La verdad es que esto de jugar a ser novios me gusta. Aunque sí me siento un poco culpable, porque ella es prácticamente la novia de Gisela. Lo bueno es que a Gise no le molesta compartir conmigo.
Los gritos de Brenda ya no se podían disimular y, como tenía que pasar, la puerta de mi pieza se abrió. Esa fue la primera vez que mi abuela me vio desnudo… y con la pija dura.
―¡Ay, por favor, Nahuel! ¿Qué estás haciendo con esa chica?
Sus ojos se clavaron en mi miembro erecto, estoy seguro de que su mayor sorpresa fue al ver por qué agujero estaba entrando.
―Mamá, te dije que no te metas ―entró Alicia, hecha una furia, y detrás de ella aparecieron Cristela, Macarena y Pilar.
―Pero lo que está haciendo este chico es inmoral. Y en casa de familia! Esto es intolerable… y vos, nena… por la cara de mosquita muerta que tenés, pensé que eras más decente. No te imaginaba haciendo estas… degeneraciones.
―Señora, no la conozco y usted no me conoce a mí. No tengo por qué caerle bien, así que déjeme en paz. Estoy disfrutando de la verga de mi novio.
No sé de dónde sacó tanto coraje esa chica tímida, creo que se debió a que ella ya se siente parte de la familia y vio cuál es nuestra actitud con la abuela sargento.
―Nahuel, ¿Podés parar un poquito? ―Me preguntó Fernanda, sus ojos parecían a punto de saltar fuera de sus cuencas.
Saqué la pija del culo de Brenda, pero fue solo para descargar todo mi semen. Abundantes chorros de líquido blanco saltaron sobre el vientre y las tetas de esa hermosa chica, quien lo recibió con una sonrisa en los labios. Cuando el último chorro saltó, volví a meter la verga.
―Ay, debería darte vergüenza, nena… toda cubierta de… eso… no tenés un poquito de autorrespeto.
―¡Ay, mamá! ―Alicia estaba roja de la bronca―. No te voy a permitir que hables así de Brenda, ella es una buena chica y solo se está divirtiendo con Nahuel. Son jóvenes y se pasan todo el día encerrados por culpa de un puto virus. Es obvio que van a estar cogiendo a cada rato. Y no te hagas la santa, porque vos también pasaste por esta…
―Yo…
No la dejó terminar de hablar, Alicia se abalanzó sobre ella y tiró para abajo la blusa, exponiendo sus grandes tetas. Fue una fortuna que mi abuela no tuviera corpiño. Y mis respetos por ella, tiene dos melones impresionantes… algo caídos por la edad, claro; pero aún así resultan muy atractivos, y algo intimidantes.
―Ay, ¿qué hacés, Alicia? El chico me está mirando…
―Eso es exactamente lo que quiero. Mirá, Nahuel… estas son las tetas de tu abuela, ¿y sabés qué? a ella también se las llenaron de leche. Deciles la verdad, mamá…
―Yo… este… están tus nenas… y no sé… yo…
―Decí la verdad, abuela ―dijo Macarena―. Nos acusás a todas de degenerada, pero ahora mi mamá tiene un punto a su favor. ¿Es cierto que alguna vez te llenaron las tetas de leche?
―Y ni se te ocurra mentir ―dijo Alicia, apretando los dientes―, porque no te lo voy a permitir.
―Este… sss… sí, lo admito. Me tiraron semen en los pechos…
―Y yo misma la vi, con mis propios ojos. Estas tetazas ―las apretó con ambas manos―, todas cubiertas de leche… y no era la de papá, específicamente.
―Upa, esto se puso interesante ―dijo Brenda, mientras juntaba un poco de semen con sus dedos y luego se lo llevaba a la boca―. ¿Así que a la abuela un señor que no es su marido le llenó las tetas de semen?
Me gustó que le dijera “la abuela”, como si también fuera la suya.
―Así es… y bien llenas que se las dejaron… tremenda paja turca le hizo al tipo. Hasta la cara le quedó llena de leche.
―No puedo creer que estés contándole estas cosas a tus hijas sobre mí… qué falta de respeto.
―No, mamá. Falta de respeto es que trates de degenerada a Brenda y a mis hijas, siendo que vos hiciste muchas de estas cosas. Y ya que estamos, les voy a contar más.
Alicia bajó la pollera de la abuela… junto con su ropa interior. Así descubrí que Fernanda también era muy pulcra con su entrepierna. Estaba perfectamente depilada…
―Ah, veo que ahora te la afeitás ¿acaso te gusta hacerte la pendeja?
―Eh… no, nada que ver… lo hago por… por comodidad…
―Mentira, lo hacés porque te gusta mostrar la concha y querés aparentar que sos más joven.
―Por favor, Alicia… está tu hijo…
―Mi hijo le está metiendo la pija por el orto a la novia, y vos lo interrumpiste. Creo que tiene derecho a mirarte la concha un rato. Y mirá esto, Nahuel…
Con un hábil movimiento de sus brazos hizo que Fernanda me diera la espalda, luego le abrió las nalgas. Pude ver su almeja en todo su esplendor y también el agujero de su culo.
―Decime, Nahuel ―continuó mi madre―. ¿A vos te parece que este culo es virgen?
Sinceramente, no tengo ni la más pálida idea de cómo diferenciar un culo virgen de uno que no lo es. Ni siquiera sé si se podrá hacer eso. Pero entendí cuál era la respuesta que buscaba mi madre.
―No, no parece virgen. Para nada.
―A mí tampoco me parece virgen ―dijo Brenda―. Y después dice que la degenerada soy yo.
―Así es… tiene ese descaro de tratarte a vos como una degenerada. Decí la verdad, mamá… frente a tus hijas y a tus nietas… frente a Nahuel y su novia. ¿Alguna vez te metieron una verga por el culo?
―No voy a responder a eso… soltame… ―intentó zafarse, pero mi madre no se lo permitió.
―Decí la verdad, mamá ―insistió Cristela―. Porque yo soy gran partidaria del sexo anal y me gustaría saber si vos también sos miembro del club ―le guiñó un ojo.
―Dale, abuela… contestá ―dijo Macarena. La única que permaneció en silencio y expectante fue Pilar―. ¿Te metieron una verga por el culo, sí o no?
―Em… este… dios, qué vergüenza. Las cosas que me hacen decir. Sí… me la metieron por la cola…
No entendí por qué lo reconoció, hasta que mi Alicia intervino.
―Así es. No puede mentir, porque yo misma vi cómo le taladraban bien el orto… y no, no fue mi papá. Contales, mamá… ¿era grande la pija que te metieron por el culo? Y más te vale que digas la verdad…
―Sí… sí… era grande…
―Y contales lo que le decías a ese tipo mientras te daba por el culo. Dale, porque si lo digo yo va a ser mucho peor. ¿Qué le decías?
―Ay… le dije que… no puedo… no puedo decirlo…
―Más te vale que lo digas, mamá ―intervino Cristela una vez más―. Porque sino nadie te va a dirigir la palabra mientras estés en esta casa. Hablá con la verdad, ya que tanto acusás a las demás de ser putas y degeneradas. ¿Qué decías mientras ese tipo te la metía por el orto?
―Mmm… eh… le pedí que… que… le pedí que me la metiera fuerte… sin parar… que me diera duro…
―Uy, así que a la abuela le gusta que le metan pijas bien grandes por el culo ―dijo Pilar―. ¿Quién lo hubiera pensado? Jamás me imaginé que pudiera ser miembro del club de las amantes del sexo anal.
―Y sí que lo es ―dijo Alicia―. Esa vez le dejaron el culo bien abierto. Sospecho que no fue la primera vez… y sé que no fue la última. Sé que hubo otras pijas bien grandes entrando por este culo. ¿No es cierto, mamá?
―S… sí… es cierto… qué vergüenza. Basta, Alicia… por favor. Quiero ponerme la ropa…
―Entonces no te vuelvas a meter con mis hijas… ni con Brenda. ¿Está claro? Porque para putas, tenemos muchas… y vos sos la primera.
―Está bien… está bien… pido perdón.
Fue una situación más divertida de lo que me hubiera imaginado, y ahora mi abuela ya no puede hacer tantas acusaciones a la ligera. Si lo hace, mis hermanas podrán responderle: “Pero abuela, a vos te dieron por el culo… y con pijas bien grandes, no te hagas la santa”.
Todas se marcharon y yo seguí cogiendo con Brenda durante unos cuántos minutos más. La pasé realmente bien con ella, y todo el altercado no hizo más que calentarla. Ya no tenía que reprimir sus gemidos, le daba igual que mi abuela los escuchara. De hecho, creo que hasta le gustó saber que la estaban escuchando disfrutar.
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Más tarde fui a la pieza de Gisela, porque ella misma me lo pidió. Me llamó por teléfono para decirme que no podía controlar a mamá. No entendí qué pasaba.
Al entrar al cuarto de mi hermana mayor la encontré sentada en la cama junto a Alicia. Mi madre lloraba desconsoladamente, tapándose la cara con ambas manos.
―Mamá… ¿qué te pasa? ―Le pregunté, acercándome a ella.
―No sé que le pasa ―respondió Gisela―. Te juro que yo no le hice nada.
―No es tu culpa ―dijo Alicia. Comenzó a tranquilizarse cuando yo la tomé de las manos.
―Entonces contanos por qué estás así ―le dije―. ¿Por qué llorás?
―Por mi mamá.
―¿Le pasó algo a la abuela? ―Dijo Gisela.
―No, no… esa vieja de mierda no se va a morir nunca. Estoy así porque cada vez que la veo me acuerdo de todo lo que me hizo sufrir… y de lo mal que la pasé cuando vivía con ella. La odio.
―Pero… le estás diciendo las cosas, le estás presentando batalla ―le dije.
―Lo sé, pero cada vez se me hace más difícil. No sé cuánto voy a poder aguantar. Ella sabe muy bien dónde pegarme para que me duela. Ahora se mete con mis hijas… y es algo que no pienso tolerar… pero no sé qué hacer.
―No te preocupes, mamá. Podés contar con tus hijos para lo que necesites ―apreté con fuerza sus manos―. Te vamos a ayudar a salir de esta.
―Así es, mamá. La abuela no nos va a cagar la vida, no se lo vamos a permitir ―Gisela la abrazó y apoyó su cabeza en el hombro de Alicia―. No sabía que tu relación con tu mamá era tan difícil.
―Mi mamá es de lo peor. Es malvada. Realmente malvada. Me hizo sufrir mucho, durante años.
―Quizás Ayelén salió a ella…
―Yo creo que sí ―dijo Alicia, me partía el alma verla tan desolada y con los ojos llenos de lágrima―. Porque las dos son unas arpías y quieren destruir todo lo que construimos.
―No se lo vamos a permitir ―aseguré―. Vamos a hacer todo lo que sea necesario. Y vos no tenés que aflojar, mamá. Cuando diga algo que no te gusta, se lo tenés que hacer saber. Venís muy bien. No te guardes nada. Todo lo que le dijiste en mi pieza fue espectacular, la expusiste, le quitaste poder. Ahora sabemos que no es tan santa como ella pretende ser. Estoy muy orgulloso de vos.
―Tengo miedo. Porque sé que Ayelén está preparando algo para jodernos definitivamente. No sé qué… pero algo está tramando.
―Vos quedate tranquila, que de Ayelén me encargo yo ―dijo Gisela―. Ahora esa pendeja me va a conocer tal y como soy. Va a conocer a la verdadera Gisela… y vos Nahuel, me vas a ayudar.
―Contá conmigo para lo que sea.
Gisela comenzó a contarnos su plan para lidiar con Ayelén. Si logramos sacarla del juego, ya solo nos quedaría hacerle frente a la abuela. No nos vamos a rendir. Trabajamos mucho para lograr una especie de “estabilidad familiar” y no vamos a permitir que nadie destruya eso.
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Capítulo 51.
La Arpía Contraataca.
Existen momentos en la vida para los que nunca vamos a estar listos. A veces pueden ser agradables, como muchos de los que viví con mi familia en estos meses de cuarentena; pero otras veces parecen pesadillas.
Y sí, sé que nada podría prepararnos para este momento, si alguien nos hubiera dicho que Ayelén venía a casa acompañada de la abuela Fernanda, igual hubiera sido un momento incómodo; sin embargo, hubiera agradecido algún previo aviso, al menos para que tengamos tiempo de vestirnos.
Sin duda esto es parte del plan de Ayelén. Ella sabía que si caía sin previo aviso nos encontraría a todos como vinimos al mundo.
Las miradas de pánico se hicieron latentes en el living, nos quedamos paralizados. No sabíamos qué hacer. La primera que recobró la compostura fue Cristela.
―Tefi, tenés que entretenerlas todo lo que puedas.
―Pero… ¿qué les digo? La abuela va a querer entrar ya…
―Hablales del covid ―sugirió Macarena―. Recordales que acá estamos haciendo un aislamiento muy estricto, porque mamá odia los gérmenes…
―Está bien… está bien. Pero no demoren mucho, no sé cuánto lograré mantenerlas afuera con esa excusa.
Estefanía volvió al porche de entrada y a lo lejos escuchamos que ya estaba hablando con las recién llegadas.
―Vamos, rápido… todas a cambiarse ―dijo Cristela―. Y vos, Nahuel… avisale a Gisela y a Alicia. Van a tener que salir de esa pieza quieran o no.
Asentí con la cabeza y actué al instante, no necesitaba que me repitiera la orden. Entré al cuarto de mi hermana mayor sin golpear y me encontré una escena que en otro momento me hubiera parado la pija al instante. Alicia estaba acostada con las piernas bien abiertas y un dildo de buen tamaño entraba y salía de su culo. La que se encargaba de moverlo era Gisela, que al mismo tiempo le chupaba el clítoris a mamá. Alicia parecía estar sufriendo un poco con el tamaño del consolador; pero creo que esa era la intención de Gisela.
―Tienen que vestirse ya mismo ―les dije―. No hay tiempo de explicar mucho. Ayelén volvió… y trajo a la abuela Fernanda.
―¿Qué? ¡No puede ser!
―Es verdad, mamá. Esa pendeja hija de puta, con el perdón de la tía, solo quiere cagarnos la vida.
Pensé que mi madre se pondría de pie hecha una furia y saldría para agarrar de los pelos a Ayelén, pero en lugar de eso se quedó inmóvil y dijo:
―¿Y ahora qué vamos a hacer?
Parecía realmente asustada. Como si a su puerta hubiera llegado un problema que no era capaz de manejar… y técnicamente así fue.
―Tranquila, mamá ―dijo Gisela―. Nos vestimos, hablamos con la abuela un ratito, ella se va a su casa y ya está. No nos vamos a morir por hacer vida normal por unas horas.
Estuve de acuerdo con mi hermana mayor, hasta que unos minutos más tarde, ya con toda la familia reunida en el living (vestidos, como gente civilizada), escuché a mi abuela diciendo:
―Vine a pasar unos días con ustedes.
―¿Qué? ¿Te volviste loca, mamá? ―Dijo Cristela.
Estefanía no fue capaz de distraer mucho tiempo a la abuela y estuvo cerca de verme regresar desnudo a mi cuarto para vestirme. De milagro no me vio. Ahora Fernanda estaba allí, tan pulcra y maquillada como siempre, con una sonrisa de labios rojos carmesí y pelo platinado que en lugar de hacerla parecer vieja, le restaba años. No sé qué pensarán los demás, pero en mi opinión mi abuela no aparenta la edad que tiene, parece una hermana mayor de Cristela y Alicia, con un cuerpo tan voluptuoso como el de ellas. Creo que es la primera vez que le miro el escote a mi abuela y tengo pensamientos perversos. Dios, las tetazas que tiene esa mujer. Ya sé de dónde las heredaron Gisela y Pilar.
―Esta cuarentena me está volviendo loca ―dijo Fernanda, mientras aceptaba un vaso de limonada fresca servido por Pilar―. Gracias, mi vida, sos muy amable. Siempre fuiste la más dulce ―esto hizo que Pilar mostrara una sonrisa incómoda, me dio la sensación de que ella no quería ser “la más dulce”. Estaba tan confundida como nosotros―. Me pasé todo el tiempo sola en casa. Ustedes ni siquiera se acordaron de llamarme por teléfono.
―Yo te llamé varias veces ―dijo Alicia.
―No me refiero a vos, querida… hablo de mis nietas… y de mi nieto. Mi único nieto, quien ni siquiera recuerda que tiene una abuela.
Ok, entendí la directa.
―La única que se acordó de mí fue Ayelén. Después no se quejen si digo que es mi nieta favorita.
Vi una sonrisa burlona y triunfal en los ojos de mi prima. También me miró con bronca, como si me estuviera diciendo “Esta es mi venganza, pendejo”.
―Pero mamá ―dijo Cristela―. Acá somos un montón. No tenemos más lugar. ¿Dónde vas a dormir?
―Bueno, para hacer lugar podríamos pedirle a la gente que no es de la familia que vuelva a su casa. No sé quién es esta chica ―señaló a Brenda y la pobre se puso tan roja como el Chapulín Colorado.
―Brenda no se va a ninguna parte ―intervino Gisela.
― ¿Se puede saber quién es? ―Preguntó la abuela.
―Es mi… emm… es nuestra amiga ―respondió Gisela. Creo que se dio cuenta que esa excusa no sería suficiente―. Y también es la novia de Nahuel. Así que es casi como de la familia.
―Ah… ya veo! Ay, cómo tenés de abandonada a tu abuela, Nahuelito. Ni siquiera me contaste que tenías novia.
―Es que… pasó todo muy rápido.
―Sí, me imagino. Los jóvenes de hoy en día no tienen tiempo para reflexionar. Viven en la inmediatez. Solo espero que eso no les afecte a la relación. Si la chica está viviendo acá, me imagino que la cosa va en serio.
―Sí, va en serio ―respondió Brenda, con una sonrisa. Al parecer la excusa le vino como anillo al dedo y le dio coraje para hablar―. Nahuel es un chico excepcional. Nos llevamos muy bien.
―Qué bueno. Y decime, Alicia… ¿estos chicos tienen algún tipo de control? Porque si duermen juntos… me imagino que ya le habrás marcado las reglas de la casa.
―No, mamá ―Alicia mostró su carácter fuerte, el cual había estado escondido hasta ese momento―. Esta es mi casa. Son mis reglas. Y si ellos quieren coger todo el día, pueden hacerlo. No tienen que pedirme permiso.
Fernanda se atragantó con limonada. Creí que la abuela se nos moría en ese mismo momento. Mientras tosía miró a su hija como si no la reconociera, y es que no me imagino a Alicia respondiéndole de esa manera a su madre. Seguramente Fernanda creyó que su hija seguía siendo la misma mujer con rechazo al sexo de siempre. No tiene idea de todo lo que pasó en casa durante todos estos meses.
―¿Pero… cómo les permitís hacer una cosa así… en una casa de familia?
―¿Y dónde querés que vayan a coger, abuela? ―Preguntó Macarena―. Si por la pandemia no se puede salir ni a la vereda.
―Pero… son tan jóvenes…
―Mirá mamá ―dijo Cristela―. A vos te criaron padres muy conservadores, extremadamente conservadores, incluso para la época que les tocó vivir. Quisiste criarnos a nosotras de la misma manera; pero no pudiste. Crecimos y nos dimos cuenta de que el mundo es muy diferente a como vos lo pintabas. Hoy en día estos “jóvenes”, como vos decís, se la pasan cogiendo… y no necesariamente con sus parejas.
―¿Con esa filosofía criaste a tu hija?
―Así es…
―Abuela, ¿acaso vos pensás que Ayelén es virgen? ―La que hizo la pregunta fue Tefi, y creo que fue una pequeña venganza contra su prima―. Te puedo asegurar que ella debe tener más cogidas que todas nosotras juntas.
―No hables así de tu prima… ―protestó Fernanda―. Yo crié a mis hijas con otra filosofía, y de las dos, creí que vos, Alicia, eras la que mejor lo entendió.
―No, mamá. Nunca entendí nada. Nada de nada ―estaba furiosa, de sus ojos saltaban chispas―. Si querés quedarte unos días, hacelo. Nadie te lo va a impedir; pero vas a tener que adaptarte a nuestra filosofía de vida, esta es nuestra casa y durante el aislamiento aprendimos a convivir en armonía, a nuestra manera. Y hablando de eso, me indigna mucho que hayas venido sin avisar. Pusiste en riesgo toda mi familia. Ahora vamos a tener que testearlos por covid.
―No van a tener que testear a nadie ―se defendió la abuela―. Yo estuve sola todo el tiempo, tomé todas los recaudos y las precauciones. La única persona que tuve cerca en estos meses fue Ayelén… y ella me juró que solo estuvo acá, con ustedes.
―Bueno, eso es cierto ―dijo Cristela. Creo que ella quería calmar un poco las aguas―. Ayelén no salió de esta casa más que para visitarte a vos. Y si vos también estuviste sola, entonces no hay chances de que nos contagies.
―Claro, la que se arriesga soy yo. No sé cuánta gente dejaron entrar a esta casa.
―Brenda fue la única ―dijo Pilar, con acentuada amabilidad―. Y ya lleva con nosotros varias semanas. Si hubiera tenido covid, hace rato que nos hubiéramos contagiado. Ya lo sabríamos.
―Muy bien, ya que sabemos que no corremos riesgo de contagio, ahora solo falta una cosa por decidir: ¿dónde voy a dormir?
―Mamá va a dormir conmigo ―dijo Gisela―. Vos podrías quedarte en la pieza de ella.
―No, en mi pieza no ―dijo Alicia.
Con su cara de miedo todos entendimos el por qué de la negativa. Su baño aún está lleno de consoladores y ropa interior erótica. Si mi abuela pasara una sola noche allí, encontraría todo de inmediato.
―En la pieza de Alicia voy a dormir yo ―dijo Cristela, como si se estuviera apoderando de ese privilegio―. Ayelén podría dormir conmigo, nos va a venir bien ponernos al día.
A Ayelén no le hizo demasiada gracia, pero como la abuela dijo “Me parece bien” tuvo que limitarse a sonreír. Esta chica es tan falsa que me da rabia.
―Podés quedarte en mi cuarto ―propuso Macarena―. Si a Pilar no le molesta, puedo dormir con ella.
―Me encanta la idea ―dijo Pilar, sabiendo que si Maca estaba con ella no le iba a faltar el sexo.
―Perfecto. Ya está todo arreglado ―dijo Cristela, con una gran sonrisa―. Alicia y yo vamos a preparar la cena, si alguna nos quiere dar una mano, lo agradecería mucho. Hoy tenemos muchas bocas que alimentar.
Y así fue como pasamos a tener la casa más llena que nunca. Diez personas conviviendo en un mismo lugar… y ya no podíamos disfrutar del libertinaje al que nos habíamos acostumbrado. Todo por culpa de Ayelén. Durante la cena ella se la pasó con una sonrisa triunfal en los labios mientras todos los demás la queríamos matar con la mirada. No nos hizo ni puto caso. Lo estaba disfrutando.
Después de comer fui a mi pieza, porque ya no aguantaba la tensión. Estaba buscando algún cómic para distraerme cuando la puerta se abrió. Entró Brenda con una tímida sonrisa en los labios.
―Hola, Nahuel ―dijo, mientras cerraba la puerta detrás de ella―. Perdón que no haya golpeado, Macarena me sugirió que no lo hiciera, porque levantaría sospechas. Si se supone que vos y yo somos novios…
―Sí, está bien, lo entiendo. Además… ¿qué podrías ver que ya no hayas visto? Como mucho me podrías haber sorprendido mirando porno mientras me hacía la paja.
―Emm… ¿mirás mucho porno? ―la pregunta fue inesperada y su sonrisa tímida se acentuó, sentí un movimiento extraño en la boca del estómago porque me di cuenta de que lo estaba preguntando con genuino interés.
―No mucho, o sea… antes miraba más ―me senté en la cama y la invité a hacer lo mismo. Ella optó por sentarse del lado de las almohadas―. Desde que empezó todo este asunto con mis hermanas… bueno, lo que ya sabés..
―El sexo en familia.
―Sí, eso. Desde entonces no miro tanto porno, ya no me genera lo mismo.
―Claro, entiendo. Si querés ver tetas y conchas, basta con salir de la pieza. Hasta podés encontrar a alguien con quién coger. El porno ya no es necesario.
―Así es. ¿Y vos? No te imagino mirando porno.
Volvió a sonreír. Tiene una bonita sonrisa, lo admito.
―Mucho. De hecho cuando empecé terapia una de las primeras cosas que le dije a Sabrina fue: “Creo que soy adicta al porno”.
―¡Wow! No te lo puedo creer. ¿No me estarás tomando el pelo?
―No, no… ¿Por qué te mentiría? Es vergonzoso admitirlo, pero ustedes me hicieron sentir parte de la familia y ahora no tengo necesidad de ocultar nada. Siento que puedo hablar de cualquier tema sexual con cualquiera de ustedes.
―¿Incluso conmigo?
―Especialmente con vos ―esa sonrisa me está matando…
―¿Y cómo es eso de la adicción al porno? Contame más. Nunca conocí a una chica que fuera adicta al porno. De hecho durante mucho tiempo pensé que las mujeres no miraban porno.
―Sí que miramos, solo que lo escondemos más que los hombres. A veces lo hablamos entre nosotras; pero es raro que se lo contemos a un varón. Y bueno, en mi caso particular… tenés que entender que yo me crié bajo las reglas súper estrictas de mi mamá, donde ni siquiera me podía hacer una paja sin que ella montara un escándalo. No te das una idea de cómo se puso las veces que me descubrió tocándome.
―Debieron ser momentos muy incómodos.
―Lo fueron. Pero en parte eso fue lo que me llevó a mirar mucho porno. Mi mamá no me dejaba tener novio. Mi hermana y yo no podíamos salir a bailar como las chicas de nuestra edad, nos teníamos que quedar en casa porque a mi mamá siempre le pasaba algo. “Me duele la cabeza”, “Me duele una muela”, “Hay que hacer muchas cosas en la casa y yo sola no puedo”. Siempre tenía una excusa. Así que teníamos que quedarnos en casa todo el fin de semana.
―Qué bajón.
―Lo único que podía hacer para sacarme la calentura era mirar porno, cosa que al menos podía hacer con mi celular, dentro de mi pieza, sin que nadie me molestara. Así que ese empezó a ser mi refugio. Así me lo explicó Sabrina. Ella me hizo entender que en realidad no soy adicta al porno, sino que me gusta mirarlo porque es mi forma de evadirme de los problemas; pero cuando estoy bien, no necesito mirarlo. Y eso es lo que me pasa desde que estoy en esta casa, ya no siento esa necesidad de refugiarme.
―Bueno, quizás tengas que hacerlo otra vez ―le dije―, porque ahora, con mi abuela en la casa, ya no vamos a poder hacer las cosas que hacíamos antes.
―¿Tan estricta es?
―Sí, es mucho peor que mi mamá en sus épocas más estrictas. Con Alicia costó mucho; pero pudimos sacarle esa represión sexual. Con mi abuela es imposible. Sinceramente no entiendo cómo esa mujer tuvo dos hijas, no debe coger nunca.
―Qué triste. Porque es muy bonita, estoy segura de que no le deben faltar pretendientes.
―Y a todos los debe echar a patadas, creyendo que van detrás de su dinero, porque es súper desconfiada. Antes yo me llevaba bien con ella; pero creo que ahora me tiene entre ceja y ceja. Estoy seguro de que Ayelén le habrá hablado muy mal de mí.
―Tu prima me cae cada día peor. Perdón que lo diga, pero es la verdad.
―No te preocupes, lo mismo nos pasa a todos. Ayelén simplemente es una arpía. Nadie se va a ofender si decís que te cae mal.
Mi primera noche con Brenda en mi habitación no resultó nada mal. Ella durmió en su lado de la cama, yo en el mío, y no hubo altercados. Además no me sentí incómodo, y ella no tuvo problemas en quedarse solo con la tanga puesta, al fin y al cabo ya habíamos tenido sexo. Me di cuenta de que esta fue mi primera noche junto a una mujer que no fuera de mi familia, se sintió bien, y estoy seguro de que no hubiera podido mantener la calma de no ser por todo lo que aprendí de mis hermanas.
—---------
Los problemas continuaron con el desayuno. Cristela le preguntó a su madre qué tal había dormido, ella dijo:
―Dormí bien, pero hoy a la mañana me llevé una sorpresa muy desagradable ―todos la miramos fijamente con la taza de café con leche a centímetros de nuestras bocas.
―¿Qué sorpresa? ―Preguntó mi mamá―. Macarena es muy pulcra, así que no creo que su pieza haya estado desordenada.
―No, no… después hablaré con ella sobre este asunto.
―No hace falta que lo dejes para después, abuela. Si tenés algo que decir, podés hacerlo frente a todos. Yo no tengo nada que esconder.
― ¿Estás segura, chiquita? Porque no quiero avergonzarte frente a mi familia.
―Se ve que no me conocés mucho, abuela. No tengo motivos para avergonzarme a mi familia. Podés decirle a todos lo que encontraste.
―Em… este…
―Sí, mamá… decilo de una vez ―insistió Alicia.
―Encontré juguetes sexuales. Ya está, lo dije. No sé cómo una de mis nietas pudo acceder a esos artículos…
―Se los di yo ―respondió mi madre, desafiante―. Todas mis hijas tienen algún juguete sexual.
―¿Qué? Pero esto es un escándalo ―para ella todo es un escándalo―. ¿Esa es la clase de crianza que le estás dando a mis nietas?
―Es la crianza que le estoy dando a MIS hijas. Y es algo que ya hablé con cada una de ellas.
―Pero… pero… van a salir todas degeneradas.
―Conmigo llegaste tarde, abuela ―dijo Macarena con una sonrisa.
Me gustó ver a Alicia contraatacar de esa manera. Esto me daba un poco de esperanza. La intención de Ayelén es que la abuela nos arruine la vida con sus estrictos métodos de crianza y convivencia; pero no lo va a tener tan fácil. Nadie está dispuesto a dar el brazo a torcer… aunque a su vez esto me da miedo. Porque no sé cuánto le contará Ayelén sobre nuestra familia si ve que su plan no está funcionando.
Fernanda pasó al menos diez minutos protestando y vociferando cosas sobre la decencia. De a poco se fue callando cuando se dio cuenta que nadie le estaba prestando atención.
Este no fue el único conflicto del día. Macarena parecía dispuesta a provocar a la abuela y unas horas más tarde nos sorprendió a todos cuando salió de la pieza de Pilar en tetas, vistiendo solamente una diminuta tanga blanca. Tan pequeña que incluso se le veía una buena parte del pubis completamente depilado.
―¿Alguien vio mi blusa negra? La que tiene escote en “V” ―Preguntó con total naturalidad.
―Ay, nena… ¡por dios! ¡Tapate un poco! ―Gritó Fernanda.
―¿Por qué me tengo que tapar, si estoy en mi casa? Además la mayoría somos mujeres. ¿Acaso nunca viste un par de tetas que no fueran las tuyas?
―Pero… pero… está tu hermano.
―¿Y eso qué tiene que ver, abuela? Nahuel tiene que convivir con un montón de mujeres. Para él ya es algo común vernos las tetas.
―Así es ―dije mientras agarraba el mate que me pasó Gisela, mi hermana mayor sonreía, parecía divertirle la escena―. Eso también lo hablamos. Yo no quiero que ellas tengan que vivir tapándose las tetas como si fuera pecado mostrarlas. Entiendo que el que se tiene que adaptar a la situación soy yo. Hasta mi mamá a veces sale en tetas de la pieza, y no pasa nada.
Fernanda fulminó con la mirada a su hija.
―No sé qué estás haciendo con tus hijos, pero no me gusta nada.
―Estoy haciendo algo mejor que lo que vos hiciste con nosotras, mamá.
―No empiecen a discutir otra vez ―intervino Cristela―. Que haya paz.
―Es que… es que… esto es un escándalo.
―¿Otra vez con lo del escándalo, mamá? ―Dijo Cristela―. Ya parecés Raphael.
No entendí la referencia.
―Tanto lío por un par de tetas ―dijo Macarena, poniendo los ojos en blanco.
―¡No son solo las tetas! Mirá cómo estás vestida ―Fernanda señaló la entrepierna de Maca―. Se te ve todo, nena. Todo. Es casi como si estuvieras desnuda… y frente a toda tu familia.
―No sería la primera vez que me ven desnuda. ¿Te diste cuenta de toda la gente que vive en esta casa, abuela? Tenemos solo dos baños para un ejército. Estas cosas pasan… y andá acostumbrándote.
Una vez más la dejamos protestar durante largos minutos, nadie le dio mucha importancia a sus palabras. Había un acuerdo tácito en la familia y era: “No ceder ante la presión de la abuela Fernanda”.
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Regresé a mi cuarto, porque no tenía ganas de aguantar la furia de mi abuela, y me encontré con Brenda, desnuda en mi cama, haciéndose tremenda paja. Tenía el celular en la mano y miraba fijamente la pantalla mientras se colaba los dedos en la concha. Al verme sonrió y me agradó mucho que no intentara cubrirse. Es más, ni siquiera detuvo su masturbación.
―¿Estás mirando porno? ―Le pregunté mientras me acercaba a la cama.
―Sí, porque la abstinencia sexual me está matando.
―Y eso que cogiste un montón en estos días.
―Justamente por eso. Me acostumbré a coger todos los días… y ahora no puedo estar ni tres horas sin hacerme la paja.
―¿Y qué mirás? ―Me senté junto a ella, me enseñó la pantalla del celular.
Vi a una chica joven y muy bonita recibiendo una gruesa verga por el orto, ella estaba bocarriba, con las piernas levantadas y se notaba que estaba gozando mucho.
―Ando con ganas de que me la metan por el culo.
Antes de la pandemia me hubiera acobardado totalmente ante esa indirecta. No hubiera sabido qué hacer ni qué responder. Pero este Nahuel aprendió y no se va a dejar intimidar por una chica hermosa.
―Eso se puede arreglar ―dije, sacando mi verga del pantalón. La sacudí un par de veces frente a sus ojos.
―Pensé que no me lo ibas a decir nunca…
Brenda acercó la cara a mi verga y comenzó a chuparla con desesperación. Dejó el celular de lado y en cuestión de pocos segundos me la puso dura como un hierro.
No pasaron ni dos minutos que yo ya estaba de rodillas en la cama sosteniendo las piernas de Brenda y con la pija entrando en su concha. Sí, no quise ir directamente por el culo, antes quería llevarla a otro nivel de calentura… y realmente funcionó. Cuando empecé a bombear contra su concha, ella inició su rutina de gemidos. Intentaba contenerse, para que no nos escucharan desde afuera, pero se notaba que le costaba.
―Ay, sí… cogeme toda… dame duro.
Al escucharla suplicar de esa manera sentí un fuerte arrebato y la besé en la boca. Mantuvimos el beso durante largos segundos en el que yo no dejé de clavarle la pija. Ella me envolvió con sus piernas e hizo que mi cuerpo se pegara más al suyo.
Estuvimos dándole duro por unos minutos en esta pose, sin dejar de besarnos, hasta que Brenda dijo:
―Ahora sí… dame por el orto…
Tomé lubricante, el cual siempre dejo guardado en el cajón de mi mesita de luz, para situaciones como ésta, y preparé todo para el gran momento.
El culo de Brenda opuso bastante resistencia al principio, la verga no quería entrar… y me dio la impresión de que le dolía un poco. Sin embargo ella insistió:
―Dale, dale… metela toda… sin miedo… quiero que me rompas el culo… uf… qué linda pija que tenés.
Seguí porque ella lo pidió… y por fin conseguí meter una buena fracción de mi verga. Esto me permitió “trabajar” su culo de otra manera. Ahora tenía más espacio para moverme y era cuestión de tiempo llevarla al nivel de dilatación ideal. El lubricante estaba cumpliendo muy bien con su función y me facilitó mucho las cosas.
La pija entró en el culo de Brenda y ella ya no pudo reprimir sus gemidos, comenzaron a resonar en toda la casa, sabía que mi abuela los escucharía tarde o temprano… y no me importó. Brenda quería más, y yo le di más.
Y mientras más duro le daba, más gritaba. También se sacudía mucho y se masajeaba las tetas. Una vez más fui consciente de su adorable belleza. La verdad es que esto de jugar a ser novios me gusta. Aunque sí me siento un poco culpable, porque ella es prácticamente la novia de Gisela. Lo bueno es que a Gise no le molesta compartir conmigo.
Los gritos de Brenda ya no se podían disimular y, como tenía que pasar, la puerta de mi pieza se abrió. Esa fue la primera vez que mi abuela me vio desnudo… y con la pija dura.
―¡Ay, por favor, Nahuel! ¿Qué estás haciendo con esa chica?
Sus ojos se clavaron en mi miembro erecto, estoy seguro de que su mayor sorpresa fue al ver por qué agujero estaba entrando.
―Mamá, te dije que no te metas ―entró Alicia, hecha una furia, y detrás de ella aparecieron Cristela, Macarena y Pilar.
―Pero lo que está haciendo este chico es inmoral. Y en casa de familia! Esto es intolerable… y vos, nena… por la cara de mosquita muerta que tenés, pensé que eras más decente. No te imaginaba haciendo estas… degeneraciones.
―Señora, no la conozco y usted no me conoce a mí. No tengo por qué caerle bien, así que déjeme en paz. Estoy disfrutando de la verga de mi novio.
No sé de dónde sacó tanto coraje esa chica tímida, creo que se debió a que ella ya se siente parte de la familia y vio cuál es nuestra actitud con la abuela sargento.
―Nahuel, ¿Podés parar un poquito? ―Me preguntó Fernanda, sus ojos parecían a punto de saltar fuera de sus cuencas.
Saqué la pija del culo de Brenda, pero fue solo para descargar todo mi semen. Abundantes chorros de líquido blanco saltaron sobre el vientre y las tetas de esa hermosa chica, quien lo recibió con una sonrisa en los labios. Cuando el último chorro saltó, volví a meter la verga.
―Ay, debería darte vergüenza, nena… toda cubierta de… eso… no tenés un poquito de autorrespeto.
―¡Ay, mamá! ―Alicia estaba roja de la bronca―. No te voy a permitir que hables así de Brenda, ella es una buena chica y solo se está divirtiendo con Nahuel. Son jóvenes y se pasan todo el día encerrados por culpa de un puto virus. Es obvio que van a estar cogiendo a cada rato. Y no te hagas la santa, porque vos también pasaste por esta…
―Yo…
No la dejó terminar de hablar, Alicia se abalanzó sobre ella y tiró para abajo la blusa, exponiendo sus grandes tetas. Fue una fortuna que mi abuela no tuviera corpiño. Y mis respetos por ella, tiene dos melones impresionantes… algo caídos por la edad, claro; pero aún así resultan muy atractivos, y algo intimidantes.
―Ay, ¿qué hacés, Alicia? El chico me está mirando…
―Eso es exactamente lo que quiero. Mirá, Nahuel… estas son las tetas de tu abuela, ¿y sabés qué? a ella también se las llenaron de leche. Deciles la verdad, mamá…
―Yo… este… están tus nenas… y no sé… yo…
―Decí la verdad, abuela ―dijo Macarena―. Nos acusás a todas de degenerada, pero ahora mi mamá tiene un punto a su favor. ¿Es cierto que alguna vez te llenaron las tetas de leche?
―Y ni se te ocurra mentir ―dijo Alicia, apretando los dientes―, porque no te lo voy a permitir.
―Este… sss… sí, lo admito. Me tiraron semen en los pechos…
―Y yo misma la vi, con mis propios ojos. Estas tetazas ―las apretó con ambas manos―, todas cubiertas de leche… y no era la de papá, específicamente.
―Upa, esto se puso interesante ―dijo Brenda, mientras juntaba un poco de semen con sus dedos y luego se lo llevaba a la boca―. ¿Así que a la abuela un señor que no es su marido le llenó las tetas de semen?
Me gustó que le dijera “la abuela”, como si también fuera la suya.
―Así es… y bien llenas que se las dejaron… tremenda paja turca le hizo al tipo. Hasta la cara le quedó llena de leche.
―No puedo creer que estés contándole estas cosas a tus hijas sobre mí… qué falta de respeto.
―No, mamá. Falta de respeto es que trates de degenerada a Brenda y a mis hijas, siendo que vos hiciste muchas de estas cosas. Y ya que estamos, les voy a contar más.
Alicia bajó la pollera de la abuela… junto con su ropa interior. Así descubrí que Fernanda también era muy pulcra con su entrepierna. Estaba perfectamente depilada…
―Ah, veo que ahora te la afeitás ¿acaso te gusta hacerte la pendeja?
―Eh… no, nada que ver… lo hago por… por comodidad…
―Mentira, lo hacés porque te gusta mostrar la concha y querés aparentar que sos más joven.
―Por favor, Alicia… está tu hijo…
―Mi hijo le está metiendo la pija por el orto a la novia, y vos lo interrumpiste. Creo que tiene derecho a mirarte la concha un rato. Y mirá esto, Nahuel…
Con un hábil movimiento de sus brazos hizo que Fernanda me diera la espalda, luego le abrió las nalgas. Pude ver su almeja en todo su esplendor y también el agujero de su culo.
―Decime, Nahuel ―continuó mi madre―. ¿A vos te parece que este culo es virgen?
Sinceramente, no tengo ni la más pálida idea de cómo diferenciar un culo virgen de uno que no lo es. Ni siquiera sé si se podrá hacer eso. Pero entendí cuál era la respuesta que buscaba mi madre.
―No, no parece virgen. Para nada.
―A mí tampoco me parece virgen ―dijo Brenda―. Y después dice que la degenerada soy yo.
―Así es… tiene ese descaro de tratarte a vos como una degenerada. Decí la verdad, mamá… frente a tus hijas y a tus nietas… frente a Nahuel y su novia. ¿Alguna vez te metieron una verga por el culo?
―No voy a responder a eso… soltame… ―intentó zafarse, pero mi madre no se lo permitió.
―Decí la verdad, mamá ―insistió Cristela―. Porque yo soy gran partidaria del sexo anal y me gustaría saber si vos también sos miembro del club ―le guiñó un ojo.
―Dale, abuela… contestá ―dijo Macarena. La única que permaneció en silencio y expectante fue Pilar―. ¿Te metieron una verga por el culo, sí o no?
―Em… este… dios, qué vergüenza. Las cosas que me hacen decir. Sí… me la metieron por la cola…
No entendí por qué lo reconoció, hasta que mi Alicia intervino.
―Así es. No puede mentir, porque yo misma vi cómo le taladraban bien el orto… y no, no fue mi papá. Contales, mamá… ¿era grande la pija que te metieron por el culo? Y más te vale que digas la verdad…
―Sí… sí… era grande…
―Y contales lo que le decías a ese tipo mientras te daba por el culo. Dale, porque si lo digo yo va a ser mucho peor. ¿Qué le decías?
―Ay… le dije que… no puedo… no puedo decirlo…
―Más te vale que lo digas, mamá ―intervino Cristela una vez más―. Porque sino nadie te va a dirigir la palabra mientras estés en esta casa. Hablá con la verdad, ya que tanto acusás a las demás de ser putas y degeneradas. ¿Qué decías mientras ese tipo te la metía por el orto?
―Mmm… eh… le pedí que… que… le pedí que me la metiera fuerte… sin parar… que me diera duro…
―Uy, así que a la abuela le gusta que le metan pijas bien grandes por el culo ―dijo Pilar―. ¿Quién lo hubiera pensado? Jamás me imaginé que pudiera ser miembro del club de las amantes del sexo anal.
―Y sí que lo es ―dijo Alicia―. Esa vez le dejaron el culo bien abierto. Sospecho que no fue la primera vez… y sé que no fue la última. Sé que hubo otras pijas bien grandes entrando por este culo. ¿No es cierto, mamá?
―S… sí… es cierto… qué vergüenza. Basta, Alicia… por favor. Quiero ponerme la ropa…
―Entonces no te vuelvas a meter con mis hijas… ni con Brenda. ¿Está claro? Porque para putas, tenemos muchas… y vos sos la primera.
―Está bien… está bien… pido perdón.
Fue una situación más divertida de lo que me hubiera imaginado, y ahora mi abuela ya no puede hacer tantas acusaciones a la ligera. Si lo hace, mis hermanas podrán responderle: “Pero abuela, a vos te dieron por el culo… y con pijas bien grandes, no te hagas la santa”.
Todas se marcharon y yo seguí cogiendo con Brenda durante unos cuántos minutos más. La pasé realmente bien con ella, y todo el altercado no hizo más que calentarla. Ya no tenía que reprimir sus gemidos, le daba igual que mi abuela los escuchara. De hecho, creo que hasta le gustó saber que la estaban escuchando disfrutar.
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Más tarde fui a la pieza de Gisela, porque ella misma me lo pidió. Me llamó por teléfono para decirme que no podía controlar a mamá. No entendí qué pasaba.
Al entrar al cuarto de mi hermana mayor la encontré sentada en la cama junto a Alicia. Mi madre lloraba desconsoladamente, tapándose la cara con ambas manos.
―Mamá… ¿qué te pasa? ―Le pregunté, acercándome a ella.
―No sé que le pasa ―respondió Gisela―. Te juro que yo no le hice nada.
―No es tu culpa ―dijo Alicia. Comenzó a tranquilizarse cuando yo la tomé de las manos.
―Entonces contanos por qué estás así ―le dije―. ¿Por qué llorás?
―Por mi mamá.
―¿Le pasó algo a la abuela? ―Dijo Gisela.
―No, no… esa vieja de mierda no se va a morir nunca. Estoy así porque cada vez que la veo me acuerdo de todo lo que me hizo sufrir… y de lo mal que la pasé cuando vivía con ella. La odio.
―Pero… le estás diciendo las cosas, le estás presentando batalla ―le dije.
―Lo sé, pero cada vez se me hace más difícil. No sé cuánto voy a poder aguantar. Ella sabe muy bien dónde pegarme para que me duela. Ahora se mete con mis hijas… y es algo que no pienso tolerar… pero no sé qué hacer.
―No te preocupes, mamá. Podés contar con tus hijos para lo que necesites ―apreté con fuerza sus manos―. Te vamos a ayudar a salir de esta.
―Así es, mamá. La abuela no nos va a cagar la vida, no se lo vamos a permitir ―Gisela la abrazó y apoyó su cabeza en el hombro de Alicia―. No sabía que tu relación con tu mamá era tan difícil.
―Mi mamá es de lo peor. Es malvada. Realmente malvada. Me hizo sufrir mucho, durante años.
―Quizás Ayelén salió a ella…
―Yo creo que sí ―dijo Alicia, me partía el alma verla tan desolada y con los ojos llenos de lágrima―. Porque las dos son unas arpías y quieren destruir todo lo que construimos.
―No se lo vamos a permitir ―aseguré―. Vamos a hacer todo lo que sea necesario. Y vos no tenés que aflojar, mamá. Cuando diga algo que no te gusta, se lo tenés que hacer saber. Venís muy bien. No te guardes nada. Todo lo que le dijiste en mi pieza fue espectacular, la expusiste, le quitaste poder. Ahora sabemos que no es tan santa como ella pretende ser. Estoy muy orgulloso de vos.
―Tengo miedo. Porque sé que Ayelén está preparando algo para jodernos definitivamente. No sé qué… pero algo está tramando.
―Vos quedate tranquila, que de Ayelén me encargo yo ―dijo Gisela―. Ahora esa pendeja me va a conocer tal y como soy. Va a conocer a la verdadera Gisela… y vos Nahuel, me vas a ayudar.
―Contá conmigo para lo que sea.
Gisela comenzó a contarnos su plan para lidiar con Ayelén. Si logramos sacarla del juego, ya solo nos quedaría hacerle frente a la abuela. No nos vamos a rendir. Trabajamos mucho para lograr una especie de “estabilidad familiar” y no vamos a permitir que nadie destruya eso.
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9 comentarios - Aislado Entre Mujeres [51].