Cuando Mamá llegó, Júlia le contó el día tan “divertido” que habíamos pasado. A mi progenitora le encantaron las perversas ideas de Júlia, sobre todo cuando me vio atado y con la cabeza enterrada en un saco de ropa interior sucia.
En cuanto a mí, una vez desatado me obligaron a ducharme y me prepararon para una nueva sesión donde sería humillado, degradado, usado,… Para empezar me pusieron unas braguitas y un sujetador blancos e inocentes. También me pusieron unas medias del mismo color que me llegaban hasta la mitad del muslo. Después me maquillaron suavemente para disimular mis ya de por sí poco masculinas facciones y retocaron mis labios con carmín rojo. Mamá me peinó con dos coletas a cada lado de la cabeza.
-Tengo una sorpresa. – Dijo Júlia con una mirada cruel de sus intensos ojos azules. De un armario sacó un conjunto de ropa que yo conocía muy bien. Era el uniforme escolar del colegio donde ambos habíamos estudiado. – Serás una colegiala putilla muy guapa cuando terminemos contigo.
Me pusieron la blusita blanca y la faldita de cuadros del uniforme y para terminar me calzaron unos zapatitos de tacón bajo. Mamá, que traía una bolsa con algunos de nuestros juguetes, sacó un collar de cuero rojo y una correa que no tardaron en adornar mí cuello. Una vez estuve caracterizado me obligaron a desfilar y exhibirme para ellas mientras no paraban de soltar comentarios humillantes. Mamá sujetaba la correa.
-La pequeña putita, mira como mueve el culo,… - Decía mamá mientras yo andaba hasta el comedor de la casa Júlia. La joven me dio una fuerte palmada en una de mis nalgas.
-Es una zorrita muy guapa. – Continuó la muchacha. Las dos también se habían vestido para la ocasión. Mamá llevaba un body de encaje negro y medias del mismo color. Júlia con un conjunto púrpura de tanguita y sujetador, ligueros y medias. Las dos estaban terriblemente atractivas. Llegamos al comedor y mamá, de un fuerte tirón de la correa, me obligó a arrodillarme. De la bolsa de juguetes sacó un arnés de cintura y empezó a ponérselo. En unos segundos de su exuberante y femenina figura destacaba un gran pene de plástico. –Chupa.
Acerqué mi cabeza a aquel falo de plástico y lo encerré entres mis labios maquillados de carmín. Empecé a mamar tímida y mecánicamente. A mamá no le gusto mi poco entusiasmo, me apartó y me dio un bofetón.
-Vamos zorra, hazlo bien. Demuéstranos lo puta que eres. – Esta vez mi actuación fue mucho más convincente. Empecé a lamer el falo, a besarlo, a chuparlo, a mamarlo,… como si de verdad lo estuviera disfrutando o como si de verdad mamá pudiera sentirlo. Por el rabillo del ojo vi como Júlia sacaba el teléfono móvil y empezaba a grabarme. Me imaginé en la pantalla, vestido y maquillado como una dulce colegiala mamando aquella polla de mentira. Mamá me tiró de una coleta, girándome la cabeza con brusquedad obligándome a mirar a cámara. Seguí chupando y mamando. – Mira que bien lo hace la putita de mami.
-Es toda una profesional. – Le dijo Júlia, sonriendo divertida y sin dejar de grabar. -¿Te gusta chupar pollas? ¿Te gusta que te traten como a una puta? – Preguntó. La ignoré y seguí chupando, pero mamá no estaba dispuesta a tolerar aquella falta de respeto a la “novia” que me había impuesto. Me apartó de nuevo, me dio otro bofetón y me obligó a contestar.
-Me gusta que me traten como a una puta. –Solo había respuesta posible.- Soy una puta… una zorrita virgen comecoños,… y comepollas. – Mientras sean de plástico, pensé.
-Así está mejor. – Dijo mamá. Yo no pude responder porque me cogió de ambas coletas y empezó a follarme la boca sin piedad. Me ahogué, salivé profusamente, me sentí humillado,… y por debajo de la faldita de colegiala de cuadros y de las inocentes braguitas empezó a crecer una erección. Mamá no me había puesto la jaula de castidad y lo agradecí. Con la excitación me relajé un poco y empecé a entrar en una especie de trance familiar, donde cada humillación, cada tormento físico y psicológico,… eran un acicate para mi calentura y yo me dejaba llevar.
-Gracias,… mami. –Dije respirando dificultosamente cuando mamá decidió dejar mi boca en paz.
-Que zorrita más educada. –Dijo Júlia apagando el móvil. Se levantó del sofá desde donde nos había estado grabando y observando y se acercó, andando seductoramente.
-En la bolsa tienes un arnés para ti si quieres probar. –Le dijo mamá.
-Claro que quiero. – Respondió la muchacha. Se puso su arnés de cintura y ocupó el lugar de mamá. Esta vez yo empecé a lamer la segunda polla de plástico con más fruición, con toda la lascivia que era capaz, como si realmente lo disfrutara. Miraba a los ojos de Júlia y ella me devolvía la mirada satisfecha, viendo como yo me degradaba. Mientras mamá se arrodilló detrás de mí y me obligó, sin que yo dejara de mamar, a levantar las nalgas, apoyándome en las rodillas con las piernas abiertas.
-Vamos a ver este culito. – Mamá me levantó un poco la falda y apartó las braguitas. No tardé en sentir como me separaba las nalgas, escupía en mi ano y empezaba a hurgar en él con un dedo. Di un respingo y Júlia me agarró de las coletas para obligarme a seguir mamando. Ella también me folló la boca, clavándome el pene de mentira hasta la garganta. Mamá ya había substituido su dedo por la punta del consolador. Sentí como me penetraba de manera firme y brusca, agarrándome de las caderas. No tardó en tenerme totalmente empalado.
-Venga zorra, disfrútalo. Una polla por la boca y otra por el culo. – Dijo Júlia. Mamá empezó a follarme el culo mientras Júlia lo hacía por la boca. Acompasaron sus movimientos para que yo fuera zarandeado, sodomizado,…
-Bpfdd… - Balbuceé con la boca llena. Mamá solo había apartado las braguitas y estas encerraban, tensas, mi erección, en una prisión mucho más dulce que la jaula de castidad.
-Goza como una zorra. – Aquellas palabras de mamá eran para humillarme, precisamente por su veracidad. Al cabo de unos minutos ambas resoplaban por el esfuerzo y mamá se retiró de mi interior para dejar el sitio a Júlia. Mamá se quitó el arnés y se sentó en el sofá. Allí me llevaron y me quedé entre sus piernas. Ella se apartó la tela del body donde estaba su poblado sexo. Mientras Júlia me sodomizaba, cada vez más fuerte, yo empecé a lamer la velluda vagina de mamá. La muchacha empujó mi cabeza para restregarme ante aquel sexo húmedo y palpitante que yo adoraba. Júlia siguió dándome por el culo y de vez en cuando me daba algún azote en las nalgas mientras yo seguía con la cabeza hundida entre las piernas de mamá.
-¡Sí!... zorrita… - Suspiraba mamá con la respiración cada vez más entrecortada. –Tendría que… ponerte… a comer coños… por dinero. – Cada vez estaba más húmeda y sus gemidos eran más evidentes. Mi lengua y labios seguían arrancándole todo el placer que eran capaces, recorriendo su sexo de arriba abajo y demorándose en sus partes más sensibles. Finalmente alcanzó el orgasmo entre gritos, gemidos y jadeos.
Júlia continuaba taladrándome el culo sin piedad. Me agarró de unas coletas, tirándome la cabeza hacia atrás. Miré a mamá y ella me la devolvió con picardía, crueldad y lujuria. Se restregó los dedos por el sexo y me los puso en la boca para que yo pudiera seguir saboreando sus jugos femeninos.
-¿Te gusta que tu novia te dé por el culo?- Me preguntó mamá.
-Sí,… -Apenas pude responder pues los embistes de Júlia me tenían exhausto. La chica también resoplaba por el esfuerzo por lo que decidió cambiar de posición. Se sentó en una silla y me obligó a sentarme encima del falo plástico.
-Vamos zorra. Salta,… - Me ordenó. Yo le daba la espalda y me apoyaba por los pies con las piernas dobladas. Empecé a flexionarlas más para poder introducirme todo el falo en el ano y a botar para ser yo mismo el que hacia el movimiento. Pronto me dolieron los pies y las piernas pues yo no estaba acostumbrado a calzar zapatos de tacón. Mamá nos observó unos minutos antes de acercarse y colocarse enfrente de mí. Me acarició tiernamente el rostro y empezó a desabrocharme los primeros botones de mi blusita de colegiala. Apartó un poco el sujetador que yo vestía y pellizcó y retorció uno de mis pezones con fuerza.
- ¡Ai! – No pude evitar un gritito de dolor. La otra mano de mamá se deslizó por debajo de mi falda para frotar mi durísimo pene por encima de las braguitas. En aquel momento me sentía muy cachondo, a punto de llegar. Obviamente no tenía permiso para correrme por lo que intenté contenerme. Por suerte Júlia pareció por fin satisfecha y me empujó para sacarme el pene de plástico de mi interior. Me derrumbé, quedándome de rodillas en el suelo. Mamá recogió la correa del collar y tiró de ella, obligándome a seguirla gateando. Me arrastró de esta manera unos metros hasta donde había dejado la bolsa con juguetes. De allí sacó la mordaza que tenía un consolador por fuera.
-Como tu pollita virgen no nos sirve necesitamos algo que si lo haga. – Dijo blandiendo el aparato ante mi rostro mientras me daba suaves pataditas en la entrepierna. Me colocó la mordaza. De mi rostro sobresalía una gran polla de plástico negra. Mamá me obligó a tumbarme en el suelo. Júlia se había desprendido tanto del arnés como del tanguita y el sujetador, conservando solo las medias y los ligeros. Su depilada y rosada vagina estaba hinchada por el deseo. – Creo que como Júlia te ha dado tan bien por el culo le debes un favor. Va a follarte la carita, niñita mía. - La muchacha no dijo nada y se limitó a sentarse en mi cara introduciéndose el consolador poco a poco. Finalmente su vagina se lo tragó todo. Empezó a botar encima de mí mientras el falo de plástico entraba y salía con facilidad.
-Si… si… - Empezó a gimotear. Mientras mamá se había arrodillado en el suelo, entre mis piernas. Subió la faldita y bajó las braguitas para tener pleno acceso a mis genitales. Sentí como agarraba mis testículos y empezaba a apretar, produciéndome un soportable pero constante dolor. Oí su voz a través de los muslos de Júlia, que me rodeaban la cabeza.
-Veamos la pollita virgen. – Sin dejar de aplicar una presión continuada en los huevos empezó a acariciarme el pene solo con dedo. A mamá le encantaba masturbarme de esta manera,… me mantenía duro y tenso a la par que era un contacto del todo insuficiente para hacerme llegar a ningún lado. Júlia seguía cabalgándome, contorneando su precioso cuerpo encima de mi cara en muestras cada vez más obvias de placer. Por fin alcanzó un orgasmo que le tensó el cuerpo unos segundos antes de derrumbarse sobre mí con la respiración entrecortada por el esfuerzo. Mamá dejó de tocarme, subió las braguitas y se levantó. Júlia también salió de mi cara.
-¿Por qué no vamos al dormitorio? Estaremos más cómodos. – Dijo Júlia. Ambas empezaron a andar y esta vez fue la joven la que le arrastró tirando de la correa mientras yo las seguía gateando. No me quitaron el consolador mordaza.
Al llegar al cuarto Júlia me indicó que me levantara con un nuevo tirón de la correa. Acabó de quitarme la blusa, pero dejó el sujetador. También desdobló la falda subiéndola un poco para tener pleno acceso al bulto de las braguitas. Apretó el paquete, doblándome el erecto pene y provocándome una intensa punzada de dolor. Me derrumbé al suelo sobre las rodillas y las lágrimas anegaron mis ojos.
-Ja, ja, ja,… - Las carcajadas de mamá resonaron en el pequeño cuarto. – Parece que Júlia sabe tratarte cómo te mereces. – El dolor remitió un poco y la joven se arrodilló a mi lado y me cogió la cabeza para que la mirara directamente a los ojos. Tenía los ojos llenos de crueldad, divertimento,…
-¿Te he hecho daño? Pobre zorrita. –Se burló. Tiró de la correa del collar y me arrastró hasta el borde la cama. Allí me acomodó la cabeza entre sus piernas y aprovechó la mordaza consolador para empalarse de un golpe. El plástico entró en su sexo con facilidad. Empezó a tirarme del pelo, imprimiendo a mi cabeza un ritmo rápido, intenso y mareante. –Si… Si… -Jadeó. Podía oír como mamá reía divertida detrás de nosotros. Dejó que Júlia me usara de aquella manera varios minutos hasta que finalmente la muchacha anunció su orgasmo entre gritos. Durante aquel rato el dolor de mis genitales remitió un poco, pero aquel cruel ataque había hecho que mi sexo se encogiera y perdiera su dureza.
Júlia se sacó el consolador de dentro con un último brusco empujón. Mamá me recogió del suelo y me obligó a tumbarme en la cama. Empezó a atarme una mano al cabezal de la cama mientras Júlia hacía lo propio con la otra. Antes de pasar a mis tobillos, que inmovilizaron a los pies de la cama, me quitaron las braguitas. Quedé tumbado en cruz, indefenso ante aquellas dos mujeres que me observan de pie a mi lado. Mamá me quitó la mordaza y pude mover mi maltrecha y dolorida mandíbula. Lo aprovechó para escupir en el interior de mi boca.
-Aún no hemos terminado contigo. – Mamá me acarició la mejilla con ternura, en aquel extraño contraste que caracterizaba nuestra relación. Júlia ya se había acomodado entre mis piernas y empezó a besarme suavemente los muslos.
-Creo que he sido muy mala,… pero te lo compensaré. – Levanté la cabeza para ver su lasciva expresión. Continuó besando mis muslos y llegó hasta mi pene que había empezado a crecer de nuevo. Depositó, dulcemente, sus labios en mi capullo. Dejó caer un poco de saliva y lamió. Ante aquel tratamiento mi pene recuperó la erección. – Por lo que veo no te he hecho tanto daño. – Dijo divertida antes de tragarse mi pene y empezar a moverse rítmicamente.
-Agh… - Gemí. La calidez y suavidad de aquella boca eran demasiado para mí. Por suerte pude contenerme.
-¿Crees que deberíamos dejarle correrse? – Le preguntó Júlia a mamá sacándose mi falo de la boca.
-Dos veces en un día,… no sé. – Respondió Mamá que se había sentado a mi lado y me acariciaba el pecho. Aquella tarde Júlia me había regalado ya un orgasmo y estos, últimamente, estaban muy caros. – Es muy pronto para decidirlo.
-Bueno,… de momento seguiré jugando un poco más con la pollita virgen. – Júlia me giñó un ojo y volvió a inclinar su cabeza entre mis piernas. Lamió mi falo como si fuera una golosina, chupó el glande, besó el tronco y jugueteó con su lengua en mis testículos. Me volvió loco y apenas podía contenerme, concentrándome para no relajarme, dejarme llevar y llegar a un orgasmo sin permiso. Para aumentar la intensidad de mis sensaciones mamá empezó a frotar mis pezones, rozándolos con la punta de los dedos que se había humedecido previamente.
-Agh,… por favor,… no puedo más… - Apenas podía aguantar más y mi voz salía con dificultad. Júlia siguió haciendo diabluras con su boca en mis genitales. Lo hacía, pero, con cuidado, evitando que yo llegara al límite. Mamá retorció uno de mis pezones con fuerza y me pilló por sorpresa. Solté un gritito de dolor que hizo que las dos mujeres se rieran de mí de nuevo.
-Zorrita, ya sabes que no todo es placer. – Me dijo mamá, como justificando su ataque. Se levantó de la cama para quitarse el sexy body negro que aún llevaba. Una vez desnuda se sentó encima de mi cara con las piernas abiertas, rodeando mi cabeza con los muslos. –Ahora se una buena putita de mami y cómeme el chochito. – Mis labios y lengua se introdujeron a través de su vello púbico buscando la entrada de su vagina. Júlia, para ayudarme a concentrarme en mi tarea, bajó la intensidad de la mamada y simplemente me mantenía duro y caliente a base de besos y lametones en toda la geografía de mis genitales.
Lamí el sexo de mamá con mi habitual devoción, fruición y meticulosidad. Mi lengua recorrió toda su vagina. Intenté ignorar la lengua de Júlia para poder dedicarle toda mi atención a buscar el placer de mamá, a proporcionarle todo el posible. Yo era siempre, y más en momentos como aquel, su zorrita. A mamá, verme de aquella manera y compartirme con Júlia, también la ponía a cien y me costó mucho menos tiempo llevarla al orgasmo. Se corrió en mi boca, tal y como solía, entre ruidosos gemidos.
-Ahora me toca a mí. – Cuando mamá se levantó de mi cara Júlia reclamó su parte. Apenas los voluptuosos muslos de mamá dejaron de rodear mi cara fueron substituidos por las firmes y suaves piernas de la chica. Ni a mí ni a mi lengua nos dieron descanso. Le di el mismo tratamiento al sexo de Júlia que al de mamá. Tenía igual obsesión por darle placer a mi novia impuesta que a mi madre. Esta también había ocupado el anterior sitió de Júlia y me mantuvo duro con caricias que solo servían para mantenerme cachondo.
La vagina de la muchacha era diferente a la de mamá, más rosada, depilada,… pero igualmente era deliciosa. Mi lengua, mis labios,… toda mi boca trabajaron sin descanso hasta que sus gemidos se volvieron más ruidosos y evidentes y su respiración más profunda y pesada. El cuerpo de la muchacha se agitaba, temblaba, se retorcía,… y alcanzó el clímax, tensándose y relajándose en un espasmo intenso. Cuando terminó se deslizó por mi cuerpo hasta que nuestras caras quedaron pegadas. Me besó con pasión, sin importarle que mi boca estuviera empapada y pegajosa tanto de sus propios fluidos como los de mamá. – Tu mami tiene razón. –Sonrió satisfecha. –Tendríamos que ponerte a comer coños por dinero,… Creo que te has ganado tu orgasmo.
-Eres demasiado buena,… - Por un momento creí que mamá desautorizaría a Júlia, pero al ver su mirada me sentí aliviado. - …, pero para una vez que venimos a verte. -Mamá se había apartado y nos observaba sentada en una silla que había al lado de la cama. Júlia tiro de la falda hasta que quedó en mi pecho y se sentó de horcajadas sobre mí. Me cogió el pene y lo aplastó contra mi barriga. Separó un poco los labios de su sexo y acabó de encerrar mi pene allí.
-Es una lástima que no podamos follar. Eres la zorrita virgen, pero quiero que sientas mi chochito. – Aunque no la penetraba, ni mucho menos, sí que podía sentir su calor, su humedad y su suavidad. Empezó a moverse suavemente de delante a atrás, poco a poco, repetitivamente. –Siéntelo,…- Susurró sensualmente. -… algún día, si te portas bien, y haces todo lo que tu mami te diga... – Prometió.-… de aquí mucho tiempo, follaremos de verdad.- El roce de nuestros sexos y aquellas palabras junto con su erótico y grave tono fueron demasiado para mí. Del pene empezaron a brotar chorros de esperma.
-Si… gracias,… oh,… - Me estremecí de placer. Júlia se inclinó sobre mí y volvió a besarme. Me recuperé un poco y entre las dos empezaron a desatarme. Mientras lo hacían comentaban que tenían que repetir la experiencia lo más pronto posible.
Continuará…
En cuanto a mí, una vez desatado me obligaron a ducharme y me prepararon para una nueva sesión donde sería humillado, degradado, usado,… Para empezar me pusieron unas braguitas y un sujetador blancos e inocentes. También me pusieron unas medias del mismo color que me llegaban hasta la mitad del muslo. Después me maquillaron suavemente para disimular mis ya de por sí poco masculinas facciones y retocaron mis labios con carmín rojo. Mamá me peinó con dos coletas a cada lado de la cabeza.
-Tengo una sorpresa. – Dijo Júlia con una mirada cruel de sus intensos ojos azules. De un armario sacó un conjunto de ropa que yo conocía muy bien. Era el uniforme escolar del colegio donde ambos habíamos estudiado. – Serás una colegiala putilla muy guapa cuando terminemos contigo.
Me pusieron la blusita blanca y la faldita de cuadros del uniforme y para terminar me calzaron unos zapatitos de tacón bajo. Mamá, que traía una bolsa con algunos de nuestros juguetes, sacó un collar de cuero rojo y una correa que no tardaron en adornar mí cuello. Una vez estuve caracterizado me obligaron a desfilar y exhibirme para ellas mientras no paraban de soltar comentarios humillantes. Mamá sujetaba la correa.
-La pequeña putita, mira como mueve el culo,… - Decía mamá mientras yo andaba hasta el comedor de la casa Júlia. La joven me dio una fuerte palmada en una de mis nalgas.
-Es una zorrita muy guapa. – Continuó la muchacha. Las dos también se habían vestido para la ocasión. Mamá llevaba un body de encaje negro y medias del mismo color. Júlia con un conjunto púrpura de tanguita y sujetador, ligueros y medias. Las dos estaban terriblemente atractivas. Llegamos al comedor y mamá, de un fuerte tirón de la correa, me obligó a arrodillarme. De la bolsa de juguetes sacó un arnés de cintura y empezó a ponérselo. En unos segundos de su exuberante y femenina figura destacaba un gran pene de plástico. –Chupa.
Acerqué mi cabeza a aquel falo de plástico y lo encerré entres mis labios maquillados de carmín. Empecé a mamar tímida y mecánicamente. A mamá no le gusto mi poco entusiasmo, me apartó y me dio un bofetón.
-Vamos zorra, hazlo bien. Demuéstranos lo puta que eres. – Esta vez mi actuación fue mucho más convincente. Empecé a lamer el falo, a besarlo, a chuparlo, a mamarlo,… como si de verdad lo estuviera disfrutando o como si de verdad mamá pudiera sentirlo. Por el rabillo del ojo vi como Júlia sacaba el teléfono móvil y empezaba a grabarme. Me imaginé en la pantalla, vestido y maquillado como una dulce colegiala mamando aquella polla de mentira. Mamá me tiró de una coleta, girándome la cabeza con brusquedad obligándome a mirar a cámara. Seguí chupando y mamando. – Mira que bien lo hace la putita de mami.
-Es toda una profesional. – Le dijo Júlia, sonriendo divertida y sin dejar de grabar. -¿Te gusta chupar pollas? ¿Te gusta que te traten como a una puta? – Preguntó. La ignoré y seguí chupando, pero mamá no estaba dispuesta a tolerar aquella falta de respeto a la “novia” que me había impuesto. Me apartó de nuevo, me dio otro bofetón y me obligó a contestar.
-Me gusta que me traten como a una puta. –Solo había respuesta posible.- Soy una puta… una zorrita virgen comecoños,… y comepollas. – Mientras sean de plástico, pensé.
-Así está mejor. – Dijo mamá. Yo no pude responder porque me cogió de ambas coletas y empezó a follarme la boca sin piedad. Me ahogué, salivé profusamente, me sentí humillado,… y por debajo de la faldita de colegiala de cuadros y de las inocentes braguitas empezó a crecer una erección. Mamá no me había puesto la jaula de castidad y lo agradecí. Con la excitación me relajé un poco y empecé a entrar en una especie de trance familiar, donde cada humillación, cada tormento físico y psicológico,… eran un acicate para mi calentura y yo me dejaba llevar.
-Gracias,… mami. –Dije respirando dificultosamente cuando mamá decidió dejar mi boca en paz.
-Que zorrita más educada. –Dijo Júlia apagando el móvil. Se levantó del sofá desde donde nos había estado grabando y observando y se acercó, andando seductoramente.
-En la bolsa tienes un arnés para ti si quieres probar. –Le dijo mamá.
-Claro que quiero. – Respondió la muchacha. Se puso su arnés de cintura y ocupó el lugar de mamá. Esta vez yo empecé a lamer la segunda polla de plástico con más fruición, con toda la lascivia que era capaz, como si realmente lo disfrutara. Miraba a los ojos de Júlia y ella me devolvía la mirada satisfecha, viendo como yo me degradaba. Mientras mamá se arrodilló detrás de mí y me obligó, sin que yo dejara de mamar, a levantar las nalgas, apoyándome en las rodillas con las piernas abiertas.
-Vamos a ver este culito. – Mamá me levantó un poco la falda y apartó las braguitas. No tardé en sentir como me separaba las nalgas, escupía en mi ano y empezaba a hurgar en él con un dedo. Di un respingo y Júlia me agarró de las coletas para obligarme a seguir mamando. Ella también me folló la boca, clavándome el pene de mentira hasta la garganta. Mamá ya había substituido su dedo por la punta del consolador. Sentí como me penetraba de manera firme y brusca, agarrándome de las caderas. No tardó en tenerme totalmente empalado.
-Venga zorra, disfrútalo. Una polla por la boca y otra por el culo. – Dijo Júlia. Mamá empezó a follarme el culo mientras Júlia lo hacía por la boca. Acompasaron sus movimientos para que yo fuera zarandeado, sodomizado,…
-Bpfdd… - Balbuceé con la boca llena. Mamá solo había apartado las braguitas y estas encerraban, tensas, mi erección, en una prisión mucho más dulce que la jaula de castidad.
-Goza como una zorra. – Aquellas palabras de mamá eran para humillarme, precisamente por su veracidad. Al cabo de unos minutos ambas resoplaban por el esfuerzo y mamá se retiró de mi interior para dejar el sitio a Júlia. Mamá se quitó el arnés y se sentó en el sofá. Allí me llevaron y me quedé entre sus piernas. Ella se apartó la tela del body donde estaba su poblado sexo. Mientras Júlia me sodomizaba, cada vez más fuerte, yo empecé a lamer la velluda vagina de mamá. La muchacha empujó mi cabeza para restregarme ante aquel sexo húmedo y palpitante que yo adoraba. Júlia siguió dándome por el culo y de vez en cuando me daba algún azote en las nalgas mientras yo seguía con la cabeza hundida entre las piernas de mamá.
-¡Sí!... zorrita… - Suspiraba mamá con la respiración cada vez más entrecortada. –Tendría que… ponerte… a comer coños… por dinero. – Cada vez estaba más húmeda y sus gemidos eran más evidentes. Mi lengua y labios seguían arrancándole todo el placer que eran capaces, recorriendo su sexo de arriba abajo y demorándose en sus partes más sensibles. Finalmente alcanzó el orgasmo entre gritos, gemidos y jadeos.
Júlia continuaba taladrándome el culo sin piedad. Me agarró de unas coletas, tirándome la cabeza hacia atrás. Miré a mamá y ella me la devolvió con picardía, crueldad y lujuria. Se restregó los dedos por el sexo y me los puso en la boca para que yo pudiera seguir saboreando sus jugos femeninos.
-¿Te gusta que tu novia te dé por el culo?- Me preguntó mamá.
-Sí,… -Apenas pude responder pues los embistes de Júlia me tenían exhausto. La chica también resoplaba por el esfuerzo por lo que decidió cambiar de posición. Se sentó en una silla y me obligó a sentarme encima del falo plástico.
-Vamos zorra. Salta,… - Me ordenó. Yo le daba la espalda y me apoyaba por los pies con las piernas dobladas. Empecé a flexionarlas más para poder introducirme todo el falo en el ano y a botar para ser yo mismo el que hacia el movimiento. Pronto me dolieron los pies y las piernas pues yo no estaba acostumbrado a calzar zapatos de tacón. Mamá nos observó unos minutos antes de acercarse y colocarse enfrente de mí. Me acarició tiernamente el rostro y empezó a desabrocharme los primeros botones de mi blusita de colegiala. Apartó un poco el sujetador que yo vestía y pellizcó y retorció uno de mis pezones con fuerza.
- ¡Ai! – No pude evitar un gritito de dolor. La otra mano de mamá se deslizó por debajo de mi falda para frotar mi durísimo pene por encima de las braguitas. En aquel momento me sentía muy cachondo, a punto de llegar. Obviamente no tenía permiso para correrme por lo que intenté contenerme. Por suerte Júlia pareció por fin satisfecha y me empujó para sacarme el pene de plástico de mi interior. Me derrumbé, quedándome de rodillas en el suelo. Mamá recogió la correa del collar y tiró de ella, obligándome a seguirla gateando. Me arrastró de esta manera unos metros hasta donde había dejado la bolsa con juguetes. De allí sacó la mordaza que tenía un consolador por fuera.
-Como tu pollita virgen no nos sirve necesitamos algo que si lo haga. – Dijo blandiendo el aparato ante mi rostro mientras me daba suaves pataditas en la entrepierna. Me colocó la mordaza. De mi rostro sobresalía una gran polla de plástico negra. Mamá me obligó a tumbarme en el suelo. Júlia se había desprendido tanto del arnés como del tanguita y el sujetador, conservando solo las medias y los ligeros. Su depilada y rosada vagina estaba hinchada por el deseo. – Creo que como Júlia te ha dado tan bien por el culo le debes un favor. Va a follarte la carita, niñita mía. - La muchacha no dijo nada y se limitó a sentarse en mi cara introduciéndose el consolador poco a poco. Finalmente su vagina se lo tragó todo. Empezó a botar encima de mí mientras el falo de plástico entraba y salía con facilidad.
-Si… si… - Empezó a gimotear. Mientras mamá se había arrodillado en el suelo, entre mis piernas. Subió la faldita y bajó las braguitas para tener pleno acceso a mis genitales. Sentí como agarraba mis testículos y empezaba a apretar, produciéndome un soportable pero constante dolor. Oí su voz a través de los muslos de Júlia, que me rodeaban la cabeza.
-Veamos la pollita virgen. – Sin dejar de aplicar una presión continuada en los huevos empezó a acariciarme el pene solo con dedo. A mamá le encantaba masturbarme de esta manera,… me mantenía duro y tenso a la par que era un contacto del todo insuficiente para hacerme llegar a ningún lado. Júlia seguía cabalgándome, contorneando su precioso cuerpo encima de mi cara en muestras cada vez más obvias de placer. Por fin alcanzó un orgasmo que le tensó el cuerpo unos segundos antes de derrumbarse sobre mí con la respiración entrecortada por el esfuerzo. Mamá dejó de tocarme, subió las braguitas y se levantó. Júlia también salió de mi cara.
-¿Por qué no vamos al dormitorio? Estaremos más cómodos. – Dijo Júlia. Ambas empezaron a andar y esta vez fue la joven la que le arrastró tirando de la correa mientras yo las seguía gateando. No me quitaron el consolador mordaza.
Al llegar al cuarto Júlia me indicó que me levantara con un nuevo tirón de la correa. Acabó de quitarme la blusa, pero dejó el sujetador. También desdobló la falda subiéndola un poco para tener pleno acceso al bulto de las braguitas. Apretó el paquete, doblándome el erecto pene y provocándome una intensa punzada de dolor. Me derrumbé al suelo sobre las rodillas y las lágrimas anegaron mis ojos.
-Ja, ja, ja,… - Las carcajadas de mamá resonaron en el pequeño cuarto. – Parece que Júlia sabe tratarte cómo te mereces. – El dolor remitió un poco y la joven se arrodilló a mi lado y me cogió la cabeza para que la mirara directamente a los ojos. Tenía los ojos llenos de crueldad, divertimento,…
-¿Te he hecho daño? Pobre zorrita. –Se burló. Tiró de la correa del collar y me arrastró hasta el borde la cama. Allí me acomodó la cabeza entre sus piernas y aprovechó la mordaza consolador para empalarse de un golpe. El plástico entró en su sexo con facilidad. Empezó a tirarme del pelo, imprimiendo a mi cabeza un ritmo rápido, intenso y mareante. –Si… Si… -Jadeó. Podía oír como mamá reía divertida detrás de nosotros. Dejó que Júlia me usara de aquella manera varios minutos hasta que finalmente la muchacha anunció su orgasmo entre gritos. Durante aquel rato el dolor de mis genitales remitió un poco, pero aquel cruel ataque había hecho que mi sexo se encogiera y perdiera su dureza.
Júlia se sacó el consolador de dentro con un último brusco empujón. Mamá me recogió del suelo y me obligó a tumbarme en la cama. Empezó a atarme una mano al cabezal de la cama mientras Júlia hacía lo propio con la otra. Antes de pasar a mis tobillos, que inmovilizaron a los pies de la cama, me quitaron las braguitas. Quedé tumbado en cruz, indefenso ante aquellas dos mujeres que me observan de pie a mi lado. Mamá me quitó la mordaza y pude mover mi maltrecha y dolorida mandíbula. Lo aprovechó para escupir en el interior de mi boca.
-Aún no hemos terminado contigo. – Mamá me acarició la mejilla con ternura, en aquel extraño contraste que caracterizaba nuestra relación. Júlia ya se había acomodado entre mis piernas y empezó a besarme suavemente los muslos.
-Creo que he sido muy mala,… pero te lo compensaré. – Levanté la cabeza para ver su lasciva expresión. Continuó besando mis muslos y llegó hasta mi pene que había empezado a crecer de nuevo. Depositó, dulcemente, sus labios en mi capullo. Dejó caer un poco de saliva y lamió. Ante aquel tratamiento mi pene recuperó la erección. – Por lo que veo no te he hecho tanto daño. – Dijo divertida antes de tragarse mi pene y empezar a moverse rítmicamente.
-Agh… - Gemí. La calidez y suavidad de aquella boca eran demasiado para mí. Por suerte pude contenerme.
-¿Crees que deberíamos dejarle correrse? – Le preguntó Júlia a mamá sacándose mi falo de la boca.
-Dos veces en un día,… no sé. – Respondió Mamá que se había sentado a mi lado y me acariciaba el pecho. Aquella tarde Júlia me había regalado ya un orgasmo y estos, últimamente, estaban muy caros. – Es muy pronto para decidirlo.
-Bueno,… de momento seguiré jugando un poco más con la pollita virgen. – Júlia me giñó un ojo y volvió a inclinar su cabeza entre mis piernas. Lamió mi falo como si fuera una golosina, chupó el glande, besó el tronco y jugueteó con su lengua en mis testículos. Me volvió loco y apenas podía contenerme, concentrándome para no relajarme, dejarme llevar y llegar a un orgasmo sin permiso. Para aumentar la intensidad de mis sensaciones mamá empezó a frotar mis pezones, rozándolos con la punta de los dedos que se había humedecido previamente.
-Agh,… por favor,… no puedo más… - Apenas podía aguantar más y mi voz salía con dificultad. Júlia siguió haciendo diabluras con su boca en mis genitales. Lo hacía, pero, con cuidado, evitando que yo llegara al límite. Mamá retorció uno de mis pezones con fuerza y me pilló por sorpresa. Solté un gritito de dolor que hizo que las dos mujeres se rieran de mí de nuevo.
-Zorrita, ya sabes que no todo es placer. – Me dijo mamá, como justificando su ataque. Se levantó de la cama para quitarse el sexy body negro que aún llevaba. Una vez desnuda se sentó encima de mi cara con las piernas abiertas, rodeando mi cabeza con los muslos. –Ahora se una buena putita de mami y cómeme el chochito. – Mis labios y lengua se introdujeron a través de su vello púbico buscando la entrada de su vagina. Júlia, para ayudarme a concentrarme en mi tarea, bajó la intensidad de la mamada y simplemente me mantenía duro y caliente a base de besos y lametones en toda la geografía de mis genitales.
Lamí el sexo de mamá con mi habitual devoción, fruición y meticulosidad. Mi lengua recorrió toda su vagina. Intenté ignorar la lengua de Júlia para poder dedicarle toda mi atención a buscar el placer de mamá, a proporcionarle todo el posible. Yo era siempre, y más en momentos como aquel, su zorrita. A mamá, verme de aquella manera y compartirme con Júlia, también la ponía a cien y me costó mucho menos tiempo llevarla al orgasmo. Se corrió en mi boca, tal y como solía, entre ruidosos gemidos.
-Ahora me toca a mí. – Cuando mamá se levantó de mi cara Júlia reclamó su parte. Apenas los voluptuosos muslos de mamá dejaron de rodear mi cara fueron substituidos por las firmes y suaves piernas de la chica. Ni a mí ni a mi lengua nos dieron descanso. Le di el mismo tratamiento al sexo de Júlia que al de mamá. Tenía igual obsesión por darle placer a mi novia impuesta que a mi madre. Esta también había ocupado el anterior sitió de Júlia y me mantuvo duro con caricias que solo servían para mantenerme cachondo.
La vagina de la muchacha era diferente a la de mamá, más rosada, depilada,… pero igualmente era deliciosa. Mi lengua, mis labios,… toda mi boca trabajaron sin descanso hasta que sus gemidos se volvieron más ruidosos y evidentes y su respiración más profunda y pesada. El cuerpo de la muchacha se agitaba, temblaba, se retorcía,… y alcanzó el clímax, tensándose y relajándose en un espasmo intenso. Cuando terminó se deslizó por mi cuerpo hasta que nuestras caras quedaron pegadas. Me besó con pasión, sin importarle que mi boca estuviera empapada y pegajosa tanto de sus propios fluidos como los de mamá. – Tu mami tiene razón. –Sonrió satisfecha. –Tendríamos que ponerte a comer coños por dinero,… Creo que te has ganado tu orgasmo.
-Eres demasiado buena,… - Por un momento creí que mamá desautorizaría a Júlia, pero al ver su mirada me sentí aliviado. - …, pero para una vez que venimos a verte. -Mamá se había apartado y nos observaba sentada en una silla que había al lado de la cama. Júlia tiro de la falda hasta que quedó en mi pecho y se sentó de horcajadas sobre mí. Me cogió el pene y lo aplastó contra mi barriga. Separó un poco los labios de su sexo y acabó de encerrar mi pene allí.
-Es una lástima que no podamos follar. Eres la zorrita virgen, pero quiero que sientas mi chochito. – Aunque no la penetraba, ni mucho menos, sí que podía sentir su calor, su humedad y su suavidad. Empezó a moverse suavemente de delante a atrás, poco a poco, repetitivamente. –Siéntelo,…- Susurró sensualmente. -… algún día, si te portas bien, y haces todo lo que tu mami te diga... – Prometió.-… de aquí mucho tiempo, follaremos de verdad.- El roce de nuestros sexos y aquellas palabras junto con su erótico y grave tono fueron demasiado para mí. Del pene empezaron a brotar chorros de esperma.
-Si… gracias,… oh,… - Me estremecí de placer. Júlia se inclinó sobre mí y volvió a besarme. Me recuperé un poco y entre las dos empezaron a desatarme. Mientras lo hacían comentaban que tenían que repetir la experiencia lo más pronto posible.
Continuará…
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