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Capítulo 11.
—1—
Desde la última sesión de fotos con Lautaro, a Julián le costó armarse de valor para seguir adelante con el proyecto. Tuvo que abandonar las absurdas fantasías de tener “jueguitos íntimos” con su madre, y centrarse en la verdadera razón por la que habían puesto en marcha este emprendimiento: el dinero.
De momento estaban bien económicamente, los pagos seguían llegando; pero él era consciente de que si no continuaban produciendo material de calidad, se quedarían en bancarrota en poco tiempo. Tenía un trabajo excelente, y no podía perderlo por culpa de sus actitudes infantiles y egoístas.
Contactó con la agencia alemana, les envió un nuevo pack de fotos, en las que ya se podía ver a Diana teniendo sexo con Lautaro. Además encargó un nuevo conjunto erótico para su madre. Luego de intercambiar varios mensajes con los alemanes, supo cuál debía ser su siguiente paso.
Fue en busca de su madre. Eran casi las once de la mañana y Julián se dio cuenta de que no la había visto en el transcurso del día. Si bien Diana ya no tenía un trabajo con un horario fijo, no acostumbraba levantarse tan tarde. A ella le gustaba aprovechar la mañana para tomar tranquila su desayuno, y luego ponerse con los quehaceres domésticos. Si no tenía nada para hacer, no desperdiciaba las horas durmiendo; prefería mirar alguna serie en Netflix o leer un libro.
Preocupado, Julián se acercó al cuarto de su madre.
—Mamá, soy yo —dijo, dando dos golpecitos a la puerta. No hubo respuesta—. Mamá… ¿estás despierta? —Volvió a golpear—. ¡Mamá!
Al no escuchar nada, abrió la puerta. En la penumbra pudo divisar a su madre durmiendo boca abajo, estaba completamente desnuda. Encendió la luz. La melena rubia, que cubría buena parte de las almohadas, brilló con intensidad. Las grandes nalgas de Diana sobresalían, como una montaña en una llanura. El chico admiró los gajos vaginales de su madre, que eran completamente visibles, gracias a la separación de sus piernas. Sintió un cosquilleo agradable en la punta de su verga.
—Mamá —dijo, sin levantar demasiado la voz.
Diana contestó con un quejido somnoliento.
—Mamá, despertate… ya son las once —Julián hizo memoria, su madre había salido durante el día anterior, pero volvió temprano. Lo supo porque encontró su juego de llaves, en el lugar en que ella siempre las dejaba—. ¡Mamá!
—¿Eh? ¿Eh? ¿Qué pasa? —Diana dio media vuelta e intentó fijar la vista en ese hombre que estaba parado al borde de la cama. No sintió miedo, porque lo reconoció de inmediato—. ¿Qué mierda querés, Julián? ¡Estoy durmiendo!
—Ya sé, pero son las once de la mañana… ¿a qué hora te acostaste?
—¿Eh? ¿Las once? ¿Ya?
—Sí…
—Uf… —Diana se sentó en la cama. Su rostro mostraba claros signos de haber dormido demasiado. Ya no se parecía tanto a la bella y radiante rubia de las fotos que llegaban a Alemania, pero a más de uno se le hubiera parado el corazón al verla desnuda. Julián admiró cómo se balanceaban esas grandes tetas—. ¡Dormí como doce horas! Me duele la cabeza…
—Y sí… si dormiste tanto, es lógico que te duela la cabeza. ¿Qué te pasó? ¿Por qué andabas con tanto sueño? ¿No habrás estado tomando mucho whisky? —Julián preguntó esto luego de ver el vaso ancho que estaba sobre la mesa de luz, totalmente vacío.
—No, la verdad es que no tomé mucho… solamente un vasito…
—Mmmm… ¿segura?
—Sí, Julián… no soy una alcohólica. Me gusta tomarme un vaso de whisky de vez en cuando. Anoche tomé uno, eso fue todo… no me andes interrogando como si yo fuera una criminal.
—No te estoy interrogando, mamá. Solamente estoy preocupado. Vos nunca dormís tanto.
—No sé… tal vez no me sentía muy bien anímicamente… pero no tenés que preocuparte. Estoy bien. ¿Pasó algo, o sólo me despertaste porque era tarde?
—Te desperté porque ya era tarde. Además te quería comentar que a los alemanes les encantó el pack que le mandé… me refiero a las de la sesión con Lautaro. Tenemos fotos como para mandar al menos dos packs más… tal vez tres.
—¡Qué bueno! —Exclamó, mientra se restregaba los ojos con el dorso de la mano—. Espero que nos paguen bien.
—Sí, pero te tengo otra buena noticia… bah, en realidad son dos.
Julián todavía se sentía mal por la discusión que tuvo con su madre, luego de la segunda sesión de fotos con Lautaro. Reconocía que se había comportado como un idiota al pedirle al modelo que se marchara tan pronto. Podrían haber aprovechado mejor el día, y ahora tendría material suficiente para dos o tres packs más. Se esmeró para arreglar la situación, y esperaba poder demostrarle a su madre que estaba comprometido con el negocio.
—¿Qué sorpresas? —Preguntó Diana. Esta vez se frotó los ojos con la yema de sus dedos, como si con eso pudiera alejar el dolor de cabeza.
—No parecés muy alegre… antes, cada vez que venía con buenas noticias, te brillaban los ojos. Bueno, no importa. Lo primero es que ya te pedí un nuevo conjunto de ropa interior, imagino que te va a gustar mucho. Es un corsé blanco, con medias de…
—Ah, qué bueno. ¿Y qué más?
Julián se detuvo en seco. Por lo general a su madre le alegraba mucho recibir ese tipo de conjuntos. La miró durante unos segundos, pero ella no dijo nada.
—Em bueno… lo otro es todavía más importante. Hice un trato con los alemanes, que nos podría dejar muy buenas ganancias. Tal vez las mejores hasta el momento.
—¿Qué, de verdad? —Esta vez Diana pareció alegrarse un poco más, y eso entusiasmó a Julián.
—Sí, de verdad. Es un trato genial. Como me comprometí a hacerlo, incluso dijeron que nos pagarían una parte por adelantado.
—¿Otra vez haciendo compromisos antes de consultarme?
—Sí, pero, mamá… éste te va a encantar. Como la pasaste tan bien con Lautaro, imaginé que podríamos aprovechar eso. Esta vez no les vamos a mandar una foto tuya… vamos a hacer un video.
—¿Qué? ¿Un video de qué?
—Un video tuyo jugando al Scrabble… ¿de qué va a ser mamá? ¡Un video porno! Pero no te preocupes, tampoco es que tengamos que hacer una película… es sólo un pequeño video, en el que vos le estarías chupando la verga a Lautaro. Pidieron que sea, al menos, de veinte minutos de duración y…
—Esperá… ¿con Lautaro?
—Sí, ¿con quién más? —Julián notó cómo los ojos de su madre se abrían mucho—. ¿Viste? Yo sabía que la idea te iba a encantar. Sé que Lautaro te gustó mucho, eso se notó. Puede que yo me haya puesto un poquito celoso, y pido perdón por eso… pero ahora tenés la chance de hacer un video con él, y vas a poder lucir todos tus dotes sexuales.
—¡Ay, me vas a querer matar! —Exclamó Diana, cubriéndose la boca con una mano.
—¿Por qué? ¿Qué pasó? ¿No me vas a decir que no te animás a filmar un video, después de todo lo que hiciste con Lautaro?
—No, no… no es eso. Sí me animo… el problema es que… arruiné todo… con Lautaro.
Esta vez fue Julián quien abrió mucho los ojos.
—¿Qué cagada te mandaste, mamá?
—No me retes… —Por primera vez en su vida Diana sintió que los roles con su hijo se habían invertido. Siempre había sido ella la de mayor autoridad, la que retaba a Julián si se mandaba una macana. Pero ahora era ella la que se sentía culpable y tenía miedo de recibir algún castigo por su comportamiento—. Fui a ver a Lautaro… es que ese tipo me encantó. Es tan hermoso… y llegó en un momento de mi vida en el que yo estaba dispuesta a soltarme sexualmente. Quería dejar de reprimirme, como lo hice durante tantos años. Con él me pude liberar completamente. Tenía ganas de salir a pasear con Lautaro, conocerlo un poco mejor… pero fui una boluda. Todo salió mal. Resulta que él es gay, y no le interesan las mujeres; para nada. Quedé como una idiota… fue uno de los momentos más humillantes de mi vida. No sabía con qué cara mirarlo. Por eso llegué a casa, me tomé un whisky, y me dormí… no quería despertarme. Por eso estuve durmiendo tantas horas. Me siento muy mal por lo que pasó ayer con él… y ahora vos me venís con esto.
Julián permaneció en silencio, mirando fijamente hacia los ojos de su madre. Su mente intentaba procesar todo lo que ella había dicho, y las consecuencias que ésto les traería.
—No te lo puedo creer —dijo, luego de unos segundos—. Teníamos el negocio perfecto… todo iba cada vez mejor… y….
—Perdón… fui una boluda.
—No… no… ¿perdón por qué? O sea… no creo que hayas hecho nada malo. Vos no sabías que el tipo era gay… yo tampoco. Es más, si me hubieras preguntado si vos tenías chances con él, te hubiera dicho que sí, totalmente. Me dio la impresión de que vos al tipo le calentabas mucho. Desde el primer día te trató muy bien. La segunda vez lo hiciste acabar enseguida.
—Sí… y ahora, sabiendo que él es gay, pienso en ese momento y me siento todavía más culpable. Me porté como una puta…
—Y yo como un boludo, porque le dije que se fuera. No sé… me sentí mal al verte con él, qué se yo…
—Te pusiste celoso. Eso lo entiendo. Soy tu mamá… no debió ser fácil para vos verme en esa situación. Me dejé llevar mucho por mis impulsos. Siendo honesta, yo ni siquiera estaba pensando en el trabajo, mi única finalidad era tener sexo con ese tipo. Me puse como loca cuando lo vi… es que… no sabés los años que llevaba sin que me dieran una buena cogida. Lo necesitaba, me da un poco de vergüenza admitirlo, pero es la verdad. Necesitaba que me metieran una buena pija. Y por esa desesperación, arruiné todo.
—No te sientas mal, mamá… es una lástima que ya no podamos trabajar con Lautaro, era un excelente modelo. Pero al menos la pasaste bien con él. Eso no lo podés negar.
Diana sonrió.
—Sí, eso es muy cierto. No lo puedo negar. Con él me saqué un poco las ganas. Pero, volviendo a la realidad, tenemos que seguir generando dinero. ¿Ahora qué vamos a hacer? ¿Hay posibilidades de contratar otro modelo?
—No… o sea, sí… pero nos saldría tres o cuatro veces más caro. Porque el único modelo que ellos tenían disponible en esta ciudad era Lautaro. Y estos alemanes no contratan a cualquiera. Vos ya viste cómo era ese tipo. Se notaba que era un modelo profesional, de buena calidad.
—Sí… pero nunca se quejaron de tus fotos… me refiero a las fotos en las que aparece tu verga.
—Bueno, es que ellos dijeron que ese modelo (no saben que soy yo) tenía buenos… atributos.
Diana soltó una risita, que contrastó con su mal humor.
—Básicamente te dijeron que tenés la verga grande, y eso es bueno para el negocio.
—Sí, puede ser… —Julián estaba un poco avergonzado.
La rubia hizo una pausa de unos pocos segundos, luego miró a su hijo, diciendo:
—Qué raro que no me hayas planteado la única alternativa posible que tenemos para salir del paso.
—¿Qué alternativa? Ellos nos van a pagar por un video… y ahora nos quedamos sin Lautaro.
—Está bien, no lo digas. Creo que ya tomaste la iniciativa muchas veces, y buscaste soluciones para las dificultades que tuvimos. Esta vez me toca a mí hacerlo. No me gusta un carajo hacerlo así… pero ya te comprometiste, van a pagar mucho, y además por adelantado. No soy tonta, por más que nos esté yendo bien con las fotos, de vez en cuando tenemos que mandar algo de material nuevo. La única alternativa que tenemos es hacer el video juntos. Vos y yo. Como cuando hicimos las fotos… pero con más movimiento.
—¿Estás segura? Mirá que…. es un video… o sea, en las fotos podías disimular un poco. Porque no se ve el movimiento… pero en el video…
—Sí, ya sé… en el video tiene que parecer algo real. Pero tenemos que hacerlo, nos guste o no. De verdad que no me agrada la alternativa. Me costó acostumbrarme a tener tu verga en la boca, y sé lo que eso genera en mí. De a ratitos me puede parecer un poco morboso, pero después… en frío… empieza a parecerme una locura. Pero a ésta locura ya la empezamos hace rato, y nos está rindiendo muy bien, económicamente. No podemos tirar la toalla ahora. Me mandé una cagada con Lautaro, y es por mi culpa que hay que hacerlo de esta manera… me la tengo que bancar. No me queda otra. ¿Vos estás dispuesto a intentarlo?
Julián sintió cómo todas esas absurdas fantasías que tenía en mente, volvían a cobrar vida, y ahora brillaban más que nunca. Le causaba un morbo increíble que su madre posara con su verga en la boca… y no podía siquiera adivinar todo lo que le produciría hacer un video porno con ella.
—Sí, yo estoy dispuesto —dijo, sin dudarlo.
—Bien, entonces… ¿cuándo lo vamos a hacer? Hoy no, porque no estoy de ánimo para nada…
—Lo vamos a hacer cuando llegue el nuevo conjunto de ropa interior. Parte del contrato dice que tenés que usar eso.
—Bien, eso al menos me da unos días para concientizarme un poco. Aunque creo que daría lo mismo tener un día que un año… no va a ser fácil. Bueno, voy al baño, a lavarme un poco la cara… ya vengo.
Diana salió de la habitación durante unos minutos, y regresó mucho más fresca y vigorizada. Encontró a su hijo sentado en la cama; su mirada se cruzó con el bulto del pantalón, era evidente que al chico se le estaba poniendo dura. La rubia se miró a sí misma y entendió bien por qué—. Veo que se te despertó el amiguito.
—Em… sí, perdón… es que…
—Es que nada, sonso. Ya aclaramos este asunto. Vos no podés evitar excitarte al ver una mujer desnuda, y ¿sabés qué? Me alegra mucho saber que todavía sigo causándote ese impacto. —Ella subió a la cama con una gracia felina, caminó en cuatro patas, y sus grandes pechos colgaban y se balanceaban hipnóticamente—. Después de lo que pasó con Lautaro, me hace sentir bien saber que alguien se le para la verga al verme. —Ella se sentó al lado de Julián, los ojos del chico fueron directamente hacia la concha perfectamente depilada—. ¿Andás con ganas de tocarte un rato?
—¿Eso te molestaría?
—No, al contrario. Me ayudaría a distraerme un poco… me vendría bien sentirme linda, y admirada… aunque sea por vos.
—¿Aunque sea yo? Eso no sé si tomarlo como algo bueno o algo malo.
—Tarado… —le dio un golpecito en la pierna—. No lo digo porque vos seas poca cosa, sino porque sos mi hijo. Pero también sos hombre, y se te para la verga al verme desnuda. Me está gustando cada vez más eso. Seré tu madre, pero me gusta saber que te calentás con mi cuerpo, que te gusta lo que ves. —Ella se agarró las tetas y las levantó—. Me agrada saber que fantaseás con cogerte a una mujer que tenga un cuerpo como el mío. ¿Te cogerías a una veterana como tu mamá? —Ella bajó una de sus manos, hasta encontrarse con el bulto, lo acarició suavemente, sintiendo cómo el pene se despertaba cada vez más.
—Por supuesto… si está tan buena como vos, me encantaría. Además ya tuve experiencias con chicas de mi edad, y después de verte coger con Lautaro me di cuenta que vos tenés más experiencia… me da mucha curiosidad coger con una mujer hermosa y experimentada.
—Me gustaría tener más experiencia… pero bueno, vos ya conocés mi historia. No me la puedo dar de santa… me cogieron de lo lindo… con el Tano aprendí a coger, y cuando me viste con Lautaro, puse en práctica mucho de lo aprendido. Sé que esto puede sonar terrible… pero ahora, viendo todo en retrospectiva, cómo me encanta haberlo hecho bien cornudo a tu papá, y tener un tipo bien pijudo que me cogía todas las tardes. —Ella siguió acariciando el bulto, esta vez ejerciendo más presión. Julián no dijo nada—. Ese sí que me cogía bien, no como tu papá, que la tenía medio chica… y además acababa enseguida. El Tano, en cambio, me clavaba la pija y no me la sacaba hasta dejarme la concha bien abierta. Nunca le pude contar a nadie estas cosas… porque me daba miedo de que pensaran mal de mí… porque no tengo excusas; por más que yo a veces intente convencerme de que sí. Me porté como una hija de puta con papá… y lo peor de todo es que lo disfruté… bah, no, creo que incluso es peor decir que no me arrepiento de haberme portado así. Me encantó… y si él aún estuviera vivo, tal vez lo haría otra vez. No porque no lo ame, al contrario… siempre lo amé mucho. Es por el inmenso morbo que me daba ponerle los cuernos de esa manera, con un tipo que me cogía mucho mejor que él.
El pecho de Julián palpitaba tanto como su verga. Por más que no quisiera reconocerlo verbalmente, lo que su madre le contaba le estaba afectando de dos formas contradictorias. Por un lado sentía la excitación de escucharla hablar de una forma tan sexualmente explícita; por el otro sentía cierto rencor hacia ella, y un poco de celos hacia el Tano. Él había amado a su padre, y por más que le hubiera dicho a su madre que no le importaba que ella lo hubiera engañado… el tiempo que tuvo para procesar la información hizo que esta noticia le pesara más. Ahora Diana estaba admitiendo que hasta disfrutó poniéndole los cuernos a su marido. Le hubiera gustado que ella mostrara un poco de arrepentimiento, como la última vez que hablaron del tema; pero parecía que esa culpa se había disipado completamente.
—¿Querés que te siga contando, o te estoy poniendo incómodo? —Preguntó la rubia, arrancando a Julián de sus pensamientos.
El chico se debatió entre las dos posibilidades que tenía. Decirle a su madre que no hablara más de ese asunto tal vez sería lo mejor para su mente; así no seguiría aportando humillación a la memoria de su padre. Sin embargo la curiosidad y el morbo le decían que valía la pena correr el riesgo. Ésta era una oportunidad inmejorable para conocer los secretos más oscuros de su madre, y si no la aprovechaba ahora, corría el riesgo de que algo así no volviera a repetirse.
—No me pone incómodo —mintió—. Seguí contándome.
—¿Estás seguro? Porque no quiero que esto empeore la imagen que tenés de mí. Desde ya te advierto que fui muy cruel con tu papá, y no sólo por meterle los cuernos, sino por las cosas que le hice. Por aquella época estaba como drogada por el morbo que me producía la situación, y no podía detenerme. Hice muchas locuras. Algunas de las cosas que tengo para contar podrían provocar que te enojes conmigo.
—No me voy a enojar, lo prometo. Quiero saber todo lo que hiciste. Al fin y al cabo, vos lo disfrutaste, y me alegro por eso. —Esa era una verdad a medias. Sí le ponía contento saber que su madre había disfrutado de aquellas experiencias sexuales, y al mismo tiempo le daba morbo; pero por otra parte podía sentir la bronca que hubiera sentido su padre de enterarse del asunto. Sin embargo se mantuvo firme en su postura—. Me intriga mucho saber qué cosas le hiciste, y te repito, no me voy a enojar con vos. Papá murió feliz, de haber pasado una vida junto a vos, y eso nada lo puede cambiar. Él nunca se enteró de que lo engañabas.
—Tal vez nunca lo confirmó, pero le di muchos motivos para sospechar de eso.
Esto fue como una puntada en el costado, para Julián. Hubiera preferido saber que su padre abandonó este mundo sin sospechar de la traición de su esposa. Pero ya era demasiado tarde, Julián no podía hacer nada para cambiarlo.
—Bueno, no importa —dijo, aunque sí importaba—. Vos contame igual, y no omitas detalles.
Diana metió la mano dentro del pantalón de su hijo y le agarró la verga. Le encantó sentir la suavidad y la tibieza de la piel del pene. Lo liberó de su prisión, y comenzó a masturbarlo lentamente. Con la otra mano se acarició la concha, los dedos se le humedecieron. Su cuerpo se acaloró, y los pezones se le pusieron duros. Todos los recuerdos que le inundaban la mente la estaban excitando tanto como tener esa gran verga entre sus dedos.
—Al principio de mi relación con el Tano, me daba mucho miedo que él viniera a casa… a pesar de que tu padre trabajaba en un horario específico, y siempre volvía a la misma hora; cabía la posibilidad de que llegara antes, de imprevisto. No pasó ni una semana de mi amorío con el Tano, que ya estaba absolutamente convencida de que ese riesgo me excitaba más. Mientras el tano me tenía contra el sofá, pegándome una cogida tremenda, yo pensaba: “Ahora mismo vuelve mi marido, y ve cómo me están garchando, como a una puta”. Por eso mismo yo prefería hacerlo en el living… era más arriesgado. A tu padre le tomaría menos tiempo encontrarme, si llegaba a la casa. Sin embargo a veces también lo hacíamos en esta misma pieza. Me gustaba que tu padre se acostara a la noche en la misma cama en la que a mí me habían estado metiendo la pija durante toda la mañana.
>Para colmo a mí empezó a gustarme eso de jugar al filo del peligro, y le pedía al Tano que se quedara cada vez más tiempo… cada vez más cerca del horario en el que tu papá volvía de trabajar. Para evitar que los vecinos vieran al Tano entrar y salir, o evitar que tu padre se lo cruzara en la calle, yo lo hacía salir por el patio. El Tano saltaba el tapial y ya quedaba en la calle de atrás. Una vez casi ocurre eso que yo me temía, pero que a la vez me excitaba: el Tano estaba en el patio cuando tu papá volvió. Por suerte no se vieron el uno al otro, pero yo estaba en el sofá, completamente desnuda, haciéndome tremenda paja. No habían pasado ni veinte segundos desde que había tenido la pija bien metida en la concha. Tu papá me saludó diciendo algo como: “¡Epa! No esperaba encontrarte así”. “Es que ando muy caliente”, le dije, sin dejar de tocarme. “¿Y en qué pensabas?”, me preguntó. Ahí fue cuando me fui un poco al carajo, le dije: “Estaba fantaseando con que un macho bien pijudo me cogía, mientras vos estabas trabajando”...
—¿Qué? ¿Eso le dijiste? ¿A papá? —Preguntó Julián, incrédulo.
—¿Te molesta que le haya dicho eso?
—Y sí… es que… básicamente le confesaste tu infidelidad, en la cara…
—Dijiste que no te iba a molestar…
—Pero no pensé que fueras a decir una cosa así.
—¿Qué pensabas que te iba a contar?
—No sé, que te veías con el Tano… y que a papá lo dejabas fuera del asunto.
—Eso no fue lo que pasó. De forma indirecta, tu padre fue parte del asunto. Admito que no me porté nada bien con él… —ella apartó la mano del pene de Julián—. Pero no quiero que mi hijo piense mal de mí. Pensé que ya teníamos un vínculo de confianza que nos permitía contarnos estas cosas… pero me equivoqué.
—No… este… seguí contándome…
—No, Julián. Evidentemente vos todavía no estás listo para lo que yo quiero contar.
—¿Así que ahora no me vas a decir nada más?
—No, por el momento. Pero cuando vea que estás mejor preparado, te lo cuento. No quiero que terminemos peleados por este asunto. Sé que me porté super mal con tu papá, y no necesito que nadie me lo recuerde. Yo quiero contarte estas estas cosas, para que alguien entienda por qué a mí me causó tanto morbo; pero todavía no estás listo.
—Pero… yo quiero saber.
—Y lo vas a saber… a su debido tiempo. Pero por ahora lo dejamos así, intentá pensar en las cosas que te dije, y fijate si podés manejarlas un poquito mejor. Si podés con eso, te cuento lo demás. Porque si sólo con el principio ya te pusiste así, cuando te cuente todo el resto me vas a odiar. Bueno, voy a ver si me pongo a hacer algo más productivo, como preparar el almuerzo. Otro día volvemos a este tema. Ahora sólo nos queda esperar a que llegue la ropa de Alemania.
Diana se vistió de forma casual, y salió del cuarto, dejando a Julián con una potente erección que, poco a poco, se fue desvaneciendo. El chico se lamentó por ser tan bocón, si se hubiera quedado callado, su madre le hubiera contado alguna anécdota morbosa. Pero, una vez más, él lo había arruinado todo.
—2—
El nuevo conjunto erótico para Diana llegó tres días después. Ella lo sacó de la caja con entusiasmo. Aún no se encontraba del todo bien; pero unos días de distracción, con series y películas de por medio, la ayudaron a despejarse un poco. Julián estaba sentado frente a ella, tomando su leche chocolatada de todas las tardes.
—¿Y, qué te parece? —Preguntó Julián.
—Ah, bueno… ¡Me tengo que probar esto ahora mismo!
Diana fue hasta su cuarto, llevando la caja. No le daba ningún tipo de pudor desnudarse frente a su hijo, pero quería sorprenderlo.
En cuestión de un par de minutos ya tuvo puesto el nuevo conjunto. Se miró al espejo, con una gran sonrisa dibujada en los labios. Toda la ropa que recibió de la agencia alemana le gustó, pero éste ya se había vuelto su conjunto favorito apenas se vio dentro de él. Le quedaba perfecto, como si hubiera hecho especialmente para ella. La tanga era demasiado pequeña, y apenas le tapaba los gajos vaginales; pero le encantaba el efecto que producía y la forma en la que dejaba a la vista todo su pubis.
Salió de su cuarto y volvió a encontrarse con Julián, sin decir nada, comenzó a desfilar frente a él, frenando ocasionalmente para mostrar sus nalgas o agacharse un poco. El conjunto estaba formado por una diminuta tanga blanca, medias de encaje y el acostumbrado portaligas. Pero lo que más fascinó a la rubia fue el corset, que poseía tiras entrecruzadas que iban desde su ombligo hasta sus tetas. Como estaba muy ajustado, sus grandes pechos parecían a punto de reventar.
—¡Woooow! —Dijo Julián, admirando a su madre—. Te queda mucho mejor de lo que me imaginaba.
—Si lo elegiste vos, tengo que admitir que tenés buen ojo para ésto.
—Sí, lo elegí yo… apenas lo vi me imaginé que te iba a quedar bien. En la foto lo estaba modelando una chica muy linda, pero te aseguro que a vos te queda mucho mejor que a esa modelo.
—Te creo —dijo, soltando una risita juvenil—. Sé que suena poco modesto decirlo, pero me siento tan bien con esto puesto, que no me importa. Espero que cuando hagamos el video, se pueda lucir bien.
—Sí, pero no sólo va a ser eso. O sea, no te expliqué todo porque me pareció que lo importante era, justamente, el video. Pero primero tenemos que hacer una sesión de fotos con ese conjunto… y algunas otras fotos con…
—¿Con la pija en la boca? —Julián asintió con la cabeza—. Sí, me imaginé algo así. Sería como un pack de fotos donde el video es el premio mayor.
—Exacto, lo van a ofrecer a buen precio. Algunas de las fotos se usarían para publicitar el pack.
—Yo no pienso sacarme esto en todo lo que queda del día, así que cuando vos quieras podemos empezar con las fotos.
—Me parece genial, voy por la cámara. Empezamos ahora mismo.
La primera parte de la sesión la tenían tan ensayada que para los dos fue casi rutinaria. Mientras Diana buscaba posiciones sensuales, usando el sofá como apoyo, Julián se concentraba en buscar el mejor ángulo. Si bien al chico se le subió la temperatura al ver a su madre vistiendo ese conjunto tan erótico, no llegó a tener una erección. Si esta misma sesión hubiera sido la primera o la segunda, andaría con un garrote entre las piernas; pero ya se había acostumbrado a ver a su madre con ropa sugerente.
Diana, por su parte, tampoco sintió demasiada calentura al posar, aunque sí estaba alegre, porque ya podía imaginar lo bien que saldrían estas nuevas fotos.
Llegó el momento de posar con la verga en la boca, y ella encaró la situación con cierta naturalidad. Se arrodilló frente a Julián, le quitó el pantalón y empezó a masturbarlo. Con este estímulo tan directo, el pene se puso duro en cuestión de segundos.
Diana sonrió y luego abrió su boca, para dejar entrar la verga. El contacto la hizo sentir incómoda, ya se había mentalizado de que no tendría que volver a hacer algo así con su hijo, pero allí estaba. De todas maneras se esforzó para que eso no se notara en las fotos. Miró a la cámara como si estuviera viendo a un viejo amante y mantuvo el miembro en su boca tanto tiempo como fue necesario. Lo dejó salir cuando Julián le dijo que ya había tomado las fotos.
La rubia se acercó al sofá y se sentó, las manos comenzaron a transpirarle, y el corazón se le aceleró. Había hecho todo lo posible por no pensar en este momento, pero ya no quedaba más alternativa. Tenía que encarar la situación con valentía, porque el problema lo había causado ella. De no haber sido tan calentona e impulsiva, Lautaro aún sería su modelo, y le estaría chupando la verga con mucho gusto. Pero el error ya había sido cometido, y no podía revertir la situación.
Diana supuso que lo mejor era actuar sin pensar demasiado, dejar que su instinto sexual hiciera todo el trabajo. Esperó a que Julián cambiara la cámara, por una ideal para grabar videos. Le agarró la verga y sin ningún tipo de preámbulo, abrió la boca y se la tragó hasta la mitad. Su cabeza comenzó a subir y a bajar, y la saliva se fue acumulando dentro de su boca. La rubia intentó imaginar que se trataba de su viejo amante, el Tano, o de Lautaro… pero cada vez que esa verga entraba en su boca, sólo podía pensar: “Éste es tu hijo, Diana. Es tu hijo y le estás haciendo un pete. ¿De verdad pensaste que iba a ser más fácil porque es tu trabajo?”.
Definitivamente no era más fácil. La excusa del trabajo le había servido mucho, hasta el momento; pero éste era un nivel diferente. Ahora debía chuparle, literalmente, la pija a su hijo… hasta hacerlo acabar. No sólo debía tenerla dentro de la boca, sino que además debía proporcionarle a Julián todo el placer sexual posible, para que el eyaculara…
Dejó salir la verga, y se dedicó a masturbarla durante unos segundos. De vez en cuando le pasaba la punta de la lengua por el glande. Eso le servía para demorar un poco más la incomodidad de tener ese miembro dentro de la boca. Sin embargo sabía que pronto debía volver a tragarlo. Al mirar hacia arriba se encontró con la cámara, que apuntaba directamente a su cara. Eso le gustó, porque la cámara impedía que tuviera que mirar a su hijo a los ojos. Pero por más que quisiera engañar a su mente… ese seguía siendo su hijo.
—No puedo —dijo Diana, poniéndose de pie, repentinamente—. Lo intenté, pero no puedo. Lo siento mucho.
—Está bien, mamá… no te preocupes. Sé que lo intentaste, y para mí también es difícil, no creas que no. —Julián lo decía en serio, para él también había sido una pequeña tortura; su problema era que Diana se la estuvo chupando tan bien, que estuvo a punto de acabar. Eso hubiera arruinado el video—. Le pediré disculpas a la agencia alemana, y les devolveré el dinero.
—Pero… eso nos va a perjudicar mucho. —La preocupación se hizo evidente en la cara de la rubia—. Además, me imagino, que tendremos que pagarles más de lo que nos dieron. Como una especie de multa.
—Sí, es lo más probable; porque nos comprometimos a hacerlo… mejor dicho, yo me comprometí. Vos no tuviste la culpa.
—Sí que la tuve… yo arruiné todo con Lautaro. Vos no sabías nada de eso. Tu idea fue perfecta, era una excelente forma de mejorar nuestros ingresos. Yo me mandé una cagada… vos no. Vos hiciste lo mejor para nosotros. Hice el esfuerzo por grabar el video con vos; pero no puedo. Me resulta muy difícil.
—Hubo momentos en los que no te costó tanto metértela en boca.
—Sí, es cierto… pero fueron momentos de mucha calentura, ni siquiera estaba pensando.
—Ajá, ya veo… entonces esa puede ser la solución que buscábamos —dijo Julián, dejando la cámara sobre una mesita, junto al sofá.
—¿A qué te referís? —Diana preguntó automáticamente, porque sabía perfectamente lo que su hijo intentaba decirle.
—Habrá que calentarte… lo suficiente como para que ya no te dé tanto pudor chuparme la pija. —Avanzó hacia su madre, con toda su erección por delante.
—Pero Julián… este… no sé si quiero que vos me calientes. —Diana se atajó con las manos, como si su hijo fuera un depredador sexual. No le tenía miedo, en absoluto… lo que temía era que la propuesta de Julián funcionara.
—No sería la primera vez que vaya a verte excitada, mamá… ni sería la primera vez que te calentás con mi verga ¿o me lo vas a negar? —En lugar de encarar a su madre por delante, la rodeó, posicionándose detrás de ella. Se aferró a esas grandes tetas, y arrimó su verga, hasta que quedó encajada entre las voluminosas nalgas de la rubia.
—Emm… no, no puedo negar eso. Pero ya me había mentalizado de que eso no se iba a repetir. Por más trabajo que tengamos… no está bien. Me incomoda, y me da miedo.
—Pero eso se te pasa una vez que estás calientes… cuando te excitás parecés otra persona. Dejás salir a la Diana que lleva tantos años reprimiéndose. —Mientras hablaba, Julián pellizcaba los pezones de su madre.
Diana pudo sentir como su temperatura corporal se incrementaba rápidamente. No sabía que su hijo pudiera ser tan diestro con los toqueteos… esto no se parecía mucho a la vez que estuvieron en la ducha y ella lo dejó manosearle las tetas. Ahora no parecía haber curiosidad en Julián, sino una clara intención por excitarla. Una de las manos del chico bajó, hasta encontrarse con la lampiña concha de la rubia. Ella suspiró ante el electrificante placer que le brindaron esos dedos que jugueteaban con su clítoris. Para Diana fue casi como revivir aquellos momentos con el Tano, que la tocaba de con esa misma impertinencia.
—Bueno… emm… puedo hacerlo yo solita —dijo Diana—. Yo me puedo tocar hasta calentarme…
—Pero este método es más efectivo…
La rubia no podía negar eso, sin duda ser tocada por otra persona era mucho más efectivo que hacerlo sola… además su hijo estaba dando muestras de habilidad. Lo que más preocupaba a Diana era la forma en la que el pene de su hijo se frotaba contra su vulva.
Julián coló dos dedos dentro de la concha de su madre, y dijo:
—¿No andás con ganas de chupar una verga?
Diana se derritió con esas palabras, muy similares a las que le decía su viejo amante, el Tano. Ya estaba fantaseando con la idea de ponerse de rodillas, y que le metieran una buena verga hasta el fondo de la garganta.
—Mmm… sí…. —dijo ella, entre suspiros—. Me la quiero comer toda…
Ella empezó a frotarse contra la verga de su hijo, estaba perdiendo el control sobre su propio cuerpo, reaccionaba por puro instinto sexual. Si su hijo hubiera sido el Tano, en ese momento la hubiera agarrado de los pelos, para obligarla a tragarse toda la pija. Diana hasta flexionó las rodillas, preparándose para ese momento que nunca llegó. Si bien Julián poseía iniciativa, y la tocaba muy bien, carecía de la brusquedad natural del Tano. Pero ésto no enfrió a Diana, ella aún tenía el corazón palpitando con fuerza, porque esa verga contra la que se estaba frotando, era la de su propio hijo. Se sintió una pésima madre, pero el miedo que había experimentado segundos antes, se había convertido en morbo. Tenía la excusa perfecta, nadie podría tratarla de degenerada. Lo iba a hacer obligada por la situación, por trabajo… necesitaban el dinero. Y si para conseguirlo tenía que darle una buena chupada a la verga de Julián, entonces lo iba a hacer… tenía que hacerlo.
—Agarrá la cámara… que me voy a comer toda esa pija. Ahora vas a ver lo buena petera que es tu madre.
Julián no dejó pasar la oportunidad. Se sentó una vez más en el sofá, y con la cámara en mano, le ofreció su erecto pene a su madre.
Diana se arrodilló, agarró la verga con una mano y se la tragó hasta la mitad. Miró con lujuria a la cámara, y empezó a mamar. Ahora sus movimientos eran más seguros, como si hubiera olvidado por completo que le estaba haciendo un pete a su hijo. La estaba chupando de la misma manera que lo había hecho tantas veces con el Tano. La chupaba como una puta sedienta de verga.
Se esforzó por tragar tanto como pudo, el llevarla hasta el fondo de su garganta no le daba arcadas, porque ya había aprendido a hacerlo bien. Con el tano tuvo mucha práctica… pasó horas de rodillas, a veces frente a ese mismo sillón, chupándosela a su amante. Gozando de los cuernos que le estaba poniendo a su marido… y el mayor disfrute lo tenía al saber que el Tano tenía una verga más ancha, y más larga… una verga de otro calibre. Una verga como la de su hijo.
Diana empezó a pajearse con la mano izquierda, sin apartar la derecha de ese miembro viril. Mientras su cabeza subía y bajaba, el morbo se mezclaba dentro de ella. Morbo por los recuerdos de su amante, y porque le estaba chupando la pija a Julián. A su Julián. Lo estaba disfrutando tanto que llegó a preguntarse por qué no se la chupó antes. ¿Hubiera estado mal? Al fin y al cabo ahora tenía una relación de extrema confianza con su hijo. ¿Qué tan malo podía ser un pete de vez en cuando? Una pequeña forma de devolverle el favor.
Bajó la intensidad de la mamada, no porque tuviera miedo, o porque se sintiera culpable; sino porque recordó que el video debía durar al menos veinte minutos. No podía provocar la eyaculación antes de tiempo, por lo que empezó a jugar suavemente con la punta de su lengua, en el glande. Así le daba tiempo a Julián de reponerse de una chupada tan intensa. Volvió a mirar a la cámara, mientras lamía todo el largo de la verga. Le calentó pensar en la cantidad de hombres que mirarían ese video, imaginando que Diana les chupaba la verga a ellos.
Cuando pasaron unos segundos empezó a masturbar a su hijo con la mano derecha, mientras con la izquierda seguía estimulándose el clítoris. La verga no había perdido rigidez, y eso le encantó. Le gustaba sentirla bien dura dentro de la boca. Se la tragó tanto como pudo, aunque el pene no entraba completo; siempre quedaban un par de centímetros afuera, por más que se esforzara.
Tenía ganas de decir cosas sucias, como lo había hecho al chuparle la verga al Tano. Quería rebajarse, sentirse una puta… quería que su amante le dijera que lo puta que era; pero sabía que eso no iba a ocurrir. Su hijo no le diría esas cosas, y como el video era para una web alemana, consideró poco apropiado estar hablando en español. Al menos Julián no le había comentado nada sobre este aspecto. Debía limitarse a chupar la pija en silencio. Eso tal vez fuera lo mejor, porque ella no podía tomarse tantas libertades, por más caliente que estuviera… ese seguía siendo su hijo.
Siguió mamando en silencio, pero manteniendo su mejor entusiasmo, como si fuera una actriz porno que llevaba años en la industria. O como si fuera una puta, amante de las pijas grandes. Hacía tiempo que no disfrutaba de cabecear, y sentir un glande entrando hasta lo profundo de su boca.
Julián estaba impactado, no podía creer que su madre fuera tan buena haciendo petes… él estaba haciendo un enorme esfuerzo por no eyacular, pero cada lamida y cada chupada de esa mujer, era una maravilla. Para colmo miraba a la cámara como si estuviera diciendo: “Amo ser petera”.
El chico se vio acorralado por el palpitar de su verga en más de una ocasión, especialmente cuando Diana le daba fuertes chupones en el glande. Todo su ser masculino le suplicaba por aliviar la presión, y dejar salir todo de una buena vez. Pero aún faltaban algunos minutos para llegar al tiempo establecido por los alemanes. Al principio no le pareció que fuera demasiado, pero ahora lo consideraba una locura. ¿Cómo podría el aguantar veinte minutos completos de un castigo tan intenso? Su madre le dio un nuevo respiro, como si le estuviera leyendo la mente; pero ésto no sería la solución. Julián ya se lo veía venir, en cuanto su verga hiciera contacto con esa lengua…
Y pasó lo que tenía que pasar.
Diana lamió el glande y éste empezó a escupir grandes chorros de semen. Ella sabía que aún no habían alcanzado los veinte minutos de video, pero no le importó demasiado. Estaba feliz. Recibió el primer chorro de leche dentro de su boca, y mientras lo saboreaba, dejó que su hijo descargara el resto sobre su cara, pintando en ella un cuadro abstracto, símbolo de la belleza femenina bañada por la sexualidad más explícita. Pocas cosas había que expresan de forma tan directa el acto sexual, que una mujer con la cara cubierta de blanco y abundante semen.
Ella, para extender el video, continuó mamando la pija, sin quitar ni una gota de la leche que fluía por sus mejillas, o por el puente de su nariz. Julián lanzó otros dos chorros más de semen, los cuales fueron a parar al interior de la boca de su madre. Ella los tragó, sin dejar de mamar la verga. Lo hizo automáticamente, como tantas veces lo había hecho con el tano. Le causó mucho morbo pensar lo lejos que había llegado con su único hijo. Él podría decir, a cualquier persona de extrema confianza, que su madre le había hecho un buen pete; incluso podría agregar que la muy puta se dejó acabar en la cara, y se tomó parte de la leche. Estos pensamientos formaron una extraña sensación de vértigo, en la boca del estómago de Diana. Era consciente de que había dado un enorme paso en la relación con Julián, algo que, indudablemente cambiaría sus vidas para siempre. Pero al menos tenía un buen motivo: lo necesitaban, para ganar dinero.
Diana extendió el video tanto como pudo, siguiendo con las lamidas, pero el pene de su hijo fue perdiendo rigidez. Cuando se dio cuenta de que la tarea era inútil, sonrió a la cámara, aún con semen en el rostro. Julián dio por finalizada la grabación.
—¡Uf, eso fue intenso! —Dijo el chico.
—¿Cuánto llegamos a grabar?
—Un poco más de dieciséis minutos.
—¿Los alemanes van a aceptar el video?
—Yo creo que sí… dura menos de lo que pidieron, pero cuando lo vean, se van a volver locos. ¡Te luciste, mamá! Eso fue espectacular.
—¿Y te gustó?
—Em… sí… supongo.
—Dale, decime la verdad… haceme sentir bien. ¿Soy buena petera?
—Sos la mejor que conocí en mi vida.
—¡Ay, gracias! Me pone contenta que nos tengamos tanta confianza… y me gustó mucho la forma en la que buscaste calentarme.
—Pensé que te iba a molestar…
—No, para nada. Es más… de ahora en adelante deberías hacerlo cada vez que vayamos a grabar, o a sacar fotos.
—¿Me estás dando permiso?
—Te estoy diciendo que no necesitás permiso. Hacelo cuando consideres que es necesario. A mí no me va a molestar, para nada. Ya somos grandes, y entendemos que nuestro trabajo tiene que ver con el sexo, y con la confianza. Así que vamos a dar un paso más, para que nuestra “relación laboral” mejore.
—Eso me parece interesante.
—Y, por cierto… chuparte la pija no me pareció tan difícil como imaginé. Es algo que no puedo hacer en frío… pero si ya estoy bien caliente, te la chupo.
—Eso nos va a venir bien, para futuros videos como éste.
—Em… no hablaba de los videos. —Diana comenzó a limpiarse el semen con una servilleta de papel—. Te voy a proponer algo… algo que nos va a hacer bien a los dos. Sé que es una locura, sé que sos mi hijo y que está mal. Pero también sabemos que nuestra situación es bastante peculiar. A mí me gusta chupar pijas, lo admito… me vuelve loca. Vos tenés una pija hermosa. De tanto editar fotos y videos porno, seguramente terminarás con la pija dura en más de una ocasión… haciéndote la paja. Para que nuestra relación se torne aún de más confianza, estoy dispuesta a aceptar algo que, en otro contexto, me parecería una absoluta locura. Cuando vos andes con la pija dura, yo te puedo hacer un pete. ¿Qué te parece?
—¿Estás segura, mamá?
—No, para nada. Esto es algo que digo ahora… y espero no arrepentirme más tarde. Pero si funciona, nos va a venir bien a los dos. Mientras sigamos siendo socios, podemos ayudarnos con eso. A mí me calienta chupar pijas, a vos te gusta que te la chupen. Es un trato justo. Y mirá que yo no tengo ningún problema en comerme una pija dos o tres veces en un día. Al contrario… ¡me encanta! Quiero volver a mis tiempos en los que andaba de petera, casi todos los días. Quiero chupar mucha pija. Además, con los petes, te voy a entrenar para que aguantes más… ya tenés un buen aguante, casi que llegamos a los veinte minutos. Pero todavía podés mejorar más.
—Pero… me dijiste que si estás fría, no te animarías a chuparla.
—Sí, y lo dije en serio. Ahí es donde entra tu parte en todo este asunto… si querés un pete… primero me vas a tener que calentar. ¡Tampoco te zarpes mucho! No te olvides de que soy tu mamá…
—Eso no me lo puedo olvidar nunca.
—Mejor… pero, unas arrimaditas no hacen ningún daño. ¿Cierto? También me dejo toquetear la concha… incluso me podés colar los dedos. Me podés chupar las tetas… me podés pasar la pija por la cara… por la concha… en fin, haceme lo que quieras, siempre y cuando no me metas la verga ¿Está claro?
—Clarísimo —dijo Julián, con una gran sonrisa.
—Por cierto… ¿andás con ganas de chuparme la concha?
—¿Eso también lo puedo hacer?
—¡Claro! Las chupadas están totalmente permitidas. Yo quiero ver cómo te calentás con la concha de mami —dijo, guiñando un ojo—. Sé que te gusta. ¡Las pajas que te habrás hecho pensando en mi concha! Quiero que la empieces a conocer desde más cerca.
Diana dio la vuelta y se inclinó hacia adelante, dejando las piernas bien estiradas, y separadas. Abrió sus nalgas con ambas manos.
—Dale —dijo la rubia—. Empezá a chupar, que estoy re caliente. Tu pija me vuelve loca.
Julián no perdió el tiempo, se puso de rodillas, con la cara entre las nalgas de su madre, y empezó a chuparle la concha. No era ningún experto en la materia, pero luego de la propuesta de Diana, sabía que tendría muchas oportunidades para practicar. Le encantó el sabor, entre dulce y salado, de los jugos vaginales. Le fascinaba pensar que miles de hombres fantaseaban con la concha de esa MILF, pero él era el gran afortunado que podía chuparla, lamerla, saborearla. Diana empezó a gemir, sin ningún tipo de disimulo, y se masturbó, para acompañar las lamidas de su hijo. Aún le daban vuelta por la cabeza las palabras que había dicho… esa propuesta todavía le parecía una locura, pero estaba dispuesta a hacer el mayor esfuerzo, para mantenerla en pie. Si pretendía seguir viviendo como modelo porno, entonces debía hacer sacrificios.
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Capítulo 11.
—1—
Desde la última sesión de fotos con Lautaro, a Julián le costó armarse de valor para seguir adelante con el proyecto. Tuvo que abandonar las absurdas fantasías de tener “jueguitos íntimos” con su madre, y centrarse en la verdadera razón por la que habían puesto en marcha este emprendimiento: el dinero.
De momento estaban bien económicamente, los pagos seguían llegando; pero él era consciente de que si no continuaban produciendo material de calidad, se quedarían en bancarrota en poco tiempo. Tenía un trabajo excelente, y no podía perderlo por culpa de sus actitudes infantiles y egoístas.
Contactó con la agencia alemana, les envió un nuevo pack de fotos, en las que ya se podía ver a Diana teniendo sexo con Lautaro. Además encargó un nuevo conjunto erótico para su madre. Luego de intercambiar varios mensajes con los alemanes, supo cuál debía ser su siguiente paso.
Fue en busca de su madre. Eran casi las once de la mañana y Julián se dio cuenta de que no la había visto en el transcurso del día. Si bien Diana ya no tenía un trabajo con un horario fijo, no acostumbraba levantarse tan tarde. A ella le gustaba aprovechar la mañana para tomar tranquila su desayuno, y luego ponerse con los quehaceres domésticos. Si no tenía nada para hacer, no desperdiciaba las horas durmiendo; prefería mirar alguna serie en Netflix o leer un libro.
Preocupado, Julián se acercó al cuarto de su madre.
—Mamá, soy yo —dijo, dando dos golpecitos a la puerta. No hubo respuesta—. Mamá… ¿estás despierta? —Volvió a golpear—. ¡Mamá!
Al no escuchar nada, abrió la puerta. En la penumbra pudo divisar a su madre durmiendo boca abajo, estaba completamente desnuda. Encendió la luz. La melena rubia, que cubría buena parte de las almohadas, brilló con intensidad. Las grandes nalgas de Diana sobresalían, como una montaña en una llanura. El chico admiró los gajos vaginales de su madre, que eran completamente visibles, gracias a la separación de sus piernas. Sintió un cosquilleo agradable en la punta de su verga.
—Mamá —dijo, sin levantar demasiado la voz.
Diana contestó con un quejido somnoliento.
—Mamá, despertate… ya son las once —Julián hizo memoria, su madre había salido durante el día anterior, pero volvió temprano. Lo supo porque encontró su juego de llaves, en el lugar en que ella siempre las dejaba—. ¡Mamá!
—¿Eh? ¿Eh? ¿Qué pasa? —Diana dio media vuelta e intentó fijar la vista en ese hombre que estaba parado al borde de la cama. No sintió miedo, porque lo reconoció de inmediato—. ¿Qué mierda querés, Julián? ¡Estoy durmiendo!
—Ya sé, pero son las once de la mañana… ¿a qué hora te acostaste?
—¿Eh? ¿Las once? ¿Ya?
—Sí…
—Uf… —Diana se sentó en la cama. Su rostro mostraba claros signos de haber dormido demasiado. Ya no se parecía tanto a la bella y radiante rubia de las fotos que llegaban a Alemania, pero a más de uno se le hubiera parado el corazón al verla desnuda. Julián admiró cómo se balanceaban esas grandes tetas—. ¡Dormí como doce horas! Me duele la cabeza…
—Y sí… si dormiste tanto, es lógico que te duela la cabeza. ¿Qué te pasó? ¿Por qué andabas con tanto sueño? ¿No habrás estado tomando mucho whisky? —Julián preguntó esto luego de ver el vaso ancho que estaba sobre la mesa de luz, totalmente vacío.
—No, la verdad es que no tomé mucho… solamente un vasito…
—Mmmm… ¿segura?
—Sí, Julián… no soy una alcohólica. Me gusta tomarme un vaso de whisky de vez en cuando. Anoche tomé uno, eso fue todo… no me andes interrogando como si yo fuera una criminal.
—No te estoy interrogando, mamá. Solamente estoy preocupado. Vos nunca dormís tanto.
—No sé… tal vez no me sentía muy bien anímicamente… pero no tenés que preocuparte. Estoy bien. ¿Pasó algo, o sólo me despertaste porque era tarde?
—Te desperté porque ya era tarde. Además te quería comentar que a los alemanes les encantó el pack que le mandé… me refiero a las de la sesión con Lautaro. Tenemos fotos como para mandar al menos dos packs más… tal vez tres.
—¡Qué bueno! —Exclamó, mientra se restregaba los ojos con el dorso de la mano—. Espero que nos paguen bien.
—Sí, pero te tengo otra buena noticia… bah, en realidad son dos.
Julián todavía se sentía mal por la discusión que tuvo con su madre, luego de la segunda sesión de fotos con Lautaro. Reconocía que se había comportado como un idiota al pedirle al modelo que se marchara tan pronto. Podrían haber aprovechado mejor el día, y ahora tendría material suficiente para dos o tres packs más. Se esmeró para arreglar la situación, y esperaba poder demostrarle a su madre que estaba comprometido con el negocio.
—¿Qué sorpresas? —Preguntó Diana. Esta vez se frotó los ojos con la yema de sus dedos, como si con eso pudiera alejar el dolor de cabeza.
—No parecés muy alegre… antes, cada vez que venía con buenas noticias, te brillaban los ojos. Bueno, no importa. Lo primero es que ya te pedí un nuevo conjunto de ropa interior, imagino que te va a gustar mucho. Es un corsé blanco, con medias de…
—Ah, qué bueno. ¿Y qué más?
Julián se detuvo en seco. Por lo general a su madre le alegraba mucho recibir ese tipo de conjuntos. La miró durante unos segundos, pero ella no dijo nada.
—Em bueno… lo otro es todavía más importante. Hice un trato con los alemanes, que nos podría dejar muy buenas ganancias. Tal vez las mejores hasta el momento.
—¿Qué, de verdad? —Esta vez Diana pareció alegrarse un poco más, y eso entusiasmó a Julián.
—Sí, de verdad. Es un trato genial. Como me comprometí a hacerlo, incluso dijeron que nos pagarían una parte por adelantado.
—¿Otra vez haciendo compromisos antes de consultarme?
—Sí, pero, mamá… éste te va a encantar. Como la pasaste tan bien con Lautaro, imaginé que podríamos aprovechar eso. Esta vez no les vamos a mandar una foto tuya… vamos a hacer un video.
—¿Qué? ¿Un video de qué?
—Un video tuyo jugando al Scrabble… ¿de qué va a ser mamá? ¡Un video porno! Pero no te preocupes, tampoco es que tengamos que hacer una película… es sólo un pequeño video, en el que vos le estarías chupando la verga a Lautaro. Pidieron que sea, al menos, de veinte minutos de duración y…
—Esperá… ¿con Lautaro?
—Sí, ¿con quién más? —Julián notó cómo los ojos de su madre se abrían mucho—. ¿Viste? Yo sabía que la idea te iba a encantar. Sé que Lautaro te gustó mucho, eso se notó. Puede que yo me haya puesto un poquito celoso, y pido perdón por eso… pero ahora tenés la chance de hacer un video con él, y vas a poder lucir todos tus dotes sexuales.
—¡Ay, me vas a querer matar! —Exclamó Diana, cubriéndose la boca con una mano.
—¿Por qué? ¿Qué pasó? ¿No me vas a decir que no te animás a filmar un video, después de todo lo que hiciste con Lautaro?
—No, no… no es eso. Sí me animo… el problema es que… arruiné todo… con Lautaro.
Esta vez fue Julián quien abrió mucho los ojos.
—¿Qué cagada te mandaste, mamá?
—No me retes… —Por primera vez en su vida Diana sintió que los roles con su hijo se habían invertido. Siempre había sido ella la de mayor autoridad, la que retaba a Julián si se mandaba una macana. Pero ahora era ella la que se sentía culpable y tenía miedo de recibir algún castigo por su comportamiento—. Fui a ver a Lautaro… es que ese tipo me encantó. Es tan hermoso… y llegó en un momento de mi vida en el que yo estaba dispuesta a soltarme sexualmente. Quería dejar de reprimirme, como lo hice durante tantos años. Con él me pude liberar completamente. Tenía ganas de salir a pasear con Lautaro, conocerlo un poco mejor… pero fui una boluda. Todo salió mal. Resulta que él es gay, y no le interesan las mujeres; para nada. Quedé como una idiota… fue uno de los momentos más humillantes de mi vida. No sabía con qué cara mirarlo. Por eso llegué a casa, me tomé un whisky, y me dormí… no quería despertarme. Por eso estuve durmiendo tantas horas. Me siento muy mal por lo que pasó ayer con él… y ahora vos me venís con esto.
Julián permaneció en silencio, mirando fijamente hacia los ojos de su madre. Su mente intentaba procesar todo lo que ella había dicho, y las consecuencias que ésto les traería.
—No te lo puedo creer —dijo, luego de unos segundos—. Teníamos el negocio perfecto… todo iba cada vez mejor… y….
—Perdón… fui una boluda.
—No… no… ¿perdón por qué? O sea… no creo que hayas hecho nada malo. Vos no sabías que el tipo era gay… yo tampoco. Es más, si me hubieras preguntado si vos tenías chances con él, te hubiera dicho que sí, totalmente. Me dio la impresión de que vos al tipo le calentabas mucho. Desde el primer día te trató muy bien. La segunda vez lo hiciste acabar enseguida.
—Sí… y ahora, sabiendo que él es gay, pienso en ese momento y me siento todavía más culpable. Me porté como una puta…
—Y yo como un boludo, porque le dije que se fuera. No sé… me sentí mal al verte con él, qué se yo…
—Te pusiste celoso. Eso lo entiendo. Soy tu mamá… no debió ser fácil para vos verme en esa situación. Me dejé llevar mucho por mis impulsos. Siendo honesta, yo ni siquiera estaba pensando en el trabajo, mi única finalidad era tener sexo con ese tipo. Me puse como loca cuando lo vi… es que… no sabés los años que llevaba sin que me dieran una buena cogida. Lo necesitaba, me da un poco de vergüenza admitirlo, pero es la verdad. Necesitaba que me metieran una buena pija. Y por esa desesperación, arruiné todo.
—No te sientas mal, mamá… es una lástima que ya no podamos trabajar con Lautaro, era un excelente modelo. Pero al menos la pasaste bien con él. Eso no lo podés negar.
Diana sonrió.
—Sí, eso es muy cierto. No lo puedo negar. Con él me saqué un poco las ganas. Pero, volviendo a la realidad, tenemos que seguir generando dinero. ¿Ahora qué vamos a hacer? ¿Hay posibilidades de contratar otro modelo?
—No… o sea, sí… pero nos saldría tres o cuatro veces más caro. Porque el único modelo que ellos tenían disponible en esta ciudad era Lautaro. Y estos alemanes no contratan a cualquiera. Vos ya viste cómo era ese tipo. Se notaba que era un modelo profesional, de buena calidad.
—Sí… pero nunca se quejaron de tus fotos… me refiero a las fotos en las que aparece tu verga.
—Bueno, es que ellos dijeron que ese modelo (no saben que soy yo) tenía buenos… atributos.
Diana soltó una risita, que contrastó con su mal humor.
—Básicamente te dijeron que tenés la verga grande, y eso es bueno para el negocio.
—Sí, puede ser… —Julián estaba un poco avergonzado.
La rubia hizo una pausa de unos pocos segundos, luego miró a su hijo, diciendo:
—Qué raro que no me hayas planteado la única alternativa posible que tenemos para salir del paso.
—¿Qué alternativa? Ellos nos van a pagar por un video… y ahora nos quedamos sin Lautaro.
—Está bien, no lo digas. Creo que ya tomaste la iniciativa muchas veces, y buscaste soluciones para las dificultades que tuvimos. Esta vez me toca a mí hacerlo. No me gusta un carajo hacerlo así… pero ya te comprometiste, van a pagar mucho, y además por adelantado. No soy tonta, por más que nos esté yendo bien con las fotos, de vez en cuando tenemos que mandar algo de material nuevo. La única alternativa que tenemos es hacer el video juntos. Vos y yo. Como cuando hicimos las fotos… pero con más movimiento.
—¿Estás segura? Mirá que…. es un video… o sea, en las fotos podías disimular un poco. Porque no se ve el movimiento… pero en el video…
—Sí, ya sé… en el video tiene que parecer algo real. Pero tenemos que hacerlo, nos guste o no. De verdad que no me agrada la alternativa. Me costó acostumbrarme a tener tu verga en la boca, y sé lo que eso genera en mí. De a ratitos me puede parecer un poco morboso, pero después… en frío… empieza a parecerme una locura. Pero a ésta locura ya la empezamos hace rato, y nos está rindiendo muy bien, económicamente. No podemos tirar la toalla ahora. Me mandé una cagada con Lautaro, y es por mi culpa que hay que hacerlo de esta manera… me la tengo que bancar. No me queda otra. ¿Vos estás dispuesto a intentarlo?
Julián sintió cómo todas esas absurdas fantasías que tenía en mente, volvían a cobrar vida, y ahora brillaban más que nunca. Le causaba un morbo increíble que su madre posara con su verga en la boca… y no podía siquiera adivinar todo lo que le produciría hacer un video porno con ella.
—Sí, yo estoy dispuesto —dijo, sin dudarlo.
—Bien, entonces… ¿cuándo lo vamos a hacer? Hoy no, porque no estoy de ánimo para nada…
—Lo vamos a hacer cuando llegue el nuevo conjunto de ropa interior. Parte del contrato dice que tenés que usar eso.
—Bien, eso al menos me da unos días para concientizarme un poco. Aunque creo que daría lo mismo tener un día que un año… no va a ser fácil. Bueno, voy al baño, a lavarme un poco la cara… ya vengo.
Diana salió de la habitación durante unos minutos, y regresó mucho más fresca y vigorizada. Encontró a su hijo sentado en la cama; su mirada se cruzó con el bulto del pantalón, era evidente que al chico se le estaba poniendo dura. La rubia se miró a sí misma y entendió bien por qué—. Veo que se te despertó el amiguito.
—Em… sí, perdón… es que…
—Es que nada, sonso. Ya aclaramos este asunto. Vos no podés evitar excitarte al ver una mujer desnuda, y ¿sabés qué? Me alegra mucho saber que todavía sigo causándote ese impacto. —Ella subió a la cama con una gracia felina, caminó en cuatro patas, y sus grandes pechos colgaban y se balanceaban hipnóticamente—. Después de lo que pasó con Lautaro, me hace sentir bien saber que alguien se le para la verga al verme. —Ella se sentó al lado de Julián, los ojos del chico fueron directamente hacia la concha perfectamente depilada—. ¿Andás con ganas de tocarte un rato?
—¿Eso te molestaría?
—No, al contrario. Me ayudaría a distraerme un poco… me vendría bien sentirme linda, y admirada… aunque sea por vos.
—¿Aunque sea yo? Eso no sé si tomarlo como algo bueno o algo malo.
—Tarado… —le dio un golpecito en la pierna—. No lo digo porque vos seas poca cosa, sino porque sos mi hijo. Pero también sos hombre, y se te para la verga al verme desnuda. Me está gustando cada vez más eso. Seré tu madre, pero me gusta saber que te calentás con mi cuerpo, que te gusta lo que ves. —Ella se agarró las tetas y las levantó—. Me agrada saber que fantaseás con cogerte a una mujer que tenga un cuerpo como el mío. ¿Te cogerías a una veterana como tu mamá? —Ella bajó una de sus manos, hasta encontrarse con el bulto, lo acarició suavemente, sintiendo cómo el pene se despertaba cada vez más.
—Por supuesto… si está tan buena como vos, me encantaría. Además ya tuve experiencias con chicas de mi edad, y después de verte coger con Lautaro me di cuenta que vos tenés más experiencia… me da mucha curiosidad coger con una mujer hermosa y experimentada.
—Me gustaría tener más experiencia… pero bueno, vos ya conocés mi historia. No me la puedo dar de santa… me cogieron de lo lindo… con el Tano aprendí a coger, y cuando me viste con Lautaro, puse en práctica mucho de lo aprendido. Sé que esto puede sonar terrible… pero ahora, viendo todo en retrospectiva, cómo me encanta haberlo hecho bien cornudo a tu papá, y tener un tipo bien pijudo que me cogía todas las tardes. —Ella siguió acariciando el bulto, esta vez ejerciendo más presión. Julián no dijo nada—. Ese sí que me cogía bien, no como tu papá, que la tenía medio chica… y además acababa enseguida. El Tano, en cambio, me clavaba la pija y no me la sacaba hasta dejarme la concha bien abierta. Nunca le pude contar a nadie estas cosas… porque me daba miedo de que pensaran mal de mí… porque no tengo excusas; por más que yo a veces intente convencerme de que sí. Me porté como una hija de puta con papá… y lo peor de todo es que lo disfruté… bah, no, creo que incluso es peor decir que no me arrepiento de haberme portado así. Me encantó… y si él aún estuviera vivo, tal vez lo haría otra vez. No porque no lo ame, al contrario… siempre lo amé mucho. Es por el inmenso morbo que me daba ponerle los cuernos de esa manera, con un tipo que me cogía mucho mejor que él.
El pecho de Julián palpitaba tanto como su verga. Por más que no quisiera reconocerlo verbalmente, lo que su madre le contaba le estaba afectando de dos formas contradictorias. Por un lado sentía la excitación de escucharla hablar de una forma tan sexualmente explícita; por el otro sentía cierto rencor hacia ella, y un poco de celos hacia el Tano. Él había amado a su padre, y por más que le hubiera dicho a su madre que no le importaba que ella lo hubiera engañado… el tiempo que tuvo para procesar la información hizo que esta noticia le pesara más. Ahora Diana estaba admitiendo que hasta disfrutó poniéndole los cuernos a su marido. Le hubiera gustado que ella mostrara un poco de arrepentimiento, como la última vez que hablaron del tema; pero parecía que esa culpa se había disipado completamente.
—¿Querés que te siga contando, o te estoy poniendo incómodo? —Preguntó la rubia, arrancando a Julián de sus pensamientos.
El chico se debatió entre las dos posibilidades que tenía. Decirle a su madre que no hablara más de ese asunto tal vez sería lo mejor para su mente; así no seguiría aportando humillación a la memoria de su padre. Sin embargo la curiosidad y el morbo le decían que valía la pena correr el riesgo. Ésta era una oportunidad inmejorable para conocer los secretos más oscuros de su madre, y si no la aprovechaba ahora, corría el riesgo de que algo así no volviera a repetirse.
—No me pone incómodo —mintió—. Seguí contándome.
—¿Estás seguro? Porque no quiero que esto empeore la imagen que tenés de mí. Desde ya te advierto que fui muy cruel con tu papá, y no sólo por meterle los cuernos, sino por las cosas que le hice. Por aquella época estaba como drogada por el morbo que me producía la situación, y no podía detenerme. Hice muchas locuras. Algunas de las cosas que tengo para contar podrían provocar que te enojes conmigo.
—No me voy a enojar, lo prometo. Quiero saber todo lo que hiciste. Al fin y al cabo, vos lo disfrutaste, y me alegro por eso. —Esa era una verdad a medias. Sí le ponía contento saber que su madre había disfrutado de aquellas experiencias sexuales, y al mismo tiempo le daba morbo; pero por otra parte podía sentir la bronca que hubiera sentido su padre de enterarse del asunto. Sin embargo se mantuvo firme en su postura—. Me intriga mucho saber qué cosas le hiciste, y te repito, no me voy a enojar con vos. Papá murió feliz, de haber pasado una vida junto a vos, y eso nada lo puede cambiar. Él nunca se enteró de que lo engañabas.
—Tal vez nunca lo confirmó, pero le di muchos motivos para sospechar de eso.
Esto fue como una puntada en el costado, para Julián. Hubiera preferido saber que su padre abandonó este mundo sin sospechar de la traición de su esposa. Pero ya era demasiado tarde, Julián no podía hacer nada para cambiarlo.
—Bueno, no importa —dijo, aunque sí importaba—. Vos contame igual, y no omitas detalles.
Diana metió la mano dentro del pantalón de su hijo y le agarró la verga. Le encantó sentir la suavidad y la tibieza de la piel del pene. Lo liberó de su prisión, y comenzó a masturbarlo lentamente. Con la otra mano se acarició la concha, los dedos se le humedecieron. Su cuerpo se acaloró, y los pezones se le pusieron duros. Todos los recuerdos que le inundaban la mente la estaban excitando tanto como tener esa gran verga entre sus dedos.
—Al principio de mi relación con el Tano, me daba mucho miedo que él viniera a casa… a pesar de que tu padre trabajaba en un horario específico, y siempre volvía a la misma hora; cabía la posibilidad de que llegara antes, de imprevisto. No pasó ni una semana de mi amorío con el Tano, que ya estaba absolutamente convencida de que ese riesgo me excitaba más. Mientras el tano me tenía contra el sofá, pegándome una cogida tremenda, yo pensaba: “Ahora mismo vuelve mi marido, y ve cómo me están garchando, como a una puta”. Por eso mismo yo prefería hacerlo en el living… era más arriesgado. A tu padre le tomaría menos tiempo encontrarme, si llegaba a la casa. Sin embargo a veces también lo hacíamos en esta misma pieza. Me gustaba que tu padre se acostara a la noche en la misma cama en la que a mí me habían estado metiendo la pija durante toda la mañana.
>Para colmo a mí empezó a gustarme eso de jugar al filo del peligro, y le pedía al Tano que se quedara cada vez más tiempo… cada vez más cerca del horario en el que tu papá volvía de trabajar. Para evitar que los vecinos vieran al Tano entrar y salir, o evitar que tu padre se lo cruzara en la calle, yo lo hacía salir por el patio. El Tano saltaba el tapial y ya quedaba en la calle de atrás. Una vez casi ocurre eso que yo me temía, pero que a la vez me excitaba: el Tano estaba en el patio cuando tu papá volvió. Por suerte no se vieron el uno al otro, pero yo estaba en el sofá, completamente desnuda, haciéndome tremenda paja. No habían pasado ni veinte segundos desde que había tenido la pija bien metida en la concha. Tu papá me saludó diciendo algo como: “¡Epa! No esperaba encontrarte así”. “Es que ando muy caliente”, le dije, sin dejar de tocarme. “¿Y en qué pensabas?”, me preguntó. Ahí fue cuando me fui un poco al carajo, le dije: “Estaba fantaseando con que un macho bien pijudo me cogía, mientras vos estabas trabajando”...
—¿Qué? ¿Eso le dijiste? ¿A papá? —Preguntó Julián, incrédulo.
—¿Te molesta que le haya dicho eso?
—Y sí… es que… básicamente le confesaste tu infidelidad, en la cara…
—Dijiste que no te iba a molestar…
—Pero no pensé que fueras a decir una cosa así.
—¿Qué pensabas que te iba a contar?
—No sé, que te veías con el Tano… y que a papá lo dejabas fuera del asunto.
—Eso no fue lo que pasó. De forma indirecta, tu padre fue parte del asunto. Admito que no me porté nada bien con él… —ella apartó la mano del pene de Julián—. Pero no quiero que mi hijo piense mal de mí. Pensé que ya teníamos un vínculo de confianza que nos permitía contarnos estas cosas… pero me equivoqué.
—No… este… seguí contándome…
—No, Julián. Evidentemente vos todavía no estás listo para lo que yo quiero contar.
—¿Así que ahora no me vas a decir nada más?
—No, por el momento. Pero cuando vea que estás mejor preparado, te lo cuento. No quiero que terminemos peleados por este asunto. Sé que me porté super mal con tu papá, y no necesito que nadie me lo recuerde. Yo quiero contarte estas estas cosas, para que alguien entienda por qué a mí me causó tanto morbo; pero todavía no estás listo.
—Pero… yo quiero saber.
—Y lo vas a saber… a su debido tiempo. Pero por ahora lo dejamos así, intentá pensar en las cosas que te dije, y fijate si podés manejarlas un poquito mejor. Si podés con eso, te cuento lo demás. Porque si sólo con el principio ya te pusiste así, cuando te cuente todo el resto me vas a odiar. Bueno, voy a ver si me pongo a hacer algo más productivo, como preparar el almuerzo. Otro día volvemos a este tema. Ahora sólo nos queda esperar a que llegue la ropa de Alemania.
Diana se vistió de forma casual, y salió del cuarto, dejando a Julián con una potente erección que, poco a poco, se fue desvaneciendo. El chico se lamentó por ser tan bocón, si se hubiera quedado callado, su madre le hubiera contado alguna anécdota morbosa. Pero, una vez más, él lo había arruinado todo.
—2—
El nuevo conjunto erótico para Diana llegó tres días después. Ella lo sacó de la caja con entusiasmo. Aún no se encontraba del todo bien; pero unos días de distracción, con series y películas de por medio, la ayudaron a despejarse un poco. Julián estaba sentado frente a ella, tomando su leche chocolatada de todas las tardes.
—¿Y, qué te parece? —Preguntó Julián.
—Ah, bueno… ¡Me tengo que probar esto ahora mismo!
Diana fue hasta su cuarto, llevando la caja. No le daba ningún tipo de pudor desnudarse frente a su hijo, pero quería sorprenderlo.
En cuestión de un par de minutos ya tuvo puesto el nuevo conjunto. Se miró al espejo, con una gran sonrisa dibujada en los labios. Toda la ropa que recibió de la agencia alemana le gustó, pero éste ya se había vuelto su conjunto favorito apenas se vio dentro de él. Le quedaba perfecto, como si hubiera hecho especialmente para ella. La tanga era demasiado pequeña, y apenas le tapaba los gajos vaginales; pero le encantaba el efecto que producía y la forma en la que dejaba a la vista todo su pubis.
Salió de su cuarto y volvió a encontrarse con Julián, sin decir nada, comenzó a desfilar frente a él, frenando ocasionalmente para mostrar sus nalgas o agacharse un poco. El conjunto estaba formado por una diminuta tanga blanca, medias de encaje y el acostumbrado portaligas. Pero lo que más fascinó a la rubia fue el corset, que poseía tiras entrecruzadas que iban desde su ombligo hasta sus tetas. Como estaba muy ajustado, sus grandes pechos parecían a punto de reventar.
—¡Woooow! —Dijo Julián, admirando a su madre—. Te queda mucho mejor de lo que me imaginaba.
—Si lo elegiste vos, tengo que admitir que tenés buen ojo para ésto.
—Sí, lo elegí yo… apenas lo vi me imaginé que te iba a quedar bien. En la foto lo estaba modelando una chica muy linda, pero te aseguro que a vos te queda mucho mejor que a esa modelo.
—Te creo —dijo, soltando una risita juvenil—. Sé que suena poco modesto decirlo, pero me siento tan bien con esto puesto, que no me importa. Espero que cuando hagamos el video, se pueda lucir bien.
—Sí, pero no sólo va a ser eso. O sea, no te expliqué todo porque me pareció que lo importante era, justamente, el video. Pero primero tenemos que hacer una sesión de fotos con ese conjunto… y algunas otras fotos con…
—¿Con la pija en la boca? —Julián asintió con la cabeza—. Sí, me imaginé algo así. Sería como un pack de fotos donde el video es el premio mayor.
—Exacto, lo van a ofrecer a buen precio. Algunas de las fotos se usarían para publicitar el pack.
—Yo no pienso sacarme esto en todo lo que queda del día, así que cuando vos quieras podemos empezar con las fotos.
—Me parece genial, voy por la cámara. Empezamos ahora mismo.
La primera parte de la sesión la tenían tan ensayada que para los dos fue casi rutinaria. Mientras Diana buscaba posiciones sensuales, usando el sofá como apoyo, Julián se concentraba en buscar el mejor ángulo. Si bien al chico se le subió la temperatura al ver a su madre vistiendo ese conjunto tan erótico, no llegó a tener una erección. Si esta misma sesión hubiera sido la primera o la segunda, andaría con un garrote entre las piernas; pero ya se había acostumbrado a ver a su madre con ropa sugerente.
Diana, por su parte, tampoco sintió demasiada calentura al posar, aunque sí estaba alegre, porque ya podía imaginar lo bien que saldrían estas nuevas fotos.
Llegó el momento de posar con la verga en la boca, y ella encaró la situación con cierta naturalidad. Se arrodilló frente a Julián, le quitó el pantalón y empezó a masturbarlo. Con este estímulo tan directo, el pene se puso duro en cuestión de segundos.
Diana sonrió y luego abrió su boca, para dejar entrar la verga. El contacto la hizo sentir incómoda, ya se había mentalizado de que no tendría que volver a hacer algo así con su hijo, pero allí estaba. De todas maneras se esforzó para que eso no se notara en las fotos. Miró a la cámara como si estuviera viendo a un viejo amante y mantuvo el miembro en su boca tanto tiempo como fue necesario. Lo dejó salir cuando Julián le dijo que ya había tomado las fotos.
La rubia se acercó al sofá y se sentó, las manos comenzaron a transpirarle, y el corazón se le aceleró. Había hecho todo lo posible por no pensar en este momento, pero ya no quedaba más alternativa. Tenía que encarar la situación con valentía, porque el problema lo había causado ella. De no haber sido tan calentona e impulsiva, Lautaro aún sería su modelo, y le estaría chupando la verga con mucho gusto. Pero el error ya había sido cometido, y no podía revertir la situación.
Diana supuso que lo mejor era actuar sin pensar demasiado, dejar que su instinto sexual hiciera todo el trabajo. Esperó a que Julián cambiara la cámara, por una ideal para grabar videos. Le agarró la verga y sin ningún tipo de preámbulo, abrió la boca y se la tragó hasta la mitad. Su cabeza comenzó a subir y a bajar, y la saliva se fue acumulando dentro de su boca. La rubia intentó imaginar que se trataba de su viejo amante, el Tano, o de Lautaro… pero cada vez que esa verga entraba en su boca, sólo podía pensar: “Éste es tu hijo, Diana. Es tu hijo y le estás haciendo un pete. ¿De verdad pensaste que iba a ser más fácil porque es tu trabajo?”.
Definitivamente no era más fácil. La excusa del trabajo le había servido mucho, hasta el momento; pero éste era un nivel diferente. Ahora debía chuparle, literalmente, la pija a su hijo… hasta hacerlo acabar. No sólo debía tenerla dentro de la boca, sino que además debía proporcionarle a Julián todo el placer sexual posible, para que el eyaculara…
Dejó salir la verga, y se dedicó a masturbarla durante unos segundos. De vez en cuando le pasaba la punta de la lengua por el glande. Eso le servía para demorar un poco más la incomodidad de tener ese miembro dentro de la boca. Sin embargo sabía que pronto debía volver a tragarlo. Al mirar hacia arriba se encontró con la cámara, que apuntaba directamente a su cara. Eso le gustó, porque la cámara impedía que tuviera que mirar a su hijo a los ojos. Pero por más que quisiera engañar a su mente… ese seguía siendo su hijo.
—No puedo —dijo Diana, poniéndose de pie, repentinamente—. Lo intenté, pero no puedo. Lo siento mucho.
—Está bien, mamá… no te preocupes. Sé que lo intentaste, y para mí también es difícil, no creas que no. —Julián lo decía en serio, para él también había sido una pequeña tortura; su problema era que Diana se la estuvo chupando tan bien, que estuvo a punto de acabar. Eso hubiera arruinado el video—. Le pediré disculpas a la agencia alemana, y les devolveré el dinero.
—Pero… eso nos va a perjudicar mucho. —La preocupación se hizo evidente en la cara de la rubia—. Además, me imagino, que tendremos que pagarles más de lo que nos dieron. Como una especie de multa.
—Sí, es lo más probable; porque nos comprometimos a hacerlo… mejor dicho, yo me comprometí. Vos no tuviste la culpa.
—Sí que la tuve… yo arruiné todo con Lautaro. Vos no sabías nada de eso. Tu idea fue perfecta, era una excelente forma de mejorar nuestros ingresos. Yo me mandé una cagada… vos no. Vos hiciste lo mejor para nosotros. Hice el esfuerzo por grabar el video con vos; pero no puedo. Me resulta muy difícil.
—Hubo momentos en los que no te costó tanto metértela en boca.
—Sí, es cierto… pero fueron momentos de mucha calentura, ni siquiera estaba pensando.
—Ajá, ya veo… entonces esa puede ser la solución que buscábamos —dijo Julián, dejando la cámara sobre una mesita, junto al sofá.
—¿A qué te referís? —Diana preguntó automáticamente, porque sabía perfectamente lo que su hijo intentaba decirle.
—Habrá que calentarte… lo suficiente como para que ya no te dé tanto pudor chuparme la pija. —Avanzó hacia su madre, con toda su erección por delante.
—Pero Julián… este… no sé si quiero que vos me calientes. —Diana se atajó con las manos, como si su hijo fuera un depredador sexual. No le tenía miedo, en absoluto… lo que temía era que la propuesta de Julián funcionara.
—No sería la primera vez que vaya a verte excitada, mamá… ni sería la primera vez que te calentás con mi verga ¿o me lo vas a negar? —En lugar de encarar a su madre por delante, la rodeó, posicionándose detrás de ella. Se aferró a esas grandes tetas, y arrimó su verga, hasta que quedó encajada entre las voluminosas nalgas de la rubia.
—Emm… no, no puedo negar eso. Pero ya me había mentalizado de que eso no se iba a repetir. Por más trabajo que tengamos… no está bien. Me incomoda, y me da miedo.
—Pero eso se te pasa una vez que estás calientes… cuando te excitás parecés otra persona. Dejás salir a la Diana que lleva tantos años reprimiéndose. —Mientras hablaba, Julián pellizcaba los pezones de su madre.
Diana pudo sentir como su temperatura corporal se incrementaba rápidamente. No sabía que su hijo pudiera ser tan diestro con los toqueteos… esto no se parecía mucho a la vez que estuvieron en la ducha y ella lo dejó manosearle las tetas. Ahora no parecía haber curiosidad en Julián, sino una clara intención por excitarla. Una de las manos del chico bajó, hasta encontrarse con la lampiña concha de la rubia. Ella suspiró ante el electrificante placer que le brindaron esos dedos que jugueteaban con su clítoris. Para Diana fue casi como revivir aquellos momentos con el Tano, que la tocaba de con esa misma impertinencia.
—Bueno… emm… puedo hacerlo yo solita —dijo Diana—. Yo me puedo tocar hasta calentarme…
—Pero este método es más efectivo…
La rubia no podía negar eso, sin duda ser tocada por otra persona era mucho más efectivo que hacerlo sola… además su hijo estaba dando muestras de habilidad. Lo que más preocupaba a Diana era la forma en la que el pene de su hijo se frotaba contra su vulva.
Julián coló dos dedos dentro de la concha de su madre, y dijo:
—¿No andás con ganas de chupar una verga?
Diana se derritió con esas palabras, muy similares a las que le decía su viejo amante, el Tano. Ya estaba fantaseando con la idea de ponerse de rodillas, y que le metieran una buena verga hasta el fondo de la garganta.
—Mmm… sí…. —dijo ella, entre suspiros—. Me la quiero comer toda…
Ella empezó a frotarse contra la verga de su hijo, estaba perdiendo el control sobre su propio cuerpo, reaccionaba por puro instinto sexual. Si su hijo hubiera sido el Tano, en ese momento la hubiera agarrado de los pelos, para obligarla a tragarse toda la pija. Diana hasta flexionó las rodillas, preparándose para ese momento que nunca llegó. Si bien Julián poseía iniciativa, y la tocaba muy bien, carecía de la brusquedad natural del Tano. Pero ésto no enfrió a Diana, ella aún tenía el corazón palpitando con fuerza, porque esa verga contra la que se estaba frotando, era la de su propio hijo. Se sintió una pésima madre, pero el miedo que había experimentado segundos antes, se había convertido en morbo. Tenía la excusa perfecta, nadie podría tratarla de degenerada. Lo iba a hacer obligada por la situación, por trabajo… necesitaban el dinero. Y si para conseguirlo tenía que darle una buena chupada a la verga de Julián, entonces lo iba a hacer… tenía que hacerlo.
—Agarrá la cámara… que me voy a comer toda esa pija. Ahora vas a ver lo buena petera que es tu madre.
Julián no dejó pasar la oportunidad. Se sentó una vez más en el sofá, y con la cámara en mano, le ofreció su erecto pene a su madre.
Diana se arrodilló, agarró la verga con una mano y se la tragó hasta la mitad. Miró con lujuria a la cámara, y empezó a mamar. Ahora sus movimientos eran más seguros, como si hubiera olvidado por completo que le estaba haciendo un pete a su hijo. La estaba chupando de la misma manera que lo había hecho tantas veces con el Tano. La chupaba como una puta sedienta de verga.
Se esforzó por tragar tanto como pudo, el llevarla hasta el fondo de su garganta no le daba arcadas, porque ya había aprendido a hacerlo bien. Con el tano tuvo mucha práctica… pasó horas de rodillas, a veces frente a ese mismo sillón, chupándosela a su amante. Gozando de los cuernos que le estaba poniendo a su marido… y el mayor disfrute lo tenía al saber que el Tano tenía una verga más ancha, y más larga… una verga de otro calibre. Una verga como la de su hijo.
Diana empezó a pajearse con la mano izquierda, sin apartar la derecha de ese miembro viril. Mientras su cabeza subía y bajaba, el morbo se mezclaba dentro de ella. Morbo por los recuerdos de su amante, y porque le estaba chupando la pija a Julián. A su Julián. Lo estaba disfrutando tanto que llegó a preguntarse por qué no se la chupó antes. ¿Hubiera estado mal? Al fin y al cabo ahora tenía una relación de extrema confianza con su hijo. ¿Qué tan malo podía ser un pete de vez en cuando? Una pequeña forma de devolverle el favor.
Bajó la intensidad de la mamada, no porque tuviera miedo, o porque se sintiera culpable; sino porque recordó que el video debía durar al menos veinte minutos. No podía provocar la eyaculación antes de tiempo, por lo que empezó a jugar suavemente con la punta de su lengua, en el glande. Así le daba tiempo a Julián de reponerse de una chupada tan intensa. Volvió a mirar a la cámara, mientras lamía todo el largo de la verga. Le calentó pensar en la cantidad de hombres que mirarían ese video, imaginando que Diana les chupaba la verga a ellos.
Cuando pasaron unos segundos empezó a masturbar a su hijo con la mano derecha, mientras con la izquierda seguía estimulándose el clítoris. La verga no había perdido rigidez, y eso le encantó. Le gustaba sentirla bien dura dentro de la boca. Se la tragó tanto como pudo, aunque el pene no entraba completo; siempre quedaban un par de centímetros afuera, por más que se esforzara.
Tenía ganas de decir cosas sucias, como lo había hecho al chuparle la verga al Tano. Quería rebajarse, sentirse una puta… quería que su amante le dijera que lo puta que era; pero sabía que eso no iba a ocurrir. Su hijo no le diría esas cosas, y como el video era para una web alemana, consideró poco apropiado estar hablando en español. Al menos Julián no le había comentado nada sobre este aspecto. Debía limitarse a chupar la pija en silencio. Eso tal vez fuera lo mejor, porque ella no podía tomarse tantas libertades, por más caliente que estuviera… ese seguía siendo su hijo.
Siguió mamando en silencio, pero manteniendo su mejor entusiasmo, como si fuera una actriz porno que llevaba años en la industria. O como si fuera una puta, amante de las pijas grandes. Hacía tiempo que no disfrutaba de cabecear, y sentir un glande entrando hasta lo profundo de su boca.
Julián estaba impactado, no podía creer que su madre fuera tan buena haciendo petes… él estaba haciendo un enorme esfuerzo por no eyacular, pero cada lamida y cada chupada de esa mujer, era una maravilla. Para colmo miraba a la cámara como si estuviera diciendo: “Amo ser petera”.
El chico se vio acorralado por el palpitar de su verga en más de una ocasión, especialmente cuando Diana le daba fuertes chupones en el glande. Todo su ser masculino le suplicaba por aliviar la presión, y dejar salir todo de una buena vez. Pero aún faltaban algunos minutos para llegar al tiempo establecido por los alemanes. Al principio no le pareció que fuera demasiado, pero ahora lo consideraba una locura. ¿Cómo podría el aguantar veinte minutos completos de un castigo tan intenso? Su madre le dio un nuevo respiro, como si le estuviera leyendo la mente; pero ésto no sería la solución. Julián ya se lo veía venir, en cuanto su verga hiciera contacto con esa lengua…
Y pasó lo que tenía que pasar.
Diana lamió el glande y éste empezó a escupir grandes chorros de semen. Ella sabía que aún no habían alcanzado los veinte minutos de video, pero no le importó demasiado. Estaba feliz. Recibió el primer chorro de leche dentro de su boca, y mientras lo saboreaba, dejó que su hijo descargara el resto sobre su cara, pintando en ella un cuadro abstracto, símbolo de la belleza femenina bañada por la sexualidad más explícita. Pocas cosas había que expresan de forma tan directa el acto sexual, que una mujer con la cara cubierta de blanco y abundante semen.
Ella, para extender el video, continuó mamando la pija, sin quitar ni una gota de la leche que fluía por sus mejillas, o por el puente de su nariz. Julián lanzó otros dos chorros más de semen, los cuales fueron a parar al interior de la boca de su madre. Ella los tragó, sin dejar de mamar la verga. Lo hizo automáticamente, como tantas veces lo había hecho con el tano. Le causó mucho morbo pensar lo lejos que había llegado con su único hijo. Él podría decir, a cualquier persona de extrema confianza, que su madre le había hecho un buen pete; incluso podría agregar que la muy puta se dejó acabar en la cara, y se tomó parte de la leche. Estos pensamientos formaron una extraña sensación de vértigo, en la boca del estómago de Diana. Era consciente de que había dado un enorme paso en la relación con Julián, algo que, indudablemente cambiaría sus vidas para siempre. Pero al menos tenía un buen motivo: lo necesitaban, para ganar dinero.
Diana extendió el video tanto como pudo, siguiendo con las lamidas, pero el pene de su hijo fue perdiendo rigidez. Cuando se dio cuenta de que la tarea era inútil, sonrió a la cámara, aún con semen en el rostro. Julián dio por finalizada la grabación.
—¡Uf, eso fue intenso! —Dijo el chico.
—¿Cuánto llegamos a grabar?
—Un poco más de dieciséis minutos.
—¿Los alemanes van a aceptar el video?
—Yo creo que sí… dura menos de lo que pidieron, pero cuando lo vean, se van a volver locos. ¡Te luciste, mamá! Eso fue espectacular.
—¿Y te gustó?
—Em… sí… supongo.
—Dale, decime la verdad… haceme sentir bien. ¿Soy buena petera?
—Sos la mejor que conocí en mi vida.
—¡Ay, gracias! Me pone contenta que nos tengamos tanta confianza… y me gustó mucho la forma en la que buscaste calentarme.
—Pensé que te iba a molestar…
—No, para nada. Es más… de ahora en adelante deberías hacerlo cada vez que vayamos a grabar, o a sacar fotos.
—¿Me estás dando permiso?
—Te estoy diciendo que no necesitás permiso. Hacelo cuando consideres que es necesario. A mí no me va a molestar, para nada. Ya somos grandes, y entendemos que nuestro trabajo tiene que ver con el sexo, y con la confianza. Así que vamos a dar un paso más, para que nuestra “relación laboral” mejore.
—Eso me parece interesante.
—Y, por cierto… chuparte la pija no me pareció tan difícil como imaginé. Es algo que no puedo hacer en frío… pero si ya estoy bien caliente, te la chupo.
—Eso nos va a venir bien, para futuros videos como éste.
—Em… no hablaba de los videos. —Diana comenzó a limpiarse el semen con una servilleta de papel—. Te voy a proponer algo… algo que nos va a hacer bien a los dos. Sé que es una locura, sé que sos mi hijo y que está mal. Pero también sabemos que nuestra situación es bastante peculiar. A mí me gusta chupar pijas, lo admito… me vuelve loca. Vos tenés una pija hermosa. De tanto editar fotos y videos porno, seguramente terminarás con la pija dura en más de una ocasión… haciéndote la paja. Para que nuestra relación se torne aún de más confianza, estoy dispuesta a aceptar algo que, en otro contexto, me parecería una absoluta locura. Cuando vos andes con la pija dura, yo te puedo hacer un pete. ¿Qué te parece?
—¿Estás segura, mamá?
—No, para nada. Esto es algo que digo ahora… y espero no arrepentirme más tarde. Pero si funciona, nos va a venir bien a los dos. Mientras sigamos siendo socios, podemos ayudarnos con eso. A mí me calienta chupar pijas, a vos te gusta que te la chupen. Es un trato justo. Y mirá que yo no tengo ningún problema en comerme una pija dos o tres veces en un día. Al contrario… ¡me encanta! Quiero volver a mis tiempos en los que andaba de petera, casi todos los días. Quiero chupar mucha pija. Además, con los petes, te voy a entrenar para que aguantes más… ya tenés un buen aguante, casi que llegamos a los veinte minutos. Pero todavía podés mejorar más.
—Pero… me dijiste que si estás fría, no te animarías a chuparla.
—Sí, y lo dije en serio. Ahí es donde entra tu parte en todo este asunto… si querés un pete… primero me vas a tener que calentar. ¡Tampoco te zarpes mucho! No te olvides de que soy tu mamá…
—Eso no me lo puedo olvidar nunca.
—Mejor… pero, unas arrimaditas no hacen ningún daño. ¿Cierto? También me dejo toquetear la concha… incluso me podés colar los dedos. Me podés chupar las tetas… me podés pasar la pija por la cara… por la concha… en fin, haceme lo que quieras, siempre y cuando no me metas la verga ¿Está claro?
—Clarísimo —dijo Julián, con una gran sonrisa.
—Por cierto… ¿andás con ganas de chuparme la concha?
—¿Eso también lo puedo hacer?
—¡Claro! Las chupadas están totalmente permitidas. Yo quiero ver cómo te calentás con la concha de mami —dijo, guiñando un ojo—. Sé que te gusta. ¡Las pajas que te habrás hecho pensando en mi concha! Quiero que la empieces a conocer desde más cerca.
Diana dio la vuelta y se inclinó hacia adelante, dejando las piernas bien estiradas, y separadas. Abrió sus nalgas con ambas manos.
—Dale —dijo la rubia—. Empezá a chupar, que estoy re caliente. Tu pija me vuelve loca.
Julián no perdió el tiempo, se puso de rodillas, con la cara entre las nalgas de su madre, y empezó a chuparle la concha. No era ningún experto en la materia, pero luego de la propuesta de Diana, sabía que tendría muchas oportunidades para practicar. Le encantó el sabor, entre dulce y salado, de los jugos vaginales. Le fascinaba pensar que miles de hombres fantaseaban con la concha de esa MILF, pero él era el gran afortunado que podía chuparla, lamerla, saborearla. Diana empezó a gemir, sin ningún tipo de disimulo, y se masturbó, para acompañar las lamidas de su hijo. Aún le daban vuelta por la cabeza las palabras que había dicho… esa propuesta todavía le parecía una locura, pero estaba dispuesta a hacer el mayor esfuerzo, para mantenerla en pie. Si pretendía seguir viviendo como modelo porno, entonces debía hacer sacrificios.
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2 comentarios - La MILF más Deseada [11].