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Agachate y conocelo.

Hubo un tiempo en el que salí con Marcelo, el hermano mayor de una amiga mía. Obviamente, sin el conocimiento ni de ella, ni de su mujer, ni de su beba.
Todo empezó, cierta vez, en la que me quedé a dormir en la casa de Tatiana (la hermana del susodicho) tras una bonita joda.
Él ya no vivía ahí, sino, con su mujer. Pero como se habían peleado, se fue a la casa de mi amiga (que eran de los padres) a descansar un toque.
Yo me había acostado en un colchón, en el living. Me había puesto un pijama que dejaba poco a la imaginación.
Cuando llegó donde yo estaba, según me contó tiempo después, se le había puesto re dura. Casi como una roca.
Me contó que se puso a tocarse con la ropa puesta a mis pies. Estaba re alzado.
Como yo no tenía ropa interior y estaba boca abajo, se me asomaba un cachete. Se calentó mal.
Intentó no molestar, pero me acuerdo que, por acción de un ruido causado por el mismo "lecho" donde yo estaba, me terminó despertando.
Ni bien abrí los ojos, pude verlo tenuemente, debido a la poca luz que había. Intenté mirar bien. Pregunté si era él.
Cuando al fin me despavilé, pude notarlo a él con su erección.
Mi reacción, por supuesto, fue la de susto. Pero, con el transcurso de los segundos, me calmé.
Su instinto lo llevó a acercarse a un sillón que había por ahí y a taparse con un almohadón que este mismo tenía, al verme a mí tan incómodo.
Yo le hice saber que no pasaba nada. Que me halagaba. Que se relajara. Me levanté, me dirigí de rodillas hacia donde él se encontraba sentado, le quité el almohadón y lo dejé donde estaba.
Al destaparlo y descubrir su situación, mis ojos no daban crédito. No por lo extremendamente grande (cosa que sí, porque, esa cosa, al menos 20 medía), sino, porque hace rato que quería algo con él. Obviamente, no daba que me lo comiera, pues... ¡era el hermano de mi amiga! Aparte, estaba re comprometido. Todo mal.
Su pantalón corto deportivo negro, con el simbolito de River Plate al costado, estaba totalmente extendido debido a lo duro que la tenía. Se lo corro.
Al parecer, él tampoco tenía ropita interior (¡hijo de puta, pensé!), queda todo su miembro oscurito al interperie. A mi merced.
Le sostuve la pija y lo empecé a pajear mientras nos besábamos. En eso, dejo caer un hilo de saliva sobre su glande. Arrimo mi cabeza hacia sí y, cual mariposa en una flor, mi lengua se posa en su frenillo.
La felicidad se dibujó en mi rostro, pues... al fin habíamos sucumbido ante nuestros instintos. Finalmente nos habíamos sacado las caretas.
Luego de mamársela cual chupetín, procedí a metérmela toda en la boca. Hasta el fondo.
Sentí que le gustó mas eso, porque lo veía mas inquieto, así que... repetí varias veces este procedimiento.
Me la saqué de adentro, para poder respirar, recuerdo que tenía los labios unidos por hilos de baba y semen.
Le levanté la verga, le comí los huevos, se los estiraba. Primero uno, después el otro. Lo masturbaba. Estábamos en un Nirvana orgásmico.
Para todo esto, su semen se escurría por entre mis comisuras hasta llegar a mi mentón. Parecía que estaba tomando leche de un biberón, con tanta sed, que me chorreaba.
En un gesto de consideración, Marce, me limpia la pera con un dedo, el cual, luego a procede a dejárselo chupar por mí.
Su dedo era tan fino y largo como su amigo de abajo, por lo que no me costó mucho simular que era su pene. Cierro los ojos.
Después de todo esto, continúo con el verdadero. Me agarra de los pelos del costado de mi cabeza, para tener mejor control de mis movimientos peterísticos. Hasta que... de pronto y sin avisar... como si se tratase de un arma, su chota empieza a escupir tres o cuatro veces una buena dosis de lactosa que fueron a parar a mi garganta de forma violenta. No solo a mi paladar, también algo a mi lengua, dientes y labios inferiores.
Trago todo y le muestro. En el momento en que saco la lengua para demostrarle, me da un pijazo ahí como exigiéndome que le siga tirando la goma. Como soy tan buenito, obedezco.
Oralmente le quito todo rastro de mema que le queda.
Ese hombre sí que queda complacido. Ya no estaba mas tenso, estaba totalmente relajado.
Tras todo esto, nos damos un tremendo pico y, sin dejar de mirarnos de forma picarezca, me deslizo hacia mi lecho. Me bajo un poquitito el piyamita y le muestro la tanguita roja que tenía puesta. No paraba de hacerme la gatita y pararle la colita.
Su respuesta a todo, esto fue ponerse de pie, hacerse el que va a pasar por encima mío, pisa mi "cama" y exclama entre sonrisas: "JE, deberías venir a dormir más seguido". Me da la mejor nalgada que me dieron en la vida y se va a conciliar el sueño a su pieza.
Nunca me habían dejado así de caliente. A mí. Hasta ese día.

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