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Aislado Entre Mujeres [49].

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Aislado Entre Mujeres [49].


Capítulo 49.


El sexo en tiempos de Covid.

La cuarentena… la cuarentena nunca cambia.
En el país se habló de permisos para circular y vivíamos en un constante cambio de “Fases de aislamiento”. Se hablaba de fase dos, tres o cuatro, siendo la cuarta la más permisiva; pero en poco tiempo los contagiados volvían a subir y todo regresaba al principio, a la temida “Fase Cero”, donde el aislamiento era total y obligatorio. Solo aquellos que tenían permisos especiales podían circular por la calle. Ya se estaba hablando de que Argentina estaba sufriendo el aislamiento obligatorio más largo del mundo. Mientras en otros países se tomaban medidas más permisivas, aquí todo era encierro.
Para nosotros cada fase fue exactamente igual. Hubo pequeños intentos de parte de mis hermanas por salir; pero mi madre fue tajante al respecto: “Si se van, busquen otro lugar para pasar la cuarentena, acá no entra nadie que pueda estar contagiado con ese maldito virus, no quiero que nadie termine muerto”. Nadie en mi familia estaba en situación de riesgo, a Alicia eso le daba igual, en su frágil psiquis, todos corríamos riesgo de morirnos si el Covid llegaba a invadir nuestras casas. Pudimos negociar con ella mil cuestiones relacionadas al sexo, pero sabíamos que contra su patológico miedo hacia los gérmenes no tendríamos ni chances. Por eso no insistimos en el asunto. 
Las situaciones eróticas que parecían sacadas de la más explícita de las películas pornográficas siguieron ocurriendo en mi casa. Esa fue la forma en la que aprendimos a sobrellevar la monotonía de la cuarentena. Era nuestra vía de escape, nuestra mejor opción para sentirnos libres, aunque sea por un rato. 
La que no mostraba mucho entusiasmo por salir a la calle era Gisela, a ella se la veía feliz con Brenda y como podía trabajar desde su habitación, no sentía una desconexión total con el mundo exterior. 
Admito que extraño los partidos de fútbol con mis amigos, siento que el día que me toque jugar ni siquiera voy a poder flexionar las rodillas, ya deben estar oxidadas. A pesar de eso, tampoco me desespero por salir. Como le dije a Maca hace unos días: siento que me acostumbré a la rutina de casa, en especial ahora, que no necesitamos escondernos a la hora de tener sexo. Llamenme loco, pero si es por mí, que la cuarentena se extienda por veinte años más. 
En especial si se siguen dando situaciones como las que me tocó vivir en los últimos días. Fueron pequeños momentos que ilustran muy bien el libertinaje que se vive en mi familia. Algunos duraron solo unos minutos, otros se extendieron un poco más; pero cada uno de ellos dejó una huella en mí.
Tengo miedo que después de tanto sexo, la pija se me dañe de alguna manera. Voy a contar las escenas que más me gustaron sin ningún orden aparente, porque mis períodos de sueño en la última semana fueron un desastre y no sabría decir qué día exacto ocurrió cada cosa. Quizás yo creo que algo ocurrió un lunes y en realidad era jueves. Me da igual. Dormí mal, a horarios locos, por cortos períodos de tiempo y en cualquier lugar de la casa; pero nunca fui tan feliz con mi familia. 
Sin importar en qué sitio de mi casa me encontrara, tarde o temprano ocurriría una situación cargada de lujuria. Incluso a veces podían ocurrir si yo me encontraba encerrado en mi propio cuarto intentando distraerme un poco con algún jueguito de la compu.
Así pasó la vez que estaba jugando… em… ni siquiera me acuerdo lo que jugaba, no es importante para la historia. Lo que sí importa es que la puerta de mi dormitorio se abrió y entró Pilar, estaba acompañada por Macarena. A esta altura de la cuarentena no hace falta que diga que estaban completamente desnudas. Ya nadie usa ropa en mi casa.
Pilar se colocó en cuatro patas sobre mi cama con el culo apuntando hacia mí.
―Estamos haciendo un pequeño experimento ―me explicó, ante mis desconcierto―. Ahora que ya me animé a disfrutar del sexo anal, Maca me dijo que compare la diferencia entre un dildo y una verga real.
―¿Y el dildo? ―Pregunté.
―En mi pieza. Maca ya me lo metió, esa parte ya pasó. Ahora voy a probar la pija de verdad. Si querés, claro…
―Obvio que quiero.
Me puse de pie prácticamente de un salto y comencé a masturbarme para que se me pusiera dura. El relato de Pilar parecía ser cierto, el agujero de su culo estaba bien dilatado. 
Cuando me estaba acercando a ella, me detuvo.
―Pará, antes Maca me la tiene que chupar.
―¿Otra vez? ―Preguntó Maca.
―Y sí, nena. Si vamos a hacer la comparación, tiene que ser en las mismas condiciones. Vos me estabas chupando la concha cuando me metiste el dildo.
―Está bien, tenés razón. 
Macarena se acostó debajo de Pilar, con la concha a la altura de su cara. Empezó a chuparla sin más, como si ya estuviera acostumbrada a hacerlo… y estoy seguro de que lo está. Estas dos debieron pasar varios días chupándose las conchas la una a la otra. Pilar está en una etapa similar a la mía, descubrió el sexo y ahora no puede parar de probar cosas nuevas… y de volver a probar las que ya experimentó.
Por mi parte, yo me moría de ganas de volver a probar ese culo, así que en cuanto tuve dura la pija, se la metí.
No hubo ninguna resistencia, le entró con total suavidad, como si llevara varios minutos siendo penetrada analmente, lo que me llevó a sospechar que Maca le metió un dildo de buen tamaño.
Pilar comenzó a gemir casi de inmediato y me animó para que se la metiera con ganas, sin miedo. “Dame duro”, repitió varias veces. Todavía no soy un experto en esto de “darle duro” a una chica. Intenté aprender algo mirando videos porno y busco replicar algo de lo que aprendí; pero no tengo comparación con un actor porno. No sé cómo hacen esos tipos para coger de esa manera sin que les dé un infarto. 
Después de un rato, cuando creí que ya había encontrado un buen ritmo, Pilar detuvo en seco sus gemidos y se apartó de mí. 
―Muy bien, con eso es suficiente, podemos volver a la pieza Maca, para que te dé mi veredicto.
―Ok.
Las dos se pusieron de pie y comenzaron a alejarse de la cama.
―Esperen… ―la única que se detuvo fue Maca, Pilar salió de la pieza como si no me hubiera escuchado―. Todavía no acabé.
―Ay, hermanito… no seas tan egoísta ―dijo Maca―. Disfrutá del momento sin estar pensando en que tenés que acabar. No seas tan boludo. Vení… ―me acerqué a ella dubitativo, puso su espalda contra la pared y levantó una pierna―. Clavame. ―No tuvo que decírmelo dos veces, orienté mi verga hacia su concha y la penetré. Me encantó sentirla tan tibia y húmeda―. ¿Te gusta?
―¡Claro!
―Muy bien… tenés ocho conchas como esta en la casa y estoy segura de que ninguna se va a rehusar si la querés clavar. ¿De verdad pensás que te vas a ir a dormir sin acabar? Disfrutá del momento, Nahuel… no busques acabar cada vez que la metés en un agujero. Cuando llegue el momento apropiado, alguna te ayudará a acabar… y también pensá que más de una va a querer que vos le hagas el mismo favor. Así que… 
―Entiendo… disfrutar el momento. No pensar tanto en mí. 
―Así es. No arruines las escenas maravillosas que se dan todo el día. Disfrutalas cuando se den, y si antes de irte a dormir tenés ganas de acabar, buscá a quien esté dispuesta a ayudarte. Hay ocho conchas para una sola pija, Nahuel. Disfrutalo. 
Maca se alejó de mí y vi como se dirigía hacia el cuarto de Pilar. 
Tiene razón. No tengo que ser tan boludo. Por estar pendiente de acabar casi les arruino un buen momento. Ellas lo están pasando bien sin mí, y eso está bueno. Ya tendré oportunidad de meterla otra vez.

—---------

Y sí que tuve oportunidades.   
Fui hasta la cocina esperando encontrarme a mi mamá y darle alguno de esos arrimones que a ella tanto le gustan (y a mi también); pero en lugar de Alicia me encontré con Gisela. Ella se encargó de preparar la cena para esa noche. Me sorprendió que lo hiciera completamente desnuda. Sí, sé que todas en mi familia andan sin ropa, sin embargo aún me cuesta aceptar que Gisela también lo hace. 
Yo tenía la pija dura, lista para la acción, y no supe qué hacer en ese momento. Ella me miró de reojo y dijo:
―Si buscabas a mamá para ponerte “cariñoso” con ella, te aviso que está en mi pieza comiéndole la concha a Brenda.
―Ah… me alegra que se estén llevando tan bien.
―Demasiado bien para mi gusto.
― ¿Te molesta que mamá se acueste con Brenda?
―No, claro que no. Eso me gusta. Reafirma mi teoría de que mamá es más lesbiana que yo. Lo que me molesta es quedarme sin coger. A mí eso de hacerlo con mis hermanas no me va. Macarena insiste mucho, me manosea cada vez que puede y… uf, cómo me calienta cuando lo hace! Pero…
―Pero no querés meterte en el incesto.
―No exactamente. Eso… em… puedo entender el morbo que hay en el incesto. Cuando hicimos nuestras fotos lo entendí. Pero por alguna razón me es más fácil hacerlo con vos, que sos hombre, antes que con ellas.
―Será que te da miedo enamorarte de alguna de tus hermanas? ―Pregunté.
―Pude ser. No es una mala teoría. Porque sé que nunca me voy a enamorar de un hombre. No te lo tomes a mal, Nahuel, a vos te adoro, como hermano. Sin embargo, yo sé que no puedo ver a un hombre con los mismos ojos que miro a una mujer. Y no te creas que no me resulta tentador. Cuando veo los culos y las conchas de mis hermanas… me dan ganas de darles una probadita. De momento fui capaz  de aguantar esas ganas, aunque, teniendo en cuenta cómo están las cosas ahora mismo, no sé cuánto más seré capaz de soportarlo. Un día de estos voy a mandar todos mis prejuicios a la mierda y le voy a comer la concha a alguna… en especial a Maca… ella me está buscando, y si sigue haciéndolo, me va a encontrar. La voy a romper toda cuando la agarre. Ahí va a entender lo que es una buena chupada de concha… y más le vale que lo haga bien con la mía, porque si tanto me provoca, va a ser mejor que cumpla con mis expectativas. Le voy a pegar tremenda cogida a esa puta.
Me quedé boquiabierto. Al principio me mantuve calmado porque tenía la certeza de estar hablando con la Gisela de siempre, la que mostraba sus miedos e inseguridades. En cuestión de segundos esa Gisela fue desapareciendo para darle lugar a… ¿Celeste? 
―No te quedes ahí, Nahuel… sé que me estás mirando la concha con ganas. Aprovechá ahora que estoy caliente.
Levantó su cola y pude ver su sexo húmedo y lampiño esperando por mí.
―Em… este… ―no estaba seguro de si debía aprovechar este momento. Sí, lo admito, meterle la pija a Gisela es una de las fantasías que más dio vueltas por mi mente en los últimos meses. Y ahora me está pidiendo que lo haga, sin preámbulos…
―Clavame, pendejo… no me dejes esperando. Aprovechá que tengo la concha toda mojada. Brenda se encargó de eso… y en parte mamá también, me quedé mirándolas un ratito antes de salir y… dios, qué buena concha tiene la vieja. No culpo a Brenda por querer comérsela todos los días. ―Hizo una pausa y me miró la pija―. Dale, Nahuel… ¿querés clavarme o no? 
Si algún día se tenía que dar este momento, no es así como lo imaginé. Sin embargo, hay algo en esta actitud tan directa de Gisela que me vuelve loco. Debería asustarme y salir corriendo, como lo hice en las primeras ocasiones. Pero ya no estoy dispuesto a hacer eso.  
Me acerqué a Gisela, posé mi glande entre sus labios vaginales y esperé a que ella diera el siguiente paso. Meneó su culo durante unos segundos y cuando se dio cuenta de que yo no iría hacia adelante, retrocedió. La verga se le clavó de una vez hasta la mitad. Fue… impactante. No podía creer que se la estuviera metiendo a Gisela, en especial después de que ella misma me lo pidió. Puedo aceptar esta actitud en Macarena, en Tefi… e incluso hasta con Pilar; pero con Gise me cuesta más aceptar que ella también tiene su lado de puta.   
Penetrarla no fue sencillo. Ni siquiera puedo decir que lo haya disfrutado. Mientras más me movía, más me decía a mí mismo: ¿Qué estás haciendo, Nahuel? Esta es Gise… no deberías hacer esto con ella. 
Hasta me dio miedo pensar que, si realmente Gisela y Celeste son la misma persona, que todo esto solo fuera aceptado por Celeste y que luego Gisela se sintiera mal por haberlo hecho… o peor aún, que se enoje conmigo por haberme aprovechado de este momento de calentura.
Sin embargo no pude detenerme. Seguí y seguí. Me aferré a ella con ambas manos y le di a un ritmo constante, sin acelerarlo ni frenarlo. Ni demasiado fuerte, ni muy despacio. Fue monótono, mecánico, incluso llegué a apagar mi cerebro para que mi cuerpo pudiera disfrutarlo, al menos un poco.
Y antes de que me diera cuenta, mi verga ya estaba escupiendo litros de leche dentro de la concha de Gisela. Ella gemía suavemente y no dijo absolutamente nada cuando su hermanito del alma le eyaculó adentro. 
Después de acabar la sensación de incomodidad se hizo aún más grande. Me aparté de Gisela y al dar tres pasos me di cuenta que durante una buena parte del asunto alguien nos estuvo espiando desde las sombras del pasillo.
Me acerqué a la curiosa y dije:
―Che, Maca… no te hacía tan voyeurista.
―Soy sumamente voyeurista, hermano. Me encanta mirar. ¿Estoy loca o le acabás de meter la pija a Gisela? 
―Yo más bien diría que se la metí a Celeste.
―Ah… así que… 
―Así que, si querés aprovechar para hacer algo con ella, ahora es el momento. Te aseguro que no se va a negar.
―Muy buen dato, hermanito. Gracias.
Me dio un beso en la mejilla y se dirigió hasta donde estaba Gisela. La vi desaparecer detrás de la barra americana. Tuve que acercarme para poder espiar un poquito la escena. Encontré a Maca de rodillas detrás de Gisela y su lengua ya estaba limpiando el semen que yo había dejado dentro de la concha. Gise (o Celeste) no dijo ni una sola palabra, se quedó allí disfrutando de las lamidas de su hermana mientras cubría de pan rallado la carne para las milanesas de la cena. Fue extraño verla así. Era como tener a las dos versiones de su personalidad materializadas al mismo tiempo. La que cocinaba apaciblemente era la Gesi de toda la vida; pero la que meneaba el orto ante las lamidas incesantes de Macarena era Celeste. 
¿Será que siempre fue así y solo ahora soy capaz de verlo? ¿O tal vez Gisela encontró la forma de hacer convivir en una sola a sus dos personalidades? No tengo idea, este es un tema que solo puedo hablar con Macarena… y ella parece estar muy ocupada. Esto va para rato, no tiene sentido quedarme esperando.
Gisela me dedicó una sonrisa maliciosa cuando me alejé. Vi sus grandes tetas colgando frente a ellas y tuve muchas ganas de volver a chuparselas. No lo hice porque quería aplicar los sabios consejos de Macarena. No me tengo que desesperar tanto por un poco de sexo, ya vendrá otra oportunidad. En esta casa nunca me faltarán las oportunidades. Además, ya había acabado. Lo mejor era juntar energías para otro momento. 
—----------

Durante estos días me encontré con situaciones de lo más interesante en las que me limité a mirar durante unos minutos y luego me fui. 
Vi a mi madre chupandole la concha a Pilar en el sofá del living. Me resultó fascinante la forma en que la boca de Alicia parecía unirse a la concha de Pilar. De ese sexo salía mucho flujo que se mezclaba con la saliva, y una lengua intrépida no dejaba de moverse por todos los rincones. Incluso la vi desaparecer dentro del agujero en varias ocasiones. Creo que mi madre ni siquiera se percató de que yo estaba ahí, Pilar me vio y sonrió avergonzada. Los viejos hábitos son difíciles de dejar y a pesar de que ésta no era, ni por asomo, la primera vez que la veía en una situación parecida, había cierto instinto natural en ella que la llevaba a avergonzarse. 
En otra ocasión me encontré con Brenda haciendo un espectacular 69 con mi tía Cristela en el cuarto de Macarena. No sé cómo llegaron ahí; pero sí me quedó claro que no intentaron ocultarse. La puerta estaba abierta de par en par. 
Brenda estaba arriba y no dejaba de sacudirse. Sus nalgas parecían temblar. No pude verle la cara; pero sí me llevé una hermosa imagen de su concha abierta y húmeda, con la lengua de mi tía explorando cada milímetro. 
Cristela no dejaba de decirle cosas como: “No sabés las ganas que tenía de comerte toda la argolla, pendejita” o bien: “Chupá con ganas y sin miedo, ya quedó claro que te encanta la concha”. En un momento llegó a decirle: “Gisela me comentó que yo me parezco un poco a tu mamá… y que por eso tenías tantas ganas de comerme la concha. ¿Estás pensando en la concha de tu mamita? ¿Eh? Putita morbosa”.   
Brenda no respondió. Sabiendo lo poco que sé sobre ella y las prácticas de “dominación”, puedo suponer que está disfrutando mucho, no solo de la exhuberante anatomía de mi tía Cristela, sino también de sus comentarios tan directos.
Si la madre de Brenda tiene un cuerpo tan bonito como el de mi tía, yo también fantasearía con cogerla, así que no culpo a la chica por usar a esta veterana pelirroja para satisfacer una de sus fantasías sexuales más oscuras. Estoy seguro de que ver tanto incesto en mi familia comenzó a despertar deseos reprimidos en ella. Quiero creer que más de una vez se hizo una paja pensando en su mamá y luego se sintió culpable por ello. Y que ahora, al tener a una mujer que le recuerda tanto a su madre, está llevando esa fantasía a otro nivel. ¿Quién sabe? Quizás algún día pueda hacerla realidad. 
Como Tefi asegura que es la única en la casa que no tiene tendencias lésbicas, me imaginé que a ella no la sorprendería nunca, o casi nunca, en algún acto sexual que no me involucrara a mí. En especial ahora que Ayelén (su chupaconcha oficial) ya no está en casa. Sin embargo en una ocasión la sorprendí en el cuarto de mi mamá. Habían cerrado la puerta, pero sin tranca. Entré porque… bueno, porque ya no tengo que tener motivos para entrar al cuarto de mi madre. Lo hice con la esperanza de ver a Alicia cogiendo con Cristela o Macarena y poder sumarme a la fiestita, algo que ya había ocurrido en el pasado. Mi sorpresa fue mayúscula al encontrarme con Tefi toda despatarrada y con su madre comiéndole la concha de forma pasional. Alicia parecía realmente agradecida de que su hija le hubiera permitido disfrutar de ese manjar. 
Tefi se sorprendió mucho al verme y noté que se puso intranquila. Por suerte luego de unos segundos se relajó. Mi mamá ni siquiera volteó para ver quién había entrado en el cuarto. Ya le daba igual, y eso me gustó. 
―Estamos practicando ―explicó Tefi, a pesar de que nadie le estaba pidiendo explicaciones―. Mamá quiere publicar algún video chupando concha y… bueno… em… esta vez me animé. 
―¿Y qué se siente que tu mamá te chupe la concha? ―Pregunté.
―No sé… es raro; pero por alguna razón, no me molesta. Hasta me alegra, porque sé que ella lo está disfrutando. ¿No es así, mami?
―Por supuesto.   
Fue lo único que dijo antes de darle un potente chupón al clítoris. 
Las dejé solas porque me pareció que esta escena formaba parte del proceso de “hacer las paces”, aunque Tefi dijera que ya había hecho las paces con mamá. Les faltaba esto, un momento íntimo solo para ellas dos. Yo sobraba. 
Uno de las situaciones más morbosas que llegué a ver en mi casa fue cuando Macarena, Alicia y Cristela lograron convencer a Pilar de hacer un cuarteto lésbico (e incestuoso). Y digo que lograron convencerla porque yo estuve presente en el living, donde se llevó a cabo el proceso.
―Dale, Pilar… no seas boluda. Después de todo lo que hicimos juntas, me vas a decir que te da miedo coger con otras tres mujeres a la vez? ―Le decía Macarena.
―Es cierto ―continuó Cristela―. Va a ser lindo. Creo que puede venir bien para romper lo último que queda de la capa de hielo entre nosotras. Me gustó mucho que me chuparas la concha anoche ―eso no lo vi, como tantas otras cosas que ocurrieron en mi casa; pero no me sorprendió. Sabía que tarde o temprano mi tía le chuparía la concha a todas las mujeres de la familia. Cristela es insaciable―. Ahora me gustaría llevar las cosas más lejos.
―Mmm… no sé, a mí me incomoda un poquito esto, y no es por mí ―aseguró Pilar―. Creo que a mamá no le gusta mucho la idea.
―A mí me encanta la idea ―dijo Alicia, con una amplia sonrisa―. Me encantaría hacerlo. Un cuarteto lésbico. Uf… eso sí que no me lo puedo perder. 
―¿Ya aceptaste tu faceta lésbica, mamá? ―Me atreví a preguntar. 
―Em… digamos que estoy en la fase final de la aceptación. Es un camino difícil; pero con el apoyo de mi familia sé que puedo lograrlo. Es muy difícil para mí reconocer que soy bisexual, y que mis tendencias lésbicas son tan fuertes como mi amor por la verga… otra cosa que me llevó tiempo aceptar. 
―Uy, mami… si me lo ponés así, entonces la idea me gusta más ―dijo Pilar, con una sonrisa―. Yo no quiero hacer nada que te ponga incómoda, porque no la pasaríamos bien. Pero… si me asegurás que lo vas a disfrutar sin prejuicios, yo puedo hacer lo mismo.
―Vamos a la cama, mi amor ―dijo acercándose a ella, le dio un rápido beso en los labios―. Te quiero comer toda la concha.
Las cuatro mujeres se pusieron de pie de inmediato y fueron hasta el dormitorio de mi madre, donde la cama es más grande. Esperé unos segundos en el living, con la pija completamente dura. Creo que ésta fue una de las pocas veces en las que ninguna se fijó en mi verga, ni por un segundo. Ellas querían concha.
Cuando me acerqué al dormitorio de mi mamá me encontré con un enredo de cuerpos femeninos. En un primer vistazo me costó discernir de quién era cada brazo, cada pierna, cada culo y cada teta. Vi a mi madre chupando una concha, que tenía que ser la de Pilar, pero al mismo tiempo Alicia estaba recibiendo una buena dosis de sexo oral por parte de Macarena, a quien, a su vez, se la estaba chupando Cristela. Esta posición no duró mucho, ya que Pilar también quería chupar una concha, y así lo pidió. Cristela le ofreció la suya y Maca aprovechó para hacer una tijereta con su madre. 
Me fui a dar vueltas por ahí. No quise molestar a Tefi, cuando está sola en su cuarto se pone a jugar a la play y ya me dejó en claro que mis constantes interrupciones la desconcentran, en especial en juegos difíciles. Desde el cuarto de Gisela llegaban gemidos, ella estaba cogiendo con su novia, como solía hacer casi todo el día. Esas dos parecen conejos. Bueno, no puedo quejarme, yo también estuve metiendo la pija en cada agujero que se me presentó, cuando tuve ganas de hacerlo. 
Como la vez en que me encontré a mi mamá haciendo un 69 con su hermana. Alicia tenía un plug anal, sus nalgas estaban apuntando directamente hacia mí, y sin pedir permiso le quité el plug y le metí la pija por el orto. En ese instante Cristela dijo: “La puta madre, si hubiera sabido que ibas a venir, me quedaba yo con el culo para arriba”. A lo que Alicia respondió: “Te jodés, ahora me está dando por el orto a mí… y pienso disfrutarlo”. Me encantan estas pequeñas peleas entre ellas porque ya no van en serio, se ríen de sus propios comentarios y se desafían todo el tiempo. Se nota que se están llevando cada día mejor, como dos buenas hermanas. 
Y yo sí que disfruté de ese culo. El orto de Alicia es especial, quizás se deba a que es mi mamá (posiblemente sea eso); pero es uno de los que más me excita… después del culo de Gisela. Sí, lo admito. Me muero de ganas de darle por el orto a Gisela. Ya no tengo miedo de reconocerlo. Después de todo el sexo incestuoso que hubo en mi familia, ya no me apena admitir que me calienta el culo de Gise y que le quiero meter toda la pija. 
Pude probar su concha a gusto; pero aún me falta hacerlo con el culo.
¿Y qué pasó con el cuarteto lésbico?
Bueno, cuando volví me encontré a Pilar chupando la concha de Alicia y al mismo tiempo Alicia se comía la de su hermana, y Cristela chupaba la de Macarena… ¿y a que no adivinan qué concha estaba chupando Maca? Así es: la de Pilar. 
Se las ingeniaron para hacer una especie de círculo entre las cuatro, donde cada una le chupaba la concha a la otra. Después Macarena me explicó que a eso se le llama Daisy Chain, en la jerga lésbica. 
―¿Te calentó verlo? ―Me preguntó luego de explicarme la nomenclatura de ese acto sexual.
―Más o menos. No sé, me parece más interesante ver a dos mujeres cogiendo que a cuatro.
―Eso es porque con cuatro, en una Daisy Chain, no tenés lugar para meterte. 
―Em… sí, eso es cierto. Cuando las vi en esa pose me puse a buscar una forma de sumarme; pero no la encontré. Todas las conchas y culos estaban ocupados. 
―Seguís pensando con la pija, hermanito. Si vas a convivir con mujeres que están dispuestas a tener sexo con vos a cualquier hora del día, tendrías que aprender a tomar en cuenta el disfrute de ellas también, no solo el tuyo.
―Ey, pero lo estoy haciendo, te lo juro. El otro día me crucé a mamá chupándole la concha a Tefi y las dejé solas, porque me pareció lo mejor.
―Bien ahí. Así me gusta. Vení, vamos a la pieza, esto se merece un premio… pero no creas que cada vez que tomes en cuenta el placer femenino yo te voy a recompensar ¿está claro? Es por esta vez…
―Sí, me queda muy claro. ¿Y qué tenés en mente?
―¿Querés darme por el orto? 
―Siempre. 
Y eso fue lo que hicimos. Abundante lubricante. Macarena en cuatro, yo detrás, y a darle duro. Muy duro.
Maca chilló y gimió todo el tiempo, lo hizo sin ningún tipo de pudor. Hizo tanto escándalo que todas las mujeres de la familia se fueron acercando de a una para ver lo que ocurría. Mi mamá se quedó mirando un rato, y luego se fue. Esto me sorprendió. Demuestra que Alicia también está aprendiendo a no meterse tanto en lo que hacen los demás. Simplemente nos dejó continuar.
Fue una sesión de sexo anal bastante larga, le demostré a Maca que ya tengo más aguante para estas cosas y ella dijo: “Mañana me va a doler mucho el orto; pero seguí… vos dame todo lo que quieras”.
Después de unos largos y sudorosos minutos, comencé a cansarme de tanto moverme. Aunque mi verga aún tenía energías para seguir. Maca entendió esto y decidió que había llegado su momento de cargar con la mayor parte del esfuerzo físico. Se puso sobre mí, dándome la espalda, y me montó como una jinete experta en vergas… y en sexo anal. Fue maravilloso ver cómo mi pija entraba y salía de ese agujero a buen ritmo. Ver el culo dilatado de mi hermana (y que eso lo haya logrado mi verga) es sumamente morboso.
Al final le di de tomar toda la lechita, porque ella así me lo pidió. No dejó ni una sola gota fuera de su boca. Se la tomó toda. 
Después del acto sexual quedamos tan agotados que ni siquiera salimos de la cama. Aunque no nos dormimos, simplemente nos quedamos ahí, desnudos y mirando al techo. Abrazados no, porque hacía calor.
―¿Qué vamos a hacer con Gisela? ―Pregunté. 
―¿Tanto te preocupa?
―Sí, me da la impresión de que si no hacemos algo urgente para que haga las paces con mamá, ella va a explotar. Y va a ser peor. Además está todo este asunto de Celeste, me gustaría aclararlo. Me tiene muy intranquilo. 
―A mí eso me genera muchísima curiosidad. 
―Lo sé, y necesito que vos me ayudes, porque solo no voy a poder. 
―Está bien. No vamos a posponerlo más. Mañana mismo hablamos con ella. Ahora que ya le chupé la concha siento que puedo ir más de frente con este asunto. 
―Sí, yo también. Me alegra que por fin vayamos a hacer algo al respecto.
La verdad es que me quedé muy intranquilo. Sí es cierto que quiero hablar con Gise; pero al mismo tiempo me da pánico que ella reaccione mal. ¿Y si no quiere hacer las paces con mamá? ¿Y si le molesta hablar sobre Celeste? No sé qué va a pasar, solo sé que nos espera una larga y complicada jornada.   


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4 comentarios - Aislado Entre Mujeres [49].

Caballino01
Excelente relato nokomi como siempre!!! Felicitaciones!! Esperabamos con ansias este capitulo.
Cuando subiras los cap 50 y 51 aca en poringa?
sleepmaster
Muy bueno este capitulo Nokomi. Gracias por compartirlo. Me recalenté.
gatorrea
Hola nokomi como siempre un placer poder leer tus relatos son todos excelentes y muy excitante quería saber de la historia de una diva a la deriva esa serie es muy intensa también, gracias
lenguafacil
no se que le pica a esta decadente pagina
no puedo abrir nada sin que hayan 4 popups de basura spam
pero sufro cuando no puedo leerte nokomi
por favor, no te vayas de esta pagina