Relato porno de una experiencia con una gorda culona
En esta ocasión voy a contarles una experiencia vivida hace ya más de un año. En el anterior relato que ofrecí, hice referencia a lo que ahora quiero compartirles. Se trata de mi primer encuentro con Samanta, quien es actualmente una de mis putas favoritas.
Tal como ya he relatado soy amante de las mujeres culonas. Cuando digo mujeres culonas me refiero a que tengan el culo verdaderamente grande. Me fascinan esos culos super gordos, masivos, pesados. No me importa que tengan celulitis, en efecto algún que otro pocito le agrega belleza a las nalgas.
Lo que realmente me cautiva es cuando el volumen es enorme y se puede uno ahogar entre las carnes. Cuando el culo además de ser muy grande es de piel muy blanca mi excitación se profundiza. No puedo contenerme cuando veo un enorme culo blanco surcado por una tanga diminuta que deje exhibirlo todo y contraste con un color llamativo, luciendo un pequeño triángulo de tela sobre la curva y larga raya. Como verán, pues, mi fanatismo se concentra en este tipo de mujer.
Soy de los que gira la cabeza al ver pasar una culona por la calle. Si además lleva falda intento poder ver debajo de ella para observar las nalgotas desnudas. En fin, soy un verdadero adicto a las culonas. Por este motivo, conocer a Samanta marcó un antes y un después.
Ella es una chica de 24 años, piel blanca, cabello negro de largo medio, una carita preciosa y un cuerpo muy voluminoso. Se gana la vida con el trabajo sexual. Tiene publicados varios avisos y una cuenta en twitter. Ofrece servicios y productos en formato digital y también hace encuentros, es decir, prositución a la vieja usanza.
Para los encuentros no cuenta con lugar propio así que se concretan en moteles. Al ver sus publicaciones quedé estupefacto. Una decenas de fotos donde dejaba ver su rostro y su gigantesca parte trasera. Su especialidad: el facesitting.
Se podrán imaginar que no tardé absolutamente nada en enviarle mensaje de whatsapp. Fue ver esos avisos e inmediatamente pasar a contactarla. Recuerdo que en los primeros mensajes que nos enviamos ya advertimos que nos gustaba lo mismo.
Ella ama sentarse en la cara de sus clientes, que adoren su culo gordo, se lo chupen, se lo acaricien, se lo cojan. Disfruta mucho ofreciendo ese tesoro que tiene debajo de la espalda. Con un diámetro de caderas que ronda los 150 centímetros es la mujer con el culo más grande que he estado. tras ese primer contacto por mensajes debí aguardar dos días hasta realizar el ansiado encuentro.
Fueron dos días a puro morbo, a pura fantasía, imaginando todo lo que haría con Samanta. Pensando y repensando cuantos juegos podría realizar con aquel enorme trasero blanco. Fueron 48 horas de adrenalina y excitación. Pero vayamos al grano.
Llegó el momento y ya en viaje hacia el motel que habíamos estipulado, me sentía sumamente nervioso, como un muchachito virgen a punto de debutar. En cierta forma era un debut, era la primera vez con una BBW con todas las letras. Nos encontramos puntualmente frente al sitio e ingresamos rápidamente.
Una vez en la habitación comenzamos a quitarnos las ropas, entonces ella me invita a que nos duchemos juntos. Así lo hicimos. Fuimos hasta la ducha, allí tuve oportunidad de verla por primera vez desnuda. Me excitó muchísimo, mi pene se erectó de inmediato cuando ya bajo la regadera comenzamos a besarnos y la abracé tomándola del culo.
No podía creer lo enorme que era. Mis brazos por completo extendidos apenas llegaban a acariciar toda esa superficie de suave y mojada piel. Nos besábamos con los rostros y los cuerpos empapados, y yo manoseaba su espectacular culo gigante. Eran besos dulces, de amante, esos besos que excitan mucho. Entonces la hice girar y quedó dándome la espalda. Se inclinó levemente y yo descendí hasta quedar con su culote frente a mi cara. Había comenzado el festín.
Entre el agua que se escurría por sus curvas llevé mi lengua directo hasta su ano. Con los ojos entrecerrados y abriendo pesadamente sus nalgas me dediqué a lamer y penetrar con mi lengua aquel ajugero que parecía diminuto en proporción a semejantes cachetotes.
Costaba alcanzarlo con la boca, ya que exigía esfuerzo mantener abierto tal culo y además era necesario empujar con toda la cabeza para llegar a lamer y besar lo más profundo. En eso estuvimos un buen rato hasta que decidimos ir a la cama.
Tomé una toalla y comencé a secarle el cuerpo. Samanta se puso en cuatro patas y me ofreció su culo para que continue chupándoselo. Prendido tenazmente de sus caderas, abarcando con mis manos todo lo que más podía refregaba toda mi cara y lamía como un endemoniado. Metí mi lengua lo más profundo que pude repetidas veces y entonces comenzamos a ejecutar otra de las fantasías de que habíamos hablado antes de encontrarnos. Es un servicio muy especial que ella realiza y a mi me resulta sumamente cachondo.
Se trata de la práctica del farting, en inglés significa tirarse pedos. Como amante de todo lo escatológico esta práctica me resulta más que atractiva, y Samanta es una experta en eso. Así pues, comenzó por una pequeña ventosidad descargada mientras mi lengua permanecía de punta introducida levemente en su orificio anal.
-mmmm de delicia. Dije e interrumpí brevemente el cunninligus.
-si, te vas a fumar todos mis pedos. Agregó Samanta que con una mano me ayudaba a mantener separadas las pesadas nalgas.
Volví a introducir mi lengua en el agujero húmedo y ella comenzó a lanzar una serie de pedos estruendosos. Cada uno que dejaba salir se encontraba con mi lengua trabajando jugosamente entre el aire que escapaba y mi nariz deseosa de apreciar aquel perfume. Comencé a alternar lengua y nariz para poder recibir aquellos gases de modo que inundaran mi aliento y mi olfato.
Con una mano empecé a masturbarme. Ya estaba absolutamente cachondo, adorando ese culazo a esa altura ya mojado y oloroso. Me encanta lo sucio. Disfruto mucho del sexo sucio, del sexo cuando se pasan los límites de la pulcritud y comienza a ponerse asqueroso.
Disfruto ese instante en que el chupeteo anal se convierte en escatológico, cuando se comienzan a sentir los fluidos de la fecalidad. Fue entonces que cambiamos de posición y una vez que me acosté boca arriba Samanta se subió encima mío y montó su inmenso culo sobre mi cara. El fecesitting más extremo de mi vida había comenzado.
Con decenas de kilogramos de peso sobre mi rostro la asfixia no tardaba en llegar. A intervalos me permitía respirar y volvía a darme un sentón proverbial. Se acomodaba como si de un cómodo sillón se tratara y así permanecía mientras me masturbaba con una mano y masajeaba mis testículos con la otra.
-te vas a comer todo ese culo gordo. Repetía Samanta y se meneaba frotando toda su entrepierna por mi nariz y mi lengua.
En esas profundidades yo persistía con el lameteo del ano a la vez que recibía de tanto en tanto un profuso gas para mi deleite. Sumergido en el formidable culo, ahogado en el olor que emanaba y masturbado enérgicamente me hallaba en éxtasis.
-cagame en la boca. Le solicitaba cada vez que tenía oportunidad.
-¿te vas a comer toda la caquita? Me decía la muy puta, con sensual voz.
-Si, por favor cagame ya en la boca. Le suplicaba e imaginaba el grueso y marron contenido emergiendo del ejugero que tenía a un centímetro de mi expectante boca.
-te doy toda la caquita, ¿querés? Le oí decir y advertí que estaba esforzando el vientre, pujando con fuerza mientras su ano comenzaba a dilatarse.
-mmm me vas a dar la caquita en la boca? Dije rápidamente para volver a dejarla abierta a la espera de su excremento.
-toda, te la vas a comer toda. Remarcó Samanta y con un último empuje comenzó a liberar materia fecal.
Su ano se abrió dejando salir un enorme pedazo de mierda. De buena consistencia, sin estar demasiado duro ni demasiado blando, el pedazo ingresó de lleno a mi boca, aun tibio. Rápidamente sentí el sabor de aquel manjar marrón, entre dulce y amargo. Levemente resbaladizo al contacto con mi lengua.
Dí una mordida y lo introduje casi por completo en mis fauces comenzando a masticarlo. Samanta permanecía en la misma posición e intentaba dificultosamente alcanzar en simultáneo con sus manos, sus glúteos, para continuar defecando. Yo observaba fijamente el orificio anal, ya sucio y semi relajado.
Tras unos instantes, mientras yo saboreaba el primer bocado, sobrevino una ingente cantidad de mierda, mucho más blanda que al principio, que formó rápidamente una pila sobre mi boca y mi barbilla. El olor era impresionante. Para finalizar la acción dejó escapar un último gas que terminó de expulsar un pequeño pedacito marrón que aún permanecía en medio del culo.
En esta ocasión voy a contarles una experiencia vivida hace ya más de un año. En el anterior relato que ofrecí, hice referencia a lo que ahora quiero compartirles. Se trata de mi primer encuentro con Samanta, quien es actualmente una de mis putas favoritas.
Tal como ya he relatado soy amante de las mujeres culonas. Cuando digo mujeres culonas me refiero a que tengan el culo verdaderamente grande. Me fascinan esos culos super gordos, masivos, pesados. No me importa que tengan celulitis, en efecto algún que otro pocito le agrega belleza a las nalgas.
Lo que realmente me cautiva es cuando el volumen es enorme y se puede uno ahogar entre las carnes. Cuando el culo además de ser muy grande es de piel muy blanca mi excitación se profundiza. No puedo contenerme cuando veo un enorme culo blanco surcado por una tanga diminuta que deje exhibirlo todo y contraste con un color llamativo, luciendo un pequeño triángulo de tela sobre la curva y larga raya. Como verán, pues, mi fanatismo se concentra en este tipo de mujer.
Soy de los que gira la cabeza al ver pasar una culona por la calle. Si además lleva falda intento poder ver debajo de ella para observar las nalgotas desnudas. En fin, soy un verdadero adicto a las culonas. Por este motivo, conocer a Samanta marcó un antes y un después.
Ella es una chica de 24 años, piel blanca, cabello negro de largo medio, una carita preciosa y un cuerpo muy voluminoso. Se gana la vida con el trabajo sexual. Tiene publicados varios avisos y una cuenta en twitter. Ofrece servicios y productos en formato digital y también hace encuentros, es decir, prositución a la vieja usanza.
Para los encuentros no cuenta con lugar propio así que se concretan en moteles. Al ver sus publicaciones quedé estupefacto. Una decenas de fotos donde dejaba ver su rostro y su gigantesca parte trasera. Su especialidad: el facesitting.
Se podrán imaginar que no tardé absolutamente nada en enviarle mensaje de whatsapp. Fue ver esos avisos e inmediatamente pasar a contactarla. Recuerdo que en los primeros mensajes que nos enviamos ya advertimos que nos gustaba lo mismo.
Ella ama sentarse en la cara de sus clientes, que adoren su culo gordo, se lo chupen, se lo acaricien, se lo cojan. Disfruta mucho ofreciendo ese tesoro que tiene debajo de la espalda. Con un diámetro de caderas que ronda los 150 centímetros es la mujer con el culo más grande que he estado. tras ese primer contacto por mensajes debí aguardar dos días hasta realizar el ansiado encuentro.
Fueron dos días a puro morbo, a pura fantasía, imaginando todo lo que haría con Samanta. Pensando y repensando cuantos juegos podría realizar con aquel enorme trasero blanco. Fueron 48 horas de adrenalina y excitación. Pero vayamos al grano.
Llegó el momento y ya en viaje hacia el motel que habíamos estipulado, me sentía sumamente nervioso, como un muchachito virgen a punto de debutar. En cierta forma era un debut, era la primera vez con una BBW con todas las letras. Nos encontramos puntualmente frente al sitio e ingresamos rápidamente.
Una vez en la habitación comenzamos a quitarnos las ropas, entonces ella me invita a que nos duchemos juntos. Así lo hicimos. Fuimos hasta la ducha, allí tuve oportunidad de verla por primera vez desnuda. Me excitó muchísimo, mi pene se erectó de inmediato cuando ya bajo la regadera comenzamos a besarnos y la abracé tomándola del culo.
No podía creer lo enorme que era. Mis brazos por completo extendidos apenas llegaban a acariciar toda esa superficie de suave y mojada piel. Nos besábamos con los rostros y los cuerpos empapados, y yo manoseaba su espectacular culo gigante. Eran besos dulces, de amante, esos besos que excitan mucho. Entonces la hice girar y quedó dándome la espalda. Se inclinó levemente y yo descendí hasta quedar con su culote frente a mi cara. Había comenzado el festín.
Entre el agua que se escurría por sus curvas llevé mi lengua directo hasta su ano. Con los ojos entrecerrados y abriendo pesadamente sus nalgas me dediqué a lamer y penetrar con mi lengua aquel ajugero que parecía diminuto en proporción a semejantes cachetotes.
Costaba alcanzarlo con la boca, ya que exigía esfuerzo mantener abierto tal culo y además era necesario empujar con toda la cabeza para llegar a lamer y besar lo más profundo. En eso estuvimos un buen rato hasta que decidimos ir a la cama.
Tomé una toalla y comencé a secarle el cuerpo. Samanta se puso en cuatro patas y me ofreció su culo para que continue chupándoselo. Prendido tenazmente de sus caderas, abarcando con mis manos todo lo que más podía refregaba toda mi cara y lamía como un endemoniado. Metí mi lengua lo más profundo que pude repetidas veces y entonces comenzamos a ejecutar otra de las fantasías de que habíamos hablado antes de encontrarnos. Es un servicio muy especial que ella realiza y a mi me resulta sumamente cachondo.
Se trata de la práctica del farting, en inglés significa tirarse pedos. Como amante de todo lo escatológico esta práctica me resulta más que atractiva, y Samanta es una experta en eso. Así pues, comenzó por una pequeña ventosidad descargada mientras mi lengua permanecía de punta introducida levemente en su orificio anal.
-mmmm de delicia. Dije e interrumpí brevemente el cunninligus.
-si, te vas a fumar todos mis pedos. Agregó Samanta que con una mano me ayudaba a mantener separadas las pesadas nalgas.
Volví a introducir mi lengua en el agujero húmedo y ella comenzó a lanzar una serie de pedos estruendosos. Cada uno que dejaba salir se encontraba con mi lengua trabajando jugosamente entre el aire que escapaba y mi nariz deseosa de apreciar aquel perfume. Comencé a alternar lengua y nariz para poder recibir aquellos gases de modo que inundaran mi aliento y mi olfato.
Con una mano empecé a masturbarme. Ya estaba absolutamente cachondo, adorando ese culazo a esa altura ya mojado y oloroso. Me encanta lo sucio. Disfruto mucho del sexo sucio, del sexo cuando se pasan los límites de la pulcritud y comienza a ponerse asqueroso.
Disfruto ese instante en que el chupeteo anal se convierte en escatológico, cuando se comienzan a sentir los fluidos de la fecalidad. Fue entonces que cambiamos de posición y una vez que me acosté boca arriba Samanta se subió encima mío y montó su inmenso culo sobre mi cara. El fecesitting más extremo de mi vida había comenzado.
Con decenas de kilogramos de peso sobre mi rostro la asfixia no tardaba en llegar. A intervalos me permitía respirar y volvía a darme un sentón proverbial. Se acomodaba como si de un cómodo sillón se tratara y así permanecía mientras me masturbaba con una mano y masajeaba mis testículos con la otra.
-te vas a comer todo ese culo gordo. Repetía Samanta y se meneaba frotando toda su entrepierna por mi nariz y mi lengua.
En esas profundidades yo persistía con el lameteo del ano a la vez que recibía de tanto en tanto un profuso gas para mi deleite. Sumergido en el formidable culo, ahogado en el olor que emanaba y masturbado enérgicamente me hallaba en éxtasis.
-cagame en la boca. Le solicitaba cada vez que tenía oportunidad.
-¿te vas a comer toda la caquita? Me decía la muy puta, con sensual voz.
-Si, por favor cagame ya en la boca. Le suplicaba e imaginaba el grueso y marron contenido emergiendo del ejugero que tenía a un centímetro de mi expectante boca.
-te doy toda la caquita, ¿querés? Le oí decir y advertí que estaba esforzando el vientre, pujando con fuerza mientras su ano comenzaba a dilatarse.
-mmm me vas a dar la caquita en la boca? Dije rápidamente para volver a dejarla abierta a la espera de su excremento.
-toda, te la vas a comer toda. Remarcó Samanta y con un último empuje comenzó a liberar materia fecal.
Su ano se abrió dejando salir un enorme pedazo de mierda. De buena consistencia, sin estar demasiado duro ni demasiado blando, el pedazo ingresó de lleno a mi boca, aun tibio. Rápidamente sentí el sabor de aquel manjar marrón, entre dulce y amargo. Levemente resbaladizo al contacto con mi lengua.
Dí una mordida y lo introduje casi por completo en mis fauces comenzando a masticarlo. Samanta permanecía en la misma posición e intentaba dificultosamente alcanzar en simultáneo con sus manos, sus glúteos, para continuar defecando. Yo observaba fijamente el orificio anal, ya sucio y semi relajado.
Tras unos instantes, mientras yo saboreaba el primer bocado, sobrevino una ingente cantidad de mierda, mucho más blanda que al principio, que formó rápidamente una pila sobre mi boca y mi barbilla. El olor era impresionante. Para finalizar la acción dejó escapar un último gas que terminó de expulsar un pequeño pedacito marrón que aún permanecía en medio del culo.
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