Esta es la historia de Emilia, una mujer que a sus 30 años decide mirar hacia atrás y hacer un top 10 de sus mejores anécdotas de sexo, rememorando amantes, tríos, lugares exóticos y muchas cosas que la hicieron llegar a los mejores orgasmos de su vida. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…
CAPITULO 1
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Capítulo 9: Jugando con los hombres – Puesto n° 2
Ya falta poco para conocer el puesto n° 1 y me caliento solo de pensar en esa historia que hasta el día de hoy sigue siendo mi favorita. Pero antes tenemos que pasar por la medalla de plata y recordar una historia sumamente caliente que viví a mis 23 años. Atrás había quedado la historia romántica junto a Juan Pablo y esa noche en la que nos dimos placer con nuestros labios. Por otro lado todavía faltaba mucho para que conociera a Ignacio y tuviera mi tres por uno en una noche que nos terminó concretando como pareja que somos hoy en día. Para este segundo puesto volvemos a reencontrarnos con alguien que ya apareció dos veces en este top y que se despide con un más que honroso puesto n° 2. Volvamos a hablar de Javier.
Para quienes no lo recuerdan, Javier era el chico del parque con los tatuajes en el pecho a quien conocí una noche que salí a bailar junto a Luciana y Florencia. Me fui con él a su casa y en medio del acto sexual el chico se sacó la camisa y dejó al descubierto que se trataba del desconocido al que siempre me quedaba mirando en el parque. Obviamente después de esa noche en la que disfruté muchísimo de coger con él, volvimos a encontrarnos un par de veces, pero parecía que él no estaba muy enganchado conmigo. Yo, que solo quería coger y coger, lo terminé yendo a buscar al parque y le demostré que valía la pena estar conmigo, cogiéndomelo ahí en medio del parque, a la luz de la luna y las tenues luces que iluminaban, mientras la gente iba y venía. Después de eso, Javier le empezó a agarrar el gustito a coger conmigo y yo pude disfrutar nuevamente de sus 20 centímetros de pija casi cuando yo quería. Fueron unos 4 meses en los que habremos cogido en varias oportunidades y más de una vez con muchas ganas, al punto tal de que podría armar un top 10 solo de él. Sin embargo, hubo un cambio en el entorno que llevó a que las cosas se modificaran.
Mariano, mi ex compañero de la facultad y con quien siempre hubo un ida y vuelta bastante revoltoso, se volvió a poner de novio con Macarena. No voy a hablar de eso ahora, ya que bastante especifiqué en los puestos n° 9 y n° 6, solo voy a decir que me encantó convertirme en su amante. Mariano y yo empezamos a coger más seguido, lo que hizo que me dejara de ver con Javier, quien de golpe parecía querer estar conmigo todo el tiempo. De vez en cuando nos encontrábamos, teníamos sexo y hasta nos cruzábamos en el parque, aunque no llegamos a repetir lo que hicimos la noche en la que lo fui a buscar. Pero era mucho más esporádico que antes y llegamos a pasar más de un mes sin vernos y ahí él se puso como loco.
Sabiendo lo que provocaba en mi su cuerpo marcado y su pija parada, empezó a mandarme fotos semi desnudo, saliendo del baño o simplemente cambiándose de ropa, con la idea de provocarme. “Pensando en vos” me escribió un día luego de mandarme una foto en la que se lo veía en frente al espejo, parado con un bóxer anaranjado y con la pija peinada hacia un costado totalmente dura. Sabía muy bien lo que eso me provocaba, pero lo que él no sabía era que casi siempre terminaba sacándome la calentura con Mariano, quien estaba más que loco cogiéndome una y otra vez a escondidas de su novia y de nuestros amigos. Nadie sabía que él y yo nos veíamos al menos dos veces por semana para coger y que después de eso hacíamos como si nada pasara. Ni siquiera Guillermina, quien se había convertido en mi mayor confidente, estaba enterada de eso.
Una tarde de primavera, cuando el fin de cursada se acercaba y después de que Mariano y yo lleváramos unos 5 meses viéndonos a escondidas, me llegó un mensaje de Javier que me hizo saber que estaba listo para todo. “Hace mucho que no te veo, y te extraño” escribió y acto seguido me envió una foto completamente desnudo en la que no se le veía la cara, pero yo lo reconocí por los tatuajes y por esa increíble pija. Automáticamente le respondí diciéndole que yo también extrañaba su cuerpo hermoso y comenzamos a tener sexting. Era algo que solíamos hacer bastante, sobre todo desde que yo me veía con Mariano y no quería soltarlo a él tan fácilmente. La conversación se puso bastante caliente, al punto que él siguió enviándome fotos y llegó a mandarme un videíto en el que me mostraba como se pajeaba pensando en mí: “Así de dura se me pone cuando me imagina todo lo que me decís, hermosa” decía con voz muy sensual y a mi se me hizo agua la boca.
“Que ganas de que me cojas bien durito y me hagas acabar como solo vos sabes hacer” le respondí siguiéndole el juego y él volvió a enviarme un video, esta vez arrodillado y pajeándose un poco más rápido. “Te quiero poner en cuatro, Emi y pegarte chirlos en la cola para escucharte gritar” decía mientras se pajeaba con ganas y me mostraba la forma en la que me cogería si estuviera ahí con él. Entonces lo llevé al límite diciéndole que me gustaría sentir además de su mano en mis nalgas, uno de sus dedos en mi culo, ya que con él nunca había tenido sexo anal y era algo que últimamente practicaba mucho con Mariano. “¡Que ganas de cogerte el culito que tengo! ¡Mirá como se me puso la pija después de que me dijeras eso!” me respondió y nuevamente un video donde se notaba la cabeza toda hinchada mientras se pajeaba a toda velocidad.
Por una vez en mucho tiempo dejé de pensar en Mariano y tentada por las fotos y videos que mi amante me había enviado, le propuse vernos ese fin de semana. Organizamos en encontrarnos en el boliche al que iba a ir con las chicas y acordamos que después nos volvíamos juntos, al fin y al cabo vivíamos a muy pocas cuadras. Impaciente y deseosa de que llegara la ocasión del reencuentro con Javier después de no coger con él por casi un mes, elegí el outfit en ese momento, seleccionando una pollerita blanca que me resaltaba la cola, una remera roja que me quedaba muy escotada y una tanga del mismo color que la remera, que se me metía entre la cola y me hacía parecer que no llevaba nada puesto. Quería matarlo y quería que él me matara a mí, Estaba tan caliente, que esa noche no pude evitar tocarme mirando sus videos y a pesar de eso sabía que no era ni un décimo del placer que iba a sentir cuando estuviéramos juntos.
Llegamos a su casa después de habernos calentado al máximo en el boliche y fuimos directo a la habitación, mientras nos matábamos a besos y nos tocábamos con ganas. Nos acostamos con nuestros cuerpos entrelazados y nos seguimos besando apasionadamente, comiéndonos la boca con un deseo muy fuerte y haciéndole saber al otro que se venía algo bueno. Javier estaba prendido fuego y se notó en la forma en la que me desprendió del top y fue directo a mis tetas, agarrándolas con ambas manos y lamiéndolas como un perro desesperado por su comida. A medida que les pasaba la lengua notaba como mis pezones se iban endureciendo y como un escalofrío me recorría todo el cuerpo. Era evidente que las ganas se habían hecho muy fuertes en ese tiempo y que los dos nos moríamos por matarlas.
- ¡Sos tremenda!- Me dijo cuando bajó hasta mis piernas y empezó a bajarme la pollera para descubrir mi tanga.
Yo solamente le sonreí, como una niña buena y dejé que él siguiera desvistiéndome y besándome por todo el cuerpo. Obviamente no faltaron mis pies, parte de mi cuerpo que seguramente más le gustaba y fetiche que volvía loco. Me lamió el dedo grande y después se li metió en la boca para chuparlo mientras me miraba a los ojos. Luego cambió de pie, besándolo todo de la misma forma y lamiendo esta vez, todos los dedos, por arriba y por debajo. Por alguna extraña razón, me calentaba mucho que hiciera eso, algo que ningún otro amante había hecho. Prosiguió pasando sus labios por mis muslos hasta que llegó a mi entrepierna y sin sacarme la tanguita, la corrió hacia un costado y empezó a comerme la concha como a él le gustaba hacerlo.
No sé si fue la calentura del momento, si fueron los mensajes que nos enviamos unos días antes o si eran las ganas que tenía de devorarme a Javier, pero la forma en la que me chupaba la concha, era increíble. Me empezó a comer entera con su lengua, moviéndola hacia arriba y hacia abajo, de un lado al otro y dibujando formas sobre mi clítoris. No pude aguantar los gemidos de placer que salían de mi boca disparados cada vez que la lengua de mi amante pasaba por mis labios. Mi cintura se movía hacia arriba y hacia abajo, mientras él me sujetaba con firmeza de ambas piernas para abrirme más y más, entregándome yo a su boca. Yo me mordía los labios, gemía entrecortado, me sujetaba con fuerza de las sábanas, todo mientras que Javier me chupaba y me chupaba la concha una y otra vez, sin alejarse de mí.
Sus dedos aparecieron luego de unos minutos e hicieron todo mucho más placentero. Mientras saboreaba mi clítoris y lo retorcía de un lado hacia el otro con su lengua, me metió un dedo y comenzó a cogerme la conchita con este. “¡Ay sí! ¡Ahhh!” gemía yo como loca sintiendo como su cuerpo entraba y salía del mío haciéndome retorcer de placer. Estaba demasiado caliente y excitada y no aguantaba mis gemidos que seguramente podían escucharse en el silencio de la noche. Javier no paraba, no se detenía y provocaba que yo me humedeciera toda. Sentía como su dedo se mojaba más y más a medida que lo seguía moviendo y como los líquidos de mi cuerpo se mezclaban con su baba y caían por debajo del mío. Entonces otro dedo los recogió y los llevó hasta mi cola, la cual comenzó a acariciar en esa posición.
Para darle facilidad le pedí que se alejara unos segundos y yo me di vuelta, colocándome en cuatro patas frente a él. Javier volvió a hacer la tanguita hacia un lado y siguió con su lengua sobre mi cuerpo, pero esta vez fue directo a mi cola. Mientras me cogía con dos dedos en la conchita, su lengua me chupaba el culo, haciéndome gemir aún más fuerte de lo que estaba gimiendo antes. Era increíble el placer que ese macho me estaba haciendo sentir y su enorme pija todavía no había entrado en juego. Me encantaba y se lo hacía saber con gritos de placer absoluto y con movimientos hacia arriba y hacia abajo, buscando que sus dedos entraran más a fondo de mi cuerpo. Su lengua se sentía empapada y me mojaba todo el culito, el cual se abría poco a poco frente a su hambrienta boca.
- ¡Vení pendeja! ¡Vení y chúpame la pija que la tengo al palo!- Me dijo de golpe Javier alejándose de mi y parándose frente a la cama.
Yo corrí desesperada mientras él se quitaba la camisa y me arrodillé frente a su cuerpo. Con mis dos manos le desabroché el pantalón y se lo bajé de una junto al bóxer haciendo que su pija saltara de golpe frente a mi cara. La agarré con una de mis manos y lo empecé a pajear mientras él se desprendía de la camisa y revelaba nuevamente esos dos tatuajes que tanto me había excitado ver la primera noche que estuvimos juntos. Recordé como me había calentado al ver el tatuaje de los dos triángulos en su pectoral derecho y el del signo infinito en su pectoral izquierdo y no pude evitar las ganas de comérmelo entero, metiéndome su pija de lleno en la boca.
Empecé a chupársela como loca, metiéndomela y sacándomela de la boca a toda velocidad mientras lo pajeaba con ganas. Con la otra mano acariciaba su cuerpo, lo recorría con mis dedos y sentía el calor de su bronceada piel que tanto me gustaba. Su pija, enorme, gruesa y dura, se derretía en mis labios, llenándome la boca cada vez que intentaba metérmela por completo y generándome saliva que se me iba cayendo por los costados de los labios. Él me miraba fijo y yo hacía lo mismo, uniendo mi mirada con la suya que parecía demostrar un placer absoluto. “¡Ahhh sí!” gimió y supe que le encantaba lo que estaba haciendo, por lo que seguí. Chupándole la pija, lamiéndosela cada vez que llagaba hasta la cabeza, pajeándolo a toda velocidad y saboreando de su cuerpo, lo fui calentando hasta que ninguno de los dos pudo aguantarse mucho más.
Me levanté de golpe y él me tiró con brusquedad en el centro de la cama, para lanzarse encima de mí después. Rápidamente me penetró bien a fondo callando mi grito con un beso con lengua y empezó a cogerme a toda velocidad. Sin perder el tiempo, sin desperdiciar ni un segundo, comenzó a mover su cintura hacia arriba y hacia abajo provocando que su enorme y gruesa pija entrara y saliera de mi conchita totalmente empapada. “¡Voy a acabar enseguida!” le grité entre gemidos sintiendo como empezaba a mojarme toda y él continuó cogiéndome bien rápido. Me besaba el cuello, los hombros, la cara, los labios, mientras me hacía sentir toda su dureza entrando una y otra vez a gran velocidad.
¡Y acabé! De golpe, sin previo aviso y con unos gemidos demasiado fuertes que me obligaron a llevarme una mano a la boca, acabé muchísimo. Acabé como nunca antes había acabado con él y mojé todo su cuerpo, el mío y toda la cama. Javier no se detuvo y me siguió cogiendo a toda velocidad, prolongando el orgasmo más rápido de mi vida y haciéndolo uno de los más calientes que tuve. Parecía que sentir toda la humedad saliendo de mi concha lo excitaba, pues no dejaba de cogerme como una bestia y de metérmela hasta el fondo. “¡Ay sí! ¡Cogeme! ¡Dale!” le gritaba yo que sentía que en cualquier momento podía volver a acabar si seguíamos con esa brusquedad y esa dureza.
- ¡Ay sí Javier! ¡Sí! ¡Cogeme! ¡Así dale!- Gritaba yo como loca sin poder controlarme.
Mi amante elevó su cuerpo sobre el mío y mirándome desde aproximadamente medio metro de distancia me siguió cogiendo bien duro. Empecé a tocar su cuerpo y notaba la transpiración del calor que se generaba sobre sus músculos y no podía dejar de acariciarlo mientras me excitaba más. Su enorme pija entraba y salía de mi concha sin cesar y esta se mojaba más y más con cada movimiento. Él apenas me miraba mientras yo lo motivaba y le pedía que me cogiera más y más fuerte. Motivado por mis gemidos y mis gritos bien calientes, Javier no se detenía y me hacía sentir esa verga bien dura cada vez que su cintura chocaba contra mi cuerpo y me abría al medio en un grito de placer absoluto.
Cambiamos de posición luego de varios minutos y yo me senté encima suyo, tomando el control de la situación aunque era su verga la que dirigía la orquesta. Empecé a moverme hacia adelante y hacia atrás una vez que la tuve bien adentro y de golpe parecía que no podía detenerme. “¡Ay sí! ¡Agarrame las tetas!” le pedí entre gemidos y sus manos fueron directamente hacia mis lolas, las cuales apretó con fuerza aumentando mi excitación. Yo no me detenía. Me movía como loca encima de él, yendo en todas direcciones y sintiendo como su gruesa pija me daba un placer cada vez mayor. Él me miraba fascinado y yo seguía recorriendo su cuerpo con mis manos, pasando mis dedos por los triángulos y el signo infinito de su pecho. Eso quería, que me cogiera indefinidamente hasta que no pudiera acabar más de tantos orgasmos.
El segundo vino enseguida y nuevamente me tomó desprevenida. Saltando sobre su pija y clavándomela bien a fondo, noté un calor arrasador que se apoderó de mí y me llevó a moverme nuevamente de forma acelerada. Ese segundo orgasmo no fue tan escandaloso como el primero, pero grité de placer a los cuatro vientos y disfruté de sentirlo completamente adentro mío mientras volvía a mojarme toda encima de su cuerpo. Caí rendida sobre el cuerpo de Javier quien llevó automáticamente sus manos a mi cola y empezó a nalguearme con fuerza, dejando bien en claro que él no había terminado y que tenía para un rato largo.
Excitada y envuelta en una ola de calor absoluto, me coloqué entre sus piernas y me llevé de nuevo su pija a la boca para empezar a pajearlo a toda velocidad. Se la chupaba con más ganas que antes y notaba como Javier se retorcía de placer, se aferraba a las sábanas y movía la cintura suavemente hacia arriba y hacia abajo. “¡Voy a acabar!” me advirtió él y yo seguí pajeándolo y chupándosela sin detenerme. La leche no tardó en llegar y mi amante estallo en mi lengua, llegándome de su semen espeso y salado. Acabó y acabó muchísimo y yo lo recibí todo en mi boca, para dejarlo caer por los costados, haciendo que cayera sobre su pija bien dura y manchara tanto si cuerpo como mi mano. Luego abrí la boca y relamiéndome los labios me tragué lo que me había quedado, pajeándolo de forma más suave y sintiendo todo el semen entre mis dedos.
- ¡Todavía no terminé con vos!- Le dije sumamente caliente.
Sin limpiarme la mano, me acomodé sobre su cintura y agarré su pija toda enchastrada de semen y volví a metérmela en la concha empapada. Mientras me pasaba el semen que me había quedado en los dedos por el cuerpo, empecé a moverme suavemente hacia adelante y hacia atrás para seguir cogiéndome a Javier, quien me miraba fascinado. Llevó sus manos a mis tetas y las agarró con ganas mientras que yo seguía balanceándome sobre su cuerpo, disfrutando de su pija toda cubierta de leche adentro de mi conchita y mientras seguí dejándome el semen de entre mis dedos por mi pecho y mi cuerpo. “¿Sabes que quiero? Quiero que me cojas la colita” le dije y él rápidamente abrió los ojos bien grande y sonrió con una cara de felicidad absoluta, aunque estaba segura que sabía que se lo había ganado. Continué cogiéndomelo de forma suave por unos segundos, disfrutando de ese momento de relax y descanso después de dos orgasmos deliciosos.
Me levanté y me coloqué en cuatro sobre el centro de la cama luego que Javier se moviera. Él se ubicó detrás de mí y nuevamente sentí sus labios y su boca encima de mis nalgas. “¡Que cola hermosa que tenés!” me dijo mientras me besaba y me pasaba la lengua por los cachetes. La abrió con ambas manos y enseguida sentí como el culito se me humedecía aún más con la presión de sus labios y su lengua. Comenzó a jugar y yo noté la excitación y el calor casi al instante. Un dedo no tardó en entrar y sentía como empezaba a cogerme con este, mientras que sus besos y lamidas continuaban por toda la zona. Completamente mojada, llena de mi acababa, leche y saliva, Javier me siguió cogiendo con su dedo hasta que este entraba y salía perfectamente de mi culito, por lo que decidió sumar un segundo dedo, el cual enseguida formó parte del juego.
- ¡Sos tremenda, Emi!- Me dijo arrodillándose y colocando la punta de su inmensa verga en mi cola.
Poco a poco fui sintiendo como esta entraba y me relajé al máximo para disfrutarlo. Notaba su enorme pija entrando y entrando en mi cuerpo, lentamente, de forma suave, mientras que él me abría los cachetes para facilitarse el trabajo. Una vez que ya había entrado casi toda y que yo había largado varios gemidos de placer, comenzó a moverse suave hacia adelante y hacia atrás, acostumbrando mi culito a tan gruesa verga. “¡Ay sí! ¡Qué apretado tenés el orto, Emi!” gimió él sin dejar de moverse de forma suave hacia adelante y hacia atrás, metiendo y sacando su cuerpo de adentro del mío. Yo gemía, gozaba y disfrutaba, agarrándome con fuerza a las sábanas y sin poder controlar mi calentura que iba en aumento a cada segundo que pasaba. “¡Dios Emi! ¡Te quiero romper el culo!” confesó él y entonces yo le pedí que lo hiciera, que me destrozara la cola.
Javier me sujetó con ambas manos de la cintura y empezó a acelerar el ritmo. Lo hizo de forma gradual y poco a poco fue subiendo la velocidad con la que me cogía la colita. Sentía su pija salir casi por completo de mi cuerpo y entrar de nuevo bien a fondo cuando chocaba su cintura contra mis nalgas, provocándome gemidos de placer más fuertes que los anteriores. Se notaba que Javier estaba más caliente que nunca, por la forma en la que se comportaba, como me abría la cola, como me cogía, como me agarraba con fuerza y como me hablaba de una forma en la que nunca lo había hecho. “¡Sí Emi! ¡Qué hermoso culo que tenés! ¡Cómo le gusta la pija a tu culo!” gritaba entre gemidos agitados e iba acelerando más y más la velocidad para cogerme con más fuerza.
Yo no pude aguantarme las ganas y apoyé la cabeza y los hombros en el colchón, sujetándome con fuerza de las sábanas y mordiendo una almohada para descargar la calentura. Entre gritos y gemidos, mi cola quedó bien parada y eso motivó a Javier a cogerme más fuerte, a darme golpes más duros y enterrármela bien a fondo cada vez que lo hacía. “¡Si putita! ¡Sí!” gritó y me pegó un chirlo que me dejó la cola ardiendo. Siguió cogiéndome, más y más fuerte. Más y más duro. Otro chirlo me azotó en el mismo cachete que antes y yo grité y mi alarido se pudo escuchar más allá de la almohada que me tapaba la boca. “¡Gritá hija de puta! ¡Gritá!” me ordenó él y entonces liberé mi boca y dejé que los gemidos inundaran la habitación como antes.
- ¡Ay sí! ¡Ay sí! ¡Dale! ¡Sí! ¡Dale!- Gritaba como desesperada y Javier me cogía el culo con todas sus fuerzas.
Se movía hacia adelante y hacia atrás, abriéndome los cachetes con una mano y azotándomela con la otra. Su cintura iba y venía, golpeando mi cuerpo con fuerza y haciéndome sentir su enorme pija entrar bien a fondo cada vez que chocaba contra mi cuerpo. Entonces supe que el tercer orgasmo estaba por llegar y grité con ganas para acabar nuevamente. Una vez más terminé mojando todo su cuerpo y el mío, con un líquido caliente que me salía disparado de la concha mientras que mi amante me llenaba la cola con su inmensa y gruesa verga. “¡Eso hija de puta! ¡Acabá!” me gritó y siguió cogiéndome más duro y más fuerte, provocando que mi orgasmo se intensificara y fuera mucho más placentero. No terminaba de acabar, no terminaba de gritar y de gemir de placer, sintiendo como mi cola se abría y se abría mientras que él me la cogía con todas sus fuerzas.
“¡Abrite el culo! ¡Abrítelo que te lo voy a llenar de leche!” me dijo y rápidamente llevé mis manos hacia atrás y tirando de cada uno de mis cachetes, obedecí a sus órdenes. Javier me sacó la pija de adentro y pude escuchar como empezaba a pajearse mientras gemía de placer. “¡Sí hija de puta! ¡Sí! ¡Te voy a acabar todo el orto!” me advirtió mordiéndose los dientes y pajeándose a toda velocidad y para motivarlo decidí decirle que sí y pedirle la lechita con voz de bebita calentona. La leche llegó enseguida y sentí como me manchaba las nalgas y el culo, mientras yo seguía gimiendo de placer por el orgasmo conseguido y notaba como todo el cuerpo me chorreaba de diferentes líquidos. Javier gemía, gozaba y gritaba “!sí!” mientras me acababa por segunda vez en una noche increíblemente caliente y placentera.
Después de eso nos fuimos a bañar juntos para limpiarnos todo el pegoteo de transpiración, orgasmo y saliva. En la ducha volvieron los besos y el toqueteo, aunque los dos estábamos tan satisfechos que no llegamos a nada y nos terminamos quedando dormidos al poco tiempo. Con Javier me iba a volver a ver varias veces en encuentros bastante calientes, pero al cabo de pocos meses íbamos a ir alejándonos y cada uno iba a hacer la suya. Aún lo sigo en Instagram y veo sus fotos y admiro su cuerpo, calentándome y envidiando a su novia, la cual seguramente goza como yo gocé esa noche en la que acabé tres veces seguidas. Tranquilamente podría haber sido la mejor cogida de mi vida, de no ser porque tan solo una semana después iba a pasar algo mucho mejor.
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