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La madre de mi mejor amigo

Voy a contaros lo que me ocurrió con la madre de mi amigo. Es una mujer morena, pelo castaño, alta, buena figura para su edad. Una madurita en toda regla. Siempre la he considerado uno de mis iconos sexuales respecto a la madurez. Ella siempre se ha mostrado amable conmigo (no más de lo normal) como con cualquier otro amigo de su hijo.
Todo comenzó una tarde en que mi amigo se había comprado un nuevo aparato electrónico. Yo siempre he andado trasteando con ellos y se me dan bastante bien. Él, en cambio, no tenía ni idea. Así que no mostré objeción alguna en echarle una manó y ya de paso echarme la tarde en su casa.
Me dijo por teléfono que me pasara sobre las cinco de la tarde. A esa hora estaba solamente él y su madre. Su padre trabajaba y su hermana pequeña estaba en una especie de campamento veraniego. Hay que decir que sé estas cosas no por ser un obseso ni nada por el estilo, sino por que de tantos años conociendo a la familia se quedan cosas.
Voy a hablaros de mí. Pasé la adolescencia y la pubertad. Tengo 18 años casi 19 y puede decirse que soy una persona sana, que se saca sus estudios, un poco tímida, pero con una ansiedad sexual tal que necesitaba masturbarme a diario sin falta, a veces dos veces, debido a tan repentina pubertad. La verdad es que siempre me he preocupado del tamaño de mi pene. Me creció hasta los 17-18 cm., y comparándolo con él de otros amigos de mi edad siempre me he sentido a gusto y satisfecho. Al menos con mi pene. Con el físico nunca he destacado. 1.85m, 74kg, más bien delgaducho. Aunque últimamente la espalda se estaba enreciando y estaba ganando un aspecto más viril. Pero en resumen, solo me podría salvar por mi pene como recurso final.
El caso es que me presenté allí a las 5 menos cuarto, ya que en mi casa me aburría como una ostra. Piqué y me abrió mi amigo. Subí a su casa. Él estaba en la salita, al fondo de la casa. Para llegar tenía que pasar por el comedor, nada nuevo. Entré en el comedor y salude a su madre:
-Hola- dije más bien cortado.
-¡Hombre! ¡Cuánto hacía que no venías! ¿Qué, como estás?
- Bien, bien.
- Ya te veo ya...
Yo soy más bien propenso a imaginarme cosas donde no las hay. Cuando escuche esa frase quizás la malinterpreté y me pareció lo que no era. Se me corto la respiración un instante. Lo único que pude hacer fue sonreír y continuar hasta la salita. Allí estaba mi amigo. Le saludé como de costumbre y empezamos a hablar de nuestras cosas. Al cabo del rato ya ni me acordaba de lo ocurrido anteriormente. Pasamos largo rato arreglando aquel trasto y al cabo de dos horas más o menos, abrió la puerta de la salita su madre (que no nos había molestado en toda la tarde), que dijo:
-Vas a tener que bajar un momento a la panadería porque nos hemos quedado sin este mediodía, porque han venido los titos y tus primos.
La panadería estaba un rato lejos, así que él contesto:
-¿No puedes ir tú?, es que ahora estamos aquí ocupados...
-Pues paráis para merendar y así de paso descansáis, que lo tienes al pobre hecho polvo. ¡Ay! como te trata eh! - me dijo en broma -.
- No, es que esto es difícil y hace falta tiempo- dije cortado y en voz baja. Me daba corte mirarla porque el solo verla me hacía contemplar esa silueta tan atractiva para mi y empezaba a imaginarme una situación  surreal que nunca ocurriría. Entonces pensaba solo en eso, y procuraba o mirar a otro sitio o decir estupideces. Dios mío que nalgas, que tetas. Un día la vi en bañador por pura casualidad estando en la playa las dos familias, y desde entonces no borré la imagen de ella tumbada el la hamaca, untándose crema solar por el pecho, con esos senos tan grandes que ocupaban todo su pecho, tan morena  y con unas nalgas tan firmes. Daban ganas de follarla, de llevarla al límite, pero solo en sueños. Que pezones.
- Bueno - se sonrió compadeciéndose y a la vez de una forma perversa para mi- Descansáis y aprovechas ahora ir a comprarlo- de repente se puso más seria con él, así que mi amigo se vio obligado a ir.
- De acuerdo.
- Yo me quedo arreglando esto mientras- dije yo.
Su madre ya se había ido a la cocina con su hijo. Yo me quedé en la salita escuchando como le daba dinero y también le replicaba por contestarle, pero suave. Era una mujer permisiva y moderna. Su ropa lo decía todo, pero falta un poco todavía para eso.
Mi amigo se marchó. Me quedé en la salita y al cabo de pocos minutos su madre dijo en voz alta desde la cocina:
- ¿Quieres algo para merendar?
- No No. Me espero a que llegue de comprar ya y meriendo con él.
- No si éste ya ha merendado, tranquilo. ¿Te hago un colacao y un bocadillo vale?
- Gracias - dije un poco siguiendo la corriente, ya que sabía que me lo iba a hacer, quisiera o no.
Al cabo de 5 minutos me llamó porque la merienda ya estaba. Fui hasta el salón, me senté en el sofá y salió ella de la cocina, siempre sonriente, con la bandeja e la merienda. Me la dio en mano estando yo sentado, y al sentir como estaba a menos distancia cada vez de mí, otra vez se me cortó la respiración. Ella no hizo nada en especial, tan solo eran mis nervios. Me preguntó si quería verla tele. Le dije que si y elle amablemente me acerco el mando y encendió el televisor. Ella se marchó hasta la cocina, momento en que aproveche para contemplar su culo. No se por qué razón vestiría así para ir por casa. Igual acababa de venir de algún sitio, el caso es que llevaba un pantalón negro ceñido apretadísimo que le marcaba toda su figura. Yo tan solo me sentía afortunado de vivir aquel momento irrepetible. En la parte de arriba llevaba como una camisa y un suéter encima. No marcaba nada en especial, solamente esas tetas que siempre figuraban grandes, se pusiera lo que se pusieras marchó a la cocina. Estaba sentado en el salón, pero desde allí podía contemplar con todo el descaro que quisiera aquel cuerpo que tanto deseaba penetrar. Ella estaba haciendo sus cosas en la cocina y yo no dejaba de fijar mis ojos en aquellas nalgas, en aquellas tetas, en aquellos labios que tanto deseaba que acariciaran mi pene. Esa lengua. Esos lametones de pantera. Seguro que era una fiera en la cama, seguro que era una pantera que siempre pedía algo más. Mi pene se fue empinando bajo la bandeja y tranquilamente dejé que se inflara hasta el tope. Estaba disfrutando de aquella situación. Era segura y placentera.
Acabé de merendar y me puse a pensar: (Ahora me podría ir al lavabo masturbarme, ya que tengo recuerdos frescos de su cuerpo). Después de meditarlo un rato, decidí ir al baño. No había peligro de que viera mi pene marcado a tope en el pantalón porque no tenía que pasar por allí. Llegué al lavabo, eché el cerrojo y me saqué el pene, como una catapulta. Mi pene era grande pero aquel día se infló hasta el tope. Por lo menos 19-20cm. Yo estaba a la vez sorprendido y feliz, ya que mi pene iba a más. Entonces me planteé la decisión que cambió el rumbo de esta historia: Puedo masturbarme aquí y perder todo el deseo por ella, hasta otro día, o puedo continuar cachondo perdido para que mi corazón siga bombeando adrenalina y pasar un rato más cachondo, que siempre gusta más. No pensé en intentar seducirla. Simplemente en llevarla empalmada y sacármela y ponerla debajo de la bandeja o algo así para vivir al límite la situación.
Salí del cuarto de baño, lo mas discreto posible. Llegué al salón, la observé y cuando estuve seguro de que no miraba me saqué mi pollón, me la casqué unos diez segundos mirándola y me metí encima la bandeja de la merienda. La verdad es que me había dejado bocadillo y aproveché eso para alargar la merienda todo lo que quisiera. Estuve un rato así hasta que ella acabó de sus labores y acercó su cuerpo de infarto al salón para descansar un poco también. Mi corazón estaba desbocado y mi pene también. Creo que tuve la erección más grande de mi vida. Mi capullo era como dos dedos y medio de ancho y quería descargarse en algún sitio. Yo estaba nerviosismo pero intenté llevar la situación con calma para que no sospechara:
-¡Que te cuentas muchacho! Vaya cambio que has pegado eh!
- Si... si - Dije con risa floja.
- ¿Qué?, ¿este verano a la playa también no?
- Si...creo que si no se si mis padres trabajan...
- Muy bien, a pasar unos diítas con tus amiguetes y alguna que tendrás por ahí ligada... ¿Qué, cómo van los amores?
- No si no hay ninguno, a ver si este verano...
- Pero bueno, con lo guapo que te estás puniendo y que ninguna se fije en ti...Vaya tontas que están las niñas de hoy día
- Bueno...
- Yo si tuviera tu edad te vería más como un tío guapote, que no te preocupes vamos que seguro que hay alguna.
- Ya ya... - aquello iba por buen camino.
- Si es que estáis en la edad de eso...del primer beso, de los rollitos, de la primera vez...
- No, pero para eso hay que saber un poco....
- ¿Para el qué, para la primera vez? ¡No hombre no! Solo tienes que preocuparte si la tienes pequeñita, por la vergüenza, pero vamos
- ...
- ¿Tú de eso no irás mal no?
- ¿De qué?
- De tu churra.
- Glup - Aquello iba bastante a mejor
- A ver, dime cuanto te mide que seguro que no tienes problema.
En aquel momento cualquiera hubiera pensado que lo mejor hubiese sido decirle que mi pene era grandioso y que si quería verlo. Pero en la vida real no se dice tan fácilmente:
-No se, normal...
- Pero los chicos de tu edad no paran de medírsela, seguro que te la has medido, ¿cuánto?
- 17 más o menos
- ¡Qué me dices! ¡Pero tú vas sobrado chico! Vaya  pedazo de rabo que tienes eh, no te quejaras
- No, bueno... - aquello era surreal -.
- ¡Si hay adultos que la tienen mucho más pequeña! Pero mucho más. Esto es un secreto eh: mi marido no le medirá más de 13 cm.
- Glup -
- Pues imagínate, cuando lo hagas con alguna novia, hasta se asustara de verte el rabo. Seguro que disfrutas mucho...
- A ver...
- Yo de joven siempre me enrollaba con tíos que lo tuvieran gordo. Pero encontré a mi marido que era un tío con los pies en el suelo, y me he quedado sin pollas.
- ....
- Oye... ¿a ti te molestaría mucho enseñármela?
- ... pero-
- ¡¡Lo siento lo siento!! ¡Por dios que estúpida he sido! ¡Como he podido decirte eso! perdón, perdón. Es que hace tiempo que no veo un rabo gordo.
-...
- Pero me lo querrías enseñar, solo para verlo, no me moveré de aquí.
- ... - no dije nada, tan solo pensaba quién de los dos era más guarro-.
En aquel momento estaba yo no era yo, estaba viviendo algo tan surreal que simplemente me dejé llevar por la situación. Empecé a levantar la bandeja y mi pollón de 20 cm. se mostró firme y recto. Yo no sabía bien que hacer, estaba en el sofá normal, como siempre, pero con el cipote al aire. Ella al verlo se le pusieron los ojos como dos tomates y abrió la boca de sorpresa. A mí ya no se me podía empinar más:
- Dios mío...- susurró ella- es gigante. ¡Siempre me he preguntado como la tendrían los chicos de tu edad y ahora veo que tu das la talla, y con creces!
- Gracias...- no tenía intención de volverla a guardar, veía el sexo cerca así que me lancé un poco tartamudeando- la verdad es que me acostumbra a medir menos pero hoy viéndote... se me ha puesto burrísima. La verdad es que eres muy guapa.
- ¿Eso crees?- no dejaba de mirarme la polla- Vaya, no me esperaba eso
- Pues sí, con esa figura estás tremenda. Ya sabes de quien es la culpa de que esté así de dura.
- Vaya gracias- - Se acercó un poco más a mí y deslizó su mano por el pantalón. Yo veía el sexo a la vuelta de la esquina.- ¿Te la puedo tocar? Es solo para recordar viejos tiempos.
- La verdad es que estaba deseando que lo dijeras.
La zorra deslizó su mano por el pantalón hasta llegar a la base del nabo. Lo agarró con su mano y me empezó a pajear lentamente, sobretodo el capullo. Yo estaba quieto, inmóvil:
-¿Te gusta?
- La verdad es que me siento como en un sueño.
- Bueno, pues si los dos estamos tan a gusto, ¿por que no te vas quitando esa camiseta y esos pantalones, y yo me voy quitando esta camiseta y estos pantalones?
- Vale...
Nos levantamos los dos y nos empezamos a quitar la ropa. Ella no dejaba de mirarme el nabo. Terminamos de desnudarnos y de repente se marchó:
- Voy a echar la llave. Aún falta mucho rato para que llegue pero quiero estar segura.
El verla corretear desnuda por su casa y yo con mi instrumento en aquel sofá era totalmente idéntico a lo que había visto en mis pelis porno. Vino al sofá y se sentó tranquilamente. Se echó la melena hacia atrás y comenzó a pajearme como antes. Me dijo:
- A estas alturas no te importará que me la meta un poquito en la boca, solo para probarla un poco.
- No tranquila...
Acerco sus labios lentamente a mi capullo y comenzó a mamar. Era mi primera mamada. No tenía más experiencia pero aquello era divino. La chupaba con tanta fuerza que me tuve que agarrar a un cojín de los nervios. Aquello era el paraíso. Al cabo de un rato me baño:
- ¿Era tu primera mamada no?
- Si...
- ¿Y te ha gustado como chupo los rabos?
- Pues la verdad es que sí.
Se sonrió cómplice y siguió mamando. Sin palabras. Sus labios se deslizaban por todo mi nabo arriba y abajo, todas las mamadas acababan en un beso en la punta de mi polla. También me chupaba los huevos y me lamía como un perro. Me susurró:
- Espero que seas lo suficientemente listo para elegir si cuentas esto a la gente o no.
- Tranquila que de lógica ando bien. El secreto está bajo buen recaudo.
Otra vez sonrió y emprendió la mamada con más fuerza aún como una especie de recompensa. Más sensual, más rápido, más fuerte. Aquello era un mamadón. Pero yo tampoco me cortaba. Tocaba sus nalgas y sus tetas. Pellizcaba sus pezones y de vez en cuando le metía el dedo por su coñete depilado, como mi rabo. Los dos teníamos ganas de seguir. Yo más. Le solté la indirecta:
-¿Tienes preservativos?
- para mi marido si, pero para ti... que preservativo ni que mierda. Quiero sentir como ese capullo entra por mi coño y lo hace más grande. Quiero que me hagas llorar de dolor. Así lo hacía yo cuando era joven.
Se levantó rápido y se puso de cuatro patas en el sofá. Yo la seguí y metí mi capullo por su chochete. Aquello era lo mejor  de mi vida pero estaba asustado. Y si me corría dentro. Le pregunte:
- ¿Y si me corro?
- Tranquilo, tú descárgate dentro, ya después me tomaré lo que me tenga que tomar. Ahora quiero que me folles todo lo rápido que sepas.
- Vale...
Cogí y me puse lo más cómodo posible para cabalgarla. Empecé lento y progresivamente mis golpetazos fueron más rápido. Me sentía como uno de esos actores porno de las películas que lo hace a la velocidad del rayo. Yo igual. No sabía como lo había conseguido. Quizá el momento, pero el caso es que no dejaba de penetrarla como una locomotora.
- Ah así, mmm. No pares hasta que tú no quieras, yo quiero llorar...
Así hice. La follé con toda mi rabia para que gritara lo más posible. Al principio esos gemidos eran de dolor. Luego fueron más de queja. Luego se convirtieron en gemidos y se transformaron en gritos. Luego esos gritos normales se convirtieron en un grito desesperado de dolor, como si se estuviera muriendo. Pero yo no paraba. Aquellos gritos en vez de preocuparme lo que me daban eran más ganas de follármela. Yo no paraba. Ella gritaba dejándose la garganta, como si le estuviera haciendo daño con un pene de pinchos o algo así. Y aquello era un no parar. Al final aquellos gritos de desesperación se convirtieron en un llanto. Ya no gritaba de dolor. Ahora lloraba de dolor. Era como si de repente ya no sintiera nada. Solo lloraba. Pero yo no paraba, seguía sus órdenes de dolor:
- Para por favor para...
- ¡No, un poco mas!
- ¡Para por dios que me ya no siento nada!
- No...
- Paara (llanto) Paara (gemido y lágrimas) ¡¡Ese rabo me está matando!!
Al final me decidí por parar. Quizás aquello le venía muy de repente. Así que decidí darle un respiro y preguntarle cómo lo había hecho.
-¿Lo he hecho bien?
- ¿Que si lo has hecho bien?- gimiendo, sin voz- Eres un hijo de puta. Vaya pedazo de rabo duro que tienes. Es lo más grande que me he follado en mi vida. Ah si...., me he quedado a gusto... ¿Tú te has corrido? Porque yo ya no notaba nada hay dentro. Creo que he tenido por los menos 4 orgasmos...
- Yo no me he corrido todavía... pero ¿hemos terminado ya? porque yo...
- Eres insaciable eh... Bueno, si quieres madurita la tendrás. Elige tú ahora que quieres hacerme...
- No se si querrás... es... sexo anal... darte por culo.
-..Mmm... Vale. Dicen que está bien. Yo nunca lo he probado pero tranquilo, mi culo está limpios sobretodo hoy que tenía la intención de follarte. Aquí lo tienes. Empieza despacito...
Puso su trasero en pompa y allí estaba: las dos nalgas preparadas para ser reventadas. Mi sueño. Sexo anal. Empecé tal y como ella me dijo: despacio. Mi pene, que todavía quería más guerra, se introdujo en su ano lentamente y fui abriéndolo muy muy despacio. Ella soltaba de vez en cuando un gemido, pero me indicaba que continuara. La empecé a penetrar después de haber agrandado la cavidad. Sorprendentemente, su ano relucía de lo limpio que estaba. Empecé como cuando me la había follado. Y estuvimos así largo rato: escuchando sus gemidos y llantos, mis pelotas chocando en sus nalgas...
Al acostumbrarme más a la situación, decidí cogerla por la melena y tirar de ella hacia atrás. De repente soltó un gemido y dijo: "OH si, móntame, móntame". La verdad es que el sexo anal era distinto al normal, pero yo siempre había tenido predilección por él, así que estuve como 15 minutos más dándole por culo y reventando sus nalgas.
Al terminar, nos sentamos los dos en el sofá y ella, al ver que mi pene todavía seguía así de empinado, me dijo:
- ¡Pero como puedes tenerla todavía así! Esto telo bajo yo- Dijo sorprendida y riéndose a la vez.
- Pues no sé, ahora ya hazme tu lo que quieras...- solté yo.
- Te la voy a mamar hasta que te corras. Prepárate.
Yo me puse un tanto nervioso, pero no demasiado. Sabía por certeza que si me descargaba sería algo espectacular. Así que como siempre, me dejé llevar. Ella se levantó, se puso de rodillas delante mío y de nuevo me la empezó a mamar, pero cada vez más y mas fuerte. Aquello era salvaje. Lo único que pude hacer fue relajarme y mirar hacia el techo mientras se avecinaba aquella corrida. Aquello iba por buen camino, cada vez notaba más el gustirrín del semen subiendo por mi polla. ¡Ahora si que llegaba! Antes de correrme dije:
-Ya llegaa...
El semen salió disparado hacia su cara. El primer churretazo se estampo en su nariz. El segundo, igual de fuerte, se pegó en su mejilla. Hasta ahí normal. Pero ella continuó cascándomela y de nuevo salieron 3 churretazos más. Igual de intensos. Esos tres fueron a la boca. Yo ya estaba en la gloria. Me había corrido todo lo que tenía dentro de mí. Ella se lo frotaba y lo saboreaba. Yo disfrutaba viendo como mi corrida se deslizaba por toda su cara, por sus pezones, por todos lados. Aquello había llegado a su fin. Aquella jaca me había brindado una ocasión que jamás olvidaría, y que a ser posible me habría gustado repetir más de una vez. Le pregunté:
-Esto... ¿ahora que?
- Tú vístete y continúa merendando- Dijo entre corridas.
- Vale pero... ¿y tu?- dije mirándola toda ella
- Yo ahora me voy a dar una ducha para eliminar toda firma de ese monstruo que tienes ahí. A mi sinceramente me ha encanado follarte. Para ser tu primera vez pensaba que no lo contaría. ¡Dios mío como follas! ¡No te creas que te vayas a librar de otra otro día! A la mínima que pueda te vienes y me penetras de nuevo...
- ¿Vale pero, cómo sé cuándo querrás que vuelva?
- Mira, haremos una cosa. Yo llamaré a tu casa como señal para que vengas. Indiferentemente de si llamo para una cosa u otra. Tú si escuchas una llamada mía, te vienes y nos divertimos un poco
- De acuerdo- Dije zanjando aquel asunto
- ¿Vale?
- Sí
Nos levantamos los dos. Le acaricié una teta y le froté mi pene, ya un poco más flácido, por toda su nalga. Ella me agarraba los huevos con una mano y con la otra me acariciaba el torso y me agarraba el culo. ¿Era aquello una despedida? No. Pero debía serlo en aquel momento. Sonó el timbre. Ella corrió como un gamo hasta el baño, cerró la puerta y se comenzó a duchar sin tener si quiera la ropa dentro.
A mi me toco abrir a mi amigo la puerta. Fui, deseché la llave y allí estaba. Traía su barra de pan y sus encargos. Pasó totalmente inocente de lo que había ocurrido aquella media hora allí. No era para menos: no había ni un solo índice de lo que allí había ocurrido. Me preguntó:
- ¿Y mi madre?
- Ah pues... no si estará en el baño duchándose. Al picar tú y ver que no te abría nadie he ido yo.
- Ah OK. Bueno, vamos a seguir con esto.
- Claro.
La  tarde continuó. Ella salió de la ducha y se fue a hacer la cena. Yo continué con mi amigo arreglando aquello. De repente me acordé de la bandeja de la merienda: estaba en el salón. Me levante y le dije a mi amigo que tenía que llevarla a la cocina. Me dejó marchar y él se quedó en la salita. Al llegar a la cocina allí estaba ella. Con su ropa, más discreta ya, haciendo la cena. Dejé la bandeja en la encimera, a su lado, y ella aprovecho para tocar mi miembro con la manó entera. Aquello era lujuria en el disimulo. Era tan suave y discreto que no se notaba. Yo miré hacia el pasillo de la salita y dije a mi amigo:
- ¡Pon aquel CD de antes, que voy al baño!
-Vale
Fui al baño, cerré la puerta y me quedé fuera. Regresé a la cocina y me abalancé sobre ella, levantando su camiseta y chupando sus pezones. Ella miraba al techo de placer. Aquello fue lo último que chupé de ella aquél día. Regresé a la salita, acabé mis tareas con el trasto aquel. Me despedí de mi amigo, me puse mi chaqueta, pasé por el comedor, llegué a la cocina a "beber un vaso de agua". Ella, cómplice, me lo ofreció sin reparo alguno. Mientras bebía me acariciaba el pene. Aquello fue breve. Me despedí de ella como un chico normal, con un "Ya me voy, adiós", a lo que ella contesto "¿Ya te vas? Bueno a ver si vienes otro día y le enseñas a arreglar esas cosas. Adiós".
Este fue el comienzo de una serie de visitas que a día de hoy todavía perduran. Y perdurarán hasta que ese cuerpazo siga así de firme. Y de atractivo. Y con esos pezones grandes y puntiagudos...

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