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Capítulo 47.
Reparar el Daño.
La convivencia familiar cambió radicalmente de un día para otro. La prueba definitiva de esto fue la falta de ropa. Cuando salí de mi cuarto, sentí que estaba entrando al paraíso. Vi pasar el macizo culo de Tefi frente a mis ojos, ella se reunió en la mesa del comedor con mi tía, de la cual podía ver sus enormes tetas. Cristela estaba cebando mates con total naturalidad mientras mi mamá dejaba medialunas con dulce de leche para todos. Pude ver las tetas de Alicia inclinarse hacia el piso, parecía que iban a caer en cualquier momento, por su peso. Pilar, a quien siempre le dio vergüenza andar completamente desnuda, estaba impresionante, caminó sin sentir el menor pudor, sin hacer intentos de cubrir su cuerpo, y se sentó junto a Tefi.
Sé que tuvimos una intensa charla sobre el nudismo, pero me sorprendió que el cambio se diera tan rápido y de forma tan contundente. Di un paso hacia adentro de mi cuarto y me quité el short que traía puesto, yo también quería andar desnudo.
Justo cuando salí por segunda vez, vi aparecer a Gisela y a Macarena. Al igual que todas las demás, ellas también estaban desnudas al 100%. Pero noté algo raro en Gisela. Por eso me acerqué a Maca y tomándola del brazo la aparté, para susurrarle al oído:
―Me parece que hoy sí estamos viendo a Gisela.
―¿Qué? ¿Y a quién tendríamos que ver? ―Preguntó ella, mirando a nuestra hermana mayor.
―A Celeste.
―¿Todavía pensás que Celeste es Gisela?
―Cada día estoy más convencido de eso. Mirala con atención, vos sos muy observadora, compará a esta Gisela con la que vimos en la reunión familiar. ¿Qué diferencias notás?
―Mmmm… ―Macarena la analizó durante unos segundos, Gisela estaba de pie explicando que Brenda no se uniría a nosotros en este desayuno tardío, porque le había costado conciliar el sueño.
―Mientras el problema no seamos nosotros ―dijo mi mamá―, entonces que duerma hasta la hora que quiera.
―Estoy segura de que el problema no somos nosotros, al menos no en un mal sentido ―dijo Gisela―. No la culpo, a mí también me costó mucho dormir. Ayer recibimos demasiada información, todavía la estamos procesando.
―¡Ya sé! ―Dijo Maca, hablando en voz baja―. Las tetas, están diferentes, como caídas. Ayer las tenía erguidas, firmes… eran impresionantes.
―Sí, y también tenía la espalda más recta ―añadí―. Ahora anda encorvada y se tapa la concha con las dos manos, como si le diera vergüenza mostrarla.
―Bueno, es obvio que hubo un cambio de actitud en ella, aunque eso no significa que estemos tratando con dos personalidades diferentes. Voy a hacer un pequeño experimento…
Antes de que Gisela pudiera sentarse, Macarena la tomó por atrás, apoyando su pecho contra la espalda de su hermana mayor. Con ambas manos agarró las tetazas de Gise y las apretó.
―Dios! Cuántas pajas le habré dedicado a estas tetas. Qué ganas de chuparlas todas… y no me quedaría ahí. ―Una de las manos de Maca bajó hasta llegar a la entrepierna―. También me muero de ganas de pasarte la lengua por acá.
Me acerqué para ver lo que ocurría y, efectivamente, los dedos de Macarena habían logrado introducirse en la vagina de Gisela y estaban jugando con ella como si fueran viejas amantes.
―Ay, Maca… me estás poniendo incómoda. No me toques así.
―¿Por qué? Me vas a decir que después de lo que pasó ayer no tenés ganas de portarte mal con una de tus hermanas.
Los dedos entraron más en la concha.
―Uf… ay… no, sinceramente no. Todavía tengo que procesar muchas cosas. Y agradecería que no me toques sin permiso.
―Tu hermana tiene razón, Macarena. El nudismo está aprobado, pero nadie dijo que íbamos a permitir los toqueteos sin pedir permiso.
―¡Ufa! ―Maca se apartó de Gisela―. Le quitan la parte más divertida a todo.
―Estoy de acuerdo con Macarena ―dijo Cristela―. A mí sí me pueden tocar sin pedir permiso ―lo dijo con una sonrisa entre libidinosa y desafiante―. Eso sí, después deberán atenerse a las consecuencias. Y vos, Alicia… después de la charla que tuvimos anoche, yo no te voy a pedir permiso para tocarte. ¿Te queda claro?
―Está bien, vos sí podés tocarme sin permiso. Pero los demás, no ―me miró a mí, aunque no la noté muy convencida.
―¿Y qué fue lo que hablaron? ―Preguntó Pilar, mientras comía una medialuna.
Gise, Maca y yo tomamos asiento. El experimento sirvió para demostrar que Gisela pasó de ser una bomba sexual sin pudor, a la chica amorosa y tímida que siempre conocí. Estoy seguro de que si Macarena la hubiera tocado de esa manera durante la reunión familiar, las dos hubieran terminado en la cama, dándose con todo.
―No hace falta comentar nada sobre esa charla ―dijo Alicia.
―Sí hace falta ―intervino Cristela―. Ya es hora de terminar con tanto secretismo en la familia. Eso es lo que genera la mayor cantidad de las discusiones.
―Estoy de acuerdo ―dijo Macarena, quien se había sentado a mi lado con planes macabros.
La muy desgraciada me agarró la verga por debajo de la mesa y empezó a masturbarme. Ni siquiera se molestó en disimular demasiado, Tefi, que estaba junto a Maca, notó esto y miró con una sonrisa la escena.
―Como ya se imaginarán ―comenzó diciendo Cristela―, anoche Alicia y yo tuvimos una intensa sesión de sexo lésbico entre hermanas, y lo digo así porque me causa más morbo. ―Parecía realmente contenta por lo sucedido―. Pero esta sesión de sexo no fue como todas las anteriores. Esta vez nos tomamos el tiempo para blanquear nuestra relación y los sentimientos que tenemos la una por la otra. Con Alicia nos peleamos mil veces, algo típico en las hermanas; pero nunca dejamos de querernos… y nunca dejamos de mirarnos con ganas. La conozco de toda la vida y sé muy bien cuando esta putita me come las tetas con la mirada, y no lo voy a negar, yo también la miro con los mismos ojos. Así que dejamos bien en claro que sentimos una fuerte atracción sexual la una por la otra y que nos encanta coger juntas. Y no solo eso, sino que también aceptamos que esta relación incestuosa entre nosotras va a continuar, ya sin tapujos. Por eso quiero aclararlo a ustedes, que son las hijas de Alicia, y bueno, también a Nahuel.
―Ay, qué lindo! ―exclamó Pilar―. ¿Eso significa que de ahora en adelante van a ser algo así como novias?
―¿Y a vos te alegra saber que tu madre tiene una relación incestuosa y romántica con su propia hermana? ―Preguntó Gisela.
―Bueno, me agradan las historias de amor… y si esto me lo hubieran contado hace unos meses, no hubiera podido procesarlo. Pero… durante la cuarentena tuve tiempo para asimilar muchas cosas y ahora puedo decir que no me molesta. Es raro, sí… y al mismo tiempo me genera ternura, porque sería una relación secreta de la cual solamente nosotros estaríamos al tanto. Tiene cierto encanto.
Mi verga ya estaba completamente dura, Macarena se encargó de hacerlo en tiempo record poniendo todo su talento en el movimento de muñeca.
―Antes de que piensen cosas demasiado raras ―dijo mi mamá―, quiero aclarar que Cristela no es mi novia ni nada parecido. Seguimos siendo hermanas, solo que… em… aceptamos que en nuestro vínculo de hermanas también puede haber sexo. Después de tantos años ya no tiene sentido esconderlo. Para mí también fue un gran alivio aclarar la situación con Cristela. Nos estaba haciendo mucho daño hacer de cuenta que nada ocurría entre nosotras. Sé que le causé mucho daño a todas ustedes, y quiero repararlo. Estoy comprometida a hacerlo. Sin embargo, mi hermana me dijo algo muy cierto: “¿Cómo vas a reparar el daño que le hiciste a tus hijas si todavía no reparaste el que te hiciste a vos misma?” Por eso necesitaba aclarar mi vínculo sexual con ella y ya no negarlo más. Sé que no está bien y que la sociedad nunca lo va a aceptar. Eso no me importa. Lo único que me importa es que mi familia lo acepte. No les pido que lo acepten hoy mismo, sé que será difícil para muchos de ustedes. En especial para vos, Gisela.
Mi hermana mayor no dijo nada, al igual que Tefi. Por otro lado, Pilar y Macarena se mostraron a favor de esta extraña relación incestuosa entre Alicia y Cristela. Y yo me uní a ellas. Creo que ellas ya son lo suficientemente maduras como para lidiar con esta situación y me agrada que no tengan que ocultarlo frente a sus seres queridos más cercanos. Aunque no pude evitar preguntarme qué pensará Ayelén sobre esto… si es que algún día se entera.
De pronto Macarena susurró en mi oído, arrancándome de mis pensamientos:
―Si querés que te la chupe, sentate en el sofá.
La miré boquiabierto, lo decía en serio. Estaba dispuesta a hacerme un pete allí mismo. Si esto hubiera ocurrido antes de la reunión familiar, obviamente me hubiera negado. Ahora no tengo motivos para hacerlo. Y ya la tengo bien dura, me vendría bien que me ayuden a descargar.
Me dirigí hacia el sofá y pude sentir que me seguía la mirada de todas las mujeres de mi familia, ellas se estaban fijando exclusivamente en mi erección. Me senté y justo cuando me estaba preguntando por qué Macarena me pidió que me sentara acá, ella se acercó, se arrodilló ante mí y empezó a chuparla. En ese momento entendí todo. Ella quería que la vieran. Así como le dio morbo que Sabrina la viera comiéndome la verga, ahora quiere a su familia como testigo. Esto me llevó a recordar las aventuras que tuvo con su amiga en la playa, frente a tanta gente. Definitivamente uno de los morbos más potentes de Macarena es que la vean teniendo sexo.
Ella se tragó buena parte de mi verga y movió la lengua como una experta al mismo tiempo que me masturbaba. Yo mantuve la calma y lo disfruté, ya había aprendido a controlar la mayoría de mis impulsos.
―¿Acaso no se puede desayunar en paz? ―Preguntó mi mamá.
―Este es mi desayuno ―dijo Macarena―. Banana con huevos y leche… mucha leche, espero.
―Qué asco ―dijo Gisela.
Las demás se rieron. Incluso hasta mi madre sonrió, lo cual me resultó bastante sorprendente.
Maca se concentró en mi verga durante unos segundos, pero rápidamente perdió la paciencia.
―Esto ya no funciona como antes ―dijo―. Si solamente se la chupo, voy a estar todo el día para hacerlo acabar.
―Eso significa que el tratamiento dio resultado ―dijo Alicia, sin borrar su sonrisa.
―Sí, se nota. Aunque también me gustaba cuando Nahuel soltaba toda la leche en cuestión de segundos, era ideal para ansiosas como yo. Se ve que ahora tendré que esforzarme un poquito más.
Diciendo esto, Macarena me dio la espalda y se sentó sobre mí. Oriento mi verga hacia su concha y comenzó la penetración. Yo la sostuve desde la cadera. A pesar de que no era la primera vez que le metía la pija, sí estaba algo incómodo, porque nunca antes lo había hecho frente a toda mi familia. Es una sensación muy extraña saber que ahora todas lo saben y lo pueden ver. Creo que los días en los que tenía que preocuparme por cerrar bien las puertas ya se terminaron.
Macarena comenzó a dar pequeños saltos sobre mi verga mientras la pija se iba perdiendo dentro su concha. Estaba muy húmeda pero aún así ella ayudó un poco lubricandola con su propia saliva.
―Si tenés ganas ―dijo Cristela―, podés añadir algo más al menú de tu “desayuno”.
―Mmm… si me estás proponiendo lo que yo creo, entonces acepto encantada.
Cristela se acercó con una sonrisa cargada de lujuria y una silla. Colocó la silla justo frente a nosotros y abrió las piernas. Me sorprendió que ella, a su edad, fuera capaz de separar tanto las piernas al mismo tiempo que las mantiene en alto. Toda su concha quedó a la vista y a Macarena le bastó con inclinarse hacia adelante para comenzar a chupársela.
Me di cuenta que en esta posición se me complicaría un poco penetrarla, así que opté por arrodillarme en el sofá. Tuve que hacer más fuerza para sostener a Macarena, ya que ella había quedado prácticamente en el aire. A pesar de todo, me las ingenié para darle embestidas cada vez más duras. No me atreví a mirar a mi familia, pero sabía muy bien que todas las mujeres de la mesa estaban mirándonos atentamente. Quizás alguna hasta hubiera comenzado a masturbarse.
La lengua de Maca se movió a toda velocidad sobre la concha de Cristela y esta imagen me resultó muy estimulante. Fui acelerando el ritmo de las penetraciones demostrando que ya se moverme mucho mejor que antes y que no me da miedo exigir un poco la concha de mi hermana, sé que ella puede aguantarlo perfectamente. El tamaño de mi verga no la intimida para nada. Es más, estoy seguro de que le gusta sentir la penetración dura, porque gime de una forma muy particular en las primeras embestidas.
Cristela cerró sus ojos y mordió su labio inferior. Sé que ellas dos tuvieron muchas sesiones de sexo lésbico, ya se deben conocer las conchas de memoria, aún así era fascinante poder verlas. Con esto mi tía dejaba bien en claro que ella hablaba en serio cuando dijo que podíamos tocarla sin permiso. Era como demostrarnos lo predispuesta que estaba.
―No sabía que a Maca le gustara tanto la concha ―comentó Tefi.
―Prefiero las pijas; pero comerme una concha de vez en cuando es hermoso ―dijo Maca―. Yo entiendo totalmente el gusto que Gisela tiene por las mujeres. Si no me gustara tanto la verga, yo también sería lesbiana.
―Y vos, Gise ―dijo Cristela―, con esta nueva situación familiar te sacaste la lotería. Si te gustan las conchas, ahora tenés un montón a tu disposición.
―Ay, no sé… son mis hermanas… y mi mamá…
―Yo soy tu tía y te digo que cuando quieras comer concha, podés contar con la mía… y estoy segura de que a más de una de tus hermanas le encantaría revolcarse con vos en la cama… en especial a Maca. Y Pilar también…
―Hey, ¿por qué estás tan segura de que yo lo haría?
―Porque se te salen los ojos cuando mirás a Gisela, nena. Y sé muy bien cómo mira una mujer que tiene ganas de acostarse con otra. ―Pilar se puso roja―. Podrían ponerse de acuerdo entre las dos para pasarla bien durante un rato.
―No sé… no quiero incomodar a Gisela… además… yo tampoco creo estar lista para dar semejante salto. Yo intento experimentar cosas nuevas con el sexo; pero cada cosa nueva que pruebo me cuesta un montón y me deja con miles de dudas.
―Eso lo podemos arreglar charlando ―dijo Maca, y luego siguió dando lamidas al clítoris de su tía.
Mi ritmo era cada vez mejor y la verga ya entraba con firmeza. Esto era una cogida en toda regla y saber eso me aceleró las pulsaciones y me calentó mucho. Dejé que pasaran unos minutos, mientras todas nos miraban en silencio, y disfruté de cada embestida que le di a Macarena. Podría haber aguantado mucho más, estoy seguro; sin embargo esta vez quería darle el gusto a mi hermana.
―Ya estoy por acabar ―le anuncié mientras ella daba unos fuertes chupones a la concha de Cristela.
De inmediato Macarena se puso de rodillas en el piso y volvió a chuparme la pija.
―Decime que vas a compartir conmigo, aunque sea un poquito ―dijo Cristela.
―Si querés, vas a tener que venir ya…
Y tenía razón, bastaron con unos pocos chupones de la experta boca de Macarena para que mi leche comenzara a salir a chorros. Cristela se le unió al tercer o cuarto lechazo y las dos abrieron la boca para recibir todo lo que salía de mi verga. Fue una cantidad abundante, como siempre, y ellas no le hicieron ningún asco.
Estas acabadas con chupada de pija de por medio son espectaculares. Se siente algo extraño y agradable cuando me la chupan al mismo tiempo que eyaculo. Es como si me estuvieran absorbiendo el alma. Ahora entiendo por qué algunas mujeres con mucha actitud son capaces de dominar por completo a los hombres. Es imposible resistirse a estos encantos. Cristela y Macarena son verdaderas expertas en la materia. Ellas me trataron de la mejor forma y pude deleitarme al verlas besándose con mi semen en la cara.
―Espero que les haya gustado el desayuno ―dijo mi mamá.
Ese comentario volvió a tomarme por sorpresa. Creí que ella opondría más resistencia a este tipo de situaciones, sin embargo parecía ser quien mejor las aceptó. Hasta sonreía, como si realmente le gustara lo que estaba viendo.
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No sé cuándo fue la última vez que me sentí tan tranquilo. Las últimas semanas fueron muy movidas y tuve que atravesar momentos muy tensos, como cuando echamos a mi prima Ayelén de la casa. Sin embargo ahora no tengo nada de qué preocuparme (quizás solo por Gisela y su contraparte “Celeste”, pero ni siquiera estoy seguro de si ese asunto merece mi preocupación). En mi familia logramos establecer la paz y la armonía. Tanto es así que decidí relajarme en mi habitación leyendo un libro. Algo que me hubiera resultado imposible días atrás, con tantas preocupaciones rondando por mi cabeza. Opté por un libro de John Katzenbach titulado “El Psicoanalista”. Macarena me lo recomendó en varias oportunidades, de hecho el libro es de ella.
En unas horas de paz y tranquilidad logré avanzar bastante con la lectura y realmente estaba disfrutando de la intriga. Estaba ensimismado en esta tarea cuando la puerta de mi cuarto se abrió y Pilar entró. No me importó que me viera desnudo, ni tampoco me sobresalté al notar que ella estaba en las mismas condiciones que yo.
―¿Puedo pasar? ―Preguntó con una sonrisa tímida.
―Sí, claro…
Me senté en la cama y esperé por ella. Cerró la puerta sin poner la traba, estuve a punto de hacerle notar ese detalle y después dije que me daba igual si alguien nos veía, pasara lo que pasara. Y desde un principio sospeché que pasaría algo “picante”, porque cuando Pilar me dio la espalda, se inclinó un poco hacia adelante (sé que lo hizo a propósito) y puede ver que tenía puesto su plug anal.
De inmediato mi pene se despertó al grito de “Esta quiere guerra y yo se la voy a dar”.
Ella se subió a la cama y pasó por delante de mis pies, para quedar sentada a mi izquierda. Miró mi verga y sin pedir permiso, comenzó a acariciarla suavemente.
―Em… ¿necesitás algo? ―Le pregunté luego de unos segundos.
―Vos sabés muy bien lo que necesito. No me hagas decirlo. Sabés que estas cosas me cuestan mucho.
―Está bien… no digo nada.
Pilar mostró una sonrisa tímida. De a poco comenzó a relajarse y yo también. Me deleité mirando sus tetas, que no son tan firmes como las de Gisela, pero aún así dan muchas ganas de amasarlas. Además tiene los pezones duros, clara señal de que está excitada… o con frío. Aunque teniendo en cuenta el plug anal, me inclino más por la primera opción.
Sin previo aviso, Pilar bajó su cabeza y se tragó toda mi verga. Como aún no estaba totalmente erecta, pudo contenerla completa dentro de su boca. Allí la mantuvo y movió mucho la lengua. Cuando mi pene comenzó a ponerse rígido, se vio obligada a dejar salir un poco. Después empezó con el clásico “sube y baja” con su cabeza y esto se convirtió en un pete en toda regla.
La estábamos pasando de maravilla cuando la puerta se abrió, como no podía ser de otra manera. No me importó ver a mi madre entrando, sin embargo Pilar se asustó y comenzó a excusarse.
―Ay… mamá, yo… este… no pienses mal…
―No hace falta que aclares nada, hija ―Alicia sonrió y entró al cuarto dando pequeños saltitos en puntas de pie. Parecía un duende… si es que los duendes tienen tetas tan impresionantes como esas―. Justamente sobre esto quería hablar con vos.
―¿Eh?
Alicia se acercó a la cama y se sentó a mi derecha, justo frente a su hija. Mantuve la calma porque si estoy acostumbrado a ver a alguien en estas interrupciones, esa es mi mamá. Para no enojarme con ella, tengo que optar porque me importe un carajo que entre sin golpear, cuando nadie la llamó. Porque si tuviera que discutir con ella cada vez que esto ocurre, iniciaría una batalla campal en mi casa… y sinceramente no tengo ganas de eso.
―Les dije que quiero reparar el daño que les causé ―comenzó diciendo mi mamá―. Estoy intentando entender qué busca cada una de ustedes.
―¿Qué buscamos? ¿En qué sentido? ―Preguntó Pilar.
―Sexual. Durante años me puse muy estricta con ustedes y sé que eso no estuvo bien. Les pido perdón. A Nahuel lo ayudé con su problemita de eyaculación precoz. Hice todo lo que estuvo a mi alcance. ¿No es cierto, Nahuel?
―Em… bueno, sí… eso tengo que admitirlo. Hiciste mucho por mí, y creo que ya sé por dónde vas. Querés hacer lo mismo por tus hijas.
―Exacto. Una por una ―dijo con una gran sonrisa―. Las quiero ayudar, sin prejuicios, a resolver cualquier problema que tengan con su sexualidad.
―Este… ¿y de qué forma pretendés ayudarnos? ―Preguntó mi hermana.
―No sé. Creo que lo primero es escucharlas. Entender qué les pasa. Después buscaremos alguna solución a eso. Por ejemplo… ¿por qué entraste al cuarto de tu hermano y empezaste a chupársela? Y no hace falta que te inhibas, sé muy bien que entre ustedes pasaron cosas… y sé perfectamente que no es la primera vez que se la chupás, ni va a ser la última. Yo tengo sexo con mi propia hermana desde hace más de veinte años. No soy nadie para juzgarte.
―Bueno… em… si lo ponés de esa forma… tenés razón. Serías un poquito hipócrita al juzgarme por hacer esto.
―Solo quiero entender por qué lo hacés… y lo pregunto con la mente abierta. Sin prejuicios.
―Mmmm… bueno, vamos a ver si estás tan libre de prejuicios ―comenzó diciendo Pilar, mientras me masturbaba lentamente―. Hoy vi como Macarena le chupaba la verga, lo vimos todas. Hasta se lo cogió delante nuestro, sin que le importara ni un poquito. Y… sentí envidia de ella. Lo admito.
―¿Envidia porque ella estaba teniendo sexo? ―Le preguntó mi mamá.
―No. Sentí envidia de su seguridad. Ella no dudó ni por un segundo chupársela a Nahuel delante de toda la familia.
―Eso es porque a Macarena le da morbo que la vean cogiendo ―aclaré.
―Sí, pero eso lo disfruta con total seguridad y confianza en sí misma. No siente vergüenza al exhibirse de esa manera. Yo… em… quizás lo disfrutaría, en algún sentido; pero… al mismo tiempo estaría muriéndome de la vergüenza. Hasta me pone muy incómoda que mi mamá me haya visto haciéndolo.
―¿Y si hago esto se te pasa la incomodidad?
Apenas terminó de realizar esa pregunta, Alicia bajó su cabeza hasta encontrarse con mi verga y, como una experta, comenzó a chuparla. Lo hizo mientras me masturbaba con una mano y con los ojos cerrados, como si quisiera dejarnos bien en claro que ella disfruta al chuparme la pija. Y admito que yo también disfruto de que me la chupe de esa manera. También debo reconocer que lo hace mejor que Pilar. Aunque no culpo a mi hermana, sé que no tiene tanta experiencia comiendo vergas como mi mamá.
Pilar se quedó boquiabierta, sé que para ella no debe ser tan fácil procesar lo que sus ojos ven, aunque haya visto situaciones sexuales ocurriendo en la casa y a pesar de tener tiempo para asimilar algunas de ellas, ver a tu propia madre tragándose toda la verga erecta de su hijo es una imagen de lo más impactante.
Con una sonrisa y una seña Alicia invitó a Pilar a unirse. Al principio mi hermana dudó, como si temiera que todo se tratase de una trampa. Pero pareció tomar coraje cuando vio a su madre lamiendo la punta de mi verga como si fuera un helado. Ella también quiso un poco. Así fue como pasé a tener dos lenguas compitiendo por recorrer la mayor parte de mi verga. Pilar fue subiendo desde la base hasta el glande y cuando llegó ahí, se lo tragó. Alicia aprovechó para lamer la parte baja mientras su hija se encargaba de lo de arriba. Luego intercambiaron lugares, lo hicieron como si lo hubieran ensayado cientos de veces. Les salió de forma totalmente natural.
―Disfrutalo, hija. Te lo digo en serio. Sé que si pudieras salir a la calle serías capaz de enamorar al hombre que quieras. Sos preciosa. Pero bueno, la situación en todo el mundo está muy complicada y acá, en Argentina, parece que vamos a vivir en un “aislamiento obligatorio” eterno. Entiendo que si querés disfrutar de algo como esto ―señaló mi verga―, la única opción es tu hermano. Y no me parece algo tan malo, teniendo en cuenta mi historial.
―Gracias, mamá… eso me hace sentir un poquito menos… degenerada. No sé qué fue lo que te hizo cambiar tanto la perspectiva, si fue por la discusión que tuviste con Gisela o por las charlas con Cristela; pero me alegra que todo eso haya ocurrido. Esta mamá con la “mente abierta” me agrada mucho.
―Creo que fue una suma de todo lo que pasó, incluyendo a Nahuel. Él también me ayudó mucho a entenderme a mí misma. Pero ahora no estamos acá para analizarme a mí. Lo importante sos vos, y me imagino que tu hermano está dispuesto a ayudarte en lo que sea necesario.
―Sí, claro… ―dije, con una sonrisa algo bobalicona.
Porque sabía que “ayudar” a Pilar implicaría pasarla bien.
―Muy bien. Entonces, Pilar… me imagino que chuparla no es lo único que querías hacer.
―Este…
―Vení, no hace falta que lo digas. Ya sabemos perfectamente lo que querés ―Mi mamá parecía muy entusiasmada por seguir adelante con este… ¿tratamiento? ¿se lo puede llamar así?
Alicia hizo que Pilar se sentara sobre mí, mirándome de frente. Puse mis manos en sus caderas y sentí la cercanía de su sexo con mis testículos.
―A vos te gusta leer novelas eróticas ¿cierto? ―dijo mi mamá―. Quizás fantaseás con que este momento sea más íntimo… más romántico, por decirlo de alguna manera.
―Puede ser… aunque no me creo capaz de tener un momento así con Nahuel. No te ofendas, hermano. No es culpa tuya… es que…
―Somos hermanos ―le dije―. Lo entiendo perfectamente.
―Claro, no puedo lograr ese tipo de conexión con mi propio hermano. Eso sí que se sentiría demasiado raro.
Sin saberlo, Pilar dio en una de mis fibras sensibles. Yo tuve un momento muy… em… sentimental, con Tefi. Y sí, se sintió sumamente raro… y no me arrepiento de haberlo vivido. Aunque el comentario de Pilar me hizo sentir un poquito culpable.
―Sí, es lo mismo que hablé con mi hermana ―dijo mi mamá―. Podemos tener sexo entre nosotras; pero pasar a un nivel más romántico sería… raro. Y digo esto teniendo muy en cuenta lo raro que se siente tener sexo con mi propia hermana. ―Y Alicia solo empeoró mi situación emocional. Aún así, preferí no decir nada al respecto―. De todas maneras, podés disfrutar de un buen momento con Nahuel, y se nota que él también tiene ganas de hacerlo.
―¿De verdad vas a permitir esto, mamá? ―Preguntó Pilar.
―Lo permití con Macarena ¿por qué no lo permitiría con vos?
―Lo de Maca fue distinto. Ella simplemente lo hizo, sin pedir permiso. No te dio muchas chances de opinar.
―Es cierto, pero aún así… no se lo hubiera prohibido. Ya no pienso prohibirles nada. Confío en el criterio de cada una de ustedes. Hagan lo que las haga sentir mejor. Yo las voy a apoyar en todo.
Es muy curioso ver cómo Alicia pasó de ser una madre castradora a una absolutamente permisiva. Y eso me da un poco de miedo. No estoy del todo seguro de que ella se sienta cómoda con este cambio tan radical. Ya me huele un poco a pantomima. Sin embargo, ahora mismo parece relajada y contenta por ver a su hija cometiendo un acto de incesto frente a ella.
―Muy bien, entonces… si Nahuel quiere, lo voy a hacer ―dijo Pilar.
―Por supuesto que quiero ―le respondí al instante.
―Ok… vamos a hacerlo. Aunque… em… me gustaría cambiar de posición, de ser posible.
― ¿Qué posición tenés en mente? ―Le preguntó Alicia.
―No sé. Cualquiera en la que no tengamos que vernos a la cara.
―Ah, ok. Entonces, Nahuel… ponete en la parte de los pies de la cama ―me indicó mi madre―, y vos Pilar… vení… ―Alicia se acostó boca arriba en la cama en cuanto yo me aparté―. Ponete en cuatro.
Pilar obedeció, se puso en cuatro patas, aunque sus tetas quedaron apoyadas contra las de mi madre. Me coloqué detrás de mi hermana y pude ver un par de dedos acariciando su propia concha, por un momento creí que eran los de ella; pero luego entendí que se trataba de Alicia, que estaba masturbando a su propia hija.
―¿Te molesta si hago esto? ―Le preguntó.
―Em… es raro tener a mi mamá tocándome de esa manera; pero ahora mismo estoy tan caliente que no me importa.
―Muy bien. Vos Nahuel quedate detrás de tu hermana y no hagas nada hasta que ella te lo indique. Quizás necesite algo de tiempo para…
―No necesito más tiempo. Que me clave de una.
―¿Estás segura?
―Sí, muy segura. No aguanto más la calentura. Son muchos días a paja y agua. Necesito una pija. Urgente.
No esperé ni una palabra más. Dije que estaba dispuesto a dar guerra, y lo sostengo. Coloqué la verga en posición y avancé con determinación. La penetración se sintió apretada, como si ese orificio se negara a abrirse… pero lo hizo. Fue algo mágico. De un segundo a otro pasó de oponer resistencia a dilatarse lo necesario como para dejar mi verga entrar. Pilar soltó un fuerte gemido de placer.
Mientras se la iba metiendo de a poco, me tomé la libertad de presionar el botoncito anal. Esto la hizo gemir aún más.
―Ay, no… no hagas eso.
―Perdón, no lo pude evitar. Es demasiado tentador.
―¿Qué fue lo que hizo? ¿Te la metió muy fuerte? ―Preguntó mi mamá.
―No, no… es el plug.
―¿Estás usando un plug anal? ―Alicia parecía sorprendida.
―¿Te molesta?
―No, es solo que… no me imaginé que fueras a animarte. ¿Esto es parte de tu objetivo de probar distintas experiencias?
―Sí. En algunas de las historias que leí llegué a encontrarme con escenas de sexo anal y… me resultó curioso que los autores se hayan animado a relatarlas. El sexo anal no suele ser lo habitual en novelas ertótico-románticas. Que te metan una verga por el orto no parece estar ligado a un acto romántico. ¿Vos qué pensás?
A Pilar le costaba un poco soltar las palabras y respirar al mismo tiempo porque yo estaba acelerando el ritmo de las penetraciones cada vez más. Tenía la pija sumamente dura y ya había conseguido meterla casi completa.
―Uf… bueno, ya no es ningún secreto que yo practiqué sexo anal en más de una ocasión ―dijo mi mamá―. No sabría decir si está ligado a una relación romántica porque yo nunca lo experimenté de esa manera. A mí me rompieron el culo… así sin más. A lo bestia. Me agarraron de los pelos, me pusieron contra la pared y me dieron para que tenga.
―Y… ¿te gustó?
―Sí. En ese preciso momento me gustó mucho. Después llegó todo eso de la culpa y bla, bla, bla… pero tengo que reconocer que durante el acto en sí, lo disfruté muchísimo.
―¿Vas a contarnos otra de tus anécdotas en el taller? ―Le pregunté a mi madre, con la verga palpitando dentro de la concha de Pilar.
―Si quieren…
―Sí, mami… contanos alguna anécdota de cómo te garcharon en el taller ―insistió Pilar.
Me gusta cómo ella va perdiendo las inhibiciones a medida que se calienta. No es igual a Gisela, que de un segundo a otro pasa a ser otra persona. Con Pilar es más progresivo y siempre conserva un poquito de su inseguridad natural. Un detalle que la hace ver adorable.
―Mmm… bueno, a ver… ¿qué te puedo contar? ―Alicia pensó mientras sus dedos acariciaban el clítoris de su hija―. Todo depende de cuál sea tu humor sexual ahora mismo.
―Mami, estos días me la pasé metiéndome un dildo por el orto. No te imaginás lo mucho que lo usé… y lo mucho que lo disfruté. Mi “humor sexual” ahora mismo es: “Quiero que me rompan bien el orto”.
―Ah, muy bien… si así estás, entonces ya sé qué puedo contarte, y vos, Nahuel… podrías ir sacando el plug del culo de tu hermana. Hacelo despacito.
―Si, ya sé… para que no le duela.
―No, para que lo disfrute. El momento en el que sale el plug es sumamente placentero.
―Totalmente de acuerdo ―dijo Pilar.
Hice lo que mi madre me pidió. Sostuve el plug desde su base y comencé a sacarlo muy lentamente. Pude ver cómo el culo de mi hermana se iba dilatando y de adentro surgía el bulbo metálico. Esto me estimuló un montón y tuve que darle embestidas más fuertes. Me estoy dando cuenta que mi cuerpo ya reacciona y se mueve de forma automática frente a ciertos estímulos. Ni siquiera lo tengo que pensar. A veces ni me doy cuenta de que me estoy moviendo.
Pilar comenzó a gemir como una actriz porno. Alicia aprovechó para masturbarla más rápido.
―Tenés lindas tetas, mamá ―dijo mi hermana.
―¿Y qué esperás para probarlas?
―Es que… me da cosa hacer esto con mi propia madre.
―Tomalo como un método para ayudarme a entrar en calor, así te puedo contar lo que pasó en el taller.
―Mmm… lo voy a intentar
No pude ver exactamente lo que hacía Pilar, pero sí noté que ya estaba pasando su lengua por distintas zonas de los pechos de Alicia. Conseguí sacar el plug completo y en ese momento mi mamá comenzó con su relato.
―Esto pasó una tarde en la que yo salí a caminar con un vestido de verano corto y una blusa muy escotada. Uno de los ayudantes del taller me vio pasar y me hizo señas. No hace falta que les diga su nombre, al fin y al cabo no lo conocen. Solo basta con decirle que, a pesar de que yo había tenido experiencias sexuales con algunos de los mecánicos, éste nunca me había puesto una mano encima. Por eso accedí a su invitación para “charlar”. Me llevó al cuartito trasero del taller, donde yo ya había estado más de una vez…
―Mmm… eras la puta del taller ―dijo Pilar.
―Es una forma un tanto brusca de decirlo; pero sí. Entre los empleados del taller yo ya era conocida como “la puta”. Y eso los llevó a ser menos sutiles conmigo. Este tipo no dudó en empezar a meterme mano. Yo ya no era tan inocente, sabía que eso iba a ocurrir. No me importó, aunque el tipo fue algo brusco y con sus toqueteos me hizo doler la concha. Prácticamente me arrancó la tanga y empezó a meterme esos dedos anchos y ásperos. Sé que a vos te debería gustar más una historia con un poquito más de romance, pero acá no hubo nada de eso.
―No importa, mami. El “sexo duro” da mucho morbo, lo admito. Me encanta lo que me estás contando.
Y a mí también me gustaba. Estaba ensimismado en el relato, pero aún así no dejaba de meterle la pija a mi hermana.
―Muy bien. Entonces te va a dar más morbo saber que el tipo prácticamente me obligó a arrodillarme para que le chupara la pija. Ni siquiera me lo pidió, me la metió toda en la boca y no me quedó más alternativa que mamársela. Fue muy brusco, casi me atraganto con tanta verga dentro de la boca. Me saltaba la saliva para todos lados y estoy segura de que se me puso la cara muy roja, como cuando te estás ahogando. Se movió agarrándome de los pelos y me tuvo así durante unos cuantos minutos. Cuando por fin me soltó, aproveché para ponerme de pie, dándole la espalda, y me levanté el vestido.
―¿Querías que te cogiera?
―Mmm… a ver cómo te explico esto. Durante los días anteriores uno o dos tipos me estuvieron llevando a ese cuarto y con todos fue más o menos igual… petes a lo bestia, haciéndome tragar pija como una puta, y después me ponían contra la pared y me clavaban como a una yegua. Y yo… admito que ese trato empezó a gustarme mucho. Me habían “entrenado” para ser la puta del taller. Ya sabía perfectamente lo que tenía que hacer… y lo hacía sin chistar. Cuando me vio así, con el vestido levantado, el tipo volvió a meterme los dedos y me dijo: “Putita, sí que se te moja toda la argolla. Se nota que te morís de ganas de sentir una buena pija”. Y le dije que sí, quería que me la metiera toda. Sin embargo, este tipo hizo algo diferente a la mayoría. Apuntó primero a mi culo…
―Uy… igual, mmmm…. ―Pilar gimió y meneó su cadera de forma sensual mientras yo la penetraba―. Igual me imagino, por lo que contaste, que tu culo ya no era virgen.
―No, para nada. Ya lo tenía bien trabajado. No solo me entrenaron a mí, sino que también me entrenaron el culo. Y yo lo disfrutaba. Me hacía sentir aún más puta. En cuanto el tipo empezó a penetrarme le dije: “Ay, sí… yo me mojo más si me dan por el orto”. Y me puse en posición para recibirlo.
―Qué puta que sos, mamá… y me encanta saberlo ―aseguró Pilar―. Prefiero tener una madre puta antes que una madre frígida.
―Quizás con el tiempo me volví muy frígida. Lo reconozco; pero en ese entonces yo era joven, rebelde… y muy puta. Me daba mucho morbo entrar a ese taller y que me llenaran todos los agujeros de vergas.
―En especial si eran por el culo ―dijo Pilar―. Yo la quiero por el culo…
Esa fue la señal que estaba esperando. Saqué mi verga de la concha, Alicia aprovechó para meter los dedos en ese agujero que ya estaba bien dilatado. Yo puse abundante saliva tanto en el culo de Pilar como en mi glande, y luego comencé la penetración. Teniendo en cuenta lo que ella había dicho antes, quise darle una penetración fuerte, como habrá sido la que recibió mi mamá ese día en el taller.
La cabeza de la verga entró sin problemas y Pilar ahogó sus gritos poniendo la cabeza entre las tetas de su madre. Me inclino a pensar que se las estaba chupando otra vez. Una vez que el glande entró, lo demás fue mucho más sencillo… y a la vez morboso. Me puso a mil ver que el culo de Pilar estaba tan dilatado y que la verga le entraba tan fácil. Eso demostraba que ella se había dado duro con el consolador apenas unos minutos antes de entrar a mi cuarto. De otra manera no me explico cómo le pudo entrar tan fácil.
―Disfrutalo mucho, hija. Sé que para vos es una experiencia muy especial, y gracias por permitirme ser parte de este momento.
―Mmm… es demasiado rico, más de lo que me había imaginado. Gracias, mamá… me imagino que a vos ese mecánico te rompió el orto así.
―Debió ser muy parecido ―admitió mi madre―. El tipo no me tuvo piedad. Me dio con todo desde el principio. Agradecí tener el culo bien entrenado, de lo contrario no hubiera podido soportar semejante maltrato. Al menos tuvo la decencia de lubricar bien su verga. Siempre había lubricante en ese cuartito… y la mayor parte terminaba dentro de mi culo. Sin embargo lo particular de esta anécdota comenzó unos minutos más tarde, cuando yo ya estaba totalmente desnuda, en cuatro patas sobre el catre, con el tipo taladrando el orto. Frente a mí estaba la puerta y vi que se abría y entraba Aníbal, el dueño del taller acompañado de otro de sus empleados. Al verme dijo: “Qué bueno que ya le están abriendo el orto a esta puta, con las ganas que tengo de comerme un culo ya mismo”. Y, amablemente, el tipo que me estaba culeando, le cedió su lugar. En cuanto Aníbal me penetró (también a lo bestia y sin pedir permiso), vi que junto con él y su empleado, habían entrado otros dos tipos. Contando al que ya estaba conmigo, sumaban cinco en total.
―¿Cinco? Mmm… ―Pilar se movió con suma sensualidad, provocando que mi verga entrara y saliera de su culo a buen ritmo―. Ay, mami… ¿me vas a decir que te dejaste romper el culo por cinco tipos? ¿De verdad fuiste tan puta?
―Yo estaba perdida, hija. No tenía control sobre mis actos. Quizás algún día tendría que hablar de este tema con Macarena, para que me ayude a entender por qué me comportaba de esa manera. Aunque creo que, principalmente, fue por rebeldía. No voy a negar que mientras Aníbal me taladraba el culo sentí miedo al ver cómo los otros tipos iban preparando sus vergas, para colmo ni siquiera conocía a dos de ellos. Pero, al mismo tiempo, estaba disfrutando de uno de los momentos más calientes de mi vida… como vos ahora…
―Mmm… sii, sos muy bueno, Nahuel. Seguí así… me gusta cómo lo hacés. Dame fuerte… sin miedo, yo puedo aguantarlo.
Hice lo que me pidió, me aferré con fuerza a su cadera y comencé a darle embestidas tan duras como me era posible. Mi cuerpo rebotaba contra sus nalgas y toda mi verga se perdía dentro de ese orificio dilatado. Alicia no dejaba de masturbarla ni por un segundo.
―Seguí contándome, mami…
―Bien. Tengo que decir que yo protesté un poco al principio. Les dije: “Ni crean que me voy a dejar coger por todos”. Pero mis protestas fueron acalladas… con una gruesa verga en la boca. Ahí entendí que ya no podría argumentar nada, estaba totalmente entregada. Esos tipos se encargarían de mantener siempre una verga en mi culo y otra dentro de mi boca.
―Uf… qué fuerte…
―Sí que lo fue, en especial porque yo misma empecé a calentarme con la idea de tener todas esas pijas en mi culo. Así que cuando pasó el tercero, no opuse resistencia, me abrí las nalgas. Al tipo ni lo conocía, no sabía ni siquiera cómo se llamaba, pero ya estaba metiéndome su verga en uno de los lugares más íntimos de mi cuerpo. Sí, me sentí sucia. Me sentí una puta barata. Pero… me encantaba esa sensación. Me hacía vibrar.
La que estaba vibrando era Pilar, no dejaba de sacudirse y de gemir. Me di cuenta de que ella estaba llegando a un orgasmo mientras escuchaba el relato de nuestra madre.
―Así fue que, uno por uno, fueron pasando por mi culo. Me tuvieron dentro de ese cuartito hasta bien entrada la noche. Me destrozaron, en el buen sentido. No te das una idea del placer que sentí cuando ya iba por la segunda vuelta de vergazos. La penetración era tan directa y profunda, y mi culo oponía tan poca resistencia, que llegué a un nivel de placer que nunca antes había experimentado. Y ni hablar de la cantidad de semen que tuve que tragar. Cada uno de ellos eyaculó en mi boca al menos dos veces, algunos lo hicieron tres. Y sí, siempre en mi boca. Eran las reglas del juego. La leche la tenía que tragar. Yo estaba bien entrenada, así que lo hice.
Las palabras de Alicia nos llevaron a Pilar y a mí a un nirvana de placer, no pude contener todo lo que mis testículos guardaban. Dejé salir todo mi semen, que fue a parar directamente dentro del culo de mi hermana. Ella gimió con fuerza y sé que debieron escucharla en toda la casa. Le di unos últimos vergazos bien potentes, para sacar toda la leche que me quedaba, y la solté. Ella dejó caer su cuerpo sobre el de su madre. Estaba agotada, y yo también.
―Se nota, por la carita de puta que tenés, que la pasaste muy bien ―dijo Alicia.
―Ay, mami… ni por asomo soy tan puta como vos. Quizás algún día me gustaría sentirme así, por un ratito. Pero no hay forma de que yo me anime a ser la puta de cinco tipos a la vez. Eso no va a pasar nunca.
―A mí me culearon cinco tipos; pero a vos te rompió el orto tu hermano. Decime si eso no es ser muy puta.
―Mmm… puede que tengas razón. No lo había pensado de esa manera.
Cualquiera que hubiera escuchado esta conversación fuera de contexto hubiera pensado que estas dos estaban peleando e insultándose. Sin embargo, yo entendí que Alicia solo estaba buscando aumentar la confianza en su propia hija. Pilar quería sentirse un poco puta, como Macarena… o como su madre, y a su propia forma, lo logró.
Definitivamente me encanta esta nueva etapa de Alicia, tan abierta al morbo y al sexo. Al mismo tiempo, tengo miedo de que su psiquis sea una bomba a punto de estallar; pero cuando eso pase intentaré estar preparado para el impacto. De momento lo mejor que puedo hacer es disfrutar… y estar con ella cuando decida ayudar a sus otras hijas a superar sus traumas sexuales.
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Capítulo 47.
Reparar el Daño.
La convivencia familiar cambió radicalmente de un día para otro. La prueba definitiva de esto fue la falta de ropa. Cuando salí de mi cuarto, sentí que estaba entrando al paraíso. Vi pasar el macizo culo de Tefi frente a mis ojos, ella se reunió en la mesa del comedor con mi tía, de la cual podía ver sus enormes tetas. Cristela estaba cebando mates con total naturalidad mientras mi mamá dejaba medialunas con dulce de leche para todos. Pude ver las tetas de Alicia inclinarse hacia el piso, parecía que iban a caer en cualquier momento, por su peso. Pilar, a quien siempre le dio vergüenza andar completamente desnuda, estaba impresionante, caminó sin sentir el menor pudor, sin hacer intentos de cubrir su cuerpo, y se sentó junto a Tefi.
Sé que tuvimos una intensa charla sobre el nudismo, pero me sorprendió que el cambio se diera tan rápido y de forma tan contundente. Di un paso hacia adentro de mi cuarto y me quité el short que traía puesto, yo también quería andar desnudo.
Justo cuando salí por segunda vez, vi aparecer a Gisela y a Macarena. Al igual que todas las demás, ellas también estaban desnudas al 100%. Pero noté algo raro en Gisela. Por eso me acerqué a Maca y tomándola del brazo la aparté, para susurrarle al oído:
―Me parece que hoy sí estamos viendo a Gisela.
―¿Qué? ¿Y a quién tendríamos que ver? ―Preguntó ella, mirando a nuestra hermana mayor.
―A Celeste.
―¿Todavía pensás que Celeste es Gisela?
―Cada día estoy más convencido de eso. Mirala con atención, vos sos muy observadora, compará a esta Gisela con la que vimos en la reunión familiar. ¿Qué diferencias notás?
―Mmmm… ―Macarena la analizó durante unos segundos, Gisela estaba de pie explicando que Brenda no se uniría a nosotros en este desayuno tardío, porque le había costado conciliar el sueño.
―Mientras el problema no seamos nosotros ―dijo mi mamá―, entonces que duerma hasta la hora que quiera.
―Estoy segura de que el problema no somos nosotros, al menos no en un mal sentido ―dijo Gisela―. No la culpo, a mí también me costó mucho dormir. Ayer recibimos demasiada información, todavía la estamos procesando.
―¡Ya sé! ―Dijo Maca, hablando en voz baja―. Las tetas, están diferentes, como caídas. Ayer las tenía erguidas, firmes… eran impresionantes.
―Sí, y también tenía la espalda más recta ―añadí―. Ahora anda encorvada y se tapa la concha con las dos manos, como si le diera vergüenza mostrarla.
―Bueno, es obvio que hubo un cambio de actitud en ella, aunque eso no significa que estemos tratando con dos personalidades diferentes. Voy a hacer un pequeño experimento…
Antes de que Gisela pudiera sentarse, Macarena la tomó por atrás, apoyando su pecho contra la espalda de su hermana mayor. Con ambas manos agarró las tetazas de Gise y las apretó.
―Dios! Cuántas pajas le habré dedicado a estas tetas. Qué ganas de chuparlas todas… y no me quedaría ahí. ―Una de las manos de Maca bajó hasta llegar a la entrepierna―. También me muero de ganas de pasarte la lengua por acá.
Me acerqué para ver lo que ocurría y, efectivamente, los dedos de Macarena habían logrado introducirse en la vagina de Gisela y estaban jugando con ella como si fueran viejas amantes.
―Ay, Maca… me estás poniendo incómoda. No me toques así.
―¿Por qué? Me vas a decir que después de lo que pasó ayer no tenés ganas de portarte mal con una de tus hermanas.
Los dedos entraron más en la concha.
―Uf… ay… no, sinceramente no. Todavía tengo que procesar muchas cosas. Y agradecería que no me toques sin permiso.
―Tu hermana tiene razón, Macarena. El nudismo está aprobado, pero nadie dijo que íbamos a permitir los toqueteos sin pedir permiso.
―¡Ufa! ―Maca se apartó de Gisela―. Le quitan la parte más divertida a todo.
―Estoy de acuerdo con Macarena ―dijo Cristela―. A mí sí me pueden tocar sin pedir permiso ―lo dijo con una sonrisa entre libidinosa y desafiante―. Eso sí, después deberán atenerse a las consecuencias. Y vos, Alicia… después de la charla que tuvimos anoche, yo no te voy a pedir permiso para tocarte. ¿Te queda claro?
―Está bien, vos sí podés tocarme sin permiso. Pero los demás, no ―me miró a mí, aunque no la noté muy convencida.
―¿Y qué fue lo que hablaron? ―Preguntó Pilar, mientras comía una medialuna.
Gise, Maca y yo tomamos asiento. El experimento sirvió para demostrar que Gisela pasó de ser una bomba sexual sin pudor, a la chica amorosa y tímida que siempre conocí. Estoy seguro de que si Macarena la hubiera tocado de esa manera durante la reunión familiar, las dos hubieran terminado en la cama, dándose con todo.
―No hace falta comentar nada sobre esa charla ―dijo Alicia.
―Sí hace falta ―intervino Cristela―. Ya es hora de terminar con tanto secretismo en la familia. Eso es lo que genera la mayor cantidad de las discusiones.
―Estoy de acuerdo ―dijo Macarena, quien se había sentado a mi lado con planes macabros.
La muy desgraciada me agarró la verga por debajo de la mesa y empezó a masturbarme. Ni siquiera se molestó en disimular demasiado, Tefi, que estaba junto a Maca, notó esto y miró con una sonrisa la escena.
―Como ya se imaginarán ―comenzó diciendo Cristela―, anoche Alicia y yo tuvimos una intensa sesión de sexo lésbico entre hermanas, y lo digo así porque me causa más morbo. ―Parecía realmente contenta por lo sucedido―. Pero esta sesión de sexo no fue como todas las anteriores. Esta vez nos tomamos el tiempo para blanquear nuestra relación y los sentimientos que tenemos la una por la otra. Con Alicia nos peleamos mil veces, algo típico en las hermanas; pero nunca dejamos de querernos… y nunca dejamos de mirarnos con ganas. La conozco de toda la vida y sé muy bien cuando esta putita me come las tetas con la mirada, y no lo voy a negar, yo también la miro con los mismos ojos. Así que dejamos bien en claro que sentimos una fuerte atracción sexual la una por la otra y que nos encanta coger juntas. Y no solo eso, sino que también aceptamos que esta relación incestuosa entre nosotras va a continuar, ya sin tapujos. Por eso quiero aclararlo a ustedes, que son las hijas de Alicia, y bueno, también a Nahuel.
―Ay, qué lindo! ―exclamó Pilar―. ¿Eso significa que de ahora en adelante van a ser algo así como novias?
―¿Y a vos te alegra saber que tu madre tiene una relación incestuosa y romántica con su propia hermana? ―Preguntó Gisela.
―Bueno, me agradan las historias de amor… y si esto me lo hubieran contado hace unos meses, no hubiera podido procesarlo. Pero… durante la cuarentena tuve tiempo para asimilar muchas cosas y ahora puedo decir que no me molesta. Es raro, sí… y al mismo tiempo me genera ternura, porque sería una relación secreta de la cual solamente nosotros estaríamos al tanto. Tiene cierto encanto.
Mi verga ya estaba completamente dura, Macarena se encargó de hacerlo en tiempo record poniendo todo su talento en el movimento de muñeca.
―Antes de que piensen cosas demasiado raras ―dijo mi mamá―, quiero aclarar que Cristela no es mi novia ni nada parecido. Seguimos siendo hermanas, solo que… em… aceptamos que en nuestro vínculo de hermanas también puede haber sexo. Después de tantos años ya no tiene sentido esconderlo. Para mí también fue un gran alivio aclarar la situación con Cristela. Nos estaba haciendo mucho daño hacer de cuenta que nada ocurría entre nosotras. Sé que le causé mucho daño a todas ustedes, y quiero repararlo. Estoy comprometida a hacerlo. Sin embargo, mi hermana me dijo algo muy cierto: “¿Cómo vas a reparar el daño que le hiciste a tus hijas si todavía no reparaste el que te hiciste a vos misma?” Por eso necesitaba aclarar mi vínculo sexual con ella y ya no negarlo más. Sé que no está bien y que la sociedad nunca lo va a aceptar. Eso no me importa. Lo único que me importa es que mi familia lo acepte. No les pido que lo acepten hoy mismo, sé que será difícil para muchos de ustedes. En especial para vos, Gisela.
Mi hermana mayor no dijo nada, al igual que Tefi. Por otro lado, Pilar y Macarena se mostraron a favor de esta extraña relación incestuosa entre Alicia y Cristela. Y yo me uní a ellas. Creo que ellas ya son lo suficientemente maduras como para lidiar con esta situación y me agrada que no tengan que ocultarlo frente a sus seres queridos más cercanos. Aunque no pude evitar preguntarme qué pensará Ayelén sobre esto… si es que algún día se entera.
De pronto Macarena susurró en mi oído, arrancándome de mis pensamientos:
―Si querés que te la chupe, sentate en el sofá.
La miré boquiabierto, lo decía en serio. Estaba dispuesta a hacerme un pete allí mismo. Si esto hubiera ocurrido antes de la reunión familiar, obviamente me hubiera negado. Ahora no tengo motivos para hacerlo. Y ya la tengo bien dura, me vendría bien que me ayuden a descargar.
Me dirigí hacia el sofá y pude sentir que me seguía la mirada de todas las mujeres de mi familia, ellas se estaban fijando exclusivamente en mi erección. Me senté y justo cuando me estaba preguntando por qué Macarena me pidió que me sentara acá, ella se acercó, se arrodilló ante mí y empezó a chuparla. En ese momento entendí todo. Ella quería que la vieran. Así como le dio morbo que Sabrina la viera comiéndome la verga, ahora quiere a su familia como testigo. Esto me llevó a recordar las aventuras que tuvo con su amiga en la playa, frente a tanta gente. Definitivamente uno de los morbos más potentes de Macarena es que la vean teniendo sexo.
Ella se tragó buena parte de mi verga y movió la lengua como una experta al mismo tiempo que me masturbaba. Yo mantuve la calma y lo disfruté, ya había aprendido a controlar la mayoría de mis impulsos.
―¿Acaso no se puede desayunar en paz? ―Preguntó mi mamá.
―Este es mi desayuno ―dijo Macarena―. Banana con huevos y leche… mucha leche, espero.
―Qué asco ―dijo Gisela.
Las demás se rieron. Incluso hasta mi madre sonrió, lo cual me resultó bastante sorprendente.
Maca se concentró en mi verga durante unos segundos, pero rápidamente perdió la paciencia.
―Esto ya no funciona como antes ―dijo―. Si solamente se la chupo, voy a estar todo el día para hacerlo acabar.
―Eso significa que el tratamiento dio resultado ―dijo Alicia, sin borrar su sonrisa.
―Sí, se nota. Aunque también me gustaba cuando Nahuel soltaba toda la leche en cuestión de segundos, era ideal para ansiosas como yo. Se ve que ahora tendré que esforzarme un poquito más.
Diciendo esto, Macarena me dio la espalda y se sentó sobre mí. Oriento mi verga hacia su concha y comenzó la penetración. Yo la sostuve desde la cadera. A pesar de que no era la primera vez que le metía la pija, sí estaba algo incómodo, porque nunca antes lo había hecho frente a toda mi familia. Es una sensación muy extraña saber que ahora todas lo saben y lo pueden ver. Creo que los días en los que tenía que preocuparme por cerrar bien las puertas ya se terminaron.
Macarena comenzó a dar pequeños saltos sobre mi verga mientras la pija se iba perdiendo dentro su concha. Estaba muy húmeda pero aún así ella ayudó un poco lubricandola con su propia saliva.
―Si tenés ganas ―dijo Cristela―, podés añadir algo más al menú de tu “desayuno”.
―Mmm… si me estás proponiendo lo que yo creo, entonces acepto encantada.
Cristela se acercó con una sonrisa cargada de lujuria y una silla. Colocó la silla justo frente a nosotros y abrió las piernas. Me sorprendió que ella, a su edad, fuera capaz de separar tanto las piernas al mismo tiempo que las mantiene en alto. Toda su concha quedó a la vista y a Macarena le bastó con inclinarse hacia adelante para comenzar a chupársela.
Me di cuenta que en esta posición se me complicaría un poco penetrarla, así que opté por arrodillarme en el sofá. Tuve que hacer más fuerza para sostener a Macarena, ya que ella había quedado prácticamente en el aire. A pesar de todo, me las ingenié para darle embestidas cada vez más duras. No me atreví a mirar a mi familia, pero sabía muy bien que todas las mujeres de la mesa estaban mirándonos atentamente. Quizás alguna hasta hubiera comenzado a masturbarse.
La lengua de Maca se movió a toda velocidad sobre la concha de Cristela y esta imagen me resultó muy estimulante. Fui acelerando el ritmo de las penetraciones demostrando que ya se moverme mucho mejor que antes y que no me da miedo exigir un poco la concha de mi hermana, sé que ella puede aguantarlo perfectamente. El tamaño de mi verga no la intimida para nada. Es más, estoy seguro de que le gusta sentir la penetración dura, porque gime de una forma muy particular en las primeras embestidas.
Cristela cerró sus ojos y mordió su labio inferior. Sé que ellas dos tuvieron muchas sesiones de sexo lésbico, ya se deben conocer las conchas de memoria, aún así era fascinante poder verlas. Con esto mi tía dejaba bien en claro que ella hablaba en serio cuando dijo que podíamos tocarla sin permiso. Era como demostrarnos lo predispuesta que estaba.
―No sabía que a Maca le gustara tanto la concha ―comentó Tefi.
―Prefiero las pijas; pero comerme una concha de vez en cuando es hermoso ―dijo Maca―. Yo entiendo totalmente el gusto que Gisela tiene por las mujeres. Si no me gustara tanto la verga, yo también sería lesbiana.
―Y vos, Gise ―dijo Cristela―, con esta nueva situación familiar te sacaste la lotería. Si te gustan las conchas, ahora tenés un montón a tu disposición.
―Ay, no sé… son mis hermanas… y mi mamá…
―Yo soy tu tía y te digo que cuando quieras comer concha, podés contar con la mía… y estoy segura de que a más de una de tus hermanas le encantaría revolcarse con vos en la cama… en especial a Maca. Y Pilar también…
―Hey, ¿por qué estás tan segura de que yo lo haría?
―Porque se te salen los ojos cuando mirás a Gisela, nena. Y sé muy bien cómo mira una mujer que tiene ganas de acostarse con otra. ―Pilar se puso roja―. Podrían ponerse de acuerdo entre las dos para pasarla bien durante un rato.
―No sé… no quiero incomodar a Gisela… además… yo tampoco creo estar lista para dar semejante salto. Yo intento experimentar cosas nuevas con el sexo; pero cada cosa nueva que pruebo me cuesta un montón y me deja con miles de dudas.
―Eso lo podemos arreglar charlando ―dijo Maca, y luego siguió dando lamidas al clítoris de su tía.
Mi ritmo era cada vez mejor y la verga ya entraba con firmeza. Esto era una cogida en toda regla y saber eso me aceleró las pulsaciones y me calentó mucho. Dejé que pasaran unos minutos, mientras todas nos miraban en silencio, y disfruté de cada embestida que le di a Macarena. Podría haber aguantado mucho más, estoy seguro; sin embargo esta vez quería darle el gusto a mi hermana.
―Ya estoy por acabar ―le anuncié mientras ella daba unos fuertes chupones a la concha de Cristela.
De inmediato Macarena se puso de rodillas en el piso y volvió a chuparme la pija.
―Decime que vas a compartir conmigo, aunque sea un poquito ―dijo Cristela.
―Si querés, vas a tener que venir ya…
Y tenía razón, bastaron con unos pocos chupones de la experta boca de Macarena para que mi leche comenzara a salir a chorros. Cristela se le unió al tercer o cuarto lechazo y las dos abrieron la boca para recibir todo lo que salía de mi verga. Fue una cantidad abundante, como siempre, y ellas no le hicieron ningún asco.
Estas acabadas con chupada de pija de por medio son espectaculares. Se siente algo extraño y agradable cuando me la chupan al mismo tiempo que eyaculo. Es como si me estuvieran absorbiendo el alma. Ahora entiendo por qué algunas mujeres con mucha actitud son capaces de dominar por completo a los hombres. Es imposible resistirse a estos encantos. Cristela y Macarena son verdaderas expertas en la materia. Ellas me trataron de la mejor forma y pude deleitarme al verlas besándose con mi semen en la cara.
―Espero que les haya gustado el desayuno ―dijo mi mamá.
Ese comentario volvió a tomarme por sorpresa. Creí que ella opondría más resistencia a este tipo de situaciones, sin embargo parecía ser quien mejor las aceptó. Hasta sonreía, como si realmente le gustara lo que estaba viendo.
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No sé cuándo fue la última vez que me sentí tan tranquilo. Las últimas semanas fueron muy movidas y tuve que atravesar momentos muy tensos, como cuando echamos a mi prima Ayelén de la casa. Sin embargo ahora no tengo nada de qué preocuparme (quizás solo por Gisela y su contraparte “Celeste”, pero ni siquiera estoy seguro de si ese asunto merece mi preocupación). En mi familia logramos establecer la paz y la armonía. Tanto es así que decidí relajarme en mi habitación leyendo un libro. Algo que me hubiera resultado imposible días atrás, con tantas preocupaciones rondando por mi cabeza. Opté por un libro de John Katzenbach titulado “El Psicoanalista”. Macarena me lo recomendó en varias oportunidades, de hecho el libro es de ella.
En unas horas de paz y tranquilidad logré avanzar bastante con la lectura y realmente estaba disfrutando de la intriga. Estaba ensimismado en esta tarea cuando la puerta de mi cuarto se abrió y Pilar entró. No me importó que me viera desnudo, ni tampoco me sobresalté al notar que ella estaba en las mismas condiciones que yo.
―¿Puedo pasar? ―Preguntó con una sonrisa tímida.
―Sí, claro…
Me senté en la cama y esperé por ella. Cerró la puerta sin poner la traba, estuve a punto de hacerle notar ese detalle y después dije que me daba igual si alguien nos veía, pasara lo que pasara. Y desde un principio sospeché que pasaría algo “picante”, porque cuando Pilar me dio la espalda, se inclinó un poco hacia adelante (sé que lo hizo a propósito) y puede ver que tenía puesto su plug anal.
De inmediato mi pene se despertó al grito de “Esta quiere guerra y yo se la voy a dar”.
Ella se subió a la cama y pasó por delante de mis pies, para quedar sentada a mi izquierda. Miró mi verga y sin pedir permiso, comenzó a acariciarla suavemente.
―Em… ¿necesitás algo? ―Le pregunté luego de unos segundos.
―Vos sabés muy bien lo que necesito. No me hagas decirlo. Sabés que estas cosas me cuestan mucho.
―Está bien… no digo nada.
Pilar mostró una sonrisa tímida. De a poco comenzó a relajarse y yo también. Me deleité mirando sus tetas, que no son tan firmes como las de Gisela, pero aún así dan muchas ganas de amasarlas. Además tiene los pezones duros, clara señal de que está excitada… o con frío. Aunque teniendo en cuenta el plug anal, me inclino más por la primera opción.
Sin previo aviso, Pilar bajó su cabeza y se tragó toda mi verga. Como aún no estaba totalmente erecta, pudo contenerla completa dentro de su boca. Allí la mantuvo y movió mucho la lengua. Cuando mi pene comenzó a ponerse rígido, se vio obligada a dejar salir un poco. Después empezó con el clásico “sube y baja” con su cabeza y esto se convirtió en un pete en toda regla.
La estábamos pasando de maravilla cuando la puerta se abrió, como no podía ser de otra manera. No me importó ver a mi madre entrando, sin embargo Pilar se asustó y comenzó a excusarse.
―Ay… mamá, yo… este… no pienses mal…
―No hace falta que aclares nada, hija ―Alicia sonrió y entró al cuarto dando pequeños saltitos en puntas de pie. Parecía un duende… si es que los duendes tienen tetas tan impresionantes como esas―. Justamente sobre esto quería hablar con vos.
―¿Eh?
Alicia se acercó a la cama y se sentó a mi derecha, justo frente a su hija. Mantuve la calma porque si estoy acostumbrado a ver a alguien en estas interrupciones, esa es mi mamá. Para no enojarme con ella, tengo que optar porque me importe un carajo que entre sin golpear, cuando nadie la llamó. Porque si tuviera que discutir con ella cada vez que esto ocurre, iniciaría una batalla campal en mi casa… y sinceramente no tengo ganas de eso.
―Les dije que quiero reparar el daño que les causé ―comenzó diciendo mi mamá―. Estoy intentando entender qué busca cada una de ustedes.
―¿Qué buscamos? ¿En qué sentido? ―Preguntó Pilar.
―Sexual. Durante años me puse muy estricta con ustedes y sé que eso no estuvo bien. Les pido perdón. A Nahuel lo ayudé con su problemita de eyaculación precoz. Hice todo lo que estuvo a mi alcance. ¿No es cierto, Nahuel?
―Em… bueno, sí… eso tengo que admitirlo. Hiciste mucho por mí, y creo que ya sé por dónde vas. Querés hacer lo mismo por tus hijas.
―Exacto. Una por una ―dijo con una gran sonrisa―. Las quiero ayudar, sin prejuicios, a resolver cualquier problema que tengan con su sexualidad.
―Este… ¿y de qué forma pretendés ayudarnos? ―Preguntó mi hermana.
―No sé. Creo que lo primero es escucharlas. Entender qué les pasa. Después buscaremos alguna solución a eso. Por ejemplo… ¿por qué entraste al cuarto de tu hermano y empezaste a chupársela? Y no hace falta que te inhibas, sé muy bien que entre ustedes pasaron cosas… y sé perfectamente que no es la primera vez que se la chupás, ni va a ser la última. Yo tengo sexo con mi propia hermana desde hace más de veinte años. No soy nadie para juzgarte.
―Bueno… em… si lo ponés de esa forma… tenés razón. Serías un poquito hipócrita al juzgarme por hacer esto.
―Solo quiero entender por qué lo hacés… y lo pregunto con la mente abierta. Sin prejuicios.
―Mmmm… bueno, vamos a ver si estás tan libre de prejuicios ―comenzó diciendo Pilar, mientras me masturbaba lentamente―. Hoy vi como Macarena le chupaba la verga, lo vimos todas. Hasta se lo cogió delante nuestro, sin que le importara ni un poquito. Y… sentí envidia de ella. Lo admito.
―¿Envidia porque ella estaba teniendo sexo? ―Le preguntó mi mamá.
―No. Sentí envidia de su seguridad. Ella no dudó ni por un segundo chupársela a Nahuel delante de toda la familia.
―Eso es porque a Macarena le da morbo que la vean cogiendo ―aclaré.
―Sí, pero eso lo disfruta con total seguridad y confianza en sí misma. No siente vergüenza al exhibirse de esa manera. Yo… em… quizás lo disfrutaría, en algún sentido; pero… al mismo tiempo estaría muriéndome de la vergüenza. Hasta me pone muy incómoda que mi mamá me haya visto haciéndolo.
―¿Y si hago esto se te pasa la incomodidad?
Apenas terminó de realizar esa pregunta, Alicia bajó su cabeza hasta encontrarse con mi verga y, como una experta, comenzó a chuparla. Lo hizo mientras me masturbaba con una mano y con los ojos cerrados, como si quisiera dejarnos bien en claro que ella disfruta al chuparme la pija. Y admito que yo también disfruto de que me la chupe de esa manera. También debo reconocer que lo hace mejor que Pilar. Aunque no culpo a mi hermana, sé que no tiene tanta experiencia comiendo vergas como mi mamá.
Pilar se quedó boquiabierta, sé que para ella no debe ser tan fácil procesar lo que sus ojos ven, aunque haya visto situaciones sexuales ocurriendo en la casa y a pesar de tener tiempo para asimilar algunas de ellas, ver a tu propia madre tragándose toda la verga erecta de su hijo es una imagen de lo más impactante.
Con una sonrisa y una seña Alicia invitó a Pilar a unirse. Al principio mi hermana dudó, como si temiera que todo se tratase de una trampa. Pero pareció tomar coraje cuando vio a su madre lamiendo la punta de mi verga como si fuera un helado. Ella también quiso un poco. Así fue como pasé a tener dos lenguas compitiendo por recorrer la mayor parte de mi verga. Pilar fue subiendo desde la base hasta el glande y cuando llegó ahí, se lo tragó. Alicia aprovechó para lamer la parte baja mientras su hija se encargaba de lo de arriba. Luego intercambiaron lugares, lo hicieron como si lo hubieran ensayado cientos de veces. Les salió de forma totalmente natural.
―Disfrutalo, hija. Te lo digo en serio. Sé que si pudieras salir a la calle serías capaz de enamorar al hombre que quieras. Sos preciosa. Pero bueno, la situación en todo el mundo está muy complicada y acá, en Argentina, parece que vamos a vivir en un “aislamiento obligatorio” eterno. Entiendo que si querés disfrutar de algo como esto ―señaló mi verga―, la única opción es tu hermano. Y no me parece algo tan malo, teniendo en cuenta mi historial.
―Gracias, mamá… eso me hace sentir un poquito menos… degenerada. No sé qué fue lo que te hizo cambiar tanto la perspectiva, si fue por la discusión que tuviste con Gisela o por las charlas con Cristela; pero me alegra que todo eso haya ocurrido. Esta mamá con la “mente abierta” me agrada mucho.
―Creo que fue una suma de todo lo que pasó, incluyendo a Nahuel. Él también me ayudó mucho a entenderme a mí misma. Pero ahora no estamos acá para analizarme a mí. Lo importante sos vos, y me imagino que tu hermano está dispuesto a ayudarte en lo que sea necesario.
―Sí, claro… ―dije, con una sonrisa algo bobalicona.
Porque sabía que “ayudar” a Pilar implicaría pasarla bien.
―Muy bien. Entonces, Pilar… me imagino que chuparla no es lo único que querías hacer.
―Este…
―Vení, no hace falta que lo digas. Ya sabemos perfectamente lo que querés ―Mi mamá parecía muy entusiasmada por seguir adelante con este… ¿tratamiento? ¿se lo puede llamar así?
Alicia hizo que Pilar se sentara sobre mí, mirándome de frente. Puse mis manos en sus caderas y sentí la cercanía de su sexo con mis testículos.
―A vos te gusta leer novelas eróticas ¿cierto? ―dijo mi mamá―. Quizás fantaseás con que este momento sea más íntimo… más romántico, por decirlo de alguna manera.
―Puede ser… aunque no me creo capaz de tener un momento así con Nahuel. No te ofendas, hermano. No es culpa tuya… es que…
―Somos hermanos ―le dije―. Lo entiendo perfectamente.
―Claro, no puedo lograr ese tipo de conexión con mi propio hermano. Eso sí que se sentiría demasiado raro.
Sin saberlo, Pilar dio en una de mis fibras sensibles. Yo tuve un momento muy… em… sentimental, con Tefi. Y sí, se sintió sumamente raro… y no me arrepiento de haberlo vivido. Aunque el comentario de Pilar me hizo sentir un poquito culpable.
―Sí, es lo mismo que hablé con mi hermana ―dijo mi mamá―. Podemos tener sexo entre nosotras; pero pasar a un nivel más romántico sería… raro. Y digo esto teniendo muy en cuenta lo raro que se siente tener sexo con mi propia hermana. ―Y Alicia solo empeoró mi situación emocional. Aún así, preferí no decir nada al respecto―. De todas maneras, podés disfrutar de un buen momento con Nahuel, y se nota que él también tiene ganas de hacerlo.
―¿De verdad vas a permitir esto, mamá? ―Preguntó Pilar.
―Lo permití con Macarena ¿por qué no lo permitiría con vos?
―Lo de Maca fue distinto. Ella simplemente lo hizo, sin pedir permiso. No te dio muchas chances de opinar.
―Es cierto, pero aún así… no se lo hubiera prohibido. Ya no pienso prohibirles nada. Confío en el criterio de cada una de ustedes. Hagan lo que las haga sentir mejor. Yo las voy a apoyar en todo.
Es muy curioso ver cómo Alicia pasó de ser una madre castradora a una absolutamente permisiva. Y eso me da un poco de miedo. No estoy del todo seguro de que ella se sienta cómoda con este cambio tan radical. Ya me huele un poco a pantomima. Sin embargo, ahora mismo parece relajada y contenta por ver a su hija cometiendo un acto de incesto frente a ella.
―Muy bien, entonces… si Nahuel quiere, lo voy a hacer ―dijo Pilar.
―Por supuesto que quiero ―le respondí al instante.
―Ok… vamos a hacerlo. Aunque… em… me gustaría cambiar de posición, de ser posible.
― ¿Qué posición tenés en mente? ―Le preguntó Alicia.
―No sé. Cualquiera en la que no tengamos que vernos a la cara.
―Ah, ok. Entonces, Nahuel… ponete en la parte de los pies de la cama ―me indicó mi madre―, y vos Pilar… vení… ―Alicia se acostó boca arriba en la cama en cuanto yo me aparté―. Ponete en cuatro.
Pilar obedeció, se puso en cuatro patas, aunque sus tetas quedaron apoyadas contra las de mi madre. Me coloqué detrás de mi hermana y pude ver un par de dedos acariciando su propia concha, por un momento creí que eran los de ella; pero luego entendí que se trataba de Alicia, que estaba masturbando a su propia hija.
―¿Te molesta si hago esto? ―Le preguntó.
―Em… es raro tener a mi mamá tocándome de esa manera; pero ahora mismo estoy tan caliente que no me importa.
―Muy bien. Vos Nahuel quedate detrás de tu hermana y no hagas nada hasta que ella te lo indique. Quizás necesite algo de tiempo para…
―No necesito más tiempo. Que me clave de una.
―¿Estás segura?
―Sí, muy segura. No aguanto más la calentura. Son muchos días a paja y agua. Necesito una pija. Urgente.
No esperé ni una palabra más. Dije que estaba dispuesto a dar guerra, y lo sostengo. Coloqué la verga en posición y avancé con determinación. La penetración se sintió apretada, como si ese orificio se negara a abrirse… pero lo hizo. Fue algo mágico. De un segundo a otro pasó de oponer resistencia a dilatarse lo necesario como para dejar mi verga entrar. Pilar soltó un fuerte gemido de placer.
Mientras se la iba metiendo de a poco, me tomé la libertad de presionar el botoncito anal. Esto la hizo gemir aún más.
―Ay, no… no hagas eso.
―Perdón, no lo pude evitar. Es demasiado tentador.
―¿Qué fue lo que hizo? ¿Te la metió muy fuerte? ―Preguntó mi mamá.
―No, no… es el plug.
―¿Estás usando un plug anal? ―Alicia parecía sorprendida.
―¿Te molesta?
―No, es solo que… no me imaginé que fueras a animarte. ¿Esto es parte de tu objetivo de probar distintas experiencias?
―Sí. En algunas de las historias que leí llegué a encontrarme con escenas de sexo anal y… me resultó curioso que los autores se hayan animado a relatarlas. El sexo anal no suele ser lo habitual en novelas ertótico-románticas. Que te metan una verga por el orto no parece estar ligado a un acto romántico. ¿Vos qué pensás?
A Pilar le costaba un poco soltar las palabras y respirar al mismo tiempo porque yo estaba acelerando el ritmo de las penetraciones cada vez más. Tenía la pija sumamente dura y ya había conseguido meterla casi completa.
―Uf… bueno, ya no es ningún secreto que yo practiqué sexo anal en más de una ocasión ―dijo mi mamá―. No sabría decir si está ligado a una relación romántica porque yo nunca lo experimenté de esa manera. A mí me rompieron el culo… así sin más. A lo bestia. Me agarraron de los pelos, me pusieron contra la pared y me dieron para que tenga.
―Y… ¿te gustó?
―Sí. En ese preciso momento me gustó mucho. Después llegó todo eso de la culpa y bla, bla, bla… pero tengo que reconocer que durante el acto en sí, lo disfruté muchísimo.
―¿Vas a contarnos otra de tus anécdotas en el taller? ―Le pregunté a mi madre, con la verga palpitando dentro de la concha de Pilar.
―Si quieren…
―Sí, mami… contanos alguna anécdota de cómo te garcharon en el taller ―insistió Pilar.
Me gusta cómo ella va perdiendo las inhibiciones a medida que se calienta. No es igual a Gisela, que de un segundo a otro pasa a ser otra persona. Con Pilar es más progresivo y siempre conserva un poquito de su inseguridad natural. Un detalle que la hace ver adorable.
―Mmm… bueno, a ver… ¿qué te puedo contar? ―Alicia pensó mientras sus dedos acariciaban el clítoris de su hija―. Todo depende de cuál sea tu humor sexual ahora mismo.
―Mami, estos días me la pasé metiéndome un dildo por el orto. No te imaginás lo mucho que lo usé… y lo mucho que lo disfruté. Mi “humor sexual” ahora mismo es: “Quiero que me rompan bien el orto”.
―Ah, muy bien… si así estás, entonces ya sé qué puedo contarte, y vos, Nahuel… podrías ir sacando el plug del culo de tu hermana. Hacelo despacito.
―Si, ya sé… para que no le duela.
―No, para que lo disfrute. El momento en el que sale el plug es sumamente placentero.
―Totalmente de acuerdo ―dijo Pilar.
Hice lo que mi madre me pidió. Sostuve el plug desde su base y comencé a sacarlo muy lentamente. Pude ver cómo el culo de mi hermana se iba dilatando y de adentro surgía el bulbo metálico. Esto me estimuló un montón y tuve que darle embestidas más fuertes. Me estoy dando cuenta que mi cuerpo ya reacciona y se mueve de forma automática frente a ciertos estímulos. Ni siquiera lo tengo que pensar. A veces ni me doy cuenta de que me estoy moviendo.
Pilar comenzó a gemir como una actriz porno. Alicia aprovechó para masturbarla más rápido.
―Tenés lindas tetas, mamá ―dijo mi hermana.
―¿Y qué esperás para probarlas?
―Es que… me da cosa hacer esto con mi propia madre.
―Tomalo como un método para ayudarme a entrar en calor, así te puedo contar lo que pasó en el taller.
―Mmm… lo voy a intentar
No pude ver exactamente lo que hacía Pilar, pero sí noté que ya estaba pasando su lengua por distintas zonas de los pechos de Alicia. Conseguí sacar el plug completo y en ese momento mi mamá comenzó con su relato.
―Esto pasó una tarde en la que yo salí a caminar con un vestido de verano corto y una blusa muy escotada. Uno de los ayudantes del taller me vio pasar y me hizo señas. No hace falta que les diga su nombre, al fin y al cabo no lo conocen. Solo basta con decirle que, a pesar de que yo había tenido experiencias sexuales con algunos de los mecánicos, éste nunca me había puesto una mano encima. Por eso accedí a su invitación para “charlar”. Me llevó al cuartito trasero del taller, donde yo ya había estado más de una vez…
―Mmm… eras la puta del taller ―dijo Pilar.
―Es una forma un tanto brusca de decirlo; pero sí. Entre los empleados del taller yo ya era conocida como “la puta”. Y eso los llevó a ser menos sutiles conmigo. Este tipo no dudó en empezar a meterme mano. Yo ya no era tan inocente, sabía que eso iba a ocurrir. No me importó, aunque el tipo fue algo brusco y con sus toqueteos me hizo doler la concha. Prácticamente me arrancó la tanga y empezó a meterme esos dedos anchos y ásperos. Sé que a vos te debería gustar más una historia con un poquito más de romance, pero acá no hubo nada de eso.
―No importa, mami. El “sexo duro” da mucho morbo, lo admito. Me encanta lo que me estás contando.
Y a mí también me gustaba. Estaba ensimismado en el relato, pero aún así no dejaba de meterle la pija a mi hermana.
―Muy bien. Entonces te va a dar más morbo saber que el tipo prácticamente me obligó a arrodillarme para que le chupara la pija. Ni siquiera me lo pidió, me la metió toda en la boca y no me quedó más alternativa que mamársela. Fue muy brusco, casi me atraganto con tanta verga dentro de la boca. Me saltaba la saliva para todos lados y estoy segura de que se me puso la cara muy roja, como cuando te estás ahogando. Se movió agarrándome de los pelos y me tuvo así durante unos cuantos minutos. Cuando por fin me soltó, aproveché para ponerme de pie, dándole la espalda, y me levanté el vestido.
―¿Querías que te cogiera?
―Mmm… a ver cómo te explico esto. Durante los días anteriores uno o dos tipos me estuvieron llevando a ese cuarto y con todos fue más o menos igual… petes a lo bestia, haciéndome tragar pija como una puta, y después me ponían contra la pared y me clavaban como a una yegua. Y yo… admito que ese trato empezó a gustarme mucho. Me habían “entrenado” para ser la puta del taller. Ya sabía perfectamente lo que tenía que hacer… y lo hacía sin chistar. Cuando me vio así, con el vestido levantado, el tipo volvió a meterme los dedos y me dijo: “Putita, sí que se te moja toda la argolla. Se nota que te morís de ganas de sentir una buena pija”. Y le dije que sí, quería que me la metiera toda. Sin embargo, este tipo hizo algo diferente a la mayoría. Apuntó primero a mi culo…
―Uy… igual, mmmm…. ―Pilar gimió y meneó su cadera de forma sensual mientras yo la penetraba―. Igual me imagino, por lo que contaste, que tu culo ya no era virgen.
―No, para nada. Ya lo tenía bien trabajado. No solo me entrenaron a mí, sino que también me entrenaron el culo. Y yo lo disfrutaba. Me hacía sentir aún más puta. En cuanto el tipo empezó a penetrarme le dije: “Ay, sí… yo me mojo más si me dan por el orto”. Y me puse en posición para recibirlo.
―Qué puta que sos, mamá… y me encanta saberlo ―aseguró Pilar―. Prefiero tener una madre puta antes que una madre frígida.
―Quizás con el tiempo me volví muy frígida. Lo reconozco; pero en ese entonces yo era joven, rebelde… y muy puta. Me daba mucho morbo entrar a ese taller y que me llenaran todos los agujeros de vergas.
―En especial si eran por el culo ―dijo Pilar―. Yo la quiero por el culo…
Esa fue la señal que estaba esperando. Saqué mi verga de la concha, Alicia aprovechó para meter los dedos en ese agujero que ya estaba bien dilatado. Yo puse abundante saliva tanto en el culo de Pilar como en mi glande, y luego comencé la penetración. Teniendo en cuenta lo que ella había dicho antes, quise darle una penetración fuerte, como habrá sido la que recibió mi mamá ese día en el taller.
La cabeza de la verga entró sin problemas y Pilar ahogó sus gritos poniendo la cabeza entre las tetas de su madre. Me inclino a pensar que se las estaba chupando otra vez. Una vez que el glande entró, lo demás fue mucho más sencillo… y a la vez morboso. Me puso a mil ver que el culo de Pilar estaba tan dilatado y que la verga le entraba tan fácil. Eso demostraba que ella se había dado duro con el consolador apenas unos minutos antes de entrar a mi cuarto. De otra manera no me explico cómo le pudo entrar tan fácil.
―Disfrutalo mucho, hija. Sé que para vos es una experiencia muy especial, y gracias por permitirme ser parte de este momento.
―Mmm… es demasiado rico, más de lo que me había imaginado. Gracias, mamá… me imagino que a vos ese mecánico te rompió el orto así.
―Debió ser muy parecido ―admitió mi madre―. El tipo no me tuvo piedad. Me dio con todo desde el principio. Agradecí tener el culo bien entrenado, de lo contrario no hubiera podido soportar semejante maltrato. Al menos tuvo la decencia de lubricar bien su verga. Siempre había lubricante en ese cuartito… y la mayor parte terminaba dentro de mi culo. Sin embargo lo particular de esta anécdota comenzó unos minutos más tarde, cuando yo ya estaba totalmente desnuda, en cuatro patas sobre el catre, con el tipo taladrando el orto. Frente a mí estaba la puerta y vi que se abría y entraba Aníbal, el dueño del taller acompañado de otro de sus empleados. Al verme dijo: “Qué bueno que ya le están abriendo el orto a esta puta, con las ganas que tengo de comerme un culo ya mismo”. Y, amablemente, el tipo que me estaba culeando, le cedió su lugar. En cuanto Aníbal me penetró (también a lo bestia y sin pedir permiso), vi que junto con él y su empleado, habían entrado otros dos tipos. Contando al que ya estaba conmigo, sumaban cinco en total.
―¿Cinco? Mmm… ―Pilar se movió con suma sensualidad, provocando que mi verga entrara y saliera de su culo a buen ritmo―. Ay, mami… ¿me vas a decir que te dejaste romper el culo por cinco tipos? ¿De verdad fuiste tan puta?
―Yo estaba perdida, hija. No tenía control sobre mis actos. Quizás algún día tendría que hablar de este tema con Macarena, para que me ayude a entender por qué me comportaba de esa manera. Aunque creo que, principalmente, fue por rebeldía. No voy a negar que mientras Aníbal me taladraba el culo sentí miedo al ver cómo los otros tipos iban preparando sus vergas, para colmo ni siquiera conocía a dos de ellos. Pero, al mismo tiempo, estaba disfrutando de uno de los momentos más calientes de mi vida… como vos ahora…
―Mmm… sii, sos muy bueno, Nahuel. Seguí así… me gusta cómo lo hacés. Dame fuerte… sin miedo, yo puedo aguantarlo.
Hice lo que me pidió, me aferré con fuerza a su cadera y comencé a darle embestidas tan duras como me era posible. Mi cuerpo rebotaba contra sus nalgas y toda mi verga se perdía dentro de ese orificio dilatado. Alicia no dejaba de masturbarla ni por un segundo.
―Seguí contándome, mami…
―Bien. Tengo que decir que yo protesté un poco al principio. Les dije: “Ni crean que me voy a dejar coger por todos”. Pero mis protestas fueron acalladas… con una gruesa verga en la boca. Ahí entendí que ya no podría argumentar nada, estaba totalmente entregada. Esos tipos se encargarían de mantener siempre una verga en mi culo y otra dentro de mi boca.
―Uf… qué fuerte…
―Sí que lo fue, en especial porque yo misma empecé a calentarme con la idea de tener todas esas pijas en mi culo. Así que cuando pasó el tercero, no opuse resistencia, me abrí las nalgas. Al tipo ni lo conocía, no sabía ni siquiera cómo se llamaba, pero ya estaba metiéndome su verga en uno de los lugares más íntimos de mi cuerpo. Sí, me sentí sucia. Me sentí una puta barata. Pero… me encantaba esa sensación. Me hacía vibrar.
La que estaba vibrando era Pilar, no dejaba de sacudirse y de gemir. Me di cuenta de que ella estaba llegando a un orgasmo mientras escuchaba el relato de nuestra madre.
―Así fue que, uno por uno, fueron pasando por mi culo. Me tuvieron dentro de ese cuartito hasta bien entrada la noche. Me destrozaron, en el buen sentido. No te das una idea del placer que sentí cuando ya iba por la segunda vuelta de vergazos. La penetración era tan directa y profunda, y mi culo oponía tan poca resistencia, que llegué a un nivel de placer que nunca antes había experimentado. Y ni hablar de la cantidad de semen que tuve que tragar. Cada uno de ellos eyaculó en mi boca al menos dos veces, algunos lo hicieron tres. Y sí, siempre en mi boca. Eran las reglas del juego. La leche la tenía que tragar. Yo estaba bien entrenada, así que lo hice.
Las palabras de Alicia nos llevaron a Pilar y a mí a un nirvana de placer, no pude contener todo lo que mis testículos guardaban. Dejé salir todo mi semen, que fue a parar directamente dentro del culo de mi hermana. Ella gimió con fuerza y sé que debieron escucharla en toda la casa. Le di unos últimos vergazos bien potentes, para sacar toda la leche que me quedaba, y la solté. Ella dejó caer su cuerpo sobre el de su madre. Estaba agotada, y yo también.
―Se nota, por la carita de puta que tenés, que la pasaste muy bien ―dijo Alicia.
―Ay, mami… ni por asomo soy tan puta como vos. Quizás algún día me gustaría sentirme así, por un ratito. Pero no hay forma de que yo me anime a ser la puta de cinco tipos a la vez. Eso no va a pasar nunca.
―A mí me culearon cinco tipos; pero a vos te rompió el orto tu hermano. Decime si eso no es ser muy puta.
―Mmm… puede que tengas razón. No lo había pensado de esa manera.
Cualquiera que hubiera escuchado esta conversación fuera de contexto hubiera pensado que estas dos estaban peleando e insultándose. Sin embargo, yo entendí que Alicia solo estaba buscando aumentar la confianza en su propia hija. Pilar quería sentirse un poco puta, como Macarena… o como su madre, y a su propia forma, lo logró.
Definitivamente me encanta esta nueva etapa de Alicia, tan abierta al morbo y al sexo. Al mismo tiempo, tengo miedo de que su psiquis sea una bomba a punto de estallar; pero cuando eso pase intentaré estar preparado para el impacto. De momento lo mejor que puedo hacer es disfrutar… y estar con ella cuando decida ayudar a sus otras hijas a superar sus traumas sexuales.
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6 comentarios - Aislado Entre Mujeres [47].
Excelente como siempre. Muchas gracias.
Ademas del cap 48, el cap 49 y 50 lo subiras aca a poringa en el mes de diciembre?