Antes de contarles esta anécdota, debo remontarme a casi dos años antes. A cuando tenía 17 ya cumplidos. Una noche salí con una amiga a un pool. Me presentó a su novio, Martín se llamaba.
El chabón era re desubicado. Confianzudo. Esa misma noche, no paraba de apoyarla, de tocarla delante mío. Era un desastre. Los 3 íbamos a la misma escuela.
La cosa es que, ya entrados en confianza, el chabón se dio cuenta que no me sentía cómodo, pero lo interpretó de otra forma. Por lo que se puso goma conmigo. Me empezó a toquetear el culo y a apoyarme, a hacer chistes zarpados. Aún así, traté de tomármelo con humor.
Cuando llegamos a sexto año, el pibe se pasó a mi curso. Con mi amiga ya no eran novios.
Llegado el día de mi graduación, nos juntamos antes en el lugar con mis compas del curso, para ensayar cómo sería todo. Además, charlamos sobre lo que fue el año.
Nos ubican en fila a todos, y a él, lo hacen pararse detrás mío. Noto que tengo los cordones desatados de los zapatos. Me agacho para atarlos, a lo que lo escucho decir: "faaa... Gaby, qué linda burra que tenés, culo roto". Me reí incómodo, porque no lo esperaba. Pero, a su vez me había gustado.
Pasa una profe pidiendo que hagamos la cola, a lo que él contesta: "la única cola que quiero hacer, es la de Gaby".
Yo quedo re "wtf". Sonrojadísimo. Ni el día de mi graduación se salvó mi colita de recibir mimitos ajenos. Y eso que, lejos de estar sexy (o lo mas parecido a eso), me tuve que empilchar como un señor... una cagada. No me gusta usar traje.
De la nada, me la empieza a acariciar. De arriba a abajo, como si le hiciera "sana-sana". Me sonrojé, realmente no me lo esperaba. Pero si es por mí, lo hago acariciar todos los días. Él, al notar que me gustaba, no me soltó. Al contrario, se pegó mas.
Yo, con mi boca, le decía que pare. Con mi mirada de putita, le decía que continúe. Obviamente le hizo caso a mis ojos, que eran sinceros.
"Tus labios dicen una cosa. Tus ojos, otra. Mis manos y mi pija quieren lo que tu mirada", alegó.
Sonrojado, por no esperarme su comportamiento ni sus palabras, me pongo de pie. Trato de mirarlo enojado, pero no podía. Estaba extasiado. Así que me vuelvo a pegar a él.
La fila empieza a dirigirse a nuestros asientos, frente al escenario. Donde daría comienzo a la ceremonia.
Yo, de calienta-pija que soy, me le senté encima, como por "error". Desgraciadamente, no me dejaron estar ahí mucho tiempo.
Mientras todos se aburrían escuchando el discurso de las cabezas más importantes del colegio, yo me distraía mirando otra cabeza.
En venganza a aquella noche, y a lo caliente que me puso esa tarde, le empecé a manosear la verga. Estábamos hirviendo. Sus manos no se quedaron atrás. Mejor dicho, se fueron bien atrás. Las puso en mis posaderas. Buscaba colarme un par de deditos.
Al rato, nos calmamos. Nos iban a ir llamando para que nos dirigiésemos al escenario de a uno, para darnos el diploma. No daba subir calientes, con la pija parada. Nuestros padres estaban ahí, además.
Nos llaman de a 3. Recibimos nuestro preciado papel y, lo siguiente por hacer, era pararnos sobre unas gradas que habían al final de la tarima.
Nuestras ubicaciones, tristemente, estaban separadas. Yo, delante. Él detrás. Como si fuera una ironía de la vida. Pero, aún así, al estar todos pegados, no podíamos hacer mucho.
Como se sabía de lo desubicado que era, a nadie le extrañó que se la pase rozándome la cola con la rodilla o la mano. Su venganza llegó. Me re toqueteó. Y yo, no podía hacer nada.
Como estaba un escalón más arriba y, encima, era más alto, no le costó mucho usar su pie también.
Llegué a pensar que, con tal de calentar, era capaz de hacerlo de cualquier forma. Era muy creativo.
Terminado el acto, la muchedumbre se amontonó, lo que me dio una oportunidad de esperar a que pase para vengarme por su toqueteo. Lo cruzo y mis manos se dirigieron directamente a su bulto. Se quedaron prendidísimas ahí. Nos hechizamos pupila a pupila. Nos comíamos. La franeleo tanto la pija, que me dice "qué hdp que sos, cómo vaciaría mis huevos en vos, putito".
Nos disponiamos a ir a algún lugar oscuro y solitario. Pero, nuestros amigos, familia y compañeros, se empezaron a acercar para las fotos.
Estábamos tan abotonados que, practicamente, el uno salía en la foto del otro. Era muy gracioso. Parecíamos una sombra.
Para cierta hora, los padres empezaron a disciparse, dejándonos un toque más solitos.
En un momento, se me desaparece para irse a charlar con dos que estaban sentados al borde de la tarima. Él, todavía parado sobre el escenario, detrás de ellos, lo noto buscándome.
Me ve, me extiende su mano, me agarra de la cintura, me sujeta fuerte y me pone delante suyo, abrazándome de atrás. Re tierno. Parecía un gesto de noviazgo. Como diciéndole a todos (bah... a los pocos compas y amigos que aún quedaban), que estábamos en algo. Sin perder su descontrolado apetito por desubicarse, claro está.
Pero, de repente, lo que parecía ser algo romántico, se termina volviendo libidinoso. Me suelta la cintura, para agarrarse de mi cadera y hacerme sentir en la cola cómo le crece el pinocho. Me besa el cuello. Me habla al oído.
Sentime ésta, me dice. Yo, chocho con mi resultado, se la meneo. No paraba de crecerle. Parecíamos dos perros subidos al escenario, restregándonos el uno al otro. Estábamos en la misma sintonía. Re calientes.
Me di vuelta, le emboqué un buen beso apasionado, le tanteé la gaver y nos envolvimos más en ese frenesí hot. Sus manos que, primero atinaron a sostenerme la espalda, se deslizaron ferozmente hacia mis glúteos. Todavía tengo grabado a fuego en mi memoria los masajes que les pegó.
Nos importó poco y nada si nos veían los demás, ambos estábamos entregados a nuestro mundo. Volvimos en sí, con la llamada de unos amigos de él, que querían que los acompañemos a tomar algo en frente, que había una plazoletita. Ya no quedaba casi nadie en el recinto.
Éstabamos envueltos en llamas. No sabíamos qué decir. Terminamos aceptando. Me agarra la mano y vamos hacia allá.
Ya de noche, y con el lugar vacío, nos sentamos en los asientos que habían. Yo, encima suyo, claramente. Parecía que me presentaba como la novia ante sus amigos. Era re lindo.
Se destapó un vino en caja, ¿para qué? Nos puso más mimosos.
El estar en mi silla de carne, no solo me permitió una cercanía directa con su pedazo, sino que, además, poder estar tapados de toda mirada ajena. A él le calentaba que nos vieran. A mí, todavía no.
Cada tanto, me hacía el tonto, el que me resbalaba y buscaba acomodarme, para mover el culito de arriba a abajo. Ya estaba loquito.
Cuando al fin se fue la muchachada, aprovechamos la oscuridad de la noche, para hacerle la paja que tanto quería. Pero se la hice con el orto. Con mis movimientos.
Estaba extasiadísimo. Le mantuve la verga re dura. Hasta que la madre lo llamó por fono a que vaya. Se fue, pero nos prometimos que esta deuda se saldaría. En fin. Literalmente, ese día, me gradué de calienta-pija.
El chabón era re desubicado. Confianzudo. Esa misma noche, no paraba de apoyarla, de tocarla delante mío. Era un desastre. Los 3 íbamos a la misma escuela.
La cosa es que, ya entrados en confianza, el chabón se dio cuenta que no me sentía cómodo, pero lo interpretó de otra forma. Por lo que se puso goma conmigo. Me empezó a toquetear el culo y a apoyarme, a hacer chistes zarpados. Aún así, traté de tomármelo con humor.
Cuando llegamos a sexto año, el pibe se pasó a mi curso. Con mi amiga ya no eran novios.
Llegado el día de mi graduación, nos juntamos antes en el lugar con mis compas del curso, para ensayar cómo sería todo. Además, charlamos sobre lo que fue el año.
Nos ubican en fila a todos, y a él, lo hacen pararse detrás mío. Noto que tengo los cordones desatados de los zapatos. Me agacho para atarlos, a lo que lo escucho decir: "faaa... Gaby, qué linda burra que tenés, culo roto". Me reí incómodo, porque no lo esperaba. Pero, a su vez me había gustado.
Pasa una profe pidiendo que hagamos la cola, a lo que él contesta: "la única cola que quiero hacer, es la de Gaby".
Yo quedo re "wtf". Sonrojadísimo. Ni el día de mi graduación se salvó mi colita de recibir mimitos ajenos. Y eso que, lejos de estar sexy (o lo mas parecido a eso), me tuve que empilchar como un señor... una cagada. No me gusta usar traje.
De la nada, me la empieza a acariciar. De arriba a abajo, como si le hiciera "sana-sana". Me sonrojé, realmente no me lo esperaba. Pero si es por mí, lo hago acariciar todos los días. Él, al notar que me gustaba, no me soltó. Al contrario, se pegó mas.
Yo, con mi boca, le decía que pare. Con mi mirada de putita, le decía que continúe. Obviamente le hizo caso a mis ojos, que eran sinceros.
"Tus labios dicen una cosa. Tus ojos, otra. Mis manos y mi pija quieren lo que tu mirada", alegó.
Sonrojado, por no esperarme su comportamiento ni sus palabras, me pongo de pie. Trato de mirarlo enojado, pero no podía. Estaba extasiado. Así que me vuelvo a pegar a él.
La fila empieza a dirigirse a nuestros asientos, frente al escenario. Donde daría comienzo a la ceremonia.
Yo, de calienta-pija que soy, me le senté encima, como por "error". Desgraciadamente, no me dejaron estar ahí mucho tiempo.
Mientras todos se aburrían escuchando el discurso de las cabezas más importantes del colegio, yo me distraía mirando otra cabeza.
En venganza a aquella noche, y a lo caliente que me puso esa tarde, le empecé a manosear la verga. Estábamos hirviendo. Sus manos no se quedaron atrás. Mejor dicho, se fueron bien atrás. Las puso en mis posaderas. Buscaba colarme un par de deditos.
Al rato, nos calmamos. Nos iban a ir llamando para que nos dirigiésemos al escenario de a uno, para darnos el diploma. No daba subir calientes, con la pija parada. Nuestros padres estaban ahí, además.
Nos llaman de a 3. Recibimos nuestro preciado papel y, lo siguiente por hacer, era pararnos sobre unas gradas que habían al final de la tarima.
Nuestras ubicaciones, tristemente, estaban separadas. Yo, delante. Él detrás. Como si fuera una ironía de la vida. Pero, aún así, al estar todos pegados, no podíamos hacer mucho.
Como se sabía de lo desubicado que era, a nadie le extrañó que se la pase rozándome la cola con la rodilla o la mano. Su venganza llegó. Me re toqueteó. Y yo, no podía hacer nada.
Como estaba un escalón más arriba y, encima, era más alto, no le costó mucho usar su pie también.
Llegué a pensar que, con tal de calentar, era capaz de hacerlo de cualquier forma. Era muy creativo.
Terminado el acto, la muchedumbre se amontonó, lo que me dio una oportunidad de esperar a que pase para vengarme por su toqueteo. Lo cruzo y mis manos se dirigieron directamente a su bulto. Se quedaron prendidísimas ahí. Nos hechizamos pupila a pupila. Nos comíamos. La franeleo tanto la pija, que me dice "qué hdp que sos, cómo vaciaría mis huevos en vos, putito".
Nos disponiamos a ir a algún lugar oscuro y solitario. Pero, nuestros amigos, familia y compañeros, se empezaron a acercar para las fotos.
Estábamos tan abotonados que, practicamente, el uno salía en la foto del otro. Era muy gracioso. Parecíamos una sombra.
Para cierta hora, los padres empezaron a disciparse, dejándonos un toque más solitos.
En un momento, se me desaparece para irse a charlar con dos que estaban sentados al borde de la tarima. Él, todavía parado sobre el escenario, detrás de ellos, lo noto buscándome.
Me ve, me extiende su mano, me agarra de la cintura, me sujeta fuerte y me pone delante suyo, abrazándome de atrás. Re tierno. Parecía un gesto de noviazgo. Como diciéndole a todos (bah... a los pocos compas y amigos que aún quedaban), que estábamos en algo. Sin perder su descontrolado apetito por desubicarse, claro está.
Pero, de repente, lo que parecía ser algo romántico, se termina volviendo libidinoso. Me suelta la cintura, para agarrarse de mi cadera y hacerme sentir en la cola cómo le crece el pinocho. Me besa el cuello. Me habla al oído.
Sentime ésta, me dice. Yo, chocho con mi resultado, se la meneo. No paraba de crecerle. Parecíamos dos perros subidos al escenario, restregándonos el uno al otro. Estábamos en la misma sintonía. Re calientes.
Me di vuelta, le emboqué un buen beso apasionado, le tanteé la gaver y nos envolvimos más en ese frenesí hot. Sus manos que, primero atinaron a sostenerme la espalda, se deslizaron ferozmente hacia mis glúteos. Todavía tengo grabado a fuego en mi memoria los masajes que les pegó.
Nos importó poco y nada si nos veían los demás, ambos estábamos entregados a nuestro mundo. Volvimos en sí, con la llamada de unos amigos de él, que querían que los acompañemos a tomar algo en frente, que había una plazoletita. Ya no quedaba casi nadie en el recinto.
Éstabamos envueltos en llamas. No sabíamos qué decir. Terminamos aceptando. Me agarra la mano y vamos hacia allá.
Ya de noche, y con el lugar vacío, nos sentamos en los asientos que habían. Yo, encima suyo, claramente. Parecía que me presentaba como la novia ante sus amigos. Era re lindo.
Se destapó un vino en caja, ¿para qué? Nos puso más mimosos.
El estar en mi silla de carne, no solo me permitió una cercanía directa con su pedazo, sino que, además, poder estar tapados de toda mirada ajena. A él le calentaba que nos vieran. A mí, todavía no.
Cada tanto, me hacía el tonto, el que me resbalaba y buscaba acomodarme, para mover el culito de arriba a abajo. Ya estaba loquito.
Cuando al fin se fue la muchachada, aprovechamos la oscuridad de la noche, para hacerle la paja que tanto quería. Pero se la hice con el orto. Con mis movimientos.
Estaba extasiadísimo. Le mantuve la verga re dura. Hasta que la madre lo llamó por fono a que vaya. Se fue, pero nos prometimos que esta deuda se saldaría. En fin. Literalmente, ese día, me gradué de calienta-pija.
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