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Las cosas en su lugar

Todo empezó acá: http://www.poringa.net/posts/relatos/4795015/Nueva-Empleada.html?_ga=2.70130768.1938250612.1667988411-50536872.1667988411


Y yo no  pensaba contar cómo seguía la historia con la nueva empleada, pero bueno, pedidos son pedidos y allá vamos. 


Había embestido a lengüetazos las provocaciones de la nueva empleada, y había logrado un triple objetivo: responder a sus provocaciones, escuchar los más placenteros sonidos que pudieran arrancarse del cuerpo de una mujer, y, finalmente, posicionarme en el lugar de jefe.


Ya tomaría debida nota de lo equivocado que estaba, pero todavía faltaba un rato para entenderlo. 


Por ahora estaba muy sonriente, a mis anchas, en la soledad de mi oficina. Orgulloso de mi faena, y con la carpeta que tenía que revisar antes de irme. 


Como estaba solo, me serví una copa de whisky. Dos dedos, sin hielo. El brebaje siempre me sirve para relajar un poco, y cortar el día.


El trabajo que tenía delante mío, estaba muy bien hecho. Además de hermosa y aguerrida era inteligente. Y eso -tengo que confesarlo, porque no tienen ningún sentido mentir aquí- me despertó una alerta.


En este territorio también tenia que seguir ocupando el lugar de jefe, así que pegué dos post-it con correcciones menores, y se lo dejé en el escritorio. 


Acomodé mis cosas y salí a la calle, dispuesto a caminar hasta mi casa. Pero estaba claro que estaba equivocado y que hacía ya mucho tiempo que las decisiones no las estaba tomando yo.


En la vereda de la oficina, estaba mi nueva empleada, en su automóvil, haciéndome señas para que subiera.


-dale que te llevo! 


-no hace falta, vivo cerca.


-no me hagas rogarte! 


Y puso una mirada suplicante y falsa, que me hizo reir. Subí a su auto, y ella, sin mirar puso primera, soltó la palanca de cambio, y apoyó su mano en mi entrepierna.


-voy a terminar con lo que empezamos… no me gusta dejar la tarea sin terminar


Dobló la esquina, y se metió en el telo. Indudablemente tenía la jugada pensada de antemano. Claramente, no estaba improvisando.


Supe -mejor dicho, confirmé- que estaba en problemas, cuando fue ella la que encaró rumbo a la caja, pidió una habitación, y ordenó 


-subime a la habitación preservativos y dos whiskys-.


Metió la mano en el bolsillo, y pagó. 


Debo confesar dos cosas: no sólo era la primera vez que me pasaba algo así, sino que además, era la primera vez que sentí en el cuerpo un extraño escalofrío de temor y de ansiedad. De curiosidad y de placer. Todo junto.


-Vas a ver que yo también sé usar la boca. 


Nos desnudamos ya ni se cómo, y me tiró en la cama. Y empezó a chuparme la pija con maestría, Pero no se detenía sólo en mi aparato que estaba durísimo, caliente, deseando ensartarla. Pasó su boca por mis huevos, y luego se detuvo en mi culo. Su lengua no dejaba de hacer círculos concéntricos sobre mi culo, y luego, la ponía dura, y simulando un pene, intentaba perforarme la cola con la lengua, mientras me pajeaba muy despacito con la mano






Las cosas en su lugar







-ves lo que haces con mami? Vos te crees que vas a dejar a mami caliente? Si yo te digo que me cojas, vos tenés que dejar lo que estás haciendo y cogerme… ahora vas a ver lo que te va a pasar


Y siguió con su faena, y mi cuerpo ya no respondía a mis órdenes. Me retorcía de placer. Su mano, su boca, sus movimientos. 


Como una gata, se trepó encima mío, y se frotaba contra mí. Se pajeaba el clítoris con la punta de mi pija, pero no se dejaba penetrar.


-así me gusta, putito, que gimas, que sufras por el placer que te está dando mami. Ahora te voy a sacar la lechita… 


Y allí me demostró todo su poder. 


Se ensartó la pija hasta el fondo. Y me la apretó con sus músculos vaginales, como si tuviera un guante en la concha. Y empezó a hacer círculos imprevistos: para un lado, para el otro, para arriba y para abajo. Su mirada gélida, casi ordenándome su ofrenda


-dame tu leche ahora


Fue una orden. No fue una sugerencia, ni un pedido, ni un deseo. Y la orden fue acompañada de una presión muy fuerte en la base de la chota, un movimiento profundo, y sus manos en mi pecho, casi hundiéndome las uñas en la piel. 


Acabé.


Acabé mucho, me vine como un bebé, sentí tres, cuatro estertores. Creo que gemí fuerte. Y ella se aferró contra mí, y dio algunas embestidas más, buscando un lugar exacto con mi pija, y cuando lo encontró, se quedó quieta y murmuró


-el punto G


Su cuerpo tembló, mientras me agarraba del cuello, hasta que se derrumbó encima mío.


Me besó la boca, y creo que me dijo


-Allá vos, todo lo que quieras. No se si te quedó claro que la que manda acá, soy yo. 


Supe que estaba en problemas, pero me encantó la propuesta. 

2 comentarios - Las cosas en su lugar

complices_mardel +1
guau! me imaginaba una continuación más típica de jefe y empleada en la oficina, pero el cambio de rumbo de esta historia me encantó!