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Aislado Entre Mujeres [46].

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Aislado Entre Mujeres [46].




Capítulo 46.

Reunión Familiar.

La situación podría parecerle muy extraña a cualquiera de nuestros vecinos que, por casualidad, pudiera espiar el living de mi casa. Se hubieran quedado impactados al ver tantas mujeres desnudas, y a mí con la verga dura. En especial si supieran que esas mujeres eran parte de mi familia, a excepción de Brenda. 
Todos estábamos completamente desnudos, por órdenes de Macarena, ella se negó a iniciar la reunión si alguien mantenía la ropa puesta. “La mejor forma de abrirnos es estar todos en igualdad de condiciones”, dijo Maca. Y tiene razón. No me hubiera sentido tan cómodo al saber que algunas de mis hermanas aún tenían la ropa puesta. También creo que eso hubiera puesto más nerviosa a Brenda. En cambio la chica sonrió y se mostró muy relajada al verle las tetas y la concha a todas. 
Sabía que aún quedaba la parte más importante, la reunión en sí misma; pero me sentía mucho más confiado y relajado. Tenía el presentimiento de que todo iría bien. La forma en la que se dieron las cosas sirvieron para romper el hielo.
Lo único que me tiene preocupado es Gisela. Aunque ahora no es el momento indicado para analizar ese tema. Tendrá que esperar.
―Antes de que digan algo, me gustaría disculparme por mi actitud ―dijo Brenda.
―No sé por qué insistís con eso ―le respondió mi madre―. A la que se le cae la cara de vergüenza es a mí. ¿Por qué deberías disculparte vos?
―Porque ustedes me invitaron a compartir su casa, me dieron de comer, me hicieron sentir como si yo fuera una de la familia a pesar de que ni siquiera me conocían. Y yo… siento que no les devolví el gesto con el respeto que se merece. Estos últimos días estuve fría, distante, ni siquiera participé de las charlas durante el almuerzo y la cena. Esa no es forma de pagar la hospitalidad. Además está lo otro… el jueguito con Gisela. ―Miró a mi hermana mayor―. Gise, ¿puedo contarles sobre eso? Necesito hacerlo, para que entiendan por qué me comporté de esa manera.  
―Está bien, podés contarles.
―Aclaro que no les voy a contar esto como una excusa. Sé que me comporté de forma inapropiada. Y tampoco quiero responsabilizar a Gisela por lo que pasó…
―Yo acepto la responsabilidad. No hace falta que me defiendas, Brenda. Cualquier problema que yo tenga con mi familia, lo voy a manejar personalmente.
Me dio escalofríos escuchar a Gisela hablando en ese tono… o mejor dicho, a Celeste. Porque esa, definitivamente, no es mi hermana. No es la chica amorosa y tímida a la que le molesta la confrontación. Hasta su postura es diferente. No tiene los hombros encorvados como de costumbre, como si intentara ocultar sus pechos. Su espalda está recta y sus grandes tetas parecen más firmes que nunca, con los pezones apuntando en ángulo ascendente. Es como si dijera: “Estoy orgullosa de tener este par de tetazas”. 
―Está bien, perdón. No pretendía hablar por vos ―dijo Brenda, cabizbaja―. Solo quiero explicarle a Alicia por qué me comporté de forma tan inapropiada. 
―Si vas a hablar de esto, hacelo con la vista al frente ―le dijo Gisela―. Mirala a los ojos.
―S… sí. Tenés razón ―le costó, pero al final consiguió mirar a mi madre a los ojos―. Te pido perdón Alicia. Lamento mucho si en estos días te hice sentir mal de alguna forma. ―Mi madre parecía conmovida por la sinceridad en las palabras de Brenda―. También te quiero pedir disculpas si te hice ilusionar de alguna manera. Todo lo que pasó con vos no tuvo ninguna mala intención de mi parte, solo fue un juego.
Alicia guardó silencio durante unos segundos, parecía tensa y quizás algo molesta. 
―¿En qué consistía ese juego? ―Preguntó.
―Podés contarlo ―dijo Gisela.
―Muy bien. Es un juego sexual que inicié con Gisela hace unos meses. Siempre tuve problemas para desenvolverme con la gente, en especial en el ámbito sexual. Pero gracias a mi psicóloga, Sabrina, conseguí abrir mucho la cabeza y dejé de darle tanta importancia a los prejuicios que tenía sobre el sexo. Y la persona que más me ayudó con eso fue Gisela. Ella entendió desde el principio que a mí me costaba mucho tomar decisiones a la hora de tener sexo con alguien. A pesar de que, por dentro, me moría de ganas de hacerlo; no me atrevía a seguir adelante. Por eso hicimos un pacto: yo estoy a su disposición, bajo sus órdenes. Podrá parecerles algo tonto al principio, pero en realidad es mucho más complejo de lo que parece.
―Sí que lo es ―comentó Macarena―. No es fácil encontrar a una persona a la que poder confiarle todas tus desiciones sobre el sexo. Es un tipo de relación muy compleja que se basa en la más absoluta confianza. Me conmueve mucho que vos y Gisela hayan logrado ese tipo de conexión. 
―A mí también ―dijo Brenda, con una sonrisa―. Y lo digo por mí, no por Gise, que es un amor. Yo era muy cerrada. Cualquier acto sexual me escandalizaba. Ahora ya no lo veo así. Estoy deseosa de experimentar, de vivir cosas nuevas… en especial durante esta pandemia que nos tiene a todos alterados. Y bueno, como dije, la que toma las decisiones por mí, en cuanto al sexo, es Gisela. Y ella, para divertirse un poco, comenzó a ponerme ciertos desafíos, como ir al cuarto de Alicia sin ropa interior. Pasaron cosas entre nosotras, Alicia, y quiero que sepas que las disfruté un montón. Solamente no quiero que pienses que van demasiado en serio. 
―Nunca me lo tomé en serio ―dijo Alicia―. No me molesta saber que fue parte de un juego. Eso lo entendí desde el principio. No soy tan tonta. Lo vi como una forma en la que Gisela jugaba conmigo para castigarme por el daño que le causé.
―No intentaba castigarte ―dijo Gisela―. Solo quería demostrar que a vos te gustan las mujeres tanto como a mí. Sos tan lesbiana como yo, mamá.
Esas fueron duras palabras para Alicia. Se quedó muda.
―Tu hija tiene razón ―intervino Cristela―. Y creo que yo soy la más indicada para explicarle a Brenda de qué iba todo eso que vio en el cuarto de Nahuel. ¿Puedo hacerlo?
―Sí, claro ―le dije.
En un principio pensé que toda la charla dependería de Macarena y de mí. Me alegra mucho saber que hay otras personas dispuestas a hablar y a explicarlo todo. Nos quita un gran peso de encima. 
―Podría pasarme horas contándote todo con lujo de detalles ―comenzó diciendo Cristela―, y estoy dispuesta a hacerlo, si querés escucharlo. Eso lo podemos dejar para otro día. Hoy te voy a dar la versión corta, sin filtros ni censuras. Espero que sea cierto eso de que ahora tenés “la mente abierta”, porque vas a necesitarlo. 
―Creo entender por dónde vienen las cosas ―dijo Brenda―. Estos días tuve tiempo para pensar y analizar la situación y creo estar lista para escucharlo.
―Muy bien, confío en que eso es cierto. Puedo asegurar que a Alicia le gustan las mujeres casi tanto como a Gisela porque mantuvo relaciones sexuales conmigo durante años. ―Brenda se puso muy tensa―. Empezó cuando teníamos unos dieciocho años. Éramos ingenuas. No nos habían preparado para lidiar con este tipo de situaciones. Nuestros padres siempre fueron muy herméticos, en especial con el sexo. Nosotras sentimos una fuerte atracción una por la otra y no supimos qué hacer con eso. Nos inventamos miles de excusas absurdas para terminar juntas en la cama, comiéndonos las conchas. Y una vez que esa excusa ya había hecho su trabajo, podíamos pasarnos la noche entera cogiendo sin culpa. Pero claro, la culpa llegaba después del acto sexual. Nos afectaba a las dos. En esa época a mí me afectaba igual que a Alicia, por eso la comprendo. Con el tiempo me alejé de mis padres y empecé a ver el sexo desde otra perspectiva. Sin embargo Alicia siguió siendo muy cercana a nuestra madre, o quizás solo sea porque su forma de ser es distinta a la mía. Alicia nunca aceptó lo que pasó entre nosotras y esos actos sexuales se terminaron. Creí que terminarían para siempre…
―¿Volvieron con la pandemia? ―Preguntó Pilar. 
―Así es. Durante el aislamiento la situación nos obligó a estar más cerca y… pasado un tiempo ninguna de las dos pudo resistir la tentación. La verdad es que mi hermana y yo tenemos una relación muy especial. ¿No es cierto, Alicia?
―No estoy lista para hablar de eso ―respondió mi mamá―. Lo único que quiero aclararle a Brenda es lo que pasó en el cuarto de Nahuel… y por qué permitimos el nudismo en nuestra casa. Creo que ambas respuestas están relacionadas. 
―Te escucho ―dijo Brenda, manteniendo la calma.
―Me sorprende que no estés asqueada de lo que contó mi hermana.
―No lo estoy. Dije que ahora tengo la mente mucho más abierta, es una información difícil de procesar, y sé que me llevará tiempo; pero ahora mismo intento no juzgar a nadie. Solo estoy escuchando.
―Mmm… está bien. Agradezco el gesto. ―Mi mamá suspiró, como si intentara mentalizarse para hacerle frente a una larga carrera―. El confinamiento nos afectó mucho a todos, de distintas maneras. Sé que hay gente que lo afrontó con calma y sin muchos cambios en su vida. A otros les costó más y les trajo serias complicaciones afectivas o económicas. A nosotros nos afectó mucho, en varios niveles. El más importante fue la convivencia. Ocho personas para una casa que, como verás, no es muy grande. Ocho personas que debían compartir este espacio todos los días, a cualquier hora. Porque la cuarentena también nos afectó en los horarios de sueño. No importaba cuál fuera la hora del día o de la noche, siempre te cruzabas con alguien al salir del cuarto. Y eso nos llevó a establecer ciertas normas de convivencia.
―Lo que mi mamá intenta explicar ―intervino Macarena―, es que muchas veces salíamos de nuestros cuartos en ropa interior, o sin nada de ropa, si es que volvíamos de darnos una ducha. Eso empezó a generar muchas situaciones incómodas. Hasta que dijimos: “¿Por qué tenemos que ser tan idiotas? ¿Cómo vamos a avergonzarnos de vernos desnudos entre nosotros, que somos gente de confianza?” 
―Además la mayoría somos mujeres ―dijo Tefi―. A mí nunca me molestó verle las tetas a mis hermanas. Por eso, ya hartas de esa situación, le pedimos a mi mamá que nos permitiera andar en ropa interior o desnudas. El único problema era Nahuel.
―A eso quería llegar ―dijo mi mamá―. A mí me incomodaba mucho la idea de que Nahuel viera a sus hermanas desnudas, y que ellas lo vieran desnudo a él. Sin embargo, Macarena y Cristela me hicieron entrar en razón. Me demostraron que Nahuel tenía un problema para relacionarse con las mujeres. 
―Algo parecido a lo que te pasa a vos, Brenda ―dijo Gisela―. Vos y Nahuel no son tan distintos. 
―Saber esto me llevó a tomar medidas desesperadas ―comentó Alicia―. Tomé decisiones difíciles. No sé si fueron las correctas o no; pero me hago cargo de ellas. Acepté que las chicas anduvieran desnudas por la casa, si eso las ayudaba a sobrellevar el aislamiento de forma más cómoda. Y bueno, permití que Nahuel hiciera lo mismo. Quizás de esa forma él se acostumbraría a relacionarse con mujeres de forma apropiada. Y siendo sincera, creo que eso lo conseguimos. Antes hubiera sido impensado ver a Nahuel tan tranquilo desnudo frente a sus hermanas… en especial si ellas también van desnudas. 
―Ya me acostumbré ―aseguré. 
―El tema es que eso no fue lo único que hicimos. Y aquí es donde entran las decisiones que pueden ser consideradas como “polémicas”. Acepté que Cristela y Macarena me ayudaran a resolver los problemas sexuales de Nahuel. En especial un problemita que tenía con la eyaculación precoz. Perdón, hijo, sé que te da vergüenza que lo comente.
―No, ya no me da vergüenza, en especial porque ya no tengo ese problema. No sé si lo que hicieron fue lo apropiado o no; pero funcionó. De eso no tengo dudas. Funcionó de maravilla.
―¿Viste? Yo les dije que esos métodos iban a funcionar ―dijo Macarena, con una gran sonrisa. 
―¿Y en qué consistían esos métodos? ―Quiso saber Brenda.  
―Esa es la parte que te va a resultar chocante ―respondió mi mamá―. Estimulábamos a Nahuel con lo que podíamos… y esos estímulos fueron aumentando desde cosas sencillas hasta… em… sexo oral. ―Brenda tragó saliva y se movió en el sillón con las piernas muy juntas―. Ese debió ser el límite, y con todo el pesar que puede sentir una madre, debo admitir que no lo fue. Hubo más. Los estímulos siguieron escalando. Para que te des una idea, acepté que Nahuel tuviera sexo con su propia tía…
―Y yo encantada ―dijo Cristela―. No quería pasarme toda la cuarentena sin probar una pija. 
―Che, ¿podrías ser un poquito más ubicada? 
―Ay, Alicia. No me jodas. Si Brenda realmente va a ser una más en la familia, tenemos que sacarnos la careta. Yo ayudé a Nahuel encantada, quería que él consiguiera superar su problemita con la eyaculación precoz; pero al mismo tiempo yo quería pasarla bien. Disfrutar un poco. Acaso viste la pija que tiene este chico? No hace falta que te lo pregunte, la estuviste probando hace unos minutos… y se notó, por la carita que ponías, que te gustó mucho ―Brenda sonrió, se puso muy roja y miró mi verga de reojo.
―Reconozco que lo disfruté mucho ―dijo. 
―Entonces quizás puedas entender que yo también disfruté al ayudarlo… y estoy segura de que Alicia también disfrutó. Te va a salir con el discurso de “Ay, pero yo soy la madre y no debería…”; pero acá, entre nosotras, te puedo asegurar que esta putita disfrutó un montón de los pijazos que le metió el hijo. 
―Cristela! ―Exclamó Alicia.
―Mamá, la tía tiene razón ―intervino Macarena―. No podemos estar ocultando lo que sentimos. El objetivo de esta reunión es que nos sinceremos y que todos en la casa estén al tanto de lo que ocurrió… y te puedo asegurar de que acá a nadie le sorprende saber que Nahuel te metió la verga en más de una ocasión.
―Es cierto ―dijo Pilar―. Si bien nunca llegué a verlo, ya me imaginaba que algo así pasaba entre ellos… e incluso me sirvió para ir perdiendo el miedo con Nahuel. 
―¿Acaso Nahuel te lo contó? ―Preguntó mi madre.
―No necesitaba contarme nada. Yo misma vi que entre ustedes pasaban cosas. Cuando andábamos desnudas por la casa en más de una ocasión vi cómo Nahuel se te acercaba por detrás con la pija dura y te metía unos arrimones dignos de una película porno… hasta pude ver cómo te entraba un poquito la pija en algunas ocasiones. Al principio me sorprendió mucho; pero después lo empecé a ver con otros ojos. 
―¿En qué momento nos viste? ―Pregunté―. Siempre fuimos cuidadosos.
―No siempre ―dijo Tefi, y ahí recordé la charla que tuve con ella―. Como bien dijo mamá, esta casa es chica y somos muchos. Siempre te podés cruzar con gente, no importa qué hora sea. Sé tan bien como Pilar que en varias ocasiones mamá y vos fueron descuidados, quizás no se dieron cuenta de que había alguien espiando, porque las luces estaban apagadas o algo así. Yo no prendo la luz cuando voy al baño, ya conozco el camino de memoria, y cada vez que salía veía cosas raras. Una vez vi a mamá comiéndole la concha a la tía Cristela acá, en este mismo sillón. 
―Yo vi a Ayelén chupándote la concha a vos, Tefi ―dijo Pilar.
―Uy… ―Tefi comenzó a reírse―. Creí que nadie se había dado cuenta de eso. Me da mucha vergüenza saber que lo viste. Pero está bien. Creo que es bueno para forjar la confianza.
―Una buena práctica ―dijo Macarena, quien ya había comenzado a acariciar su concha―, sería que cada uno contara las cosas que vio en la casa, sin tapujos. Sé que todos vieron algo raro. Nadie se salva en esta casa. Todas nos portamos mal alguna vez. Incluso Brenda.
―¿Lo de tocarse también va incluído? ―Preguntó mi mamá.
―Eso lo dejo a decisión de cada una. A mí no me molesta que me vean haciéndome una paja… y si a ustedes les molesta verme así, entonces esto no estaría funcionando.
―Voy a comenzar diciendo que yo vi a mamá comiéndole la concha a Ayelén ―dijo Pilar―. Y lo vi varias veces. Un par acá en el living, y unas más en la pieza de mamá cuando la puerta quedó un poco abierta. Sospecho que Ayelén la dejó así a propósito. Me sorprendió mucho las ganas con que mamá se la chupaba ―Alicia se puso roja―. Yo también creo que le gustan mucho las mujeres, aunque no se anime a reconocerlo. 
―¿Y vos? ―Dijo mi mamá―. ¿Lo reconocerías? Porque te vi muy cariñosa con Macarena en más de una ocasión. 
―Alicia, si tu intención es atacar a tu hija, entonces no estás entendiendo nada ―dijo Cristela―. Y nos vamos a enojar mucho con vos. Pedile perdón.
―Perdón ―dijo mi madre, cabizbaja―. Es que… yo sí siento como un ataque cada vez que me tratan de lesbiana. Es algo que no puedo evitar. No quise ofenderte, Pilar. Ni a vos Maca… y mucho menos a vos, Gise. ―Miró a su hija mayor a los ojos―. Sé que te lastimé mucho. No creo que pueda hacer nada para compensar el daño que te causé. Solo quiero que sepas que me arrepiento de haberte tratado de esa manera. Y no fue tu culpa, sino mía, por no ser capaz de comprender que alguna de mis hijas pudiera ser lesbiana. Y por lo que veo, el tiro me salió por la culata. Al final todas tienen alguna tendencia lésbica. 
―Yo no ―dijo Tefi―. A mí no me gustan las mujeres. 
―Hey, pero bien que te gustó cuando Ayelén te comió la concha ―le dijo Pilar.
―Sí, porque me gusta que me hagan sexo oral. Digamos que puedo tolerar si una mujer me lo hace; pero yo no se lo haría a ella. 
―Mmm… no me convence ―dijo Pilar.
―Eso da igual ―intervino Macarena―. Cada quien es libre de expresar su sexualidad de la forma que prefiera. A mí me encanta la concha, y es cierto… con Pilar nos pusimos más que cariñosas en varias ocasiones. Y la tía Cristela lo sabe muy bien, ella estuvo con nosotras en un par de esas ocasiones.
―Me cuesta imaginar a Pilar chupando concha ―dijo Gisela.
―Deberías darle la oportunidad alguna vez ―aseguró Cristela―. Tiene el encanto de las lesbianas primerizas que no saben muy bien lo que hacen; pero lo disfrutan. Se nota que a ella le gusta comer concha.
―En realidad lo que me gusta es experimentar ―dijo Pilar―. Cuando me di cuenta que pasaría toda la cuarentena encerrada en esta casa, y que esa cuarentena podría durar meses o años, me dije a mí misma: “No voy a pasar más tiempo sin probar el sexo”. Por eso le pedí ayuda a Nahuel. Entre los dos descubrimos varias cosas sobre el sexo. Perdón, Brenda, si esto te resulta chocante; pero con mi hermano aprendí lo que se siente una penetración o el morbo que da tener semen en la cara… y en la boca. Y no me arrepiento. Me alegro de haberlo probado.
―Yo también me alegro de que lo hayas probado ―dijo Tefi, con una sonrisa.
Ese comentario me llamó particularmente la tención. Entendí que Tefi lo decía en parte para sí misma, como si estuviera respondiendo a los ataques de Ayelén, cuando la trató de degenerada por coger conmigo. 
―Y vos no te quedaste atrás ―intervino mi mamá―. También tuviste tus experimentos con Nahuel… y ¿me puedo tomar la libertad para contarles por qué lo hiciste? 
―Mmm… no sé ―Tefi parecía asustada.
―Creo que es momento de que lo cuentes ―le dije―. Sé que te da vergüenza, y es lógico; pero yo estoy convencido de que todas van a valorar tu gesto y nadie te va a juzgar. 
―Eso es lo que pienso ―añadió mi mamá―. Lo que hizo Tefi por nosotros es algo hermoso, y sé que a veces puedo decir cosas que molesten a los demás. Ahora les digo que yo me voy a enojar mucho si alguien la juzga, porque yo aprecio mucho lo que hizo.  
―Contalo sin miedo, Tefi ―insistí―. Este es el momento perfecto para hacerlo. Nosotros te apoyamos. 
―Vos la apoyás en un sentido literal ―dijo Maca, y todas se rieron―. Sí, no me mires así, que los vi en la ducha… y esos arrimones eran totalmente triple X. Por mi parte, Tefi, sabés que soy de mente abierta. No sé lo que hiciste, pero te aseguro que no te voy a juzgar. 
―Mmm… está bien ―dijo Tefi, mirando al piso―. Como ya se habrán dado cuenta, nuestra economía no es la mejor. No intento atacar a nadie, pero sabemos muy bien que en esta casa somos muchas personas y hay pocas fuentes de ingreso. Por eso se me ocurrió vender fotos eróticas en internet. Hoy en día hay muchas personas haciendo lo mismo, lo vieron como una alternativa para sobrellevar la pandemia. Incluso me abrí una cuenta en una página llamada OnlyFans, a la que le está yendo muy bien.
―Y tengo que agregar que la mayor parte de lo que Tefi ganó con esas fotos, sirvió para comprar comida durante todos estos meses ―dijo mi mamá.
―¡Wow! ―Exclamó Pilar, justo antes de quebrarse. Fue instantáneo. Los ojos se le llenaron de lágrimas. Se puso de pie de un salto y se acercó a Tefi para darle un fuerte abrazo―. No sabés lo mucho que admiro tu valentía ahora mismo. Lo que hiciste es impagable.
Estas palabras conmovieron a Tefi, que también comenzó a llorar, y eso provocó un efecto dominó. La siguiente en correr a abrazarla fue Gisela y casi al instante se sumó Macarena. Yo no tuve las fuerzas para moverme, aunque también comencé a lagrimear. Noté que Brenda estaba en la misma situación que yo, ya se estaba limpiando las lágrimas con el dorso de la mano. Mi madre también, era un solo llanto. La única que no estaba llorando era Cristela, aunque sí parecía afectada por la noticia, tenía los ojos muy abiertos y brillosos. 
Mis cuatro hermanas lloraban abrazadas la una a la otra.
―¿Por qué no nos contaste antes? ―Preguntó Macarena―. Podríamos haberte ayudado con algo. 
―El que más me ayudó fue Nahuel… y mamá también. Sé que a veces se enojan con ella; pero esta vez me apoyó cuando más lo necesitaba y me dio el coraje para seguir adelante.
―Sos muy dulce, Tefi ―dijo Gisela―. Siempre lo fuiste ―y puede que tenga razón, yo conocí una versión de Tefi con la que confrontaba mucho; pero estoy seguro de que Gisela siempre vio la Tefi dulce, gentil, solidaria y amorosa. La que se esconde debajo de esa capa de “chica dura”―. Sabía que había algo raro en nuestras finanzas. Aparecía dinero cuando más lo necesitábamos, como por arte de magia. Nunca me imaginé que eso viniera de vos. 
―Sos mi nueva heroína ―dijo Pilar, abrazándola aún más fuerte entre sus grandes tetas. 
―Realmente se necesita mucha valentía para hacer lo que hiciste, Tefi ―dijo Brenda―. Perdón que me meta, solo quería decir eso.
―No tenés que pedir perdón, Brenda ―dijo Cristela―. Sabés todos nuestros secretos, ya sos parte de la familia. Tu opinión también cuenta y es importante que la escuchemos.
―Muchas gracias.
―Vos te lo estás tomando con mucha calma, Cristela ―dijo Alicia. 
―Es que… es que… a ver, al igual que todas ustedes, admiro mucho lo que hizo Tefi, y que Nahuel la haya ayudado; pero… ¿por qué nadie me dijo que se puede ganar dinero vendiendo fotos eróticas en internet? De haberlo sabido antes… ya lo hubiera hecho.
―¿De verdad? ―dijo Tefi―. Hubieras vendido material erótico tuyo.
―Sí, sin ninguna duda. Y sin ningún prejuicio. 
―A ver, tía. Me estás diciendo que no sabías que se podía ganar dinero con el sexo en internet? ―Preguntó Macarena―. Acaso nunca viste un video porno? 
―Sí que vi, pero justamente creí que de eso se trataba. Ser actriz porno y que te contrate una productora. Hace varios años, cuando tenía unos treinta, me ofrecieron ser actriz porno. Hasta grabé varios videos teniendo sexo sumamente explícito con tres tipos al mismo tiempo. 
―¡Wow! ¿Y por qué nunca vimos eso? ―Pregunté. 
―Porque al final me di cuenta de que me iban a pagar muy poco, y dije: “No pienso exponerme de esa manera por tan poco dinero. Si me van a ver la concha, que paguen más”. Al final ese material nunca se subió a internet. Intenté buscar alguna otra productora que pague más; pero ninguna me convenció. Al final me olvidé del asunto. Yo no estoy todo el día conectada a internet como ustedes, chicas. No sabía que había otros métodos para ganar dinero con eso. Para mí sería un alivio, me siento como la mierda siendo una mantenida. No me gusta nada. Y también estoy muy orgullosa de mi cuerpo y de lo que puedo generar a nivel sexual. Mi hija ya es grande y ya tenemos la confianza suficiente para que lo entienda, y si mis sobrinas también pueden comprenderlo, entonces no tengo motivos para sentir vergüenza. Yo quiero vender fotos porno, como Tefi. Diganme cómo hacerlo, y empiezo hoy mismo. 
―Me encanta tu convicción, tía. Ojalá yo tuviera esa confianza en mí misma ―dijo Tefi, con una sonrisa―. Y de verdad me haría muy bien saber que alguien de mi familia hace lo mismo. No me sentiría tan sola. Y tenías razón, Nahuel. Fue buena idea contarlo. Ahora siento que me quité un enorme peso de encima. Vivía con miedo de que descubran ese secreto y que me juzguen.
―¿Cómo te vamos a juzgar, nena? ―Dijo Pilar―. Si básicamente nos diste de comer durante todos estos meses. Somos nosotras las que deberíamos sentirnos mal. Te juro que… que yo haría eso de vender fotos, si no fuera por los gigantescos problemas que tengo con mi autoestima. Si algún pajero me llega a hacer un comentario negativo, me tiro debajo de un camión. 
―No tendrías que darle importancia a esos pajeros, Pilar ―dijo Tefi―. Vos sos hermosa. Pero no te sientas presionada a vender fotos ni nada de eso, ninguna debería sentirse obligada. 
―Yo lo haría ―dijo Macarena―. Saben muy bien que no tendría problemas en mostrarme. Sin embargo… algún día me gustaría ser psicóloga profesional… y andar vendiendo porno en internet podría traerme problemas laborales en el futuro.
―Sí, lo sé muy bien ―dijo Tefi―. Por eso nunca te lo pediría. Y vos, Pilar… no lo hagas. En serio. Si te genera rechazo exponerte de esa manera, no lo hagas. No quiero que ninguna se sienta obligada. 
―Yo también quiero hacerlo.
De pronto todas las cabezas giraron en la misma dirección. Nos quedamos mirando a Alicia boquiabiertos. Ella estaba seria, con los ojos enrojecidos por el llanto, y rebosante de convicción.
―¿Vos, mamá? ¿Estás segura? ―Preguntó Tefi.
―Sí. Quiero hacerlo. Por mi familia. Sé que no fui una buena madre. Les causé mucho daño, a todos. Y también sé que necesitamos el dinero, para poder vivir mejor. ¿Les molestaría saber que hay fotos porno de su madre en internet?
―A mí no ―dije―. Porque entiendo por qué lo querés hacer. Y al igual que con Tefi, lo respeto mucho. 
―Sería raro al principio ―dijo Pilar―, pero lo mismo me pasa con Tefi… o con la tía. Creo que con el tiempo nos acostumbraríamos. 
―Si querés hacerlo, mamá, tenés nuestro apoyo ―dijo Gisela―; pero no lo hagas con la intención de reparar algún daño. Admito que sigo enojada con vos y algún día tendremos que aclarar cuentas. Cualquier daño que hayas hecho, lo tendrás que tratar personalmente con cada una de nosotras… y con Nahuel. De forma individual y directa. Si vas a vender fotos porno en internet, que sea porque realmente lo ves como una alternativa laboral y porque vas a poder afrontarlo. No quiero que lo hagas porque te sentís obligada a hacerlo.
―Opino lo mismo ―dijo Macarena―. Si realmente lo querés hacer, te apoyamos y te vamos a ayudar. Lo mismo va para Tefi y para la tía Cristela. 
―Muy bien, lo tengo decidido ―dijo mi mamá―. Quiero hacerlo. Solo voy a necesitar unos días para prepararme mentalmente. 

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Después de una reunión familiar intensa y al desnudo, nos dispusimos a celebrar. Ya estábamos cansados de pasarla mal y tener que esconder nuestras “andanzas sexuales”. Brenda dijo que aún tenía mucho que procesar; pero se mostró tan contenta como las demás. Al parecer a ella le gustaba la idea de pertenecer a esta loca y disfuncional familia. 
Durante el confinamiento obligatorio está rotundamente prohibido organizar fiestas; pero eso no cuenta para la gente que vive bajo el mismo techo, como es nuestro caso. 
Macarena se encargó de poner música, Cristela, Alicia y Pilar se encargaron de preparar pizzas caseras de distintas variedades: napolitana, con jamón, con anchoas, calabresa, y no sé cuántas más. Por suerte no llegamos a la pizza hawaiana, la única que estaba dispuesta a probarla era Pilar; pero como nadie la quiso acompañar en esta aventura culinaria, la idea quedó descartada.
También compramos una buena cantidad de cervezas. Tefi recibió al repartidor en bata y por un momento creí que al pobre tipo se le saldrían los ojos. Creo que el tipo vio más de lo que debería haber visto. 
Realmente la pasamos muy bien, hasta bailamos y todo. Soy pésimo, lo admito. Tengo menos flow que un ganso con reuma. Pero aún así, le puse ganas. 
Además el hecho de bailar desnudo con un montón de chicas hermosa completamente en concha y medio borrachas, pone festivo a cualquiera que sea mínamente heterosexual. 
Y, por supuesto, entre tanta desnudez, baile y alcohol, la fiesta comenzó a ponerse picante. Se fue dando de forma progresiva, casi sin darnos cuenta. Macarena le apretó las tetas a Pilar por detrás, luego Brenda y Gisela comenzaron a besarse como dos primerizas en el sexo, Cristela aprovechó para darle unas cuantas caricias a la concha de Alicia, y yo le di unos buenos arrimones a Tefi, que ella correspondió meneando el culo de forma muy sensual. 
Antes que pudieramos siquiera procesar que esto iba a escalar, vimos a Brenda de rodillas, comiéndole la concha a Gisela. Mi hermana mayor tenía un pie en una silla y seguía meneando las caderas mientras sus labios vaginales se unían con los de la boca de su amiga. 
Mi mamá, quizás demasiado entonada por el alcohol, se acercó bailando a Macarena, la empujó a un sofá y se arrodilló frente a ella. Sin ningún tipo de dudas, se lanzó directo a chuparle la vagina. Gisela le hizo señas a Brenda para que mirase el espectáculo. La chica se quedó boquiabierta al ver cómo una madre se la pasaba genial practicándole sexo oral a una de sus hijas. 
Cristela, aprovechando que el descontrol era inminente, se me acercó y sin pedirme permiso comenzó a chuparme la pija. Por supuesto, yo ya le tenía completamente dura. Eso ni siquiera hace falta decirlo. Llevaba varios minutos con la pija engarrotada y fue un alivio que alguien se hiciera cargo de eso, al menos por un rato. Porque mi tía no se quedó allí permanentemente. Sabia que mi verga era la única disponible y que otras querrían probarla. La siguiente en intentarlo, para mi sorpresa, fue la mismísima Pilar. No sé cómo lo consiguió, con lo tímida que es, yo le echo la culpa al alcohol. 
Cristela, que aún seguía con ganas de sacar a jugar su lengua, buscó a Brenda y dijo: “Ahora voy a probar lo que se come mi sobrina todas las noches”. Gisela le hizo señas a su amiga, dándole a entender que le daba permiso para hacerlo. Brenda se sentó junto a Macarena y abrió las piernas para deleitarse con las expertas lamidas de Cristela. 
Lamentablemente no pude prestar mucha atención a esta escena, me quedé perdido en los ojazos de Pilar. Ella me miró fijamente mientras se tragaba una buena parte de mi verga. La que pareció más sorprendida al ver esto fue Tefi, quien decidió acercarse y unirse a su hermana. Se arrodilló junto a ella y Pilar le cedió mi miembro. Las dos intercambiaron risas y miradas cómplices y luego Tefi comenzó a lamer mi glande con mucha sensualidad. Pilar se le unió. Esas dos lenguas se peleaban por abarcar el mayor terreno posible en la cabeza de mi verga. 
Llevaba demasiado tiempo aguantando las ganas de eyacular, desde que empezó todo el jueguito con Gisela y Brenda dentro de mi cuarto. Cuando Tefi y Pilar adquirieron un buen ritmo con las chupadas, exploté. Litros de semen cayeron sobre sus caras y sus lenguas. Ellas lo recibieron con la mayor de las alegrías, incluso a Gisela le resultó interesante esta escena. Nuestra hermana mayor trajo su teléfono y comenzó a tomarle fotos a las dos que estaban de rodillas y enlechadas. 
Después hizo lo mismo con Alicia y Macarena y por último fotografió a Brenda y a Cristela. Algún día tendré que preguntarle por qué le gusta tanto tomar fotos de situaciones eróticas. 
El resto de la noche pasó más o menos igual, hubo alguna chupada de concha por acá y por allá. Recibí otras buenas dosis de sexo oral e incluso acabé por segunda vez, en esta ocasión sobre las caras de Brenda y Gisela, quienes se quedaron con ganas de hacer un buen pete a dúo. 
No hubo penetraciones, más allá de alguna vez que se me fue la puntita dentro de una concha mientras bailaba con alguna; pero a pesar de eso, la pasé de maravilla y sé que las chicas también disfrutaron un montón. 
Me dio la impresión de que nadie quería ir demasiado lejos, quizás porque aún tenían un poco de vergüenza, o tal vez porque querían dejar lo mejor para otro momento. Ahora que todos aceptamos el nudismo y el sexo entre parientes, la vida en mi casa sufrirá cambios radicales. Lo sabemos muy bien, no necesitamos hablar de eso. 
Me muero de ganas de saber hacia dónde nos llevará esta nueva etapa de “Las aventuras sexuales en cuarentena familiar”. 





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6 comentarios - Aislado Entre Mujeres [46].

Necrosfire +2
excelente, si es el final falto saber que le paso a la perra de ayelen en casa de la abuela jaja 10 de 10
Nokomi +7
no es el final, el capítulo 47 ya está escrito y estoy trabajando en el 48
Allestar220 +1
Increible capitulo lo q se perdio ayelen por ser tan mala 10/10