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LAS FEAS
Terminamos de cenar, estamos un poco entonadas por las dos botellas de vino que tomamos, un poco risueñas, llamamos la atención del resto de los casuales comensales que esa noche se encuentran en el restaurante, algunos curiosos nos miran a la distancia por nuestro estado efusivo, nos reímos a carcajadas, Laura se molesta un poco y nos reprende, claro, es lógico, ella es hermana en la congregación de Jesús y la imagen pública que está dando no es la adecuada, saco mi celular y les muestro las fotos que tanto quería mostrarles, el preámbulo de lo que tengo para contarles, la gorda María se queda petrificada, parece no respirar, incluso el enorme helado de postre que engullía como desesperada queda en pausa, Sandrita se ríe socarronamente, con esa inocencia de una persona con un coeficiente mental por debajo del mínimo, ella ve en esas fotos y su lívido contenido explota, me da pena, seguro aun es virgen, y Laura, bueno, Laura nunca cambiará, se persigna una y otra vez ante la imagen del pecado, pero a decir verdad ella no saca sus ojos pícaros de la pantalla de mi móvil.
Pasar la adolescencia no fue tarea fácil, se puede ser muy cruel a cierta edad y no se tiene noción de como lastiman muchas palabras que se dicen en forma de broma.
A pesar de que los chicos nunca me miraban, o tenían demasiados apodos para mí, ciertamente fueron las chicas quienes más daño me hicieron, porque los hombres, bueno, son hombres, pero las chicas? se supone que deberíamos ser cómplices y compinches.
No tardaron en ponerme en el corral de las feas, y naturalmente mis amigas fueron esas chicas que no encajaban en el modelo perfecto que se requiere para triunfar hoy en día, y así, un poco por empatía me hice confidente de Sandrita, la chica que había tenido una extraña enfermedad de pequeña y por decirlo de alguna manera era un poquito tontita, un tanto retardada, todo le costaba el doble y todo había que explicarle, no entendía mucho de chicos y un beso le sonaba a locura, Laura era otra, una eterna reprimida acomplejada que se la pasaba comiéndose las uñas y casi siempre estaba llorando, con una nariz prominente, demasiado, por lo cual se había ganado el apodo de bruja, y no podía faltar la gorda, llegar a cien kilos para una chica adolescente es toda una proeza, y la carilinda de María solo tenía tiempo para devorar todo lo que se cruzara en su camino. Yo era quien cerraba el famoso cuarteto de la muerte, como nos llamaban en forma burlona
Y tal vez me podrían haber apartado por mis infumables lentes de aumento, porque era casi ciega, o tal vez por mi adicción a los libros, ser demasiado inteligente al punto de ser la continua niña estrella del curso no era bien visto. Pero no, fueron por otro lado, y ciertamente el que más me dolía.
Simplemente me llamaban 'medusa', mote que me persigue en la actualidad, es que yo era muy petisa, muy delgada, y cuando todas las chicas se desarrollaron en tetitas y culitos, yo seguía siendo una flaca escuálida, sin tetas, sin culo y como una medusa, pues no tenía forma de nada.
Dolía, como dolía, nunca pude superarlo, aun hoy me duele recordar esos días, y agradezco haber tenido a Sandrita, Laura y a María para apoyarnos unas a otras y hacer frente común ante las bonitas del curso.
Pasaron los años, con poquito más de veinte años ya tenía una doble carrera terminada como diseñadora gráfica y licenciada en marketing, hablaba inglés a la perfección y estudiaba chino mandarín, también tenía intenciones de hacer algún post grado, alguna maestría y comencé a hacer dinero con mi profesión, lo que me faltaba de físico me sobraba de intelecto
Cuando tenía veintiséis algunas cosas habían cambiado, mis cabellos oscuros se veían en un rubio más que llamativo y gracias a un par de operaciones laser en la vista pude prescindir de mis molestos lentes de aumento, hasta me había retocado la nariz y un poco los pómulos.
Sin embargo, había cosas que nunca cambiarían, tenía un fuerte complejo en verme al espejo, nunca mediría más de un metro y medio, nunca pesaría más de cuarenta y cinco kilos, nunca tendría tetas, nunca tendría culo y siempre sería una miserable amedusa. Mis bracitos y mis piernitas estaban casi raquíticos, siempre se me marcaban las costillas y me costaba asumirme como era
Jamas me sirvieron las interminables horas de terapia que pagué para cambiar la percepción de mi realidad, mis complejos, no me gustaba verme expuesta, amaba las playas, el sol y la arena, pero siempre vacacionaba en lugares montañosos, o de extremo frío, solo por la necesidad de sentirme aislada y tener que usar demasiada ropa de abrigo, odiaba verme al espejo en traje de baño, y ese sentimiento de odio se expandía potencialmente en una playa pública, donde todos mis defectos físicos percibidos quedaban expuestos.
Además, estar en una playa junto al mar y ver en la orilla alguna que otra medusa moribunda, o que los chicos inocentes gritaran 'cuidado! un agua viva', solo se me hacía personal y solo no podía dejar de angustiarme. A veces, cuando estaba con mis pensamientos perdidos y de repente alguien decía algo sobre 'aguas vivas', mi primera reacción era pensar que se burlaban de mi.
Con los chicos no me iba mejor, como suele suceder, me gustaban los que no gustaban de mí, y bueno, casi nadie gustaba de mí, y confieso con un dejo de vergüenza que pagué para que me hicieran el amor, el chico de mis sueños, el que nunca se fijaría en una medusa como yo.
Y si pagué por uno, pagué por otro, y otro más, y fue mi manera de gastar dinero.
Cerca de los treinta me enamoré del hombre incorrecto, yo le ofrecí mi corazón, él de mi dinero. Fue un error, un nuevo escollo en mi vida, como asumir que estaba a mi lado por interés? como cerrar mis ojos a sus continuos engaños? como sentirme feliz tratando de ignorar que era una cornuda consciente?
Así me encontré a medio camino de mi vida con un futuro laboral brillante y una vida sentimental desastrosa, amaba mi inteligencia, odiaba a mi físico.
Con las chicas nos escribíamos cada tanto, nos reuníamos cada tanto, nunca perdimos el contacto, Sandrita seguía soltera, bajo el cuidado de sus padres y de su hermano mayor, algo previsible puesto que la pobre siempre tendría ese pequeño retardo mental, Laura se había metido a monja, también previsible, una chica con demasiados complejos y que no se animaba a mirar a un chico a los ojos, y la gorda María había sorprendido a todas, se había casado con un muchachito petiso, delgado y pelado, que usaba unos marcados bigotes y no habían perdido el tiempo, ya tenían seis hijos, cuatro niñas y dos varones.
Y a pesar de la distancia nuestro grupo de WhatsApp y nuestros estados en Instagram estaban más vivos que nunca, cada dos o tres meses nos reuníamos las cuatro a cenar, a hablar de nosotras, de nuestras vidas, pasado, presente y futuro.
Todo se daría por casualidad, ocupaba una jefatura importante en una compañía reconocida de marketing, hacíamos campañas publicitarias para varias empresas y yo era quien llevaba adelante los proyectos, las ideas, las innovaciones y quien repartía los trabajos con mi personal a cargo. Ganaba mucho dinero, más del que podía gastar y ese sitio tal vez era el único en el que no me sentía una insignificante medusa, donde me sentía respetada, y donde podía tener todo bajo control
Nos habían contratado desde una empresa automotriz muy famosa a nivel mundial, en el mundillo de los coches, era un secreto a voces un nuevo deportivo que estaban por lanzar al mercado, una pura sangre como decían, sería una edición limitada de sesenta unidades, treinta en color blanco, treinta en color negro, una manera de festejar los sesenta años de la marca en el país.
La propuesta cayó por sí misma, creo que la reunión no duró más de diez minutos, era fácil, imponer la idea de un producto joven, potente, viril, musculoso, los autos tienen que ver mucho con los hombres y decidimos hacer un paralelismo, autos negros, hombres blancos, autos blancos, hombres negros, la estrategia no podía fallar.
Se citaron a muchos chicos musculosos y viriles, que dieran la talla de lo buscado, se hicieron pre selecciones, y luego nuevas selecciones, como era costumbre, yo supervisaba todo desde lejos, en segundo plano, a media distancia, ni muy cerca para que sientan mi presión, ni demasiado lejos como para que sientan total libertad.
Las cosas se complicaron un tanto, como manejábamos varios proyectos a la vez nos fuimos atrasando de la fecha pactada, además, recibimos un comunicado de la firma que deseaban adelantar el lanzamiento al mercado, y al menos necesitaban tener listas las propagandas. Fue un caos y decidí tomar el tema en manos propias, le dejé al equipo la selección final de los chicos de piel blanca mientras yo me decanté por los morenos.
Los cité a la oficina a última hora, mi agenda estaba demasiado cargada, recuerdo que era cerca de las ocho de la noche, ya había oscurecido y como todos habían cumplido su jornada laboral me quedé a solas con tres morenos enormes, solo el personal de vigilancia de la entrada del edificio podría habernos interrumpido en ese momento, y por cierto les advertí que 'nada de interrupciones', ellos me conocían molesta y ese lado mío era mejor no despertarlo
Tomé la posición dominante, de jefa, los hice pasar al estudio de filmaciones y fotografías, repasé rápidamente la información que tenía sobre ellos, les conté más detalles de la idea que teníamos desarrollada y escuché sus preguntas.
Encendí las luces del estudio y yo me senté en la posición de director, era algo habitual, los muchachos a mi derecha, sentados, esperando su turno. Le dije a uno que pasara a posar, tenía que ver que tan bueno eran.
El empezó a hacerlo, lucía demasiado atractivo, varonil, sexi, tenía un jean degastado azul oscuro, zapatillas negras y una camisa del mismo color, lo suficientemente ajustada como para marcar todas las intrincada curvas de su torso, tenía un rostro duro, de mirada profunda, con unos bigotes y una barba rala de apenas unos días, un corte muy actual de nuca rapada y solo no pude verlo como profesional, lo estaba viendo como mujer y en esas poses de modelo sentí una excitación muy íntima, muy secreta, al punto que tuve que cruzar mis piernas y apretar muy fuerte mi sexo.
Le pedí que se sacara su camisa, y que siguiera con lo que estaba haciendo, el moreno tenía un torso de película, dibujado a mano por el pincel de un artista del erotismo, poblado con innumerables tatuajes, solo era una obra de arte y solo comencé a perder la compostura.
Le indiqué entonces que se quedara en ropa interior, tenía que ver eso, y no solo él, los otros dos que esperaban a un lado notaron que las cosas se estaban saliendo de lo estrictamente profesional. Tenía un slip negro y su bulto se marcaba enorme, y solo no podía dejar de mirárselo con profundo deseo, tenía los labios secos y me pasaba la lengua para humedecerlos una y otra vez, la atmósfera se puso caliente, y solo cambiaba mi pierna de un lado a otro, es que me sentía toda mojada, ya no sabía cómo desconectar mi clítoris y mis pezones, me latían las sienes y mi loca cabecita se ahogaba con pensamientos morbosos.
Miré a los otros muchachos y les pedí que se unieran de la misma manera, tenía que comparar.
Que decir, la fantasía de un gangbang, la fantasía de los negros, la fantasía de ser única, la fantasía de la perfección masculina, era demasiado.
Fui directa al grano, solo le dije que si me complacían bien no solo tendrían el puesto, sino un bono extra de gratificación.
Me incorporé, dejé caer mis prendas una a una, solo me quedé sobre mis tacos altos y a pesar de eso, apenas le llegaba a la altura de sus tetillas, me puse al medio de ellos, me sentía un pigmeo, saqué mi celular y tomé algunas fotos, porque las chicas seguro no me creerían lo que estaba a punto de comerme.
La sensación era tan rara como caliente, yo, una personita insignificante, diminuta, un microbio, rodeada por tres enormes especímenes machos raza negra, se veían diferentes, lucían diferentes, olían diferentes, eran grandes, todo grandes, empecé a sobarle la verga a uno por sobre el slip y si, temerosamente grande, ya no podía con esas fotos que tomaba una tras otra sin parar, dejé el celular de lado, me estiré en puntas de pies y tuve que esperar a que se agachara un poco para llegar a esos gruesos labios africanos, fue un beso tan dulce como rudo, gire un poco para besar en la boca al que tenía a mi espalda mientras ya sentía seis manos perversas recorriendo mi piel, fui por el tercero, el que más me atraía, el tatuado, también fui por sus labios pero el animal me levantó en el aire como si fuera una hoja de papel, sus enormes manos eran más grandes que mis nalgas y las usó como apoyo para mantenerme sentada sobre ellas, entonces lamió mi cuello, y llegó a mis tetitas, mis diminutos pechos cupieron por completo en su enorme bocota, y se sentía demasiado rico, me las comía, mis pezones estaban afiebrados mientras los otros me apretujaban por detrás.
Pedí un minuto, le dije que me bajara, quería ir al piso, tenía muchos deseos de cumplir locas fantasías, y por suerte mi imaginación no fallaría, sus vergas eran tan grandes como ellos, era algo de otro mundo, y eran solo para mí, empecé a chupársela a uno, y masturbaba a los otros dos, y rotaba, me sentía tan perra, tan sucia, que no podía evitar que mis flujos de mujer chorrearan en forma increíble por mis piernas, como nunca.
Como narrar la sensación, si eran tan gruesas que no podía rodearlas con mis manecitas, si eran tan largas que hasta mi antebrazo parecía de juguete a su lado, si eran tan oscuras como mis perversos pensamientos, si eran tan ricas como los mejores de los manjares.
Uno me tomó de donde estaba, me levantó nuevamente entre sus brazos para cargarme hasta la silla en la cual yo había estado sentada con anterioridad, no dijo nada, como un animal me desparramó sobre la misma, se tiró al piso, me abrió las piernas y empezó a darme sexo oral, demasiado sabroso, demasiado irresistible, empecé a gemir, a perderme, los otros machos me flanquearon, uno a cada lado, para que se la siguiera chupando.
La agarré por la base, una a cada lado y mientras moría con la chupada de concha que me pegaba el bastardo, empecé a refregarme los pezones con esos glandes duros y negros, me sentí venir, no podía más y ya solo quería que me cogieran...
Cambiaron, ellos decidían que hacer y yo solo era una pobre marioneta, uno de los morochos se sentó en mi silla y yo fui a cabalgarlo, eso fue una bendición para mí, porque pude regular la penetración, y a mitad de pija ya sentía que estaba completa. Ellos intentaban forzarme a comer más todavía, pero no podía, el maldito me iba a desgarrar el útero si seguía empujando, no era gracioso, pero era placentero, me movía entrando y saliendo con lo que podía, con el cincuenta por ciento de esa anaconda negra era más que suficiente para mí, me acariciaba la concha, me gustaba, y aun tenía dos más para probar.
El tatuado haría una mala jugada, vino por detrás a buscar una doble penetración, y juro que me hubiera encantado, es más, amaba el sexo anal, pero esto era demasiado, me estaban rompiendo la conchita y con eso era más que suficiente, mi culito en esta ocasión no hubiera soportado.
Preferí chupárselas un rato más, me gustaba más que la penetración, es que bueno, tampoco tengo la concha sin fondo, y cuando estuve satisfecha les confesé mi más secreto fetiche...
Fui a un lado, me puse nuevamente el sostén y la camisa abrochando uno a uno los botones, también la tanga y la ajustada pollera violeta que traía, siempre en tacos altos, otra vez estaba vestida como la jefa de turno, me acomodé otra vez sobre la silla, me subí un poco la pollera para que me permitiera abrir las piernas sobre los apoyabrazos y solo corrí la tanga a un lado dejando en mi primer plano mi sexo abierto y disponible, vino uno se acomodó y me la metió profundo, tuve que usar uno de mis brazos para que topara en su vientre y evitar que buscara metérmela más adentro de lo que podía soportar, pero fue rico, fue dulce sentir su sexo enorme acariciar la intimidad del mío y en esos interminables segundos sentí los orgasmos más profundos de mi existencia, lo sentí venir, y tal cual lo había imaginado sus jugos calientes invadieron toda mi cuevita de amor, me llenó y se sintió exquisito, arrancándome sensaciones indescriptibles de narrar.
Luego dio lugar al segundo, quien vino también por mí, y su sexo duro resbalaba en el mío con la mezcla de mis flujos y el semen del primer moreno, creí morir en ese juego y también se vino dentro mío.
Estaba con la respiración entrecortada, al borde del desmayo y con premura llego mi postre, el muchacho tatuado, me cogía y yo me apretaba el clítoris con fuerza, ya solo no podía...
El al contrario de los demás, antes de llegar la sacó se mi hueco, aun me masturbaba mientras miraba su enorme sexo embardunado en semen de los otros, me supo demasiado rico, y más rico aun cuanto apoyo la punta de su glande en mi botoncito, para derramar litros de jugos pegajosos en todo mi pubis.
Me sentí tan excitada, solo corrí la tela de mi ropa interior y me quedé satisfecha, con todo un asqueroso crisol de semen entre mis piernas que no pude contener puesto que rebalsaba por todos lados, y muy a mi pesar tuve que ir al baño a higienizarme un poco, aunque sea para poder volver a mi casa.
Antes de despedirnos les dije que tenían el trabajo ganado, las tomas fotográficas empezarían al día siguiente y los cortos en una semana más tardar, también les aseguré que tendrían en la recepción tres sobres con dinero en efectivo por el plus prometido, me dolía todo, pero diablos que había valido la pena.
Nos despedimos, cordialmente, en adelante solo tendría un trato profesional, distante y frío con ellos.
Volví a casa, dejé el coche en el garaje, llené la tina con agua tibia y me serví una copa de champagne, fui al agua dejando mis prendas en el camino, solo necesitaba tener tres cosas al alcance de mi mano en ese momento, la copa, la botella y mi móvil.
Me metí y me sumergí por completo, saqué la cabeza de abajo del agua y tomé unos instantes para respirar profundo, cerré los ojos, reviví la historia, poco a poco, tomé el celular y solo empecé a ver una a una las fotos que había tomado, me sentí con deseos y aun me parecía sentir toda mi vagina pegoteada en semen, me senté al borde de la tina, tomé la ducha de mano y dejé que los delgados chorros de agua recorrieran mi piel, mis pechos, mis pezones, y fui entre mis piernas, fue tan caliente, tan suave, tan delicado que terminé acabando otra vez sin tocarme, solo con las tibias caricias del agua sobre mi sexo
Dos meses después de terminada la campaña, cuando los coches ya estaban en la calle, cuando todo era un éxito, y esa historia venía a engrosar el curriculum de la empresa, volví a contactar a Danilo, el moreno de los tatuajes, fue lindo, lo mantuve con mi dinero en mi círculo para que me cogiera cuando yo quisiera coger, y no me arrepiento de la experiencia, hasta que llegó el momento de cerrar esa historia y seguir nuestros caminos.
La gorda María está tan concentrada en mi relato que el helado terminó por derretirse en su enorme copa, Sandrita me mira con cara de no llegar a comprender, entre sus realidades y sus fantasías, y Laura, Laura siempre será una loca de remate, sé que sus hábitos son solo una fachada y por más que se persigne ante mis palabras, es evidente que es la que envidia mi posición, la miro directamente a los ojos, tomo sus manos, y soy directa, ante la atenta mirada de las otras dos chicas le pregunto si ella se masturba, me intriga mucho su vida secreta, sus eternas peleas con santos y demonios, sus pecados ocultos, ella lo niega con sus gestos, pero su mirada la delata, miro la hora, es tarde, será para otra oportunidad, pido la cuenta, esta vez pago yo, y además, tengo que llevar a Sandrita a su casa.
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LAS FEAS
Terminamos de cenar, estamos un poco entonadas por las dos botellas de vino que tomamos, un poco risueñas, llamamos la atención del resto de los casuales comensales que esa noche se encuentran en el restaurante, algunos curiosos nos miran a la distancia por nuestro estado efusivo, nos reímos a carcajadas, Laura se molesta un poco y nos reprende, claro, es lógico, ella es hermana en la congregación de Jesús y la imagen pública que está dando no es la adecuada, saco mi celular y les muestro las fotos que tanto quería mostrarles, el preámbulo de lo que tengo para contarles, la gorda María se queda petrificada, parece no respirar, incluso el enorme helado de postre que engullía como desesperada queda en pausa, Sandrita se ríe socarronamente, con esa inocencia de una persona con un coeficiente mental por debajo del mínimo, ella ve en esas fotos y su lívido contenido explota, me da pena, seguro aun es virgen, y Laura, bueno, Laura nunca cambiará, se persigna una y otra vez ante la imagen del pecado, pero a decir verdad ella no saca sus ojos pícaros de la pantalla de mi móvil.
Pasar la adolescencia no fue tarea fácil, se puede ser muy cruel a cierta edad y no se tiene noción de como lastiman muchas palabras que se dicen en forma de broma.
A pesar de que los chicos nunca me miraban, o tenían demasiados apodos para mí, ciertamente fueron las chicas quienes más daño me hicieron, porque los hombres, bueno, son hombres, pero las chicas? se supone que deberíamos ser cómplices y compinches.
No tardaron en ponerme en el corral de las feas, y naturalmente mis amigas fueron esas chicas que no encajaban en el modelo perfecto que se requiere para triunfar hoy en día, y así, un poco por empatía me hice confidente de Sandrita, la chica que había tenido una extraña enfermedad de pequeña y por decirlo de alguna manera era un poquito tontita, un tanto retardada, todo le costaba el doble y todo había que explicarle, no entendía mucho de chicos y un beso le sonaba a locura, Laura era otra, una eterna reprimida acomplejada que se la pasaba comiéndose las uñas y casi siempre estaba llorando, con una nariz prominente, demasiado, por lo cual se había ganado el apodo de bruja, y no podía faltar la gorda, llegar a cien kilos para una chica adolescente es toda una proeza, y la carilinda de María solo tenía tiempo para devorar todo lo que se cruzara en su camino. Yo era quien cerraba el famoso cuarteto de la muerte, como nos llamaban en forma burlona
Y tal vez me podrían haber apartado por mis infumables lentes de aumento, porque era casi ciega, o tal vez por mi adicción a los libros, ser demasiado inteligente al punto de ser la continua niña estrella del curso no era bien visto. Pero no, fueron por otro lado, y ciertamente el que más me dolía.
Simplemente me llamaban 'medusa', mote que me persigue en la actualidad, es que yo era muy petisa, muy delgada, y cuando todas las chicas se desarrollaron en tetitas y culitos, yo seguía siendo una flaca escuálida, sin tetas, sin culo y como una medusa, pues no tenía forma de nada.
Dolía, como dolía, nunca pude superarlo, aun hoy me duele recordar esos días, y agradezco haber tenido a Sandrita, Laura y a María para apoyarnos unas a otras y hacer frente común ante las bonitas del curso.
Pasaron los años, con poquito más de veinte años ya tenía una doble carrera terminada como diseñadora gráfica y licenciada en marketing, hablaba inglés a la perfección y estudiaba chino mandarín, también tenía intenciones de hacer algún post grado, alguna maestría y comencé a hacer dinero con mi profesión, lo que me faltaba de físico me sobraba de intelecto
Cuando tenía veintiséis algunas cosas habían cambiado, mis cabellos oscuros se veían en un rubio más que llamativo y gracias a un par de operaciones laser en la vista pude prescindir de mis molestos lentes de aumento, hasta me había retocado la nariz y un poco los pómulos.
Sin embargo, había cosas que nunca cambiarían, tenía un fuerte complejo en verme al espejo, nunca mediría más de un metro y medio, nunca pesaría más de cuarenta y cinco kilos, nunca tendría tetas, nunca tendría culo y siempre sería una miserable amedusa. Mis bracitos y mis piernitas estaban casi raquíticos, siempre se me marcaban las costillas y me costaba asumirme como era
Jamas me sirvieron las interminables horas de terapia que pagué para cambiar la percepción de mi realidad, mis complejos, no me gustaba verme expuesta, amaba las playas, el sol y la arena, pero siempre vacacionaba en lugares montañosos, o de extremo frío, solo por la necesidad de sentirme aislada y tener que usar demasiada ropa de abrigo, odiaba verme al espejo en traje de baño, y ese sentimiento de odio se expandía potencialmente en una playa pública, donde todos mis defectos físicos percibidos quedaban expuestos.
Además, estar en una playa junto al mar y ver en la orilla alguna que otra medusa moribunda, o que los chicos inocentes gritaran 'cuidado! un agua viva', solo se me hacía personal y solo no podía dejar de angustiarme. A veces, cuando estaba con mis pensamientos perdidos y de repente alguien decía algo sobre 'aguas vivas', mi primera reacción era pensar que se burlaban de mi.
Con los chicos no me iba mejor, como suele suceder, me gustaban los que no gustaban de mí, y bueno, casi nadie gustaba de mí, y confieso con un dejo de vergüenza que pagué para que me hicieran el amor, el chico de mis sueños, el que nunca se fijaría en una medusa como yo.
Y si pagué por uno, pagué por otro, y otro más, y fue mi manera de gastar dinero.
Cerca de los treinta me enamoré del hombre incorrecto, yo le ofrecí mi corazón, él de mi dinero. Fue un error, un nuevo escollo en mi vida, como asumir que estaba a mi lado por interés? como cerrar mis ojos a sus continuos engaños? como sentirme feliz tratando de ignorar que era una cornuda consciente?
Así me encontré a medio camino de mi vida con un futuro laboral brillante y una vida sentimental desastrosa, amaba mi inteligencia, odiaba a mi físico.
Con las chicas nos escribíamos cada tanto, nos reuníamos cada tanto, nunca perdimos el contacto, Sandrita seguía soltera, bajo el cuidado de sus padres y de su hermano mayor, algo previsible puesto que la pobre siempre tendría ese pequeño retardo mental, Laura se había metido a monja, también previsible, una chica con demasiados complejos y que no se animaba a mirar a un chico a los ojos, y la gorda María había sorprendido a todas, se había casado con un muchachito petiso, delgado y pelado, que usaba unos marcados bigotes y no habían perdido el tiempo, ya tenían seis hijos, cuatro niñas y dos varones.
Y a pesar de la distancia nuestro grupo de WhatsApp y nuestros estados en Instagram estaban más vivos que nunca, cada dos o tres meses nos reuníamos las cuatro a cenar, a hablar de nosotras, de nuestras vidas, pasado, presente y futuro.
Todo se daría por casualidad, ocupaba una jefatura importante en una compañía reconocida de marketing, hacíamos campañas publicitarias para varias empresas y yo era quien llevaba adelante los proyectos, las ideas, las innovaciones y quien repartía los trabajos con mi personal a cargo. Ganaba mucho dinero, más del que podía gastar y ese sitio tal vez era el único en el que no me sentía una insignificante medusa, donde me sentía respetada, y donde podía tener todo bajo control
Nos habían contratado desde una empresa automotriz muy famosa a nivel mundial, en el mundillo de los coches, era un secreto a voces un nuevo deportivo que estaban por lanzar al mercado, una pura sangre como decían, sería una edición limitada de sesenta unidades, treinta en color blanco, treinta en color negro, una manera de festejar los sesenta años de la marca en el país.
La propuesta cayó por sí misma, creo que la reunión no duró más de diez minutos, era fácil, imponer la idea de un producto joven, potente, viril, musculoso, los autos tienen que ver mucho con los hombres y decidimos hacer un paralelismo, autos negros, hombres blancos, autos blancos, hombres negros, la estrategia no podía fallar.
Se citaron a muchos chicos musculosos y viriles, que dieran la talla de lo buscado, se hicieron pre selecciones, y luego nuevas selecciones, como era costumbre, yo supervisaba todo desde lejos, en segundo plano, a media distancia, ni muy cerca para que sientan mi presión, ni demasiado lejos como para que sientan total libertad.
Las cosas se complicaron un tanto, como manejábamos varios proyectos a la vez nos fuimos atrasando de la fecha pactada, además, recibimos un comunicado de la firma que deseaban adelantar el lanzamiento al mercado, y al menos necesitaban tener listas las propagandas. Fue un caos y decidí tomar el tema en manos propias, le dejé al equipo la selección final de los chicos de piel blanca mientras yo me decanté por los morenos.
Los cité a la oficina a última hora, mi agenda estaba demasiado cargada, recuerdo que era cerca de las ocho de la noche, ya había oscurecido y como todos habían cumplido su jornada laboral me quedé a solas con tres morenos enormes, solo el personal de vigilancia de la entrada del edificio podría habernos interrumpido en ese momento, y por cierto les advertí que 'nada de interrupciones', ellos me conocían molesta y ese lado mío era mejor no despertarlo
Tomé la posición dominante, de jefa, los hice pasar al estudio de filmaciones y fotografías, repasé rápidamente la información que tenía sobre ellos, les conté más detalles de la idea que teníamos desarrollada y escuché sus preguntas.
Encendí las luces del estudio y yo me senté en la posición de director, era algo habitual, los muchachos a mi derecha, sentados, esperando su turno. Le dije a uno que pasara a posar, tenía que ver que tan bueno eran.
El empezó a hacerlo, lucía demasiado atractivo, varonil, sexi, tenía un jean degastado azul oscuro, zapatillas negras y una camisa del mismo color, lo suficientemente ajustada como para marcar todas las intrincada curvas de su torso, tenía un rostro duro, de mirada profunda, con unos bigotes y una barba rala de apenas unos días, un corte muy actual de nuca rapada y solo no pude verlo como profesional, lo estaba viendo como mujer y en esas poses de modelo sentí una excitación muy íntima, muy secreta, al punto que tuve que cruzar mis piernas y apretar muy fuerte mi sexo.
Le pedí que se sacara su camisa, y que siguiera con lo que estaba haciendo, el moreno tenía un torso de película, dibujado a mano por el pincel de un artista del erotismo, poblado con innumerables tatuajes, solo era una obra de arte y solo comencé a perder la compostura.
Le indiqué entonces que se quedara en ropa interior, tenía que ver eso, y no solo él, los otros dos que esperaban a un lado notaron que las cosas se estaban saliendo de lo estrictamente profesional. Tenía un slip negro y su bulto se marcaba enorme, y solo no podía dejar de mirárselo con profundo deseo, tenía los labios secos y me pasaba la lengua para humedecerlos una y otra vez, la atmósfera se puso caliente, y solo cambiaba mi pierna de un lado a otro, es que me sentía toda mojada, ya no sabía cómo desconectar mi clítoris y mis pezones, me latían las sienes y mi loca cabecita se ahogaba con pensamientos morbosos.
Miré a los otros muchachos y les pedí que se unieran de la misma manera, tenía que comparar.
Que decir, la fantasía de un gangbang, la fantasía de los negros, la fantasía de ser única, la fantasía de la perfección masculina, era demasiado.
Fui directa al grano, solo le dije que si me complacían bien no solo tendrían el puesto, sino un bono extra de gratificación.
Me incorporé, dejé caer mis prendas una a una, solo me quedé sobre mis tacos altos y a pesar de eso, apenas le llegaba a la altura de sus tetillas, me puse al medio de ellos, me sentía un pigmeo, saqué mi celular y tomé algunas fotos, porque las chicas seguro no me creerían lo que estaba a punto de comerme.
La sensación era tan rara como caliente, yo, una personita insignificante, diminuta, un microbio, rodeada por tres enormes especímenes machos raza negra, se veían diferentes, lucían diferentes, olían diferentes, eran grandes, todo grandes, empecé a sobarle la verga a uno por sobre el slip y si, temerosamente grande, ya no podía con esas fotos que tomaba una tras otra sin parar, dejé el celular de lado, me estiré en puntas de pies y tuve que esperar a que se agachara un poco para llegar a esos gruesos labios africanos, fue un beso tan dulce como rudo, gire un poco para besar en la boca al que tenía a mi espalda mientras ya sentía seis manos perversas recorriendo mi piel, fui por el tercero, el que más me atraía, el tatuado, también fui por sus labios pero el animal me levantó en el aire como si fuera una hoja de papel, sus enormes manos eran más grandes que mis nalgas y las usó como apoyo para mantenerme sentada sobre ellas, entonces lamió mi cuello, y llegó a mis tetitas, mis diminutos pechos cupieron por completo en su enorme bocota, y se sentía demasiado rico, me las comía, mis pezones estaban afiebrados mientras los otros me apretujaban por detrás.
Pedí un minuto, le dije que me bajara, quería ir al piso, tenía muchos deseos de cumplir locas fantasías, y por suerte mi imaginación no fallaría, sus vergas eran tan grandes como ellos, era algo de otro mundo, y eran solo para mí, empecé a chupársela a uno, y masturbaba a los otros dos, y rotaba, me sentía tan perra, tan sucia, que no podía evitar que mis flujos de mujer chorrearan en forma increíble por mis piernas, como nunca.
Como narrar la sensación, si eran tan gruesas que no podía rodearlas con mis manecitas, si eran tan largas que hasta mi antebrazo parecía de juguete a su lado, si eran tan oscuras como mis perversos pensamientos, si eran tan ricas como los mejores de los manjares.
Uno me tomó de donde estaba, me levantó nuevamente entre sus brazos para cargarme hasta la silla en la cual yo había estado sentada con anterioridad, no dijo nada, como un animal me desparramó sobre la misma, se tiró al piso, me abrió las piernas y empezó a darme sexo oral, demasiado sabroso, demasiado irresistible, empecé a gemir, a perderme, los otros machos me flanquearon, uno a cada lado, para que se la siguiera chupando.
La agarré por la base, una a cada lado y mientras moría con la chupada de concha que me pegaba el bastardo, empecé a refregarme los pezones con esos glandes duros y negros, me sentí venir, no podía más y ya solo quería que me cogieran...
Cambiaron, ellos decidían que hacer y yo solo era una pobre marioneta, uno de los morochos se sentó en mi silla y yo fui a cabalgarlo, eso fue una bendición para mí, porque pude regular la penetración, y a mitad de pija ya sentía que estaba completa. Ellos intentaban forzarme a comer más todavía, pero no podía, el maldito me iba a desgarrar el útero si seguía empujando, no era gracioso, pero era placentero, me movía entrando y saliendo con lo que podía, con el cincuenta por ciento de esa anaconda negra era más que suficiente para mí, me acariciaba la concha, me gustaba, y aun tenía dos más para probar.
El tatuado haría una mala jugada, vino por detrás a buscar una doble penetración, y juro que me hubiera encantado, es más, amaba el sexo anal, pero esto era demasiado, me estaban rompiendo la conchita y con eso era más que suficiente, mi culito en esta ocasión no hubiera soportado.
Preferí chupárselas un rato más, me gustaba más que la penetración, es que bueno, tampoco tengo la concha sin fondo, y cuando estuve satisfecha les confesé mi más secreto fetiche...
Fui a un lado, me puse nuevamente el sostén y la camisa abrochando uno a uno los botones, también la tanga y la ajustada pollera violeta que traía, siempre en tacos altos, otra vez estaba vestida como la jefa de turno, me acomodé otra vez sobre la silla, me subí un poco la pollera para que me permitiera abrir las piernas sobre los apoyabrazos y solo corrí la tanga a un lado dejando en mi primer plano mi sexo abierto y disponible, vino uno se acomodó y me la metió profundo, tuve que usar uno de mis brazos para que topara en su vientre y evitar que buscara metérmela más adentro de lo que podía soportar, pero fue rico, fue dulce sentir su sexo enorme acariciar la intimidad del mío y en esos interminables segundos sentí los orgasmos más profundos de mi existencia, lo sentí venir, y tal cual lo había imaginado sus jugos calientes invadieron toda mi cuevita de amor, me llenó y se sintió exquisito, arrancándome sensaciones indescriptibles de narrar.
Luego dio lugar al segundo, quien vino también por mí, y su sexo duro resbalaba en el mío con la mezcla de mis flujos y el semen del primer moreno, creí morir en ese juego y también se vino dentro mío.
Estaba con la respiración entrecortada, al borde del desmayo y con premura llego mi postre, el muchacho tatuado, me cogía y yo me apretaba el clítoris con fuerza, ya solo no podía...
El al contrario de los demás, antes de llegar la sacó se mi hueco, aun me masturbaba mientras miraba su enorme sexo embardunado en semen de los otros, me supo demasiado rico, y más rico aun cuanto apoyo la punta de su glande en mi botoncito, para derramar litros de jugos pegajosos en todo mi pubis.
Me sentí tan excitada, solo corrí la tela de mi ropa interior y me quedé satisfecha, con todo un asqueroso crisol de semen entre mis piernas que no pude contener puesto que rebalsaba por todos lados, y muy a mi pesar tuve que ir al baño a higienizarme un poco, aunque sea para poder volver a mi casa.
Antes de despedirnos les dije que tenían el trabajo ganado, las tomas fotográficas empezarían al día siguiente y los cortos en una semana más tardar, también les aseguré que tendrían en la recepción tres sobres con dinero en efectivo por el plus prometido, me dolía todo, pero diablos que había valido la pena.
Nos despedimos, cordialmente, en adelante solo tendría un trato profesional, distante y frío con ellos.
Volví a casa, dejé el coche en el garaje, llené la tina con agua tibia y me serví una copa de champagne, fui al agua dejando mis prendas en el camino, solo necesitaba tener tres cosas al alcance de mi mano en ese momento, la copa, la botella y mi móvil.
Me metí y me sumergí por completo, saqué la cabeza de abajo del agua y tomé unos instantes para respirar profundo, cerré los ojos, reviví la historia, poco a poco, tomé el celular y solo empecé a ver una a una las fotos que había tomado, me sentí con deseos y aun me parecía sentir toda mi vagina pegoteada en semen, me senté al borde de la tina, tomé la ducha de mano y dejé que los delgados chorros de agua recorrieran mi piel, mis pechos, mis pezones, y fui entre mis piernas, fue tan caliente, tan suave, tan delicado que terminé acabando otra vez sin tocarme, solo con las tibias caricias del agua sobre mi sexo
Dos meses después de terminada la campaña, cuando los coches ya estaban en la calle, cuando todo era un éxito, y esa historia venía a engrosar el curriculum de la empresa, volví a contactar a Danilo, el moreno de los tatuajes, fue lindo, lo mantuve con mi dinero en mi círculo para que me cogiera cuando yo quisiera coger, y no me arrepiento de la experiencia, hasta que llegó el momento de cerrar esa historia y seguir nuestros caminos.
La gorda María está tan concentrada en mi relato que el helado terminó por derretirse en su enorme copa, Sandrita me mira con cara de no llegar a comprender, entre sus realidades y sus fantasías, y Laura, Laura siempre será una loca de remate, sé que sus hábitos son solo una fachada y por más que se persigne ante mis palabras, es evidente que es la que envidia mi posición, la miro directamente a los ojos, tomo sus manos, y soy directa, ante la atenta mirada de las otras dos chicas le pregunto si ella se masturba, me intriga mucho su vida secreta, sus eternas peleas con santos y demonios, sus pecados ocultos, ella lo niega con sus gestos, pero su mirada la delata, miro la hora, es tarde, será para otra oportunidad, pido la cuenta, esta vez pago yo, y además, tengo que llevar a Sandrita a su casa.
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2 comentarios - Las feas