En ese momento, supe que tenia que aprovechar la situación, jugar bien mis cartas y tomar el control. Me moría de ganas de romperle el culo ahí apoyada en la cocina como la tenia. En tetas y agarrada de los brazos detrás de su espalda contra la encimera, era una escena que me había imaginado cientos de veces.
Con una fuerza de voluntad increíble, me dije que el objetivo era someterla, tenerla a mis pies, convertirla en una perra obediente y sumisa. Ella tenia que ganárselo. La solté. Me miró y se incorporó hacia mí, para luego bajar hacia mi pene.
- ¿Quién te dijo que hagas eso? - le recriminé- Tú solo haces lo que YO te ordené que hagas.
Noté su cara de sorpresa y supe que no podía titubear si quería lograr mi objetivo. Le pasé su polera y le dije:
- Esos platos no se van a terminar de lavar solos.
El objetivo estaba cumplido, ella se encontraba en el suelo de la cocina, semidesnuda, descolocada y sin saber como reaccionar. Probablemente un poco humillada, pero nada comparado con lo que vendría.
Al día siguiente, me desperté pensando en lo ocurrido y esta gran sorpresa que me había dado mi prima. Ella siempre había sido una chica dulce, muy femenina, le gustaba la repostería y era muy servicial cada vez que la visitábamos. Esto empezó a cambiar en su primer año de universidad. Si bien los tres (con su hermano) vivíamos juntos, no era demasiado el tiempo que compartíamos. Cada uno tenía sus obligaciones académicas y yo, además, trabajaba. Aún así, me podía dar cuenta que la dinámica de ella con su hermano (mayor) estaba cambiando y ella se comportaba cada vez más "bruja".
Pensando en lo anterior fui elaborando mi plan para domesticar a mi prima. Debía ser rápido, dado que su hermano volvería en un par de semanas, pero al mismo tiempo quería tomarme el tiempo de hacerlo bien y así, a la vuelta de su hermano, tener a una hembra completamente sumisa, bajo mis órdenes.
Cuando desperté ya se había ido a la universidad. Yo me preparé para bajar a entrenar al gimnasio del edificio. Soy un tipo de 1,84, he hecho deporte desde que tengo uso de razón, pero desde hace un par de años me dedico solo al gimnasio, por lo mismo estoy bien tonificado. Me veo fuerte pero no gigante, soy moreno, rostro varonil y a juzgar por la facilidad con que consigo mujeres, diría que atractivo.
Me fui a la u. A la vuelta venía pensando en el encuentro en la casa y cuál sería mi próximo movimiento. Sabia que no tenia que dejar tiempo sin actuar. Cuano volví, ella estaba estudiando en la mesa, no levantó la mirada cuando entré.
- Buenas tardes -le dije con un tono firme.
- Hola -responde, sin apenas prestarme atención.
Me acercó hacia ella, con una mano le agarro la cara y con la otra boto sus cuadernos al suelo. Le levanto la cara para forzar el contacto visual, pero ella lo evitaba.
- Mírame a los ojos putita.
- Ehh... -balbuceó, se notaba nerviosa y agitada por la situación, a la vez que se empezaba a excitar.
La interrumpí antes de que dijera nada.
- Si quieres que te desvirgue las cosas van a cambiar por acá. - La levanté del asiento y la puse mirando hacia la pared- Primero, cuando llegue a casa, vas a interrumpir cualquier cosa que estés haciendo- le dije mientras le iba quitando la ropa.
Ella andaba con una blusita blanca y un short de jeans. Mientras le sacaba la blusa veía su espalda, sus caderas y su pelo castaño claro largo. Su piel suave y tersa, emanaba un festín de feromonas de una hembra virgen lista para ser follada. Verla apoyada contra la pared con las manos arriba y a mi disposición era algo impagable.
- Si no cumples con lo que te acabo de decir esto es lo que te va a pasar - le dije mientras terminaba de sacarle su short, en lo que me tome un tiempo para contemplar su desnudez frente a mi. La tomé del pelo y la guie hasta su cama. Ella probablemente pensaba que se venia el momento en que la haría mujer. Sin embargo, otra cosa le esperaba.
Me siento en su cama, sin soltarle el cabello y luego con un movimiento firme la empujo sobre mis piernas.
- Ayy, ¿qué vas a hacer? -preguntó
La tenia desnuda, boca abajo sobre mis piernas. Al darse cuenta que no era lo que ella esperaba, forcejeó un poco. La jalé fuerte del cabello y la hice callar. Me tomé un segundo para observar su desnudez y como su trasero, no muy grande pero bien formadito se erguía sobre mis piernas.
Sin mediar palabra, le deje caer la primera nalgada. Y esa sensación no es posible explicarla con palabras. Escuché sus quejidos y volví a golpear la piel de sus nalgas. En cada golpe la sentía más mía y más cerca de ser mi sumisa. Mi pene estaba erecto a más no poder. Fueron diez nalgadas y ver mi mano marcada en la piel de ese trasero, solo me dieron mas ganas de penetrarla sin piedad. Pero tenia que aguantar solo un poco más.
- Prepárame un sándwich -le dije, y la vi alejarse desnuda, con sus nalgas rojas y caminando con una actitud, que me hacia ver que el plan iba funcionando...
[Continuará]
Con una fuerza de voluntad increíble, me dije que el objetivo era someterla, tenerla a mis pies, convertirla en una perra obediente y sumisa. Ella tenia que ganárselo. La solté. Me miró y se incorporó hacia mí, para luego bajar hacia mi pene.
- ¿Quién te dijo que hagas eso? - le recriminé- Tú solo haces lo que YO te ordené que hagas.
Noté su cara de sorpresa y supe que no podía titubear si quería lograr mi objetivo. Le pasé su polera y le dije:
- Esos platos no se van a terminar de lavar solos.
El objetivo estaba cumplido, ella se encontraba en el suelo de la cocina, semidesnuda, descolocada y sin saber como reaccionar. Probablemente un poco humillada, pero nada comparado con lo que vendría.
Al día siguiente, me desperté pensando en lo ocurrido y esta gran sorpresa que me había dado mi prima. Ella siempre había sido una chica dulce, muy femenina, le gustaba la repostería y era muy servicial cada vez que la visitábamos. Esto empezó a cambiar en su primer año de universidad. Si bien los tres (con su hermano) vivíamos juntos, no era demasiado el tiempo que compartíamos. Cada uno tenía sus obligaciones académicas y yo, además, trabajaba. Aún así, me podía dar cuenta que la dinámica de ella con su hermano (mayor) estaba cambiando y ella se comportaba cada vez más "bruja".
Pensando en lo anterior fui elaborando mi plan para domesticar a mi prima. Debía ser rápido, dado que su hermano volvería en un par de semanas, pero al mismo tiempo quería tomarme el tiempo de hacerlo bien y así, a la vuelta de su hermano, tener a una hembra completamente sumisa, bajo mis órdenes.
Cuando desperté ya se había ido a la universidad. Yo me preparé para bajar a entrenar al gimnasio del edificio. Soy un tipo de 1,84, he hecho deporte desde que tengo uso de razón, pero desde hace un par de años me dedico solo al gimnasio, por lo mismo estoy bien tonificado. Me veo fuerte pero no gigante, soy moreno, rostro varonil y a juzgar por la facilidad con que consigo mujeres, diría que atractivo.
Me fui a la u. A la vuelta venía pensando en el encuentro en la casa y cuál sería mi próximo movimiento. Sabia que no tenia que dejar tiempo sin actuar. Cuano volví, ella estaba estudiando en la mesa, no levantó la mirada cuando entré.
- Buenas tardes -le dije con un tono firme.
- Hola -responde, sin apenas prestarme atención.
Me acercó hacia ella, con una mano le agarro la cara y con la otra boto sus cuadernos al suelo. Le levanto la cara para forzar el contacto visual, pero ella lo evitaba.
- Mírame a los ojos putita.
- Ehh... -balbuceó, se notaba nerviosa y agitada por la situación, a la vez que se empezaba a excitar.
La interrumpí antes de que dijera nada.
- Si quieres que te desvirgue las cosas van a cambiar por acá. - La levanté del asiento y la puse mirando hacia la pared- Primero, cuando llegue a casa, vas a interrumpir cualquier cosa que estés haciendo- le dije mientras le iba quitando la ropa.
Ella andaba con una blusita blanca y un short de jeans. Mientras le sacaba la blusa veía su espalda, sus caderas y su pelo castaño claro largo. Su piel suave y tersa, emanaba un festín de feromonas de una hembra virgen lista para ser follada. Verla apoyada contra la pared con las manos arriba y a mi disposición era algo impagable.
- Si no cumples con lo que te acabo de decir esto es lo que te va a pasar - le dije mientras terminaba de sacarle su short, en lo que me tome un tiempo para contemplar su desnudez frente a mi. La tomé del pelo y la guie hasta su cama. Ella probablemente pensaba que se venia el momento en que la haría mujer. Sin embargo, otra cosa le esperaba.
Me siento en su cama, sin soltarle el cabello y luego con un movimiento firme la empujo sobre mis piernas.
- Ayy, ¿qué vas a hacer? -preguntó
La tenia desnuda, boca abajo sobre mis piernas. Al darse cuenta que no era lo que ella esperaba, forcejeó un poco. La jalé fuerte del cabello y la hice callar. Me tomé un segundo para observar su desnudez y como su trasero, no muy grande pero bien formadito se erguía sobre mis piernas.
Sin mediar palabra, le deje caer la primera nalgada. Y esa sensación no es posible explicarla con palabras. Escuché sus quejidos y volví a golpear la piel de sus nalgas. En cada golpe la sentía más mía y más cerca de ser mi sumisa. Mi pene estaba erecto a más no poder. Fueron diez nalgadas y ver mi mano marcada en la piel de ese trasero, solo me dieron mas ganas de penetrarla sin piedad. Pero tenia que aguantar solo un poco más.
- Prepárame un sándwich -le dije, y la vi alejarse desnuda, con sus nalgas rojas y caminando con una actitud, que me hacia ver que el plan iba funcionando...
[Continuará]
1 comentarios - Sometiendo a mi prima: Una caja de sorpresas [Parte 2]