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Educación Inmoral Clase 2: La Tormenta y la Burbuja.

Educación Inmoral. 
Clase 2: La Tormenta y la Burbuja.


 Iba a llover.
Estaba en LA esquina: La esquina dónde me iba a encontrar con mi Profesora.
 …y estaba nervioso.
Si no leyeron el capítulo anterior (ni tienen ganas) acá el resumen.
Conocí por internet a una mujer: madre, profesora, inteligente, morbosa, casada y, después de muchos intentos fallidos, habíamos logrado coordinado una cita para tener sexo.
Pero había problemas.
Quedamos en una zona neutral, cerca de unos negocios que ella visitaba de casualidad. Recordaba ese lugar más seguro, pero claro, mi recuerdo era de un día soleado, con mucha gente.
 Ese día gris, la calle estaba sucia, y la poca gente que había me inquietaba.
Ella vendría para comprar un juguete para su pequeña hija, y nos encontraríamos en un hotel.
Y acá el segundo problema.
La Profesora me había dicho que, una vez que estaba con un hombre, se borraba de la escena y no volvía a estar con el mismo.
De solo pensarlo, el cielo parecía volverse un poco más gris.
Yo solo era un amante. Y el código del amante era “es solo sexo, no te encariñes”. Sos descartable. 
  Sos uno de mil mensajes.
  Pero teníamos mucho en común.
  Y, aunque siempre terminamos calientes, hablábamos de mucho más que sexo. Su inteligencia y sus ideas me gustaban tanto como sus curvas y su cara. Aún si era una sola tarde, quería verla.
Además, la pandemia me hizo tomar consciencia muchas cosas, entre ellas la muerte.
 Nuestra mente es, en muchos sentidos, como un amigo que nos cuenta mentiras piadosas. Nos hace creer que nunca vamos a envejecer o morir. Qué somos inmortales. Que las cosas malas les pasan a otros.
 Pero en 2020 la muerte me había pasado demasiado cerca. Ya no era una fuerza abstracta, o una desgracia que le pasara solo a los demás.
 Pudo haberme pasado a mi.
A cualquiera.
 Antes vivía cómo un inmortal: dejando pasar oportunidades, creyendo en el fondo que habría otras, demasiado asustado de las consecuencias. Había dejado pasar demasiado, y ahora me daba cuenta que nadie tenía la vida asegurada.
Este año podría ser mi último año.
 Había rumores de una nueva cuarentena en camino, y yo había tomado mi decisión.
Iba a vivir.
Mi teléfono sonó. Lo saqué con cuidado por la zona, era un mensaje de ella.
“Ya estoy llegando”
 ***
¿Cuándo fue que empezamos a hablar de la burbuja?
Creo que fue una tarde, después de escuchar un programa de Roberto Petinatto en la radio. Él comentó que hay una magia con los amantes que nunca se da con las parejas “oficiales”.
Con un amante pueden pasar años de separación y, al volver, el deseo está intacto, cómo si solo hubiera pasado un día.
Con un amante no se puede casar uno, porqué cada uno vuelve a sus hábitos de infiel, se vuelven a engañar y ya no son amantes: Son sólo otra pareja de casados que no se soportan, y necesitarían separarse para mantener esa magia viva.
Pero con un amante hay cosas que se comparten más allá del sexo, y cuando se está junto con esa persona es cómo si todo lo demás pasara a un segundo plano. Cómo si estuvieran los dos en una burbuja compuesta de su amor, de los temas que comparten.
Cuando escuché esto se lo comenté a mi Profesora, y ella lo adoró de inmediato. La Burbuja pasó a ser el término con el que nos referíamos a nuestra unión. A nuestra seguridad, a nuestros cuidados, a nuestro amor prohibido.
“La Burbuja va a hacer que nos juntemos” decía con su tono relajado, dulce y algo sensual.

Y entonces la vi.
Después de tantas fotos, de tantas llamadas. Solo una calle entre nosotros. No venía vestida provocativa, tenía un blazer camel, una blusa negra y pantalones negros de vestir. Por su cara no parecía que iba a encontrarse con un amante, esa cara dulce podía esconder todo tipo de secretos…
 Caminó relajada y quise correr a ella y comerle la boca en mitad de la calle…pero tenía que ser discreto.
-Hola, mi Profesora-le dije por fin.
-Hola, Alumno-me saludo con un susurro bajo su barbijo.
Fuimos al hotel. En una mano ella tenía el regalo para su hija (lo cuál me resultaba un poco perverso si pensaba lo que estábamos por hacer) pero la otra mano la tenía suelta. La tomé, y la fui acariciando mientras caminábamos.
Le pregunté si había venido bien, y cómo estaba. Todo el tiempo ella me dejó acariciarla.
Entramos al hotel. Era un lugar elegante, tres estrellas.
Por lo que entendí ella esperaba un telo, pero, quizás por economía, o suerte, nunca se me había dado en mis aventuras.
Fuiste la primera a la que llevé a un hotel y a un telo.
Reservamos. Dimos nuestros nombres, y nos dieron un cuarto.
¿Fue en el ascensor la primera vez que toqué tus tetas y tu cola? Creo que sí. Tu cuerpo rico, tus curvas grandes, tu cintura, tus piernas. Creo recordar tu mirada de leve sorpresa, pero mi mano siguió tocando.
Lo que sigue lo recuerdo de forma un poco caótica.
Entramos. Cerramos la puerta.
-Ah, era un hotel…-dijo ella,  levemente sorprendida, aunque no parecía desagradarle.
Nos lavamos las manos y pusimos alcohol en gel. Quizás pusimos una alarma en el celular por seguridad, y entonces nos besamos.
Su boca era suave, y sus besos dulces y calientes.
Se relajó entre mis besos, la fui acariciando y gocé de la suavidad de su boca prohibida de casada. Acaricie su espalda, sus piernas, todo con la ropa puesta, y besé sus hombros: ella me contó que la enloquecía que la besaran ahí, y para mi fue un placer; su piel era suave, pálida, fresca y caliente al mismo tiempo. Mientras la lamía por el escote de la blusa, escuché su respiración; era baja, lenta, pero fuerte y miraba abajo, casi cómo si escondiera su placer mientras mantenía esa cara serena, pero su piel estaba roja.
  Y nos desvestimos…queríamos más.
  No había ido vestido “sexy”. Había ido con ropa que me quedaba bien, era cómoda…y fácil de sacarme.
  Mi Profesora se sacó la blusa. Ni siquiera recuerdo el color de su corpiño, recuerdo la forma de su cuerpo, sus movimientos lánguidos, la desnudez de su piel blanca.
  Por fin sentía a la mujer que había fantaseado tanto tiempo.
  Seguía algo nervioso. No solo porqué era nuestra primera y única vez juntos, sino porque nos habíamos prometido hacernos de todo en chat, y sé lo irritante que puede ser no cumplir esas promesas.
Para calmar mis nervios, fui según el “protocolo”: lamer y acariciar despacio todo el cuerpo de la mujer, lamerla y tocarla siendo consciente de que no solo tocaba su cuerpo, no solo chupaba su piel.
Tocaba todos sus pensamientos, sus inseguridades, sus deseos, sus secretos, todo lo que se escondía incluso de sí misma.
¿Notaron que hay gente que se sobresalta al tocarla, así sea a penas? Eso es la intimidad para mi: el cuerpo hablándole al cuerpo, sin palabras, compartiendo todo en ese instante.
Ella se recostó y se estremeció. se bajó los pantalones, y vi que tenía puesta una bombacha de seda, con un animal print de cebra y bordes de encaje. 
 Mi bombacha preferida de sus fotos.
Le sonreí y le agradecí, ella me dio una respuesta pícara y mi boca siguió explorando, lamiéndola toda; sus dedos, su abdomen, espalda, cuello, la lamía y frotaba en movimientos lentos con mi verga dura, recordando que era casada, recordando su edad, manoseando sus piernas en un masaje incesante, dulce y perverso a la vez. 
 El tiempo se derritió con mi boca en su cuerpo, y en un momento ella se dio vuelta. Sabía de mi morbo por su culo y su ano, y mi autocontrol se hizo añicos, explotó como un vidrio que se rompe en mil pedacitos. 
 Manoseé y lamí su culo, lo adoré, besé, chupé, entregándome a su placer prohibido, gimiendo contra su ano y sintiendo su sabor, su piel y la textura de la seda cubriendo su lugar más prohibido. Ella se estremeció y gimió de placer. 
 No sé cuanto me tomó recuperar el control de vuelta.
 Tenía que ser un caballero: no podía ceder a mis impulsos egoístas.
 Así que lamí sus piernas. Sus tetas. Su cuello y hombros. 
 Y ella cambió: 
 La mujer discreta que había visto desapareció, se puso a gritar, y después me contó que le daba más morbo gritar ahí porqué sabía que era incorrecto, porqué sabía que era un lugar con familias, y que no debería hacerlo.
  Probé su orgasmo de hembra casada en mi boca, tragué sus flujos como un degenerado pajero, le arranqué gemidos con mi boca.
 Pronto, como buena dama educada, ella quiso devolverme el favor. La dejé besar mi verga, sus besos eran suaves y delicados, y era una visión morbosa ver sus facciones delicadas y elegantes. Ver su cara blanca y saber que con la misma boca que hablaba a su marido ahora besaba agradecida mi verga caliente con las venas marcadas.
 Y al verme así, boca arriba con la pija dura, algo pasó.
 Fue un cambio sutil. Aún después de haberme chupado la pija, seguía conservando elegancia en sus movimientos, gestos y mirada. 
 Esa elegancia que no puede comprarse con joyas, celulares o cirugía, pero que distingue a quien la tiene. Y vi un brillo perverso en sus ojos, casi imposible de detectar.
 Ella saltó sobre mi con un movimiento casi felino, montando mi verga sin forro. Estuve adentro de ella en segundos. 
 Por Dios.
 Cómo cabalgaba esa mujer.
 Estaba conociendo otra faceta de ella, la veía sonreír mirando para arriba y cabalgarme con dureza, rápido y caliente, parecía…libre. Entregada al placer, en un estado de libertad y diversión absoluta, y vinieron los gemidos mientras sus caderas se movían sobre mi verga. Fueron gemidos muy fuertes y, para ser honesto, no creo que yo hubiera hecho la gran cosa. Creo que toda esa tensión sexual ya venía acumulándose, y nada más tuve suerte de que me eligiera para liberarla. 
 Aún así, era un delirio verla y escucharla, sus mechones rubios acariciaban mi cara, tenían la suavidad de plumas, y sus gritos eran increíbles, me agarró y me empezó a gritar en la cara mientras gemía totalmente en celo y yo aprovechaba para lamerle el cuello y chupando las tetas, embistiéndola por debajo con mi verga caliente.
 Me acabó encima así, sin forro.
 Entonces me miró.
 -¿Estás bien?-me preguntó. Su voz se escuchaba como si viniera desde un lugar muy lejano, pero no sabía por qué.
 -Si…creo que necesito levantarme.
 Me puse de pie y el cuarto empezó a girar. Flotaba de placer, pero todo daba vueltas. Fui al baño, y al volver tropecé y ella me miró preocupada.
 -¿Qué pasó?
 -Creo que estoy…hiperventilado.
 Ella me indicó que me recostara, y me empezó a acariciar, preocupada. Me pidió que recuperase mi aire, y entre los dos fuimos pensando que había pasado.
 -Capaz no estoy en tanta forma-dije, pero me acordé de algo. Sus gritos calientes y fuertes. Recordé boca abierta gritando sobre mi cara, sus ojos tapados por el pelo vaporoso y desordenado, sentía su aliento en mi piel por esos gritos y ahí comprendí.
 -Me parece que gritaste tanto que me sacaste el aire; como necesitabas gritar, tomabas mas aire, y yo no pude respirar-dije con una sonrisa algo tímida.
 -¡Ay no, perdón!-dijo ella, y me abrazó, pero me sentía bien.
 No pensé que fuera posible que hacer que alguien me gritara hasta asfixiarme.
 Estaba feliz.
 Era una satisfacción perversa del espíritu, pero también de mi cuerpo.
 -Fue muy lindo-le aseguré-. Como una asfixia erótica.
 De hecho, quería más… 
 -Amarillo-dijo ella, poniéndome una mano en el pecho con dulzura.
 Usamos el sistema del semáforo para comunicarnos. En vez de decir “No” “No me gusta”, etc, usábamos los colores del semáforo.
 Rojo significaba “para lo que estés haciendo, siento dolor físico/emocional”.
 Amarillo “andá mas lento, estás al borde de lastimarme”.
 Verde “me gusta lo que estás haciendo, seguí más fuerte”.
 Yo le había enseñado ese sistema. Y también le había dicho que cualquiera de los dos podía decir rojo o amarillo si veía que el otro corría riesgo de lastimarse.
 -Verde-le dije, pero ella me volvió a mirar, su mano suave contra mi corazón.
 -Amarillo-susurró, acariciándome.
 Sentí algo nuevo. Por primera vez en todas las relaciones que tuve, entre noviazgos y ser la segunda opción de un polvo, por primera vez alguien me cuidaba en el sexo.
 Nunca voy a olvidar cómo me sentí en ese momento.
 Envuelto en su dulzura, abrazándonos, chorreados de nuestros flujos, pero acariciandonos con suavidad, ahí la tristeza empezó a sanar. Entre sus caricias y el rumor de los autos afuera, los dos solos sin decirnos nada esa tarde gris, fueron puestos los primeros puntos a las cicatrices de mi alma.
Fue justo como lo soñamos los dos: después de estar así recostados, hablamos sobre literatura, teatro y películas. Era hermoso, pero también demasiado triste. 
 Era nuestro único encuentro. Después de eso, ella se iría y simplemente me reemplazaría. 
 Pero bueno…ya debería estar acostumbrado ¿Verdad?
 Suspiré mientras la acariciaba.
 -¿Que pasa, alumno?
 -Estoy feliz…pero sé que después de esto te vas a ir ¿No? Es solo hoy, y después ya no nos vamos a volver a ver.
 -¿Qué?
 -O sea…¿No es que vos solo estabas una vez con un hombre? ¿Solo un encuentro y después te ibas?
-¡No!-dijo ella, sonriendo y sorprendida-. ¿Te pensabas que ese era mi Modus Operandi? Pero si todo apuntaba a que íbamos a seguir…Yo decía que vuelvo a mi casa rápido, nada más.
 No podía creerlo: estuve confundido por un momento, ya estaba tan resignado que no esperaba ese giro, fue casi una escena cómica, creo que me reí. Nos abrazamos y besamos.
 Y poco a poco la calentura volvió.
 Todo es confuso acá de vuelta: sé que volvió a montar mi verga sin forro, porqué recuerdo que estaba recostado y ella al pie de la cama cuando me contó que desde hace un par de años había dejado de tomar pastillas anticonceptivas por la menopausia, y yo le conté que, de todas formas, no importaba, porqué yo me había hecho la vasectomía.
 Visto en retrospectiva, es increíble la forma ciega en la que confiamos en el otro desde el primer momento. ¿Quizás fuimos ingenuos?
Es posible, pero tampoco era una relación normal de amantes. Era mejor.
 Era nuestra burbuja.
 La hice acabar tantas veces cómo pude con mis dedos, mi lengua y mi pija.
 Explotaba sus puntos débiles, la masturbaba al tiempo que lamía sus hombros, ella respiraba más fuerte, pero escondía la cara para tapar su placer y al final gritaba imaginando que alguien la escuchaba.
 Al terminar de pajearla la volvía a chupar, mi lengua iba de su sexo a su ano y de su ano a su sexo, me fascinaba que el sabor ácido de su sexo se mezclara con la amargura deliciosa de su ano, le comía la concha como un buen alumno pajero masturbándole el clitoris con mi boca mientras mis dedos subían y bajaban en su sexo, entrenándola a sentir placer conmigo, corrompiéndola, volviéndola mi puta inmoral.
 No estoy seguro en cuantas posiciones cogimos, mi Amor, sé que me volviste a montar porque tengo grabada la sensación de tenerte encima mío, mi pija en tu concha apretada y mojada, y una de mis manos en tu culo, para que sintieras tu ano de casada ser dedeado mientras mi montabas mi verga y mi lengua iba a tus hombros sensibles, la llave de tus placeres…
 ¿Qué te dije en esos momentos? 
 ¿Te dije cómo me calentabas? 
 ¿Te dije lo perfecta que sos, cómo adoro tu cuerpo y tu inteligencia?
 ¿Cómo me calienta nuestra diferencia de edades?
 ¿Te pregunté si te gustaba ser cogida sin forro?
 Creo que esto último me lo respondiste con tus gritos, es cómo si tu instinto desde el primer momento hubiera querido saciarse con mi verga desnuda, y yo con tu sexo expuesto.
 Es posible que esa fuera la primera vez que cogiéramos en 4. En misionero. La primera vez que vi tu cara desde arriba mientras te penetraba, la primera vez que bombée mi verga mirando tu culo grande y tu espalda exquisita, hasta que mi calentura por tu cuerpo y mente de Reina Milf fueron demasiado grandes para ser controlados, y te cumplí una de mis promesas perversas.
 Estabas recostada boca arriba, me subí a horcajadas sobre vos y me pajee furiosamente, cómo lo había hecho leyéndote y mirando las fotos que me mandabas mientras tu marido estaba cerca. La ternura se había borrado, solo estaba un pendejo irrespetuoso y caliente pajeandose en la cara de su casada trola, gozando de verle las tetas, la boca, de tocarse la pija sabiendo que la había metido sin forro de la forma más obscena.
 La leche salió a chorros. Espesos. Calientes. Intensos.
 No podía creer la visión. 
 Por la cogida que le había dado, mi Profesora había terminado con la piel colorada, y los chorros espesos ahora goteaban cayendo despacio por su cara enchastrada. Y, aún así, con sus tetas y su cara humillados por mi semen caliente, y con una expresión algo perversa, lograba mantener una elegancia erótica y una dignidad casual.
 -Que prolijo, mi Alumno-me dijo ella, y me felicitó por apuntar tan bien mi waska en su cara, tetas y cuello.
-Usted se lo merece por sus clases, mi Profesora.
Ella soltó una risa entre dientes.
-Que lindo ser reconocida así por mis esfuerzos. Y después los docentes nos quejamos de que no nos reconocen ¿No?
 El tiempo se nos estaba agotando. Nos dimos una ducha juntos, y volvimos a hablar sobre literatura mientras el agua caía sobre nosotros y nuestras pieles se juntaban. 
 Fue justo como lo fantaseamos.
 Intenté penetrarla en otros ángulos, pero no lo conseguí esa vez. A fin de cuentas, era nuestra primera vez, y en las primeras veces siempre se explora el cuerpo del otro, siempre hay algo de incomodidad por más calentura que haya. 
 Pero, para ser una primera vez, había sido un fuego.
 En la salida parecíamos dos viejos amigos más que una pareja de amantes.
 Hablábamos sobre series, ella me contaba las series que su hija miraba y, ahora que lo pienso, es asombroso que pudiéramos tener ese nivel de intimidad también.
 Era de noche ya.
 Pedimos un taxi. Era mejor que cualquier uber. Los taxis no dejan rastros digitales. Eran anónimos y clandestinos.
 Fuimos charlando de música en el camino. Ella se bajó a unas cuadras de su destino original. Quizás no confiaba lo suficiente en mí para acercarme a su casa, por experiencias pasadas.
O quizás simplemente no quería arriesgarse a que nos vieran.
 Le pedí que me avisara cuando llegara. Yo le prometí lo mismo.
 Ella bajó, y yo volví a casa.
No recuerdo como.
Hablamos después por chat, mientras su hija y marido dormían.
 Dijo que le terminó doliendo el cuerpo, pero que era el dolor más lindo. Después de hablar de temas relacionados con música y cultura, ella agregó “A pesar del baño siento su olor en mi cuerpo aún hermoso alumno”
-Que divino eso, profesora…yo todavía siento sus caricias sobre mi piel./Y la sensación de tu hermoso cuerpo en mi lengua.
-La lengua más sensual del planeta-respondió ella-Que fue “abusada” por mi cuerpo jajaja.
-Amo que me hayas abusado así, profesora, y adoro haber acosado tu hermoso cuerpo con mi boca y haberte escuchado gemir así.
-Una seguidilla de orgasmos y gritos importantes me generó alumno. Hace mucho no me pasaba eso.
Íbamos alternando ternura, perversión y charlas sobre libros. En un momento le dije:
 -Y amé compartir ese momento de tranquilidad en el que hablamos, y que volvió a encender mi calentura por vos.
 -Jajajaj se dio como lo pensamos varias veces./En el medio de una charla teórica/Besos y manos descontroladas/Jajaajaj
 -Que hermoso que mis manos perdieran el control con vos mientras te besaba el cuello y te escuchaba gemir en mi oído.
 -Sii me encantó gemir en tus oídos.
 -Y a mi provocar esos gemidos./Y en el medio de la nada agarrarte, darte vuelta y besar tu culo perfecto, y ver como te entregabas a ese placer.
 -Me encantó también sus gemidos me calentaron mucho./Ahí también pido perdón por mi culo. Abusó de vos./Bastante.
 -Jajajajajaj! No estoy seguro de que haya sido así…pero no hace falta pedir perdón.
-Jakjajaja
-Y adoré que nos pudieramos reír en el medio  de todo.
-Culo de la profe abusadora./Siiii
-Te lo volvería a chupar ahora si lo tuviera delante.
 -Ah pero tampoco se cansa ud de mi??
 -Quedo agotado…pero no es lo mismo que cansarse./Es como que todo tu ser me causa una profunda adicción.
 -Es cierto./ Y su ser me causa adicción tb.
-Amo que sea así, profesora. Adoro provocarte, calentarte y hacerte gozar hasta ser tu adicción.
 -Es que ya conocía y confirmo./Mis puntos débiles/Que con sus dedos y boca sensual/Atacaron a la perfección/Es loco porqué en otras situaciones a otras personas le llevo mucho tiempo descubrirlos o hasta ni llegaron/Y ud en unas hs ya/Lo felicito.
 Sos mi estímulo por tantos años de docencia, me dijo.
 Nos dijimos mucho más, claro, pero en las clases y los relatos tiene que haber un recorte.
 Y el recorte de hoy llega hasta acá. 
 Hasta la próxima clase.

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