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Viene del Post anterior: La MIL más Deseada [09] - Parte 1.
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—Hola, mamá, —saludó Julián.
Diana se sobresaltó. Estaba en la cama, completamente desnuda, haciéndose una magnífica paja con el consolador.
—Perdón por interrumpir, —se apresuró a decir Julián—. Pero la puerta estaba abierta…
—Está bien, Julián… ya no me interrumpís, no voy a dejar de pajearme porque vos aparezcas… al menos esta vez avisaste.
El chico se quedó mirando cómo su mamá se metía el consolador con total naturalidad, como si él no estuviera allí. La verga se le puso dura al instante, los ojos de Diana se clavaron en el bulto de ese pantalón.
—Quería decirte que estoy organizando algo, para una futura sesión de fotos.
—¿De qué se trata? —La rubia tenía las piernas bien abiertas y la concha toda mojada, el consolador entraba y salía, como si estuviera teniendo sexo con su amante.
—Bueno, tus fotos con la verga en la boca gustaron mucho. Incluso ya nos están pagando más. Dicen que ahora sos una modelo con más “categoría”, así que todas tus fotos valen más… incluso aquellas en las que tenés la lencería puesta.
—¡Qué bueno! Eso me alegra mucho… ¡uffff!! —Ella gimió mientras se penetraba hasta el fondo con el dildo.
—Sí, pero también me comentaron que si querés subir de “categoría” deberías sacarte fotos con una verga penetrándote en la concha. —Diana se detuvo en seco, y se quedó mirando a su hijo—. Esperá… antes de que digas algo te aviso que no pretendo que te dejes penetrar por mí… sino por otro hombre.
—¿Y por quién? ¿Alguno de tus amigos?
—No, antes de eso prefiero morirme de hambre. Me refiero a un modelo.
—Pero vos dijiste que no nos conviene contratar un modelo.
—Eso es cierto, de entrada no nos conviene… pero haría que vos subieras de categoría… y nos pagarían más en el resto de las fotos. Así que, haciendo cálculos, a la larga sí nos conviene.
—Creo que ya voy entendiendo. Perderíamos algo de dinero en ese pack, pero luego ganaríamos más.
—Exacto…
—Entonces sí nos conviene. ¿Pero de dónde pensás sacar un modelo?
—Eso es lo más fácil. La misma organización de la web tiene una plantilla de modelos. Estuve viendo y hay algunos que viven en esta misma ciudad. Es sólo cuestión de contratarlos y organizar para que vengan algún día.
—Pero… no sé… no me hace sentir cómoda meter a un desconocido en esto. ¿Qué va a pasar si a él no le agrada saber que mi propio hijo me saca fotos eróticas?
—Es que no tiene por qué enterarse de eso. Le podemos decir que soy un amigo tuyo… o lo que sea. Él sólo vendría a sacarse fotos y listo.
—Pero Julián… no sé cómo me sentiría yo, al modelar con alguien que no conozco. Me daría mucha vergüenza. —Diana no fue honesta con su hijo, su principal miedo no era inhibirse ante un desconocido, temía que le ocurriera todo lo contrario. La fantasía de tener sexo con un completo desconocido siempre la había excitado.
—Sí, lo sé… y no te voy a obligar a hacerlo. Vos sos la que decide.
—Es que… si nos van a pagar más, a la larga… no tengo otra opción. Tengo que hacerlo. Sé que este trabajo no va a ser eterno, por eso tengo que esforzarme lo más posible ahora…
—Entonce… ¿organizo la cita con el modelo?
—Emm… supongo que sí… si yo no me animo a hacer nada, entonces le pediré disculpas. Pero prefiero decidirlo cuando el tipo esté acá.
—Me parece perfecto.
Los ojos de Julián estaban fijos en la sonrosada concha de la rubia, que ya volvía a retomar el ritmo de su masturbación. Tener un espectador hizo que Diana se excitara aún más, ya de por sí era bueno masturbarse con el consolador, y mucho mejor era si lo hacía en presencia de alguien. Que ese alguien fuera su propio hijo le causaba un morbo extra que no podía comprender del todo. Aunque suponía que se debía a que era una práctica prohibida, ninguna madre en su sano juicio debería masturbarse frente a su hijo; pero ella ya tenía un vínculo diferente con Julián. Un vínculo que se basaba en una creciente confianza.
La rubia levantó las piernas, y flexionó las rodilla hasta que estuvieron cerca de su cabeza, como si estuviera esperando a que un amante se le echara encima y la cogiera, quitó el consolador y se abrió la concha con los dedos, mostrándole todo el húmedo interior a Julián.
A él se le puso dura la verga e instintivamente comenzó a masajearla por encima del pantalón. Admiró la forma en la que su madre se brindaba placer, y entendió que él estaba invitado a participar, aunque fuera como un mero espectador. Liberó su miembro viril y comenzó a pajearse, imitando el ritmo con el que la rubia se metía el consolador.
Diana dio dos golpecitos en el colchón, indicándole a su hijo que se acercara más. Así lo hizo Julián, que quedó de rodillas en la cama, junto a ella. A la rubia le bastó con estirar un poco su brazo derecho para poder alcanzar la verga de su hijo. Sin pensárselo dos veces, comenzó a acariciarla.
Julián, instintivamente, se acercó más a su madre. Cuando vio que el consolador abandonaba esa jugosa vagina, acercó su propia mano y acarició el clítoris de su madre. Diana cerró los ojos y se mordió el labio inferior, mientras suspiraba de placer. Sus dedos se cerraron con más fuerza alrededor de la verga de su hijo, y en cuestión de segundos allí estaban los dos, masturbándose mutuamente. Julián no se limitó a frotar el clítoris, sino que además se dio el gusto de meter los dedos dentro de la concha de la rubia. La pajeó de la misma forma que lo hubiera hecho con alguna amante, y ella no se resistió ni un poco. Él no entendía qué podía tener que ver esto con las sesiones de fotos, pero tampoco pensaba preguntarlo en voz alta.
Las manos de ambos se movían con cada vez más rapidez y soltura, como si ya hubiera quedado establecido que debían brindarse el máximo placer el uno al otro. Diana se tomó la libertad de gemir, como si la estuvieran cogiendo con fuerza, mientras los dedos de su hijo le dilataban la concha.
De a poco Julián se fue acercando más y más a su madre, hasta que su verga quedó a pocos centímetros de la cara de la rubia.
—¿Te la vas a meter en la boca?
—Mmm… sólo si sirve para las fotos —dijo ella, en un pequeño arrebato de cordura.
Julián no quería interrumpir el asunto para ir en busca de su cámara, estaba tan caliente que no podía esperar ni un segundo más, el deseo de tener su verga dentro de la boca de su madre lo volvía loco.
—Pasame tu celular —le dijo, por fin.
—¿Vas a sacar fotos con eso?
—Sí… no quedan tan mal. Tu celu tiene una buena cámara —sospechó que esa excusa no sería suficiente, por lo que agregó:— Estuve pensando en sacarte algunas fotos con celulares, porque hacen que se vean un poquito más “amateur”... más naturales. Eso también le gusta mucho a la gente…
—Puede ser… vos sos el que sabe de esas cosas. —Diana estiró la mano hasta su mesita de luz y tomó el celular, luego se lo alcanzó a su hijo—. Confío en que vas a sacar fotos que podamos vender.
—Quedate tranquila, tengo talento como fotógrafo.
Pensó que tal vez tenía más talento como manipulador, pero en ese momento ya nada le importaba. Con el celular en mano se dispuso para el gran momento.
Diana abrió grande su boca, y sin ningún tipo de preámbulo, se tragó la mitad de la verga. Con los labios apretados miró a su hijo a los ojos, de inmediato el celular se interpuso entre ellos y las fotos comenzaron.
Julián pudo sentir cómo la lengua de su madre se movía para todos lados. Él no sabía si ésto se debía a que ella sólo intentaba acomodar la verga dentro de su boca o si en realidad su intención era brindarle placer. Por el motivo que fuera, su pija palpitaba de emoción. Para colmo la rubia fue buscando nuevas posiciones para su cabeza, lo que la obligaba a chupar la verga, como si realmente la estuviera mamando.
—Me está gustando mucho tu cambio de actitud.
—Te dije que la iba a cambiar —dijo ella, sacando la verga de su boca—. No íbamos a poder seguir con este proyecto si a mí me aterraba cada vez que me metía tu pija en la boca. No es que me agrade demasiado que tengamos que emplear este método, pero de momento es el mejor que tenemos. ¿Ya tenés suficientes fotos?
Diana se apartó, quedando sentada en la cama, aún estaba caliente y quería que los toqueteos siguieran, pero no podía olvidar que ese hombre era su hijo…
—Yo creo que podemos sacar algunas fotos más —dijo Julián—. Es más, digo que vos misma te las podrías sacar.
—¿Yo? ¿Ahora tengo que hacer yo solita todo el trabajo? —Una sonrisa burlona se apoderó del rostro de la rubia.
—No todo… pero estas fotos más al estilo “amateur” podrían sernos muy útiles. Pero lo importante es que vos aprendas a sacarlas bien. Como mínimo que estén más o menos bien encuadradas, y que no se vean borrosas. Ah… y no uses la cámara delantera del celu… suelen ser de menor calidad que las cámaras traseras. Al menos en tu modelo es así.
—Pero yo no soy como esas pendejas que están re entrenadas para sacarse fotos solitas… si yo no me veo en la pantalla, puedo sacar cualquier cosa.
—Por eso yo te voy a ayudar. Vení… parate acá…
Diana obedeció, su hijo le indicó que se pusiera de pie justo frente al gran espejo que ella tenía en su habitación. Julián se paró detrás de ella, tan cerca que su pecho quedó contra la espalda de la rubia.
—Bueno —dijo el chico—, agarrá el celu, ya tiene la cámara prendida. Ayudate con el reflejo del espejo, eso es lo que hacen la mayoría de las personas que se sacan selfies.
Diana consiguió sacar una foto de ella, con su hijo detrás.
—No es tan difícil… —dijo la rubia con una sonrisa.
—No, ¿pero qué tal si a la próxima foto le ponés un poquito de onda? Porque se nota demasiado que estás mirando el reflejo para encuadrar la foto.
—Pero vos me dijiste que mire…
—Sí, pero con onda… con sensualidad… como si estuvieras por mandarle la foto a un amante. Un amante que te va a pagar si la foto es buena.
—Me lo ponés más difícil.
Diana sonrió en cuanto su hijo la rodeó con los brazos, tomándola de la cintura. Él se pegó un poco más al cuerpo de la rubia y ella ya podía sentir esa dura verga posándose en sus labios vaginales. Ésto, en lugar de incomodarla, le brindó una descarga de placer. No había penetración, pero el pene estaba allí, jugueteando con su húmeda cueva, como si pretendiera abrirla del todo e introducirse hasta el fondo. Con esta estimulación a Diana le costó mucho menos lograr una expresión sensual, surgió naturalmente. Sacó dos o tres fotos, mientras las manos de su hijo fueron deslizándose sobre su vientre, hasta llegar a sus grandes tetas. Cuando Julián las estrujó con sus dedos, Diana suspiró de placer y volvió a tomar otra fotografía. Instintivamente comenzó a menear su cadera, provocando que la cabeza de la verga se frotara por toda su concha. Su hijo le pellizcó los pezones con la intensidad justa y necesaria, y a ella le produjo tanto goce, que sin pensarlo dijo:
—Mmmm…. haceme eso en la concha y me mojo toda.
Julián no esperó a una confirmación. Bajó una de sus manos hasta encontrarse con el clítroris de su madre, y lo pellizcó suavemente. Éste provocó un espasmo en la rubia, ella retrocedió un poco y fue allí cuando sintió que la cabeza de la verga le dilataba el agujero de la concha. No entró mucho, tan sólo la puntita, pero fue suficiente para que ella gimiera de gusto.
—Uf… esa pija es peligrosa… lo peor de todo es que ando muy cachonda, y hace rato que tengo ganas de una buena verga.
—Entonces podríamos aprovechar un poco esas ganas…
—¿Qué tenés en mente? Y cuidadito con lo que vas a decir…
—Sólo sacar algunas fotos, desde mi perspectiva… pasame el celu….
—Mmm… bueno, está bien.
Cuando Julián tuvo el celular en su mano, presionó la espalda de la rubia, para que ella se inclinara un poco hacia adelante. Así él pudo ver cómo parte de su verga se perdía entre esas grandes nalgas. Sacó varias fotos, aunque sabía que la iluminación no era muy buena; pero de todas maneras quería tener imágenes de ese momento.
—Abrí la cola, y levantala más —le pidió a su madre.
Ella obedeció, al abrir su cola le dio una perspectiva muy buena a Julián, que ya podía ver la concha de su madre, y la verga que amenazaba con entrar en cualquier momento. Su glande estaba encajado a la perfección en ese orificio, no perdió la oportunidad de fotografiarlo.
—¿Puedo ir un poco más adentro? —Preguntó el chico.
—¿Qué tan adentro? —Que ella no se hubiera negado rotundamente le dio esperanzas a Julián.
—Solamente un poquito… es para las fotos, te aseguro que van a quedar muy bien.
—No sé… no me animo.
—Sólo un poquito, ni lo vas a sentir…
—Con lo grande que tenés la verga, sí que lo voy a sentir.
—¿Entonces no lo hago?
—Sólo un poquito, nada más… y mientras lo hagas, no te olvides de que soy tu madre.
—Perdé cuidado, no me voy a olvidar.
Con la cámara del celular apuntando directamente hacia abajo, Julián comenzó la quirúrgica tarea de introducir su verga en la concha de Diana, sabía que debía ser muy cuidadoso, porque ante la menor amenaza, su madre se apartaría. Presionó suavemente, y de a poco el glande se fue perdiendo en el interior, la humedad de esa vagina lo provocaba mucho, pero se contuvo.
Diana se preguntó qué tan lejos pretendía llegar su hijo con todo este asunto, pero al verse en el espejo, inclinada hacia adelante, con sus grandes tetas colgando, y un hombre arrimándola por detrás, se le vino a la mente el recuerdo del Tano. Él se la había cogido varias veces en esa misma posición, justo delante del espejo. El Tano aseguraba que así ella podía ver cuánta cara de puta tenía cuando alguien le metía una buena verga.
Fue ella misma la que retrocedió otro poco más, el glande consiguió entrar completo, y no sintió ninguna diferencia a cuando el Tano la penetraba de esa manera. Podía ser la verga de su hijo, pero se sentía de maravilla.
Aprovechando la actitud de su madre, Julián hizo el intento de avanzar un poquito más, sin dejar de tomar fotografías. Aún quedaba la mayor parte de su verga por fuera, pero ya podía disfrutar de la agradable presión que ejercía la concha de Diana sobre su glande. Introdujo un poco más. El pecho empezó a palpitarle tanto como la verga, sabía que esa situación le iba a gener mucho estrés sexual, pero no se imaginó que fuera tanto. Al ver cómo iba ganando terreno dentro de la concha de su propia madre, Julián no pudo aguantar la tensión y pasó aquello que no quería que pasara.
Cuando Diana sintió la primera descarga de semen dentro de su concha, su primer impulso fue apartarse, sin embargo la tibieza del líquido, y el recuerdo de las tardes de sexo con el Tano, la hicieron mantenerse en el mismo lugar. Agradeció que su hijo no intentara penetrarla más, pero más agradeció que él no se apartara, y que su verga siguiera escupiendo chorros de semen como si no tuviera fin.
Diana no se quedó quieta al recibir tan potentes eyaculaciones en el interior de su concha, sino que empezó a frotarse el clítoris tan rápido como pudo, mientras soltaba gemidos de placer.
—¡Uf… me estás llenando la concha de leche!
Julián no supo qué responder, imaginó que a su madre no le molestaba tanto la situación, porque no había hecho ningún intento por apartarse, y se estaba haciendo tremenda paja. Cuando su verga dejó de escupir semen, el chico dijo:
—Lo lindo va a ser ver cómo te chorrea la concha… cuando saque la verga.
—¡Ay, sí… yo quiero ver eso! Sacá muchas fotos…
—Mejor aún… lo voy a grabar.
—Mmm, qué rico… yo quiero verlo… sacala despacito.
Diana se sentía como una puta barata mentalmente desequilibrada, pero amaba y odiaba esa sensación por partes iguales.
Julián retrocedió lentamente, hasta que toda su verga abandonó ese orificio. Casi al instante la leche emergió, espesa y blanca, chorreando copiosamente de la concha dilatada de la rubia. Diana mantenía sus nalgas bien abiertas, para que el espectáculo se pudiera disfrutar plenamente. No había sentido su concha tan llena de leche desde que el Tano dejó de cogerla. No podía creer que hubiera sido su propio hijo quien replicara para ella esa gratificante sensación.
El semen dibujaba largas líneas blancas que partían del orificio de la concha, y que se desprendían a mitad de camino hacia el suelo, para caer formando un pequeño charco. Diana no aguantó más, tuvo que moverse, se trasladó a la cama, donde se acostó bocabajo, con las piernas bien abiertas. Se metió los dedos en la concha, y éstos quedaron llenos de semen al instante. Comenzó una vez más el acto de masturbación, provocando que más leche saliera de su agujero, mientras Julián grababa toda la escena. Diana usaba ese néctar blanco para lubricar sus dedos y así frotar más su clítoris. La concha escupió las últimas gotas de semen cuando ella llegó a un potente orgasmo. Se sacudió en la cama, y movió la cadera como si se la estuvieran cogiendo. Cuando el último espasmo hubo terminado, quedó rendida de agotamiento.
Julián filmó durante unos pocos segundos más, y luego dio por concluída la improvisada sesión. Se sentó junto a su madre y le dio un poco de tiempo para que se repusiera.
Cuando ella por fin giró la cabeza para mirarlo, él dijo:
—Perdón, fue sin querer…
—Está bien, me di cuenta de que había sido sin querer. Por eso no me enojé.
—¿De verdad no estás enojada?
—Y… ya tuve tu semen en la cara, hasta dentro de la boca… como que no le veo mucho sentido a enojarme por tenerlo dentro de la concha. Me gustó esa idea de sacarme fotos yo misma… pero me vas a tener que enseñar a hacerlo, y va a ser mejor que vos estés presente, para ayudarme a acomodar el celu.
—Genial —dijo Julián, con una gran sonrisa—. Me alegra que te haya gustado, porque de verdad creo que podemos vender estas fotos… y el video también. El video quedó genial… es muy…
—¿Porno?
—Sí, podría decirse que sí.
—Qué bien… y lo bueno es que lo tengo en mi celular, para poder mirarlo cuando quiera.
—¿Te gusta mirar porno?
—Antes te hubiera dicho que no… pero ahora, siendo honesta, te digo que sí me gusta… aunque no soy buena buscando porno de calidad.
—En eso te puedo ayudar yo…
—Ya me imagino que vos debés ser un pajero experto…
—Mirá quién habla de pajera… hasta tengo la prueba en video.
Diana se rió a carcajadas.
—Es cierto, soy muy pajera, y a mucha honra. Después buscame algunos videos porno que estén buenos…
—¿Y qué te gustaría ver?
—No sé, sorprendeme… mostrame aquellos que te gusten a vos. Quién sabe, tal vez hasta saquemos algunas ideas para nuestras sesiones de fotos. Lo llamaremos “estudio de mercado” —ella guiñó un ojo.
—Genial, me gusta verte tan comprometida con la causa.
—Lo estoy, creeme que lo estoy. De lo contrario no hubiéramos llegado tan lejos con esto.
—3—
Julián dedicó los siguientes días a preparar el encuentro con el modelo, aunque también siguió deleitándose con el cuerpo de su madre. Una vez la vio caminando por la casa, vistiendo un erótico conjunto de ropa interior, y sin pensárselo demasiado, él sacó su verga y empezó a hacerse la paja mirando fijamente el culo entangado de su madre. Cuando Diana se dio vuelta se sorprendió al ver lo que hacía su hijo, pero enseguida le sonrió y le guiñó un ojo. Ella sabía de antemano que usar esa ropa podría despertar en su hijo ganas de hacerse una paja, y tal vez esa fuera su intención desde el principio. Tenía ganas de ver una buena verga bien dura, para acordarse de su amante. Diana tuvo una idea que unos meses atrás hubiera rechazado de inmediato, pero que ahora ni siquiera la pensó dos veces. Se sentó en el sillón más cercano al sofá en el que estaba su hijo. Abrió las piernas y le mostró cómo la tanga se le metía toda en la concha. Julián se pajeó con más ganas, manteniendo la mirada fija en los lampiños labios vaginales. La rubia comenzó a acariciarse las tetas de forma sensual, y antes de que sus pezones se pusieran duros, ya había hecho a un lado la tanga. Empezó a frotarse el clítoris, mientras se relamía los labios y miraba la pija de su hijo. La temperatura se le subió de forma inmediata. No estaban sacando fotos, simplemente se estaban pajeando uno frente al otro… como si fuera lo más normal del mundo. Pero en realidad ninguno de los dos lo sentía como algo “normal”. Notaban lo morboso del asunto y eso los excitaba aún más, aunque si alguien les preguntaba al respecto, lo negarían.
Diana se tomó la libertad de gemir apasionadamente mientras se colaba los dedos en la concha. Ésto excitó tanto a Julián que supo que llegaría al clímax antes de lo previsto. El chico se puso de pie, sin dejar de sacudirse la pija. Diana estaba sentada, con las piernas bien abiertas y la cabeza echada hacia atrás. Julián apuntó y dejó que todos los chorros de semen fueran a parar a la cara y a las tetas de su madre. Ella sintió el tibio líquido y dejó la boca semi abierta. Por todos los chorros que recibió, supo que su hijo la había dejado bien llena de leche, y ésto la puso a mil. Ella también llegaría al clímax antes de lo previsto.
Julián no tenía intenciones de sacar fotos, pero su madre se veía tan hermosa, allí, con la concha bien abierta y con el cuerpo cubierto de líneas irregulares de semen, que quiso guardar esa imagen para la posteridad… y tal vez para enviarla a la agencia alemana. Fue a su cuarto a buscar la cámara, y luego tomó varias fotos de Diana, mientras ella se masturbaba con ferocidad.
Cuando la rubia acabó, abrió los ojos y vio a su hijo tomando fotos. Eso la tranquilizó, por un momento había pensado que Julián le había acabado de esa manera sólo por mera calentura, pero no… era por el bien del trabajo que realizaban juntos. Esas fotos se venderían de maravilla.
—4—
Al día siguiente Julián entró al cuarto de su madre, media sonrisa se dibujó en su rostro al verla completamente desnuda; estaba frente al espejo, admirándose a sí misma. La piel de la rubia no alcanzaba a reflejar su edad, y Julián podía comprender perfectamente por qué Diana había llegado a ganar tantos seguidores en la web alemana. Él mismo se sentía afortunado de poder contemplar tanta belleza.
—¿Pasa algo? —Preguntó Diana, mirando a su hijo a través del espejo.
—Nada, sólo quería saber hasta dónde llega tu narcisismo.
—¿Te parezco narcisista? —A ella no le molestó el comentario, sino todo lo contrario, le causó cierta gracia.
—Y… estás mirándote desnuda en el espejo, como si quisieras tener sexo con vos misma.
—¿Y qué te hace pensar que quiero tener sexo con una mujer?
—No dije “una mujer”, dije “vos misma”, que no es lo mismo. No te imagino en una actitud lésbica, pero sí te estás volviendo algo narcisista.
Diana miró el reflejo de los ojos de su hijo, ella permaneció inmóvil, con su sonrisa iluminándole el rostro. Le agradó notar que Julián la recorría con la mirada.
—Tal vez siempre fui un poquito narcisista —dijo Diana—. El problema es que toda la vida me atacaron, por ser muy linda… llegué al punto de ver la belleza como algo obsceno.
—Eso no lo entendí nunca —dijo Julián, poniéndose más serio. Ya le resultaba más fácil ver a su madre desnuda, aunque igual sufría cierto arrebato de calentura—. Siempre tuve la idea de que las mujeres hermosas tienen mejor vida, la gente las trata mejor.
—Bueno, no siempre es así. Hay mucha gente envidiosa, que te juzga sin conocerte. Tu papá siempre me trató de maravilla, y nunca me vio como un objeto sexual. Creo que por eso me casé con él. Pero mis hermanas, y otras mujeres de mi familia, siempre pensaron que yo iba a terminar siendo una puta. O que ya lo era. Se llenaban la boca diciendo que yo, seguramente, engañaba a mi marido. —Diana se sentó en la cama, su sonrisa desapareció—. No sabés lo mal que me sentí cuando eso fue verdad, cuando sus insinuaciones eran acertadas. Engañé a mi marido de una forma muy vil, y lo peor de todo es que sí me comporté como una puta… y lo disfruté.
—Hey, que te guste el sexo no te convierte en una puta.
Diana giró al cabeza para ver a su hijo, esta vez sin la intermediación del espejo. Sin que ella se lo hubiera comunicado, Julián había dicho en voz alta aquella misma frase que ella se repitió a sí misma durante años.
—¿De verdad lo pensás así?
—Sí, mamá. Por supuesto. A una mujer le puede gustar mucho el sexo, pero de ahí a ser puta… hay mucha diferencia. Es más, yo tengo una teoría al respecto.
—Me gustaría escucharla —ella le dio dos golpecitos a la cama, invitando a su hijo a sentarse a su lado.
Julián se sentó muy cerca de ella y comenzó a acariciarle una pierna. Diana inclinó la cabeza y la apoyó sobre el hombro de su hijo.
—Ya me queda claro que tus hermanas fueron algo crueles con vos —Diana asintió, en silencio—. Para colmo ellas no son nada lindas, es como que toda la belleza la heredaste vos. Entiendo por qué son tan envidiosas, a vos te tocó todo lo mejor, y ellas nada.
—Es cierto.
—Entonces hicieron algo para joderte: tratarte como una puta. Sos hermosa y seguramente tuviste miles de propuestas de hombres. Desde el punto de vista de ellas vos seguramente aceptabas todas esas propuestas. Te acostabas con cualquiera que te invitara a la cama… bueno, desde su punto de vista. Porque en la realidad hacías todo lo contrario.
—Eso también es cierto. Quitando todo lo que pasó con el Tano, y con las experiencias que te conté, prácticamente con el único que tuve sexo antes de eso fue con tu padre. Hubo algún otro amante por ahí, pero me sentía mal acostándome con ellos. Con tu padre me sentí cómoda.
—Y sí, te sentías mal porque esos amantes sí te habrán visto más como un objeto sexual, y si vos disfrutabas del sexo, entonces le dabas la razón a tus hermanas: eras una puta. Creo que pocas veces pudiste disfrutar del sexo a pleno, por miedo a que tus hermanas tuvieran razón.
—Lo peor es que cuando el Tano me cogió, me sentí muy bien. Unos días después de una de sus tantas cogidas, vi a mis hermanas… y ellas insinuaron, como tantas otras veces, que yo seguramente tenía un amante; porque era obvio que mi marido era incapaz de complacerme. Esa fue la primera vez que acertaron. Me sentí horrible. Tuve que volver a casa, porque quería llorar. Pero justo ese mismo día me visitó otra vez el Tano… y me pegó una cogida tremenda, me puso de rodillas, me metió la pija en la boca… me cogió en cuatro… me dijo puta y me hizo gritar como una puta…
—Y…
—Y yo me sentí bien. Lo disfruté mucho. Por extraño que te parezca, fue como una liberación para mí… siempre me aterró la idea de que mis hermanas tuvieran razón conmigo. Pero la tenían. Soy una puta… me encantó que un tipo me cogiera una y otra vez, a pesar de estar casada. Fueron las mejores cogidas de mi vida… y parecían salidas de una película porno. Nada que ver al sexo “romántico” que tenía con tu padre. Ésto era pornografía pura y dura. Yo… hasta le suplicaba que me cogiera más fuerte, le pedía por favor que me llenara toda de leche. Para mí era maravilloso poder sentirme así… pero pasaban las horas, me enfríaba, y llegaba la culpa.
—Y ahí es adonde quería llegar con mi teoría —dijo Julián—. Vos nunca te permitiste disfrutar del sexo, sin culpas. Seguramente siempre que la pasaste bien con el sexo, te acordaste de tus hermanas.
—Así es.
—Y bueno, como nunca habías podido disfrutar de buen sexo, y me refiero a la clase de sexo que te hiciera sentir realmente deseada, te soltaste con el Tano. Con él dejaste salir todos esos años que llevabas esperando por una buena cogida.
Diana sonrió una vez más.
—Es muy cierto lo que decís, Julián. Tu padre siempre me trató como a una dama… me respetó siempre, incluso en la cama. Pero yo no me animé nunca a decirle que, de vez en cuando, podía tratarme como a una puta… sin tanto respeto. Quería que me cogieran bien cogida. Y el Tano lo hizo. Él me dio esa otra parte que faltaba en mi vida. Aunque al final la culpa pesó más, y dejé de verlo.
—Pero sí que disfrutaste con él…
—Sí, totalmente.
—Creo que si papá hubiera sabido de tu amante… si lo hubieran hablado bien… tal vez él lo hubiera permitido. A vos te adoraba. Él con vos se ganó la lotería, y no creo que hubiera estado dispuesto a perderte por un motivo como el sexo.
—¿Sabés una cosa? Una vez tu papá me hizo esa sugerencia… fue después de haber estado con el Tano.
—¿Qué te sugirió?
—Él me dijo que si yo necesitaba… experimentar con otras personas, entonces él lo entendería.
—Claro, porque él habrá sabido mejor que nadie que vos eras mucha mujer, como para que él pudiera complacerte en todo.
—Sí, creo que así me vio. Pero bueno, yo fui una boluda puritana, y le dije que no, que sexualmente estaba complacida. Cosa que era mentira. Yo a tu padre lo amé mucho, pero él no podía brindarme tanto placer sexual como yo andaba buscando. Yo necesitaba un hombre como tu padre, que fuera así de bueno… pero que me cogiera como lo hacía el Tano. Que de vez en cuando me faltara un poquito el respeto, y que me cogiera como a una puta.
—¿Por eso te está gustando esto de sacarte fotos porno? ¿Porque sabés que hay hombres que te van a ver como una puta?
—En parte sí. O sea, no sé si me gustaría ser una puta de tiempo completo… pero un ratito sí… me gusta ¿tiene eso algo de malo?
—Claro que no. Es obvio que vos necesitás sentirte así de vez en cuando. Y no le veo nada de malo.
—Muchas gracias, Julián. Me sentía bien, pero ahora me siento de maravilla. Me hizo muy bien charlar con vos. Y te pido perdón si a veces termino pasándome un poquito con los “jueguitos sexuales”, sé que sos mi hijo, eso no se me olvida nunca; pero ando tan necesitada de ese tipo de atención, que se me nubla la cabeza.
—Si te referís a lo que pasó hace unos días, entonces te digo que a mí no me molestó, para nada. Me gusta tener ese tipo de confianza con vos. Sé que no sería lo más apropiado en una relación de madre e hijo normal, pero nuestra relación es diferente. Porque además soy tu fotógrafo… y hacés fotos porno. O sea…
—Sí, entiendo… las cosas nos fueron llevando a otro nivel de confianza. A mí también me gusta… mucho; aunque a veces me asusta… porque termino haciendo algunas cosas sin considerar mucho lo graves que son.
—Pero también demostraste que sabés cuándo poner límites.
—Eso es cierto, aunque tal vez los límites deberían llegar un poquito antes.
—Puede ser… pero a mí no me gustaría que perdiéramos la confianza que nos tenemos ahora. Me encanta que podamos hablar de sexo sin ningún tipo de filtro.
—Sí, a mí también me encanta… y me excita. No porque seas mi hijo, es excitante tener una persona a la que le puedas contar cualquier barbaridad sexual que se te pasa por la cabeza. Una persona que no te va a juzgar.
—Sí, esa es otra parte buena, pero lo mejor es la confianza de poder hacer ésto:
La mano que Julián tenía sobre la pierna de su madre se deslizó rápidamente hacia arriba. Llegó hasta la lampiña concha, la acarició rápidamente, y sin pedir permiso, introdujo su dedo mayor en ese hueco húmedo y libidinoso. Diana soltó un suspiro de placer. Ella no dijo nada, lo que indicó a Julián que no le estaba molestando la situación. El chico movió lentamente el dedo, como si estuviera explorando el interior de esa cueva de paredes suaves y húmedas, la rubia separó aún más sus piernas.
—Por si no quedó claro —dijo Julián—, ésto lo estoy haciendo para prepararte para la sesión de fotos.
—Sí… sí… así lo entendí —mintió Diana. Hasta ese entonces no recordó que su hijo tenía planeada una nueva sesión de fotos para ese día. Se tranquilizó al escuchar el verdadero motivo por el cual su hijo la estaba tocando de esa manera, sin embargo no le desagradó demasiado pensar que él la estaba tocando sin motivo alguno—. Si lo que buscás es calentarme, lo estás consiguiendo… es un buen método.
—¿Y cuál sería el mejor método?
—Mmm… no sé, me da un poco de miedo decirlo —el dedo ya no estaba solo dentro la concha, uno más había entrado, para hacerle compañía.
—Pero creo que ya sé cuál es…
Julián se bajó el pantalón lo justo y necesario como para liberar su verga. Ya había ganado un buen tamaño, y con un poco más de estímulo quedaría completamente dura.
—Metétela en la boca —ordenó.
Su madre no puso objeción, respondió automáticamente, como si fuera un ente flotando en un mundo de placer. Inclinó más su cuerpo y bajó la cabeza, manteniendo la boca bien abierta. Se metió casi toda la verga en la boca apretó los labios en torno a ella. Su siguiente acto reflejo fue comenzar a subir y bajar la cabeza, como tantas veces lo había hecho al chuparle la pija al Tano.
La verga de Julián se puso más dura al instante. Bastaron dos subidas y dos bajadas de la boca de la rubia para que la rigidez fuera total. Incluso a él lo había tomado por sorpresa esta actitud. Recordaba lo que su madre había hecho en la última ocasión, pero no imaginó que ahora reaccionaría de esta manera, sin emitir ni una sola queja. Él siguió metiéndole los dedos en la concha, tan hondo como la posición se lo permitía.
Diana parecía tener el cerebro desconectado, y lo único activo era su impulso sexual. Su cabeza volvió a bajar, tragando la verga casi completa, y a pesar de que ya le sentía en su garganta, quiso llegar más allá… y lo logró. Se quedó allí unos segundos, disfrutando el tener ese gran miembro prácticamente entero dentro de la boca, y luego retrocedió lentamente. Cuando llegó a la mitad no siguió sacándola, sino que la tragó otra vez. En esta ocasión retrocedió más rápido, para volver a tragarla.
Julián se sentía en la gloria con lo que su madre estaba haciendo en ese preciso momento. Recordó que a ella le calentaba que la alentaran con palabras sexualmente explícitas, por lo que dijo:
—Eso… chupá. Chupá, que te gusta.
Escuchar eso hizo que Diana volviera a la realidad. Prácticamente le estaba haciendo un pete a su hijo. Ésto la asutó, pero sabía que si retrocedía bruscamente sólo empeoraría la situación. Lo mejor era actuar con naturalidad. Subió y bajó su cabeza un par de veces más, incluso hasta se permitió disfrutarlo. Luego sacó la verga de su boca y miró a Julián con una gran sonrisa.
—Creo que ya estoy lo suficientemente caliente como para empezar la sesión de fotos.
—Excelente. Entonces ahora solamente te falta la ropa. ¿Podrías usar el conjunto de ropa interior negra? Ah, y tu bata… que te queda tan bien.
—Bien, me voy cambiar rápido… para no enfriarme.
—Bueno, yo te espero en el livin.
Julián salió de la pieza, guardando su verga dentro del pantalón. Podía seguir masturbándose, pero ya tendría tiempo para eso.
Diana no tardó más de cinco minutos en estar lista y en reencontrarse con su hijo en el living. Al llegar vio que todas las luces ya estaban preparadas alrededor del sofá.
—¿Empezamos? —Preguntó la rubia con naturalidad.
—Todavía no. Tenemos que esperar a que llegue el modelo.
—¿Qué? —Los ojos de Diana se abrieron mucho—. ¿Viene hoy? ¿Y recién me avisás?
—Sí, te aviso ahora porque sabía que ibas a estar nerviosa todo el día. Preferí dejarte tranquila y avisarte a último momento. ¿Te molesta?
—Em… no… creo que me conocés mejor que yo misma. Hiciste bien en no decirme nada, —ella sonrió—. Así como hiciste bien en engañarme con lo de las fotos. Si me hubieras dicho de entrada que iban a ser totalmente porno, no hubiera aceptado. Pero tuve mi tiempo para considerarlo….
—¿Y qué pensás ahora al respecto?
—Me gusta… ser “modelo porno” tiene su encanto…. me calienta. Ahora estoy muy feliz con mi trabajo. Me agrada excitar a la gente. Me llevó años admitirlo, pero es la verdad.
—Genial, así me gusta. Ah, por cierto… te recuerdo que no le vamos a decir al tipo que vos sos mi mamá. Así que yo te voy a decir Diana todo el tiempo. Y vos decime Julián, nada de “hijo”. ¿Está claro? —Ella asintió con la cabeza al mismo tiempo que el timbre sonó—. Debe ser el modelo. Ya vengo. No te pongas nerviosa, hablé con él y parece un tipo muy buena onda. Además, te va a gustar, tiene la pija grande —le guiñó un ojo a su madre.
Diana se sonrojó, pero no pudo evitar sonreír de oreja a oreja. Todo este asunto del modelo la tenía muy nerviosa, pero ella había hecho sus deberes. Se mentalizó todos los días que iba a tener que sacarse esas fotos con un extraño. Si pudo hacerlo con su hijo, entonces tal vez podría hacerlo con un desconocido. Ella misma sabía que, si las circunstancias eran propicias, no se inhibiría ante un extraño. Hasta le causaba un poco de morbo. Permaneció sentada en su lugar, sin moverse, esperando ansiosa por conocer al modelo que su hijo había contratado.
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Viene del Post anterior: La MIL más Deseada [09] - Parte 1.
—2—
—Hola, mamá, —saludó Julián.
Diana se sobresaltó. Estaba en la cama, completamente desnuda, haciéndose una magnífica paja con el consolador.
—Perdón por interrumpir, —se apresuró a decir Julián—. Pero la puerta estaba abierta…
—Está bien, Julián… ya no me interrumpís, no voy a dejar de pajearme porque vos aparezcas… al menos esta vez avisaste.
El chico se quedó mirando cómo su mamá se metía el consolador con total naturalidad, como si él no estuviera allí. La verga se le puso dura al instante, los ojos de Diana se clavaron en el bulto de ese pantalón.
—Quería decirte que estoy organizando algo, para una futura sesión de fotos.
—¿De qué se trata? —La rubia tenía las piernas bien abiertas y la concha toda mojada, el consolador entraba y salía, como si estuviera teniendo sexo con su amante.
—Bueno, tus fotos con la verga en la boca gustaron mucho. Incluso ya nos están pagando más. Dicen que ahora sos una modelo con más “categoría”, así que todas tus fotos valen más… incluso aquellas en las que tenés la lencería puesta.
—¡Qué bueno! Eso me alegra mucho… ¡uffff!! —Ella gimió mientras se penetraba hasta el fondo con el dildo.
—Sí, pero también me comentaron que si querés subir de “categoría” deberías sacarte fotos con una verga penetrándote en la concha. —Diana se detuvo en seco, y se quedó mirando a su hijo—. Esperá… antes de que digas algo te aviso que no pretendo que te dejes penetrar por mí… sino por otro hombre.
—¿Y por quién? ¿Alguno de tus amigos?
—No, antes de eso prefiero morirme de hambre. Me refiero a un modelo.
—Pero vos dijiste que no nos conviene contratar un modelo.
—Eso es cierto, de entrada no nos conviene… pero haría que vos subieras de categoría… y nos pagarían más en el resto de las fotos. Así que, haciendo cálculos, a la larga sí nos conviene.
—Creo que ya voy entendiendo. Perderíamos algo de dinero en ese pack, pero luego ganaríamos más.
—Exacto…
—Entonces sí nos conviene. ¿Pero de dónde pensás sacar un modelo?
—Eso es lo más fácil. La misma organización de la web tiene una plantilla de modelos. Estuve viendo y hay algunos que viven en esta misma ciudad. Es sólo cuestión de contratarlos y organizar para que vengan algún día.
—Pero… no sé… no me hace sentir cómoda meter a un desconocido en esto. ¿Qué va a pasar si a él no le agrada saber que mi propio hijo me saca fotos eróticas?
—Es que no tiene por qué enterarse de eso. Le podemos decir que soy un amigo tuyo… o lo que sea. Él sólo vendría a sacarse fotos y listo.
—Pero Julián… no sé cómo me sentiría yo, al modelar con alguien que no conozco. Me daría mucha vergüenza. —Diana no fue honesta con su hijo, su principal miedo no era inhibirse ante un desconocido, temía que le ocurriera todo lo contrario. La fantasía de tener sexo con un completo desconocido siempre la había excitado.
—Sí, lo sé… y no te voy a obligar a hacerlo. Vos sos la que decide.
—Es que… si nos van a pagar más, a la larga… no tengo otra opción. Tengo que hacerlo. Sé que este trabajo no va a ser eterno, por eso tengo que esforzarme lo más posible ahora…
—Entonce… ¿organizo la cita con el modelo?
—Emm… supongo que sí… si yo no me animo a hacer nada, entonces le pediré disculpas. Pero prefiero decidirlo cuando el tipo esté acá.
—Me parece perfecto.
Los ojos de Julián estaban fijos en la sonrosada concha de la rubia, que ya volvía a retomar el ritmo de su masturbación. Tener un espectador hizo que Diana se excitara aún más, ya de por sí era bueno masturbarse con el consolador, y mucho mejor era si lo hacía en presencia de alguien. Que ese alguien fuera su propio hijo le causaba un morbo extra que no podía comprender del todo. Aunque suponía que se debía a que era una práctica prohibida, ninguna madre en su sano juicio debería masturbarse frente a su hijo; pero ella ya tenía un vínculo diferente con Julián. Un vínculo que se basaba en una creciente confianza.
La rubia levantó las piernas, y flexionó las rodilla hasta que estuvieron cerca de su cabeza, como si estuviera esperando a que un amante se le echara encima y la cogiera, quitó el consolador y se abrió la concha con los dedos, mostrándole todo el húmedo interior a Julián.
A él se le puso dura la verga e instintivamente comenzó a masajearla por encima del pantalón. Admiró la forma en la que su madre se brindaba placer, y entendió que él estaba invitado a participar, aunque fuera como un mero espectador. Liberó su miembro viril y comenzó a pajearse, imitando el ritmo con el que la rubia se metía el consolador.
Diana dio dos golpecitos en el colchón, indicándole a su hijo que se acercara más. Así lo hizo Julián, que quedó de rodillas en la cama, junto a ella. A la rubia le bastó con estirar un poco su brazo derecho para poder alcanzar la verga de su hijo. Sin pensárselo dos veces, comenzó a acariciarla.
Julián, instintivamente, se acercó más a su madre. Cuando vio que el consolador abandonaba esa jugosa vagina, acercó su propia mano y acarició el clítoris de su madre. Diana cerró los ojos y se mordió el labio inferior, mientras suspiraba de placer. Sus dedos se cerraron con más fuerza alrededor de la verga de su hijo, y en cuestión de segundos allí estaban los dos, masturbándose mutuamente. Julián no se limitó a frotar el clítoris, sino que además se dio el gusto de meter los dedos dentro de la concha de la rubia. La pajeó de la misma forma que lo hubiera hecho con alguna amante, y ella no se resistió ni un poco. Él no entendía qué podía tener que ver esto con las sesiones de fotos, pero tampoco pensaba preguntarlo en voz alta.
Las manos de ambos se movían con cada vez más rapidez y soltura, como si ya hubiera quedado establecido que debían brindarse el máximo placer el uno al otro. Diana se tomó la libertad de gemir, como si la estuvieran cogiendo con fuerza, mientras los dedos de su hijo le dilataban la concha.
De a poco Julián se fue acercando más y más a su madre, hasta que su verga quedó a pocos centímetros de la cara de la rubia.
—¿Te la vas a meter en la boca?
—Mmm… sólo si sirve para las fotos —dijo ella, en un pequeño arrebato de cordura.
Julián no quería interrumpir el asunto para ir en busca de su cámara, estaba tan caliente que no podía esperar ni un segundo más, el deseo de tener su verga dentro de la boca de su madre lo volvía loco.
—Pasame tu celular —le dijo, por fin.
—¿Vas a sacar fotos con eso?
—Sí… no quedan tan mal. Tu celu tiene una buena cámara —sospechó que esa excusa no sería suficiente, por lo que agregó:— Estuve pensando en sacarte algunas fotos con celulares, porque hacen que se vean un poquito más “amateur”... más naturales. Eso también le gusta mucho a la gente…
—Puede ser… vos sos el que sabe de esas cosas. —Diana estiró la mano hasta su mesita de luz y tomó el celular, luego se lo alcanzó a su hijo—. Confío en que vas a sacar fotos que podamos vender.
—Quedate tranquila, tengo talento como fotógrafo.
Pensó que tal vez tenía más talento como manipulador, pero en ese momento ya nada le importaba. Con el celular en mano se dispuso para el gran momento.
Diana abrió grande su boca, y sin ningún tipo de preámbulo, se tragó la mitad de la verga. Con los labios apretados miró a su hijo a los ojos, de inmediato el celular se interpuso entre ellos y las fotos comenzaron.
Julián pudo sentir cómo la lengua de su madre se movía para todos lados. Él no sabía si ésto se debía a que ella sólo intentaba acomodar la verga dentro de su boca o si en realidad su intención era brindarle placer. Por el motivo que fuera, su pija palpitaba de emoción. Para colmo la rubia fue buscando nuevas posiciones para su cabeza, lo que la obligaba a chupar la verga, como si realmente la estuviera mamando.
—Me está gustando mucho tu cambio de actitud.
—Te dije que la iba a cambiar —dijo ella, sacando la verga de su boca—. No íbamos a poder seguir con este proyecto si a mí me aterraba cada vez que me metía tu pija en la boca. No es que me agrade demasiado que tengamos que emplear este método, pero de momento es el mejor que tenemos. ¿Ya tenés suficientes fotos?
Diana se apartó, quedando sentada en la cama, aún estaba caliente y quería que los toqueteos siguieran, pero no podía olvidar que ese hombre era su hijo…
—Yo creo que podemos sacar algunas fotos más —dijo Julián—. Es más, digo que vos misma te las podrías sacar.
—¿Yo? ¿Ahora tengo que hacer yo solita todo el trabajo? —Una sonrisa burlona se apoderó del rostro de la rubia.
—No todo… pero estas fotos más al estilo “amateur” podrían sernos muy útiles. Pero lo importante es que vos aprendas a sacarlas bien. Como mínimo que estén más o menos bien encuadradas, y que no se vean borrosas. Ah… y no uses la cámara delantera del celu… suelen ser de menor calidad que las cámaras traseras. Al menos en tu modelo es así.
—Pero yo no soy como esas pendejas que están re entrenadas para sacarse fotos solitas… si yo no me veo en la pantalla, puedo sacar cualquier cosa.
—Por eso yo te voy a ayudar. Vení… parate acá…
Diana obedeció, su hijo le indicó que se pusiera de pie justo frente al gran espejo que ella tenía en su habitación. Julián se paró detrás de ella, tan cerca que su pecho quedó contra la espalda de la rubia.
—Bueno —dijo el chico—, agarrá el celu, ya tiene la cámara prendida. Ayudate con el reflejo del espejo, eso es lo que hacen la mayoría de las personas que se sacan selfies.
Diana consiguió sacar una foto de ella, con su hijo detrás.
—No es tan difícil… —dijo la rubia con una sonrisa.
—No, ¿pero qué tal si a la próxima foto le ponés un poquito de onda? Porque se nota demasiado que estás mirando el reflejo para encuadrar la foto.
—Pero vos me dijiste que mire…
—Sí, pero con onda… con sensualidad… como si estuvieras por mandarle la foto a un amante. Un amante que te va a pagar si la foto es buena.
—Me lo ponés más difícil.
Diana sonrió en cuanto su hijo la rodeó con los brazos, tomándola de la cintura. Él se pegó un poco más al cuerpo de la rubia y ella ya podía sentir esa dura verga posándose en sus labios vaginales. Ésto, en lugar de incomodarla, le brindó una descarga de placer. No había penetración, pero el pene estaba allí, jugueteando con su húmeda cueva, como si pretendiera abrirla del todo e introducirse hasta el fondo. Con esta estimulación a Diana le costó mucho menos lograr una expresión sensual, surgió naturalmente. Sacó dos o tres fotos, mientras las manos de su hijo fueron deslizándose sobre su vientre, hasta llegar a sus grandes tetas. Cuando Julián las estrujó con sus dedos, Diana suspiró de placer y volvió a tomar otra fotografía. Instintivamente comenzó a menear su cadera, provocando que la cabeza de la verga se frotara por toda su concha. Su hijo le pellizcó los pezones con la intensidad justa y necesaria, y a ella le produjo tanto goce, que sin pensarlo dijo:
—Mmmm…. haceme eso en la concha y me mojo toda.
Julián no esperó a una confirmación. Bajó una de sus manos hasta encontrarse con el clítroris de su madre, y lo pellizcó suavemente. Éste provocó un espasmo en la rubia, ella retrocedió un poco y fue allí cuando sintió que la cabeza de la verga le dilataba el agujero de la concha. No entró mucho, tan sólo la puntita, pero fue suficiente para que ella gimiera de gusto.
—Uf… esa pija es peligrosa… lo peor de todo es que ando muy cachonda, y hace rato que tengo ganas de una buena verga.
—Entonces podríamos aprovechar un poco esas ganas…
—¿Qué tenés en mente? Y cuidadito con lo que vas a decir…
—Sólo sacar algunas fotos, desde mi perspectiva… pasame el celu….
—Mmm… bueno, está bien.
Cuando Julián tuvo el celular en su mano, presionó la espalda de la rubia, para que ella se inclinara un poco hacia adelante. Así él pudo ver cómo parte de su verga se perdía entre esas grandes nalgas. Sacó varias fotos, aunque sabía que la iluminación no era muy buena; pero de todas maneras quería tener imágenes de ese momento.
—Abrí la cola, y levantala más —le pidió a su madre.
Ella obedeció, al abrir su cola le dio una perspectiva muy buena a Julián, que ya podía ver la concha de su madre, y la verga que amenazaba con entrar en cualquier momento. Su glande estaba encajado a la perfección en ese orificio, no perdió la oportunidad de fotografiarlo.
—¿Puedo ir un poco más adentro? —Preguntó el chico.
—¿Qué tan adentro? —Que ella no se hubiera negado rotundamente le dio esperanzas a Julián.
—Solamente un poquito… es para las fotos, te aseguro que van a quedar muy bien.
—No sé… no me animo.
—Sólo un poquito, ni lo vas a sentir…
—Con lo grande que tenés la verga, sí que lo voy a sentir.
—¿Entonces no lo hago?
—Sólo un poquito, nada más… y mientras lo hagas, no te olvides de que soy tu madre.
—Perdé cuidado, no me voy a olvidar.
Con la cámara del celular apuntando directamente hacia abajo, Julián comenzó la quirúrgica tarea de introducir su verga en la concha de Diana, sabía que debía ser muy cuidadoso, porque ante la menor amenaza, su madre se apartaría. Presionó suavemente, y de a poco el glande se fue perdiendo en el interior, la humedad de esa vagina lo provocaba mucho, pero se contuvo.
Diana se preguntó qué tan lejos pretendía llegar su hijo con todo este asunto, pero al verse en el espejo, inclinada hacia adelante, con sus grandes tetas colgando, y un hombre arrimándola por detrás, se le vino a la mente el recuerdo del Tano. Él se la había cogido varias veces en esa misma posición, justo delante del espejo. El Tano aseguraba que así ella podía ver cuánta cara de puta tenía cuando alguien le metía una buena verga.
Fue ella misma la que retrocedió otro poco más, el glande consiguió entrar completo, y no sintió ninguna diferencia a cuando el Tano la penetraba de esa manera. Podía ser la verga de su hijo, pero se sentía de maravilla.
Aprovechando la actitud de su madre, Julián hizo el intento de avanzar un poquito más, sin dejar de tomar fotografías. Aún quedaba la mayor parte de su verga por fuera, pero ya podía disfrutar de la agradable presión que ejercía la concha de Diana sobre su glande. Introdujo un poco más. El pecho empezó a palpitarle tanto como la verga, sabía que esa situación le iba a gener mucho estrés sexual, pero no se imaginó que fuera tanto. Al ver cómo iba ganando terreno dentro de la concha de su propia madre, Julián no pudo aguantar la tensión y pasó aquello que no quería que pasara.
Cuando Diana sintió la primera descarga de semen dentro de su concha, su primer impulso fue apartarse, sin embargo la tibieza del líquido, y el recuerdo de las tardes de sexo con el Tano, la hicieron mantenerse en el mismo lugar. Agradeció que su hijo no intentara penetrarla más, pero más agradeció que él no se apartara, y que su verga siguiera escupiendo chorros de semen como si no tuviera fin.
Diana no se quedó quieta al recibir tan potentes eyaculaciones en el interior de su concha, sino que empezó a frotarse el clítoris tan rápido como pudo, mientras soltaba gemidos de placer.
—¡Uf… me estás llenando la concha de leche!
Julián no supo qué responder, imaginó que a su madre no le molestaba tanto la situación, porque no había hecho ningún intento por apartarse, y se estaba haciendo tremenda paja. Cuando su verga dejó de escupir semen, el chico dijo:
—Lo lindo va a ser ver cómo te chorrea la concha… cuando saque la verga.
—¡Ay, sí… yo quiero ver eso! Sacá muchas fotos…
—Mejor aún… lo voy a grabar.
—Mmm, qué rico… yo quiero verlo… sacala despacito.
Diana se sentía como una puta barata mentalmente desequilibrada, pero amaba y odiaba esa sensación por partes iguales.
Julián retrocedió lentamente, hasta que toda su verga abandonó ese orificio. Casi al instante la leche emergió, espesa y blanca, chorreando copiosamente de la concha dilatada de la rubia. Diana mantenía sus nalgas bien abiertas, para que el espectáculo se pudiera disfrutar plenamente. No había sentido su concha tan llena de leche desde que el Tano dejó de cogerla. No podía creer que hubiera sido su propio hijo quien replicara para ella esa gratificante sensación.
El semen dibujaba largas líneas blancas que partían del orificio de la concha, y que se desprendían a mitad de camino hacia el suelo, para caer formando un pequeño charco. Diana no aguantó más, tuvo que moverse, se trasladó a la cama, donde se acostó bocabajo, con las piernas bien abiertas. Se metió los dedos en la concha, y éstos quedaron llenos de semen al instante. Comenzó una vez más el acto de masturbación, provocando que más leche saliera de su agujero, mientras Julián grababa toda la escena. Diana usaba ese néctar blanco para lubricar sus dedos y así frotar más su clítoris. La concha escupió las últimas gotas de semen cuando ella llegó a un potente orgasmo. Se sacudió en la cama, y movió la cadera como si se la estuvieran cogiendo. Cuando el último espasmo hubo terminado, quedó rendida de agotamiento.
Julián filmó durante unos pocos segundos más, y luego dio por concluída la improvisada sesión. Se sentó junto a su madre y le dio un poco de tiempo para que se repusiera.
Cuando ella por fin giró la cabeza para mirarlo, él dijo:
—Perdón, fue sin querer…
—Está bien, me di cuenta de que había sido sin querer. Por eso no me enojé.
—¿De verdad no estás enojada?
—Y… ya tuve tu semen en la cara, hasta dentro de la boca… como que no le veo mucho sentido a enojarme por tenerlo dentro de la concha. Me gustó esa idea de sacarme fotos yo misma… pero me vas a tener que enseñar a hacerlo, y va a ser mejor que vos estés presente, para ayudarme a acomodar el celu.
—Genial —dijo Julián, con una gran sonrisa—. Me alegra que te haya gustado, porque de verdad creo que podemos vender estas fotos… y el video también. El video quedó genial… es muy…
—¿Porno?
—Sí, podría decirse que sí.
—Qué bien… y lo bueno es que lo tengo en mi celular, para poder mirarlo cuando quiera.
—¿Te gusta mirar porno?
—Antes te hubiera dicho que no… pero ahora, siendo honesta, te digo que sí me gusta… aunque no soy buena buscando porno de calidad.
—En eso te puedo ayudar yo…
—Ya me imagino que vos debés ser un pajero experto…
—Mirá quién habla de pajera… hasta tengo la prueba en video.
Diana se rió a carcajadas.
—Es cierto, soy muy pajera, y a mucha honra. Después buscame algunos videos porno que estén buenos…
—¿Y qué te gustaría ver?
—No sé, sorprendeme… mostrame aquellos que te gusten a vos. Quién sabe, tal vez hasta saquemos algunas ideas para nuestras sesiones de fotos. Lo llamaremos “estudio de mercado” —ella guiñó un ojo.
—Genial, me gusta verte tan comprometida con la causa.
—Lo estoy, creeme que lo estoy. De lo contrario no hubiéramos llegado tan lejos con esto.
—3—
Julián dedicó los siguientes días a preparar el encuentro con el modelo, aunque también siguió deleitándose con el cuerpo de su madre. Una vez la vio caminando por la casa, vistiendo un erótico conjunto de ropa interior, y sin pensárselo demasiado, él sacó su verga y empezó a hacerse la paja mirando fijamente el culo entangado de su madre. Cuando Diana se dio vuelta se sorprendió al ver lo que hacía su hijo, pero enseguida le sonrió y le guiñó un ojo. Ella sabía de antemano que usar esa ropa podría despertar en su hijo ganas de hacerse una paja, y tal vez esa fuera su intención desde el principio. Tenía ganas de ver una buena verga bien dura, para acordarse de su amante. Diana tuvo una idea que unos meses atrás hubiera rechazado de inmediato, pero que ahora ni siquiera la pensó dos veces. Se sentó en el sillón más cercano al sofá en el que estaba su hijo. Abrió las piernas y le mostró cómo la tanga se le metía toda en la concha. Julián se pajeó con más ganas, manteniendo la mirada fija en los lampiños labios vaginales. La rubia comenzó a acariciarse las tetas de forma sensual, y antes de que sus pezones se pusieran duros, ya había hecho a un lado la tanga. Empezó a frotarse el clítoris, mientras se relamía los labios y miraba la pija de su hijo. La temperatura se le subió de forma inmediata. No estaban sacando fotos, simplemente se estaban pajeando uno frente al otro… como si fuera lo más normal del mundo. Pero en realidad ninguno de los dos lo sentía como algo “normal”. Notaban lo morboso del asunto y eso los excitaba aún más, aunque si alguien les preguntaba al respecto, lo negarían.
Diana se tomó la libertad de gemir apasionadamente mientras se colaba los dedos en la concha. Ésto excitó tanto a Julián que supo que llegaría al clímax antes de lo previsto. El chico se puso de pie, sin dejar de sacudirse la pija. Diana estaba sentada, con las piernas bien abiertas y la cabeza echada hacia atrás. Julián apuntó y dejó que todos los chorros de semen fueran a parar a la cara y a las tetas de su madre. Ella sintió el tibio líquido y dejó la boca semi abierta. Por todos los chorros que recibió, supo que su hijo la había dejado bien llena de leche, y ésto la puso a mil. Ella también llegaría al clímax antes de lo previsto.
Julián no tenía intenciones de sacar fotos, pero su madre se veía tan hermosa, allí, con la concha bien abierta y con el cuerpo cubierto de líneas irregulares de semen, que quiso guardar esa imagen para la posteridad… y tal vez para enviarla a la agencia alemana. Fue a su cuarto a buscar la cámara, y luego tomó varias fotos de Diana, mientras ella se masturbaba con ferocidad.
Cuando la rubia acabó, abrió los ojos y vio a su hijo tomando fotos. Eso la tranquilizó, por un momento había pensado que Julián le había acabado de esa manera sólo por mera calentura, pero no… era por el bien del trabajo que realizaban juntos. Esas fotos se venderían de maravilla.
—4—
Al día siguiente Julián entró al cuarto de su madre, media sonrisa se dibujó en su rostro al verla completamente desnuda; estaba frente al espejo, admirándose a sí misma. La piel de la rubia no alcanzaba a reflejar su edad, y Julián podía comprender perfectamente por qué Diana había llegado a ganar tantos seguidores en la web alemana. Él mismo se sentía afortunado de poder contemplar tanta belleza.
—¿Pasa algo? —Preguntó Diana, mirando a su hijo a través del espejo.
—Nada, sólo quería saber hasta dónde llega tu narcisismo.
—¿Te parezco narcisista? —A ella no le molestó el comentario, sino todo lo contrario, le causó cierta gracia.
—Y… estás mirándote desnuda en el espejo, como si quisieras tener sexo con vos misma.
—¿Y qué te hace pensar que quiero tener sexo con una mujer?
—No dije “una mujer”, dije “vos misma”, que no es lo mismo. No te imagino en una actitud lésbica, pero sí te estás volviendo algo narcisista.
Diana miró el reflejo de los ojos de su hijo, ella permaneció inmóvil, con su sonrisa iluminándole el rostro. Le agradó notar que Julián la recorría con la mirada.
—Tal vez siempre fui un poquito narcisista —dijo Diana—. El problema es que toda la vida me atacaron, por ser muy linda… llegué al punto de ver la belleza como algo obsceno.
—Eso no lo entendí nunca —dijo Julián, poniéndose más serio. Ya le resultaba más fácil ver a su madre desnuda, aunque igual sufría cierto arrebato de calentura—. Siempre tuve la idea de que las mujeres hermosas tienen mejor vida, la gente las trata mejor.
—Bueno, no siempre es así. Hay mucha gente envidiosa, que te juzga sin conocerte. Tu papá siempre me trató de maravilla, y nunca me vio como un objeto sexual. Creo que por eso me casé con él. Pero mis hermanas, y otras mujeres de mi familia, siempre pensaron que yo iba a terminar siendo una puta. O que ya lo era. Se llenaban la boca diciendo que yo, seguramente, engañaba a mi marido. —Diana se sentó en la cama, su sonrisa desapareció—. No sabés lo mal que me sentí cuando eso fue verdad, cuando sus insinuaciones eran acertadas. Engañé a mi marido de una forma muy vil, y lo peor de todo es que sí me comporté como una puta… y lo disfruté.
—Hey, que te guste el sexo no te convierte en una puta.
Diana giró al cabeza para ver a su hijo, esta vez sin la intermediación del espejo. Sin que ella se lo hubiera comunicado, Julián había dicho en voz alta aquella misma frase que ella se repitió a sí misma durante años.
—¿De verdad lo pensás así?
—Sí, mamá. Por supuesto. A una mujer le puede gustar mucho el sexo, pero de ahí a ser puta… hay mucha diferencia. Es más, yo tengo una teoría al respecto.
—Me gustaría escucharla —ella le dio dos golpecitos a la cama, invitando a su hijo a sentarse a su lado.
Julián se sentó muy cerca de ella y comenzó a acariciarle una pierna. Diana inclinó la cabeza y la apoyó sobre el hombro de su hijo.
—Ya me queda claro que tus hermanas fueron algo crueles con vos —Diana asintió, en silencio—. Para colmo ellas no son nada lindas, es como que toda la belleza la heredaste vos. Entiendo por qué son tan envidiosas, a vos te tocó todo lo mejor, y ellas nada.
—Es cierto.
—Entonces hicieron algo para joderte: tratarte como una puta. Sos hermosa y seguramente tuviste miles de propuestas de hombres. Desde el punto de vista de ellas vos seguramente aceptabas todas esas propuestas. Te acostabas con cualquiera que te invitara a la cama… bueno, desde su punto de vista. Porque en la realidad hacías todo lo contrario.
—Eso también es cierto. Quitando todo lo que pasó con el Tano, y con las experiencias que te conté, prácticamente con el único que tuve sexo antes de eso fue con tu padre. Hubo algún otro amante por ahí, pero me sentía mal acostándome con ellos. Con tu padre me sentí cómoda.
—Y sí, te sentías mal porque esos amantes sí te habrán visto más como un objeto sexual, y si vos disfrutabas del sexo, entonces le dabas la razón a tus hermanas: eras una puta. Creo que pocas veces pudiste disfrutar del sexo a pleno, por miedo a que tus hermanas tuvieran razón.
—Lo peor es que cuando el Tano me cogió, me sentí muy bien. Unos días después de una de sus tantas cogidas, vi a mis hermanas… y ellas insinuaron, como tantas otras veces, que yo seguramente tenía un amante; porque era obvio que mi marido era incapaz de complacerme. Esa fue la primera vez que acertaron. Me sentí horrible. Tuve que volver a casa, porque quería llorar. Pero justo ese mismo día me visitó otra vez el Tano… y me pegó una cogida tremenda, me puso de rodillas, me metió la pija en la boca… me cogió en cuatro… me dijo puta y me hizo gritar como una puta…
—Y…
—Y yo me sentí bien. Lo disfruté mucho. Por extraño que te parezca, fue como una liberación para mí… siempre me aterró la idea de que mis hermanas tuvieran razón conmigo. Pero la tenían. Soy una puta… me encantó que un tipo me cogiera una y otra vez, a pesar de estar casada. Fueron las mejores cogidas de mi vida… y parecían salidas de una película porno. Nada que ver al sexo “romántico” que tenía con tu padre. Ésto era pornografía pura y dura. Yo… hasta le suplicaba que me cogiera más fuerte, le pedía por favor que me llenara toda de leche. Para mí era maravilloso poder sentirme así… pero pasaban las horas, me enfríaba, y llegaba la culpa.
—Y ahí es adonde quería llegar con mi teoría —dijo Julián—. Vos nunca te permitiste disfrutar del sexo, sin culpas. Seguramente siempre que la pasaste bien con el sexo, te acordaste de tus hermanas.
—Así es.
—Y bueno, como nunca habías podido disfrutar de buen sexo, y me refiero a la clase de sexo que te hiciera sentir realmente deseada, te soltaste con el Tano. Con él dejaste salir todos esos años que llevabas esperando por una buena cogida.
Diana sonrió una vez más.
—Es muy cierto lo que decís, Julián. Tu padre siempre me trató como a una dama… me respetó siempre, incluso en la cama. Pero yo no me animé nunca a decirle que, de vez en cuando, podía tratarme como a una puta… sin tanto respeto. Quería que me cogieran bien cogida. Y el Tano lo hizo. Él me dio esa otra parte que faltaba en mi vida. Aunque al final la culpa pesó más, y dejé de verlo.
—Pero sí que disfrutaste con él…
—Sí, totalmente.
—Creo que si papá hubiera sabido de tu amante… si lo hubieran hablado bien… tal vez él lo hubiera permitido. A vos te adoraba. Él con vos se ganó la lotería, y no creo que hubiera estado dispuesto a perderte por un motivo como el sexo.
—¿Sabés una cosa? Una vez tu papá me hizo esa sugerencia… fue después de haber estado con el Tano.
—¿Qué te sugirió?
—Él me dijo que si yo necesitaba… experimentar con otras personas, entonces él lo entendería.
—Claro, porque él habrá sabido mejor que nadie que vos eras mucha mujer, como para que él pudiera complacerte en todo.
—Sí, creo que así me vio. Pero bueno, yo fui una boluda puritana, y le dije que no, que sexualmente estaba complacida. Cosa que era mentira. Yo a tu padre lo amé mucho, pero él no podía brindarme tanto placer sexual como yo andaba buscando. Yo necesitaba un hombre como tu padre, que fuera así de bueno… pero que me cogiera como lo hacía el Tano. Que de vez en cuando me faltara un poquito el respeto, y que me cogiera como a una puta.
—¿Por eso te está gustando esto de sacarte fotos porno? ¿Porque sabés que hay hombres que te van a ver como una puta?
—En parte sí. O sea, no sé si me gustaría ser una puta de tiempo completo… pero un ratito sí… me gusta ¿tiene eso algo de malo?
—Claro que no. Es obvio que vos necesitás sentirte así de vez en cuando. Y no le veo nada de malo.
—Muchas gracias, Julián. Me sentía bien, pero ahora me siento de maravilla. Me hizo muy bien charlar con vos. Y te pido perdón si a veces termino pasándome un poquito con los “jueguitos sexuales”, sé que sos mi hijo, eso no se me olvida nunca; pero ando tan necesitada de ese tipo de atención, que se me nubla la cabeza.
—Si te referís a lo que pasó hace unos días, entonces te digo que a mí no me molestó, para nada. Me gusta tener ese tipo de confianza con vos. Sé que no sería lo más apropiado en una relación de madre e hijo normal, pero nuestra relación es diferente. Porque además soy tu fotógrafo… y hacés fotos porno. O sea…
—Sí, entiendo… las cosas nos fueron llevando a otro nivel de confianza. A mí también me gusta… mucho; aunque a veces me asusta… porque termino haciendo algunas cosas sin considerar mucho lo graves que son.
—Pero también demostraste que sabés cuándo poner límites.
—Eso es cierto, aunque tal vez los límites deberían llegar un poquito antes.
—Puede ser… pero a mí no me gustaría que perdiéramos la confianza que nos tenemos ahora. Me encanta que podamos hablar de sexo sin ningún tipo de filtro.
—Sí, a mí también me encanta… y me excita. No porque seas mi hijo, es excitante tener una persona a la que le puedas contar cualquier barbaridad sexual que se te pasa por la cabeza. Una persona que no te va a juzgar.
—Sí, esa es otra parte buena, pero lo mejor es la confianza de poder hacer ésto:
La mano que Julián tenía sobre la pierna de su madre se deslizó rápidamente hacia arriba. Llegó hasta la lampiña concha, la acarició rápidamente, y sin pedir permiso, introdujo su dedo mayor en ese hueco húmedo y libidinoso. Diana soltó un suspiro de placer. Ella no dijo nada, lo que indicó a Julián que no le estaba molestando la situación. El chico movió lentamente el dedo, como si estuviera explorando el interior de esa cueva de paredes suaves y húmedas, la rubia separó aún más sus piernas.
—Por si no quedó claro —dijo Julián—, ésto lo estoy haciendo para prepararte para la sesión de fotos.
—Sí… sí… así lo entendí —mintió Diana. Hasta ese entonces no recordó que su hijo tenía planeada una nueva sesión de fotos para ese día. Se tranquilizó al escuchar el verdadero motivo por el cual su hijo la estaba tocando de esa manera, sin embargo no le desagradó demasiado pensar que él la estaba tocando sin motivo alguno—. Si lo que buscás es calentarme, lo estás consiguiendo… es un buen método.
—¿Y cuál sería el mejor método?
—Mmm… no sé, me da un poco de miedo decirlo —el dedo ya no estaba solo dentro la concha, uno más había entrado, para hacerle compañía.
—Pero creo que ya sé cuál es…
Julián se bajó el pantalón lo justo y necesario como para liberar su verga. Ya había ganado un buen tamaño, y con un poco más de estímulo quedaría completamente dura.
—Metétela en la boca —ordenó.
Su madre no puso objeción, respondió automáticamente, como si fuera un ente flotando en un mundo de placer. Inclinó más su cuerpo y bajó la cabeza, manteniendo la boca bien abierta. Se metió casi toda la verga en la boca apretó los labios en torno a ella. Su siguiente acto reflejo fue comenzar a subir y bajar la cabeza, como tantas veces lo había hecho al chuparle la pija al Tano.
La verga de Julián se puso más dura al instante. Bastaron dos subidas y dos bajadas de la boca de la rubia para que la rigidez fuera total. Incluso a él lo había tomado por sorpresa esta actitud. Recordaba lo que su madre había hecho en la última ocasión, pero no imaginó que ahora reaccionaría de esta manera, sin emitir ni una sola queja. Él siguió metiéndole los dedos en la concha, tan hondo como la posición se lo permitía.
Diana parecía tener el cerebro desconectado, y lo único activo era su impulso sexual. Su cabeza volvió a bajar, tragando la verga casi completa, y a pesar de que ya le sentía en su garganta, quiso llegar más allá… y lo logró. Se quedó allí unos segundos, disfrutando el tener ese gran miembro prácticamente entero dentro de la boca, y luego retrocedió lentamente. Cuando llegó a la mitad no siguió sacándola, sino que la tragó otra vez. En esta ocasión retrocedió más rápido, para volver a tragarla.
Julián se sentía en la gloria con lo que su madre estaba haciendo en ese preciso momento. Recordó que a ella le calentaba que la alentaran con palabras sexualmente explícitas, por lo que dijo:
—Eso… chupá. Chupá, que te gusta.
Escuchar eso hizo que Diana volviera a la realidad. Prácticamente le estaba haciendo un pete a su hijo. Ésto la asutó, pero sabía que si retrocedía bruscamente sólo empeoraría la situación. Lo mejor era actuar con naturalidad. Subió y bajó su cabeza un par de veces más, incluso hasta se permitió disfrutarlo. Luego sacó la verga de su boca y miró a Julián con una gran sonrisa.
—Creo que ya estoy lo suficientemente caliente como para empezar la sesión de fotos.
—Excelente. Entonces ahora solamente te falta la ropa. ¿Podrías usar el conjunto de ropa interior negra? Ah, y tu bata… que te queda tan bien.
—Bien, me voy cambiar rápido… para no enfriarme.
—Bueno, yo te espero en el livin.
Julián salió de la pieza, guardando su verga dentro del pantalón. Podía seguir masturbándose, pero ya tendría tiempo para eso.
Diana no tardó más de cinco minutos en estar lista y en reencontrarse con su hijo en el living. Al llegar vio que todas las luces ya estaban preparadas alrededor del sofá.
—¿Empezamos? —Preguntó la rubia con naturalidad.
—Todavía no. Tenemos que esperar a que llegue el modelo.
—¿Qué? —Los ojos de Diana se abrieron mucho—. ¿Viene hoy? ¿Y recién me avisás?
—Sí, te aviso ahora porque sabía que ibas a estar nerviosa todo el día. Preferí dejarte tranquila y avisarte a último momento. ¿Te molesta?
—Em… no… creo que me conocés mejor que yo misma. Hiciste bien en no decirme nada, —ella sonrió—. Así como hiciste bien en engañarme con lo de las fotos. Si me hubieras dicho de entrada que iban a ser totalmente porno, no hubiera aceptado. Pero tuve mi tiempo para considerarlo….
—¿Y qué pensás ahora al respecto?
—Me gusta… ser “modelo porno” tiene su encanto…. me calienta. Ahora estoy muy feliz con mi trabajo. Me agrada excitar a la gente. Me llevó años admitirlo, pero es la verdad.
—Genial, así me gusta. Ah, por cierto… te recuerdo que no le vamos a decir al tipo que vos sos mi mamá. Así que yo te voy a decir Diana todo el tiempo. Y vos decime Julián, nada de “hijo”. ¿Está claro? —Ella asintió con la cabeza al mismo tiempo que el timbre sonó—. Debe ser el modelo. Ya vengo. No te pongas nerviosa, hablé con él y parece un tipo muy buena onda. Además, te va a gustar, tiene la pija grande —le guiñó un ojo a su madre.
Diana se sonrojó, pero no pudo evitar sonreír de oreja a oreja. Todo este asunto del modelo la tenía muy nerviosa, pero ella había hecho sus deberes. Se mentalizó todos los días que iba a tener que sacarse esas fotos con un extraño. Si pudo hacerlo con su hijo, entonces tal vez podría hacerlo con un desconocido. Ella misma sabía que, si las circunstancias eran propicias, no se inhibiría ante un extraño. Hasta le causaba un poco de morbo. Permaneció sentada en su lugar, sin moverse, esperando ansiosa por conocer al modelo que su hijo había contratado.
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2 comentarios - La MILF más Deseada [09] - Parte 2.