Pegada a mi casa estaba la carnicería de "Doña Guada" , la paraguaya de al lado; viuda y con un hijo medio pavote de 25 años que se comportaba como un pibe de 16, un pajero morocho, vago y dormilón que se la pasaba encerrado en su cuarto leyendo "Condorito".
Un buen día, sin razón, la madre me pidió que lo visitara, "onda amigo" para ver si "salía de la pieza"... La vieja en su inocencia no captaba mi homosexualidad, no tenía idea de que existiera algo así.
Ésa tarde, invitado por su mamá, me acerque a la casa y su madre me condujo directo a la habitación de su hijo; mi vecino inmaduro y traumado por la muerte de su papá; el que no salía de su cuarto desde una semana después del velorio.
A los días del entierro de su padre, la mamá le había pedido qué se encargara de las pertenencias del finado; todo estuvo bien hasta que "Edito " revisando un portafolio de cuero viejo; encontró más de una docena de revistas pornográficas a todo color y bien explícitas entre las cosas que tenía que descartar; Desde ese momento, esas revistas fueron su tesoro más preciado y secreto. Se pajeaba afiebrado hasta 8 o 9 veces al día, hasta que le dolía el tronco de la pija. A veces se aguantaba la paja un par de días esperando a juntar leche y que no le doliera tanto la verga. Pero todo el tiempo sentía que le palpitaba la cabeza y ésas ganas le hacían doler los huevos...
El "wachin" era una criatura espléndida, era un potro todo hombria contenida; y ésas revistas se habían transformado en todo su placer y su mundo. Bendijo ése día y su hallazgo como una señal de que su papá desde el más allá le había confiado un "secreto entre hombres" , algo que su mamá no debía saber .
Pero más allá de esas revistas, vivía caliente y esclavo de un deseo delirante de coger, de ponerla. Por eso no "se juntaba" con nadie, por eso evitaba estar con otra gente; necesitaba estar todo el rato tocándose la pija, acariciando sus huevos; imaginando que era el protagonista de esas escenas porno.
Fue así que su mamá, intentando hacer que "el nene " tuviese amigos me invitó a visitarlo en su habitación. Sin querer, el demonio infantil y travieso que vivía en mí, accedió a ir a la cueva del ogro.
Sin conocer su secreto y sin que él supiera sobre el mío, " a ciegas" para ver qué pintaba con " el loquito" como le habían puesto el barrio desde que no salía a la calle.
Al cabo de un rato, cuando le conté que conocía algunos secretos de "gente grande" se abrió y pude notar su curiosidad mientras me iba poniendo más explícito.
( Continúa)
Un buen día, sin razón, la madre me pidió que lo visitara, "onda amigo" para ver si "salía de la pieza"... La vieja en su inocencia no captaba mi homosexualidad, no tenía idea de que existiera algo así.
Ésa tarde, invitado por su mamá, me acerque a la casa y su madre me condujo directo a la habitación de su hijo; mi vecino inmaduro y traumado por la muerte de su papá; el que no salía de su cuarto desde una semana después del velorio.
A los días del entierro de su padre, la mamá le había pedido qué se encargara de las pertenencias del finado; todo estuvo bien hasta que "Edito " revisando un portafolio de cuero viejo; encontró más de una docena de revistas pornográficas a todo color y bien explícitas entre las cosas que tenía que descartar; Desde ese momento, esas revistas fueron su tesoro más preciado y secreto. Se pajeaba afiebrado hasta 8 o 9 veces al día, hasta que le dolía el tronco de la pija. A veces se aguantaba la paja un par de días esperando a juntar leche y que no le doliera tanto la verga. Pero todo el tiempo sentía que le palpitaba la cabeza y ésas ganas le hacían doler los huevos...
El "wachin" era una criatura espléndida, era un potro todo hombria contenida; y ésas revistas se habían transformado en todo su placer y su mundo. Bendijo ése día y su hallazgo como una señal de que su papá desde el más allá le había confiado un "secreto entre hombres" , algo que su mamá no debía saber .
Pero más allá de esas revistas, vivía caliente y esclavo de un deseo delirante de coger, de ponerla. Por eso no "se juntaba" con nadie, por eso evitaba estar con otra gente; necesitaba estar todo el rato tocándose la pija, acariciando sus huevos; imaginando que era el protagonista de esas escenas porno.
Fue así que su mamá, intentando hacer que "el nene " tuviese amigos me invitó a visitarlo en su habitación. Sin querer, el demonio infantil y travieso que vivía en mí, accedió a ir a la cueva del ogro.
Sin conocer su secreto y sin que él supiera sobre el mío, " a ciegas" para ver qué pintaba con " el loquito" como le habían puesto el barrio desde que no salía a la calle.
Al cabo de un rato, cuando le conté que conocía algunos secretos de "gente grande" se abrió y pude notar su curiosidad mientras me iba poniendo más explícito.
( Continúa)
0 comentarios - "Tembó... ". El hijo de Doña Guada