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Aislado Entre Mujeres [45].

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Aislado Entre Mujeres [45].





Capítulo 45.

Las dos caras de Gisela.

Macarena y Sabrina me dijeron que podía tomarme unos días para mentalizarme. Estar preparado era fundamental. Las ignoré, porque eso hubiera supuesto aguantar más días de silencios incómodos durante el almuerzo y la cena. Más momentos en los que veía a mi madre ocultando avergonzada los pechos dentro de su escote si recibía una mirada inquisidora de Brenda. Y más situaciones incómodas espontáneas en los pasillos cada vez que me cruzaba con Brenda.
Alicia estaba entrando en lo que Macarena describía como “un estado obsesivo compulsivo”. Volvió a su vieja práctica de limpiar intensamente toda la casa. Después del almuerzo la vi fregando los platos como si quisiera cambiarle el color a la porcelana, y cuando terminó con todos, empezó otra vez. Quise decirle: “Mamá,  ya los lavaste, quedaron súper limpios, no hace falta lavarlos otra vez”. Pero sabía que esas palabras no tendrían sentido para ella. No estaba intentando librarse de la suciedad de los platos, sino de la de su mente. 
―Mamá está cada vez peor ―le comenté a mi tía Cristela, hablando en voz baja y en el otro extremo del living, para que Alicia no pudiera oírnos.
―Sí, la vi en este estado varias veces y sé muy bien cuándo está atravesando uno de sus peores momentos. Todas las señales indican que este es uno de esos malos momentos.
―¿Qué tan malo es? ―Pregunté.
―Anoche se despertó a las tres de la madrugada y se puso a limpiar el baño. ¿Y sabés qué es lo peor de todo? Que lo había limpiado antes de acostarse. 
La situación era mucho más seria de lo que imaginaba. No sabía qué podría pasar con mi mamá si seguía hundiéndose en su obsesión. Tal vez volviera a manifestar su aborrecimiento por el sexo, o tal vez volvería a atacar a Gisela por sus inclinaciones sexuales. No podía permitir que eso ocurriera. 
Ya no podía soportarlo más. Lo mejor era encarar el asunto cuanto antes. 
Por eso dos días después de la charla con Sabrina, le dije a Macarena:
―Es hoy. Lo vamos a hacer hoy y que pase lo que tenga que pasar. 
―Muy bien ―respondió ella―. Preparemos todo. 
―¿Estás nerviosa? Porque yo sí.
―No lo estoy. 
―¿Confiás mucho en el plan?
―No exactamente. Sino que a mí las consecuencias de que todo salga mal no me preocupan tanto. Creo que la que debería estar nerviosa es mamá. A ella sí le afecta, no solo porque es una de las principales involucradas, sino también… bueno, porque se hace problemas por todo. 
―Sí, es bastante… intensa ―no quise entrar en detalles―. Por suerte vos vas a hablar con ella y la vas a preparar mentalmente para todo lo que va a pasar.
―¿Qué? ¿Por qué yo?
―Porque yo voy a hablar con Tefi, Pilar y Gisela. Vos solo tenés que hacerte cargo de Cristela y de Mamá. ¿Ves? Salís ganando. Yo tengo que hablar con más gente.
―No, salgo perdiendo, porque me toca la más chiflada de todas. 
―Esa chiflada es tu mamá, y esta vez te toca a vos aguantarla. Yo tuve que dormir con ella durante semanas mientras vos cogías plácidamente con la tía Cristela.
―Uf, está bien. Le hablo yo ―dijo, poniendo los ojos en blanco. 
Como bien dijo Macarena, a mí me tocó la parte sencilla. Hablar con Pilar y Tefi. Lo de Gisela… bueno, eso no fue tan fácil como me imaginaba.
A Tefi y a Pilar solo tuve que pedirles que a las cuatro de la tarde en punto se personificaran en el living, porque íbamos a tener una charla en familia muy importante. Ellas creyeron que hablaríamos de Ayelén y yo dejé que lo siguieran creyendo. Era más fácil que explicarles el verdadero motivo de la reunión. 
Mi táctica con Gisela fue golpear la puerta de su cuarto y decirle que quería hablar con ella. Cuando me dijo que podía pasar, me hice el boludo y le respondí:
―Te espero en mi pieza.
Y eso fue lo que hice. Esperé durante tres o cuatro minutos que se me hicieron eternos. Por un momento llegué a sospechar que ella no me había escuchado bien, o que quizás estaba demasiado entretenida comiéndole la concha a Brenda y no iba a venir. Pero me relajé cuando vi la puerta abriéndose.
Gisela entró vistiendo solamente una remera sin mangas que claramente estaba sudada. Sus grandes tetas subían y bajaban al ritmo de la respiración agitada y sus pezones se traslucían. Su concha, húmeda y completamente depilada, era perfectamente visible.
―¿Para andar así no es mejor quedarse completamente desnuda?
―No exactamente ―me dijo, con una sonrisa, mientras cerraba la puerta detrás de ella―. A Brenda le gusta ver mis tetas en la ropa mojada de sudor. Le calienta mucho. Justo estaba a punto de chuparme las tetas…
―¿Así, todas transpiradas?
―Sí… ―Gisela se sentó a mi lado, en el borde de la cama―. Algún día vas a aprender que el sudor en el sexo tiene un sabor particular. En especial en el sexo lésbico.
―Ya veo… perdón por interrumpirlas. 
―No importa. Tenemos todo el día para coger. ¿Sobre qué querías hablar?
―Justamente quiero hablar de Brenda… y de mamá.
―¿Qué? ¿Por qué? ¿Pasó algo entre ellas? ¿Acaso discutieron? ¿A mamá se le metió otra vez en la cabeza esa loca idea de que ser lesbiana está mal?
―No, no tiene nada que ver con eso. Es sobre… otro tema.
En ese instante cometí el gran error de mirar directamente hacia su vagina. Fue un movimiento fugaz de mis ojos, pero Gisela se dio cuenta.
―Ah, ya entendí. No hace falta que te pongas tan nervioso, Nahuel. Si querés eso, lo podemos charlar. ¿Acaso no hay confianza entre nosotros? 
Estuve a punto de explicarle que había malinterpretado mis intenciones cuando Gisela se colocó encima mío, montándome como si fuera una jinete y yo su fiel corcel. Sacó mi verga del pantalón y antes de que pudiera procesar toda la información, ya estaba frotando su concha contra mi miembro que, rápidamente, comenzó a ganar rigidez.
―Sé que te da vergüenza hablar de estas cosas conmigo, y que ahora que está Brenda ya no podemos divertirnos tanto como antes; pero eso no significa que me haya olvidado de vos.
En sus ojos había un brillo especial que me llevó a sospechar que, en realidad, estaba hablando con Celeste, y no con Gisela. Macarena me prohibió tocar el tema “Celeste”. Dijo que nos concentraríamos en un problema a la vez. Primero debíamos solucionar todos los dilemas con Brenda, luego pasaríamos a la compleja psiquis de Gisela.
―Tenés ganas de que saquemos fotos? ―Me preguntó.
Su concha parecía una boca lamiendo todo el largo de mi verga, estaba tan mojada que realmente daba la sensación de que la estuvieran lamiendo… aunque mejor. Mi corazón se aceleró y noté como mi miembro se ponía más ancho.
―No hace falta ―dije―. Habrás dejado a la pobre Brenda sola, debe estar esperando a que vuelvas. 
―Ah, ¿así que es eso? ¿Eh? Picarón ―Ella sonrió de forma muy libidinosa y aumentó el ritmo del meneo de sus caderas―. ¿Querés a Brenda también? 
―No, yo no…
―No hace falta que lo disimules, Nahuel. Te entiendo perfectamente. Tenés dieciocho años, te pasás el día con la pija dura ―y así la tenía ahora, y se sentía de maravilla tenerla atrapada entre esos tibios y húmedos labios vaginales, el peso del cuerpo de mi hermana también acompañaba muy bien―. ¿Pasaste un buen momento cuando Brenda te chupó la pija y cuánto pasó de eso? No sé, con tantas cogidas ya perdí la noción del tiempo; pero ya pasaron varios días. Debés estar con unas ganas de acabar tremendas. Qué boluda, tendría que haberme dado cuenta antes. Te quedaste con ganas de más. Quiero que seas directo conmigo, no me voy a enojar por nada de lo que digas. ¿Querés que llame a Brenda? Si tenés ganas de “jugar” con ella, podés hacerlo. Te lo puedo asegurar.
―No quiero incomodarla…
―Por eso no te preocupes. Conozco muy bien a Brenda, sé perfectamente hasta dónde es capaz de llegar. Acá, entre nosotros, te cuento que ella se quedó fascinada con tu pija. Mientras cogíamos no paraba de decirme: “Qué buena está la pija de tu hermano, cómo me gustaría comérmela otra vez”.
―¿De verdad dijo eso?
―Dijo eso y mucho más. Brenda conmigo no tiene mucho filtro. Me cuenta todo.
Algo me dice que Brenda no le contó sobre lo que vio en esta misma habitación; pero sí es posible que le cuente casi todo a Gisela, al fin y al cabo la relación entre ellas se basa en la confianza. 
La verga me estaba palpitando y las grandes tetas de Gisela caían ante mis ojos, escapándose del empapado escote que apenas las cubría. La vagina se deslizó sobre mi verga y en un momento la punta amenazó con entrar. Solté un suspiro y eso volvió a poner en alerta a mi hermana.
―Eso te gustó, ¿eh? Desde la última vez que hicimos fotos juntos me quedé con ganas de sentir algo duro y ancho bien adentro.
Definitivamente esta mujer no hablaba como Gisela. Esos comentarios tan descarados y sexuales me recordaron a los mensajes que intercambié con Celeste. 
Gisela levantó levemente su cuerpo, dejó que la punta de mi verga encontrara su agujero y luego comenzó a bajar lentamente. Pude sentir cómo todo mi falo se perdía dentro de esa cueva apretada, húmeda y tibia. 
―Uf… por dios… qué dura la tenés, Nahuel. Es impresionante lo rápido que se te para. 
Debo admitir que disfruté un montón de las sensaciones que me estaba brindando mi hermana, sin embargo tenía una misión que cumplir. No podía dejar que mi mente quedara prisionera del deseo sexual… aunque podía utilizar eso a mi favor. 
Dejé que Gisela menera un poco más sus caderas, ella cerró los ojos, dejó la boca entreabierta y jadeó al sentir toda mi verga dentro de su sexo. Yo también lo disfruté, por supuesto. Incluso acompañé con algunas cortas embestidas. Que ella estuviera excitada podría facilitarme las cosas. 
―¿Qué pensaría Brenda si nos viera así? ―Le pregunté. 
Mi hermana se detuvo en seco y me miró a los ojos. Luego me mostró una de esas sonrisas lujuriosas que tan incómodo me ponen. 
―No sé exactamente qué pensaría. Sería interesante analizarlo… quizás ponerlo a prueba. ¿Sabés una cosa? Después de lo que hiciste con nosotras, en mi pieza, Brenda me preguntó varias veces si yo había llegado a tragar algo de tu semen. Le dije que sí, en especial cuando ella me besó. 
―¿Le molestó? ―Pregunté sujetándola desde la cintura.
―No creo. Por la forma en la que me habló del tema, me dio la impresión de que lo encontró muy excitante. Creo que le dio un poquito de morbo. Hasta me dijo: “Algún día podríamos repetirlo”. 
―Bueno, em… si ella quiere…
―¡Ajá! ¿Estarías dispuesto a darle el gusto? Decimelo, sin miedo. ¿Querés que la llame? Nos podemos divertir mucho los tres juntos. Hasta podríamos permitirnos… portarnos mal, aunque sea un ratito. ¿Te parece?
―Sí, llamala. 
―Muy bien. Esperanos con la pija dura. Ya vengo. 
Se levantó y se marchó a paso ligero. Mi verga comenzó a extrañarla al instante. Sentir esa concha por dentro es una maravilla. Sin embargo había logrado progresar con la misión. No importaba realmente por qué motivo Brenda viniera a mi pieza, lo importante era poder hablar con ella y con Gisela al mismo tiempo.
Macarena no me dio instrucciones específicas, más bien marcó objetivos a lograr. “Vas a tener que improvisar mucho, hermanito”, me dijo. Y eso es justo lo que estoy haciendo. 
Cuando la puerta de mi cuarto volvió a abrirse y vi a Brenda completamente desnuda, me puse muy tenso. Me había quitado toda la ropa y pensé que quizás fue una mala idea, quizás para ella verme así, sin previo aviso, era algo demasiado… agresivo. Parecía asustada, nerviosa. Gisela, en cambio, estaba feliz, radiante… y ya no tenía puesta su remera sudada, ahora sus tetas podían respirar libremente. 
―A ver si se relajan un poco ―dijo mi hermana―, por la cara que tienen parece que los hubiera invitado al matadero.
Es muy curioso escucharla a hablar de “relajarse” en momentos de tanta tensión sexual como este, justo a ella, que siempre se mostró tan reservada con el sexo. Ahora parece tener una confianza infinita en sí misma… se parece más a Macarena. 
Gisela se situó a mi izquierda y le indicó a Brenda que se pusiera a mi derecha. Así quedé entre dos mujeres hermosas con su anatomía totalmente descubierta. El primer movimiento de mi hermana fue agarrarme la verga y comenzar a masturbarme lentamente. Los ojos de su amiga se abrieron como platos y no la culpo, a mí también me sorprendía ver a Gisela actuando con esta desfachatez frente a Brenda. 
―Gise, ¿por qué mejor no lo charlamos antes? ―Preguntó Brenda.
―No hay nada que charlar ―respondió mi hermana―. ¿Acaso se te fueron las ganas de probar esta pija?
―Ay, no digas eso que Nahuel va a pensar cualquier cosa. 
―Nahuel puede pensar lo que quiera. La que no puede pensar, sos vos. Sabés muy bien que a las decisiones las tomo yo. ¿Está claro?
―Sí, está claro.
Me impactó la respuesta tan sumisa de Brenda, otra persona en esa situación quizás se hubiera enojado con Gisela y ahora estarían discutiendo. Al parecer la relación “dominante-sumisa” entre ellas ya estaba tan hablada y aceptada que no había lugar para discusiones. 
―¿Entonces? ¿Qué esperás para empezar a chuparla?
Sin decir una palabra, Brenda bajó su cabeza. Cuando estuvo a punto de llegar a mi verga, retrocedió, como si hubiera dudado en el último instante. Miró a Gisela y no sé si habrá un código de miradas entre ellas; pero a Brenda le bastó con eso para decidirse. Volvió a bajar la cabeza y esta vez su boca se cerró sobre mi glande y pude sentir cómo lo acariciaba con su lengua.
―Así me gusta ―dijo Gisela―. Que seas obediente. ¿Esto es lo que querías, Nahuel?
―Em… sí, más o menos ―dije, pensando cómo haría a partir de este momento para seguir con el plan. 
Tenía que hablar con ellas, prepararlas mentalmente para una charla familiar que sería sumamente incómoda, y lo único que logré fue meterme en otra situación morbosa y complicada. 
Gisela sostuvo mi verga con firmeza mientras Brenda hacía un gran trabajo chupándola. Su cabeza subía y bajaba a buen ritmo y se notaba que intentaba tragar tanto como le era posible. Debo admitir que me calenté mucho. ¿Y cómo no hacerlo? Por más que las cosas no estén yendo como deberían ir, es sumante excitante tener a una chica tan linda como Brenda comiéndome la pija. 
―Vamos a darle algo más interesante con lo que entretenerse ―dijo Gisela.
Acto seguido, ella se colocó sobre mí, como lo había hecho antes de salir de la habitación. Por un instante tuve miedo, creí que ella cometería la locura de meterse la pija en la concha otra vez, sin previo aviso. Sin preparar mentalmente a Brenda para semejante acto. Sin embargo hizo algo un poco menos alocado. 
Comenzó a frotar su concha por todo el largo de la verga y le dijo a Brenda:
―Ahora tenés dos cosas para chupar.
Puso una mano detrás de la nuca de su amiga y la guió hasta su clítoris. Brenda lo lamió obedientemente y luego dio un chupón a mi pija. 
―¿No te parece que estás yendo demasiado lejos? ―Preguntó Brenda.
―No sé. Decime vos qué sería ir demasiado lejos. Esto lo hago porque sé que te quedaste caliente con lo de la otra vez… ya sabés, lo del semen. Pasó sin querer; pero te gustó. Y no mientas, sé que te dio morbo.
―Puede ser, pero no significa que haya que repetirlo. Creo que es algo que estuvo bien en el momento, justamente porque se dio sin querer. Esto ya me parece un poquito más… inapropiado. 
―¿No me dijiste mil veces que a vos lo “inapropiado” te calienta mucho? Por eso terminaste comiendo conchas. Porque lo veías como algo “prohibido”. Te gusta disfrutar de lo prohibido.
―Em… puede ser, pero no quiero ponerte a vos o a tu hermano en una situación incómoda.
―Nahuel parece estar tomándoselo muy bien ―sonreí tímidamente, no supe qué decir―. Y yo… bueno, también tengo que admitir que esto me está calentando. ―Su concha subió y bajó, humedeciendo aún más toda mi verga―. Te dije que no lo pienses mucho. Seguí chupando.
Y ella lo hizo. Volvió a darle un chupón a mi glande y varias lamidas al clítoris de Gisela.
Me da un poco de miedo que mi hermana termine forzando la situación más allá del límite que Brenda puede tolerar… pero como no sé cuál es dicho límite, no tengo idea de si debería interrumpir el acto o seguir.
Decidí seguir… por pajero. No tengo otra excusa. 
Tener a Gisela frotándome la concha de esa manera y a Brenda dándome chupones en la pija cada vez más fuertes, era una situación que no podía, ni quería, evadir. 
―¿No te da vergüenza que tu hermano te vea tan… excitada? ―Preguntó Brenda.
―En otro momento sí me hubiera dado vergüenza. Ahora no la siento. Lo estoy disfrutando mucho.
―Ah, ok… entonces está bien. Podemos seguir.
Esa breve conversación fue extraña y de no haber hablado con Macarena y Sabrina acerca de este tema, no la hubiera entendido, la hubiera pasado por alto. Esto fue un testeo. O eso fue lo que me pareció. Brenda intentaba asegurarse de que “Celeste” estuviera al mando de la situación, y no Gisela. Si mi hermana hubiera respondido que estaba muriéndose de la vergüenza, esa sería la respuesta que podríamos esperar de Gisela. Que deje en claro que no siente nada, solo puede significar que…
Los gemidos repentinos de mi hermana me sacaron de mis pensamientos. Ella estaba meneando la cadera a gran velocidad, casi como si estuviéramos cogiendo, solo que la verga no entraba en su concha. Donde sí entraba era en la boca de Brenda. La chica parecía dispuesta a darme una de las mejores mamadas de mi vida. 
Por los movimientos de Gisela me dio la impresión que, de seguir en esta posición, pronto pasaría lo que yo no quería que pase. Mi verga, ya fuera por error, o por el accionar de Gisela, se metería en la concha. Por eso tuve que juntar coraje y decir algo que, en otra circunstancias, no me hubiera atrevido a decir.
―Creo que fue suficiente precalentamiento ―intenté hablar con la mayor determinación posible―. ¿Te parece bien si Brenda y yo pasamos a hacer algo más… interesante?
Gisela se detuvo en seco y me miró fijamente a los ojos, parecía otra persona. De pronto sonrió maternalmente, ahí sí pude ver rastros de la hermana mayor que conocía. Aunque eran algo difusos.
―Me parece una buena idea ―dijo―. Brenda, date el gusto. Querías disfrutar de esta pija, ahí la tenés.
Se apartó y le dio el lugar a su amiga.
―Em… yo… este…
―Nada de dudar, Brenda. Dale, sin pensarlo. Porque mientras más pensás las cosas, menos las hacés. Subite a esa pija, y a cabalgar como la putita que sos. Es una orden.
―Está bien…
La cara de Brenda se puso de un rojo muy intenso, era obvio que ella sí se estaba muriendo de la vergüenza. Sentí un poco de pena; pero luego recordé que si ella accede a esta clase de trato con Gisela, es porque quiere. Cuando agarró mi verga y la orientó hacia su concha, evitó mirarme a los ojos. La penetración fue suave, aunque la sentí algo apretada al principio. Sin embargo su concha logró una rápida dilatación y le entró bien. 
Agradecí haber tomado esta decisión, porque prefiero pasar por el momento incómodo de coger con Brenda, antes que pasar por el momento aún más incómodo de coger con Gisela… frente a Brenda. 
No sé por qué, pero de pronto sentí la necesidad de mostrarle a mi hermana que estaba comprometido con la causa. Quizás fue por pura calentura y solo me estoy justificando. Cuestión que agarré a Brenda por la cintura y empecé a darle embestidas aumentando el ritmo de a poco. Brenda comenzó a gemir, primero fueron quejidos leves, suaves, y de a poco se fueron tornando más pornográficos. 
―Le calienta mucho gemir ―dijo Gisela―. Le sale del alma, no lo puede evitar, aunque por dentro se esté muriendo de la vergüenza. Me encanta verla así.
Gisela dio un apasionado beso a Brenda en la boca. Pude ver como sus lenguas se entrelazaban. Brenda comenzó a acompañar el ritmo de mis penetraciones con saltos rápidos y meneos de su cadera. Se nota que no tiene la experiencia en el sexo que posee mi mamá, o la tía Cristela; pero aún así lo hace muy bien. Hasta me da cierta ternura verla esforzándose tanto. 
Después de unos segundos, Gisela interrumpió el beso y se colocó detrás de Brenda. Antes de que alguien pudiera reaccionar, mi hermana ya había metido la cara entre las nalgas de su amiga, y le estaba dando una intensa lamida en el culo… y un poquito en la concha… y sí, la lengua también me pasaba un poco por la verga. 
Brenda intentó mirar hacia atrás y hacia abajo. Sospechaba que la lengua de Gisela estaba surcando caminos prohibidos; pero creo que no pudo corroborarlo. No podía ver lo que ocurría debajo de sus propias nalgas, mucho menos con tanto movimiento. Para dificultarle la tarea, le di embestidas aún más duras. Comencé a notar cómo mi cuerpo se cubría de sudor, mi respiración se agitaba y mi corazón palpitaba como un tambor en un desfile. 
Me mantuve con un buen ritmo durante un rato. La estaba pasando tan bien que por un momento me olvidé de mi objetivo. 
En mi cuarto hay un reloj de pared con la cara de Spider-Man. Me lo regaló mi mamá hace varios años para que empezara a prestar más atención al paso del tiempo y que no tuviera la cabeza en las nubes todo el día. Las agujas marcaban que dentro de tres minutos serían las cuatro de la tarde, la hora en la que empezaría la reunión. Todas las integrantes de mi familia debían presentarse en el living a esa hora exacta, para encarar una charla muy difícil… y yo aún no había hecho nada. 
Pensé que estaba ante un gran problema, pero quizás inspirado por el propio Spider-Man, que siempre resuelve los inconvenientes a último momento, se me ocurrió una idea tan brillante como arriesgada.
―¿Y si hacemos esto aún más interesante? ―Pregunté. 
―¿Qué tenés en mente? ―Dijo Gisela, asomando su cabeza por detrás de Brenda.
―Podríamos hacer esto en el living ―sugerí.
Brenda se puso pálida y dejó de moverse al instante.
―Pero… en el living… alguien podría vernos. 
―Esa es la gracia, tonta ―dijo Gisela―. Hace las cosas más interesantes, más arriesgadas. Me gusta.
Definitivamente esta no es la hermana que yo conozco. Gisela nunca hubiera accedido a eso. ¿O quizás sí? No lo sé. Todo este asunto de “Celeste-Gisela” ya me hace doler la cabeza. 
―¿Lo hacemos? ―Pregunté. Me sorprendí a mí mismo, porque en realidad no me daba miedo que mi familia me viera cogiendo con Brenda. 
―¿Ahora mismo? ―La amiga de mi hermana parecía confundida y algo asustada.
―Es el mejor horario. A esta hora nunca hay nadie en el living… o casi nadie. 
―Y va a ser solo un ratito ―dijo Gisela―. La idea es que no nos descubra nadie. Lo hacemos, lo disfrutamos, y volvemos a la pieza. 
―Sí, solo cinco minutos ―aseguré―. Más de eso ya sería arriesgarse mucho. 
―Em… no sé, no me convence.
―Por suerte vos no tomás las decisiones acá ―le dijo Gisela, dándole un beso en la mejilla―. Vamos, preparate. El living nos espera. 
Estaba completamente vacío y tan pulcro como un museo, Alicia se había encargo, de forma exhaustiva, que todo quedara perfecto. Gisela se movió en puntitas de pie, como si fuera un duende maquinando una travesura… un duende desnudo y con unas tetas descomunales.
Se sentó en el posabrazos de uno de los sofás, y abrió las piernas. Hizo señas a Brenda y la pobre chica no tuvo más remedio que obedecer a su…. ¿ama? No sé qué término utilizan para dirigirse la una a la otra. 
Así fue como Brenda se puso en cuatro, con la cabeza entre las piernas de su amada Gisela y empezó a chuparle la concha al instante. Fue hermoso verlo. Creo que se apuró porque sabía que mientras más rápido empezáramos, antes nos iríamos de ahí. 
Pobre ilusa.
Con la verga erecta en mano me posicioné detrás de ella y comencé a acariciar su concha con mi glande. Era obvio que la chica estaba excitada, incluso giró la cabeza hacia atrás, sonrió y meneó la cola como diciendo: “Dale, metela, que me estoy divirtiendo un montón”. Eso me alegró. Saber que ella la estaba pasando bien, que realmente estaba disfrutando, me ayudó a no sentirme tan culpable por la vil trampa en la que la metí.
La penetré. Fue muy fácil hacerlo. Su concha ya estaba completamente dilatada. La tomé por la cintura y empecé a darle a buen ritmo. Ella parecía estar muy concentrada en el clítoris de Gisela. Yo miré el reloj de pared del living, mucho más clásico que el mío de Spider-Man. Ya eran las cuatro en punto. 
Las primeras en aparecer fueron Cristela y Macarena, salieron del cuarto de esta última y lo primero que se encontraron fue con la mirada confundida de Gisela. Desde su posición, detrás del sofá, no podían ver a Brenda; pero estoy seguro de que las dos entendieron que ella estaba ahí. 
Gisela al principio pareció asustada. Cristela y Macarena se apresuraron a sonreír, Maca incluso le mostró dos pulgares arriba, como diciéndole: “Estamos de tu lado, hermanita”. Esto llevó a Gisela a sonreír. Se llevó un dedo a los labios para pedirle a las recién llegadas que guardaran silencio y señaló hacia abajo. 
Maca y Cristela asomaron sus cabezas por encima del sofá y vieron a Brenda succionando concha y recibiendo mi dura verga bien adentro. Cristela abrió la boca en forma de “O” para mostrar su sorpresa, pero lo hizo de forma alegre, dando a entender que le divertía lo que estaba ocurriendo.
Poco después vi aparecer a Pilar, estaba algo despeinada y me pregunté si recién se despertaba de su siesta… o si estuvo haciendo algo loco en la cama, como masturbándose enérgicamente. Pilar se quedó quieta al verme y en especial al fijarse en las tetas al desnudo de Gisela, esperó señas de Cristela y Macarena que también le pidieron que guardara silencio. Se acercó lentamente al sofá mientras aparecía en escena Estefanía. Una vez más se repitió la secuencia, todas le pidieron que guardara silencio y viniera a ver.
Así quedó una escena de lo más morbosa. Mi tía y tres de mis hermanas eran testigos de la tremenda cogida que se estaba llevando Brenda. Gisela mantuvo la cabeza de su amiga bien apretada entre sus piernas, hasta posicionó sus manos de forma tal que Brenda no pudiera ver lo que estaba ocurriendo a su alrededor. La sostuvo ahí unos segundos, hasta que fue la propia Brenda la que, por algún motivo, quizo girar la cabeza. Ahí se encontró con una audiencia muda y sonriente compuesta por las mujeres de la casa.
―¡Ay! ¡Gise! Por qué no me dijiste que…? Ay… qué vergüenza…
Intentó cubrir sus pechos con las manos; pero fue un acto inútil. Yo empecé a darle más fuerte. 
―Nena, no nos arruines el espectáculo ahora, con lo linda que estás cuando cogés ―dijo mi tía Cristela.
―Yo sabía que esta iba a terminar loca por la pija de Nahuel ―dijo Tefi, con una sonrisa que parecía entre lujuriosa y desafiante. 
―No, yo… es que… Gisela… ―la pobre Brenda balbuceaba y como yo no dejaba de meterle la pija, todo su cuerpo se sacudía.
―A mí también me da un poquito de vergüenza que nos hayan descubierto ―dijo Gisela―; pero esto era parte del juego. El riesgo es lo que lo hace tan interesante. Lo que me llama la atención es que hayan salido todas al mismo tiempo. ¿Qué está pasando?
―¿Nahuel no te explicó nada? ―Preguntó Macarena. 
―¿Qué me tenía que explicar? ―Dijo, dirigiendo una mirada inquisitiva hacia mí. 
―Se supone que esto es una reunión familiar ―Respondió Cristela―. No sé exactamente de qué vamos a hablar. 
―Yo creí que era por Ayelén ―dijo Pilar―; pero ahora veo que hay otros temas más interesantes sobre… el sofá. 
―Yo… yo… este…
―Tranquila, Brenda, no pasa nada ―dijo Macarena―. Acá nadie te está juzgando. Entendemos perfectamente por qué estás haciendo esto. Sé muy bien por qué esto te gusta, y está perfecto. No tenés que sentirte mal por nada. Vos… seguí disfrutando. Las demás, tomen asiento. Voy a buscar a mamá, así comenzamos con la reunión. 
―¿Alguien me quiere explicar para qué es la dichosa reunión? ―Preguntó Gisela―. ¿Y al menos me van a permitir vestirme?
―Desnuda estás más linda, hermana ―dijo Macarena―. Y creo que va a ser mejor que te quedes así, y Brenda también. No sé cómo lo conseguiste, Nahuel; pero tuviste una gran idea. Esto nos puede venir muy bien para la charla.
―Eso pensé ―dije, con una tímida sonrisa.
―Bueno, no se vayan, traigo a mamá y empezamos con esto. Ya vengo. 
A pesar de que Brenda parecía asustada, avergonzada, humillada, y un montón de cosas más, cuando Gisela puso una mano sobre su cabeza, ella comenzó a bajarla hasta dejarla apoyada en la cara interna de uno de los muslos de su amada. Pareció relajarse, como si se estuviera dejando llevar por la corriente. Yo seguí metiéndole la verga y ella no hizo ningún intento por apartarme. Simplemente parecía estar con la mente en otro mundo. 
Todas las demás tomaron asiento en el sofá que estaba frente al nuestro. Desde allí podían ver a la perfección el espectáculo sexual, como si se tratase de una obra de teatro. Le dedicaron una sonrisa a Gisela y ella respondió. Me sorprendió que la mayor de mis hermanas de pronto estuviera tan tranquila; pero recordé que antes de que llegara Brenda y ella ya estaba comenzando a aceptar que podía andar desnuda por la casa. Además, con todos los gritos y gemidos que salen de su cuarto, ya todos tenemos más que claro qué hacen estas dos durante el tiempo que pasan juntas.
―No quiero, Maca, en serio… dejame en paz… 
Vi a mi madre forcejeando con Macarena. Me di cuenta de que Alicia iba en serio. Ella no tenía ninguna intención de participar en una reunión familiar, porque también estaba completamente desnuda, y con el cabello despeinado. Me dio la misma impresión que Pilar, aunque Alicia parecía más dormida. Aunque quizás solo tenía los ojos hinchados por haber estado llorando, algo que hace frecuentemente en estos días. 
―Dale, mamá, tenés que ver esto… todo va a estar bien. Te prometo que vamos a dejar las cosas claras y que vamos a poder seguir con nuestras vidas normalmente. 
De pronto mi mamá se fijó en Gisela y se quedó muy quieta, con los labios apretados. Brenda se asomó por sofá y la vio. Luego Alicia se fijó en mi y en la forma peculiar en la que me movía. En ese momento debió entender lo que estaba ocurriendo del otro lado del sofá. 
―¿De qué va todo esto? ―Preguntó, confundida.
―Acaso no es obvio? ―Dijo Macarena―. Entre Nahuel y Gisela le están pegando tremenda cogida a Brenda… y la flaquita la está pasando genial. Se le nota en la cara. 
―Así es ―comentó Cristela―. Vení a mirarlo todo desde este lado, es un espectáculo digno de ver. 
―Pero… pero… estoy desnuda, y Nahuel está… em…
―Ay, mamá… ya no hace falta que disimules nada ―insistió Maca, tirando de su mano―. Como si fuera la primera vez que te vemos las tetas, o la concha. Antes de empezar la reunión voy a aclararle una cosita a Brenda: en esta casa practicamos el nudismo. Así es. Nos gusta andar en concha, o en bolas, en el caso de Nahuel. Nos ayuda a sentir un poquito de libertad en esta cuarentena de mierda. Si querés saber más sobre eso, y sobre otras cosas de las que seguramente tengas muchas preguntas, lo podemos hablar. Estás dispuesta a participar en una reunión familiar? Vos… em… a pesar de que te conocemos desde hace poco, ya ocupás un rol importante en esta familia, y lo mejor va a ser que entiendas cómo funcionan las cosas. 
―Está bien ―cuando Brenda dijo esas palabras, yo me aparté y saqué la verga. Quise darle un momento de paz―. Creo que va a ser mejor hablar de todo. Yo también tengo que aclarar algunas cosas sobre mi… comportamiento inapropiado. Alicia se merece una explicación. 
―¿Yo? Creí que yo debía darte una explicación a vos… y no vos a mí.
―Las dos necesitamos aclarar varios puntos.
―Ya ves, mamá. Ella quiere arreglar este asunto, dialogar ―dijo Maca―. Deberías poner un poquito de voluntad. 
―Está bien. Vamos a hablar.
Alicia se encaminó hacia nosotros por propia voluntad, ya no fue necesario que Macarena la arrastrara. Así dio comienzo una reunión familiar que sería tan peculiar como memorable. 


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11 comentarios - Aislado Entre Mujeres [45].

pito527 +4
👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏 excelente relato digno de su creadora.
saisof2
Es un chica la escritora?
pito527
@saisof2 exacto, mira su perfil y encontrarás más relatos buenísimos.
Internal33 +1
increiblemente la historia no sólo no decae si no que mejora cada capítulo, enhorabuena y espero continúes con tremendo trabajo.
DGE1976 +1
Nenaaaaaa te vas al carajo de lo bueno q se esta poniendo...gracias y espero el próximo...besos
Caballino01
INCREIBLE RELATO, FELICITACIONES NOKOMI!! PARA CUANDO LOS PROXIMOS RELATOS??
ger1983
Cada vez me dejás mas intrigado!
ARRECHOPATU
Nunca nos dejes con la duda de saber como continua porfa
reyandresTOT +2
Estamos a 6 amigo!!! Los esperaba cómo regalo de cumpleaños que cumplí ayer 5/11