Josefina es una chica buena, católica y decente. Sin embargo, la naturaleza la dotó de un físico espectacular. No hay ninguna gordibuena más sabrosa. Comenzó a ser gozada por la verga desde muy pequeña, empezando por la de su propio padre, que durante mucho tiempo la guardo sólo para sí. Pero pronto este se dió cuenta de que podría sacar más que sus mecos de los testículos con la belleza de su hija. Obtuvo un puesto de regidor ofeciéndola al alcalde y a su hijo en una fiesta.
El par de cabrones se la llevó a una recámara y la desnudaron, excepto por las medias y las zapatillas, que tiene un fuerte efecto erotizante en las vergas más viciosas. Josefina se sentía tremendamente avergonzada de mostrar sus abundantes carnes de esa manera. Solo su padre había tenido acceso a su cuerpo, y eso desde los seis años. Se tenía a sí misma como la mujer de su padre y ahora veía que este la vendía. Darle placer a las vergas de estos degenerados significaría un trabajo fácil y mucha plata a su padre. Y sólo por eso consentía.
El alcalde la gozo metiéndole su gordo y sucio pito en la boca derramándose tres veces.El hijo, por su parte, se concentré en el delicioso fundillo de Josefina. Le acarició el ano con la lengua y metió sus dedos todo lo que pudo. Luego le sobó los güevos en ese delicioso aguejero y le pidió que se cagara para culearla mientras salían los churros de excremento. Después de vaciarse la dejaron, insatisfecha y temblando.
Entonces entró su padre para gozarla y hacerla gozar como sólo él sabía. Ella pensó que después de todo la noche no iba a ser tan ingrata. Su papi, ese sí, sabía como amarla.
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