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Intriga Lasciva - El Instituto [18]

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Intriga Lasciva - El Instituto [18]




Capítulo 18.

Enigma Cancún.

Luego de las potentes declaraciones de Sofía Levitz, Erika y Siara se prepararon para dar el siguiente paso en la investigación de su segundo caso, al que decidieron llamar: Enigma Cancún.
Durante la última clase, que justamente fue con la profesora Brenda Ramallo, se acercaron a algunos de sus compañeros y les anunciaron que esta misma tarde recibirían en la sede del club Veritas Sectatores a cualquiera que quisiera proporcionar información sobre Brenda, su peculiar viaje a Cancún o sobre sus sugerentes publicaciones en redes sociales. 
Prepararon café, compraron facturas y bizcochitos y dispusieron todo en la amplia mesa de la sede… y esperaron. 
Pasó una hora y nadie llamó a la puerta. Las dos amigas intercambiaron miradas incómodas. ¿Significaba este un nuevo fracaso en sus proyectos? ¿Acaso a nadie le importaba lo más mínimo el caso de Brenda? ¿Nadie sentía un poco de curiosidad por un club de detectives?
Cuando estaban a punto de dar por fallido el intento de realizar entrevistas, alguien golpeó la puerta. Al abrir se encontraron no solo con una, sino con cinco personas, todos eran compañeros de su curso. Se sorprendieron al ver algunas caras conocidas que nunca se imaginaron que pisarían el club, como Alexia, esa chica que se había burlado de ellas por hacer algo tan absurdo como un club de detectives. Quizás solo estaba ahí para seguir con sus burlas.
―Hola, ¿por qué vinieron todos juntos? ―Preguntó Siara.
―Porque nadie se animaba a venir solo ―dijo un chico gordito de anteojos y ojos achinados―. No sabemos si al hablar en secreto de una profesora nos estamos metiendo en un lío.
―No te preocupes por eso ―dijo Erika―, nosotros no vamos a dar sus nombres a nadie, solo necesitamos información para seguir avanzando en la investigación. Y está bueno que hayan venido varios.
―Pero a las entrevistas las harán solos ―dijo Siara―. ¿Quién quiere pasar primero? ―Nadie dijo nada. Eran dos varones y tres mujeres, algunos hasta eran conversadores en clases, pero ahora estaban mudos como momias. Siara se dio cuenta de que esto le llevaría una eternidad si no empezaba a apurar las cosas―. Vení vos, Japo. ―Le dijo al gordito de anteojos. 
Las entrevistas tuvieron algunas complicaciones porque no todos estaban dispuestos a brindar información delicada de forma tan sencilla. 
El primero les comentó que a pesar de que: “Me dicen Japo pero en realidad nadie de mi familia viene de Japón, solo parezco japonés porque tengo los ojos achinados y el pelo negro… y lacio”, Siara le hizo saber que esos detalles eran irrelevantes para la investigación, a lo que el chico añadió: “Hay una estudiante que es japonesa, se llama Oriana, dicen que no habla español”. Erika tuvo que hacer un paréntesis: “Oriana es nuestra amiga, es cierto que viene de familia japonesa, pero habla como cualquier argentino… hasta toma mates”. 
Siara estaba comenzando a perder la paciencia y les hizo saber que: “Si no nos decís nada importante ahora mismo, te vas”.
No todos los entrevistados divagaron tanto como “el Japo”, una chica menuda, de cabello castaño y enormes gafas de marco rojo se presentó como Paula, ella era de las que hablaban poco en clases, pero esta vez se mostró mucho más comunicativa. Habló rápido y con voz de ardilla. A Erika le causó tanta gracia que tuvo que esforzarse mucho para no estallar en risas. No pretendía burlarse de Paula, solo la encontraba tan adorable que quería abrazarla y llevársela a su casa, para que formara parte de su colección de peluches y juguetes.
―Siempre noté que había algo raro en la profesora Brenda ―comenzó diciendo Paula―. En mi opinión ―dijo bajando mucho la voz―, es medio puta. 
―¿Y qué te llevó a pensar de esa manera? ―Preguntó Siara.
―En un principio, las fotos que Brenda sube a sus redes sociales… ―Siara puso los ojos en blanco, si la información que tenía Paula era la misma que la que tenían ellas, entonces la entrevista era una pérdida de tiempo, pero fue justo ahí cuando la chica dijo algo que la puso en alerta―. Y el video que me llegó de ella…
―¿Qué video? ―Preguntó Erika, muy interesada―. Nadie nos dijo nada de un video de Brenda.
―Es que no lo tiene todo el mundo. A mí me lo pasó una persona de confianza y me pidió que no se lo mostrara a nadie. 
―¿Quién te lo pasó? ―Preguntó Siara.
―No puedo decirlo… pero sí puedo mostrarles el video, aunque no se los voy a pasar. Solo… se los muestro. Aunque desde ya les advierto que es bastante explícito. 
―Muy bien, queremos verlo ―dijo Siara―, pero antes decime, ¿por qué te interesa ayudarnos en este caso?
Antes de comenzar con las entrevistas Erika y Siara fijaron una pauta importante: debían preguntarle a la gente por qué les interesaba colaborar, de esa forma podrían descartar a los malintencionados que vinieran con información falsa…
Y la que más les hizo sospechar de malas intenciones y de información falsa, no fue otra que Alexia.
―Les digo que la vi en el salón de profesores chupándole la pija a un alumno ―insistió Alexia por tercera vez. 
―¿Alguien más presenció ese acto? ―Preguntó Siara.
―No, solamente yo lo vi… y a ver, no tengo nada en contra de andar por ahí chupando una que otra pija, todas lo hacemos. Pero… no sé, me pareció inapropiado que lo hiciera con un alumno… y encima dentro del instituto.
―¿Cómo se llama ese alumno? ―Quiso saber Erika.
―No tengo idea. No conozco los nombres de todos… era un flaquito, pelo negro… algo fachero… 
―Esa descripción no nos sirve de mucho ―dijo Siara. 
―Es lo que sé. Si les sirve, bien.. sino, bueno, me retiro.
Erika y Siara intercambiaron miradas. El testimonio era flojo y carecía de evidencias, pero aún así no lo podían descartar del todo. Y menos aún después de lo que les contó uno de los testigos claves.
―Me llamo Diógenes ―dijo el chico delgado, tenía el pelo castaño muy lacio peinado hacia un costado y un mechón tapándole un ojo.
―¿Vos no tuviste un novio llamado Diógenes? ―Le preguntó Erika a su amiga.
―No, nunca tuve un novio llamado Diógenes, no sé de dónde sacaste eso. Dejá hablar al chico que sino vamos a estar hasta mañana acá. Contanos qué sabés de Brenda Ramallo.
―Em… ―Diógenes sopló el mechón de pelo que caía sobre su ojo―. Yo formo parte del club de arte del instituto. A pesar de que a algunos de mis compañeros y maestros no les gusta, yo me dedico a ilustrar y pintar desnudos. Me resulta fascinante la anatomía humana…
―Ya escuchaste a Siara, flaquito ―dijo Erika―, no nos cuentes la historia de tu vida, porque no nos importa.
―Ah, perdón, pero esto es importante… lo hago rápido. Una vez estaba buscando modelos para pintar, le pregunté a algunas de las chicas del curso si querían hacerlo, ninguna se mostró muy entusiasmada. La profesora Ramallo escuchó estas propuestas y me dijo que no era buena idea andar pidiéndole a mis compañeras que se desnuden. Yo le dije que no veo el problema, porque es con fines artísticos. Ella entendió y… se ofreció como modelo.
―¿Qué? ¿En serio? ¿Pintaste en concha a la profe Ramallo? ―Erika estaba estupefacta.  
―Así es, y traje los bocetos. Todavía no hice ninguna obra final pero… ―abrió una carpeta con varias hojas de papel de gran tamaño―, con esto pueden notar que se trata de ella. 
Erika y Siara analizaron atentamente las ilustraciones de Diógenes. Eran muy buenas. Los dibujos parecían tener vida, movimiento y expresión. Y, por sobre todo, el parecido con Brenda Ramallo y la chica de los bocetos era enorme.
―No te ofendas, flaquito ―dijo Erika―, pero cualquier pajero puede dibujar una chica desnuda y ponerle la cara de su profesora.
―Ah, sí… es cierto, por eso al final de la carpeta van a encontrar alguna de las fotos que ella me mandó para usar como guía… no son muy buenas, porque es obvio que se las sacó alguien que no conoce nada de fotografía; pero bueno, sirvieron para completar detalles. 
El testimonio de Diógenes fue sólido y tenía pruebas para sustentarlo, y no fue el único en venir bien preparado. 
La quinta y última entrevistada tomó asiento y saludó con una tenue sonrisa.
―Hola, me llamo Natacha y…
En ese momento Erika perdió la compostura, se puso de pie de un salto y la señaló.
―Ay, no lo puedo creer, sos re parecida a Rindo Kobayashi ―tanto Siara como la entrevistada se quedaron con los ojos como platos―. Ya saben… Rindo Kobayashi… del anime Shokugeki no Soma. ―No hubo reacción, mantuvieron la misma expresión de incredulidad―. La similitud es obvia. Mirá: tiene el pelo rojo intenso… pero no es brillante y chillón, sino más cercano al tono del vino tinto. Los ojos de esta chica son como de gato, y medio verdosos, a ver flaca… ponete más contra la luz, así veo si son bien verdes o medio marrones ―la aludida no se movió―. Vos también tenés muchos rasgos felinos. Y al igual que Rindo Kobayashi, sos flaquita… pero tetona. A mí no me engañás con esa ropa ―Natacha tenía puesta una camisa blanca ajustada, pero aún así no se alcanzaba a vislumbrar la forma o el tamaño de sus pechos―. Esa es una estrategia que yo intenté usar muchas veces, con un top muy ajustado, corpiños deportivos, o hasta alguna venda… cualquier cosa que sirva para contener a las gemelas. Estoy segura de que tus tetas son mucho más grandes de lo que aparentan. Para ser idéntica a Rindo Kobayashi solo te falta tener colmillos. ―Las dos mujeres presentes la miraron como si estuviera hablando en japonés.  Erika tomó asiento, ofuscada, y se cruzó de brazos―. Esto me pasa por juntarme con gente inculta. 
―Perdón ―dijo Natacha, su voz era suave, la clase de personas con las que hay que tener el oído bien atento para poder oírlas―. No miro mucho anime, pero algunos me gustan. Aunque no conozco ese que mencionaste.
―Es un anime sobre cocina ―dijo Erika, recobrando la alegría―. Tenés que verlo, es genial.
―¿De cocina? ¿Hicieron un anime sobre cocina? ―Preguntó Siara.
―No solo uno, hay un montón de esa temática; pero ese es mi favorito porque…
―No nos interesa, Erika ―interrumpió Siara―. No le des bola, Natacha. Estamos acá para escuchar lo que tengas que decir sobre la profesora Brenda Ramallo.
―A mí lo que me interesa ―Erika volvió al ataque― es saber por qué nunca te vi en el salón.
―Sí me viste ―dijo Natacha―. Aunque tal vez no me prestaste atención, siempre me siento en el fondo del salón.
―Imposible, con lo parecida que sos a Rindo…
―Es que antes tenía el pelo distinto, de mi rojo natural, que es más bien un castaño cobrizo. No llama tanto la atención. Hace poco empecé a usar una tintura que realza esos tonos rojos. ¿Les gusta? ―Sonrió con simpatía mientras alisaba uno de los mechones que caían sobre su hombro.
―Está muy bien, pero… por favor, ¿podemos centrarnos en el asunto de la profesora? ―Siara parecía estar perdiendo los estribos.
―Muy bien. ¿Por dónde empiezo? ―dijo Natacha.
―Podés empezar por decirnos por qué querés ayudarnos.
―Mmm… a ver… no quiero perjudicar a nadie, mucho menos a una profesora del instituto; pero… la situación se volvió un tanto incómoda para muchos de los alumnos, me incluyo. No digo que deban despedir a Brenda... pero algo hay que hacer. Al menos merece una sanción. Como ya sabrán, hay rumores de que Brenda estuvo haciendo cosas indebidas en Cancún, y no solo eso. Da la impresión de que intenta provocar a sus alumnos… provocarlos sexualmente, digo.    
―Sí, algunos de los que entrevistamos nos dijeron que sospechaban lo mismo ―dijo Erika―. Por las fotos que sube Brenda a sus redes sociales.
―No son solo las fotos. Va todavía más allá. 
Natacha deslizó una pequeña tarjeta negra sobre la mesa. Siara la leyó y luego volvió a fijarse en los ojos verdes de la pelirroja.
―Es una tarjeta de una “dama de compañía” llamada Lola ¿Qué significa esto? ―dijo Siara.
―Esa tal Lola es amiga de Brenda Ramallo.
―¿Y eso qué tiene que ver? ―Preguntó Erika―. No la van a sancionar por ser amiga de una prostituta. 
―No, claro que no; el tema es que… miren esto ―Natacha les mostró una imagen en su celular, se trataba de una de las fotos de Cancún que habían sido publicadas en el Instagram de la profesora. Brenda estaba bailando muy apretada a un enorme moreno musculoso y junto a ella había una morocha bien bronceada haciendo lo mismo con otro tipo―. Esta chica es la tal Lola. Como ven, ella viajó a Cancún con Brenda Ramallo.
―Ajá, pero eso no tiene nada de malo… ―comenzó diciendo Erika, sin embargo Natacha la ignoró y prosiguió.
―Se me ocurrió revisar las redes sociales de esta tal Lola. Y no se imaginan lo que me encontré… bueno, si tienen un poquito de imaginación quizás sí se lo imaginan. 
Puso una nueva imagen en el celular, Siara y Erika se quedaron boquiabiertas. La imagen era explícita… muy explícita. 
Tan explícito como el video que les mostró Paula…
―No entiendo nada ―dijo Erika al ver el movimiento en la pantalla del celular.
Intentaron convencer a Paula de que les diera el video, pero no hubo caso.
―Prometí que no se lo pasaría a nadie ―dijo la chica―, pero les juro que es ella. Es la profe Ramallo.
Erika giró la cabeza de un lado a otro intentado darle sentido al borroso movimiento del video.
―¡Ay! ¡Eso es una pija! ¡Y ahí hay otra! ―Exclamó Erika―. ¡Y otra! ¿Se la están cogiendo entre varios?
―Aunque me da mucha vergüenza decirlo, sí… se la están cogiendo entre varios. Esperen un poquito, el movimento va a parar y se va a notar mejor que es ella.
Siara miró atentamente, una gruesa verga entró por la boca de la chica del video, estaba grabado en un plano tan cercano que solo podían ver la boca y la nariz de la mujer.
―¿Ven? ¡Es ella! ―Aseguró Paula.
―No sé, tengo dudas ―dijo Siara―. Es parecida, no te lo voy a negar… pero necesitamos algo más. ¿Se le ve un poco más de la cara en algún momento? 
―Si, esperen… le saqué el sonido al video porque me pone sumamente incómoda; pero acá… ―levantó el volúmen por unos segundos y una voz femenina dijo: “Si me van a dar por el orto, que sea despacito… y de a uno, no se alboroten”―. ¿Reconocen la voz?
―Suena parecida a la de Brenda ―dijo Erika―. Aunque con un parecido no hacemos nada. Necesitamos certezas.
Eso fue lo mismo que le dijo a Alexia:
―Certezas, necesitamos certezas. Si viste algo y no tenés pruebas, no nos sirve de mucho. 
―¿Y por qué les mentiría? ―Protestó Alexia.
―Para molestarnos ―dijo Siara―. Desde el principio nos dejaste bien claro que nuestro club de detectives te parece ridículo. 
―Y sigo pensando lo mismo. No sé quién podría a unirse a un club de “detectives” ―marcó las comillas con sus dedos―. La sola idea ya me parece ridícula, infantil. Pero si van a hacer algo con el caso de la profe Ramallo, entonces necesitan saber qué fue lo que vi. Y esa no fue la única vez…
―¿Viste algo más? ―Preguntó Erika.
―Sí; pero como no tengo pruebas, no les importa.
―Igual podés contarnos ―dijo Siara―. Algún otro alumno podría darnos un testimonio parecido, eso nos ayudaría a contrastar la información. ¿Qué fue lo que viste? 
Alexia estaba molesta y de brazos cruzados, sus tetas, de buen tamaño, parecían a punto de saltar fuera de su prominente escote.
―Está bien, les cuento aunque no me crean. Como ya sabrán, todas aprovechamos los baños del instituto para hacer nuestros… jueguitos. Si encontrás a alguien con quién pasar un rato, el lugar más cómodo y privado es el baño, en especial el baño tres, del cuarto piso, que casi nunca se usa. Pero eso ya lo sabrán, seguramente lo habrán usado más de una vez para tortear entre ustedes.
―¿Por qué todo el mundo piensa que somos lesbianas? ―Le preguntó Erika a su mejor amiga.  
―¿Es que no lo son? ―dijo Alexia, sorprendida.
―No, para tu información no somos lesbianas, ―respondió Siara―. Y tampoco andamos “torteando” en el baño del cuarto piso. 
―Bueno, en fin, como sea. La cosa es que yo estaba en ese baño, no les voy a decir por qué ni con quién. Estaba dentro de uno de los cubículos y escuché un ruido. Personas que hablaban. Una voz femenina y dos que parecían varones. Me quedé muy callada, sin hacer ruido durante un par de minutos y cuando escuché que la acción ya había comenzado, me asomé por arriba de la puerta. ¿Y a quién se imaginan que encontré?
―A Brenda Ramallo ―dijo Erika.
―Así es. Brenda, con el pantalón por los tobillos, doblada hacia adelante. Uno de los pibes se la estaba metiendo por la concha mientras ella le chupaba la pija al otro. Parecía muy… entretenida. Me dio la impresión de que lo estaba disfrutando. 
―Y dejame adivinar ―dijo Siara―. Tampoco sabés el nombre de esos chicos.
―No, ni idea. Son dos tarados a los que no saludaría ni miraría dos veces… aunque el que le estaba metiendo la pija por la boca está bien equipado. Quizás lo salude si me lo vuelvo a cruzar ―dijo, con una sonrisa picarona―. A ver, no me malinterpreten, no me quejo del acto en sí… en ese momento lo disfruté mucho. La verdad es que no todos los días una tiene la oportunidad de mirar porno en vivo… y esto era bien porno… una profesora a la que se la estaban cogiendo dos alumnos. Me gustó más cuando el que estaba bien equipado intercambió lugares con su amigo, él se encargó de la vagina… el otro pibito se dio el gusto de darle de tomar la leche a la profe Ramallo… y ella lo aceptó de buena gana. Se la tomó toda sin chistar. La verdad, la admiro por su actitud. Mientras estaba encerrada le di un buen uso a las imágenes… si saben a lo que me refiero.
―No nos interesa saber sobre tus pajas, nena ―dijo Erika―. Supongamos que es cierto, que eso ocurrió realmente. Brenda le chupó la pija a un pibe en el salón de profesores y se cogió a otros dos en el baño.
―Les digo que ocurrió de verdad ―insistió Alexia, Erika la ignoró.
―Entonces más de un alumno debería saber que la profe Ramallo ofrece esta clase de… servicios. Vos sos bastante puta y no lo escondés. ¿Alguno de tus amiguitos dijo algo sobre la profe Ramallo?
Alexia se quedó muda mirando a Erika con los ojos muy abiertos. Luego de unos segundos rompió el silencio.
―¿Me dijiste puta?
―Ay, nena… ―Erika puso los ojos en blanco―. Desde que entraste nos estás diciendo que cogés acá y allá. ¿Me vas a decir que te ofende que te digan puta?
―Tortillera ―espetó Alexia.
―Puta ―dijo Erika, poniendo ambas manos sobre la mesa.
―Chupaconchas ―Alexia se puso de pie.
―Chupapijas, petera, trola, ―Erika también se levantó y su nariz casi tocó la de Alexia―. 
―Seguramente tienen este clubcito para atraer conchas ―Alexia se adelantó aún más, casi subiéndose a la mesa, Erika también avanzó y los dos pares de tetas quedaron bien apretujados en el medio, como si de pronto la discusión se hubiera convertido en un concurso de topetazos mamarios―. Ya me imagino la cantidad de veces que habrán chupado conchas acá.
―Que hayan chupado conchas acá no significa que seamos lesbianas ―dijo Erika, adelantó más su pecho, una de sus tetas quedó entre las de Alexia. Sus frentes ya se estaban tocando y cada una ejercía presión sobre la otra.
―¿Entonces es cierto que usan este salón como aguantadero lésbico? Ya mismo las estoy denunciando con Sofía Levitz.
―Andá, boluda… andá y contale todo a Sofía… de paso nosotras le vamos a contar para qué usás el baño del cuarto piso ―con estas palabras logró que Alexia retrocediera un paso. Erika estuvo a punto de caer de cara contra la mesa y lo hubiera hecho si Siara no la hubiera sostenido por los hombros―. Seguramente a vos también te cogieron entre varios, como a la profe Ramallo, hasta debés entregar el  orto al primero que te lo pida.   
―¿Sabés qué? No vine acá para que una pelotudita me insulte. Me voy a mi casa. Metanse el club en el orto. Tortilleras de mierda.
Ese fue el final de la entrevista con Alexia. Terminó mal y no sirvió de mucho. Siara lo consideró una pérdida total de tiempo. 
Por suerte para ellas, no todas las entrevistas fueron así. Diógenes esparció sobre la mesa todas las fotos de la profesora Ramallo, en perfecto orden.
―¿Y ella te las pasó así sin más? ―Le preguntó Siara.
―No, claro que no. Me dijo que el modelaje lo podía hacer gratis, pero que las fotos me costarían más.
―¿Te las cobró? ―Preguntó Erika―. Y no se te hizo raro que una profesora te esté pidiendo dinero a cambio de fotos de ella desnuda?
―No, para nada. Porque el contexto lo ameritaba ―aseguró Diógenes―. Ella estaba haciendo un trabajo de modelaje para mí, eso lleva tiempo y dedicación. Nunca pretendí que lo hiciera de forma gratuita. Además, en mi situación económica, pagar por material para pintar no me cuesta nada. Mi mamá ya sabe en qué gasto ese dinero.
―¿Y ella sabe que una de tus modelos es una profesora?
―Sí, se lo comenté. No lo vio como algo malo.
―Algunas fotos son bastante… explícitas ―dijo Erika―, como esta… ―señaló una en la que Brenda estaba acostada en una cama, con las piernas separadas y abriéndose la concha con ambos dedos, había una sonrisa seductora en sus labios.
―Esa foto es muy buena, hice un boceto sobre eso ―Diógenes les mostró el dibujo en cuestión, eran garabatos que representaban muy bien la fotografía, incluso se había tomado la molestia de dibujar los labios vaginales y el clítoris en un rincón de la hoja, y con muchos detalles―. Me sirvió para practicar el dibujo de vaginas… está foto fue incluso más útil ―les señaló una que en la que se veía en primer plano la concha de Brenda.
―Em… se ve que le ponés mucho énfasis al dibujo de genitales ―comentó Siara.
―Para el arte, ningún rincón del cuerpo humano se descarta ―aseguró Diógenes―. Penes, vaginas, tetas, lo que sea, yo lo dibujo. Y agradezco mucho que la profesora Ramallo haya contribuido con mis estudios artísticos. 
―Y si le agradecés tanto, entonces por qué estás acá mostrándonos esto? ―Preguntó Siara―. Si sabés que la puede perjudicar…
―¿Perjudicar? No, yo no estoy intentando dañar la reputación de Brenda Ramallo, sino todo lo contrario. Vine para mostrarles que ella se interesa en ayudar a sus alumnos, incluso con sus tareas extra curriculares. Es una buena profesora… y una excelente modelo. No tuvo ningún problema en posar desnuda durante horas, y recuerden que eso lo hizo gratis. 
―Hubo alguien más pintando junto a vos mientras Brenda posaba?
―Sí, un par de compañeras del club de arte. Si quieren pueden hablar con ellas. Nuestro club es pequeño y no siempre estamos todos; pero aprendemos mucho. Incluso tenemos una profesora de artes plásticas que nos brinda ayuda cada vez que puede. Se llama Natalia Fermín. Ella también estuvo presente en alguna de las sesiones de modelaje de Brenda… y no le pareció extraño que una profesora se preste a posar. La misma Natalia dijo que, quizás, algún día, ella también se anime a hacerlo.
―El club de arte parece muy… interesante ―dijo Erika.
―¡Lo es! ―Diógenes se mostró realmente entusiasmado―. Y si alguna de ustedes quiere unirse, están invitadas. Ya saben que se pueden anotar hasta en tres clubes al mismo tiempo.
―Está bien, muchas gracias, lo voy a pensar ―dijo Erika―. Me gusta dibujar, aunque hace rato que no lo hago. Me vendrían bien algunas clases de arte para pulir mi técnica.
―Cuando quieras, y sin presiones ―dijo Diógenes―. La idea es divertirse, pasarla bien y conocer a otros aficionados al arte. Bueno, les dejo las fotos de Brenda, total yo las puedo imprimir otra vez. Los bocetos sí me los llevo, aunque si quieren sacarles fotocopia no me molesta.
―No va a ser necesario, con las fotos nos alcanza ―dijo Siara―. Gracias por tu testimonio. Nos sirvió de mucho.
Las fotos proporcionadas por Diógenes fueron de gran utilidad. Y no fue el único que les ofreció imágenes relevantes para la investigación.
―Tengo fotos de Brenda Ramallo, de las candentes ―aseguró el Japo, acomodándose los anteojos. El gordito parecía muy tranquilo y confiado―, y lo más importante es cómo hice para conseguirlas.
―¿Cómo hiciste? ―Preguntó Erika, con genuino interés.
―Soy un noctámbulo ―comenzó diciendo el Japo―, seguramente cuando llegue a mi casa me acueste a dormir, a mí me gusta vivir de noche.
―No te imagino yendo a fiestas… ―dijo Erika.
―No soy esa clase de noctámbulo. A mí me gusta quedarme en casa jugando videojuegos y haciéndome la paja.
―Ah… qué directo. ¿Siempre hablás así frente a otras mujeres a las que no conocés? ―Siara parecía molesta.
―Cuando son tan lindas como ustedes, sí. A mí no me da vergüenza reconocerlo. Coger no es lo mío… pero me encanta el porno ―los anteojos del Japo se empañaron―. Una noche descubrí, con gran alegría, que la profesora Ramallo subía fotos más picantes a su Twitter, durante la noche. Quizás a las dos o tres de la madrugada. Las dejaba publicadas diez o quince minutos, y luego las borraba. Por suerte yo fui lo suficientemente astuto como para copiar esas imágenes antes de que ella las borre. Instalé un programita de alertas en mi compu, para que me avise específicamente cuándo Brenda subía fotos a su Twitter después de las doce de la noche, y allí estuve yo, atento para copiar todas y cada una de ellas. Algunas son de lo más interesantes. No se imaginarían a una profesora de un instituto terciario tan prestigioso subiendo esa clase de fotos a internet. Pero lo hizo…
―Interesante ―dijo Erika―. ¿Podrías pasarnos esas fotos?
―Podría ―el Japo limpió sus anteojos con un paño y volvió a colocárselos―; pero eso me ocasionaría una pérdida importante. 
―¿Por qué? ―Preguntó Siara―. Nadie te está pidiendo que borres las fotos después de dárnoslas. 
―Aún así, para mí sería una pérdida. Como les dije, me encanta hacerme la paja… y soy muy selecto con eso. Me encanta tener material que nadie tiene, y puede que alguien más haya guardado alguna de las fotos de la profe Ramallo; pero estoy seguro de que nadie tiene todas las que subió. Yo sí las tengo. No me falta ninguna. Es una colección excepcional. ¿Me explico?
―Sí ―dijo Siara―. Sabemos que hay personas que buscan contenido pornográfico exclusivo, original, que no tengan otras personas.
―Así es, y yo soy de esos. Lo que más me calienta es saber que nadie tiene esta colección completa. Así que, si tengo que compartirlas con ustedes… tendrán que darme material porno exclusivo.
―¿Material de quién? ―Preguntó Erika―. De Brenda?
―No, nena… de ustedes. 
Siara y Erika interrumpieron la entrevista en ese punto para discutir. Le pidieron al Japo que espere afuera y le dijeron que lo llamarían luego, cuando ya hubieran entrevistado a todos los demás. 
Otra declaración de gran utilidad fue la de Natacha, la pelirroja les brindó un dato fundamental para proseguir con la investigación.
―Este es el Twitter de Lola ―les dijo―, pueden anotarlo. Todas las fotos de las que les hablé están allí. Como verán, Lola no tiene ningún problema en publicar fotos totalmente explícitas. En muchas es obvio que Brenda no está. Pero, si se fijan bien en esta otra, por ejemplo…
Les mostró una foto donde una chica estaba recibiendo una ancha verga por el culo mientras Lola le lamía el clítoris. Tenía la parte inferior del bikini corrida para un lado.
―Hey, ese bikini me suena conocido ―dijo Erika―. Se parece mucho a uno de los que usó Brenda en Cancún.
―Eso mismo pensé yo ―aseguró Natacha―. Y detalles como éste hay varios. Además es obvio que muchas de las fotos publicadas por Lola fueron sacadas en las mismas playas de Cancún… les estoy dando la investigación prácticamente hecha. 
―Hiciste un gran trabajo ―dijo Siara―. Por cierto… no te gustaría unirte a nuestro club? Nos vendría bien una chica perspicaz como vos. 
―Les agradezco la invitación, de verdad; pero ya estoy anotada en tres clubes estudiantiles, ese es el máximo permitido. Si algún día decido darme de baja en alguno, voy a considerar su propuesta.
―Ufa, es una lástima ―dijo Erika―, me hubiera encantado tener a Rindo Kobayashi en nuestro club. Y en qué clubes te anotaste?
―Por qué querés saberlo?
―Solo por curiosidad. Me caés bien, capaz que me anoto en algún club solo para poder ser tu amiga.
Natacha soltó una risita nerviosa. 
―Sos bastante frontal, eso me agrada ―dijo con una sonrisa―. Bueno, sería genial tenerte de compañera en algún club. Estoy anotada en el de ajedrez…
―Uy, no… ―Erika puso los ojos en blanco―, cómo me aburre el ajedrez.
―Eso es cierto ―dijo Siara―, a mí me encanta jugar al ajedrez, y siempre intento convencer a Erika de lo importante que es este juego para el desarrollo mental; pero no hay caso, le aburre.
―En ese caso, quizás puedas anotarte en el club de ajedrez ―sugirió Natacha―. Me encantaría jugar algunas partidas con vos. 
―Lo voy a pensar ―dijo Siara―. Suena interesante.
También estoy anotada en el club de Finanzas y Relaciones Públicas ―Siara y Erika se miraron sorprendidas―. Es muy bueno, se los recomiendo, hacemos simulacros de bolsa de valores y… ah… ya veo que no les interesa. Se les nota en la cara.
―Nena, si con el ajedrez me duermo, con las finanzas directamente me pego un tiro ―aseguró Erika. 
―A mí tampoco me entusiasma demasiado ―dijo Siara.
―Sí, ya veo… es un club para gente muy peculiar. Lo entiendo. Quizás te pueda interesar el otro… el Club de Cosplay.
―¿Qué? ―Erika se puso de pie de un salto―. Hay un Club de Cosplay y yo no me enteré? Por qué nadie me avisó.
―Ah, lo que pasa es que lo abrieron hace poco. Yo me anoté hoy mismo. 
―Y ya mismo me estoy anotando! ―Aseguró Erika, con entusiasmo―. Amo hacer cosplay, me encanta diseñar trajes… a veces uso a Siara como modelo, aunque a ella no le hace mucha gracia.
―Eh… ―Siara se encogió de hombros―, ya estoy acostumbrada. Mi mamá también me usa para lo mismo.
―Bueno, si te anotás al club, yo puedo ser tu modelo cuando gustes ―sugirió Natacha.
―¡Ay, me encanta! Sí, te prometo que hoy mismo me voy a anotar, cuando terminemos con las entrevistas.
―¿Y no estamos terminando ahora? ―Preguntó Natacha―. Creí que yo era la última. Si querés vamos juntas al club de cosplay y te anotás.
―Ah, no… em… este… ―Erika se puso muy nerviosa―. Todavía tenemos que hacerle unas preguntas a uno de los entrevistados. Va a tomar un rato, así que… em… no me esperes.
Se despidieron de Natacha y al asomarse por el pasillo vieron que el único que aún estaba allí era el Japo. 
―Enseguida estamos con vos ―le dijo Erika, y volvió a cerrar la puerta de la sede―. ¿Qué vamos a hacer con el gordito? ―Le preguntó a su mejor amiga.
―Nada. Le vamos a decir que si no quiere darnos las fotos, se puede ir a su casa. 
―No, ni hablar ―protestó Erika―. No te das cuenta de que esas fotos podrían ser vitales? Si las comparamos con las del Twitter de Lola, ya está, caso cerrado. 
―Lo sé, pero no me voy a rebajar. Si el gordito quiere ver mujeres desnudas, que las busque en internet. 
―Siara, no te olvides de lo que tuvieron que hacer Xamira y Oriana para el caso de Dalma. Ellas tuvieron que sacrificar parte de su dignidad… en especial Xamira. 
―Sí, lo sé, pero…
―Pero nada. Me parece injusto que nosotras nos echemos para atrás cuando ellas hicieron lo necesario para conseguir información. Somos las fundadoras del club. Vos misma lo dijiste: en el caso de Dalma, Oriana y Xamira aportaron más que nosotras. Ahora es nuestra oportunidad de hacer un aporte de peso. 
―Bueno, sí… en eso tenés razón; pero… y si le muestra las fotos a alguien más? 
―Eso no va a pasar. Él quiere material único. Estoy segura de que no se lo va a mostrar a nadie.
―Es cierto ―dijo una voz desde el otro lado de la puerta―. No se lo voy a mostrar a nadie.
―¡Uy, gordito de mierda y la puta que te parió! ―Chilló Erika―. Dejá de escuchar nuestra conversación a escondidas. ―Le abrió la puerta―. Ya fue, pasá. Lo vamos a hacer. Pero solo con la condición de que nos des todas las fotos de Brenda. No puede faltar ninguna. 
―Muy bien, trato hecho ―dijo el Japo, con una sonrisa libidinosa.
―Yo tengo otra condición ―dijo Siara―. Podés sacarnos fotos, pero sin tocarnos.
―Ah, ok, no te preocupes por eso. No tengo intenciones de tocar… por ahora. Me alcanza con las fotos. 
―Y qué tenemos que hacer? ―Preguntó Erika.
―Pueden empezar con mostrar un poquito las tetas ―una vez más los anteojos del Japo se empañaron―. No saben la cantidad de pajas que les dediqué a esas tetas…
―Iuuugghhh ―dijo Siara, con una mueca de asco.
―Me encantaría tener fotos de esos melones ―aseguró el Japo.
―Siara, vamos a hacerlo de una vez, cuanto antes terminemos con esto, menos vamos a tener que aguantar a este pelotudo.
―Sí, tenés razón.
El Japo se apresuró a sacar su celular y fotografió todo el proceso de Erika y Siara quitándose la ropa que cubría sus torsos. Cuando las dos quedaron en corpiño, dijo: 
―Erika, desabrochá el corpiño de Siara, y después hacen lo mismo a la inversa.
La aludida no objetó. Se acercó a su amiga que tenía puesto un corpiño de encaje blanco por el cual se le transparentaban un poquito los pezones. A Erika le bastó con un ágil movimiento de los dedos para que las tetas de Siara quedaran rebotando a la vista del Japo.
―Lindos pezones ―dijo el gordito―. Grandes, marrones… bien definidos y duritos. Con una areola pequeña. Excelentes. 
Siara sintió un escalofrío por la forma libidinosa en la que la miraba su compañero de curso. Prefirió quedarse callada. Erika tenía un corpiño rosado aún más transparente que el de ella. Por eso no se lamentó tanto al quitárselo, las tetas prácticamente ya se le veían. De todas maneras ahora el Japo pudo apreciar mejor esos pezones.
―Estos también me gustan. Bien rosaditos y con una areola grande casi del mismo color que tu piel. 
―Literalmente son todo lo contrario a los de Siara ―comentó Erika―. Y habías dicho que los de ella son excelentes.
―Los tuyos también lo son. Me gustan los pezones en todas formas, tamaños y colores. Y hablando de eso… ¿por qué no le chupás un pezón a tu amiga? Estoy seguro de que eso lo hicieron muchas veces.
Erika estuvo a punto de protestar diciéndole que ellas no eran lesbianas, sin embargo el Japo tenía razón en algo: sí había chupado esos pezones. Lo mejor fue quedarse callada y obedecer.
Agarró la teta derecha de Siara e intentó imaginar que estaban solas en una habitación. Eso la ayudó mucho. Cuando acercó la boca y empezó a lamer el pezón no sintió ningún tipo de asco, solo algo de incomodidad, porque el Japo se acercó mucho para poder fotografiar la escena.
A Siara le tocó replicar esta acción con una de las tetas de Erika. Se prendió al pezón y se dijo a sí misma que, quizás, estaba abarcando demasiada teta con su boca; pero fue algo involuntario. Simplemente abrió mucho la boca porque las ubres de su amiga así lo requieren. 
―Bueno, ya está ―dijo Siara, luego de unos segundos de lamida―. Ya tenés tus fotos.
―No querida, aún falta mucho. ¿Acaso se creen que me voy a conformar con un par de tetas? No, ni de casualidad. Yo quiero ver más. Así que… a ver esas tanguitas. 
―¡Ay! ¡Cómo te odio, gordito! ―Chilló Erika.
A pesar de su protesta, ella dio media vuelta y comenzó a bajarse el pantalón, mostrando que debajo tenía una pequeña tanga haciendo juego con su corpiño rosa.
Siara suspiró, si Erika lo estaba haciendo, ella también lo haría. No dejaría sola a su amiga en esta humillante situación. 
Las dos se quitaron el pantalón y pusieron sus manos sobre el borde de la mesa, dándole la espalda al Japo. El gordito se agachó detrás de ella para poder tomar fotos de esos culos…
―Maravillosos culos ―dijo―. Me encantan. Son re culonas las dos. Y tienen lindas nalgas, bien definidas. Me sorprende lo pálida que sos Erika, y no lo tomes como algo malo, me gustan las chicas pálidas. Me recuerda a los anime hentai.
―Sí, lo sé… ―dijo Erika―. A mí me pasa lo mismo cuando veo mi culo. Aunque el de Siara también parece salido de un anime ―dio un par de palmaditas al culo de su amiga.
―Así es. También es precioso. A ver, separen un poco más las piernas, quiero ver cómo esas tangas les aprietan la vulva. 
―A mí me aprieta mucho ―dijo Erika―, porque me cuesta encontrar tangas de mi talla. 
Separó un poco sus piernas y mostró que, efectivamente, la tela semi-transparente de la tanga estaba muy apretada contra su vagina. 
Y el panorama con Siara no era muy diferente, a pesar de que su tanga blanca no transparentaba tanto, estaba tan pegada a sus labios vaginales que parecía pintura. 
―Mmmm, cómo se les marca la concha… la de pajas que me voy a hacer con estos culos. Me gustaría dejarles las panchas llenas de leche. 
―Cortala con esos comentarios, Japo ―dijo Siara―, porque me vas a hacer enojar. Te voy a romper la cara de una patada.
―No te pongas tan agresiva, Siara, porque doy media vuelta y me voy sin darles las fotos.
En ese momento Siara se dio cuenta de que cometieron un grave error al prestarse para hacer la sesión de fotos antes de que el Japo les diera las de Brenda. Ahora estaban a su merced y no tenían más alternativas que acatar sus órdenes.
―¿Entonces? ―Preguntó el Japo―. ¿Vas a ser obediente?
―Sí ―respondió Siara, a regañadientes―. ¿Qué tengo que hacer?
―Eso me gusta, que tomes la iniciativa, que te preocupes por hacer las cosas bien y por darme un buen contenido. Mientras mejor sea el contenido que me den, antes vamos a terminar con esto. Sino… podemos estar todo el día, no tengo apuro. Ahora, como disculpa por tu mala actitud, podés abrirte las nalgas…
―¿Así? ―Preguntó Siara.
Sus nalgas se abrieron como un libro, la tira de tela que quedó entre ellas no alcanzaba para cubrir todo. El agujero de su culo se asomaba por los lados.
―Eso, me encanta cómo se te ve el culito.
“¿Por qué tiene que decir “culito”? ―pensó Siara―. Es desagradable”.
―¿Querés ver más? ―Preguntó Siara, tragándose su orgullo. Las palabras supieron amargas en su boca, pero si no le daba al Japo lo que quería, la situación se haría interminable. 
―Sí, obvio ―dijo el Japo―. Quiero que te saques la tanga y te subas a la mesa… con las piernas bien abiertas.
Siara apretó los dientes para contener las ganas de insultarlo. Tomó su tanga y comenzó a bajarla lentamente sabiendo que el Japo estaría fotografiando cada milímetro de su vagina. Cuando se la quitó toda, se quedó unos segundos allí, quieta, dándole tiempo al gordito para fotografiarla, no quería que él la obligara a repetir la pose. Luego de unos segundos se subió a la mesa, esta vez mirando de frente al Japo, y separó sus piernas. Estaba completamente desnuda y humillada frente a uno de sus compañeros de curso, uno que no miraría dos veces en otra circunstancia. 
―Uy, qué rica tenés la concha… bien depiladita. Decime, Siara… vos te hacés la paja?
―¿Qué clase de pregunta es esa? ―dijo Erika―. Todo el mundo se hace la paja.
―Shh, vos calladita. Quiero que Siara responda. 
―Sí… a veces me hago la paja ―las mejillas de Siara se pusieron de un rojo intenso.
―Y cuándo fue la última vez que te hiciste una?
―Hoy a la mañana… antes de venir al instituto.
―Uy, qué rico… a ver, mostrame cómo fue…
Siara estuvo a punto de gritar: “No me voy a pajear para vos, pelotudo”. Y eso hubiera sido un gran error. Mantuvo su orgullo aprisionado en lo más hondo de su ser y llevó los dedos hacia su vagina.
Comenzó con caricias lentas y poco a poco las fue intensificando, recorrió sus labios, rozó su clítoris, y fue metiendo un poco los dedos ocasionalmente. Tal y como lo había hecho esa mañana.
―Yo también me hago la paja ―dijo Erika.
Ella no podía tolerar que su amiga fuera humillada de esa manera. Se quitó la tanga y se sentó sobre la mesa, al lado de Siara, para demostrarle que tenía su apoyo. Siara sonrió, le gustó el gesto de Erika. 
Así quedaron las dos, tocando sus vaginas frente al insaciable Japo que no dejaba de fotografiarlas ni por un segundo.
―Tienen las conchas casi idénticas ―dijo el gordito―, bien peladitas, pálidas y con el interior rosadito. Me encantan. Y me gusta que las dos estén tan mojadas. Se nota que les calienta mostrarse en concha.
Ninguna de las dos dijo nada, porque no tenían argumentos para defenderse. Era cierto que sus vaginas estaban muy húmedas. Hilos formados por jugos vaginales colgaban entre sus labios y sus dedos. Las dos se metieron los dedos en la concha al unísono y se masturbaron frente al celular. El Japo dejó de lado las fotos, ahora directamente las estaba grabando.
Las chicas, por puro instinto, fueron acelerando el ritmo de su masturbación. Se miraban la una a la otra como diciéndose: “No te preocupes, amiga… estoy acá. Estamos juntas en esto”. 
El Japo acercó el celular a la concha de Siara, grabó en primer plano ese incesante toqueteo, y luego hizo lo mismo en la vagina de Erika. Ésta sintió una extraña ola de calor recorriendo su cuerpo. 
“Me está dando morbo? ―Se preguntó―. Acaso me está dando morbo tocarme frente a este gordito? No, no puede ser… seguramente es porque… porque… porque Siara está conmigo. Sí, tiene que ser por eso”. 
Intentó poner la mente en blanco y se mantuvo tocándose. 
―¿Alguna vez probaste los jugos vaginales de Siara? ―Preguntó el Japo.
―Em… sí, alguna vez… pero no es lo que vos te imaginás…
―Me imagino un montón de cosas. Lo que me importa es saber que lo hicieron… y que lo van a hacer otra vez. Dale tus dedos a Siara, para que los chupe.
Erika sacó los dedos de su concha, estaban chorreando un líquido transparente y espeso. Los acercó a la boca de su amiga  y esperó a que ella se sintiera preparada. Para su sorpresa, Siara se limitó a girar la cabeza hacia los dedos y se los metió en la boca sin protestar. Los lamió como si fueran viejas amantes. A Erika le gustó esa confianza y se dijo que cuando Siara le brindara sus dedos, los lamería con la misma seguridad.
Y así lo hizo. Siara no esperó a la orden del Japo, sabía que llegaría tarde o temprano. Prefirió ganar tiempo. Erika le lamió los dedos tragando hasta la última gota de sus jugos vaginales. 
―Mmm… no está nada mal ―dijo Erika―. Tenés una concha muy rica, amiga.
―Gracias ―dijo Siara, con una tímida sonrisa. Erika se las había ingeniado para hacerla sentir bien en esta situación tan incómoda.
―Uf, esto sí que es material de primera. Bueno, para que vean que soy un hombre de palabra, ya podemos cortar con la sesión de fotos. Ahora mismo les mando un e-mail con todo el material que tengo de la profesora Ramallo. No se preocupen, estoy seguro de que todo esto valdrá la pena para ustedes. Las fotos son muy buenas.
―Eso espero, porque si nos sirven, te corto las pelotas ―dijo Siara, y comenzó a vestirse a toda velocidad. No quería que ese gordito la viera desnuda ni un segundo más. 


1 comentarios - Intriga Lasciva - El Instituto [18]

doc101 +1
son excelentes