Series de Relatos Publicados (Click en el link)
Viene del post anterior: La MILF más Deseada [07] - Parte 1.
Julián no estaba seguro de cuánto tiempo debería permanecer allí, pero le gustaba tanto sentir la tibieza de la boca de su madre rodeándole la verga, que no quería retroceder. Sin embargo fue ella quien lo hizo, pasados unos segundos.
—¿Qué tal? —preguntó él.
—Creo que va mejorando.
Diana se sentó en la cama, dejando sus piernas algo separadas, sus dedos aún acariciaban su vagina, aunque ahora lo hacían con menor intensidad. Julián también volvió a sentarse a su lado, y al igual que ella, se mantuvo estimulando su sexo.
—¿Sabés una cosa? —Preguntó la rubia—. Una vez estuve con un hombre que la tenía grande como vos.
—¿Qué? ¿De verdad? Yo creí que el único hombre con el que habías estado era papá.
—¿Y cómo sabés que no hablo de él?
—Porque no te hubieras referido a él como “un hombre”.
—En eso tenés razón. Bueno, la cosa es que tu padre no fue el único hombre en mi vida, aunque sí fue el más importante… bueno, sin contarte a vos, sabés a lo que me refiero.
—Sí… ¿y cuándo fue que estuviste con este otro hombre?
—Fue hace muchos años, vos eras chico. Nunca te lo conté, pero tu padre y yo estuvimos separados por casi un año.
—¿Qué, de verdad?
—Sí… porque él me engañó con otra.
—¿Papá? ¿Papá te engañó? —Preguntó incrédulo—. Siempre creí que él era el hombre más bueno del mundo.
—Y lo era… pero los buenos hombres también se mandan cagadas. Cuando me enteré no lo podía creer, me puse muy mal… nunca me había sentido tan traicionada.
—Si te hace mal hablar de eso, no me lo cuentes.
—No, ya no me hace mal, fue hace muchos años. Además es hora de que lo sepas, ya sos grande. Bueno... si es que querés saberlo.
—Sí, por favor. Contame.
—Bueno. Cuestión que cuando supe de la infidelidad, lo eché de casa. Él tuvo que irse a vivir a un departamento. Vos, como siempre fuiste tan apegado a tu papá, preguntabas por él todo el tiempo, y yo te decía que se había de viaje y que iba a volver pronto.
—De eso me acuerdo... y sé que volvió.
—Sí, tuve que tragarme mi orgullo y le dije a tu padre que volviera. Bueno, en realidad no fue tan así, lo que pasa es que yo me sentía muy culpable... porque durante ese tiempo yo también me mandé mis macanas.
—Pero estaban separados, no sé si cuenta...
—Emm, seguíamos siendo marido y mujer, solamente estábamos distanciados. Además habíamos hecho una especie de acuerdo: durante el tiempo de separación, estaríamos solos. Usaríamos ese tiempo solamente como una oportunidad para pensar en nuestro matrimonio, no para salir a coger con la primera persona que se nos cruzara. Él me prometió que seguiría siéndome fiel, y yo le prometí lo mismo. Tuvimos algunas discusiones medio feas, pero ese fue el acuerdo.
—Qué loco... nunca me imaginé que se hubieran peleado de esa manera. Ni una sola vez los vi discutir.
—Porque nunca discutíamos delante tuyo... pero tampoco es que discutiéramos mucho. Tu padre era un tipo muy bueno, y sabía que se había mandado una cagada grande; por eso, cuando llegamos a un acuerdo, se portó de maravilla conmigo. Durante ese tiempo de separación fue muy amable, me dio mi espacio y siempre me trató con respeto. La que no hizo lo mismo fui yo.
—¿Vos lo tratabas mal?
—A ver... de forma directa lo trataba muy bien, le hablaba de buena manera... bueno, la mayoría de las veces. Admito que hubo ocasiones en las que le hablé bastante mal; pero él se las bancó. Prefería que yo le dijera todo eso, y que no me guardara nada. Pero más allá de eso, en ciertos momentos fue casi como volver a nuestra etapa de noviazgo, e incluso a veces me divertía charlando con él. Lo que él nunca supo es que en realidad yo lo estaba tratando mucho peor. No estaba respetando mi parte del acuerdo.
—Ah, ya veo... ¿Ahí fue cuando conociste a este tipo?
—Exacto. Este tipo no tuvo que hacer mucho para conquistarme, yo estaba enojada… despechada... y bueno, no lo voy a mentir, también estaba cachonda. Era como si quisiera devolverle a tu padre el mal que me hizo. Al menos así lo pensé al principio, pero con el tiempo me di cuenta que no era por eso... sino porque tenía ganas de tener una aventura sexual. ¿Sabés la cantidad de tipos que me hicieron propuestas indecentes? Me mantuve firme y dije que no, en cada ocasión; incluso en aquellas ocasiones en las que la tentación fue muy grande.
—Siempre me imaginé que habías tenido que rechazar a muchos hombres en tu vida.
—Sí, hombres y mujeres... hubo varias que se me insinuaron de forma bastante directa.
—¿Qué? ¿De verdad? No te imagino teniendo sexo con una mujer.
—Hay muchas cosas de mí que nunca te imaginaste.
—¿Eso quiere decir que lo hiciste?
—Quiere decir que lo dejo a tu criterio. Ahora te estoy hablando de otra cosa.
—Perdón, es que tirás una bomba tras otra... y me mata la curiosidad —Julián se estaba pajeando lentamente mientras hablaba con su madre.
—Así que tuviste muchas propuestas... ¿Cuál fue la más difícil de rechazar?
—Emm... bueno, esa fue una vez en la que salí a bailar con mis amigas, tu padre y yo ya llevábamos casados algunos años, y vos ya eras nacido; pero chiquito. No soy de salir mucho, de hecho esa fue una de las últimas veces que entré a una discoteca; porque cada vez que voy a una me siento culpable... además es donde más insinuaciones recibo.
—Me imagino, muchos se deben volver locos al verte con linda ropa, y bailando.
—Sí, y soy consciente del impacto que provoco en la gente, no creas que no. Esa vez un tipo, joven y musculoso, se me puso a bailar cerca; después de un rato me pidió que bailase directamente con él. No lo vi como algo malo, entonces acepté... yo tenía un vestido rojo, súper ajustado y bastante corto. No pasó mucho tiempo hasta que el tipo empezó a acariciarme, especialmente en la espalda. Cuando intentó hacer lo mismo con mi cola, le aparté la mano, pero no me enojé. Tenía una sonrisa encantadora, era un tipo lindo y no parecía peligroso, sólo estaba caliente... y bueno, yo también. Seguí bailando con él, y le aparté la mano cada vez que tuve que hacerlo, aunque a veces lo dejaba que me acariciara un rato el culo, o las piernas. Claro, el tipo se dio cuenta de que yo estaba cediendo, por eso se animó a más. Me arrimó por la espalda, y mientras lo hacía me manoseó un poco las tetas. Además yo podía sentir que tenía un bulto importante. Tendría que haberme apartado, pero en lugar de eso empecé a bailar de forma sensual. Casi sin que me diera cuenta, el tipo empezó a llevarme al rincón más oscuro del boliche. Ahí los arrimones y los toqueteos se hicieron mucho más evidentes. Yo seguía apartándole la mano, pero en varias ocasiones llegó a acariciarme la concha por encima de la tanga. A esa altura de la noche yo ya me sentía muy culpable, no sabía cómo le iba a explicar todo eso a mi marido; pero tampoco podía parar... estaba muy caliente. El tipo me arrimó por detrás, ya estábamos en un rincón en el que nadie nos iba a ver, yo ni veía a la gente que estaba cerca. En eso siento que él saca la pija... la tenía re dura. Lo sé porque se la agarré con una mano. Era grande, bastante más grande que la de mi marido. Ahí fue cuando me tendría que haber ido, pero me quedé un rato más. El tipo aprovechó, me corrió la tanga y empezó a acariciarme la concha... me sentí como una puta, nadie me había tocado ahí desde que me había casado con tu papá...
—¿Ahí fue cuando te fuiste? —Preguntó Julián.
—Em... no... me dejé tocar. El tipo incluso llegó a meterme los dedos... yo estaba muy caliente, y tenía la cabeza algo nublada, había estado tomando un poco; pero no tanto como para justificar mi comportamiento.
—¿Y qué pasó después?
—Después pasó algo de lo que me arrepiento mucho. El tipo puso la verga contra mi concha, y empezó a metérmela. Y yo... en lugar de apartarme, me acomodé y retrocedí para que entrara... no sabés lo que me dolió, nunca me habían penetrado con algo tan grande. Pero al mismo tiempo fue la sensación más placentera que había experimentado hasta el momento. Nunca le conté de eso a tu papá. El tipo me agarró con fuerza de las tetas, y siguió empujando, hasta que me la clavó entera. Yo estaba en puntas de pie, con las piernas separadas, y la cola levantada; lista para que me cogieran. Ahí fue cuando el remordimiento se hizo aún más grande, porque de verdad estaba dispuesta a dejarme coger por un desconocido, dentro de un boliche. Salí prácticamente corriendo de ahí, avergonzada y acomodándome la ropa como podía. Al tipo no lo vi nunca más, y por suerte no me siguió.
—Uf... —Julián se pajeaba con ganas—. No me imaginé que te hubieras animado a tanto. ¿No cuenta eso como una infidelidad?
—No sé... tal vez sí. Pero yo me esforcé mucho, hasta que me convencí a mí misma de que no lo era. Aunque ahora, analizándolo un poco, tal vez sí cuente como infidelidad.
—Me imagino que algo parecido te habrá pasado otras veces.
—Sí, pero nunca de forma tan alevosa. A veces sólo eran insinuaciones, o algún roce “sin querer”. Pero…
—¿Pero? —Como Diana no dijo nada, Julián insistió—. Dale, mamá, podés contarme lo que sea, yo te voy a querer igual. No me importa que no hayas sido perfecta durante tu matrimonio. Ese es un asunto tuyo, y de papá. Él también se mandó sus cagadas.
—Está bien… con el “pero” me refería a que hubo otras veces que rozaron la infidelidad; o incluso tal vez lo fueron, por más que yo intentara convencerme de que no.
—Quiero saber de esas veces.
Diana vio la verga de su hijo, y como él seguía pajeándose. Entendió perfectamente por qué estaba tan interesado en sus relatos. Eran candentes, hasta ella se estaba mojando cada vez más al contar esas anécdotas. Estaba pasando un buen momento con su hijo… un momento algo turbio y extraño; pero después de las sesiones de fotos, se estaba acostumbrando a eso.
—A ver, dejame pensar, —dijo ella, mientras se acariciaba la concha. Miró una vez más la pija de Julián—. Esperá, antes quiero probar algo. Permiso…
Ella bajó su cabeza, y sin detenerse, se tragó buena parte de la verga de su hijo. Él se quedó inmóvil, disfrutando del momento. La tibieza de la boca de su madre era tan agradable, que estuvo a punto de eyacular. Sin embargo, haciendo un gran esfuerzo, se contuvo. Una cosa era que su mamá le permitiera acabar sobre su cuerpo, para poder sacar algunas fotos… pero sabía que ella se enojaría mucho si le acababa dentro de la boca.
—Es una sensación muy extraña, —dijo Diana, cuando soltó la verga—. Me recuerda a algo que pasó una vez que tu padre y yo nos fuimos un fin de semana largo a un lindo hotel; fueron unas mini vacaciones. No podíamos pagar algo muy caro, pero necesitábamos relajarnos. Vos eras chico, y te dejamos abandonado por ahí, —dijo, con tono de burla; Julián sonrió—. Eso no importa, lo que sí importa era que estábamos solos, y el hotel era precioso. Tenía una pileta divina, y como era temporada baja, no había mucha gente. Eso me agradaba, porque podía andar en bikini sin que me estuviera mirando todo el mundo. Por aquel entonces era algo que me ponía muy incómoda. Pero que hubiera poca gente no significaba que no hubiera nadie.
—Había un tipo…
—Sí… y ese tipo era atractivo. Él estaba solo, tenía pinta de ser esos empresarios medio egocéntricos, que pasan todo el día en el gimnasio, y se conservan bien. Aunque en realidad creo que no tenía ni cincuenta años. A él se le iban los ojos cada vez que yo le pasaba cerca. No disimulaba ni un poquito, incluso una vez tu papá le hizo un llamado de atención por la forma en la que me miraba. Tuve miedo de que fueran a pelearse, pero el tipo le pidió disculpas amablemente. Con la que no tuvo tanto taco, fue conmigo. Una tarde tu padre y yo estábamos en la pileta, y el tipo estaba ahí. Entré al hotel, para buscar unas toallas, y él me siguió. Me empezó a decir que yo era muy hermosa, y que no entendía cómo me había casado con un tipo sin gracia. Me dijo que él me podía dar mucho placer, sólo si yo estaba dispuesta a recibirlo. O sea, directamente me invitó a coger. Obviamente le dije que no. Pero él fue muy insistente. Aprovechó, durante todo el fin de semana, cada momento que yo me alejé un poco de tu papá. Él seguía diciéndome barbaridades, y me halagaba de forma poco discreta. El último día de nuestras mini vacaciones, el tipo se me acercó cuando yo entré a buscar agua para el termo. Sabía que se estaba quedando sin tiempo, y si había tenido un mínimo de sutileza, lo perdió en ese momento. Antes de que pudiéramos ser vistos por algún empleado del hotel, me agarró la mano y la apoyó sobre su verga; dijo: “Ésto es lo que tengo para vos, puta hermosa”. Lo miré sorprendida, en ese momento tendría que haberle gritado de todo, e incluso le podría haber hecho una denuncia por acoso sexual. Pero me dejó tan impresionada el tamaño de su verga… y la forma prepotente en que me lo dijo, que me calenté. No estoy orgullosa de eso; pero me mojé toda. Miré para todos lados, y vi que no había nadie. Le hice señas, para que avanzara, y terminamos en uno de los baños del hotel. El tipo no anduvo con vueltas, ni bien entramos, se quitó el short, dejando su pija colgando en toda su extensión. La tenía toda depilada, y era más grande que la de tu padre… más o menos como la tuya. —Diana acarició la verga de su hijo—. Yo estaba muy mojada, y no por el agua de la pileta. Me gustaría decirte que lo dudé, o que estuve a punto de irme; pero sería mentir. Entré totalmente decidida, y lo hice. Me puse de rodillas, y sin mucho preámbulo, me metí toda esa pija en la boca. Me encantó sentir cómo se ponía dura adentro de mi boca… me encantó la rigidez… el tamaño… me encantó que el tipo me tratara de puta, y me pidiera que la siga chupando. Habré parecido una prostituta, o una actriz porno. Ahí estaba, en un baño, con un desconocido, moviendo la cabeza como una petera profesional. Le estaba comiendo la pija con una pasión que ni a tu padre le mostré. Para colmo lo miraba y le sonreía, como buena putita complaciente. En ese momento no entendí por qué me estaba comportando así, pero no importaba, porque mi único objetivo era comerme toda esa pija. Para colmo era tan grande que al meterla en mi boca me hacía salivar mucho, empecé a babearme toda. Pero no dejé de darle chupones, o de tragármela toda. Estaba descontrolada. No sé cuánto tiempo le estuve chupando la pija, pero sé que fue bastante. Obviamente el tipo me acabó en toda la cara, y dentro de la boca. Tragué tanta leche como pude, pero como era mucha, ésta terminó cayéndome por las tetas. Seguí chupándola un rato más, hasta dejarla bien limpia, y después me levanté. Mientras me lavaba la cara, el tipo salió del baño. Tal vez le fue suficiente con acabar, o pensó que yo no me animaría a más… pero sinceramente no sé cómo habría reaccionado si él hubiera intentado cogerme. Bah, sí sé… me hubiera dejado coger. Estaba re caliente. Pero bueno, tal vez a él ya no se le paraba dos veces… por suerte se fue; de lo contrario me hubiera portado muy mal. Aún pero de lo que me porté. Le di un rato, para que volviera a la pileta, y en ese interín agarré el termo, lo golpeé contra una pared, y lo rompí. Volví, con el termo sonando a vidrios rotos, y me senté al lado de mi marido. Le dije que había demorado porque se me rompió el termo, e intenté ver si vendían uno por algún local cercano al hotel. Él me creyó, y me agarró de la mano, sin sospechar que yo venía de hacerle un pete a un tipo. Ni yo lo podía creer. Siempre había criticado a las mujeres que engañaban a sus maridos, y me enojé cada vez que me trataron de puta. Pero ahí estaba, sentada, como si no hubiera pasado nada, después de hacerle tremendo pete a un desconocido. Me sentí una basura, pero al mismo tiempo estaba excitada. Unos minutos más tarde tuve que subir a mi habitación, a hacerme una paja.
En ese momento Julián empezó a eyacular, lo hizo a grandes chorros, que cayeron sobre la mano de Diana, que en ningún momento soltó la pija. Ella lo ayudó, moviendo la mano un poco, hasta que él, entre espasmos de placer, dejó salir hasta el último chorro de semen.
—Ah, bueno… ¡cómo acabaste! —Ella miró su mano, estaba cubierta por el líquido blanco.
—Uy… perdón.
—Ay, sonso… ¿cómo vas a pedir perdón? Raro hubiera sido que no acabes, después de las cosas que te conté. Podré ser tu madre, pero no soy ingenua. Sé que te habrás imaginado en una situación igual; pero con otra mujer.
—Eh… sí, claro… con otra mujer. Es que fueron momentos muy… morbosos. ¿Ahora me vas a contar del tipo que conociste? Ese otro tipo…
—Eso te lo cuento mañana.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Porque creo que ya tuviste suficiente estímulo por un día… mirá cómo me dejaste la mano, —ella extendió los dedos, hilos de semen se formaron entre ellos—. Mañana te cuento todo.
—Ufa, está bien.
Él quería saber más sobre las andanzas de su madre; pero Diana ya había tomado una decisión. Tendría que aguantar la intriga, al menos por un día más. Al menos ya había acabado, y no tendría que ir a su cuarto a seguir el trabajo solo. Pero sabía que, con la calentura que tenía, no pasaría mucho tiempo hasta que su verga se despertara otra vez. Agradecía tener disponibles todas las fotos de su madre, para que le sirvieran de inspiración.
—Bueno, ahora agradecería que me dejaras sola un ratito, —pidió la rubia.
Julián no tenía ganas de irse, pero no quería iniciar una discusión; se marchó sin decir nada, cerrando la puerta al salir.
Diana abrió las piernas y se llevó a la concha la mano llena de semen. Comenzó a masturbarse usando este blanco y espeso líquido como lubricante. Tuvo tentada a lamerse los dedos, pero se dijo que eso sería demasiado. Por más que el sabor del semen pudiera excitarla mucho, era el semen de su hijo. Mientras se tocaba recordaba las anécdotas que le había contado a Julián, y no podía dejar de imaginar la pija de su hijo en lugar de la de aquellos hombres. Se dijo que eso se debía a que el recuerdo del pene de esos hombres ya estaba difuso, y que a la verga de Julián la había visto apenas segundos antes… incluso la había tenido dentro de su boca. Por eso, cuando imaginaba el pete que le había hecho al tipo del hotel, sólo podía imaginar que se la estaba chupando a su propio hijo. Ésto la llenó de culpa y morbo, por partes iguales. Estaba demasiado caliente como para detenerse a pensar con claridad, dejó que su mente la guiara hacia donde quisiera. Se vio ella misma, de rodillas, tragándose la verga de su hijo, tal y como lo había hecho minutos antes; pero ahora imaginaba que se la chupaba con la misma pasión que al tipo del hotel. Incluso se vio a sí misma suplicando por semen… quería probarlo.
Diana se lamió los dedos, sin siquiera darse cuenta, lo hizo como un acto reflejo. El sabor del semen la embriagó, en lugar de apartar la mano, relamió cada rincón de ella, como si fuera una gata acicalándose. En su mente repetía la frase: “¡Ay, sí, ay sí… qué rica pija… dame toda la lechita!” Su otra mano le frotaba el clítoris con intencidad.
—¡Julián! —Gritó, a todo pulmón.
En apenas unos segundos la puerta del cuarto se abrió, Julián tenía la verga dura, porque había estado masturbándose… y más dura se le puso al ver a su madre contorneándose de una manera tan sexual.
—¿Pasa algo, mamá?
—Trae la cámara… rápido, —dijo, sin dejar de pajearse violentamente—. Dale, rápido.
Julián se fue y apareció otra vez, casi al instante, con la cámara en mano.
—Vení… —dijo ella, al verlo—. Dale, vení…
El chico se subió a la cama y empezó a tomar fotos de su madre, ella tenía el rostro en una erótica expresión de placer. De auténtico placer.
—Meteme la pija en la boca…. ¡toda!
Julián la miró con los ojos bien abiertos, pero fue lo suficientemente astuto para no preguntar nada. Agarró su dura verga y la clavó en la boca de su madre. Cuando la pija entró, Diana la recibió como si fuera la de uno de sus amantes, se aferró a ella apretando bien los labios. No se movió, se limitó a quedarse quieta, pero estaba segura de que la expresión de placer en su rostro sería auténtica. Cualquiera que viera esas fotos pensaría que ella, realmente, estaba chupando la verga.
Llegó al orgasmo y se obligó a soltar la verga, porque de lo contrario hubiera empezado a chuparla salvajemente. Se retorció en la cama mientras se colaba los dedos y permitió que Julián le sacase tantas fotos como creyera necesario. El chico no perdió mucho tiempo en esto, dejó la cámara a un lado y allí, arrodillado frente a su madre, empezó a pajearse. Lo hizo con tanta intensidad que en pocos segundos ya estaba sintiendo esa gran ola de placer subiendo desde sus testículos, estaba a punto de acabar, otra vez. Agarró una de las piernas de su madre y la separó de la otra tanto como pudo. Acercó la verga a la concha, tanto que su glande la rozó en más de una ocasión. Le sorprendió ver que Diana abría los labios de la concha, casi como si le estuviera pidiendo que le clavara la pija. No lo hizo, pero sí empezó a llenársela de leche. Mientras acababa acercó tanto su pija al agujero de la concha, que el glande penetró un poco, soltando un potente chorro de semen allí dentro. Retrocedió, temeroso de que su madre se enojara, y dejó salir el resto de su leche.
Con las manos temblorosas, Julián agarró la cámara… si su madre le preguntaba por qué había hecho semejante cosa, entonces usaría la excusa de siempre: “Era para las fotos, mamá”. Capturó unas cuantas imágenes y, para su sorpresa, Diana no dijo nada. Se quedó con las piernas abiertas, rendida por el cansancio. El semen chorreaba por sus labios vaginales, dando toda la impresión de que alguien se la había cogido recientemente.
En la mente de Diana los distintos argumentos colisionaban entre sí. Por un lado estaba asustada, por lo que su propia forma de actuar, y por lo mucho que Julián se había acercado a su concha. Pero por otro lado, había disfrutado de una de las experiencias sexuales más intensas en los últimos años. Tenía los ojos cerrados, pero le agradaba imaginarse abierta de piernas, cubierta de sudor, con semen chorreando de su concha. Intentó dejar de lado los malos pensamientos, para no arruinar el negocio de fotos.
—Voy a querer esas fotos, —dijo—. Me voy a hacer como mil pajas mirándolas… deben ser re porno.
—Lo son, —aseguró Julián, con una gran sonrisa—. Estás re puta, mamá.
Eso hizo sonreír a Diana. Le agradaba sentirse como una puta, al menos por un rato. Sabía que la próxima vez que conversara sobre sexo con su hijo, podía darle todos los detalles de lo que realmente ocurrió con su “gran amante”, como a ella le gustaba llamarlo.
Viene del post anterior: La MILF más Deseada [07] - Parte 1.
Julián no estaba seguro de cuánto tiempo debería permanecer allí, pero le gustaba tanto sentir la tibieza de la boca de su madre rodeándole la verga, que no quería retroceder. Sin embargo fue ella quien lo hizo, pasados unos segundos.
—¿Qué tal? —preguntó él.
—Creo que va mejorando.
Diana se sentó en la cama, dejando sus piernas algo separadas, sus dedos aún acariciaban su vagina, aunque ahora lo hacían con menor intensidad. Julián también volvió a sentarse a su lado, y al igual que ella, se mantuvo estimulando su sexo.
—¿Sabés una cosa? —Preguntó la rubia—. Una vez estuve con un hombre que la tenía grande como vos.
—¿Qué? ¿De verdad? Yo creí que el único hombre con el que habías estado era papá.
—¿Y cómo sabés que no hablo de él?
—Porque no te hubieras referido a él como “un hombre”.
—En eso tenés razón. Bueno, la cosa es que tu padre no fue el único hombre en mi vida, aunque sí fue el más importante… bueno, sin contarte a vos, sabés a lo que me refiero.
—Sí… ¿y cuándo fue que estuviste con este otro hombre?
—Fue hace muchos años, vos eras chico. Nunca te lo conté, pero tu padre y yo estuvimos separados por casi un año.
—¿Qué, de verdad?
—Sí… porque él me engañó con otra.
—¿Papá? ¿Papá te engañó? —Preguntó incrédulo—. Siempre creí que él era el hombre más bueno del mundo.
—Y lo era… pero los buenos hombres también se mandan cagadas. Cuando me enteré no lo podía creer, me puse muy mal… nunca me había sentido tan traicionada.
—Si te hace mal hablar de eso, no me lo cuentes.
—No, ya no me hace mal, fue hace muchos años. Además es hora de que lo sepas, ya sos grande. Bueno... si es que querés saberlo.
—Sí, por favor. Contame.
—Bueno. Cuestión que cuando supe de la infidelidad, lo eché de casa. Él tuvo que irse a vivir a un departamento. Vos, como siempre fuiste tan apegado a tu papá, preguntabas por él todo el tiempo, y yo te decía que se había de viaje y que iba a volver pronto.
—De eso me acuerdo... y sé que volvió.
—Sí, tuve que tragarme mi orgullo y le dije a tu padre que volviera. Bueno, en realidad no fue tan así, lo que pasa es que yo me sentía muy culpable... porque durante ese tiempo yo también me mandé mis macanas.
—Pero estaban separados, no sé si cuenta...
—Emm, seguíamos siendo marido y mujer, solamente estábamos distanciados. Además habíamos hecho una especie de acuerdo: durante el tiempo de separación, estaríamos solos. Usaríamos ese tiempo solamente como una oportunidad para pensar en nuestro matrimonio, no para salir a coger con la primera persona que se nos cruzara. Él me prometió que seguiría siéndome fiel, y yo le prometí lo mismo. Tuvimos algunas discusiones medio feas, pero ese fue el acuerdo.
—Qué loco... nunca me imaginé que se hubieran peleado de esa manera. Ni una sola vez los vi discutir.
—Porque nunca discutíamos delante tuyo... pero tampoco es que discutiéramos mucho. Tu padre era un tipo muy bueno, y sabía que se había mandado una cagada grande; por eso, cuando llegamos a un acuerdo, se portó de maravilla conmigo. Durante ese tiempo de separación fue muy amable, me dio mi espacio y siempre me trató con respeto. La que no hizo lo mismo fui yo.
—¿Vos lo tratabas mal?
—A ver... de forma directa lo trataba muy bien, le hablaba de buena manera... bueno, la mayoría de las veces. Admito que hubo ocasiones en las que le hablé bastante mal; pero él se las bancó. Prefería que yo le dijera todo eso, y que no me guardara nada. Pero más allá de eso, en ciertos momentos fue casi como volver a nuestra etapa de noviazgo, e incluso a veces me divertía charlando con él. Lo que él nunca supo es que en realidad yo lo estaba tratando mucho peor. No estaba respetando mi parte del acuerdo.
—Ah, ya veo... ¿Ahí fue cuando conociste a este tipo?
—Exacto. Este tipo no tuvo que hacer mucho para conquistarme, yo estaba enojada… despechada... y bueno, no lo voy a mentir, también estaba cachonda. Era como si quisiera devolverle a tu padre el mal que me hizo. Al menos así lo pensé al principio, pero con el tiempo me di cuenta que no era por eso... sino porque tenía ganas de tener una aventura sexual. ¿Sabés la cantidad de tipos que me hicieron propuestas indecentes? Me mantuve firme y dije que no, en cada ocasión; incluso en aquellas ocasiones en las que la tentación fue muy grande.
—Siempre me imaginé que habías tenido que rechazar a muchos hombres en tu vida.
—Sí, hombres y mujeres... hubo varias que se me insinuaron de forma bastante directa.
—¿Qué? ¿De verdad? No te imagino teniendo sexo con una mujer.
—Hay muchas cosas de mí que nunca te imaginaste.
—¿Eso quiere decir que lo hiciste?
—Quiere decir que lo dejo a tu criterio. Ahora te estoy hablando de otra cosa.
—Perdón, es que tirás una bomba tras otra... y me mata la curiosidad —Julián se estaba pajeando lentamente mientras hablaba con su madre.
—Así que tuviste muchas propuestas... ¿Cuál fue la más difícil de rechazar?
—Emm... bueno, esa fue una vez en la que salí a bailar con mis amigas, tu padre y yo ya llevábamos casados algunos años, y vos ya eras nacido; pero chiquito. No soy de salir mucho, de hecho esa fue una de las últimas veces que entré a una discoteca; porque cada vez que voy a una me siento culpable... además es donde más insinuaciones recibo.
—Me imagino, muchos se deben volver locos al verte con linda ropa, y bailando.
—Sí, y soy consciente del impacto que provoco en la gente, no creas que no. Esa vez un tipo, joven y musculoso, se me puso a bailar cerca; después de un rato me pidió que bailase directamente con él. No lo vi como algo malo, entonces acepté... yo tenía un vestido rojo, súper ajustado y bastante corto. No pasó mucho tiempo hasta que el tipo empezó a acariciarme, especialmente en la espalda. Cuando intentó hacer lo mismo con mi cola, le aparté la mano, pero no me enojé. Tenía una sonrisa encantadora, era un tipo lindo y no parecía peligroso, sólo estaba caliente... y bueno, yo también. Seguí bailando con él, y le aparté la mano cada vez que tuve que hacerlo, aunque a veces lo dejaba que me acariciara un rato el culo, o las piernas. Claro, el tipo se dio cuenta de que yo estaba cediendo, por eso se animó a más. Me arrimó por la espalda, y mientras lo hacía me manoseó un poco las tetas. Además yo podía sentir que tenía un bulto importante. Tendría que haberme apartado, pero en lugar de eso empecé a bailar de forma sensual. Casi sin que me diera cuenta, el tipo empezó a llevarme al rincón más oscuro del boliche. Ahí los arrimones y los toqueteos se hicieron mucho más evidentes. Yo seguía apartándole la mano, pero en varias ocasiones llegó a acariciarme la concha por encima de la tanga. A esa altura de la noche yo ya me sentía muy culpable, no sabía cómo le iba a explicar todo eso a mi marido; pero tampoco podía parar... estaba muy caliente. El tipo me arrimó por detrás, ya estábamos en un rincón en el que nadie nos iba a ver, yo ni veía a la gente que estaba cerca. En eso siento que él saca la pija... la tenía re dura. Lo sé porque se la agarré con una mano. Era grande, bastante más grande que la de mi marido. Ahí fue cuando me tendría que haber ido, pero me quedé un rato más. El tipo aprovechó, me corrió la tanga y empezó a acariciarme la concha... me sentí como una puta, nadie me había tocado ahí desde que me había casado con tu papá...
—¿Ahí fue cuando te fuiste? —Preguntó Julián.
—Em... no... me dejé tocar. El tipo incluso llegó a meterme los dedos... yo estaba muy caliente, y tenía la cabeza algo nublada, había estado tomando un poco; pero no tanto como para justificar mi comportamiento.
—¿Y qué pasó después?
—Después pasó algo de lo que me arrepiento mucho. El tipo puso la verga contra mi concha, y empezó a metérmela. Y yo... en lugar de apartarme, me acomodé y retrocedí para que entrara... no sabés lo que me dolió, nunca me habían penetrado con algo tan grande. Pero al mismo tiempo fue la sensación más placentera que había experimentado hasta el momento. Nunca le conté de eso a tu papá. El tipo me agarró con fuerza de las tetas, y siguió empujando, hasta que me la clavó entera. Yo estaba en puntas de pie, con las piernas separadas, y la cola levantada; lista para que me cogieran. Ahí fue cuando el remordimiento se hizo aún más grande, porque de verdad estaba dispuesta a dejarme coger por un desconocido, dentro de un boliche. Salí prácticamente corriendo de ahí, avergonzada y acomodándome la ropa como podía. Al tipo no lo vi nunca más, y por suerte no me siguió.
—Uf... —Julián se pajeaba con ganas—. No me imaginé que te hubieras animado a tanto. ¿No cuenta eso como una infidelidad?
—No sé... tal vez sí. Pero yo me esforcé mucho, hasta que me convencí a mí misma de que no lo era. Aunque ahora, analizándolo un poco, tal vez sí cuente como infidelidad.
—Me imagino que algo parecido te habrá pasado otras veces.
—Sí, pero nunca de forma tan alevosa. A veces sólo eran insinuaciones, o algún roce “sin querer”. Pero…
—¿Pero? —Como Diana no dijo nada, Julián insistió—. Dale, mamá, podés contarme lo que sea, yo te voy a querer igual. No me importa que no hayas sido perfecta durante tu matrimonio. Ese es un asunto tuyo, y de papá. Él también se mandó sus cagadas.
—Está bien… con el “pero” me refería a que hubo otras veces que rozaron la infidelidad; o incluso tal vez lo fueron, por más que yo intentara convencerme de que no.
—Quiero saber de esas veces.
Diana vio la verga de su hijo, y como él seguía pajeándose. Entendió perfectamente por qué estaba tan interesado en sus relatos. Eran candentes, hasta ella se estaba mojando cada vez más al contar esas anécdotas. Estaba pasando un buen momento con su hijo… un momento algo turbio y extraño; pero después de las sesiones de fotos, se estaba acostumbrando a eso.
—A ver, dejame pensar, —dijo ella, mientras se acariciaba la concha. Miró una vez más la pija de Julián—. Esperá, antes quiero probar algo. Permiso…
Ella bajó su cabeza, y sin detenerse, se tragó buena parte de la verga de su hijo. Él se quedó inmóvil, disfrutando del momento. La tibieza de la boca de su madre era tan agradable, que estuvo a punto de eyacular. Sin embargo, haciendo un gran esfuerzo, se contuvo. Una cosa era que su mamá le permitiera acabar sobre su cuerpo, para poder sacar algunas fotos… pero sabía que ella se enojaría mucho si le acababa dentro de la boca.
—Es una sensación muy extraña, —dijo Diana, cuando soltó la verga—. Me recuerda a algo que pasó una vez que tu padre y yo nos fuimos un fin de semana largo a un lindo hotel; fueron unas mini vacaciones. No podíamos pagar algo muy caro, pero necesitábamos relajarnos. Vos eras chico, y te dejamos abandonado por ahí, —dijo, con tono de burla; Julián sonrió—. Eso no importa, lo que sí importa era que estábamos solos, y el hotel era precioso. Tenía una pileta divina, y como era temporada baja, no había mucha gente. Eso me agradaba, porque podía andar en bikini sin que me estuviera mirando todo el mundo. Por aquel entonces era algo que me ponía muy incómoda. Pero que hubiera poca gente no significaba que no hubiera nadie.
—Había un tipo…
—Sí… y ese tipo era atractivo. Él estaba solo, tenía pinta de ser esos empresarios medio egocéntricos, que pasan todo el día en el gimnasio, y se conservan bien. Aunque en realidad creo que no tenía ni cincuenta años. A él se le iban los ojos cada vez que yo le pasaba cerca. No disimulaba ni un poquito, incluso una vez tu papá le hizo un llamado de atención por la forma en la que me miraba. Tuve miedo de que fueran a pelearse, pero el tipo le pidió disculpas amablemente. Con la que no tuvo tanto taco, fue conmigo. Una tarde tu padre y yo estábamos en la pileta, y el tipo estaba ahí. Entré al hotel, para buscar unas toallas, y él me siguió. Me empezó a decir que yo era muy hermosa, y que no entendía cómo me había casado con un tipo sin gracia. Me dijo que él me podía dar mucho placer, sólo si yo estaba dispuesta a recibirlo. O sea, directamente me invitó a coger. Obviamente le dije que no. Pero él fue muy insistente. Aprovechó, durante todo el fin de semana, cada momento que yo me alejé un poco de tu papá. Él seguía diciéndome barbaridades, y me halagaba de forma poco discreta. El último día de nuestras mini vacaciones, el tipo se me acercó cuando yo entré a buscar agua para el termo. Sabía que se estaba quedando sin tiempo, y si había tenido un mínimo de sutileza, lo perdió en ese momento. Antes de que pudiéramos ser vistos por algún empleado del hotel, me agarró la mano y la apoyó sobre su verga; dijo: “Ésto es lo que tengo para vos, puta hermosa”. Lo miré sorprendida, en ese momento tendría que haberle gritado de todo, e incluso le podría haber hecho una denuncia por acoso sexual. Pero me dejó tan impresionada el tamaño de su verga… y la forma prepotente en que me lo dijo, que me calenté. No estoy orgullosa de eso; pero me mojé toda. Miré para todos lados, y vi que no había nadie. Le hice señas, para que avanzara, y terminamos en uno de los baños del hotel. El tipo no anduvo con vueltas, ni bien entramos, se quitó el short, dejando su pija colgando en toda su extensión. La tenía toda depilada, y era más grande que la de tu padre… más o menos como la tuya. —Diana acarició la verga de su hijo—. Yo estaba muy mojada, y no por el agua de la pileta. Me gustaría decirte que lo dudé, o que estuve a punto de irme; pero sería mentir. Entré totalmente decidida, y lo hice. Me puse de rodillas, y sin mucho preámbulo, me metí toda esa pija en la boca. Me encantó sentir cómo se ponía dura adentro de mi boca… me encantó la rigidez… el tamaño… me encantó que el tipo me tratara de puta, y me pidiera que la siga chupando. Habré parecido una prostituta, o una actriz porno. Ahí estaba, en un baño, con un desconocido, moviendo la cabeza como una petera profesional. Le estaba comiendo la pija con una pasión que ni a tu padre le mostré. Para colmo lo miraba y le sonreía, como buena putita complaciente. En ese momento no entendí por qué me estaba comportando así, pero no importaba, porque mi único objetivo era comerme toda esa pija. Para colmo era tan grande que al meterla en mi boca me hacía salivar mucho, empecé a babearme toda. Pero no dejé de darle chupones, o de tragármela toda. Estaba descontrolada. No sé cuánto tiempo le estuve chupando la pija, pero sé que fue bastante. Obviamente el tipo me acabó en toda la cara, y dentro de la boca. Tragué tanta leche como pude, pero como era mucha, ésta terminó cayéndome por las tetas. Seguí chupándola un rato más, hasta dejarla bien limpia, y después me levanté. Mientras me lavaba la cara, el tipo salió del baño. Tal vez le fue suficiente con acabar, o pensó que yo no me animaría a más… pero sinceramente no sé cómo habría reaccionado si él hubiera intentado cogerme. Bah, sí sé… me hubiera dejado coger. Estaba re caliente. Pero bueno, tal vez a él ya no se le paraba dos veces… por suerte se fue; de lo contrario me hubiera portado muy mal. Aún pero de lo que me porté. Le di un rato, para que volviera a la pileta, y en ese interín agarré el termo, lo golpeé contra una pared, y lo rompí. Volví, con el termo sonando a vidrios rotos, y me senté al lado de mi marido. Le dije que había demorado porque se me rompió el termo, e intenté ver si vendían uno por algún local cercano al hotel. Él me creyó, y me agarró de la mano, sin sospechar que yo venía de hacerle un pete a un tipo. Ni yo lo podía creer. Siempre había criticado a las mujeres que engañaban a sus maridos, y me enojé cada vez que me trataron de puta. Pero ahí estaba, sentada, como si no hubiera pasado nada, después de hacerle tremendo pete a un desconocido. Me sentí una basura, pero al mismo tiempo estaba excitada. Unos minutos más tarde tuve que subir a mi habitación, a hacerme una paja.
En ese momento Julián empezó a eyacular, lo hizo a grandes chorros, que cayeron sobre la mano de Diana, que en ningún momento soltó la pija. Ella lo ayudó, moviendo la mano un poco, hasta que él, entre espasmos de placer, dejó salir hasta el último chorro de semen.
—Ah, bueno… ¡cómo acabaste! —Ella miró su mano, estaba cubierta por el líquido blanco.
—Uy… perdón.
—Ay, sonso… ¿cómo vas a pedir perdón? Raro hubiera sido que no acabes, después de las cosas que te conté. Podré ser tu madre, pero no soy ingenua. Sé que te habrás imaginado en una situación igual; pero con otra mujer.
—Eh… sí, claro… con otra mujer. Es que fueron momentos muy… morbosos. ¿Ahora me vas a contar del tipo que conociste? Ese otro tipo…
—Eso te lo cuento mañana.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Porque creo que ya tuviste suficiente estímulo por un día… mirá cómo me dejaste la mano, —ella extendió los dedos, hilos de semen se formaron entre ellos—. Mañana te cuento todo.
—Ufa, está bien.
Él quería saber más sobre las andanzas de su madre; pero Diana ya había tomado una decisión. Tendría que aguantar la intriga, al menos por un día más. Al menos ya había acabado, y no tendría que ir a su cuarto a seguir el trabajo solo. Pero sabía que, con la calentura que tenía, no pasaría mucho tiempo hasta que su verga se despertara otra vez. Agradecía tener disponibles todas las fotos de su madre, para que le sirvieran de inspiración.
—Bueno, ahora agradecería que me dejaras sola un ratito, —pidió la rubia.
Julián no tenía ganas de irse, pero no quería iniciar una discusión; se marchó sin decir nada, cerrando la puerta al salir.
Diana abrió las piernas y se llevó a la concha la mano llena de semen. Comenzó a masturbarse usando este blanco y espeso líquido como lubricante. Tuvo tentada a lamerse los dedos, pero se dijo que eso sería demasiado. Por más que el sabor del semen pudiera excitarla mucho, era el semen de su hijo. Mientras se tocaba recordaba las anécdotas que le había contado a Julián, y no podía dejar de imaginar la pija de su hijo en lugar de la de aquellos hombres. Se dijo que eso se debía a que el recuerdo del pene de esos hombres ya estaba difuso, y que a la verga de Julián la había visto apenas segundos antes… incluso la había tenido dentro de su boca. Por eso, cuando imaginaba el pete que le había hecho al tipo del hotel, sólo podía imaginar que se la estaba chupando a su propio hijo. Ésto la llenó de culpa y morbo, por partes iguales. Estaba demasiado caliente como para detenerse a pensar con claridad, dejó que su mente la guiara hacia donde quisiera. Se vio ella misma, de rodillas, tragándose la verga de su hijo, tal y como lo había hecho minutos antes; pero ahora imaginaba que se la chupaba con la misma pasión que al tipo del hotel. Incluso se vio a sí misma suplicando por semen… quería probarlo.
Diana se lamió los dedos, sin siquiera darse cuenta, lo hizo como un acto reflejo. El sabor del semen la embriagó, en lugar de apartar la mano, relamió cada rincón de ella, como si fuera una gata acicalándose. En su mente repetía la frase: “¡Ay, sí, ay sí… qué rica pija… dame toda la lechita!” Su otra mano le frotaba el clítoris con intencidad.
—¡Julián! —Gritó, a todo pulmón.
En apenas unos segundos la puerta del cuarto se abrió, Julián tenía la verga dura, porque había estado masturbándose… y más dura se le puso al ver a su madre contorneándose de una manera tan sexual.
—¿Pasa algo, mamá?
—Trae la cámara… rápido, —dijo, sin dejar de pajearse violentamente—. Dale, rápido.
Julián se fue y apareció otra vez, casi al instante, con la cámara en mano.
—Vení… —dijo ella, al verlo—. Dale, vení…
El chico se subió a la cama y empezó a tomar fotos de su madre, ella tenía el rostro en una erótica expresión de placer. De auténtico placer.
—Meteme la pija en la boca…. ¡toda!
Julián la miró con los ojos bien abiertos, pero fue lo suficientemente astuto para no preguntar nada. Agarró su dura verga y la clavó en la boca de su madre. Cuando la pija entró, Diana la recibió como si fuera la de uno de sus amantes, se aferró a ella apretando bien los labios. No se movió, se limitó a quedarse quieta, pero estaba segura de que la expresión de placer en su rostro sería auténtica. Cualquiera que viera esas fotos pensaría que ella, realmente, estaba chupando la verga.
Llegó al orgasmo y se obligó a soltar la verga, porque de lo contrario hubiera empezado a chuparla salvajemente. Se retorció en la cama mientras se colaba los dedos y permitió que Julián le sacase tantas fotos como creyera necesario. El chico no perdió mucho tiempo en esto, dejó la cámara a un lado y allí, arrodillado frente a su madre, empezó a pajearse. Lo hizo con tanta intensidad que en pocos segundos ya estaba sintiendo esa gran ola de placer subiendo desde sus testículos, estaba a punto de acabar, otra vez. Agarró una de las piernas de su madre y la separó de la otra tanto como pudo. Acercó la verga a la concha, tanto que su glande la rozó en más de una ocasión. Le sorprendió ver que Diana abría los labios de la concha, casi como si le estuviera pidiendo que le clavara la pija. No lo hizo, pero sí empezó a llenársela de leche. Mientras acababa acercó tanto su pija al agujero de la concha, que el glande penetró un poco, soltando un potente chorro de semen allí dentro. Retrocedió, temeroso de que su madre se enojara, y dejó salir el resto de su leche.
Con las manos temblorosas, Julián agarró la cámara… si su madre le preguntaba por qué había hecho semejante cosa, entonces usaría la excusa de siempre: “Era para las fotos, mamá”. Capturó unas cuantas imágenes y, para su sorpresa, Diana no dijo nada. Se quedó con las piernas abiertas, rendida por el cansancio. El semen chorreaba por sus labios vaginales, dando toda la impresión de que alguien se la había cogido recientemente.
En la mente de Diana los distintos argumentos colisionaban entre sí. Por un lado estaba asustada, por lo que su propia forma de actuar, y por lo mucho que Julián se había acercado a su concha. Pero por otro lado, había disfrutado de una de las experiencias sexuales más intensas en los últimos años. Tenía los ojos cerrados, pero le agradaba imaginarse abierta de piernas, cubierta de sudor, con semen chorreando de su concha. Intentó dejar de lado los malos pensamientos, para no arruinar el negocio de fotos.
—Voy a querer esas fotos, —dijo—. Me voy a hacer como mil pajas mirándolas… deben ser re porno.
—Lo son, —aseguró Julián, con una gran sonrisa—. Estás re puta, mamá.
Eso hizo sonreír a Diana. Le agradaba sentirse como una puta, al menos por un rato. Sabía que la próxima vez que conversara sobre sexo con su hijo, podía darle todos los detalles de lo que realmente ocurrió con su “gran amante”, como a ella le gustaba llamarlo.
2 comentarios - La MILF más Deseada [07] - Parte 2.