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Capítulo 6.
-1-
El negocio de vender fotos de carácter pornográfico estaba dando buenos resultados, sin embargo Julián recibió un mensaje de la empresa alemana que lo puso en estado de alerta. Ocurrió lo que él sabía que pasaría en cualquier momento. Pero vio ésto más como una oportunidad que como un obstáculo. Apenas terminó de leerlo, fue a buscar a su madre para comentarle el asunto.
Encontró a Diana preparando la cena, vistiendo solamente una desteñida remera color celeste y una bombacha blanca. A pesar de verse tan casual, él no pudo evitar sentir una inmensa calentura recorriéndole el cuerpo.
—Mamá, te tengo que contar algo.
—¿Pasa algo malo? —Preguntó ella, mientras echaba algunos vegetales en una olla.
—No, de momento no; pero podría pasar, si no hacemos algo al respecto.
—¿Tiene que ver con las fotos? —Ella se dio vuelta, para poder conversar mirando a su hijo a la cara.
—Sí, sentate. —Ambos tomaron asiento junto a la pequeña mesa que había en la cocina—. La cuestión es así: Recibí un e-mail de la empresa alemana, en el que me sugerían que probásemos algo diferente con tus fotos.
—¿A qué se refieren con “algo diferente”? Hace poco incorporamos el consolador… ¿no les alcanzó con eso? Porque recuerdo que esa sesión fue bastante... zarpada. ¡Hasta hubo semen!
—Sí, ya sé, mamá. No te enojes. De momento les alcanza con eso, por eso no me lo dijeron a modo de queja, sino a modo de sugerencia; para que lo tengamos en cuenta en un futuro cercano. La sugerencia que me hicieron es que contratemos a otro modelo, para que interactúe con vos. —Julián se quedó en silencio, esperando a que su madre asimilara la información.
—¿Y eso cuánto nos costaría?
—Mucho. Al otro modelo habría que pagarle tanto como lo que te correspondería a vos. Puede que nos quede algo más, porque también está mi ganancia como fotógrafo; pero de todas maneras sería muy caro. Tendríamos que dividir nuestras ganancias en tres partes.
—¿Pagarían más por eso?
—Sí, pagarían un poco más, pero ahí está el problema, la diferencia no es tanta… con esas fotos ganaríamos menos de lo que ganamos ahora con las fotos más baratas que enviamos.
—Entonces no nos conviene.
—Monetariamente, no; pero deberíamos hacerlo, porque de lo contrario, a la larga, se empezarían a cansar de que todas las fotos fueran iguales.
—Es decir que me quieren ver cogiendo con otro tipo, de lo contrario nos van a despedir.
—No exactamente, tal vez bastaría con que se la chupes… pero bueno, sí, la cosa anda por ahí cerca. ¿A vos te molestaría hacer eso con otro tipo?
—Sí, claro que sí… me sentiría una prostituta. Pero lo que más me molestaría es que, para colmo, estaría perdiendo dinero.
—Entonces vamos a tener que encontrar otra alternativa. Dame un tiempo, voy a intentar pensar en algo. —Él ya tenía una respuesta a esa problemática; pero decidió que era mejor ir de a poco. Había tirado la bomba, ahora lo que le restaba era aguardar por el momento propicio para atacar.
—Está bien… —dijo Diana, abatida—. No sé qué otra cosa podríamos hacer, pero vos pensalo. Si se me ocurre algo, te aviso.
-2-
Durante la última sesión de fotos, luego de haber acabado en la concha de Diana, a Julián se le ocurrió una idea; que además de favorecerlo a él, favorecería el negocio. El problema estaba en que su madre no la aceptaría por nada del mundo, sin embargo debía intentarlo, con un poco de suerte la convencería de hacerlo.
Esperó durante dos días; pero lo impaciencia no fue un problema, la dificultad la encontró en armarse de valor para comentarle a su madre la idea que tenía en mente.
Cuando por fin tomó coraje, fue a buscar a Diana. La encontró probándose un nuevo conjunto de ropa interior, que le había mandado la agencia; era color celeste y le quedaba perfecto.
—Mamá, se me ocurrió una idea…
—¿Para hacer qué? —Preguntó ella, mientras se miraba al espejo, girando su cuerpo de un lado a otro para poder contemplarlo en su totalidad.
—Para solucionar el problema del modelo. Es decir, para que no tengamos que contratar uno.
—Ah, bien… ¿y qué se te ocurrió?
—En realidad es una idea mala, y no te va a gustar. —Se acobardó. Bajó la cabeza y ya estaba a punto de abandonar la habitación.
Ella detuvo su meneo y lo miró a los ojos a través del espejo.
—¿De qué se trata, Julián?
—No, dejá… te vas a enojar.
—Ahora decímelo, no me gusta quedarme con la intriga. Si es una idea mala, la descartamos y listo.
—Está bien, pero te vas a enojar. La idea consiste en sacarte fotos haciendo de cuenta que se la chupás a otra persona… a un hombre.
—Mmmm… bueno, eso es algo sobre lo que me estoy mentalizando, porque aunque contratemos a un modelo, debería hacer algo como eso ¿no es cierto?
—Sí, es cierto… pero como bien sabés, económicamente no nos conviene nada dividir las ganancias con otro modelo, por eso se me ocurrió que podrías hacer las fotos… conmigo.
—¿Qué? —Preguntó ella, incrédula, al mismo tiempo que daba media vuelta para mirar directamente a su hijo—. ¿Vos estás loco, Julián? ¿Cómo vamos a hacer una cosa así?
—Te dije que te ibas a enojar…
—¡No! ¡Definitivamente, no! No vamos a hacer eso.
—Está bien…
—Idea descartada… definitivamente descartada. Es cierto, era una muy mala idea. Una pésima idea.
—Bueno, voy a ver si se me ocurre otra idea menos mala, mientras a vos se te pasa el enojo.
Julián se retiró del cuarto, cerrando la puerta detrás de él, Diana se sentó en el borde de la cama y hundió la cabeza entre sus manos. Se preguntó en qué estaría pensando su hijo para venir con semejante propuesta. ¡Era una locura! ¿Cómo ella le iba a…? Ni siquiera podía pensarlo con claridad.
Se recostó en la cama y se quedó mirando al techo fijamente, como si en el cielorraso estuviera escrita la respuesta a sus problemas.
Pasados unos segundos el enojo disminuyó, se dio cuenta de que Julián no tenía la culpa, simplemente intentaba arreglar las cosas. Él quería que el negocio siguiera a flote, aunque tuvieran que hacer sacrificios. Empezó a recriminarse a sí misma que ella no estaba haciendo más que poner trabas y dejar que su hijo solucionara todo el inconveniente. Ella ni siquiera había pensado en una posible solución, y no lo hizo porque de antemano supo que no encontraría ninguna. ¿Cómo se suponía que sacaran fotografías de ella interactuando con otro hombre… sin contratar a un modelo? Ella ni siquiera tenía algún buen amigo de confianza al que pedirle el favor… al menos ya no lo tenía; si los tiempos hubieran sido distintos, tal vez podría haber conseguido una ayuda. Pero ya no.
Ella nunca tuvo muchos amigos o amigas; la mayoría eran meros conocidos que la saludaban o la invitaban a reuniones por cortesía… o porque querían llevársela a la cama.
¿Era tan descabellada la idea de Julián?, por la mente de Diana flotaba esta pregunta. Tal vez el chico había salido con la solución más práctica y evidente, al fin y al cabo ella ya había permitido que él se masturbara mirando sus fotos, o que lo hiciera mientras la fotografiaba; y sobre todo, había permitido que él eyacule en su vientre… mucho peor... le había pedido que lo hiciera. Luego lo dejó acabarle por fuera de la concha, aunque en realidad nunca le dio permiso para eso. Para lo que sí dio permiso fue para que Julián pudiera pajearse en honor a ella.
“Pero esto es muy distinto, —se dijo—. Esto consiste en meterme su pene en la boca. Es ir mucho más lejos”.
La sola idea le ponía la piel de gallina.
Que Julián hubiera eyaculado sobre ella, aún la tenía preocupada; fue un arrebato, fruto de la calentura. No tuvo más alternativa que permitirle a Julián tomar las fotografías, al fin y al cabo el semen ya estaba allí. Sin embargo eso no significaba que permitiría que pasara otra vez. Lo más sensato sería que ese evento no se repitiera.
Diana se dio cuenta de que su actitud negativa no la llevarían a nada, y que sólo estaba poniendo palos en las ruedas del único proyecto que les generaba un ingreso monetario. ¿Qué pasaría cuando los de la agencia alemana se cansaran de verle la concha? Dejarían de pagarle, claro está… ¿Y qué haría ella para sobrevivir? Ni siquiera quería pensar en la única alternativa que se le ocurría.
Salió del cuarto y encontró a Julián sentado en el sofá, con la mirada fija en el televisor apagado. Supo que el chico estaba pensando en una alternativa diferente, y por su cara de tristeza, también se dio cuenta de que no había encontrado ninguna. Ella se sentó a su lado y lo miró.
—¿Cómo lo haríamos? —Preguntó.
—¿Qué cosa?
—Lo que dijiste… esa idea que tuviste. —No quería repetirlo—. ¿Cómo lo haríamos?
Julián estuvo a punto de preguntarle a su madre a qué se debía el cambio de opinión, pero no lo hizo porque supuso no sería la estrategia más apropiada; se limitó a responder la pregunta de su madre.
—Lo primero a aclarar es que sería todo una actuación, una farsa. Nuestra ventaja es que en las fotos no hay movimiento, así que no es necesario que lo haya en la realidad. ¿Me explico?
—Creo que voy entendiendo. ¿Y qué más?
—Bueno, no hay mucho más que decir. Las fotos tienen que lucir realistas, pero no necesariamente deben ser reales. Si tenés dotes actorales, sería bueno que los uses.
—No creo tenerlos, pero haré mi mayor esfuerzo.
—Eso quiere decir que…
—Quiere decir que lo estoy considerando, nada más. Todavía no dije que sí.
—Bueno.
—A ver, repasémoslo una vez más… pero de forma más directa. Si no entendí mal, lo que yo tengo que hacer es ponerme tu verga en la boca… no chuparla, sólo tenerla en la boca.
—Así es…
—Pero al mismo tiempo tengo que posar como si lo estuviera haciendo de verdad.
—Sí.
—Hay una cosa que no entiendo, Julián. Si hacemos eso ¿quién tomaría las fotos?
—Pensé en eso también. La solución es bastante simple. Tomaría la mayoría de las fotos desde mi punto de vista, que es lo que a los hombres le gusta ver… porque da la sensación de que la mujer de la foto se la está chupando a uno… ¿se entiende? —Ella asintió con la cabeza—. El resto de las fotos las tomaría usando el temporizador de la cámara y un trípode… pero eso lo podemos dejar para más adelante. Lo primero sería hacer una prueba de la forma más sencilla. Vos pensalo bien. Si estás dispuesta a hacerlo, lo intentamos… de lo contrario buscamos otra solución.
—Está bien, lo voy a pensar.
Diana se puso de pie, volvió a su cuarto y se encerró.
Julián se quedó sentado, machacándose la cabeza en busca de otra solución, a pesar de que las palabras de su madre habían recuperado la fe que tenía en su plan original. Pero no quería que el negocio de las fotos decayera sólo porque él tenía una absurda fantasía en mente. Tenía que forjar un plan alternativo. Incluso llegó a pensar en algunos de sus amigos, ellos podían servir de modelos, pero había dos inconvenientes. Primero: no sabía cuál, de sus pocos amigos, podría estar bien dotado, ya que nunca los había visto desnudos. Segundo: prefería quedarse sin negocio antes que permitir que uno de los pajeros de sus amigos metiera la verga en la boca de su madre. Sabía que luego le harían bromas al respecto y no se creía capaz de tolerarlas. Suficiente tenía que aguantar con que le dijeran a cada rato: “Qué buena está tu mamá”, o “Cómo me cogería a tu vieja, tiene unas tetas gigantes y un culo tremendo”. Este tipo de comentarios solían ser uno de los principales motivos por los cuales se peleaba con sus amigos. Mucho peor sería que le dijeran: “Qué bien me chupó la verga la puta de tu mamá”... y que además, fuera cierto. Con sólo pensar en eso, le daba ganas de partirle la cara a uno de sus amigos, a cualquiera. Por lo tanto, para no tener que asesinar a alguno de sus amigos, debía pensar en otra alternativa.
-3-
Aproximadamente una hora después de que madre e hijo tuvieran esa importante charla, Diana salió de su cuarto, vistiendo un conjunto de ropa interior celeste. Encontró a Julián en la cocina, preparando una jarra con jugo.
—Tenemos que intentarlo, —dijo ella—. Ahora.
—¿Ahora?
—Sí… lo que pasa es que mientras más lo pienso, más horrible me parece la idea. Pero no es la primera vez que me pasa esto, es algo que me viene pasando desde que arrancamos con este negocio; y sé que la mejor solución es no pensar tanto y afrontar los hechos. Si no hacemos esto, corremos el riesgo de quedarnos sin trabajo, y si yo me quedo encerrada en la pieza, pensando, no lo voy a hacer nunca. Así que ya fue… prepará la cámara y las luces… lo vamos a intentar.
Julián no puso objeción alguna, abandonó la tarea de preparar el jugo y se fue, prácticamente corriendo a buscar la cámara. Luego acomodó las luces en el pequeño cuarto que había adoptado como estudio fotográfico. Diana llegó un par de segundos después, con un vaso de whisky en la mano, y la botella en la otra.
—Creo que yo también voy a necesitar un trago, —dijo el chico.
—Pero a vos no te gusta el whisky.
—No importa, es lo más fuerte que tenemos… eso es justamente lo que necesito.
—Te entiendo. —Diana vació el contenido del vaso de un solo sorbo, volvió a servir una medida doble y se lo alcanzó a su hijo—. Te recomiendo que lo tomes rápido, así hace más efecto.
Él siguió el consejo de su madre. El líquido color ámbar le quemó la garganta, y le pareció una de las cosas más horribles que había probado en su vida, sin embargo el calor producido por el alcohol tuvo un efecto inmediato en él; de pronto ya no se sentía tan nervioso. Dejó el vaso en una mesita y su madre fue a llenarlo otra vez.
—Bueno, creo que ya tenemos todo listo, —dijo Julián, mientras Diana bebía su segundo vaso de whisky.
—¿Te parece que tenemos todo listo? —Ella señaló la entrepierna de su hijo—. Me parece que primero tenés que levantar eso.
—Em… sí, tenés razón.
El chico se despojó de toda su ropa, su madre lo miraba detenidamente, sentada en una silla. Su flácido pene se balanceó de un lado a otro, como la trompa de un elefante. Lo sujetó con una mano y comenzó a masturbarse lentamente.
Diana, quien ya estaba preparando su tercer vaso de whisky, miraba con aparente calma el ir y venir de la mano de su hijo. Estaba sorprendida, ya que esa verga, en estado de reposo, resultaba un miembro masculino imponente. Pensó en la última vez que chupó uno de ese tamaño, y en lo mucho que lo había disfrutado; pero al mismo tiempo se sintió culpable, porque no se trataba del padre de Julián. Recordó que esa fue una de las experiencias sexuales más candentes de su vida. Mientras bebía lentamente su tercer vaso de whisky, pudo sentir como se le acaloraba el cuerpo… especialmente la concha.
—¿Te podés sacar el corpiño? —Preguntó Julián.
—¿Por qué? ¿Pensás que te va a ayudar a levantarla?
—No, es para la sesión de fotos… para que se vean tus tetas. Pero dejá, no importa, te lo sacás después.
—Mirá, Julián, me estoy dando cuenta de que tenés algún problemita para que se te pare, si hay algo que pueda hacer para ayudarte, solamente tenés que decírmelo. Si querés que me saque el corpiño, me lo saco… si es que eso te va a ayudar en algo. ¿Ya te olvidaste que te di permiso para que me dediques todas las pajas que quieras? —Preguntó, con una sonrisa libidinosa.
—No sabía que eso seguía en pié, creí que era alguna locura que dijiste en el momento...
—Sí, lo fue... pero soy una mujer de palabra, si te lo prometí, lo sostengo. Entonces ¿te calentaría verme las tetas?
—Sí, me ayudaría mucho.
—Bien, así me gusta, que seas honesto.
Diana desprendió el corpiño y lo dejó sobre la mesa, exponiendo sus grandes tetas. Julián aceleró el ritmo al ver esos oscuros pezones que apuntaban directamente hacia él. La rubia sospechó que sus tetas no serían incentivo suficiente, por lo que lentamente, y con cierto disimulo, fue abriendo las piernas. Su hijo se fijó en esto, la entrepierna de la rubia, se transparentaba un poco por encima de la tela celeste de la tanga. Julián pudo sentir cómo su verga se endurecía lentamente. Pocos segundos más tarde, ya la tenía completamente dura.
—Bueno, ahora sí, —le dijo a su madre. Ella apuró el resto del contenido del vaso—. ¿Qué hago ahora? —Preguntó, mordiéndose el labio inferior—. ¿Me arrodillo en el piso?
—No, de momento podés quedarte sentada donde estás.
Él se aproximó a ella con la cámara en mano, dejando la verga a pocos centímetros de la boca de su madre. Diana acercó una mano temblorosa al miembro de su hijo y lo sujetó, sin presionar demasiado. Julián no perdió el tiempo y tomó la primera fotografía.
El chico notó que su madre titubeaba, como si no tuviera idea de qué hacer a continuación.
—Si te resulta más fácil, cerrá los ojos.
—Bueno, lo voy a intentar.
Ella cerró sus ojos y abrió la boca, sacando la lengua. Se acercó al falo de su hijo hasta que sintió el contacto de la punta del glande sobre su lengua. Se retiró casi al instante, pero luego volvió a intentarlo. Esta vez permitió que el contacto durase un poquito más, pero no demasiado. Acercó un poco más la boca, hasta que sintió el glande contra los dientes, apretó levemente, ya que no quería hacerle daño a su hijo. Se dio cuenta que al tener los ojos cerrados le costaba acercarse, ya que temía hacerlo más de lo debido. Abrió los ojos y miró hacia arriba, se encontró con el lente de la cámara.
—¿Lo estoy haciendo bien? —Preguntó, apartándose un poco. Se movió incómoda en la silla.
—Sí, fenomenal. Seguí así.
Eso la tranquilizó a medias, aún seguía nerviosa. Abrió una vez más la boca y se acercó al pene. Esta vez permitió que el glande entrara completo y cerró los labios a su alrededor. Con preocupación, miró a su hijo; pero él no hacía más que tomar fotografías. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que tuvo una verga en la boca, y ni por asomo se imaginó que la siguiente sería la de su propio hijo… pero no debía pensar en eso. No debía pensar en nada…
Abrió la boca un instante y luego intentó meter un poco más adentro el pene. Lo consiguió sin demasiado esfuerzo, ya que no fue mucho más allá, sin embargo podía sentir el glande sobre la lengua y contra su paladar. Si la situación hubiera sido diferente, si ese pene hubiera pertenecido a otro hombre, entonces hubiera disfrutado mucho de esa sensación; pero al saber que se trataba del pene de su hijo no podía permitirse disfrutar ni un poquito.
Por su parte, Julián luchaba contra el palpitar que sentía en todo su tronco. Pensó que le llevaría semanas convencer a su madre, no podía creer que ya estuviera ocurriendo. Su verga estaba dentro de la boca de la rubia, y podía sentir la humedad y la tibieza que había en ella. Estaba tan excitado que debía apartarse mentalmente de la situación, para no acabar. La solución la encontró en centrarse en las fotos… aún no estaba preparado para disfrutar de la situación, e incluso se sentía culpable de haber llevado a su madre a ese incómodo punto; aunque realmente necesitaran sacar fotos de ese estilo.
—Hacé una cosa, —dijo Julián—, agarrala con una mano y pasá la lengua por todo el largo… bah, no todo, solamente una partecita, para que pueda sacar algunas fotos.
—Bueno…
Miró la verga de su hijo y en ella pudo ver restos de su propia saliva. Hizo lo que Julián le pidió, sostuvo la verga desde la punta y luego acercó la lengua con desconfianza, como si la fueran a castigar por eso. «Estoy haciendo algo malo», pensó. Pero inmediatamente apartó esos pensamientos de su cabeza, de la misma forma que se apartó de ese falo luego de que su lengua hubiera recorrido apenas un par de centímetros.
—Esto es muy difícil, —dijo la rubia.
—Sí, te entiendo… pero ya casi terminamos. Ahora poné los labios sobre alguno de los lados de la verga. Como si le estuvieras dando un beso.
Ella entendió perfectamente lo que su hijo le pedía, eso mismo solía hacer ella a veces, cuando le tocaba chupar un pene. Posó sus labios sobre el tronco y permaneció allí hasta que escuchó el disparador de la cámara. Luego volvió hasta la punta de la verga y una vez más la introdujo en su boca, sin ir más lejos que la vez anterior.
Cuando la sacó de su boca, apenas unos instantes después, apartó la silla y se puso de rodillas en el suelo, imaginando que esto daría una mejor perspectiva. Volvió a introducir la misma porción de verga en su boca, y miró directamente a la cámara. Julián se apresuró a capturar un par de fotografías, justo antes de que su madre se apartara una vez más.
—¿Ya está? —Preguntó ella—. Decime que ya está…
—Sí, sí… ya está. Podemos sumar estas fotos a algunas de las que ya tenemos y con eso armamos un buen pack. Uno por el que nos van a pagar muy bien.
—Uf… qué alivio, —dijo ella, poniéndose de pie—. Fue más difícil de lo que me imaginaba… y eso que me imaginé que sería difícil.
—Sí, para mí también lo fue… por poco ni se me para… pero ya está, ya terminó.
—Por ahora terminó… porque me imagino que alguna vez vamos a tener que repetir algo como esto.
—Puede ser, pero para eso todavía falta mucho, así que no te preocupes.
—Bueno… voy a ver si puedo dormir. Sé que no es muy tarde, pero prefiero irme a dormir de una buena vez; además el whisky ya me está haciendo efecto.
—Está bien, nos vemos mañana. Que descanses.
Diana dio un beso a su hijo, en la mejilla, y se quedó mirándolo. Él estaba preocupado, no cabía duda de eso. Seguramente todo sería una situación muy traumática para él. Además su actitud de “mujer sufrida” no ayudaba en nada. Julián había traído una buena idea (aunque alocada) y había hecho un gran esfuerzo porque el negocio de las fotos se mantuviera en pie. Diana consideró que no podía irse a dormir dejando a su hijo tan preocupado… y sabía que la principal preocupación de Julián era ella misma. La rubia no era ingenua, ya tenía por sentado que a su hijo le gustaba verla cachonda, y actuando como a una puta… y eso no era más que un simple juego que habían comenzado para hacer más sencillo su trabajo. Sabía que ese juego no era del todo correcto, pero lo consideraba prácticamente inofensivo; y a ellos les funcionaba. Podía dejar de lado algunos prejuicios sociales, aunque fuera por unos segundos, y hacer este duro trabajo más fácil para su hijo… y para ella también. Porque lo importante era que los dos se sintieran bien. Diana sonrió y dijo:
—No te sientas culpable si te hacés alguna paja mirando esas fotos, al menos dale otro buen uso; me haría sentir muy bien. —Acarició la verga de su hijo—. La tenés bien dura, puede que yo también me haga una paja antes de dormir. —Se hizo la tanga a un lado, exponiendo su sexo—. Tengo la concha toda mojada. —Las caricias en el pene de su hijo se transformaron en una lenta masturbación—. ¿Me querés tocar un poquito la concha?
—¿Puedo?
—Si yo puedo tocarte la verga, vos me podés tocar la concha... pero solamente un poquito... y nada de meter los dedos.
Tímidamente Julián acercó la mano izquierda a la concha de Diana y comenzó a acariciar esos húmedos y rugosos labios. Ella abrió sensualmente la boca y dejó salir un suspiro, al mismo tiempo presionó con más fuerza la verga de su hijo.
Julián no sabía muy bien qué hacer, le agradaba mucho sentir una concha rozando sus dedos, pero no sabía si podía moverlos o no. Lo hizo con suavidad, casi como pidiendo permiso. Su madre le dio un nuevo apretón en la pija, y ésto lo puso a mil.
La rubia jadeó cuando los dedos de su hijo comenzaron a acariciarle suavemente los labios vaginales, incluso podía sentir un dedo que, ocasionalmente, se daba una vuelta por la zona de su clítoris. Esto la hacía estremecerse, y con cada pequeño espasmo de placer, apretaba la verga de Julián. La humedad de su propio sexo la excitó, de verdad estaba muy mojada… y lo estaba desde antes de los toqueteos. Uno de los dedos, el mismo impertinente que le tocó el clítoris, comenzó a jugar en el orificio de entrada de su concha, abriéndolo suavemente, como si estuviera espiando dentro. No se animaba a entrar, y ella ya se estaba arrepintiendo de haberlo prohibido… en ese preciso momento le vendría muy bien tener un dedo dentro de la concha, palpando sus paredes internas. O mejor aún le vendría tener una buena verga bien metida en la concha… una como la que tenía en la mano, como esa misma que estaba masturbando lentamente. Una verga como la de su hijo.
Esa idea la asustó.
—Bueno, ya está, —dijo la rubia, soltando la verga y retrocediendo un par de pasos—. Espero que busques algunas fotos donde tengo la concha bien abierta, y te hagas una buena paja.
Ella comenzaba a comprender por qué era capaz de decirle semejantes cosas a su hijo. La verdad era porque decir barbaridades la calentaba, y no tenía otra persona a quién decírselas, más que a Julián. Se reprochó a sí misma y se dijo que esta conducta tenía que terminar. El “jueguito” era más peligroso de lo que suponía. Su hijo podría hartarse de su actitud de “puta fácil”; o peor de todo, podía dejarle algún trauma de por vida. En ese momento no dijo nada, se limitó a sonreír. Luego se retiró a su cuarto.
Julián apagó las luces y, aún con la verga dura, se fue a su propio dormitorio. Tuvo que tenderse en la cama y masturbarse intensamente. Esa sesión de fotos había sido la más candente de todas, aunque en realidad hubiera durado pocos minutos. Esta vez sí se permitió disfrutar la hermosa sensación que le causó tener la boca de su madre envolviendo su pija… al menos en parte. No tardó mucho en acabar, con grandes chorros de semen, y lo hizo imaginando que éstos iban a parar directo al interior de la boca de su madre; y que ella se tragaba todo con placer.
Ahora sus perversas fantasías eran más fuertes que nunca, porque sabía que tal vez… tal vez, y si lo planificaba muy bien, podría volverlas realidad.
Capítulo 6.
-1-
El negocio de vender fotos de carácter pornográfico estaba dando buenos resultados, sin embargo Julián recibió un mensaje de la empresa alemana que lo puso en estado de alerta. Ocurrió lo que él sabía que pasaría en cualquier momento. Pero vio ésto más como una oportunidad que como un obstáculo. Apenas terminó de leerlo, fue a buscar a su madre para comentarle el asunto.
Encontró a Diana preparando la cena, vistiendo solamente una desteñida remera color celeste y una bombacha blanca. A pesar de verse tan casual, él no pudo evitar sentir una inmensa calentura recorriéndole el cuerpo.
—Mamá, te tengo que contar algo.
—¿Pasa algo malo? —Preguntó ella, mientras echaba algunos vegetales en una olla.
—No, de momento no; pero podría pasar, si no hacemos algo al respecto.
—¿Tiene que ver con las fotos? —Ella se dio vuelta, para poder conversar mirando a su hijo a la cara.
—Sí, sentate. —Ambos tomaron asiento junto a la pequeña mesa que había en la cocina—. La cuestión es así: Recibí un e-mail de la empresa alemana, en el que me sugerían que probásemos algo diferente con tus fotos.
—¿A qué se refieren con “algo diferente”? Hace poco incorporamos el consolador… ¿no les alcanzó con eso? Porque recuerdo que esa sesión fue bastante... zarpada. ¡Hasta hubo semen!
—Sí, ya sé, mamá. No te enojes. De momento les alcanza con eso, por eso no me lo dijeron a modo de queja, sino a modo de sugerencia; para que lo tengamos en cuenta en un futuro cercano. La sugerencia que me hicieron es que contratemos a otro modelo, para que interactúe con vos. —Julián se quedó en silencio, esperando a que su madre asimilara la información.
—¿Y eso cuánto nos costaría?
—Mucho. Al otro modelo habría que pagarle tanto como lo que te correspondería a vos. Puede que nos quede algo más, porque también está mi ganancia como fotógrafo; pero de todas maneras sería muy caro. Tendríamos que dividir nuestras ganancias en tres partes.
—¿Pagarían más por eso?
—Sí, pagarían un poco más, pero ahí está el problema, la diferencia no es tanta… con esas fotos ganaríamos menos de lo que ganamos ahora con las fotos más baratas que enviamos.
—Entonces no nos conviene.
—Monetariamente, no; pero deberíamos hacerlo, porque de lo contrario, a la larga, se empezarían a cansar de que todas las fotos fueran iguales.
—Es decir que me quieren ver cogiendo con otro tipo, de lo contrario nos van a despedir.
—No exactamente, tal vez bastaría con que se la chupes… pero bueno, sí, la cosa anda por ahí cerca. ¿A vos te molestaría hacer eso con otro tipo?
—Sí, claro que sí… me sentiría una prostituta. Pero lo que más me molestaría es que, para colmo, estaría perdiendo dinero.
—Entonces vamos a tener que encontrar otra alternativa. Dame un tiempo, voy a intentar pensar en algo. —Él ya tenía una respuesta a esa problemática; pero decidió que era mejor ir de a poco. Había tirado la bomba, ahora lo que le restaba era aguardar por el momento propicio para atacar.
—Está bien… —dijo Diana, abatida—. No sé qué otra cosa podríamos hacer, pero vos pensalo. Si se me ocurre algo, te aviso.
-2-
Durante la última sesión de fotos, luego de haber acabado en la concha de Diana, a Julián se le ocurrió una idea; que además de favorecerlo a él, favorecería el negocio. El problema estaba en que su madre no la aceptaría por nada del mundo, sin embargo debía intentarlo, con un poco de suerte la convencería de hacerlo.
Esperó durante dos días; pero lo impaciencia no fue un problema, la dificultad la encontró en armarse de valor para comentarle a su madre la idea que tenía en mente.
Cuando por fin tomó coraje, fue a buscar a Diana. La encontró probándose un nuevo conjunto de ropa interior, que le había mandado la agencia; era color celeste y le quedaba perfecto.
—Mamá, se me ocurrió una idea…
—¿Para hacer qué? —Preguntó ella, mientras se miraba al espejo, girando su cuerpo de un lado a otro para poder contemplarlo en su totalidad.
—Para solucionar el problema del modelo. Es decir, para que no tengamos que contratar uno.
—Ah, bien… ¿y qué se te ocurrió?
—En realidad es una idea mala, y no te va a gustar. —Se acobardó. Bajó la cabeza y ya estaba a punto de abandonar la habitación.
Ella detuvo su meneo y lo miró a los ojos a través del espejo.
—¿De qué se trata, Julián?
—No, dejá… te vas a enojar.
—Ahora decímelo, no me gusta quedarme con la intriga. Si es una idea mala, la descartamos y listo.
—Está bien, pero te vas a enojar. La idea consiste en sacarte fotos haciendo de cuenta que se la chupás a otra persona… a un hombre.
—Mmmm… bueno, eso es algo sobre lo que me estoy mentalizando, porque aunque contratemos a un modelo, debería hacer algo como eso ¿no es cierto?
—Sí, es cierto… pero como bien sabés, económicamente no nos conviene nada dividir las ganancias con otro modelo, por eso se me ocurrió que podrías hacer las fotos… conmigo.
—¿Qué? —Preguntó ella, incrédula, al mismo tiempo que daba media vuelta para mirar directamente a su hijo—. ¿Vos estás loco, Julián? ¿Cómo vamos a hacer una cosa así?
—Te dije que te ibas a enojar…
—¡No! ¡Definitivamente, no! No vamos a hacer eso.
—Está bien…
—Idea descartada… definitivamente descartada. Es cierto, era una muy mala idea. Una pésima idea.
—Bueno, voy a ver si se me ocurre otra idea menos mala, mientras a vos se te pasa el enojo.
Julián se retiró del cuarto, cerrando la puerta detrás de él, Diana se sentó en el borde de la cama y hundió la cabeza entre sus manos. Se preguntó en qué estaría pensando su hijo para venir con semejante propuesta. ¡Era una locura! ¿Cómo ella le iba a…? Ni siquiera podía pensarlo con claridad.
Se recostó en la cama y se quedó mirando al techo fijamente, como si en el cielorraso estuviera escrita la respuesta a sus problemas.
Pasados unos segundos el enojo disminuyó, se dio cuenta de que Julián no tenía la culpa, simplemente intentaba arreglar las cosas. Él quería que el negocio siguiera a flote, aunque tuvieran que hacer sacrificios. Empezó a recriminarse a sí misma que ella no estaba haciendo más que poner trabas y dejar que su hijo solucionara todo el inconveniente. Ella ni siquiera había pensado en una posible solución, y no lo hizo porque de antemano supo que no encontraría ninguna. ¿Cómo se suponía que sacaran fotografías de ella interactuando con otro hombre… sin contratar a un modelo? Ella ni siquiera tenía algún buen amigo de confianza al que pedirle el favor… al menos ya no lo tenía; si los tiempos hubieran sido distintos, tal vez podría haber conseguido una ayuda. Pero ya no.
Ella nunca tuvo muchos amigos o amigas; la mayoría eran meros conocidos que la saludaban o la invitaban a reuniones por cortesía… o porque querían llevársela a la cama.
¿Era tan descabellada la idea de Julián?, por la mente de Diana flotaba esta pregunta. Tal vez el chico había salido con la solución más práctica y evidente, al fin y al cabo ella ya había permitido que él se masturbara mirando sus fotos, o que lo hiciera mientras la fotografiaba; y sobre todo, había permitido que él eyacule en su vientre… mucho peor... le había pedido que lo hiciera. Luego lo dejó acabarle por fuera de la concha, aunque en realidad nunca le dio permiso para eso. Para lo que sí dio permiso fue para que Julián pudiera pajearse en honor a ella.
“Pero esto es muy distinto, —se dijo—. Esto consiste en meterme su pene en la boca. Es ir mucho más lejos”.
La sola idea le ponía la piel de gallina.
Que Julián hubiera eyaculado sobre ella, aún la tenía preocupada; fue un arrebato, fruto de la calentura. No tuvo más alternativa que permitirle a Julián tomar las fotografías, al fin y al cabo el semen ya estaba allí. Sin embargo eso no significaba que permitiría que pasara otra vez. Lo más sensato sería que ese evento no se repitiera.
Diana se dio cuenta de que su actitud negativa no la llevarían a nada, y que sólo estaba poniendo palos en las ruedas del único proyecto que les generaba un ingreso monetario. ¿Qué pasaría cuando los de la agencia alemana se cansaran de verle la concha? Dejarían de pagarle, claro está… ¿Y qué haría ella para sobrevivir? Ni siquiera quería pensar en la única alternativa que se le ocurría.
Salió del cuarto y encontró a Julián sentado en el sofá, con la mirada fija en el televisor apagado. Supo que el chico estaba pensando en una alternativa diferente, y por su cara de tristeza, también se dio cuenta de que no había encontrado ninguna. Ella se sentó a su lado y lo miró.
—¿Cómo lo haríamos? —Preguntó.
—¿Qué cosa?
—Lo que dijiste… esa idea que tuviste. —No quería repetirlo—. ¿Cómo lo haríamos?
Julián estuvo a punto de preguntarle a su madre a qué se debía el cambio de opinión, pero no lo hizo porque supuso no sería la estrategia más apropiada; se limitó a responder la pregunta de su madre.
—Lo primero a aclarar es que sería todo una actuación, una farsa. Nuestra ventaja es que en las fotos no hay movimiento, así que no es necesario que lo haya en la realidad. ¿Me explico?
—Creo que voy entendiendo. ¿Y qué más?
—Bueno, no hay mucho más que decir. Las fotos tienen que lucir realistas, pero no necesariamente deben ser reales. Si tenés dotes actorales, sería bueno que los uses.
—No creo tenerlos, pero haré mi mayor esfuerzo.
—Eso quiere decir que…
—Quiere decir que lo estoy considerando, nada más. Todavía no dije que sí.
—Bueno.
—A ver, repasémoslo una vez más… pero de forma más directa. Si no entendí mal, lo que yo tengo que hacer es ponerme tu verga en la boca… no chuparla, sólo tenerla en la boca.
—Así es…
—Pero al mismo tiempo tengo que posar como si lo estuviera haciendo de verdad.
—Sí.
—Hay una cosa que no entiendo, Julián. Si hacemos eso ¿quién tomaría las fotos?
—Pensé en eso también. La solución es bastante simple. Tomaría la mayoría de las fotos desde mi punto de vista, que es lo que a los hombres le gusta ver… porque da la sensación de que la mujer de la foto se la está chupando a uno… ¿se entiende? —Ella asintió con la cabeza—. El resto de las fotos las tomaría usando el temporizador de la cámara y un trípode… pero eso lo podemos dejar para más adelante. Lo primero sería hacer una prueba de la forma más sencilla. Vos pensalo bien. Si estás dispuesta a hacerlo, lo intentamos… de lo contrario buscamos otra solución.
—Está bien, lo voy a pensar.
Diana se puso de pie, volvió a su cuarto y se encerró.
Julián se quedó sentado, machacándose la cabeza en busca de otra solución, a pesar de que las palabras de su madre habían recuperado la fe que tenía en su plan original. Pero no quería que el negocio de las fotos decayera sólo porque él tenía una absurda fantasía en mente. Tenía que forjar un plan alternativo. Incluso llegó a pensar en algunos de sus amigos, ellos podían servir de modelos, pero había dos inconvenientes. Primero: no sabía cuál, de sus pocos amigos, podría estar bien dotado, ya que nunca los había visto desnudos. Segundo: prefería quedarse sin negocio antes que permitir que uno de los pajeros de sus amigos metiera la verga en la boca de su madre. Sabía que luego le harían bromas al respecto y no se creía capaz de tolerarlas. Suficiente tenía que aguantar con que le dijeran a cada rato: “Qué buena está tu mamá”, o “Cómo me cogería a tu vieja, tiene unas tetas gigantes y un culo tremendo”. Este tipo de comentarios solían ser uno de los principales motivos por los cuales se peleaba con sus amigos. Mucho peor sería que le dijeran: “Qué bien me chupó la verga la puta de tu mamá”... y que además, fuera cierto. Con sólo pensar en eso, le daba ganas de partirle la cara a uno de sus amigos, a cualquiera. Por lo tanto, para no tener que asesinar a alguno de sus amigos, debía pensar en otra alternativa.
-3-
Aproximadamente una hora después de que madre e hijo tuvieran esa importante charla, Diana salió de su cuarto, vistiendo un conjunto de ropa interior celeste. Encontró a Julián en la cocina, preparando una jarra con jugo.
—Tenemos que intentarlo, —dijo ella—. Ahora.
—¿Ahora?
—Sí… lo que pasa es que mientras más lo pienso, más horrible me parece la idea. Pero no es la primera vez que me pasa esto, es algo que me viene pasando desde que arrancamos con este negocio; y sé que la mejor solución es no pensar tanto y afrontar los hechos. Si no hacemos esto, corremos el riesgo de quedarnos sin trabajo, y si yo me quedo encerrada en la pieza, pensando, no lo voy a hacer nunca. Así que ya fue… prepará la cámara y las luces… lo vamos a intentar.
Julián no puso objeción alguna, abandonó la tarea de preparar el jugo y se fue, prácticamente corriendo a buscar la cámara. Luego acomodó las luces en el pequeño cuarto que había adoptado como estudio fotográfico. Diana llegó un par de segundos después, con un vaso de whisky en la mano, y la botella en la otra.
—Creo que yo también voy a necesitar un trago, —dijo el chico.
—Pero a vos no te gusta el whisky.
—No importa, es lo más fuerte que tenemos… eso es justamente lo que necesito.
—Te entiendo. —Diana vació el contenido del vaso de un solo sorbo, volvió a servir una medida doble y se lo alcanzó a su hijo—. Te recomiendo que lo tomes rápido, así hace más efecto.
Él siguió el consejo de su madre. El líquido color ámbar le quemó la garganta, y le pareció una de las cosas más horribles que había probado en su vida, sin embargo el calor producido por el alcohol tuvo un efecto inmediato en él; de pronto ya no se sentía tan nervioso. Dejó el vaso en una mesita y su madre fue a llenarlo otra vez.
—Bueno, creo que ya tenemos todo listo, —dijo Julián, mientras Diana bebía su segundo vaso de whisky.
—¿Te parece que tenemos todo listo? —Ella señaló la entrepierna de su hijo—. Me parece que primero tenés que levantar eso.
—Em… sí, tenés razón.
El chico se despojó de toda su ropa, su madre lo miraba detenidamente, sentada en una silla. Su flácido pene se balanceó de un lado a otro, como la trompa de un elefante. Lo sujetó con una mano y comenzó a masturbarse lentamente.
Diana, quien ya estaba preparando su tercer vaso de whisky, miraba con aparente calma el ir y venir de la mano de su hijo. Estaba sorprendida, ya que esa verga, en estado de reposo, resultaba un miembro masculino imponente. Pensó en la última vez que chupó uno de ese tamaño, y en lo mucho que lo había disfrutado; pero al mismo tiempo se sintió culpable, porque no se trataba del padre de Julián. Recordó que esa fue una de las experiencias sexuales más candentes de su vida. Mientras bebía lentamente su tercer vaso de whisky, pudo sentir como se le acaloraba el cuerpo… especialmente la concha.
—¿Te podés sacar el corpiño? —Preguntó Julián.
—¿Por qué? ¿Pensás que te va a ayudar a levantarla?
—No, es para la sesión de fotos… para que se vean tus tetas. Pero dejá, no importa, te lo sacás después.
—Mirá, Julián, me estoy dando cuenta de que tenés algún problemita para que se te pare, si hay algo que pueda hacer para ayudarte, solamente tenés que decírmelo. Si querés que me saque el corpiño, me lo saco… si es que eso te va a ayudar en algo. ¿Ya te olvidaste que te di permiso para que me dediques todas las pajas que quieras? —Preguntó, con una sonrisa libidinosa.
—No sabía que eso seguía en pié, creí que era alguna locura que dijiste en el momento...
—Sí, lo fue... pero soy una mujer de palabra, si te lo prometí, lo sostengo. Entonces ¿te calentaría verme las tetas?
—Sí, me ayudaría mucho.
—Bien, así me gusta, que seas honesto.
Diana desprendió el corpiño y lo dejó sobre la mesa, exponiendo sus grandes tetas. Julián aceleró el ritmo al ver esos oscuros pezones que apuntaban directamente hacia él. La rubia sospechó que sus tetas no serían incentivo suficiente, por lo que lentamente, y con cierto disimulo, fue abriendo las piernas. Su hijo se fijó en esto, la entrepierna de la rubia, se transparentaba un poco por encima de la tela celeste de la tanga. Julián pudo sentir cómo su verga se endurecía lentamente. Pocos segundos más tarde, ya la tenía completamente dura.
—Bueno, ahora sí, —le dijo a su madre. Ella apuró el resto del contenido del vaso—. ¿Qué hago ahora? —Preguntó, mordiéndose el labio inferior—. ¿Me arrodillo en el piso?
—No, de momento podés quedarte sentada donde estás.
Él se aproximó a ella con la cámara en mano, dejando la verga a pocos centímetros de la boca de su madre. Diana acercó una mano temblorosa al miembro de su hijo y lo sujetó, sin presionar demasiado. Julián no perdió el tiempo y tomó la primera fotografía.
El chico notó que su madre titubeaba, como si no tuviera idea de qué hacer a continuación.
—Si te resulta más fácil, cerrá los ojos.
—Bueno, lo voy a intentar.
Ella cerró sus ojos y abrió la boca, sacando la lengua. Se acercó al falo de su hijo hasta que sintió el contacto de la punta del glande sobre su lengua. Se retiró casi al instante, pero luego volvió a intentarlo. Esta vez permitió que el contacto durase un poquito más, pero no demasiado. Acercó un poco más la boca, hasta que sintió el glande contra los dientes, apretó levemente, ya que no quería hacerle daño a su hijo. Se dio cuenta que al tener los ojos cerrados le costaba acercarse, ya que temía hacerlo más de lo debido. Abrió los ojos y miró hacia arriba, se encontró con el lente de la cámara.
—¿Lo estoy haciendo bien? —Preguntó, apartándose un poco. Se movió incómoda en la silla.
—Sí, fenomenal. Seguí así.
Eso la tranquilizó a medias, aún seguía nerviosa. Abrió una vez más la boca y se acercó al pene. Esta vez permitió que el glande entrara completo y cerró los labios a su alrededor. Con preocupación, miró a su hijo; pero él no hacía más que tomar fotografías. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que tuvo una verga en la boca, y ni por asomo se imaginó que la siguiente sería la de su propio hijo… pero no debía pensar en eso. No debía pensar en nada…
Abrió la boca un instante y luego intentó meter un poco más adentro el pene. Lo consiguió sin demasiado esfuerzo, ya que no fue mucho más allá, sin embargo podía sentir el glande sobre la lengua y contra su paladar. Si la situación hubiera sido diferente, si ese pene hubiera pertenecido a otro hombre, entonces hubiera disfrutado mucho de esa sensación; pero al saber que se trataba del pene de su hijo no podía permitirse disfrutar ni un poquito.
Por su parte, Julián luchaba contra el palpitar que sentía en todo su tronco. Pensó que le llevaría semanas convencer a su madre, no podía creer que ya estuviera ocurriendo. Su verga estaba dentro de la boca de la rubia, y podía sentir la humedad y la tibieza que había en ella. Estaba tan excitado que debía apartarse mentalmente de la situación, para no acabar. La solución la encontró en centrarse en las fotos… aún no estaba preparado para disfrutar de la situación, e incluso se sentía culpable de haber llevado a su madre a ese incómodo punto; aunque realmente necesitaran sacar fotos de ese estilo.
—Hacé una cosa, —dijo Julián—, agarrala con una mano y pasá la lengua por todo el largo… bah, no todo, solamente una partecita, para que pueda sacar algunas fotos.
—Bueno…
Miró la verga de su hijo y en ella pudo ver restos de su propia saliva. Hizo lo que Julián le pidió, sostuvo la verga desde la punta y luego acercó la lengua con desconfianza, como si la fueran a castigar por eso. «Estoy haciendo algo malo», pensó. Pero inmediatamente apartó esos pensamientos de su cabeza, de la misma forma que se apartó de ese falo luego de que su lengua hubiera recorrido apenas un par de centímetros.
—Esto es muy difícil, —dijo la rubia.
—Sí, te entiendo… pero ya casi terminamos. Ahora poné los labios sobre alguno de los lados de la verga. Como si le estuvieras dando un beso.
Ella entendió perfectamente lo que su hijo le pedía, eso mismo solía hacer ella a veces, cuando le tocaba chupar un pene. Posó sus labios sobre el tronco y permaneció allí hasta que escuchó el disparador de la cámara. Luego volvió hasta la punta de la verga y una vez más la introdujo en su boca, sin ir más lejos que la vez anterior.
Cuando la sacó de su boca, apenas unos instantes después, apartó la silla y se puso de rodillas en el suelo, imaginando que esto daría una mejor perspectiva. Volvió a introducir la misma porción de verga en su boca, y miró directamente a la cámara. Julián se apresuró a capturar un par de fotografías, justo antes de que su madre se apartara una vez más.
—¿Ya está? —Preguntó ella—. Decime que ya está…
—Sí, sí… ya está. Podemos sumar estas fotos a algunas de las que ya tenemos y con eso armamos un buen pack. Uno por el que nos van a pagar muy bien.
—Uf… qué alivio, —dijo ella, poniéndose de pie—. Fue más difícil de lo que me imaginaba… y eso que me imaginé que sería difícil.
—Sí, para mí también lo fue… por poco ni se me para… pero ya está, ya terminó.
—Por ahora terminó… porque me imagino que alguna vez vamos a tener que repetir algo como esto.
—Puede ser, pero para eso todavía falta mucho, así que no te preocupes.
—Bueno… voy a ver si puedo dormir. Sé que no es muy tarde, pero prefiero irme a dormir de una buena vez; además el whisky ya me está haciendo efecto.
—Está bien, nos vemos mañana. Que descanses.
Diana dio un beso a su hijo, en la mejilla, y se quedó mirándolo. Él estaba preocupado, no cabía duda de eso. Seguramente todo sería una situación muy traumática para él. Además su actitud de “mujer sufrida” no ayudaba en nada. Julián había traído una buena idea (aunque alocada) y había hecho un gran esfuerzo porque el negocio de las fotos se mantuviera en pie. Diana consideró que no podía irse a dormir dejando a su hijo tan preocupado… y sabía que la principal preocupación de Julián era ella misma. La rubia no era ingenua, ya tenía por sentado que a su hijo le gustaba verla cachonda, y actuando como a una puta… y eso no era más que un simple juego que habían comenzado para hacer más sencillo su trabajo. Sabía que ese juego no era del todo correcto, pero lo consideraba prácticamente inofensivo; y a ellos les funcionaba. Podía dejar de lado algunos prejuicios sociales, aunque fuera por unos segundos, y hacer este duro trabajo más fácil para su hijo… y para ella también. Porque lo importante era que los dos se sintieran bien. Diana sonrió y dijo:
—No te sientas culpable si te hacés alguna paja mirando esas fotos, al menos dale otro buen uso; me haría sentir muy bien. —Acarició la verga de su hijo—. La tenés bien dura, puede que yo también me haga una paja antes de dormir. —Se hizo la tanga a un lado, exponiendo su sexo—. Tengo la concha toda mojada. —Las caricias en el pene de su hijo se transformaron en una lenta masturbación—. ¿Me querés tocar un poquito la concha?
—¿Puedo?
—Si yo puedo tocarte la verga, vos me podés tocar la concha... pero solamente un poquito... y nada de meter los dedos.
Tímidamente Julián acercó la mano izquierda a la concha de Diana y comenzó a acariciar esos húmedos y rugosos labios. Ella abrió sensualmente la boca y dejó salir un suspiro, al mismo tiempo presionó con más fuerza la verga de su hijo.
Julián no sabía muy bien qué hacer, le agradaba mucho sentir una concha rozando sus dedos, pero no sabía si podía moverlos o no. Lo hizo con suavidad, casi como pidiendo permiso. Su madre le dio un nuevo apretón en la pija, y ésto lo puso a mil.
La rubia jadeó cuando los dedos de su hijo comenzaron a acariciarle suavemente los labios vaginales, incluso podía sentir un dedo que, ocasionalmente, se daba una vuelta por la zona de su clítoris. Esto la hacía estremecerse, y con cada pequeño espasmo de placer, apretaba la verga de Julián. La humedad de su propio sexo la excitó, de verdad estaba muy mojada… y lo estaba desde antes de los toqueteos. Uno de los dedos, el mismo impertinente que le tocó el clítoris, comenzó a jugar en el orificio de entrada de su concha, abriéndolo suavemente, como si estuviera espiando dentro. No se animaba a entrar, y ella ya se estaba arrepintiendo de haberlo prohibido… en ese preciso momento le vendría muy bien tener un dedo dentro de la concha, palpando sus paredes internas. O mejor aún le vendría tener una buena verga bien metida en la concha… una como la que tenía en la mano, como esa misma que estaba masturbando lentamente. Una verga como la de su hijo.
Esa idea la asustó.
—Bueno, ya está, —dijo la rubia, soltando la verga y retrocediendo un par de pasos—. Espero que busques algunas fotos donde tengo la concha bien abierta, y te hagas una buena paja.
Ella comenzaba a comprender por qué era capaz de decirle semejantes cosas a su hijo. La verdad era porque decir barbaridades la calentaba, y no tenía otra persona a quién decírselas, más que a Julián. Se reprochó a sí misma y se dijo que esta conducta tenía que terminar. El “jueguito” era más peligroso de lo que suponía. Su hijo podría hartarse de su actitud de “puta fácil”; o peor de todo, podía dejarle algún trauma de por vida. En ese momento no dijo nada, se limitó a sonreír. Luego se retiró a su cuarto.
Julián apagó las luces y, aún con la verga dura, se fue a su propio dormitorio. Tuvo que tenderse en la cama y masturbarse intensamente. Esa sesión de fotos había sido la más candente de todas, aunque en realidad hubiera durado pocos minutos. Esta vez sí se permitió disfrutar la hermosa sensación que le causó tener la boca de su madre envolviendo su pija… al menos en parte. No tardó mucho en acabar, con grandes chorros de semen, y lo hizo imaginando que éstos iban a parar directo al interior de la boca de su madre; y que ella se tragaba todo con placer.
Ahora sus perversas fantasías eran más fuertes que nunca, porque sabía que tal vez… tal vez, y si lo planificaba muy bien, podría volverlas realidad.
1 comentarios - La MILF más Deseada [06].