Nos habíamos mudado con mi marido a un nuevo barrio. Sus casas bajas, el aire puro y sobre todo el verde de sus patios, era lo que más nos había motivado a tomar la decisión. Nuestra casa, ubicada a mitad de cuadra contaba con un hermoso parque, pileta y un quincho. A ambos lados, nuestros vecinos parecían muy tranquilos, ya que los primeros días no tuvimos señales de ellos. Se aproximaba el mes de diciembre, y cómo todos sabemos, en este lado del planeta el calor es insoportable. Es así que yo llegaba de mi trabajo, me preparaba unos mates y me disponía a disfrutar de nuestra hermosa pileta. Nunca tuve un cuerpo que quisiese mostrar mucho, a decir verdad era bastante pudorosa, pero en la tranquilidad de mi casa no tenia reparos en ponerme una bikini diminuta que me permitiera broncearme. De éste modo me tiraba al agua y salía a recostarme en la reposera mojada, mate de por medio. Éste hábito se torno una hermosa rutina y ya veía los frutos de mi bronceado en mi piel, así que me decidí a dar otro paso, quitarme la parte de arriba de mi bikini. Una tarde mientras tomaba sol boca arriba sentí una repentina curiosidad por mis vecinos, así que comencé a girar mi cabeza 180 grados, mirando las medianeras, cuando imprevistamente me sentí como observada. No sabía muy bien el porqué de esta sensación, peo la sentía y lo peor es que no podía detectar al voyeur, si es que lo había. Esta sensación se fue acrecentando día a día y paradójicamente esto hizo que mi pudor se fuera por completo. Ya sin dudas, y estando completamente segura que era el objeto de las miradas de “alguien” decidí quedarme completamente desnuda. Repetí mi ritual, me acerqué al agua, me tiré de cabeza y mientras me hundía me desprendí de mi bikini, saliendo de la pileta completamente desnuda. Me recosté en la reposera y lentamente, mientras las gotas caían por mis pechos, comencé a tocármelos y a besármelos. Abrí mis piernas y con mis dedos empecé a pajearme cada vez más fuerte. La sensación era única, era una mezcla de placer prohibido, éxtasis, morbo… Mi concha mojada me pedía más y mis pezones duros al sol me excitaban en sobremanera. Mis gemidos se convirtieron en gritos y finalmente acabé – AHHHHH!!!!- A la vez que acabé sentí que del otro lado de la medianera alguien había hecho lo mismo. Simplemente me volví a zambullir en el agua y salí a disfrutar del sol, de mi tarde, mi patio y mi vecino o vecina, no lo sé…. Mi marido como todos los días llegaba a las 10 de la noche, todavía tenía muchas horas para mí
Vecino de lujo
Nos habíamos mudado con mi marido a un nuevo barrio. Sus casas bajas, el aire puro y sobre todo el verde de sus patios, era lo que más nos había motivado a tomar la decisión. Nuestra casa, ubicada a mitad de cuadra contaba con un hermoso parque, pileta y un quincho. A ambos lados, nuestros vecinos parecían muy tranquilos, ya que los primeros días no tuvimos señales de ellos. Se aproximaba el mes de diciembre, y cómo todos sabemos, en este lado del planeta el calor es insoportable. Es así que yo llegaba de mi trabajo, me preparaba unos mates y me disponía a disfrutar de nuestra hermosa pileta. Nunca tuve un cuerpo que quisiese mostrar mucho, a decir verdad era bastante pudorosa, pero en la tranquilidad de mi casa no tenia reparos en ponerme una bikini diminuta que me permitiera broncearme. De éste modo me tiraba al agua y salía a recostarme en la reposera mojada, mate de por medio. Éste hábito se torno una hermosa rutina y ya veía los frutos de mi bronceado en mi piel, así que me decidí a dar otro paso, quitarme la parte de arriba de mi bikini. Una tarde mientras tomaba sol boca arriba sentí una repentina curiosidad por mis vecinos, así que comencé a girar mi cabeza 180 grados, mirando las medianeras, cuando imprevistamente me sentí como observada. No sabía muy bien el porqué de esta sensación, peo la sentía y lo peor es que no podía detectar al voyeur, si es que lo había. Esta sensación se fue acrecentando día a día y paradójicamente esto hizo que mi pudor se fuera por completo. Ya sin dudas, y estando completamente segura que era el objeto de las miradas de “alguien” decidí quedarme completamente desnuda. Repetí mi ritual, me acerqué al agua, me tiré de cabeza y mientras me hundía me desprendí de mi bikini, saliendo de la pileta completamente desnuda. Me recosté en la reposera y lentamente, mientras las gotas caían por mis pechos, comencé a tocármelos y a besármelos. Abrí mis piernas y con mis dedos empecé a pajearme cada vez más fuerte. La sensación era única, era una mezcla de placer prohibido, éxtasis, morbo… Mi concha mojada me pedía más y mis pezones duros al sol me excitaban en sobremanera. Mis gemidos se convirtieron en gritos y finalmente acabé – AHHHHH!!!!- A la vez que acabé sentí que del otro lado de la medianera alguien había hecho lo mismo. Simplemente me volví a zambullir en el agua y salí a disfrutar del sol, de mi tarde, mi patio y mi vecino o vecina, no lo sé…. Mi marido como todos los días llegaba a las 10 de la noche, todavía tenía muchas horas para mí
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