Tenía una compulsión instintiva y lujuriosa; amaba la verga, adoraba a rabiar asirme con las dos manos de ésas piezas de carne y nervios inflamados; el vicioso y complaciente gusto de saborear con adoración y delicadeza cada miembro que me presentaban esos tipos.
En los 70's no existían los "bi" ni nada de eso; eras puto y el hombre te cogía porque le gustaba el culo y porque el sexo oral, " el pete" era de putas o trolos... Si uno de esos muchachos de antes, te ofrecía pija no podías negarte. Yo en mi rol de vampiro de leche prematuro; me encendía por las noches, me escabullia entre los matorrales de la rivera del barrio esperando paciente el "paso sin querer" de los parroquianos como "distraídos" poniéndose a orinar entre los cañaverales; dejando ver la disposición exhibiendo una chota gomosa y morcillona... A lo lejos ,"uno que miraba con carpa" como evitando ver la sacudida que el varón le pegaba a su herramienta.
Para mí, no era cuestión de tamaño; era cuestión de la medida de placer que podía darme y darle a esos varónes que se ofrecían a ser succionados, mamados, chupados de una forma tan delicada y gustosa que quedaban presos del gusto instintivo de repetir. Los deliciaba, los mamaba como perrito con hambre, me deleitaba con sus jugos y me tragaba cada gota de sémen a chorros.
Les desfloraba la cabeza de la pija con los labios en un beso de lengua mojado y apetitoso, dejando escapar el sonido de comer con la boca abierta, apoderandome con endiablada ferocidad de esos hombres a través de sus miembros.
No era la medida, sino lo que podía hacer con ellos; conseguía "domar a esos cimarrones" por el efecto lujurioso de mis caricias bucales.
En los 70's no existían los "bi" ni nada de eso; eras puto y el hombre te cogía porque le gustaba el culo y porque el sexo oral, " el pete" era de putas o trolos... Si uno de esos muchachos de antes, te ofrecía pija no podías negarte. Yo en mi rol de vampiro de leche prematuro; me encendía por las noches, me escabullia entre los matorrales de la rivera del barrio esperando paciente el "paso sin querer" de los parroquianos como "distraídos" poniéndose a orinar entre los cañaverales; dejando ver la disposición exhibiendo una chota gomosa y morcillona... A lo lejos ,"uno que miraba con carpa" como evitando ver la sacudida que el varón le pegaba a su herramienta.
Para mí, no era cuestión de tamaño; era cuestión de la medida de placer que podía darme y darle a esos varónes que se ofrecían a ser succionados, mamados, chupados de una forma tan delicada y gustosa que quedaban presos del gusto instintivo de repetir. Los deliciaba, los mamaba como perrito con hambre, me deleitaba con sus jugos y me tragaba cada gota de sémen a chorros.
Les desfloraba la cabeza de la pija con los labios en un beso de lengua mojado y apetitoso, dejando escapar el sonido de comer con la boca abierta, apoderandome con endiablada ferocidad de esos hombres a través de sus miembros.
No era la medida, sino lo que podía hacer con ellos; conseguía "domar a esos cimarrones" por el efecto lujurioso de mis caricias bucales.
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