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GENERACION 1970 - LA REUNION
Nacidas en el mismo año, extrañas, en puntos lejanos de una misma ciudad, con crianzas diferentes, vidas diferentes, forjadas según el entorno que les había tocado en suerte, como todas las personas, sin saber lo que el destino les depararía.
Y de la mima manera que el viento amontona a su gusto las hojas secas caídas de los árboles cuando llega el otoño, así, la vida las cruzó a todas en sus estudios secundarios.
Por afinidad, por casualidades, por lo que fuera, ellas se hicieron amigas inseparables, un pequeño grupo dentro del gran grupo y compartieron todos los secretos, desde las sonseras inocentes de niñas de doce años hasta los secretos inconfesables y pecaminosos de chicas llegando a los veinte, en las puertas de futuras mujeres.
Sin dudas, esos años de estudios secundarios habían sido los mejores de sus vidas, seis niñas, seis adolescentes, seis mujeres, con personalidades tan diferentes que como si fueran super héroes, cada una ponía su personalidad para armar un equipo imbatible.
Pero llegarían otros tiempos, los de progresar, lo de seguir nuevos caminos, nuevos rumbos, abrir alas y volar, y aunque juraron mantenerse unidas, poco a poco la vida misma fue resquebrajando esa unidad y solo se empezaron a perder en el tiempo. El punto final de la historia lo marcaría el vuelo de Oyuky a Japón, el suelo de sus ancestros, ella siempre había querido conocer la tierra del sol naciente y cuando esa tarde, las otras cinco amigas se juntaron en el aeropuerto para despedirla, sabían que era mucho más que una despedida a una de las amigas, era un adiós a la hermandad que tanto habían jurado defender.
Pasaron años y mas años, el paso del tiempo sepultó en recuerdos de esa relación y así llegamos al presente, casi treinta años después, encontrando a todas estas mujeres en las primeras curvas del retorno de sus vidas.
Pero ahora, ahora existen las redes sociales, Facebook, las más compatible con la generación, pero también había varias por las cuales pasear, el celular y el WhatsApp son monedas corrientes, una computadora, una cam, una videollamada, todo al alcance de la mano, y sin darnos cuenta la tecnología puso demasiados medios a nuestro alcance, logrando que un enorme planeta llamado Tierra, se redujera al tamaño de un grano de arena.
Y así se reencontraron, en forma virtual, y el motivo de aquella despedida, sería el mismo del reencuentro, Oyuky, pasados esos treinta años anunciaba que volvía a su país natal, a Argentina, y pareció de repente que toda la magia había reverdecido.
Ahora eran seis señoras bien paradas en los cincuenta años, pero se sintieron con la locura incontenible de la adolescencia, y planificaron la gran reunión del reencuentro
Noemí ofreció su hogar, ella estaba en una posición económica envidiable y vivía en un country cerrado en una casa grande como una mansión, su esposo estaba de viaje de negocios por Europa y ella misma se ofreció a preparar la cena, asando carnes en la parrilla del quincho.
Acordaron con rapidez los detalles y cerca de las diez de la noche estaban las seis cenando en el patio de la casa, en una noche primaveral preciosa, donde una tenue brisa acariciaba sus rostros, a media luz, con un fogón de fondo, sentadas el derredor de una mesa redonda, con la imagen de la luna reflejada en la tranquilidad del agua que llenaba la enorme piscina contigua, y tenían tanto de que hablar, tanto que recordar
Noemí resaltaba como siempre lo había hecho, era como la líder natural del grupo, la que siempre estaba segura de sí misma y parecía tener su vida muy en claro. Ella siempre había sobresalido por su personalidad, por su belleza, y siempre era la que se llevaba los mejores chicos a la cama, era así, no le importaba.
Nunca había dudado en hacer lo que fuera necesario hacer para conseguir sus objetivos, el fin justifica los medios era su lema de cabecera.
A Noemí no le incomodaba vivir encerrada en un gimnasio para mantener su cuerpo perfecto, tampoco había dudado en ponerse generosos implantes mamarios para dejar su estampa en la más absoluta perfección, tampoco en hacerse unos retoques faciales, típicos de personas que ven un enemigo en la vejez
Ella era la que salía desnuda en todas las fotos, no le importaba, por el contrario, mostrarse como puta la hacía sentir inalcanzable, centro del universo, deseada por hombres, odiada por mujeres.
Para tener todo eso con gusto pagaba el precio, vivir casi sola, con sus perros, llena de billetes, vacía de amor, porque su esposo era solo eso, un fantasma multimillonario que siempre estaba en cualquier cama en cualquier hotel, menos en la suya
Oyuky había sido el motivo del adiós, y también del reencuentro, sus padres nacidos en Japón habían viajado a nuestro país, una importante automotriz nipona estaba en pañales de este lado del mundo y necesitaban gente idónea para cumplir los objetivos propuestos.
Ella tenía doble nacionalidad, y si bien todos sus rasgos eran orientales, tenía la forma de pensar latina, sentimientos latinos, vida latina.
Sufrió lo que hoy llamamos bullying en el primer año, solo por ser diferente, y muchas veces la hacían enfadar, porque solamente la llamaban como la china, o como la coreana, y eso encendía su odio y tal vez fuera lo único que la sacaba de eje
Pero luego las chicas la aceptaron y cuando se hizo parte del pequeño grupo, obtuvo el respeto de todo el curso.
Oyuky siempre fue la chica delgadita de rostro bonito, la más alta de la clase, y algún día viajó a su tierra para conocer su historia.
La vida la había llevado a ser azafata de aviones y había pasado más horas en el aire que en la tierra, y cuando quiso darse cuenta, 'la vida se le había pasado volando', sin amor, sin hijos, sin nada y decidió que era tiempo de parar, de poner los pies sobre el suelo y retomar su vida, incluso, sus queridas amigas
Gabriela era la conflictiva del grupo, en verdad los conflictos los tenía consigo misma, con sus múltiples personalidades.
Bioquímica de profesión, sin embargo, había dejado eso de lado, no le gustaba, se ocupaba en un emprendimiento personal, amaba ir a las ferias a vender los productos artesanales que ella misma fabricaba.
Casada, su esposo era farmacéutico, una deuda de la vida serían los hijos, luego de comprobarse que jamás podría ser madre por su propia esterilidad, la segunda opción de adoptar un niño se le haría tan cuesta arriba que terminarían desistiendo.
Ella estaba tan delgada como de costumbre, y aun usaba esos lentes de aumento para acomodar su visión. Gabriela sufría mucho en esos días de secundaria cuando las chicas la llamaban 'cuatro ojos' y si bien su carma no era del tamaño del que sufría Oyuky, pera ella, era todo un mundo.
Gabriela era de esas mujeres que nunca destacarían por su físico, o, mejor dicho, era una mujer normal a la que las palabras 'sensualidad', 'seducción', 'provocación' no le quedaban, de vestir simple, excitar al sexo opuesto no estaba en su A B C de vida.
Jamás se había tratado en sesión de psicoanálisis, y alguna colega de Sandra se estaba perdiendo una paciente en el diván
Sandra era la psicoanalista del grupo, elegante para vestir, prolija, de cabellos teñidos entre rubios y rojizos, de mirada inquieta.
Ella era la más callada, la más introvertida y vivía su vida oculta en su coraza, poco se sabía de ella, poco dejaba saber
También era la más inteligente, siempre con las mejores notas y desde esa juventud, en silencio, retirada, parecía estar haciendo juicio sobre las palabras de todas sus compañeras.
Era siempre el punto de discordia, porque era frontal y decía las cosas como las sentía, sin barreras, sin vueltas, le había costado muchas amistades porque ella ponía su palabra por encima de una amistad
En la intimidad del grupo ya la conocían, ya sabían cómo era y muchas veces solo dejaban pasar por alto sus comentarios lacerantes
Y a Sandra no le incomodaba sentirse ignorada, porque las faltas de respuestas solo probaban que ella decía la verdad y no había formas de contrarrestar con lógicas sus palabras.
Trabajaba en su clínica privada, en verdad era solo una a habitación de su casa, donde recibía a sus pacientes y solo lo hacía en forma particular.
No se sabía mucho más de ella, solo porque ella nada contaba, como solía decir, las personas son dueñas de sus silencios y esclavas de sus palabras
Mónica era la payasa del grupo, la tonta, la que siempre le pasaban las cosas más increíbles, la que se olvidaba el dinero, la que tropezaba en la calle, la que metía un bocadillo incorrecto, la que no entendía una broma, y ella era tan torpe como bonachona, siempre sonriente, siempre alegre, la servicial, la que siempre estaría para darte una mano.
Era esa mujer que pecaba de ingenua, por su forma de vestir, a veces provocativa, pero honestamente no era su intención, era así, ingenua, y no se daba cuentas de las cosas obvias
Ella seguía soltera, y no porque no quisiera formar una familia, era solo que los hombres la habían herido y defraudado tantas veces que solo se había acobardado para afrontar una relación, ya no quería que le volvieran a romper el corazón
Mónica era la típica rubia puro culo que no entendía los chistes, a la que trataban de hueca, pero en el fondo, ella solo era la chica que todo hombre serio hubiera deseado encontrar
Había seguido el profesorado de educación física y con el correr del tiempo se había dedicado a ser instructora en gimnasios en distintas disciplinas, y al final del tiempo, había conseguido su objetivo por el cual hacía tiempo venía trabajando, ser la dueña de su propio gimnasio
Ella ya no estaba para amores platónicos y solo disfrutaba de hipnotizar a los hombres con su mejor arma, su trasero, porque Mónica era de esas mujeres tocadas por la varita mágica de la hermosura, y tenía esa cola perfecta, deseo de muchas, pero reservados para pocas
Lara, la última de las amigas, ella había sido siempre la típica gordita acomplejada por su cuerpo, por su pancita, por sus grandes pechos caídos y sus piernas y caderas fuera de proporción, de piel blanca, vergonzosa por naturaleza, de esas que se ponen roja por cualquier motivo, había empezado estudios contables pero después de dos años declinaría, asumiendo que esa carrera no era para ella, sin embargo, ahí conocería al único hombre y amor de su vida, con quien formaría pareja años más tarde.
Ella era la única de la manada que había logrado vivir una vida tranquila y más a la antigua, más tradicional.
Se había casado con ese muchacho que había conocido en sus días de facultad, tenían cuatro hijos y llevaban ya veinticuatro años de pareja, todo un récord para los tiempos que corren
Sin dudas ella no tendría demasiado para contar porque en sus años todo había sido aburridamente perfecto.
Ama de casa, madre, ayudaba a su esposo con los trámites contables, él si se había recibido y era el que traía el dinero al hogar, a la antigua, y Lara era quien estaba en todos los detalles de la crianza de los niños.
Llegando a los cincuenta, estaba buscando replantear su vida, sus pequeños polluelos ya tenían alas y empezaban a volar, prescindiendo de su dependencia, y Lara, sin dudas estaba pasando por los días de 'nido vacío' y todo se le estaba haciendo demasiado cuesta arriba.
Y así fue como las seis amigas pasaron esas primeras horas del reencuentro, reconociéndose a sí mismas después de tantos años, con más arrugas, con más kilos, con más experiencia, con más sabiduría.
Recordaron esos primeros años alocados de adolescencia, anécdotas de profesores, de compañeras, esas que todos tenemos en algún lugar de nuestros recuerdos, los primeros chicos, los fracasos, un amor imposible, y los corazones rotos que tuvieron que reparar.
También hablaron de la historia después de esa historia, de los caminos por los que la vida las había llevado, Oyuky era la que más intriga despertaba, volar todos los días en derredor del mundo no era algo que todos hicieran, y ella tenía miles de anécdotas para sacar de la galera, Noemí, era la más extrovertida, ella siempre era la líder natural, la verborrágica, la que intencionalmente o no, terminaba siendo centro del universo, y al otro extremo, Sandra, la psicóloga, callada, retirada, parecía estar analizando a cada una de sus cinco amigas.
Era tarde, ya habían cenado, habían bebido, y se habían quitado las ganas de charlar, fue Gabriela quien recordó un juego que hacían en los días de secundaria, consistía en escribir números del uno al seis en papelitos, hacer bollitos y sacarlos al azar, y ese azar dictaminaba el orden para contar secretos, eran cosas tontas que tomaban a risa, quien era el chico que les gustaba, que problemas tenían con los padres, o con los estudios, y ese juego las obligaba a desnudar el alma, incluso a veces, el juego consistía en sincerarse entre ellas y poder decirse cara a cara las cosas que no le caían en gracia
Noemí miró la hora en el reloj dorado que adornaba su muñeca, se levantó, fue hasta dentro y volvió en minutos con papel y lapicera en una mano, mientras en la otra traía una botella helada de vino espumante, le dio el papel y la lapicera a la psicóloga, le dijo que escribiera los números y cortara el papel en trozos, como en los viejos tiempos y le dio la botella a Mónica para que la abriera y sirviera una ronda
Ella fue por unos leños para avivar el fogón y las invitó a sentarse en derredor, para jugar entre amigas compartiendo ese exquisito vino espumante, dulzón, que invitaba a soltar la lengua, y fue ella quien dijo de jugar fuerte, después de tantos años seguro tendrían al menos un secreto sexual inconfesable, y era hora de hablar.
Las mujeres se rieron, ya habían bebido demasiado y el juego les pareció excitante, y sacaron cada una su bollito para definir el orden
Lara, la gordita, sacaría el número uno, y tragó saliva, es que justo ella, no podía, si ella tenía una vida perfecta, solo un hombre, solo uno, y todo giraba en torno a él, además, hubiera preferido que otra empezara, pero acariciaba el papel entre sus dedos, con la mirada perdida en número uno y solo maldecía su suerte sin abrir la boca.
Fue notorio lo que sucedía, Noemí entonces se levantó, fue a su lado, le dio su papel y tomó el que Lara tenía entre sus dedos y sentenció
Dejá, empiezo yo, te cambio el turno, pero después tendrás que hablar
Noemí volvió a su sitio, apretó el papel en un puño y lo arrojó a las llamas, tomó el vaso y dio un par de tragos, las chicas se acomodaron y prestaron atención, era tiempo de escuchar
CONTINUARA EN 'GENERACION 1970 - NOEMI'
Si te gustó esta historia puedes escribirme con título 'GENERACION 1970 - LA REUNION' a dulces.placeres@live.com
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GENERACION 1970 - LA REUNION
Nacidas en el mismo año, extrañas, en puntos lejanos de una misma ciudad, con crianzas diferentes, vidas diferentes, forjadas según el entorno que les había tocado en suerte, como todas las personas, sin saber lo que el destino les depararía.
Y de la mima manera que el viento amontona a su gusto las hojas secas caídas de los árboles cuando llega el otoño, así, la vida las cruzó a todas en sus estudios secundarios.
Por afinidad, por casualidades, por lo que fuera, ellas se hicieron amigas inseparables, un pequeño grupo dentro del gran grupo y compartieron todos los secretos, desde las sonseras inocentes de niñas de doce años hasta los secretos inconfesables y pecaminosos de chicas llegando a los veinte, en las puertas de futuras mujeres.
Sin dudas, esos años de estudios secundarios habían sido los mejores de sus vidas, seis niñas, seis adolescentes, seis mujeres, con personalidades tan diferentes que como si fueran super héroes, cada una ponía su personalidad para armar un equipo imbatible.
Pero llegarían otros tiempos, los de progresar, lo de seguir nuevos caminos, nuevos rumbos, abrir alas y volar, y aunque juraron mantenerse unidas, poco a poco la vida misma fue resquebrajando esa unidad y solo se empezaron a perder en el tiempo. El punto final de la historia lo marcaría el vuelo de Oyuky a Japón, el suelo de sus ancestros, ella siempre había querido conocer la tierra del sol naciente y cuando esa tarde, las otras cinco amigas se juntaron en el aeropuerto para despedirla, sabían que era mucho más que una despedida a una de las amigas, era un adiós a la hermandad que tanto habían jurado defender.
Pasaron años y mas años, el paso del tiempo sepultó en recuerdos de esa relación y así llegamos al presente, casi treinta años después, encontrando a todas estas mujeres en las primeras curvas del retorno de sus vidas.
Pero ahora, ahora existen las redes sociales, Facebook, las más compatible con la generación, pero también había varias por las cuales pasear, el celular y el WhatsApp son monedas corrientes, una computadora, una cam, una videollamada, todo al alcance de la mano, y sin darnos cuenta la tecnología puso demasiados medios a nuestro alcance, logrando que un enorme planeta llamado Tierra, se redujera al tamaño de un grano de arena.
Y así se reencontraron, en forma virtual, y el motivo de aquella despedida, sería el mismo del reencuentro, Oyuky, pasados esos treinta años anunciaba que volvía a su país natal, a Argentina, y pareció de repente que toda la magia había reverdecido.
Ahora eran seis señoras bien paradas en los cincuenta años, pero se sintieron con la locura incontenible de la adolescencia, y planificaron la gran reunión del reencuentro
Noemí ofreció su hogar, ella estaba en una posición económica envidiable y vivía en un country cerrado en una casa grande como una mansión, su esposo estaba de viaje de negocios por Europa y ella misma se ofreció a preparar la cena, asando carnes en la parrilla del quincho.
Acordaron con rapidez los detalles y cerca de las diez de la noche estaban las seis cenando en el patio de la casa, en una noche primaveral preciosa, donde una tenue brisa acariciaba sus rostros, a media luz, con un fogón de fondo, sentadas el derredor de una mesa redonda, con la imagen de la luna reflejada en la tranquilidad del agua que llenaba la enorme piscina contigua, y tenían tanto de que hablar, tanto que recordar
Noemí resaltaba como siempre lo había hecho, era como la líder natural del grupo, la que siempre estaba segura de sí misma y parecía tener su vida muy en claro. Ella siempre había sobresalido por su personalidad, por su belleza, y siempre era la que se llevaba los mejores chicos a la cama, era así, no le importaba.
Nunca había dudado en hacer lo que fuera necesario hacer para conseguir sus objetivos, el fin justifica los medios era su lema de cabecera.
A Noemí no le incomodaba vivir encerrada en un gimnasio para mantener su cuerpo perfecto, tampoco había dudado en ponerse generosos implantes mamarios para dejar su estampa en la más absoluta perfección, tampoco en hacerse unos retoques faciales, típicos de personas que ven un enemigo en la vejez
Ella era la que salía desnuda en todas las fotos, no le importaba, por el contrario, mostrarse como puta la hacía sentir inalcanzable, centro del universo, deseada por hombres, odiada por mujeres.
Para tener todo eso con gusto pagaba el precio, vivir casi sola, con sus perros, llena de billetes, vacía de amor, porque su esposo era solo eso, un fantasma multimillonario que siempre estaba en cualquier cama en cualquier hotel, menos en la suya
Oyuky había sido el motivo del adiós, y también del reencuentro, sus padres nacidos en Japón habían viajado a nuestro país, una importante automotriz nipona estaba en pañales de este lado del mundo y necesitaban gente idónea para cumplir los objetivos propuestos.
Ella tenía doble nacionalidad, y si bien todos sus rasgos eran orientales, tenía la forma de pensar latina, sentimientos latinos, vida latina.
Sufrió lo que hoy llamamos bullying en el primer año, solo por ser diferente, y muchas veces la hacían enfadar, porque solamente la llamaban como la china, o como la coreana, y eso encendía su odio y tal vez fuera lo único que la sacaba de eje
Pero luego las chicas la aceptaron y cuando se hizo parte del pequeño grupo, obtuvo el respeto de todo el curso.
Oyuky siempre fue la chica delgadita de rostro bonito, la más alta de la clase, y algún día viajó a su tierra para conocer su historia.
La vida la había llevado a ser azafata de aviones y había pasado más horas en el aire que en la tierra, y cuando quiso darse cuenta, 'la vida se le había pasado volando', sin amor, sin hijos, sin nada y decidió que era tiempo de parar, de poner los pies sobre el suelo y retomar su vida, incluso, sus queridas amigas
Gabriela era la conflictiva del grupo, en verdad los conflictos los tenía consigo misma, con sus múltiples personalidades.
Bioquímica de profesión, sin embargo, había dejado eso de lado, no le gustaba, se ocupaba en un emprendimiento personal, amaba ir a las ferias a vender los productos artesanales que ella misma fabricaba.
Casada, su esposo era farmacéutico, una deuda de la vida serían los hijos, luego de comprobarse que jamás podría ser madre por su propia esterilidad, la segunda opción de adoptar un niño se le haría tan cuesta arriba que terminarían desistiendo.
Ella estaba tan delgada como de costumbre, y aun usaba esos lentes de aumento para acomodar su visión. Gabriela sufría mucho en esos días de secundaria cuando las chicas la llamaban 'cuatro ojos' y si bien su carma no era del tamaño del que sufría Oyuky, pera ella, era todo un mundo.
Gabriela era de esas mujeres que nunca destacarían por su físico, o, mejor dicho, era una mujer normal a la que las palabras 'sensualidad', 'seducción', 'provocación' no le quedaban, de vestir simple, excitar al sexo opuesto no estaba en su A B C de vida.
Jamás se había tratado en sesión de psicoanálisis, y alguna colega de Sandra se estaba perdiendo una paciente en el diván
Sandra era la psicoanalista del grupo, elegante para vestir, prolija, de cabellos teñidos entre rubios y rojizos, de mirada inquieta.
Ella era la más callada, la más introvertida y vivía su vida oculta en su coraza, poco se sabía de ella, poco dejaba saber
También era la más inteligente, siempre con las mejores notas y desde esa juventud, en silencio, retirada, parecía estar haciendo juicio sobre las palabras de todas sus compañeras.
Era siempre el punto de discordia, porque era frontal y decía las cosas como las sentía, sin barreras, sin vueltas, le había costado muchas amistades porque ella ponía su palabra por encima de una amistad
En la intimidad del grupo ya la conocían, ya sabían cómo era y muchas veces solo dejaban pasar por alto sus comentarios lacerantes
Y a Sandra no le incomodaba sentirse ignorada, porque las faltas de respuestas solo probaban que ella decía la verdad y no había formas de contrarrestar con lógicas sus palabras.
Trabajaba en su clínica privada, en verdad era solo una a habitación de su casa, donde recibía a sus pacientes y solo lo hacía en forma particular.
No se sabía mucho más de ella, solo porque ella nada contaba, como solía decir, las personas son dueñas de sus silencios y esclavas de sus palabras
Mónica era la payasa del grupo, la tonta, la que siempre le pasaban las cosas más increíbles, la que se olvidaba el dinero, la que tropezaba en la calle, la que metía un bocadillo incorrecto, la que no entendía una broma, y ella era tan torpe como bonachona, siempre sonriente, siempre alegre, la servicial, la que siempre estaría para darte una mano.
Era esa mujer que pecaba de ingenua, por su forma de vestir, a veces provocativa, pero honestamente no era su intención, era así, ingenua, y no se daba cuentas de las cosas obvias
Ella seguía soltera, y no porque no quisiera formar una familia, era solo que los hombres la habían herido y defraudado tantas veces que solo se había acobardado para afrontar una relación, ya no quería que le volvieran a romper el corazón
Mónica era la típica rubia puro culo que no entendía los chistes, a la que trataban de hueca, pero en el fondo, ella solo era la chica que todo hombre serio hubiera deseado encontrar
Había seguido el profesorado de educación física y con el correr del tiempo se había dedicado a ser instructora en gimnasios en distintas disciplinas, y al final del tiempo, había conseguido su objetivo por el cual hacía tiempo venía trabajando, ser la dueña de su propio gimnasio
Ella ya no estaba para amores platónicos y solo disfrutaba de hipnotizar a los hombres con su mejor arma, su trasero, porque Mónica era de esas mujeres tocadas por la varita mágica de la hermosura, y tenía esa cola perfecta, deseo de muchas, pero reservados para pocas
Lara, la última de las amigas, ella había sido siempre la típica gordita acomplejada por su cuerpo, por su pancita, por sus grandes pechos caídos y sus piernas y caderas fuera de proporción, de piel blanca, vergonzosa por naturaleza, de esas que se ponen roja por cualquier motivo, había empezado estudios contables pero después de dos años declinaría, asumiendo que esa carrera no era para ella, sin embargo, ahí conocería al único hombre y amor de su vida, con quien formaría pareja años más tarde.
Ella era la única de la manada que había logrado vivir una vida tranquila y más a la antigua, más tradicional.
Se había casado con ese muchacho que había conocido en sus días de facultad, tenían cuatro hijos y llevaban ya veinticuatro años de pareja, todo un récord para los tiempos que corren
Sin dudas ella no tendría demasiado para contar porque en sus años todo había sido aburridamente perfecto.
Ama de casa, madre, ayudaba a su esposo con los trámites contables, él si se había recibido y era el que traía el dinero al hogar, a la antigua, y Lara era quien estaba en todos los detalles de la crianza de los niños.
Llegando a los cincuenta, estaba buscando replantear su vida, sus pequeños polluelos ya tenían alas y empezaban a volar, prescindiendo de su dependencia, y Lara, sin dudas estaba pasando por los días de 'nido vacío' y todo se le estaba haciendo demasiado cuesta arriba.
Y así fue como las seis amigas pasaron esas primeras horas del reencuentro, reconociéndose a sí mismas después de tantos años, con más arrugas, con más kilos, con más experiencia, con más sabiduría.
Recordaron esos primeros años alocados de adolescencia, anécdotas de profesores, de compañeras, esas que todos tenemos en algún lugar de nuestros recuerdos, los primeros chicos, los fracasos, un amor imposible, y los corazones rotos que tuvieron que reparar.
También hablaron de la historia después de esa historia, de los caminos por los que la vida las había llevado, Oyuky era la que más intriga despertaba, volar todos los días en derredor del mundo no era algo que todos hicieran, y ella tenía miles de anécdotas para sacar de la galera, Noemí, era la más extrovertida, ella siempre era la líder natural, la verborrágica, la que intencionalmente o no, terminaba siendo centro del universo, y al otro extremo, Sandra, la psicóloga, callada, retirada, parecía estar analizando a cada una de sus cinco amigas.
Era tarde, ya habían cenado, habían bebido, y se habían quitado las ganas de charlar, fue Gabriela quien recordó un juego que hacían en los días de secundaria, consistía en escribir números del uno al seis en papelitos, hacer bollitos y sacarlos al azar, y ese azar dictaminaba el orden para contar secretos, eran cosas tontas que tomaban a risa, quien era el chico que les gustaba, que problemas tenían con los padres, o con los estudios, y ese juego las obligaba a desnudar el alma, incluso a veces, el juego consistía en sincerarse entre ellas y poder decirse cara a cara las cosas que no le caían en gracia
Noemí miró la hora en el reloj dorado que adornaba su muñeca, se levantó, fue hasta dentro y volvió en minutos con papel y lapicera en una mano, mientras en la otra traía una botella helada de vino espumante, le dio el papel y la lapicera a la psicóloga, le dijo que escribiera los números y cortara el papel en trozos, como en los viejos tiempos y le dio la botella a Mónica para que la abriera y sirviera una ronda
Ella fue por unos leños para avivar el fogón y las invitó a sentarse en derredor, para jugar entre amigas compartiendo ese exquisito vino espumante, dulzón, que invitaba a soltar la lengua, y fue ella quien dijo de jugar fuerte, después de tantos años seguro tendrían al menos un secreto sexual inconfesable, y era hora de hablar.
Las mujeres se rieron, ya habían bebido demasiado y el juego les pareció excitante, y sacaron cada una su bollito para definir el orden
Lara, la gordita, sacaría el número uno, y tragó saliva, es que justo ella, no podía, si ella tenía una vida perfecta, solo un hombre, solo uno, y todo giraba en torno a él, además, hubiera preferido que otra empezara, pero acariciaba el papel entre sus dedos, con la mirada perdida en número uno y solo maldecía su suerte sin abrir la boca.
Fue notorio lo que sucedía, Noemí entonces se levantó, fue a su lado, le dio su papel y tomó el que Lara tenía entre sus dedos y sentenció
Dejá, empiezo yo, te cambio el turno, pero después tendrás que hablar
Noemí volvió a su sitio, apretó el papel en un puño y lo arrojó a las llamas, tomó el vaso y dio un par de tragos, las chicas se acomodaron y prestaron atención, era tiempo de escuchar
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