De repente, sus madres les habían sugerido no juntarnos mucho porque Yo era mala junta. German y Carlitos eran los otros dos monaguillos de la iglesia. El cura para evitar que pudiera " contarles algo " hizo que sus mamás pusieran distancia. Pero, no contaban con mi astucia; los dos pibes de 14 años ya andaban de pajeros y "pito duro" todo el día.
Dos pendejos hermosos criados lejos de todo pecado y la mejor educación; el hijo de la maestra y el hijo de el más "polenta" del barrio.
Yo, una mariquita voráz y discreta, había contaminado con mis relatos detallados sobre sexo ésas cabecitas virgas y pajeras de esos adolescentes que me seguían en secreto para que les contara más y si podía "enseñarles " a jugar bien "a papá y mamá" donde los convertía en alimento para mí lujuria rabiosa
En el más hermético de los secretos, me servía de corromper a esas dos criaturas virgas e inocentes. Exitando sus sentidos, haciendo hervir sus imaginaciones, inflamando el deseo instintivo y mi mayor era saber que le estaba comiendo el virgo a esos varónes que mezquinaban por puro prejuicio, esos varoncitos cuyas hormonas los hacían adictos a las caricias y cuidados íntimos
Esas pijas vírgenes habían sido devoradas con lujuria y deseo, con el veneno suficiente como para hacer que esos hombrecitos olvidaran la orden de mantenerse alejados de mi.
Los hombrezuelos no podían, entre viernes y sábado salían a boludear en el club y seguro nos cruzabamos,
Les mamaba la verga sintiendo una mescla de placer y revancha, pensando en la rabia que sentirían sus madres si supieran como era capaz de comer la verga endurecida de sus hijos "perfectos"
Dos pendejos hermosos criados lejos de todo pecado y la mejor educación; el hijo de la maestra y el hijo de el más "polenta" del barrio.
Yo, una mariquita voráz y discreta, había contaminado con mis relatos detallados sobre sexo ésas cabecitas virgas y pajeras de esos adolescentes que me seguían en secreto para que les contara más y si podía "enseñarles " a jugar bien "a papá y mamá" donde los convertía en alimento para mí lujuria rabiosa
En el más hermético de los secretos, me servía de corromper a esas dos criaturas virgas e inocentes. Exitando sus sentidos, haciendo hervir sus imaginaciones, inflamando el deseo instintivo y mi mayor era saber que le estaba comiendo el virgo a esos varónes que mezquinaban por puro prejuicio, esos varoncitos cuyas hormonas los hacían adictos a las caricias y cuidados íntimos
Esas pijas vírgenes habían sido devoradas con lujuria y deseo, con el veneno suficiente como para hacer que esos hombrecitos olvidaran la orden de mantenerse alejados de mi.
Los hombrezuelos no podían, entre viernes y sábado salían a boludear en el club y seguro nos cruzabamos,
Les mamaba la verga sintiendo una mescla de placer y revancha, pensando en la rabia que sentirían sus madres si supieran como era capaz de comer la verga endurecida de sus hijos "perfectos"
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