Ser representante del último año no me ha hecho ganar muchos amigos, sino todo lo contrario. La situación se complicó cuando muchos profesores me dejan la tarea de tomar las asistencias o recibir trabajos en fechas. Más que representante soy como una delegada de todo sus trabajo.
Me planteé dimitir al puesto. Después de lo que pasó ahora es más una decisión que un planteamiento.
Una fuerte tormenta se llevó varios postes del tendido eléctrico dejando sin energía a la facultad. Varios compañeros se ausentaron con las primeras gotas, pero como soy la representante llegué igual. El tiempo empeoró y cuando la electricidad se cortó estaba atrapada en la sede, esperando a que escampe para poder regresar a la casa puesto que las clases ya fueron suspendidas.
Esperando un mejor tiempo fui al segundo piso, que tiene ventanales grandes por donde entraba algo de luz. Me dispuse a perder tiempo leyendo cosas en mi celular y ver la lluvia.
No pasó mucho tiempo para que un grupo de compañeros también quisiera perder tiempo, conmigo.
Eran tres, del grupo de los irresponsables. Los conocía por los años anteriores pero la mayoría de ese grupo eran recursantes o eran alumnos irregulares.
Ya me había discutido con algunos de ellos, de modo que pensé que no me vieron y me dispuse a salir del salón vacío. Me sujetaron a la salida y me volvieron a meter.
Sus manos me rodearon, me tocaban las nalgas, la cintura y las piernas. Cuando traté de resistir la cosa no mejoró, el hecho de que ya me empezaba a poner cachonda tampoco ayudaba.
-¿No recuerdas en primer año como te gustaba coger? - sus voces se ahogaban con el ruido de la lluvia en los cristales - en la fiesta si que nos divertimos. Soy al que le chupaste hasta terminar ¿No te acuerdas? - y todo tipo de comentarios recordandome mi no tan puritana estadía universitaria. Aunque siempre con perfil bajo después de cinco años las anécdotas circulan y me reputación no es tan clara con respecto a ese punto. En todo caso, si no recordaba ellos se encargaron de repetírmelo. Al parecer querían hacerlo conmigo otra vez, o quizás vengarse, o las dos cosas.
El jueguito y los toqueteos siguieron un tiempo y mis resistencias bajaron al completo, excepto por algún quejido o alguna oposición ocasional que parecería que los motivaba a más caricias.
- Cuando nos chupaste no recuerdo que te lo hayas comido todo. ¿Tu lo recuerdas? - comenta uno de ellos al otro y el otro le responde negativamente, en tono de burla. Ya estaba segura que todo tenía un tinte negro para mí, no me equivocaba demasiado.
- ¿Capaz no pueda hacerlo?
- Yo pienso que no puede.
- Tranquilos -intervino de nuevo el que habló primero- vamos a comprobarlo ahora mismo.
Ni terminó de decirlo y fui conducida a una silla, donde me sentaron y entre los tres me sujetaron a ella. También sujetaron mi pelo, me hicieron mirar el techo y me sujetaron igualmente del cuello y el rostro. No podía moverme pero la situación era inusual. ¿Como se suponía que iba a hacerles sexo oral así? Por sus declaraciones estaba esperando eso.
Sentada, aprovecharon para meter sus manos dentro de mi falda y uno de ellos jaló mi ropa interior hasta sacármela por completo. De inmediato sentí dos dedos penetrar por mi vagina
- Uff dios santo. Está súper mojada.
- Te dije que le gusta estás cosas.
No se equivocaba, me gustaba esas cosas. Los dedos se movían independientemente dentro de mí. Comenzaba a ver colores.
- Abre la boca dulzura - la orden fue directa pero no hizo falta odecerla porque al mirar arriba ya abría mi boca y sus manos en mis mejillas me lo abrían aunque no quisiera.
De repente, sentí un trozo de algo en la boca. Me asusté y me revolví, pero entre todos me sujetaron más fuertemente. El trozo era duro, fino y largo. Con mucha fuerza y lentamente el objeto siguió entrando por mi boca, tocó el fondo y bajó por mi garganta.
En mi desesperación pataleé y trate de cerrar la boca. No fue tanto obstáculo porque siguieron sujetándome. Cuando sentí el objeto en la garganta ya no moví la cabeza por miedo a que me lastimara si me movía inconscientemente. Era fino, así que no tocó las paredes como para ser muy incómodo, pero sí lo suficiente como para que sienta una sonora arcada. Los tres me alentaban y animaban tratando tanquilizarme, cosa muy difícil por la especie de palo en mi garganta.
Lagrimeé y resistí estoicamente mientras mi garganta era invadida por el objeto. Ellos festejaron y el palo lentamente fue retirado de mi interior, dejándome respirar con normalidad.
También me soltaron y quedé sentada en la silla, sin bragas, excitada y con la sensación de ser atropellada por una manada de lobos.
El objeto resultó ser una regla de madera. Agradecí que lo hicieran tan lentamente porque si lo hubiesen hecho de manera violenta con toda posibilidad hubiese resultado herida
- ¡Veintisiete centímetros!
- ¡Eso es más que mi pija!
- Entonces sí podía hacerlo.
Y más comentarios de ese tipo, el resultado fue claro; era obvio que soy una profesional de la garganta profunda. Tan obvio como que estaba tremendamente excitada, necesitaba que me sigan utilizando.
No tardé en ponerme de rodillas y no tardó en empezar la sesión: los tres me rodearon y utilicé mi boca para saciarlos.
¿La pimienta de la salsa? Solo garganta profunda.
Es verdad que quizas el más largo de los tres penes que comía medía unos diecisiete centímetros, siendo generosa; unos diez centímetros menos que la regla que me hicieron tragar. Pero hay claras diferencias, una cosa es tragar una vara de madera de pocos centímetros de espesor a tragar un cilindro de carne caliente que es mucho más ancho. Y la diferencia con tragar tres de esos cilindros es abismal.
Los penes me abrían la garganta. Flexionaba mi mandíbula, movía mi lengua y aprentaban mi campanillla. Las arcadas eran terribles y todas las veces que cambiaba de pene mis labios tocaban la base, o más bien me hacían tocar la base porque por más que yo mostrara predisposición a tragarme sus vergas ellos me sujetaban de la cabeza, no sólo el dueño del pene que tragaba, sino los tres juntos. Mi pelo, como imaginarán estaba hecho un desastre con todas sus manos atajando y empujando mi cabeza.
Todo eso sin mencionar que esporádicamente alguno de ellos se emocionaba y pensaba que mi garganta era como una vagina. Movía su cintura me follaba por la boca y la garganta. Ahí es cuando más me apretaban para que no pudiera sacarme el pedazo de carne que me tragaba.
Si tuviera que describirlo de otra forma no diría que se los estaba mamando. No era una felación en ningún sentido. Más bien era yo, arrodillada, con la boca abierta y ellos metiendo sus pijas por mi garganta. No chupe ni lamí. Entonces no podía ser una mamada si no mamé absolutamente nada.
Todo duró mucho tiempo. O al menos eso me pareció a mí. Aún no había energía eléctrica y los tres seguían usando mi garganta. Mis labios tocaron sus ingles por arriba y por abajo tocaban el nacimiento de sus escrotos. Sus glandes me abrían la garganta, sentía las venas de sus penes palpitar por las paredes de ella y había mucha saliva por más que intentara tragármelo todo. Cuando tenía un pene dentro ellos usaban mis manos para que masturbarse a los que no. Justo un equipo de tres así que todos estaban saciados.
Me usaron hasta hartarse. Me follaban. Quitaban la mitad y me lo metían completo. Lo hacían lentamente a ratos y también rápidamente en otros ratos. Me hacían meter solo una vez hasta fondo cada uno de los penes. Y también me lo sacaban y metían una y otra vez, muy lentamente. No sé si eso era peor que cuando me lo sacaban y metían de un solo golpe.
Celebraban con mis arcadas y me rostro estaba destruido con lágrimas, mocos y saliva. A pesar de todo lo resistí como una buena mujer
Pero el uso indiscriminado de mi garganta me pasó factura. Ya me dolía la quijada. Los golpes de sus glandes por el fondo de mi boca y el roce de sus vergas en mi garganta me habían irritado. Tenía ganas de toser y estaba bastante segura de que mi voz sonaría ronca. No era capaz de cerrar la boca sin esfuerzo y dolor. Incluso el sexo oral tiene sus límites y yo ya los había cruzado.
No pareció importarles, así como tampoco les importó el charquito de mis propios fluidos que mi vagina se encargó de hacer abajo mío. Seguía tremendamente excitada. En el momento en que pensaba sí me iban a hacer mujer uno de ellos se quejó, me sujeto del pelo y me enterró la cara en sus bolas mientras se masturbaba con la mano libre. Los otros se alejaron un poco. Por primera vez use la lengua y él se encargó de meterme un testículo en la boca. Ahora sí, chupé y lamí como sabía hacerlo y al poco rato, con su insistencia, apuntó a mi cara y un chorro de semen, caliente y espeso, explotó al chocar contra mi labio inferior. Corrigió su puntería en los siguientes tiros mientras yo habría la boca sin que me lo pidieran. Aunque los siguientes fueron pocos chorros fue suficiente para llenar la boca con semen. Sentí el calor del fluido, ese sabor salado levemente ácido, en mi boca y el olor a hombre me llenó la nariz. Estaba tan feliz que hasta casi tuve un orgasmo ahí mismo. Llevé mis manos a mi partes y me sentí muy caliente y húmeda.
De mi ensueño me quitaron los tres, que nuevamente me sujetaron de la cabeza y lentamente me acercaron a la pija que acababa de darme las proteínas que ya necesitaba. Me asusté un poco, es decir, también tengo experiencia en tragar semen, me gusta hacerlo y lo prefiero a tener mis otros orificios goteando semen o ir al baño para quitármelos, además, no puedes decir que comiste algo si no te lo tragas, ¿no?
Pero esta situación no era como esas veces, tenía la boca llena y abierta, ellos me empujaban a un pene que estaba erecto, recién eyaculado, con gotas de semen en la punta. No me dió tiempo de tragar lo que tenía, el pene entró lentamente y recorrió mi lengua camino al fondo. El semen se corrió por los costados, al menos la parte que no fue empujada por la verga, la que cayó en mi garganta. Con mis manos empujé al sujeto porque esa sensación no solo me dió arcadas, sino que era como ahogarse con agua. Entre los tres no me permitieron retroceder y lentamente la verga y el semen entraron por mi garganta. Aguanté y sufrí. Cuando mís labios sintieron los pelos cortos que el hombre tenía abrí mis ojos. Garganta profunda. Lo tenía completo enterrado. Pensé que no era tan malo, lo peor ya había pasado. El sabor a pene que tenía en la boca ahora era reemplazado por el intenso sabor a semen. Reuní valor y tragué con el trozo de verga bien profundo. El pene se sacudió y me imaginé que lo movía como podían hacerlo los hombres, tragué un par de veces más hasta que al parecer fue suficiente. La verga que salió de mí garganta ahora estaba medio flácida en frente mío. Le dí un beso de agradecimiento.
Uno menos, quedaban dos.
Mientras el que terminó se vestía y salía me encargué de los otros dos. O más bien ellos se encargaron de mí, depende de como veas la cosa. Uno de ellos me levantó y me inclinó hacía delante. Si pudieran ver mis ojos verían estrellitas de felicidad. Quedé parada con mi cintura casi en noventa grados con mis piernas y gracias a todos los dioses por fin sentí como la verga de uno de ellos abría mis labios vaginales y entraba en mi lujurioso interior. Por fin alguien me follo como dictan las escrituras.
Sus comentarios siguieron, algo así como "esta súper mojada", "ese tipo te llenó la boca", ¿te gusta?" y "oye, le chupaste las bolas, ¿que tal si ahora también me comes otra cosa?"
Este último comentario llamó mi atención apesar de que el sujeto que me estaba dando sujetaba mis caderas y me embestía lo mejor que podía, yo juntaba mis piernas y apretaba para sentir su pene en toda la gloria. Sus bolas me golpeaban con cada penetración y yo estaba en el cielo.
El otro, el que comentó, entonces se sentó en suelo, se tiró de espaldas y abrió sus piernas.
Lo capté al instante. Eso si no era algo que hiciese tan a menudo, sobre todo porque no muchos me lo piden. También me tomó por sorpresa. Dada la situación era un poco vergonzoso y humillante, más porque el ano que aquel hombre me mostraba y que yo tenía que comer estaba un poco peludo y el dueño estaba un poco subido en kilos, no me malinterpreten, no tengo tantas preferencias físicas establecidas, solo que yo soy un bombón y ellos me estaban usando. Pero por supuesto mi opinión no importaba mucho. El que me penetraba me puso de cuatro patas o más bien arrodillada con toda la parte de adelante contra el suelo. Mi pecho se aplastó contra el suelo y mis nalgas tocaban levemente mis talones. El pene no salió de mí, en cambio, bien posicionado el que me montaba comenzó a montar en todas las de la ley. Subía y bajaba y todo su peso ayudaba a una penetración total. Sabía que no iba a durar mucho. Ni yo lo hice, a la cuarta o quitan embestida mi cuerpo se sacudió con el ansiado orgasmo, justo cuando ambos enterraban mi cara entre las nalgas que tenía enfrente.
Mi nariz estaba hundida en sus bolas y mi boca rodeaba su ano. Sentía los espasmos de mi vagina mientras olía la mezcla de semen, bolas, sudor y hombre.
Las quejas por mi inmovilidad, principalmente porque el orgasmo me impedía pensar, no se hicieron esperar y mandé todo al demonio. Saqué la lengua y lo metí en su culo. Sentía los pelos por mis labios, cuando aprentaba mi rostro para meter más la lengua sus testículos se aprentan contra mi nariz y no podía respirar. Me movía a los costados para agarrar aire y ellos seguían apretándome contra él. Sentía mi lengua bien dentro mientras lo movía dentro, lo lamía y lo chupaba. Me estaba comiendo un culo, respirando bolas y sintiendo como mi vagina era castigada.
No duró demasiado. El dueño del recto donde estaba mi lengua no aguantó y sentí como su pija explotó en una tremenda eyaculación. Sin que nadie me obligara está vez, agarré la verga y me la tragué. Mi donador de semen estaba acabado, no me moleste en limpiarle el semen que tenía alrededor, sufiente trabajo le hice ahí abajo, pero si le hice sentir mi garganta mientras su pene se ponía flácido.
Mi jinete salió antes de acabar dentro, leyendo telepáticamente, aparentemente, mis preferencias. Bien sumisa me arrodillé frente a él en el preciso instante en que el semen salía del glande. Me lo metí en la boca y leche masculina, una vez más, inundó mi boca. No sé derramó ninguna gota, lo tragué en tres partes sin sacarme la verga. También a él le hice experimentar mi garganta mientras mi pene se ponía chiquito.
Minutos después me limpiaba como podía. Cuando caminaba a la casa ya había parado de llover. Lo interesante fue hacer todo el trayecto sin ropa interior. Mis bragas habían desaparecido. No sé si su falta era el origen de mis muslos mojados o si las gotas que caían eran producto de mi calentura insaciada, tendría que hacer algo para averiguarlo. Tal vez ser tener enemigos no estaba tan mal.
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