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La MILF más Deseada [04].

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La MILF más Deseada [04].




Capítulo 4.

-1-

Los dedos de Diana exploraron su vagina con soltura, y por su mente desfiló la imagen de la erecta verga de su hijo; quiso apartarla, pero cada vez que ésta aparecía, la invadía una intensa ola de placer. Se miró al espejo. Llevaba puesto el provocativo traje de mucama que la empresa alemana le había mandado, le agradó lo que vio; era un espectáculo de alto nivel erótico. Decidió que ya estaba lo suficientemente caliente como para exhibirse otra vez frente a la cámara, salió del cuarto, con su concha bien empapada. 
Se dirigió hacia el pequeño estudio fotográfico que su hijo había improvisado dentro de la casa, pero de camino, al pasar por el living, se llevó una gran sorpresa: Julián estaba tendido en el sofá con la cámara de fotos en una mano y la verga en la otra; se estaba masturbando con avidez. 
—¡Julián! —exclamó ella; el chico se sobresaltó y se detuvo en el acto—. ¿Qué hacés?
—Me dijiste… me dijiste que me dabas tiempo para “bajarla”…
—Pero no me refería a eso… me refería a que esperaras… además… ¿por qué tenés la cámara? Dejá, no me expliques, ya me puedo hacer una clara idea de qué estabas mirando. 
Diana dio media vuelta y se encaminó hacia el comedor. Julián se quedó inmóvil durante unos segundos, no esperaba que su madre regresara tan pronto y no entendía por qué se había enojado otra vez. Se levantó y fue a buscarla.
La encontró cerca de la vitrina de los licores, sacando una botella de whisky y un vaso.
—¿No es algo temprano para un trago? —le preguntó.
—No me importa la hora que es, lo necesito. —Sirvió dos medidas dentro del vaso y se las tomó de una sola vez, luego tomó asiento y volvió a llenarlo; sus ojos se posaron en la verga erecta de su hijo, quería decirle algo al respecto, pero no encontró palabras.
—No entiendo por qué te ponés así, mamá. 
—Me pongo así porque te estabas haciendo una paja mirando mis fotos. —Intentó decir eso sin mostrarse demasiado enojada—. No quiero hacer ninguna acusación, Julián; pero… se me hace raro, y me cuesta asimilarlo.
El muchacho se mostró avergonzado, arrastró una silla y se sentó en ella sin darse cuenta que desde esa posición su madre podía verle el pene desde más cerca. 
—Te dije que no pienso en vos, mamá.
—Sí, sí… ya sé, pensás en esa profesora… pero siguen siendo mis fotos… y también me impactó un poco verte haciéndote una paja.
—A mí tampoco me agradó mucho eso, pero pensé que te ibas a demorar más; siempre demorás mucho en cambiarte. —De pronto Diana se sintió avergonzada, ese tiempo solía emplearlo para estimularse la vagina—. Si mal no recuerdo, vos misma me enseñaste una vez, que masturbarse es algo muy sano, hasta me explicaste que vos también lo hacías.
Diana recordaba esa charla, la habían tenido mucho tiempo atrás. Uno de los momentos más incómodos de su vida.
—Sí, es algo muy sano… siempre y cuando no lo hagas mirando las fotos de tu madre.
—Pensé que vos me habías dado permiso, de lo contrario no lo hubiera hecho, —mintió.
—Creo que me expliqué mal… —Una vez más su mirada fue atraída por la verga de su hijo, la cual seguía tan firme como antes. Sintió un agradable cosquilleo en la concha y para cubrirlo, tomó otro trago de whisky—. ¿De verdad estabas pensando en tu profesora?
—Sí…
—¿Y qué pensabas? —Diana se dio cuenta de que su pregunta tomó por sorpresa a su hijo—. Perdón, sé que es un tema muy personal…
—Pensaba en que ella me daba clases particulares. —Julián comenzó a inventarse una historia sobre la marcha—. Cada vez que ella se agachaba para señalar algo en mi hoja, se le veían todas las tetas… y bueno, después algo parecido, pero viéndole la tanga. Hasta que ella… 
—¿Se la quitaba?
—Sí… y yo…
—Sí, ya me imagino lo que hacías. Esa escena parece salida de una película porno.
—Bueno, no tengo la mejor imaginación del mundo… por eso es que necesito las fotos. Me ayudan mucho a elaborar la escena.
—¿Y no podés usar imágenes que saques de internet? Habiendo tanto porno dando vuelta, no entiendo por qué tienen que ser MIS fotos.
Julián bajó la cabeza, no sabía cómo responder a eso. Allí fue cuando se dio cuenta de que su madre estaba sentada con las piernas abiertas y se le veía prácticamente toda la concha, no tuvo que acercarse para darse cuenta de que ella estaba mojada. La verga se le puso tiesa al máximo y comenzó a palpitarle. 
Diana se estaba acalorando cada vez más, no sólo por el efecto del whisky corriendo por sus venas, sino también porque no podía apartar la mirada del miembro erecto de Julián. De pronto tuvo ganas de acariciarse la concha, abrírsela y posar para la cámara; y que luego su hijo se masturbara mirando las fotos. «Me estoy volviendo loca», pensó. No entendía por qué encontraba tan morbosamente atractiva la idea de que Julián se hiciera una paja mirando sus fotos; ella debería oponerse rotundamente a eso. Pero fue al recordar el motivo por el cual le gustaba posar frente a la cámara, cuando entendió todo. Lo que a ella le calentaba era saber que tenía el poder de excitar a otra persona, por más que intentó negarlo durante toda su vida; debía admitir que siempre lo disfrutó. A pesar de su belleza, muy pocas veces se comportó como una mujer provocativa, pero sí se sintió bien cada vez que recibió halagos sobre su cuerpo.
El hecho de que su hijo se hiciera la paja mirando las fotos, era un halago para ella… él la consideraba equivalente a la mujer de sus fantasías sexuales, a aquella profesora de Estadísticas. Si su hijo podía usar sus fotos para recrear una fantasía sexual con otra persona, entonces todos aquellos extraños que la vieran podrían hacer lo mismo; cada uno imaginaría a quien quisiera: una profesora, una jefa, una empleada, una vecina… o una madre. 
No sabía si era por la calentura, el alcohol o las dos cosas, pero en ese preciso momento creyó que se podría acostumbrar a que su hijo se descargara mirando sus fotos después de cada sección. Al fin y al cabo, el pobre terminaba caliente porque ella era muy provocativa, y tenía un gran cuerpo. En definitiva, a él se le ponía dura porque ella hacía bien su trabajo, tan bien que ni su propio hijo no era inmune a sus encantos. Esa era la prueba definitiva de que había conseguido sacar a la mujer fogosa que llevaba dentro.
Se mordió el labio inferior y luego tomó otro trago de whisky. El primero le había quemado la garganta; pero éste le pareció más suave. Diana entendió que aceptar lo que hacía su hijo, podría incentivarla a mostrarse más natural ante la cámara, y a enseñar su cuerpo de forma más explícita. Y si a él se le ponía dura, entonces estaría viendo, directamente, el resultado de estas acciones. 
—¿Vamos a seguir haciendo fotos? —preguntó Julián.
—Sí; pero hoy no, mejor seguimos otro día.
—¿De verdad? Pensé que ya no ibas a querer.
—Sí; necesitamos la plata, Julián, ya te lo dije. Tenemos que solucionar como sea estos problemas, de lo contrario nos quedamos sin trabajo; por eso quiero que antes de seguir, aclaremos algunas cosas. 
—¿Qué cosas?
—Yo no soy tan ingenua, sé que lo que te calienta es verme a mí… por algo se te para mientras me sacás fotos, por más que estés concentrado en la cámara… y por algo usás esas fotos para hacerte la paja. —El chico se puso rojo—. Pero voy a hacer un inmenso esfuerzo de mi parte para intentar ver eso desde otro punto de vista.
—¿Cuál sería ese otro punto de vista?
—Aunque al principio la idea no me agradaba mucho, ahora soy consciente de que mi trabajo consiste en calentar a la gente… y no en sólo enseñar ropa interior. Puedo aceptar eso, especialmente porque la paga es buena. Por eso mismo también podría aceptar que vos te excitaras, y que te masturbaras viendo las fotos; serías como el primer sujeto de prueba. Si a vos no te dan ganas de tocarte, es porque debo haber hecho mal las cosas.
—Me gusta ese punto de vista.
—Sí, porque te conviene, —dijo ella, sonriendo—. Como verás, intento tomarme las cosas con actitud positiva. Tal vez las estoy retorciendo demasiado, para poder asimilarlas. Además, admitámoslo, la calentura es un factor importante en esto que hacemos. 
—Sí, vos me dijiste que te calentás un poco si te tocás mientras sacamos las fotos.
—Un poco bastante… además eso no es todo. —Julián la miró intrigado—. Por la razón que fuera, vos terminaste contándome que te pasa esto al sacarme fotos, e imagino que no debe haber sido nada sencillo contármelo…
—No lo fue.
—Por eso mismo yo también quiero contarte otra cosa, para que no te sientas tan mal. —Diana se mordió los labios mientras buscaba la mejor forma de explicarlo—. Hace poco tiempo me di cuenta de que me puedo soltar mucho más frente a la cámara si estoy excitada… verdaderamente excitada. —Instintivamente ella separó las piernas, enseñando más su húmeda concha—. Por eso mismo antes de cada sesión de fotos me… —Buscó algún sinónimo que suavizara la palabra, pero recordó que ella le había pedido a su hijo que hablara de forma clara—… me masturbo. 
—N… no lo sabía…
—No te hagas el sonso, sí que lo sabías.
—No, de verdad que no.
—Si me viste haciéndolo hace un rato, cuando entraste a la pieza.
—Te vi con las piernas abiertas, pero no alcancé a ver qué estabas haciendo. De verdad me creí eso de que estabas ensayando.
—Fue una mentira muy mala, —dijo ella, riéndose—. No puedo creer que te la hayas creído. 
—Será porque nunca pensé que fueras mentirosa.
—No soy mentirosa… pero de vez en cuando puedo decir alguna mentirita piadosa. —«También puedo omitir información», pensó. No pretendía decirle a su hijo que ella misma había experimentado qué se sentía masturbarse pensando en su verga. Tampoco le diría lo mucho que le calentaba que él se hiciera una paja viendo las fotos. Diana incluso sintió ganas de ver una vez más a su hijo sacudiéndose la verga y poder imaginar que era uno de sus hipotéticos amantes rindiéndole tributo. Se preguntó si se estaba volviendo loca, o si todo eso era producto de su cerebro intentando adaptarse la situación—. Bueno, por hoy dejemos las cosas como están, —dijo, venciendo la tentación de reanudar la sesión fotográfica—. Tengo que pensar en muchas cosas… y me imagino que vos también, —él asintió con la cabeza—, y hacé algo con eso, —dijo sonriendo, mientras señalaba la verga de su hijo—, es muy feo que te interrumpan en plena paja… ahora estamos a mano. 
—Entonces, sólo para estar seguro, ¿puedo seguir usando tus fotos? —Una nueva ola de calor recorrió el cuerpo de Diana.
—Sí, podés… y después me tenés que decir qué te parecieron las fotos. Es decir: qué tan eróticas te resultaron, cuáles son las más destacadas, y qué se puede hacer para que mejoren.
—Me gusta eso.
—Vas a ser el sujeto de control de calidad. 
—Tendría que ganar más plata, cada vez me dan más trabajos.
—No te hagás el pelotudo, Julián; sé que es un trabajo que harías aunque fuera gratis. 
El muchacho sonrió por primera vez desde que había comenzado la conversación, eso tranquilizó a Diana, ya que creía que había sido muy dura con él, al tratarlo indirectamente de degenerado.

-2-

Antes de reanudar con las sesiones de fotos, dejaron pasar unos días, los cuales les permitirían aclimatarse un poco a la nueva postura que habían tomado frente a la situación. En algunas ocasiones, durante esos días, Diana permitió que su hijo la viera completamente desnuda. La primera vez fue cuando ella terminó de bañarse, salió sin ninguna toalla que la cubriera, y al pasar frente a su hijo se detuvo durante unos segundos para conversar con él acerca de cuándo sería conveniente enviar el siguiente pack de fotografías. Ella notó que los ojos de Julián recorrían cada centímetro de su desnudez, deteniéndose durante más tiempo en sus tetas o en su concha, la cual había vuelto a depilar completamente. Para darle más tiempo a Julián, y que se acostumbrara a su desnudez, Diana se sirvió un vaso de agua y lo bebió lentamente mientras buscaba otros temas para charlar. Notó que la verga de su hijo formaba un bulto en el pantalón. Después de esa conversación Diana sintió la necesidad de masturbarse, y así lo hizo, pensando que tal vez su hijo estuviera haciendo lo mismo.
La segunda vez que se expuso completamente desnuda frente a Julián fue algo más intensa. Ella se encontraba acostada en la cama, sin nada que la cubriera, con las piernas completamente abiertas. Se estaba masturbando mientras miraba, sin prestar mucha atención, algún programa de televisión. Al escuchar que alguien llamaba a su puerta simplemente dijo “Pasá”.
Cuando Julián entró se llevó una gran sorpresa, su madre no hizo ningún intento por cubrir su desnudez, ni siquiera atinó a cerrar un poco las piernas. Ella simplemente se limitó a apartar la mano de su sexo, aunque por la humedad que presentaba la vagina, a Julián le tenía que quedar muy claro que ella estaba haciéndose una paja.
—¿Qué pasa? —Preguntó la rubia, con naturalidad. Sin embargo su corazón se aceleró al notar la mirada libidinosa de su hijo. Tuvo que esforzarse por no cubrirse, quería que él se acostumbrara a verla, y ella acostumbrarse a que él la mirase.
«Sé que te calienta mirarme, —pensó—, pero no podemos permitir que eso nos arruine el negocio. Ésta es la única manera que se me ocurre para que deje de resultarnos una situación tan incómoda».
El chico se sentó al pie de la cama, justo frente a su madre; primero le miró la concha, durante unos segundos, luego subió hasta encontrarse las tetas y continuó viaje hasta que sus miradas se cruzaron.
—Quería avisarte que ya recibimos el pago por el último pack de fotos, —dijo él, esforzándose por sonar tranquilo—. Me refiero a las fotos en las que estás vestida como secretaria.
—Ah, bien. ¿Les mandaste las fotos en las que estoy más desnuda?
—No, todavía no. Estoy reservándolas, esas deben valer mucho, y primero quiero ver si nos permiten generar esos pack “privados”, en los que la gente tiene que pagar para mirar. —Él, en cambio, podía mirar gratis, y así lo estaba haciendo. Sus ojos habían vuelto a posarse en la concha de Diana. Ella notó que el bulto en el pantalón de su hijo comenzaba a crecer. Se sintió halagada y aún más excitada, tenía ganas de volver a tocarse; pero se contuvo.
—Me parece bien, sé que es algo arriesgado estar exigiéndole a la gente que pague por algo que podría encontrar gratis en cualquier otra web; pero es un riesgo que tenemos que correr.
—No es algo que puedan encontrar en cualquier otra web.
—¿Me vas a decir que internet no está llena de fotos de mujeres desnudas?
—Sí, fotos de mujeres desnudas hay muchas, pero no hay fotos tuyas estando desnuda. Tenés que entender que ya estás formando tu propio grupo de fans; mientras más le gustes a estas personas, más probable es que estén dispuestos a pagar un poco por ver fotos tuyas más explícitas. 
—Bueno, eso me entusiasma un poco. Si querés dentro de un rato podemos hacer la sesión de fotos, con el conjunto de mucama. 
—Sí, cuando vos quieras. —La mirada de Julián escaneó toda la vagina de su madre. Una vez más, ella se sintió tentada de cerrar las piernas, pero no lo hizo—. Bueno, te dejo tranquila.
Se levantó y salió del dormitorio, cerrando la puerta detrás de él. Diana se quedó con la mirada perdida en un punto imaginario de la pared, preguntándose si no había ido demasiado lejos al exhibirse de esa forma ante su hijo. Pero recordó cuando lo vio masturbándose, con la verga dura. Julián no se había sentido demasiado apenado por ese suceso, para ella también había sido un momento incómodo. Posiblemente existirían mejores métodos para que ambos se acostumbraran a la situación, pero a ella no se le ocurría ninguno. «Julián tiene que sacarme fotos eróticas, desnuda, se tiene que habituar a verme así —pensó la rubia—, y yo me tendré que habituar a verlo con la verga parada». En ese instante se le cruzó por la cabeza que, tal vez, Julián estuviera haciéndose una paja en ese preciso momento, mirando fotos de ella. Se mordió el labio inferior, la idea le generaba sensaciones extrañas, que tenían cierto toque adictivo. Por un lado la atemorizaba saber que él podría estar haciendo eso, pero por el otro le causaba curiosidad. No podía culpar a su hijo por masturbarse, no quería hacerlo, aunque considerara que no era correcto. «Soy su mamá, ¿qué tanto se puede calentar conmigo?». No necesitaba respuesta a esa pregunta, ella misma lo había visto. 
Siguiendo un fuerte impulso, salió de la cama, se colocó su bata negra, pero no la cerró. Salió del cuarto y se dirigió hacia el de su hijo, el cual estaba a pocos pasos de distancia. 
De pie frente a la puerta del dormitorio de Julián se preguntó una vez más si no estaba yendo demasiado lejos, sin embargo no podía detener el impulso que la había llevado hasta allí. Dejando las dudas de lado, abrió la puerta sin golpear. 
Tal y como había anticipado, encontró a Julián sentado frente a la computadora, desnudo de la mitad para abajo, con la pija dura en una mano. En la pantalla se veía una de las últimas fotos que le había tomado a Diana, una en la que ella enseñaba, por fin, su desnudez.
El muchacho dio un salto en la silla al ver entrar a la rubia.
—Hola. —Saludó ella, como si llevaran mucho tiempo sin verse—. No te asustes, no pasa nada. —Entró al cuarto caminando con naturalidad, sin molestarse en cubrir la desnudez que se dejaba entrever por su bata abierta. Se acercó a su hijo y se inclinó para mirar la pantalla, apoyándole las tetas en la espalda—. Esa es una buena foto —miró la verga de Julián—. ¡Qué dura la tenés!
—Mamá, ¿qué hacés acá? —Preguntó él, incómodo. 
—Nada, venía a decirte que, si querés, podemos hacer ahora las fotos.
—¿Ahora? Pero… pero podrías haber golpeado, —dijo, inclinándose más hacia adelante debido al peso que ejercían las tetas de su madre contra su espalda—. Vos, que tanto te quejás de que yo entro sin avisar a tu cuarto.
—Bueno, perdón, tenés razón. —No le diría que lo había hecho a propósito—. Digamos que ésta es mi venganza por la vez que entraste y yo me estaba tocando… y te cuento que hace un rato también me interrumpiste en pleno proceso. 
—¿Te estabas tocando?
—Y sí, Julián, ¿por qué te creés que estaba completamente desnuda, con las piernas abiertas? —La verga del chico dio un pequeño salto. Él imaginó la forma en que su madre había estado masturbándose segundos antes de que entrara al cuarto—. Si querés seguí con la paja, y cuando termines hacemos las fotos.
—¿Estás enojada?
—¿Por qué?
—Por… por tu foto… —Se refería al hecho de estar masturbándose mirando las fotos de su madre, pero no podía ponerlo en palabras.
—No, eso no me molesta… me imagino que vos estarás pensando en tu profesora de bilogía…
—Estadística.
—Bueno, lo que sea. Tu profesora tiene una linda concha. —En la pantalla podía ver una toma muy cercana de ella con las piernas abiertas y sus labios vaginales mordiendo la tanga. 
—Mmm… pseee. 
—Ay, sonso… no te pongas así, era un chiste. Sinceramente me siento un poco halagada saber que con mis fotos se te pone así de dura… si a vos se te para de esa manera, entonces algo muy parecido le ocurrirá a aquellos que vean mis fotos.
—Estoy seguro de que sí. Pero igual me da un poco de vergüenza que me veas haciéndolo.
—Sí, te entiendo. Es normal… pero debido a que nuestra relación laboral no es tan normal que digamos, nos vamos a tener que acostumbrar. ¿No es cierto? Vos tenés que acostumbrarte a verme desnuda, y yo me tendré que acostumbrar a verte con la pija dura.
—¿De verdad no te molesta verme así?
—No, al contrario… hasta te podría decir que me la moja un poco.
—¿Qué, de verdad? —Julián sintió que su verga se endurecía aún más, durante una breve fracción de segundos.
—Y sí… y no me mires con esa cara. —Ella se apartó un poco de él, y puso sus brazos en jarra, la mirada de Julián bajó directamente hacia la vagina de su madre, era cierto que la tenía húmeda—. A vos se te para si me ves la concha, porque decís que el cuerpo humano es algo “universal”. ¿Cierto? —Él asintió con la cabeza—. Entonces ¿qué problema hay si te digo que a mí se me moja un poco si te veo con la verga dura? Al fin y al cabo es muy parecida a muchas otras que vi. No deja de ser una verga… y la tenés de buen tamaño, —dijo ella, mirándola sin disimulo—. Tal vez si la tenés dura mientras me sacás las fotos me incentiva un poquito a mostrarme más… cachonda, porque estaría viendo en vivo y en directo el efecto que estoy causando al posar.
—¿Entonces querés que vaya así a sacarte las fotos?
—Podríamos probar, es un buen momento para hacerlo... mirá cómo la tengo. —Separó sus labios vaginales con dos dedos, para mostrarle a su hijo lo mojada que estaba. Julián no pudo evitar sacudirse un poco la verga—. Andá preparando la cámara, y yo me voy a vestir de mucama porno.
—Bueno, dale.
Diana salió del cuarto sintiéndose muy acalorada, no podía creer que había tenido esa conversación tan provocativa con su propio hijo, pero no podía negar que la había calentado mucho. Podría recriminarse mucho su actitud, pero si lo hacía en ese preciso momento, perdería una buena oportunidad para hacer fotos de buena calidad.
En un par de minutos salió de su dormitorio, vistiendo el conjunto de mucama, y se dirigió hacia el comedor.
Julián encontró a su madre sentada frente a la mesa del comedor, tomando un trago de whisky. Ella, automáticamente, bajó la mirada y la centró en la verga de su hijo, la cual ahora estaba flácida, pero seguía conservando un buen tamaño.
—¿Otra vez dándole al trago?
—Es un vasito, nada más… me ayuda a distenderme. —Se tomó el resto del contenido de su vaso. 
Julián se sentó en una de las sillas. 
La rubia se puso de pie y dio la espalda a su hijo para guardar el whisky en la vitrina de los licores, no tenía la necesidad de inclinarse hacia adelante, pero de todas formas lo hizo, enseñándole parte la concha a Julián por debajo del vestido.
—Desde ya te digo que eso te queda re bien, mamá.
—¿De verdad? —Ella se inclinó un poco más, exponiendo su sexo por completo—. ¿Sabés qué estaba pensando? Que la concha se me vería mejor vistiendo esto, es decir, se me vería más… apetecible —Diana no daba crédito a las palabras que salían de su boca, la calentura la estaba venciendo otra vez y sabía que el halago de su hijo tenía mucho que ver con eso—. Tal vez te parece una boludez, porque lo mejor sería estar totalmente desnuda ¿no?
—Creo que no, yo soy partidario de que usar ropa sexy puede ser más estimulante que un desnudo completo. Así, tal y como estás ahora, te vez mucho más sensual que hace un rato, cuando no tenías nada puesto. 
—¿En serio? Bueno, tengo que admitir que es un conjunto muy lindo, y si vos me decís que me queda bien, entonces te creo.
—Te queda más que bien. —Diana sintió que su autoestima se elevaba—. Pero podría quedarte incluso mejor.
—¿Cómo? —preguntó ella dándose la vuelta.
—Con los tacos altos que tenías puestos la vez pasada. Eso te levantaría más la cola.
—Es cierto…
—No sé por qué no te los pusiste.
—Porque son incómodos. No estoy acostumbrada a usarlos, pero sé que en las fotos pueden quedar muy bien. Ya vengo. 
La rubia se dirigió hacia su cuarto y regresó poco tiempo después, luciendo un par de zapatos negros con taco aguja. Encontró a Julián acariciándose la verga lentamente, pero no le hizo ningún reproche y se limitó a sonreírle.
—¡Wow! Ahora estás mucho mejor. —Aseguró él.
—También encontré un plumero. —Ella lo sacudió—. Ahora sí parezco una mucama de verdad —Comenzó a reírse—. Bueno, dudo mucho que una empleada doméstica utilice un atuendo como este. 
—Tal vez no, pero te aseguro que si hubiera alguna que lo hace, la contrataría sin pensarlo. A mí me encantaría tener una mucama que se vistiera de esa manera. 
—¡Qué vivo que sos! Seguramente estarías muy atento viéndola limpiar, así como estás ahora, con la verga en la mano. 
—¡Por supuesto! —Julián no entendía a qué se debía el repentino cambio de actitud de su madre, pero le agradaba mucho, y quería sacarle el máximo provecho posible—. Lo primero que le diría es que pasara el plumero por debajo de ese mueble. —Señaló el aparador que estaba junto a la vitrina de licores, éste era el triple de ancho y lo usaban para guardar platos, manteles y para exhibir adornos. 
—Cómo se nota que no limpiás nunca, Julián. Por ahí abajo se pasa la escoba, no el plumero… ¡Ah, que boluda, ya entendí! —Volvió a reírse—. Vos querés ver algo como esto…
Se acercó al aparador, le dio la espalda a su hijo y se agachó flexionando un poco las piernas, luego extendió el plumero hasta que la punta se perdió debajo del mueble. 
—Si, algo así, —dijo Julián, meneándose la verga.
—Se me ve todo, ¿cierto? 
—Más o menos… se te vería más si no doblaras tanto las rodillas.
—¿Así? —Estiró sus piernas, y ella misma supo que había conseguido el efecto deseado, seguramente se le veía toda la concha y el culo—. ¿Ahora te gusta más? —Hacer esa pregunta la hizo hervir de placer, al girar la cabeza pudo ver que su hijo aún tenía la mano sobre su verga, la bajaba y la subía lentamente; ella sintió la humedad corriendo fuera de su sexo. 
—¡Sí, mucho más! —Acto seguido Julián soltó su miembro para poder fotografiar a su madre, ella se mantuvo inmóvil en esa posición.
—¿Ya me puedo mover? —Preguntó luego de unos segundos.
—Sí, ya está.
—Vos andá tirándome ideas para que esto parezca un poquito más… porno.
—¿Porno?
—Y sí. —Se levantó y dio la vuelta, para ponerse mirando de frente a su hijo, automáticamente sus ojos se posaron en esa verga dura y venosa—, sé sincero, la página “erótica” no es… ya me está quedando claro que es más porno que otra cosa.
—¿Y no te molesta ser una modelo de fotos porno?
—La concha se me va a ver igual ¿no? Y vos dijiste que mientras más erótica sea una foto, más pagan. Eso me dio a entender que en realidad pagan más por fotos porno. ¿Me equivoco?
—Acertaste. No te lo dije porque no ibas a querer.
—Ahora ya estoy en el baile… no me queda otra; además… me está gustando un poquito todo esto. Nunca imaginé que pudiera hacer porno.
—Se nota, la tenés toda mojada. —Al decir esto Julián se apretó la verga con fuerza, jamás se había imaginado diciéndole algo así a su madre, y hacerlo le causó mucho morbo.
—Creo que la tengo tan mojada como vos la tenés dura. Ahora decime, ¿qué más te gustaría ver?
—Emm, —el chico se rascó la barbilla, como si estuviera intentando resolver en un gran problema—. ¿Querés mostrar las tetas o la concha?
—Mmmm… buena pregunta. Este conjunto tiene esta transparencia en las tetas, la cual es muy linda, así que lo mejor va a ser no sacarlas de ahí; pero como viene sin tanga entiendo que la intención es que se luzca mucho la concha; eso deben querer los diseñadores.
—Buena deducción, mientras más realcemos las mejores partes del producto, más les va a gustar lo que hacemos. 
—Entonces ¿cómo te gustaría que mostrara la concha? 
—¿Lo tengo que decidir todo yo?
—Para algo te tengo acá, vos sos el hombre. Imagino que si seguís tus instintos, seguramente vamos a conseguir buenas fotos. Si yo fuera esa mucama que vos querés contratar ¿cómo te calentaría verme? 
—Entiendo… entonces volvé a ponerte como estabas recién.
—Pero eso ya lo viste…
—Es que es tu mejor ángulo —Diana soltó una risita—, vos haceme caso.
—Está bien.
Le dio un último vistazo a la verga de su hijo y luego volvió a darse la vuelta para adoptar la misma posición. Volvió a sentir esa ráfaga de placer al saber que estaba enseñando sus partes más íntimas.
—¿Los tacos me paran mucho el culo? —Preguntó.
—Sí, mucho, la diferencia es muy grande así que, definitivamente, tenés que usarlos en las fotos. 
—Sí, pensaba hacerlo, me hacen sentir más sexy.
—Si lo que querés es estar más sexy, entonces separá un poco más las piernas. 
—Ah, por eso querías que me pusiera así.
Alejó su pie izquierdo unos cuantos centímetros, sin flexionar las rodillas, podía sentir la tensión en los músculos de sus piernas. 
—Así estás perfecta, —aseguró Julián.
—¿Se me abrió la concha? —No podía creer que le estuviera preguntando eso a su hijo, pero las palabras salieron de su boca sin que ella pudiera controlarlas. Le calentaba muchísimo imaginar que sus labios se habían abierto y que había alguien allí para verlo.
—Sí, se abrió bastante. —Julián no pudo resistirlo, aprovechó que su madre no estaba mirando y comenzó a masturbarse rápidamente, imaginando que introducía toda su verga en ese agujerito negro de bordes rosados—. Eso va a quedar muy bien en las fotos.
—Tenés que sacar una en primer plano, para que se vea bien. 
—Totalmente, más de uno va a querer verla con todo detalle. 
Julián se agachó justo detrás de su madre, y se tomó su tiempo para enfocar bien ese sexo abierto que rebosaba de humedad. 
—¿Ahora qué otra cosa puedo hacer? —Preguntó Diana, mientras su hijo la fotografiaba.
—Abrite el culo. —Respondió, sin pensárselo dos veces.
Ella hizo exactamente lo que su hijo le pedía, dejó el plumero en el suelo y usando ambas manos se abrió las nalgas.
—Esto me gusta. —Hacía tiempo que Diana no se sentía tan expuesta sexualmente.
—A mí también. —Aseguró el muchacho, acelerando el ritmo de su masturbación—. Se te abrió mucho la concha. —Volvió a presionar el disparador de la cámara. 
—¿Viste qué linda la tengo? —Ella se reía como una colegiala cachonda, y así se sentía. 
—Sí… no me imaginaba que la tuvieras tan... abierta.
—¿Qué estás insinuando? —Ella no estaba enojada, al contrario, había comenzado a gustarle que su hijo le dijera esas cosas mientras la veía desnuda. La ponían más en situación.
—Que te entraría una verga grande, sin problemas, —dijo, pensando en su propio miembro.
—No estés tan seguro, en realidad soy bastante estrecha; pero ahora la tengo dilatada porque estuve tocándome. —Soltó sus nalgas y dirigió dos dedos hasta su concha, comenzó a acariciar sus labios—. Con lo mojada que estoy, ahora sí me entraría bastante fácil… tal vez. Por lo general da un poco de problema, especialmente si la verga es grande… aunque esas me gustan más —«Sí, Julián, —pensó—, a tu mamá le gustan las vergas grandes». Esa confesión la puso a mil.
—¿Y te duele?
—No mucho… pero a veces puede ser frustrante; porque llega un momento en que ya quiero tenerla adentro. —Apretó los dedos uno contra el otro, dejando sus labios vaginales entre medio.
—Eso que estás haciendo también está muy bueno. 
—Lo voy a tener en cuenta. —Diana se irguió una vez más y dio media vuelta, sorprendió a su hijo masturbándose intensamente—. Ah, veo que en serio te está gustando la cosa…
—Perdón… —dijo deteniéndose súbitamente.
—No pasa nada, te dije que vos sos el control de calidad… si vos te ponés así, imaginate los que vean las fotos. 
—Es verdad.
—Además, me hace sentir halagada… y no creas a que a mí no me levanta la temperatura estar mostrándome de esta manera. Como vos dijiste, hay cosas que son inevitables… calentarse es inevitable —Sabía que al repetir estas palabras se estaba convenciendo a sí misma, pero estaba funcionando.
La cara de su hijo estaba a pocos centímetros de su concha, él había dejado de tocarse, pero no de mirarla. De pronto a Diana se le ocurrió que se vería muy bien subiendo un pie a la silla, y así lo hizo. Luego, con dos dedos, se abrió la concha. 
—Tenés un talento natural para esto, —dijo Julián, mientras se apresuraba a captar el momento. 
—Lo que tengo es una calentura tremenda. 
—Mejor, aprovechemos eso para que las fotos luzcan más naturales. —Una de las manos de Julián bajó hasta encontrarse con su verga, y se la presionó con fuerza.
—Sí, pero mejor lo dejamos para otro momento, ahora mismo quiero ir a… a tocarme un rato a la pieza. ¿Tendrás fotos suficientes para un pack? 
—No creo, pero no importa, seguimos en otro momento. 
—Está bien, porque ahora necesito tiempo para mí sola. Perdón por haberte hecho preparar la cámara para tan pocas fotos.
—No pasa nada, de hecho a la cámara siempre la tengo preparada, en caso que vos estés de humor para sacarte fotos. 
—Esa es buena idea… bueno, no aguanto más… me voy. —Antes de marcharse, le dio un beso en la mejilla a su hijo y dio un último vistazo a esa verga erecta.
Diana se encerró en su cuarto y, sin quitarse el uniforme de mucama, se tendió en la cama, abrió sus piernas y comenzó a frotarse la concha con una mano. En lo único que podía pensar era en una verga que se parecía mucho a la de su hijo, pero que pertenecía a otro hombre. En su imaginación ella montaba esa verga, y la cabalgaba como una puta en celo, gimiendo y pidiendo que se la metieran hasta el fondo. Había pasado tanto tiempo desde la última vez que tuvo sexo que ya prácticamente había olvidado qué se sentía ser penetrada; pero eso no le impidió dejar volar su mente. Con los ojos cerrados se proporcionó todo el placer físico que le era posible, no se limitó a frotar su vagina sino que además sobó sus grandes pechos e introdujo un par de dedos en su agujero femenino. 
Dio rienda suelta a sus gemidos, sabiendo que Julián podría escucharla, pero no le importó; él sabía perfectamente qué era lo que ella estaba haciendo dentro de su cuarto. Se estremeció sobre la cama, arqueó su espalda, juntó y volvió a separar sus piernas. Se estaba haciendo la mejor paja en años y ya podía sentir los primeros signos de un orgasmo. Cuando éste llegó arqueó su espalda aún más, obligando a su cola a abandonar el colchón, y a  sus pies a brindarle sujeción. Metió y sacó los dedos de su concha, emitiendo continuados chasquidos húmedos. Pudo sentir cómo el flujo comenzaba a chorrear en pequeñas cantidades desde su vagina, y dejó salir un profundo gemido.
Estaba dispuesta a seguir tocándose, pero por simple casualidad abrió sus ojos y soltó un grito de terror.
—Esperá, mamá… soy yo… no te asustes, —le dijo la voz de su hijo, desde los pies de la cama.
—¡Julián! ¿Qué mierda hacés acá? —Diana tenía la cara roja, llena de rabia.
—E… estaba sacando fotos. —Le enseñó su cámara—, creí que…
—¡La puta madre, Julián! Andate. —Le tiró una almohada, la cual impactó directamente contra su cabeza, sin hacerle ningún daño—. ¡Andate, Julián, salí de mi pieza!
El chico corrió fuera del dormitorio cuando se dio cuenta de que su madre buscaba algún objeto contundente para tirarle.
Diana respiraba deprisa, su pecho subía y bajaba violentamente. Se sentó en la cama, con las piernas abiertas, y poco a poco sus pulsaciones fueron disminuyendo. Tenía ganas de ahorcar a su hijo, pero al mismo tiempo sentía que tal vez había sido demasiado dura con él.
«No, no fui muy dura —pensó—, él actuó mal… no tenía por qué haber entrado sin permiso». 
 Durante el resto del día Diana no le dirigió la palabra a su hijo, incluso se llevó su comida al dormitorio. Julián ni siquiera se atrevió a mirarla a los ojos e hizo lo posible por no permanecer en el mismo cuarto que ella. Lo que más apenaba al muchacho era que por culpa de ese inconveniente, su negocio de fotografías eróticas se vinera abajo. 
Julián se encerró en su cuarto, sin entender por qué su madre había reaccionado de esa manera. Al fin y al cabo ella parecía estar mucho más suelta que antes. Incluso lo interrumpió a él en plena masturbación. Estaba frustrado y enojado. Evitó hablar con ella durante todo el día. Ni siquiera se tomó el trabajo de editar las fotos que ya tenía. Por un momento le había parecido que todo el negocio iba viento en popa, pero la histeria de su madre lo había echado a perder.


1 comentarios - La MILF más Deseada [04].

et178282
Increible qe riko no te voy a decir con que cosa aprete el boton de los 10pts